lunes, 31 de agosto de 2009

Cuento Endiablado

LOS ZAPATOS DEL DIABLO

Un día el diablo, con voz ronca y fea, le dijo a un diablito que estaba a su lado: "Tengo ganas de pasear. Estoy cansado de vivir en este hueco del infiermo, y me voy a conocer mundo, a viajar en aviones y en trenes, a montar en buque y en burritos orejones. Quiero recorrer la tierra toda, y sembrar el mal por donde vaya pasando". El diablito a quien dijo el diablo todas estas cosas, no respondió nada, pero movió la cola, como para decir que no le importaba que el diablo grande se fuera. Pasados algunos días de mucho calor, pues eran días pasados en los mismos infiernos, el diablo comenzó a viajar, con su cara de diablo, y con una maleta llena de espejitos y chucherías para engañar a los niños y a los hombres. Pero antes de partir, el demonio dejó todas sus cosas muy bien arregladas en el infierno. Dejó hasta la dirección de los hoteles y los países que iba a visitar. El diablo llegó a la tierra no se sabe cómo. Dicen algunos que llegó montado en un paila voladora, en una paila con alas y sonido de avión. Pero parece que lo cierto fue que llegó en sus paticas, por un túnel muy largo y muy negro, que él mismo abrió con los cuernos debajo de la tierra. En todo caso, la verdad fue que llegó, y comenzó a andar por caminos y caminos; hasta que tocó en un país muy hermoso, donde los días eran como catedrales de oro, y las noches como mujeres negras con estrellas en la cabeza. El cielo de aquel país era azul, azul, y la tierra era verde, verde.

El diablo, al verse en una tierra tan linda, en una tierra igual al paraíso, pensó que lo mejor era quedarse un tiempo allí y dedicarse a la maldad. Lo primero que hizo fue matar una mariposa que pasó a su lado. Después, con un carbón encendido que tenía guardado en el bolsillo, quemó a un niño que estaba recogiendo flores en el campo, y más tarde, a la entrada de un pueblo, le robó el sombrero a un ciego que estaba sentado al borde del camino. Finalmente, el diablo entró al pueblo, sin dejarse ver de la gente que a esa hora estaba rezando o cantando, y se escondió en la alcaldía, debajo de unas escopetas que estaban recostadas a la pared. Allí pasó la noche haciendo planes para el día siguiente, y comiendo sapos, ratones, cueros de tigre, y pedazos de cementerio. Nadie se enteró aquella noche de que el diablo estaba en el pueblo, y todos los habitantes durmieron tranquilamente. Algunos hasta soñaron con ovejitas blancas y velas encendidas a los pies del Niño Jesús, porque era diciembre y por todo el cielo se veían pasar ángeles con resplandores en las alas.

Pero volvamos a los pasos del diablo. El enemigo malo, como dicen algunas viejitas arrugadas y cariñosas, después de pasar la noche en la alcaldía, se levantó muy temprano y se dirigió a la zapatería del pueblo: Como era muy temprano y el zapatero no había llegado aún, el diablo tuvo que esperar un buen rato, y resignarse a que las personas que pasaban para misa lo miraran extrañamente. Al fin llegó el zapatero, recién bañado, y con un bigote muy grande y muy gracioso sobre la boca. El diablo saludó al recién llegado con mucha simpatía, y le dijo que necesitaba unos zapatos nuevos. El zapatero, que era un hombre bueno, y que estaba enseñado a tratar con gente honrada, le respondió al diablo que lo iba a atender con gusto, y lo invitó a entrar a la zapatería. El demonio se sentó en un taburete de cuero y empezó a medirse zapatos de todos los tamaños, y al fin se quedó con unos grandotes, que parecían fabricados con cuero de elefante. Después pagó la cuenta, con billetes manchados de sangre, y salió con los zapatos puestos. El zapatero se quedó en la puerta de la zapatería, acariciándose el bigote con una mano, y con la otra rascándose la nuca. El diablo empezó entonces a recorrer todo el país donde el cielo era azul, azul, y la tierra era verde, verde. Donde pisaba con los zapatos nuevos, el demonio dejaba una quemadura roja que secaba la hierba y hacía llorar a los arbolitos recién nacidos. Era tanta la maldad de este forastero, y eran tan bandidos y tan despiadados sus zapatos, que toda la tierra de aquel país maravilloso empezó a sufrir. Por todas partes se veían las pisadas del diablo, y se veían pasar muchachitos con lágrimas en los ojos, y con sombreritos de paja, tristemente puestos sobre la cabeza. El cielo azul, azul, poco a poco se fue volviendo negro, y la tierra verde, verde, poco a poco también, se fue poniendo del color de la ceniza. Cuentan las personas que les tocó vivir en aquella época, que los platos amanecían quebrados en las cocinas de las casitas campesinas, y que las golondrinas no volvieron a volar por la tarde sobre las torres de las iglesias. Las mismas personas dicen que las muñecas con que juegan las niñas no volvieron a decir papá ni mamá, y los gallinazos parados en los tejados de las casas, se aburrían como señores serios. Ciertamente el diablo estaba haciendo de las suyas en aquel país. Por la noche se oían las pisadas infernales en los corredores de las fincas, en las calles empedradas de las aldeas, y en el piso de las pesebreras, donde los caballos comen hierba, y hacen espuma con la boca.

Pero la noticia de que el diablo estaba en aquel país de ríos largos y de madres dulces, se extendió rápidamente por ranchos, pueblos, palacios y ciudades. Nadie se quedó sin saber que era el mismo diablo el que estaba pisando los caminos, las flores, las hormigas, las cabecitas de los grillos, y los ojitos de las lagartijas. Nadie se quedó sin saber, tampoco, que el demonio estaba calzado con unos zapatos grandotes y crueles, y que estos zapatos echaban chispas y olían a pólvora y a muerto. Entonces los hombres, las mujeres, los niños, y hasta los viejos que tienen que apoyarse en un bastón para poder caminar, se juntaron para perseguir al diablo y acabar con él. Los hombres abrieron huecos en los caminos para que el patas se cayera en ellos. Las mujeres se pusieron a rezar y a quemar ramo bendito en todos los rincones de las casas. Los niños, con gorros de papel, se montaron en sus caballitos de madera, y se fueron a cuidar los nidos de los azulejos. Y los ancianos clavaron los bastones en las montañas, como espadas, para indicar que ellos también estaban en la guerra contra el demonio.

Cuando el diablo se dio cuenta de que toda la gente de aquel país, con palos y con piedras y con gritos, lo estaban persiguiendo, se amarró bien los zapatos, y empezó a caminar más rápidamente, y a mirar para atrás, como los ladrones que temen ser alcanzados por los policías. Desde entonces la vida del diablo fue muy dura. No pudo volver a dormir ni a descansar. Día y noche andaba y andaba, día y noche sufría caídas y tropezones, día y noche mordía polvo y piedras puntiagudas. Sin embargo, el diablo no dejaba de hacer el mal, y por donde pasaba, como era su costumbre, pisaba los maizales, y los dejaba envueltos en llamas, en humo y en azufre. Pero de tanto caminar, de tanto huir a través de desiertos y bosques, los zapatos del diablo se fueron gastando. Llegó un momento en que perdieron el brillo y el poder para matar las hojitas de la hierba. Ya no sonaban como el día en que se los puso por primera vez, como el día en que se los compró al zapatero, y empezó a dar pasos orgullosos y destructores. Todas las noches, con la luz de la luna y de las estrellas, el diablo miraba sus zapatos, y comprendía que muy pronto se iba a quedar descalzo. Mientras tanto, la gente de aquel país lo seguía persiguiendo, y en los periódicos salían noticias alarmantes para todos, pues se decía en aquellas noticias que iba a ser imposible alcanzar al diablo, porque este disponía de muchos recursos para burlar a sus perseguidores, y además sus zapatos, más que caminar, volaban sobre el polvo de los caminos.

