sábado, 31 de octubre de 2009

Cuentos narrados por Tita


La aventura de oír Cuentos Empitucados
Oír cuentos es fundamenteal para la divulgación y transmisión de la tradición oral. Motiva la memoria oral y escritura, tradición y recreación, vivencias con contadores de cuentos, propuestas para la expresión oral del niño. A continuación 2 cuentos cortos con mucha moraleja.

Deliciosa "escucha" que nos introduce en el mundo de los cuentacuentos, las canciones y los juegos, nos enseña la importancia de lo oral en la formación del niño lector, y en definitiva, nos enseña a descubrir ese saber aprendido en la infancia y adormecido en la memoria del adulto, que nos pone en contacto con un patrimonio cultural cuya importancia no siempre es reconocida.

Inspiración:



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Buen Humor:



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jueves, 29 de octubre de 2009

Cuento Presumido

LA RATITA PRESUMIDA

Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. “Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito.”

La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita.

Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: “Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le respondió: “No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?”

Y el gallo le dice: “quiquiriquí”. “Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el ruido que haces”.

Se fue el gallo y apareció un perro. “Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?”. “Guau, guau”. “Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asusta”.

Se fue el perro y apareció un cerdo. “Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces?”. “Oink, oink”. “Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario”.

El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: “Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?”. Y el gatito con voz suave y dulce le dice: “Miau, miau”. “Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy dulce.”

Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron perdices. Y colorín colorado

"Ser policía"... "ser profesora"... "ser arquitecto"... "tener un equipo de fútbol"... Esos sueños que los niños de cuarto hicieron públicos

Cuento para la Felicidad


EL AGUA DE VIDA. Los hermanos Grimm

Hubo una vez un rey que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor. Después de mucho deliberar, los sabios decidieron que sólo podría curarle el agua de la vida, tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina. - Sin duda, si logro que mejore, mi padre me premiará generosamente. - Pensaba, pues le importaba más el oro que la salud de su padre.

En su camino encontró a un pequeño hombrecillo que le preguntó su destino. - ¿Qué ha de importarte eso a ti?, ¡Enano! Déjame seguir mi camino. El duende, ofendido por el maleducado príncipe, utilizó sus poderes para desviarle hacia una garganta en las montañas que cada vez se estrechaba más, hasta que ni el caballo pudo dar la vuelta, y allí quedó atrapado. Viendo que su hermano no volvía, el mediano decidió ir en busca de la medicina para su padre: “Toda la recompensa será para mí”.- pensaba ambiciosamente.

No llevaba mucho recorrido, cuando el duende se le apareció preguntando a dónde iba: - ¡Qué te importará a ti! Aparta de mi camino, ¡Enano! El duende se hizo a un lado, no sin antes maldecirle para que acabara en la misma trampa que el mayor, atrapado en un paso de las montañas que cada vez se hizo más estrecho, hasta que caballo y jinete quedaron inmovilizados. Al pasar los días y no tener noticias, el menor de los hijos del rey decidió ir en busca de sus hermanos y el agua milagrosa para sanar a su padre.

Cabalgando, encontró al hombrecillo que también a él le preguntó su destino: - Mi padre está muy enfermo, busco el agua de la vida, que es la única cura para él. - ¿Sabes ya a dónde debes dirigirte para encontrarla? – Volvió a preguntar el enano. - Aún no, ¿me podrías ayudar, duendecillo? - Has resultado ser amable y humilde, y mereces mi favor. Toma esta varilla y estos dos panes y dirígete hacia el castillo encantado. Toca la cancela tres veces con la vara, y arroja un pan a cada una de las dos bestias que intentarán comerte.

- Busca entonces la fuente del agua de la vida tan rápido como puedas, pues si dan las doce, y sigues en el interior del castillo, ya nunca más podrás salir. – Añadió el enanito. A lomos de su caballo, pasados varios días, llegó el príncipe al castillo encantado. Tocó tres veces la cancela con la vara mágica, amansó a las bestias con los panes y llegó a una estancia donde había una preciosa muchacha: - ¡Por fin se ha roto el hechizo! En agradecimiento, me casaré contigo si vuelves dentro de un año.