Pero la verdad era que los zapatos del diablo se seguían gastando. Con los tropezones las costuras se reventaron, finalmente, y las suelas se doblaron como lenguas de vacas tristes. El diablo, casi descalzo, seguía corriendo, y dejando en el suelo pedazos de sus zapatos rotos. Hasta que empezaron las espinas a herir los pies del fugitivo. El pobre diablo ya no sabía qué camino tomar. Constantemente se detenía para descansar un poco, pero haciendo un esfuerzo terrible, y acosado por los perseguidores, que prácticamente lo tenían sitiado, lograba reanudar la marcha. Al fin, el diablo perdió todas sus fuerzas, y cayó al suelo pesadamente, y con la cara llena de sudor y de lágrimas. Los habitantes de aquel país maravilloso encontraron al diablo casi muerto, y con los pies desnudos, pues definitivamente había perdido los zapatos. Pero nadie se atrevió a rematar al infeliz con pedradas y golpes de culata. Un viejo muy hermoso, que parecía ser el jefe de todos, dijo simplemente: "al diablo se lo llevó el diablo". Después, el mismo viejo, pidió a sus amigos que regresaran a las casas a hacer una vida pacífica y feliz.Y colorin colorado.....

domingo, 30 de agosto de 2009

Cuento Bacanería Costeña!!!

Documental sobre la bacanería.


sábado, 29 de agosto de 2009

Cuento Mágico!


El sobrero mágico. Escritora Argentina.

Esta es la historia de un sombrero mágico, o mejor debería decir, es la historia de un padre y un hijo.
Jaime había nacido en un hogar muy pobre. Sus padres eran campesinos y por más que trabajaban día y noche sin descanso, a veces no podían dar a sus hijos lo mínimo indispensable. Desde pequeño, Jaime quería ser músico y tocar el violín. Soñaba con tocar en grandes orquestas y ser famoso. Este sueño parecía imposible de alcanzar, pero Jaime no se daba por vencido. Todos los días caminaba dos horas hasta el pueblo para ver a Don Mario, un anciano coleccionista de antigüedades que le prestaba su viejo violín para que aprendiese a tocarlo. No había lluvia, frío o calor que detuviese al joven y sus ganas de practicar el violín. Todas las tardes –puntualmente- se presentaba en el negocio de Don Mario a recibir feliz las clases que éste le daba.

Fue así que aprendió a tocar muy bien el instrumento. Don Mario, quien se había encariñado mucho con el joven, un día le dijo: Este violín es más tuyo que mío ahora, ya no me pertenece. Sólo en tus manos cobra vida, te lo regalo. Era tanta la emoción que Jaime sentía. que el violín temblaba en sus manos y no pudo decir nada. El anciano continúo: – He visto tu esfuerzo desde pequeño y tu gran sacrificio por lograr tu sueño. Esta es mi humilde ayuda para que puedas lograrlo. Jaime agradeció a su amigo tan generoso regalo y corrió a su hogar a contarles a sus padres. Mientras corría pensó que, teniendo ya su propio violín, podía tocar en las calles del pueblo a cambio de algunas monedas. De esa forma podría ayudar a su familia. Sus padres se alegraron mucho cuando Jaime les mostró su violín, que si bien viejo, era nuevo en su hogar ahora. Les contó acerca de su idea.

– Hijo querido – dijo su padre un poco triste – ya quisiera yo que no tuvieras que hacer esto, pero es tanta la necesidad que hay en este hogar, que mucho agradezco tu ayuda. Te daré un sombrero mío, el único que he tenido en la vida, tal vez te traiga suerte y con él puedas juntar muchas monedas. Luego agrego: – Siempre te ayudaré hijo, de la manera que pueda, siempre estaré contigo, no lo olvides. Te amo con todo mi corazón y créeme, de un modo u otro, siempre estaré presente para ti.
El muchacho iba todos los días al pueblo con su violín y el sombrero de su padre. Era un sombrero viejo, gastado y que tenía una pluma de color blanco en el costado izquierdo. Curiosamente, la pluma siempre estaba limpia y el tiempo no la había deteriorado, lucía sedosa y llamaba la atención de la gente. No era demasiado el dinero que Jaime juntaba tocando el violín, pero por poco que fuese, era muy bienvenido en su humilde hogar.

Pasó el tiempo y su padre enfermó. Ya anciano, murió tomando las manos de su hijo y repitiendo las palabras que antes le dijera “de un modo u otro, siempre estaré contigo”. Siendo ahora el sostén del hogar, el muchacho redobló sus esfuerzos para mantener a su familia y decidió visitar pueblos vecinos y así juntar más dinero.

Un día de tormenta, el viejo sombrero voló de las manos de Jaime y desapareció. Desesperado, el joven buscó por todo el pueblo, pero su búsqueda fue inútil. Desconsolado, se sentó a llorar en el camino. Así pasó la tarde, abrazado a su violín, hasta que un caminante que por allí pasaba se detuvo frente a él. – Pareces realmente muy triste muchacho ¿qué te ha ocurrido? Jaime le contó acerca del sombrero que su padre con tanto amor le había regalado y que lo había perdido para siempre, también le contó acerca de la pobreza de su familia y de cómo se ganaba la vida para ayudar en su hogar. El caminante era una persona extraña, parecía no tener una edad definida, su voz daba la impresión de provenir de otro lugar. Era alto, delgado y llevaba puesto un sombrero muy distinto al que había perdido el muchacho. Parado frente a él y con una gran sonrisa, se sacó el sombrero y se lo dio al joven. – Toma, es tuyo, úsalo del mismo modo que usabas el que te regaló tu padre – dijo el forastero. El joven no sabía qué decir, seguía abrazado a su violín miró al hombre y le contestó: No puedo aceptarlo, Ud. no me conoce ¿por qué habría de ayudarme? Hay preguntas que no tienen respuesta, algún día lo entenderás – dijo el caminante y dejándole el sombrero en las manos se alejó. Jaime tomó el sombrero y supo que era hora de dejar de llorar y trabajar por su familia. Como todos los días fue a la plaza del pueblo elegido. Tocó como siempre y no fueron demasiadas las personas que dejaron sus monedas. Al final del día el joven tomó el sobrero para contar el dinero y, para su sorpresa, era tres veces más de lo que él había podido calcular. Desconcertado, creyó que se trataba de un error. Cada día ocurría lo mismo, la gente dejaba sus monedas y éstas dentro del sombrero triplicaban su valor. Ni Jaime, ni su familia podían dar una explicación a lo que ocurría, pero así era. El joven buscó al misterioso caminante para preguntarle acerca del sobrero, pero fue inútil. En un año, fue tal la cantidad de dinero que Jaime había ganado que pudo comprarle una casita a su madre y por primera vez en sus vidas, nadie pasaba hambre, ni penurias económicas. El muchacho estaba contento, hacía lo que más amaba en el mundo y habría logrado darle a su familia un bienestar que jamás habían soñado. A menudo pensaba en su amado padre y en lo feliz que estaría si pudiese ver cómo vivían ahora. Cierto era que no había logrado ser famoso, ni dar conciertos, pero la gratificación que sentía haciendo felices a los suyos, superaba cualquier cosa que hubiese podido desear. De todas maneras, no dejaba de pensar en lo extraño del sombrero y cómo podía ocurrir lo que ocurría con las monedas que allí caían. Una noche, regresando a su hogar, se desató una tormenta similar a la que le había hecho volar el sombrero de su padre. Para que no ocurriese lo mismo, el joven se guareció bajo el techo de una vivienda. Se sentó en el umbral a esperar que la tormenta pasara, esta vez abrazando el violín y a su nuevo sombrero. Mientras esperaba, pensaba en su padre una vez más. Al levantar la vista y como traído por la lluvia y el vendaval, encontró al caminante. Sonreía de la misma manera que lo había hecho ese primer día. Sin dejar que el muchacho articulara palabra alguna, el caminante extendió la mano y entregándole la pluma blanca del sombrero de su padre, le dijo: Esto también es tuyo, olvidé dártelo el día que nos conocimos. Como había llegado, se fue, sin dejar rastro alguno de su presencia, excepto la pluma blanca e intacta en las manos temblorosas del joven. Sentado bajo la lluvia, abrazado al sombrero y al violín y con la pluma aferrada en su mano, recordó las palabras de su padre y recién allí entendió todo: “Te amo con todo mi corazón y créeme, de un modo u otro, siempre estaré presente para ti”. Y colorin colorado...

jueves, 27 de agosto de 2009

Cuento Inter-planetario...