Contento por el ofrecimiento, el muchacho buscó rápidamente la fuente de la que manaba el agua de la vida. Llenó un frasco con ella y salió del castillo antes de las doce. De vuelta a palacio, se encontró de nuevo con el duende, a quien relató su experiencia y pidió: - Mis hermanos partieron hace tiempo, y no les he vuelto a ver. ¿No sabrías dónde puedo encontrarles? - Están atrapados por la avaricia y el egoísmo, pero tu bondad les hará libres. Vuelve a casa y por el camino los encontrarás. Pero ¡cuídate de ellos!

Tal como había anunciado el duende, el menor encontró a sus dos hermanos antes de llegar al castillo del rey. Los tres fueron a ver a su padre, quien después de tomar el agua de la vida se recuperó por completo. Incluso pareció rejuvenecer. El menor de los hermanos le relató entonces su compromiso con la princesa, y su padre, orgulloso, le dio su más sincera bendición para la boda. Así pues, cerca de la fecha pactada, el menor de los príncipes se dispuso a partir en busca de su amada.

Ésta, esperando ansiosa en el castillo, ordenó extender una carretera de oro, desde su palacio hasta el camino, para dar la bienvenida a su futuro esposo: - Dejad pasar a aquel que venga por el centro de la carretera,- dijo a los guardianes – Cualquier otro será un impostor.- Advirtió. Y marchó a hacer los preparativos. Efectivamente, los dos hermanos mayores, envidiosos, tramaron por separado llegar antes que él y presentarse a la princesa como sus libertadores: - Suplantaré a mi hermano y desposaré a la princesa - Pensaba cada uno de ellos.

El primero en llegar fue el hermano mayor, que al ver la carretera de oro pensó que la estropearía si la pisaba, y dando un rodeo, se presentó a los guardas de la puerta, por la derecha, como el rescatador de la princesa. Mas éstos, obedientes le negaron el paso. El hermano mediano llegó después, pero apartó al caballo de la carretera por miedo a estropearla, y tomó el camino de la izquierda hasta los guardias, que tampoco le dejaron entrar.

Por último llegó el hermano menor, que ni siquiera notó cuando el caballo comenzó a caminar por la carretera de oro, pues iba tan absorto en sus pensamientos sobre la princesa que se podría decir que flotaba. Al llegar a la puerta, le abrieron enseguida, y allí estaba la princesa esperándole con los brazos abiertos, llena de alegría y reconociéndole como su salvador. Los esponsales duraron varios días, y trajeron mucha felicidad a la pareja, que invitó también al padre, que nunca volvió a enfermar. Y colorin colorado...

En su opinión, el cómic es "un primer escalón" para que los niños pasen luego a ser lectores y vayan avanzando en la lectura "desde Salgari o Julio Verne a Kafka, quien haya llegado, que yo no", confesó. "Si esto no es así el día de mañana tendrán serias dificultades", vaticinó esperando que este nuevo libro les devuelva al gusto por la lectura. "De conseguirlo nos daremos por bien pagados", insistió.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cuento Bichudo