Un Planeta Maravilloso

Hace ya tres días que ha sucedido la catástrofe. El bueno y viejo planeta MATERNA ha explotado. Al sonar la alarma, todos los habitantes de MATERNA han ido, cada uno por su lado, a buscar otro planeta donde vivir. BOLO y RAMA han embarcado en su cohete, una pequeña nave espacial, cómoda y rápida, que los niños y niñas pueden conducir fácilmente. BOLO y RAMA quieren encontrar un planeta donde puedan vivir felizmente con muchas amigas y amigos. Pero. . . ¿con qué amigas vivirán? Ni ellos mismos lo saben, ya lo veremos. De repente, RAMA grita: - ¡Planeta, planeta a la derecha! BOLO pulsa los mandos y frena. Los motores se paran y el cohete aterriza en un pequeño y tranquilo campo. A lo lejos, algo se mueve, parece una enorme bola sobre dos patas. La bola se acerca: ¡Ah, pero si es un hombre muy gordo! Saluda a los dos cosmonautas: - ¡Hola, me llamo REBOLLO! ¡Bienvenidos al planeta GLOTÓN! Os invito a compartir mi desayuno. Muy contentos, BOLO y RAMA siguen a REBOLLO. REBOLLA, su mujer y REBOLLITA, su hija, están ya en la mesa. Han preparado un verdadero festín: Pollos asados, tortillas, pasteles . . . ¡Qué bueno está todo! Después de la comida, REBOLLITA lleva a los cosmonautas a pasear por la ciudad. Pero ¡qué extraño!, en la calle sólo encuentran gente rechoncha: niños gordos, hombres gordos, mujeres enormes. No cabe ni un alfiler. Estas personas tan gordas, hacen ir de aquí para allá a BOLO y RAMA, que sólo ven a su alrededor enormes barrigas. ¡Qué barbaridad! Deciden que ese planeta no está hecho para ellos, es necesario irse, pero REBOLLITA quiere ir con ellos y corre a abrazar a sus padres. Y EL COHETE DESPEGA CON TRES PASAJEROS. Y un poco más tarde: - ¡Oh, veo otro planeta! El cohete para con suavidad. Al pie de un árbol, un extraño niño mira cómo los tres cosmonautas descienden de su máquina y les dice: -Hola. Me llamo PLUMA, ¿y vosotras? PLUMA es delgado, muy delgado. ¡Parece que vaya a salir volando al primer soplo de aire! ¿En qué planeta estamos? PLUMA los invita a conocer el planeta FIDEO. Se encuentran primero con HILITO, un hombre muy delgado; después con FINITA, una niña rubia delgadísima; y DELGADILLO, un viejo con la barba blanca, muy flaco. Todos los habitantes de este planeta son delgados. Todo el día juegan y cantan, trabajan, discutan, pelean, hacen las paces, nadan, dibujan, leen, pasean. Hacen muchas cosas, y jamás piensan en comer. Al cabo de unas horas, los cosmonautas sienten como un gusanillo en la barriga. ¡Qué hambre! Ven claramente que este planeta no está hecho para ellos. Es necesario partir, pero PLUMA ya no quiere separarse de ellos. Y EL COHETE DESPEGA CON CUATRO PASAJEROS. El cohete cambia de galaxia, deteniéndose en un extraño planeta con forma de huevo. Al abrir la puerta de la nave, un ruido muy fuerte sorprende a los cosmonautas. Salen y van en busca de los habitantes. Ven a una chica que va en una bicicleta roja, que canta y canta sin parar. Mientras canta, les dice: -Me llamo MELODÍA y mi planeta TROMPETÓN. ¿Queréis conocerlo? Encuentran primero a MARTILLOTE, que golpea con fuerza un hierro, con un palo de madera; después a la señora COTORRA, que no para de hablar. En la ciudad hay un jaleo enorme: Los coches tocan la bocina, las motos circulan ruidosamente, las tiendas anuncian sus productos con altavoces, los perros ladran, las radios tienen el volumen al máximo . . . No se aburren nunca en el planeta TROMPETÓN. Aquí se puede hablar, chillar, reír, cantar, hacer ruido, sin ningún problema. Pero a nuestros cosmonautas, les duelen los oídos. ¡Qué lío! Hay que salir de aquí, este planeta tampoco es para ellos. MELODÍA pregunta: -¿Puedo ir con vosotras? Y se lleva su pequeña flauta. Y EL COHETE DESPEGA CON CINCO PASAJERAS.El planeta siguiente no queda lejos. Las cosmonautas desembarcan. Ni un solo ruido, todo está tranquilo ¡Uf! BOLO dice: -¡Estaremos bien aquí! -Chisst, chisst- le responde un hombre extraño al que no han oído llegar. -Me llamo SUSURRÍN. Estáis en el planeta CHITÓN. ¿Queréis visitarlo conmigo? Las cosmonautas siguen a SUSURRÍN, intentando hacer el menor ruido posible. Todos los habitantes de este planeta llevan zapatos de goma. No se ríen, sonríen. Llevan cascos para oír música. Se hablan con gestos o por escrito, sólo de vez en cuando cuchichean. Al principio, las cosmonautas se encontraban bien allí, porque sus oídos necesitaban descanso. Pero a MELODÍA le apetece cantar, PLUMA estornuda con gran estruendo, REBOLLITA deja caer su saco de canicas que ruedan por la acera y BOLO y RAMA estallan en carcajadas. La gente que va por la calle se para y los mira con los ojos horrorizados. ¡Qué escándalo! Este planeta no está hecho para ellos, es necesario partir. Y SUSURRÍN, que empezaba a divertirse, se va con ellas. Y EL COHETE DESPEGA CON SEIS PASAJERAS. En el quinto planeta, los cosmonautas se encuentran con un señor con gafas que lee el periódico. Levanta la cabeza y les dice: - Buenos días, me llamo SABIOTE. ¿Sabéis leer y escribir? Los cosmonautas descubren que están sobre el planeta EMPOLLÓN y que no se puede vivir allí sin saber leer ni escribir. SABIOTE los invita a su casa, donde están sus amigos: el profesor GARABATO, el periodista LAPIZÓN, el escritor BOLÍGRAFUS, el poeta PAPELOTE y sus sobrinos, LIBROTE y LIBRILLO, que no paran de leer y escribir. Sobre las camas hay libros, los cajones están repletos de lápices, los armarios llenos de libretas. Desgraciadamente, en el planeta EMPOLLÓN no hay nadie que arregle las casas ni los muebles: Las patas de las sillas están rotas, porque sostienen grandes montañas de libros. Nadie sabe enhebrar una aguja o encender un fuego. Comen jamón con ensalada en todas las comidas. ¡Qué tristeza! Los cosmonautas no se encuentran bien aquí y deciden irse. Se llevan a SABIOTE, que les quiere enseñar a leer y escribir. Y EL COHETE DESPEGA CON SIETE PASAJEROS. Los cosmonautas aterrizan sobre el sexto planeta. ¿Qué encontrarán ahora? Lo primero que ven es un joven muy fuertote que sostiene en una mano un martillo y en la otra unas tijeras. Lleva en el bolsillo unas tenazas y un bote de cola. Se presenta: -Yo soy MAÑOSÓN, habitante de PENCÓN. ¿Queréis que os construya un puente, una casa o una carretera? Las cosmonautas están encantadas con esta bienvenida. ¡Al fin un planeta donde van a poder instalarse! Siguen a su nuevo amigo para escoger un terreno donde construir su casa, pero el planeta PENCÓN está abarrotado. Los habitantes pasan el día trabajando: construyen, clavan, cortan, pegan pintan, esculpen, bordan, cosen, . . . trabajan sin para. Incluso cuando no necesitan nada, siguen trabajando. Las casas están llenas de muebles, de ropa y platos inútiles, que no saben dónde guardar. Cuando terminan un puente, lo derrumban por el placer de volver a construirlo. ¡Qué desorden, qué pérdida de tiempo! Las cosmonautas ven que este planeta no es el que buscan y se van. Se llevan a MAÑOSÓN con sus herramientas. Y EL COHETE DESPEGA CON OCHO PASAJERAS. Tres días más tarde, los cosmonautas llegan, por fin, a un planeta maravillosos ni muy grande ni muy pequeño, ni demasiado seco ni demasiado lluvioso, ni muy caliente ni muy frío. Parece que no hay nadie y los cosmonautas deciden instalarse. BOLO y RAMA, REBOLLITA y PLUMA, MELODÍA y SUSURRÍN, SABIOTE y MAÑOSÓN bajan de la nave con sus cosas. Quieren construir juntos un nuevo mundo, donde habrá de todo. Cada uno podrá vivir como es, con lo que tiene, con lo que sabe hacer. No habrá dos personas iguales, pero serán todos amigos e intentarán ayudarse. Y colorin colorado....

domingo, 23 de agosto de 2009

CUENTO ANGELICAL


ÉRASE UNA VEZ EN EL PAÍS DE LOS ÁNGELES. Cuento de HEBI OLOCCO Córdoba . Argentina.
Existe un lugar donde todo es luz, resplandor, brillo… donde hay mucha paz y se escuchan coros de voces angelicales por doquier. Este hermoso sitio es el país de los Ángeles, ahí donde la Tierra y el Cielo se confunden en un solo horizonte. Se une el mar con la montaña, el valle con las cascadas. En este país, Dios utilizó los mejores colores de su acuarela para pintar, las distintas tonalidades de verdes, azules, rosados, ocres, amarillos, dorados y plateados. Todos ellos contrastan con el blanco de los seres que allí habitan y están resaltados por el brillo que sus hermosas figuras dispersan por donde pasan. Existen flores silvestres de todas las variedades y colores que adornan y perfuman los prados; frondosos árboles se agrupan formando bosquecillos al pie de las montañas, ahí donde nacen los ríos de aguas cristalinas y pececitos multicolores. No existen los días nublados, el Sol siempre está presente y por las noches, las estrellas y la luna, que está siempre llena, brillan con tanta luz que casi no se nota la diferencia. El viento no es más que una suave brisa que ayuda en el andar a estos maravillosos seres de este país. No se ven rostros tristes. Es más, la tristeza, no existe. Acá todo es alegría, amor, bondad y sobre todo paz. Mucha paz. Las nubes, cuan grandes capullos de algodón, bajan por la ladera de las montañas y es ahí donde los habitantes de este mágico lugar se sientan a conversar y a cantar. Y cuando esto sucede, los pajaritos del lugar callan sus trinos para disfrutar de las más dulces melodías que pueden existir. Unas mariposas se posan tímidas y cautelosas sobre los rizos dorados de un ángel que, pacientemente, recorre el jardín tratando de recuperar a un rosal que estaba mustio y cabizbajo. Cuenta la leyenda que en el país de los ángeles, cada vez que en la Tierra hay mucha gente triste, se seca una de estas plantas. Son las flores más delicadas e imponentes del lugar. El ángel Eyael, es el encargado de tratar que no suceda, de que recupere los deseos de vivir. Es así que con mucho amor, paciencia y delicadeza comienza a acariciar la planta, sin cuidado alguno porque los rosales de este lugar no tienen espinas, no tienen de quién defenderse. De repente, siente a lo lejos ruidos entre los arbustos. Se da vuelta y ve a un pequeño ángel de cabellos lacios que posee la sonrisa más dulce que jamás había visto. - Oye niña qué hermosa eres - le dijo asombrado -Ven hacia aquí. Eres nueva por lo que veo. Ven, no temas. En este lugar no existe el miedo, porque no existe el mal. Acércate – y le extendió su mano. La temerosa niña, le dio la mano y Eyael, con mucha dulzura, la beso en la frente. Bienvenida al mundo de la paz hermosa niña – le dijo sonriendo. Mi nombre es Eyael y ¿el tuyo? El mío es Gianna - Gianna… ¿Sabés? - Le dijo Eyael - tu nombre significa llena eres de gracia. Por eso es que estás aquí. Dios Padre te ha elegido mi niña para que estés en este bello lugar, donde reina la paz, el amor, la armonía. ¡No temas! nada malo te sucederá de ahora en más. Acá tienes la libertad de andar y hacerte amiga de todos los seres que habitan este paradisíaco lugar. Tu alitas te permitirán desplazarte hacia los lugares que jamás imaginaste. Y pronto te será designado un ser de la Tierra, a quién deberás proteger de todo mal. La niña, sonriendo, le agradeció la bienvenida y juntos se pusieron a recomponer el rosal. Eyael le contó la historia de estas flores. - Últimamente se están marchitando bastante seguido; eso es seña que hay mucha gente triste en la Tierra. – comentó. Es increíble cómo las flores tomaron vida al contacto de las manos de la niña…¡Bien! - Exclamó Eyael - se nota lo especial que eres Gianna, jamás reaccionan tan rápido y mira qué bellas están desde que comenzaste a arreglarlas. ¡Qué hermoso es todo por acá! - dijo asombrada la niña - ¡Cuánta luz! ¡Cuánto brillo! ¿Siempre es así? Siempre mi niña… porque este es un lugar para elegidos, como tú, como yo…como ellos - Dijo señalando un grupo de ángeles que cantaban sobre una gran nube de color rosa. Acompáñame - le dijo Eyael, tendiéndole su mano - te llevaré a recorrer el lugar. Así dejaron el prado y volando cruzaron un cristalino río, llegaron a la montaña. La carita de Gianna mostraba su alegría inmensa de poder contemplar tanta belleza y paz juntas. De repente ante sus ojos se desplegó un inmenso arcoíris, muy similar al de la Tierra, pero mucho más brilloso, los colores eran bellísimos. Eyael se detuvo de improviso porque vio que al final del arco había alguien y lo que más lo sorprendió es que le parecía que estaba sollozando. ¿Me acompañas? – le dijo a Gianna - No sé quién es y por lo que presiento, está llorando. Sí, voy contigo – respondió la niña. Así, tomados de la mano, comenzaron a volar por las cascadas gigantes de colores que formaban aquel inmenso arco iris, hasta llegar al final… Ahí, sentada, en una nube con sus bracitos cruzados sobre las piernas, se encontraba una jovencita. ¡Hola! -le dijo Eyael - ya no llores. Aquí estamos para ayudarte y acompañarte. La niña levantó la mirada y un par de ojos azules impactaron a Eyael que no podía salir de su asombro. Sus cabellos eran oscuros y la tez muy blanca. ¡Qué hermosa es! , pensó el ángel. Al instante, Gianna corrió a su encuentro y ambas se fundieron en un abrazo interminable. ¿Se conocen? - preguntó Eyael sin entender nada de lo que estaba sucediendo. ¡Si! - exclamó Gianna - Ella es Noelia, mi amiga del alma. Ven, Noe, te presento a Eyael, él es el Ángel Guardián de este lugar. No tengas miedo amiga, acá todo es hermoso, ya verás. Así, Noelia tomó la mano de ambos y juntos recorrieron el arcoíris, hasta llegar al prado de los rosales. Noelia, si no me equivoco significa Natividad, nacimiento - dijo Eyael - Hoy ha renacido un ángel. Dios les hizo un regalo a los seres de la Tierra durante estos años dejándote allá. Pero tú, al igual que ella, pertenecen a este reino. Así que ¡Ha disfrutarlo pequeñas! La carita de Noelia manifestaba el asombro y la alegría de estar junto a su amiga en aquel lugar maravilloso. Gianna le contó sobre los rosales y juntas se pusieron a arreglarlos; un sin número de mariposas de los más variados y resplandecientes colores las rodeaban haciendo que su aura se tornara cada vez más resplandeciente. Eyael las observaba desde la rama de un manzano. Estaba feliz de tenerlas ahí. Se notaba a lo lejos que eran el complemento perfecto entre ellas. A Gianna se le veía el aura rosada y a Noelia, azul. Era un placer observarlas entre medio de los rosales acariciándolos, correteando entre ellos. Luego, ambas se dirigieron hasta uno de los arroyos que surcaban el prado. Se las veía conversar. Por momentos escuchaban atentas el coro angelical que sonaba desde lo alto de una nube. De repente, llegaron al lugar pequeños angelitos que corrían de un lugar hacia otro, tras las mariposas. Sus risas eran inigualables, inconfundibles. ¡Qué bellos eran! Su luz era diferente a la de los demás ángeles. Tenía tintes dorados. Era espectacular. Se acercaron a las niñas y uno de ellos les dijo: Hola. Soy Julián, ¿quieren jugar con nosotros? Vengan, les mostraremos nuestro lugar. Sin pensarlo un instante, Gianna y Noe, estaban tras los pequeños angelitos, siguiéndolos en su camino. Eyael los observaba desde el manzano en silencio. Sabía que nada les iba a suceder. En aquel sitio no existían los peligros, no había por qué preocuparse ni de qué defenderse. Así, llegaron a un lugar de ensueño. ¡Era el país de las maravillas! Había muchos angelitos pequeños corriendo por doquier. Los colores rosa y celeste los diferenciaban a niñas de niños. ¿Les gusta? – les preguntó Julián - Este es nuestro lugar. Aquí habitamos los más pequeños. Aunque a partir de hoy tenemos un nuevo amigo. Le dijimos que los más grandes están en el otro prado pero prefirió quedarse con nosotros. ¿Quieren conocerlo? ¡Por supuesto!!