Los Ratoncitos Hambrientos. Una vez la mamá de Pifucio estaba preparando una rica torta, y le parecía raro que siempre le faltara algo: un pedazo de chocolate, una galletita, una nuez. - ¿Vos te comiste mis ingredientes de la torta, Pifucio? - le preguntó. - No, yo no fui. - le contestó Pifucio. - ¿No habrá ratoncitos en esta casa? - pensó la mamá. Y se fue a comprar trampas para cazar ratones. A Pifucio le gustó la idea de tener un ratoncito y darle de comer y cuidarlo, pero la mamá no quiso saber de nada, porque dijo que los ratones son muy ham­brientos y sinvergüenzas. En los días siguientes siguió faltando comida de la cocina, y la mamá empezó a sospechar algo raro. Un día, mientras le ponía azúcar al té, vio un montón de puntitos negros que se movían en la azucarera: - ¡Hormigas!. - dijo - ¿Habrán sido ellas las que se comieron mi comida? La mamá miró adonde iban las hormigas, y vio una fila larga que recorría la cocina, el líving, la pieza de Pifucio... y que se metía abajo de su cama. Y abajo de la cama, encontró... ¡toda la comida que le faltaba!. Allí estaban el chocolate, las galletitas y las nueces. Más unas cuantas cosas más. - ¡Pifucio! - dijo la mamá. - ¿Qué mamá? - ¿Vos sabes que hace esta comida abajo de tu cama? - ¿Qué comida? ¿Qué cama? - No te hagas el tonto, Pifucio. - ¿Qué Pifucio? - ¡Vos! - Ah sí. Bueno, este, te voy a explicar. Resulta, que,... - ¿Qué qué? - ¿Qué qué, qué? - Qué, qué, qué, ¡que me voy a enojar si no me contestás! Pifucio le contó que había puesto esa comida porque le daban pena los ratoncitos, y no quería que pasasen hambre. Entonces la mamá le explicó que no se puede dejar comida tirada, por­que se llena de olor y bichos, y que los ratoncitos pueden conseguir su comida en otro lado. Limpiaron bien abajo de la cama, y pusieron veneno para las hormigas. - Y ahora, este té con hormigas lo tengo que tirar. - No mamá, no lo tires - le pidió Pifucio. ¿No lo podemos poner abajo de la cama? Después de tanta comida, los ratoncitos van a querer tomarse un té. Y colorin colorado...

Cuento del tio Chiflete


EL ARO PERDIDO
Franca vio unos pajaritos que revoloteaban por el patio, y le preguntó a la mamá: ¿qué están haciendo esos pajaritos? - Están buscando comida - respondió la mamá. ¿y qué comen? - Semillas, migas de pan, bichitos, esas cosas. - Ah. ¿y galletitas? - También, si las cortás bien chiquitas. Entonces la mamá le mostró como poner un plato con migas para los pajaritos. Al principio les daba miedo la gente, pero después de unos días se fueron acostumbrando a venir todas las mañanas a comer. Un día, a Lara se le salió un aro, y todos lo buscaron por la casa y no lo encontraron. Hasta que una mañana, Franca vio donde estaba el aro: - ¡Ahí está! En el plato de los pajaritos. - Andá a buscarlo - dijo la mamá. - No puedo mamá - dijo Franca. - ¿Porqué? - Porque en el plato hay un pajarito, y tiene el aro en el pico. La mamá trató de recuperar el aro, pero el pajarito, que era una urraca, se lo llevó a una rama bien alta. Se armó un lío bárbaro, porque los aros eran un regalo de la abuela, y les había costado trabajo que Lara se acostumbrara a usarlos. Para variar, el Tío Chiflete tuvo una idea: - Ya sé lo que voy a hacer. Me voy a disfrazar de pajarita, con un aro en una oreja. Entonces el pajarito va a decir: "¡A esa linda pajarita le falta un aro!". Y me va a regalar el aro que falta. Se puso ropa toda negra, y desplumó un plumero viejo que había en la casa. Después se pegó las plumas con engrudo en toda la ropa, se puso un embudo en la boca, a manera de pico, y al final, el aro. Con su disfraz de pajarito, el Tío dió unas vueltas por el patio diciendo: "Pío pío pío pío" La mamá se rió al ver al disfrazado y dijo: - Sos un pajarito un poco gordo. Más bien parecés un pavo. - Vos no entendés nada de pajaritos. - Además, acá no te ve nadie. Mejor andá a la vereda. El Tío salió a la vereda, y se puso a caminar dando saltitos con los dos pies juntos, y a decir "Pío pío". Los vecinos lo miraban y no entendían nada. Algunos se reían, y una señora un poco corta de vista le tiró a los pies como un kilo de pan duro. El Vecino Inventor se asomó por la ventana y le preguntó qué pasaba. El Tío le explicó, y el Inventor dijo: - Yo tengo una idea mejor. Hay que fabricar una oreja gigante, que se vea desde bien lejos, y ponerla en la puerta de calle. Cuando el pajarito la vea, va a pensar: "Qué linda oreja. Lástima que no tiene aro", y entonces va a colocar el aro en ella. El Inventor se puso a trabajar, y a la tarde tuvo lista la enorme oreja de plástico color piel, y la colgó con una cadena de un clavo en la puerta de calle. Los demás vecinos seguían sin entender nada. Una vecina muy chismosa, cada vez que pasaba por la puerta de la casa le decía algo en secreto a la oreja gigante. Un abuelo aburrido había puesto una silla al lado de la oreja, y le daba charla. Para la mañana siguiente, en la oreja se había juntado un poco de tierra, pero no había aparecido ningún aro. Entonces la mamá tuvo una idea: - Vamos a poner unos botones en un platito, para ver adónde se los lleva la urraca. De ese modo vamos a descubrir su nido. Mientras tanto, el Tío se va a sacar ese disfraz de pajarón y el Inventor va a descolgar esa orejota de mi puerta. Hicieron como ella dijo, y... ¡así fue!. El pajarito empezó a llevarse los botones, que le gustaban porque eran brillantes y hacían ruidito. Entonces el Inventor, con un telescopio que había fabricado, miró al pajarito a ver a donde iba. Pasó un buen rato mirándolo mientras volaba, se posaba en distintos lugares, o se alisaba las plumas. Hasta que al final, ¡descubrió el nido!. Estaba en un árbol en el patio del Sr. Enojoni. El Sr. Enojoni no quiso saber nada con dejar pasar a su patio al Inventor. Fue la mamá con las nenas a pedirle por favor, pero tampoco. Por último se incorporó al grupo el Tío Chiflete, que iba terminándose de peinar y arreglar la ropa. Cuando lo vió, el Sr. Enojoni le preguntó: - ¿Ud. es el que estaba hace un rato disfrazado de pajarito? - Sí. - Jua jua jua. - se rió el Sr. Enojoni. Y de tanto que se rió, se le fue el enojo. Y no tuvo más remedio que dejarlos poner la escalera para subir al árbol. Arriba del árbol estaba el nido. Y en el nido, el aro y los botones. Todos se pusieron muy contentos. Pero a Franca le preocupaba saber para qué el pajarito quería el aro y los botones. Entonces la mamá le explicó: - Algunos pajaritos se llevan cosas para hacer un nido, que es su casita. - ¿y el pajarito se quedó sin casita? - No te preocupes - dijo la mamá. Vamos a poner un poco de algodón y unas maderitas, y vas a ver como el pajarito se los viene a llevar para hacer un nido más lindo y caliente. Y así fue. Desde la terraza, con el telescopio del inventor, Franca podía ver el nido del pajarito, con el algodón y las maderitas dentro. Y en la primavera, aparecieron dos lindos pajaritos. Y colorin colorado...