- contestaron las niñas al unísono. Lo encontramos durmiendo a la sombra de un nogal. Es el joven con los ojos más parecidos al cielo que hemos visto - les comentó el pequeño. Vamos entonces- dijeron las niñas. Y así, caminando tranquilos por aquel paraíso lleno de risas fueron en busca de este nuevo amigo. Lo encontraron de espaldas, sentado con la mirada perdida en la inmensidad del universo. Rodeado de blancas palomas que murmuraban vaya a saber qué cosas, algunas se posaban en su mano, otras en su hombro, y él las dejaba. Se llama Gonzalo- les dijo Julián. Ante ésta aclaración, las niñas manifestaron su asombro y mirándose una a la otra, juntas exclamaron: ¿Gonzalo? Al escucharlas, el joven se dio vuelta. Era él, su entrañable amigo de la Tierra… Ambas corrieron y los tres se unieron en un abrazo interminable. Era increíble el brillo que tenían juntos. En ese momento todo se enmudeció en aquel sitio. Hasta la brisa dejó de soplar para contemplar el encuentro de estos tres amigos. Los colores del arco iris se tornaron más resplandecientes que de costumbre. El Creador los observaba desde su lugar y se sentía feliz de ese reencuentro. Eyael, ajeno a lo sucedido hasta ese momento, bajó del árbol y fue a ver qué pasaba con sus nuevas amigas. Las encontró abrazadas y muy felices junto a este nuevo Ángel al que aún no conocía. Julián corrió a su encuentro junto a otros pequeños más, para contarle la buena nueva… Hola Eyael, mira, tenemos a un nuevo amigo, llegó hace poco, se llama Gonzalo. Cuando lo encontramos, le dijimos que lo llevaríamos junto a ti, pero prefirió quedarse con nosotros. Es muy alegre, le gusta jugar y corretear por todos lados. Por lo que veo se conocen - comentó Eyael al ver la escena entre los tres amigos. Sí. – respondió Julián - Por lo que escuchamos deben haber llegado juntos y están felices de haberse reencontrado. Eyael se tornó algo pensativo y se quedó en silencio por un instante. Los pequeñitos respetaron ese momento. Gonzalo es un nombre que significa que siempre está listo para luchar, que es complaciente y está dispuesto a ayudar a quienes lo necesitan. ¿Lo sabían? No, Eyael. –respondieron los angelitos. Ellos están aquí porque nos hacen mucha falta para ayudar a los que quedan en la Tierra, son tres seres especiales que indudablemente no pertenecen a aquel lugar. Desde el día en que nacieron, Nuestro Señor les ha encomendado una misión y están acá para cumplirla. Gianna, Noelia y Gonzalo. Desde hoy tres nuevos habitantes de este, nuestro lugar. Tres ángeles guardianes con la sonrisa y la mirada más dulce que he visto. – comentó Eyael, a los angelitos que casi sin pestañar lo escuchaban atentos. ¿Vamos a su encuentro? – les dijo el Ángel. Y se dirigieron hacia donde estaban los tres… Mira Eyael - le dijo Gianna - éste es nuestro amigo Gonzalo, acabamos de encontrarlo. Hola Gonzi, bienvenido a casa - le dijo el Ángel abriendo sus brazos para darle un abrazo. El jovencito, sin dudarlo, fue hacia él y ambos se abrazaron. ¡Por Dios! ¡Cuánta belleza había en su carita! Sus ojos eran profundos y celestes como el cielo. Y las pecas que adornaban sus pómulos lo hacían más alegre. Este es tu nuevo hogar jovencito. Desde hoy serás habitante de este lugar donde todo es paz, alegría, donde no existe el mal, el rencor, la injusticia… Quiero que sepas que sos un elegido, como tus amigas, como yo y como cada uno de los seres que viven aquí. Juntos te llevaremos a recorrer cada rincón de este paraíso y verás que todo es bueno. Gracias Eyael –dijo Gonzalo - me siento muy bien de estar aquí y más ahora que encontré a mis amigas. Jamás imaginé que pudiera existir un lugar así. Ahora tienes el privilegio de ser un ser superior. Ya no volverás a sufrir jamás. Éste es tu lugar, y todo lo demás debe quedar en el olvido. Ahora ven con nosotros así juntos te mostramos nuestro lugar. – le dijo Eyael. Era maravilloso verlos desplazarse por aquellos prados. Los tres caminaban abrazados y Eyael los seguía desde atrás, feliz de contemplar tan tierna y emotiva escena. Pronto tendría que presentarlos ante los demás ángeles. - Tendrán que integrarse y hacer nuevos amigos - Pensó. Esperaría un día más para que terminen de conocer el lugar. Eyael era un ángel integrador que se dedicaba a cuidar la naturaleza y a mostrar los poderes de Dios sobre ella. En su país era el encargado de la organización del lugar. Había varias categorías de ángeles y él sin ser el líder trataba de que todo marchara muy bien. Esa tarde, Gianna, Gonzalo y Noelia, caminaron tratando de descubrir cada rinconcito del territorio. Después se sentaron a conversar a la orilla de uno de los tantos arroyos que surcaban los prados. Eyael respetó cada momento pero sin dejar de observarlos. Desde lo lejos, miraba cautelosamente qué es lo que hacían. En un momento, los vio cabizbajos y no dudó un instante en ir hacia ellos. ¿Qué les pasa a mis tres nuevos angelitos? ¿Qué es lo que los pone tristes? Creo haberles dicho cuando llegaron que acá la tristeza no existe. ¿Por qué no me cuentan? Sin titubear, Gianna, le respondió: Lo que pasa es que estamos tristes porque desde aquí presentimos que nuestros seres queridos, allá en la Tierra, nos extrañan mucho y no se resignan a que ya no estemos a su lado. No queremos que estén así. Deseamos que estén en paz como nosotros aquí. Pero cómo hacer para llegar hasta ellos y lograr que eso suceda. Ya no se preocupen - respondió Eyael - Eso va a pasar por naturaleza divina y el tiempo será el responsable más directo para que se dé. Es normal que los extrañen. Pero lo que pasa es que aún no sienten que ustedes siguen estando ahí, junto a ellos. Sólo deben encontrar en sí mismos la paz sublime y comenzarán a sentir su presencia. Y prosiguió: Especialmente en la fuerza para seguir viviendo día a día sin la presencia física de ustedes porque en el momento en que comiencen a sentirlos juntos a ellos, recuperarán la sonrisa y sentirán mucha paz como ustedes pueden sentirla hoy. Son los encargados de transmitírselas, al igual que a la alegría. Los tres jovencitos parecían sentirse mejor después de las palabras del Ángel Eyael. Él siempre lograba calmar sus ansiedades y sobre todo transmitirles la paz que necesitaban para poder ser verdaderos ángeles y cumplir su misión.
En este país, los días y las noches se suceden casi sin notarlo. Los tres nuevos ángeles se deleitaban contemplando los amaneceres y los atardeceres. Les gustaba correr entre las nubes, deslizarse en el arcoíris…
A Gianna no se le olvidó lo que Eyael le contó sobre los rosales. Así, junto a Noelia, pasaban horas cuidándolos. ¿Por qué habrá tanta gente triste en la Tierra? – se preguntó Gianna – ¡Si supieran lo que les espera! Si pudieran valorar las cosas que realmente valen la pena. Si pudieran disfrutar de los pequeños momentos y tratar de ser cada día mejores personas, todo sería diferente. ¿No lo crees así Noe? Sí amiga. Estoy de acuerdo con lo que dices pero nosotras nos damos cuenta ahora que estamos acá. Piensa que muchas veces reaccionamos como lo hacen ellos. Tienes razón - comentó Gonzalo – La mayoría de las veces nos preocupamos por cosas que no tienen un verdadero valor y por eso, no disfrutamos de lo que vale la pena. Tenemos que ser fuertes y poner mucha voluntad para ayudar a nuestra gente. En ese momento Eyael los convocó a un lugar aún desconocido para ellos. Vengan conmigo – les dijo. ¿Adónde vamos? – preguntó Noelia. Quiero presentarles a sus amigos. Sólo han conocido a los más pequeños. Síganme. Luego de caminar un largo rato, llegaron a un bosquecito de árboles floridos y sentados alrededor de una laguna central, se encontraban millones de ángeles. Era impresionante ver el brillo que de ellos surgía. Nunca habían contemplado tanta belleza junta. Eyael les contó que entre ellos estaban todas las clases de ángeles que existían. Estaban los Serafines, los Querubines, los Principados, los Arcángeles, y los Ángeles guardianes o acompañantes. Cada uno de ellos tiene su misión y su poder. También los presentó a los tres y todos los ángeles elevaron una melodía de bienvenida que era lo más dulce que hasta hoy había sonado a sus oídos. - Este es el lugar donde nos reunimos cuando necesitamos unir nuestras fuerzas – les dijo Eyael - ante una misión muy importante o como hoy, para darles la bienvenida a los nuevos habitantes del lugar. Y agregó: Ustedes, mis jovencitos, desde hoy serán Ángeles acompañantes o guardianes. Deberán ser guías y acompañantes de quienes los convoquen. Porque les cuento que la única manera de estar junto a ellos es a través de sus oraciones y su llamado. Sólo podrán estar ahí, antes sus pedidos. Una sonrisa reluciente se dibujó en la carita de cada uno de ellos. Eran felices, muy felices. Los tres sabían que muchos de sus seres queridos los convocarían y que podrían estar junto a ellos acompañándolos, guiándolos, protegiéndolos de los males terrestres. Sólo tienen que aprender a encontrarlos, a sentirlos. En el brillo de las estrellas, en la magia cautivante de la luna, en la brisa que corre silenciosa, en el vuelo de una mariposa, en un suspiro que no comprendemos de dónde salió. En un escalofrío que de repente surcó nuestro cuerpo y no le encontramos la causa. Ellos están y siempre estarán junto a nosotros. Sólo tenemos que invocarlos y tener presente que están donde tienen que estar porque son nuestros elegidos, porque son superiores, porque nos aman y dieron su vida por nosotros para que cada día que amanece, junto a ese sol que nace cada mañana, renazca la esperanza de un mundo mejor, con mucho brillo, con mucha paz y con mucho amor. Y colorin colorado....

viernes, 21 de agosto de 2009

Cuento escondido....


LA ISLA
Érase una vez ... en una preciosa y hermosa isla habitaban todos los sentimientos y emociones humanas que se pueden sentir. Convivian el Temor, la Sabiduría, el Amor, la Angustia, la Alegría, la Tristeza y muchos mas. Todos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila incluso hasta previsible. A veces, La Rutina, hacía que El Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo, pero muchas veces, La Constancia y la Convivencia lograban aquietar a el Descontento. Un día inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando la Distracción se dió por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes.El Conocimiento Dijo: - Tengo una mala noticia para darles: la Isla se hunde Todas las emociones que vivían en la isla dijeron: - ¡No como puede ser!. ¡Si nosotros vivimos aqui desde siempre! El conocimiento repitió: - La Isla se hunde - ¡Pero no puede ser!. Quizás estás equivocado! - El Conocimiento casi nunca se equivoca - dijo la Conciencia, dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser por que se hunde. - Pero, ¿qué vamos a hacer ahora? -preguntaron los demás. Entonces el Conocimiento contestó: - Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de abandonar la isla.... Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, por que el que permanezca en la isla, desaparecerá con ella. - No podrías ayudarnos? - preguntaron todos, por que confiaban en su capacidad. - No!- dijo el Conocimiento-, La Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto, volaremos hacia la isla más cercana. Las emociones dijeron: - ¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros? Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia y, llevando de polizón al Miedo, que no es tonto ya se había escondido en el motor, dejaron la isla. Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero...Todas... salvo el Amor. Por que el amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo: - Dejar esta isla... después de todo lo que viví aquí... ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ahhh.... Compartimos tantas cosas... Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio de irse, el Amor se subía a cada árbol, olió cada rosa, se fué hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacer en otros tiempos. Tocó cada piedra...y acarició cada rama... Al llegar a la playa, exactamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor: -"Quizás la isla se hunda por un ratito... y después resurja.... por que no?" Y se quedó durante días y días midiendo la altura de la marea para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible... La isla se hundía cada vez más... Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que solo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería. Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande, y que aun cuando se hundiera un poco siempre podría refugiarse en la zona más alta.... Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él... Así que una vez mas, tocó las piedritas de la orilla ... y se arrastró por la arena... y otra vez se mojó los pies en la pequeña playa... que en otros momentos fuera enorme... Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada... Y la isla se hundía cada día un poco más.... Y el Amor se refugiaba cada día en un espacio más pequeño... - Después de tantas cosas que pasamos juntos- le reprochó a la isla. Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua. Justo en ese momento, el amor se dió cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra... Caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el amor se dirigió a la bahía. Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos. Desde allí podría ver pasar a sus compañeros en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguno de sus compañeros lo comprendiera y le llevara. Observando el mar, vió venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. La Riqueza se acercó un poquito a la bahía. - Riqueza, tú que tienes un barco tan grande, ¿ me llevarías hasta la isla vecina?. Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de fabricarme un bote. La Riqueza le contesto: - Estoy tan cargada de dinero, de joyas y de piedras preciosas, que no tengo lugar para ti, lo siento... -y siguió su camino sin mirar atrás. El Amor siguió observando, y vio venir a la Vanidad en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores. Llamaba muchisimo la atención. El Amor se estiró un poco y gritó: - ¡Vanidad... Vanidad... llévame contigo! La Vanidad miro al Amor y le dijo: - Me encantaría llevarte, pero... ¡tienes un aspecto¡... ¡Estás tan desagradable... tan sucio, y tan desaliñado!... Perdón pero afearías mi barco- y se fué. Y así, el amor pidió ayuda a cada una de las emociones. A la Constancia, a la Sensualidad, a los Celos, a la Indignación y hasta el Odio. Y cuando pensó que ya nadie pasaría, vio acercarse un barco muy pequeño, el último, el de la Tristeza. - Tristeza, hermana -le dijo-, tu que me conoces tanto, tú no me abandonarás aquí, eres tan sensible como yo... ¿Me llevarás contigo? La Tristeza le contestó: - Yo te llevaría, te lo aseguro, pero estoy taaaan triste... que prefiero estar sola -y sin decir nada más, se alejó. Y el Amor, pobrecito, se dio cuenta que por haberse quedado ligado a esas cosas que tanto amaba, él y la isla iban a hundirse en el mar hasta desaparecer. Entonces se sentó en él ultimo pedacito de su isla que quedaba a esperar el final... De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba: - Chst- Chst- Chst... Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos. El Amor se sorprendió: - ¿A mi?- preguntó, llevándose una mano al pecho. - Sí, sí- dijo el viejito-, a tí. Ven conmigo, súbete a mi bote y rema conmigo, yo te salvo. El Amor lo miró y le quiso darle explicaciones: - Lo que pasó, es que yo me quedé... - Entiendo -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase-, sube El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver como el último centímetro de la isla que quedaba a flote terminó de hundirse y la isla desaparecía para siempre. - Nunca volverá a existir una isla como esta - murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza. - No -dijo el viejo- como ésta, nunca. Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor comprendió que seguía vivo. Se dio cuenta que iba a seguir existiendo. Giró sobre sus pies para agradecerle al viejito, pero éste, sin decir una palabra, se había marchado tan misteriosamente como había aparecido. Entonces, el Amor, muy intrigado, fué en busca de la Sabiduría para preguntarle: - ¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó... Nadie comprendía que me hubiera quedado sin embarcación, pero él me ayudó, él me salvó y yo ni siquiera sé quién es... Entonces la Sabiduría lo miró a los ojos un buen rato y dijo: - Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir adelante. El único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es el Tiempo... Y colorin colorado...