domingo, 25 de octubre de 2009

Cuento Embrujado



Mamá, ¿es cierto que las brujas son malas?
—No Jorge, no todas son malas, algunas son buenas; pero no les debes tener miedo… y ya es tarde, así que mejor ya vete a dormir. —Sí mamá.

Jorge, como se lo ordenó su mamá, se fue a su cama. Ya cuando estaba dormido, de repente escuchó un golpe en la ventana que lo hizo levantarse de un solo brinco, en la ventana, detrás del vidrio, estaba una bruja. Con cierto miedo pero con curiosidad se acercó a la ventana y la abrió. La bruja, bailando muy alegremente, entró a la recámara de Jorge y le dijo: —Hola, soy la Bruja Escaldrufa y vine para darte mucha diversión.

Y Jorge, asustado todavía, pero ya no tanto, le dijo:—¿No eres mala? La Bruja Escaldrufa, sorprendida le dijo: —¡No, claro que no! Yo soy una bruja buena y ayudo a los niños a divertirse. ¿Quieres venir conmigo y descubrirlo?
Jorge, con menos miedo pero muy animado, le contestó: ¡Claro, vámonos!

Entonces Jorge y la Bruja Escaldrufa salieron por la ventana, montados sobre la escoba mágica de la bruja.
Fueron a muchísimos lugares: a la Feria de Chapultepec, al Parque de Aragón, a ver una película al cine, a patinar en la pista de hielo, y a muchísimos lugares más.Cuando amaneció, los dos entraron por la ventana de la recámara de Jorge y la bruja le dijo: —En la noche volveré. —Y la bruja salió volando en su escoba mágica.Jorge, feliz, mientras desayunaba, le contó a su mamá lo que le había pasado durante la noche, pero ella no le creyó.