lunes, 17 de agosto de 2009

Cuento para Astutos (audio cuento)


El Elefante Vs El Erizo
Si no puedes ver el reproductor de audio baja el archivo haciendo click aquí.

Cuento Militar!!!


EL SOLDADITO DE PLOMO

Había una vez un juguetero que fabricó un ejército de soldaditos de plomo, muy derechos y elegantes. Cada uno llevaba un fusil al hombro, una chaqueta roja, pantalones azules y un sombrero negro alto con una insignia dorada al frente. Al juguetero no le alcanzó el plomo para el último soldadito y lo tuvo que dejar sin una pierna. Pronto, los soldaditos se encontraban en la vitrina de una tienda de juguetes. Un señor los compró para regalárselos a su hijo de cumpleaños. Cuando el niño abrió la caja, en presencia de sus hermanos, el soldadito sin pierna le llamó mucho la atención. El soldadito se encontró de pronto frente a un castillo de cartón con cisnes flotando a su alrededor en un lago de espejos.

Frente a la entrada había una preciosa bailarina de papel. Llevaba una falda rosada de tul y una banda azul sobre la que brillaba una lentejuela. La bailarina tenía los brazos alzados y una pierna levantada hacia atrás, de tal manera que no se le alcanzaba a ver. ¡Era muy hermosa! "Es la chica para mí", pensó el soldadito de plomo, convencido de que a la bailarina le faltaba una pierna como a él. Esa noche, cuando ya todos en la casa se habían ido a dormir, los juguetes comenzaron a divertirse. El cascanueces hacía piruetas mientras que los demás juguetes bailaban y corrían por todas partes. Los únicos juguetes que no se movían eran el soldadito de plomo y la hermosa bailarina de papel. Inmóviles, se miraban el uno al otro. De repente, dieron las doce de la noche. La tapa de la caja de sorpresas se abrió y de ella saltó un duende con expresión malvada. -¿Tú qué miras, soldado? -gritó. El soldadito siguió con la mirada fija al frente. -Está bien. Ya verás lo que te pasará mañana -anunció el duende. A la mañana siguiente, el niño jugó un rato con su soldadito de plomo y luego lo puso en el borde de la ventana, que estaba abierta. A lo mejor fue el viento, o quizás fue el duende malo, lo cierto es que el soldadito de plomo se cayó a la calle. El niño corrió hacia la ventana, pero desde el tercer piso no se alcanzaba a ver nada. -¿Puedo bajar a buscar a mi soldadito? -preguntó el niño a la criada. Pero ella se negó, pues estaba lloviendo muy fuerte para que el niño saliera. La criada cerró la ventana y el niño tuvo que resignarse a perder su juguete. Afuera, unos niños de la calle jugaban bajo la lluvia. Fueron ellos quienes encontraron al soldadito de plomo cabeza abajo, con el fusil clavado entre dos adoquines. -¡Hagámosle un barco de papel! -gritó uno de los chicos. Llovía tan fuerte que se había formado un pequeño río por los bordes de las calles. Los chicos hicieron un barco con un viejo periódico, metieron al soldadito allí y lo pusieron a navegar. El sodadito permanecía erguido mientras el barquito de papel se dejaba llevar por la corriente. Pronto se metió en una alcantarilla y por allí siguió navegando. "¿A dónde iré a parar?" pensó el soldadito. "El culpable de esto es el duende malo. Claro que no me importaría si estuviera conmigo la hermosa bailarina." En ese momento, apareció una rata enorme. -¡Alto ahí! -gritó con voz chillona-. Págame el peaje. Pero el soldadito de plomo no podía hacer nada para detenerse. El barco de papel siguió navegando por la alcantarilla hasta que llegó al canal. Pero, ya estaba tan mojado que no pudo seguir a flote y empezó a naufragar. Por fin, el papel se deshizo completamente y el erguido soldadito de plomo se hundió en el agua. Justo antes de llegar al fondo, un pez gordo se lo tragó. -¡Qué oscuro está aquí dentro! -dijo el soldadito de plomo-. ¡Mucho más oscuro que en la caja de juguetes! El pez, con el soldadito en el estómago, nadó por todo el canal hasta llegar al mar. El soldadito de plomo extrañaba la habitación de los niños, los juguetes, el castillo de cartón y extrañaba sobre todo a la hermosa bailarina. "Creo que no los volveré a ver nunca más", suspiró con tristeza. El soldadito de plomo no tenía la menor idea de dónde se hallaba. Sin embargo, la suerte quiso que unos pescadores pasaran por allí y atraparan al pez con su red. El barco de pesca regresó a la ciudad con su cargamento. Al poco tiempo, el pescado fresco ya estaba en el mercado; justo donde hacía las compras la criada de la casa del niño. Después de mirar la selección de pescados, se decidió por el más grande: el que tenía al soldadito de plomo adentro. La criada regresó a la casa y le entregó el pescado a la cocinera. -¡Qué buen pescado! -exclamó la cocinera. Enseguida, tomó un cuchillo y se dispuso a preparar el pescado para meterlo al horno. -Aquí hay algo duro -murmuró. Luego, llena de sorpresa, sacó al soldadito de plomo. La criada lo reconoció de inmediato. -¡Es el soldadito que se le cayó al niño por la ventana! -exclamó. El niño se puso muy feliz cuando supo que su soldadito de plomo había aparecido. El soldadito, por su parte, estaba un poco aturdido. Había pasado tanto tiempo en la oscuridad. Finalmente, se dio cuenta de que estaba de nuevo en casa. En la mesa vio los mismos juguetes de siempre, y también el castillo con el lago de espejos. Al frente estaba la bailarina, apoyada en una pierna. Habría llorado de la emoción si hubiera tenido lágrimas, pero se limitó a mirarla. Ella lo miraba también. De repente, el hermano del niño agarró al soldadito de plomo diciendo: -Este soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna. Además, apesta a pescado. Todos vieron aterrados cómo el muchacho arrojaba al soldadito de plomo al fuego de la chimenea. El soldadito cayó de pie en medio de las llamas. Los colores de su uniforme desvanecían a medida que se derretía. De pronto, una ráfaga de viento arrancó a la bailarina de la entrada del castillo y la llevó como a un ave de papel hasta el fuego, junto al soldadito de plomo. Una llamarada la consumió en un segundo. A la mañana siguiente, la criada fue a limpiar la chimenea. En medio de las cenizas encontró un pedazo de plomo en forma de corazón. Al lado, negra como el carbón, estaba la lentejuela de la bailarina. Y colorin colorado....

sábado, 15 de agosto de 2009

Cuento para matemáticos



LOS TRES CERITOS.

David Gitierrez Rubio

Eranse una vez tres ceritos que vivían en un cuerpo K. Uno era muy listo, otro muy vago, y otro muy confiado. Un buen día llegó a visitarles su amigo el uno. En muchos cuerpos como éste, era costumbre que el uno hiciera estas visitas cada cierto tiempo característico (la característica de un cuerpo es el menor entero n tal que 1+...+1(n veces)=0), que dependía del cuerpo donde vivían. Sin embargo, ese día, su amigo les trajo malas noticias.

-"Lo siento amigos míos, pero tendréis que marcharos. El congreso acaba de aprobar una ley conocida como `Teorema de unicidad de elementos neutros para la suma.' que prohibe la estancia en el cuerpo de más de un cero."-"¡Oh, vaya!, dos de nosotros tendrán que irse.", dijo uno de los ceritos.

-"Lo siento, pero el puesto ya está cogido por un cero con enchufe. Dicen que es primo del famoso Cero de Hilbert. Temo que tendréis que iros los tres."

Apenados, los ceritos cogieron sus pertenencias, y se fueron mucho más allá de las extensiones finitas, a un espacio normado propiedad de un multimillonario llamado Hausdorff, amigo de los ceritos, el cual les dejó vivir allí.

Como había mucho terreno libre por habitante, debido a que la topología empleada en la construcción del espacio era muy fina, decidieron construirse una casita para cada uno.

-"Yo me haré una casita con hiperplanos." dijo el cerito más confiado. Dicen que este cerito era tan confiado, que cuando iba al médico a hacerse un análisis matemático, siempre se los hacía sin ningun tipo de rigor.-"Yo me construiré una casa con matrices." dijo el cerito más vago. Malas lenguas contaban que era tan vago, que en la fábrica de ecuaciones donde trabajaba, sólo producía ecuaciones con solución trivial.

-"Pero deberíais haceros casas más fuertes, pues sé que por aquí ronda una esfera descentrada muy feroz, que os comerá cuando tenga la oportunidad.", dijo el cerito sabio. Cuentan que este cerito era tan sabio que incluso ¡aprendió a dividir números! (segun la definición de divisibilidad, el cero no puede dividir a ningun número).-"¡Bah, no tenemos miedo de esa esfera, nuestras casitas nos protegerán!." -"Haced lo que queráis, pero yo me haré una casa fuerte, compacta, y por lo tanto cerrada y acotada.", y dicho esto, se marchó.

Al cabo de un tiempo, cada cerito había terminado su casita. El cerito confiado tenía su casita hecha de hiperplanos y el cerito vago su casita compuesta enteramente de matrices.

Al cerito sabio le costó mucho trabajo hacer su casa, pues primero tuvo que comprar un 3-cubo compacto y empezar a parametrizar la casa. Cuando acabó, se dió cuenta de que el tejado tenía algunas discontinuidades evitables que producirían goteras cuando lloviera, así que tuvo que comprar unos cuantos abiertos para recubrir los agujeros por continuidad.Una vez terminada la casa, comenzó a construirle una cota alrededor (como su casa era compacta, sabía que podría construir una), pero como había tenido la precaución de hacer su casa diferenciable pudo localizar fácilmente los puntos más alejados y a partir de ahí construir la cota.

Como véis al cerito sabio le fueron muy útiles sus conocimientos sobre derivadas, que aprendió de sus múltiples peregrinaciones por la Ruta Jacobiana. Pasó el tiempo, y la esfera se percató de ellos.-"Parece que tenemos aquí comida deliciosa. Me alegro, empezaba a estar harto de alimentarme de restos de divisiones euclídeas."Y dicho esto, la malvada esfera fue directa a casa del cerito confiado (como estaba descentrada, la malvada esfera podía moverse por donde quisiera). (Dado que todos los puntos deben distar siempre lo mismo del centro).

No tardó mucho en encontrar al cerito confiado, pues mirara por donde mirara, siempre veía parte de su casa, (una recta y un hiperplano proyectivos siempre se cortan, en este caso, la recta es la mirada de la esfera y el hiperplano el material de que está hecha la casa del cerito confiado) así que fue hacia allí.-"¡Cerito, si no abres la puerta soplaré, soplaré y la casa proyectaré!.", amenazó la esfera. -"No te tengo miedo, esfera cruel, mi casa es toda de hiperplanos dobles y aguantará.", respondió el cerito. Pero lo que no sabía el cerito era que la esfera había perdido un punto en un accidente con un equipo estereográfico (la proyección estereográfica parametriza toda la esfera menos un punto). Se hinchó por el punto que le faltaba, y sopló tan fuerte, que dualizó la casa del cerito convirtiendo los hiperplanos de ésta en un montoncito de puntos insignificantes. El cerito, asustado, salió corriendo por una sucesión que convergía directamente a casa del cerito vago. La malvada esfera salió corriendo detras del cerito, pero nuestro amigo atajó por una subsucesión que le llevó a su destino más rápidamente. Por suerte, la esfera prefirió no adentrarse en la subsucesión por miedo a perderse (aquí se hace patente la ignorancia de la esfera de no conocer el Teorema Fundamental del Límite: En una sucesión que converge, cualquier subsucesión converge al mismo sitio), con lo que el cerito llegó con tiempo de avisar al cerito vago y de resguardarse en la casita hecha de matrices.

Al cabo de un rato llegó la esfera. Gritó: -"¡Jo, jo, da igual dos ceros que n ceros o uno solo, no podeis nada contra mí, salid inmediatamente o soplaré, soplaré y la casa reduciré!." -"No quiero salir, esfera, mi casa es totalmente hermítica y aguantará!.", respondió el cerito. Entonces la esfera sopló y sopló tan fuerte que redujo todas las matrices de la casa por columnas (si la esfera hubiera soplado hacia arriba o abajo, hubiera reducido las matrices por filas), convirtiendo la casa en un esqueleto compuesto de incógnitas (el cerito vago había usado matrices de ecuaciones sin molestarse siquiera en resolverlas). Por si fuera poco los dos ceritos hubieran salido volando de no ser porque se agarraron a un pivote de una matriz que todavía quedaba en pie.

Pero ¿por qué era tan mala la esfera?. Según se cuenta, la esfera estuvo trabajando en una banda criminal llamada La Banda de Moebius, de ahí su carácter retorcido. Pero volvamos a nuestro cuento. Despavoridos, los ceritos salieron corriendo a casa del cerito sabio. Lo encontraron montado en una tractriz, plantando grafos en su huerto. Corrían tanto que saltaron la cota de la casa de un salto. -"¡Socorro, socorro, ayúdanos cerito sabio, la esfera quiere devorarnos!." -"No os preocupéis, entrad en mi casa, veréis cómo la esfera no puede hacernos daño.", dijo el cerito sabio. Y dicho esto, se metieron en la casa.

Al cabo de un rato llegó la esfera malvada. No le costó trabajo encontrar el camino porque uno de los ceritos pisó un punto de tinta de modo que sólo tuvo que seguir la cicloide (si una circunferencia rueda sobre una recta, la curva que describe cualquiera de sus puntos se llama cicloide; no olvidemos que los ceritos son redondos.) que iban dejando tras ellos. Una vez que llegó, gritó con todas sus fuerzas: -"¡Por fin os tengo a los tres juntos, salid o soplaré, soplaré y la casa despejaré!.". -"Nunca", dijo el cerito sabio, "mi casa es fuerte y aguantará".

Entonces la malvada esfera sopló y sopló, pero como la casa era compacta, sólo llegaron a ella un número finito de soplidos, lo cual no llegó a afectarle mucho. La esfera, obstinada, sopló y sopló con todas sus fuerzas, pero el cerito sabio había tenido la precaución de hacerse una casa con superficie Gaussiana, con lo cual todos los soplidos de la esfera se repelieron mutuamente. La esfera quedó exhausta, y el cerito sabio aprovechó ese momento para dejar caer sobre ella un pesado atlas de 6 tomos que recubrieron totalmente a la esfera dejando a ésta aprisionada. Entonces los ceritos agarraron a la esfera por una de sus geodésicas y tirando, tirando, consiguieron deshilacharla y convertirla en una curva, y hecho esto la llevaron a R^2 donde ahora podría llevar una vida con parámetro natural.

Hecho esto, los ceritos agradecieron al cerito sabio su ayuda y prometieron ser más trabajadores y menos confiados.Y colorin colorado...