En todo el día, Jorge miraba a cada rato el reloj, esperando a que se hiciera de noche, hasta que al fin aparecieron las estrellas. En su recámara, Jorge se durmió muy rápido y en un instante la Bruja Escaldrufa llegó a su ventana y entró. Llevó a Jorge a otros lugares y se divirtieron muchísimo; y así sucedió varias noches, y luego semanas, hasta que un día que la Bruja Escaldrufa llegó en la noche, como siempre, y le dijo:—Oye Jorge, ahora no podemos ir a ningún lado, debo irme muy muy lejos de aquí, así que ya no podré venir a verte como todas las noches.

Jorge se puso triste, pensaba que ya nunca más se iba a divertir. Y la bruja, al verlo así le dijo:—Pero te daré un pequeño regalo. Toma. —La bruja extendió su mano y le entregó un collar con un dije que tenía un espejo en el centro. —Cuando te sientas triste, llámame y verás en este espejo todo lo que yo hago con otros niños que me necesitan. Ah, pero sólo tú lo podrás ver, es muy especial. Jorge se puso el collar en el cuello y la bruja, en un abrir y cerrar de ojos, desapareció entre las estrellas.

Y Jorge, la siguiente noche que extrañó a la bruja, sacó su collar y vio el espejo: ahí estaba la bruja, montada en su escoba mágica, jugando y divirtiéndose con otros niños. Jorge, con una sonrisa, se acostó a dormir. Al otro día fue a la escuela y jugó con muchos niños y tuvo así muchos amigos. Y así, cada vez que se divertía en el parque o en la feria, pensaba en su amiga la Bruja Escaldrufa. Y colorin colorado...

Los niños tienen miedo. Uno arropa a este niño, lo abraza, pone los labios sobre su frente para ver si tiene fiebre, llama al médico... "le duele la barriguita, tiene tos..." Se te anudan las tripas porque a este niño amado le duele la cabeza.

Cuento Popular


Las mariposas son de colores.
Las mariposas son de colores cantaba una mañana el señor jardinero
-y las flores son de colores laralala pero los cantos también yo si que se laralala.
Era su canción favorita pero el jardinero no sabia, ni mucho menos se acordaba donde la había aprendido, el solamente cumplía su deber de cuidar el jardín.
Estando repitiendo lo que el no entendía escucho el susurro como de una voz melodiosa sorprendido quedó al ver una mariposa que llevaba el verde esperanza , el amarillo del hermoso sol y que me dices , Oh… sorpresa cuando le encontró el negro como de socavón. Le pregunto: ¿como puedes tú tan pequeño ser, llevar ese vestido que brilla al amanecer con tantos colores hermosos y todos te quedan bien?

Le contestó la mariposa -no me has dejado hablar, estás tan distraído, yo tengo que decirte: los habitantes del jardín me han comisionado para explicarte algunas cosas y entiendas tu labor. Eres dulce, bonachón y ante todo un gran señor, pero debes saber que algunas veces te distraes…cortas mucho allí, pisas duro allá, y crees que todo listo esta.
Nosotros habitantes del jardín, te queremos, te necesitamos, somos seres vivos y nos alimentamos, nuestro hogar es tuyo, aprende para quien es cada flor, y entona tu canción.
Las mariposas somos de colores, las libélulas también ,como te parece el compae gusano, caminando lentamente como si llevara un acordeón y mi madrina la araña con sus ocho patas tejedora incansable meciéndose en el aire con la melodía de aquel gorrión.
Todos somos de colores las rosas y todas las flores…-! ay ¡señor jardinero, tomémonos de las manos , hagamos un solo color ese que se llama amor-. Y colorin colorado...

sábado, 24 de octubre de 2009

Cuentos para genios


Blancum, el genio inexperto
En un lugar del espacio, había un planeta llamado "Genium". Allí nacían todos los genios, como el de la lámpara de Aladino. Un día nació uno muy blanco, ¡blanquísimo! Le llamaron "Blancum". Pero tenía los ojos morados. No quería terminar su educación como genio. Sus maestros, que le querían muchísimo, le animaron a que esperara y estudiara, pero él les dijo: "¡Ya he estudiado bastante; los genios somos genios desde que nacemos!" Dicho y hecho. Se metió en el anillo de un gran rey. Un día, el monarca, que era un descuidado, dejó caer su anillo en un basurero real. Allí estuvo, años y años. Pero una mañana de verano, un anciano mendigo, revolviendo entre las basuras, lo encontró. ¡Oh, qué suerte!, ¡un anillo! Lo frotó contra sus ropas para limpiarlo y apareció Blancum. Aquel hombre le pidió todas las riquezas del mundo. Se convirtió en un avaro, que no dejaba nada a nadie, ni siquiera a su familia. Luego el anillo cayó en manos de un niño, que pedía al genio todos los deseos que se le ocurrían. Con tantos regalos el niño se volvió caprichoso e insoportable, y llegó incluso a utilizar la magia para hacer daño a otros niños. Por último, un soldado encontró el anillo. Adivinó su poder. Deseó conquistar grandes territorios con la guerra y la violencia y el genio inexperto, que no sabía decir que no, se lo concedió. Blancum lloraba desesperado mientras pensaba: "¡Soy un mal genio! Necesito el manual de los genios para estudiarlo. ¿Cómo lo conseguiré?" De pronto, se acercó una niña. Cogió el anillo. Notó que estaba mojado y lo secó frotándolo con sus ropas. Al ver aparecer a Blancum exclamó: "¡Oh!, ¡un genio! Estás llorando. ¿Por qué?" "Soy un genio inexperto. Cuando estaba en mi planeta, desobedecí a mis maestros, que tanto me querían y dejé de estudiar. Ahora me arrepiento. Me gustaría tener aquí el manual y estudiarlo". La niña acarició al genio triste y le dijo: "Quisiera ayudarte". El genio, sorprendido por la generosidad de la pequeña dijo entusiasmado: "Has de desear y pedirme que aparezca mi manual. La niña cerró los ojos, y deseó, como si fuera para ella misma, el manual de los genios. Una nube de humo y fuego les rodeó, dejando el libro en el suelo. Dentro del libro había una carta de los padres de Blancum, animándole a estudiar". Mientras Blancum hojeaba su manual, la niña le preguntó: "¿Puedo ser un genio como tú?" El joven genio contestó: "Estudia como yo. Mejor aún, ¿por qué no estudiamos juntos?" Estudiaron mano a mano, todos los días, y lograron ayudar a mucha gente. Y colorin colorado...

Un genio famoso
Los libros no son la única herramienta para que los chicos experimenten por qué es interesante y atractivo leer.

jueves, 22 de octubre de 2009

Cuento para "lorudos"


COMO TIO CONEJO LES JUGO SUCIO A TIA BALLENA Y A TIO ELEFANTE. Carmen Lyra Pues señor, allá una vez tío Conejo se fue a cambiar de clima a la orilla del mar. Un día que andaba dando brincos por la playa se va encontrando con tía Ballena y tío Elefante que estaban en gran conversona. Tío Conejo se escondió entre unos charrales y paró la oreja para ver en qué estaban. Y en lo que estaban era en que el uno al otro no hallaban donde ponerse: Que, -tía Ballena, a usted sí que no hay quien le gane en fuerzas y eso de que ya se tomara usted tener las mías, es hablar por el hueso de la nuca. Que, -adió tío Elefante, no me salga con eso. usted sí que es ñeque. Sí, sí, donde se llora está el muerto... Y que esto, y que el otro, y que por aquí y que por allá. Bueno, para no cansarlos con el cuento, llegaron a convenir en que los dos tenían fuerzas y que lo mejor que podían hacer era unirse para gobernar toda la tierra. Pero a tío Conejo no le hicieron naditica de gracia aquellos planes y se puso a pensar: pues lo que soy yo les voy a dar una buena chamarreaban a ese par de monumentos, ¡Ay! ¡Y la enredada de pita que les voy a dar! Y no fue cuento sino que enseguida se puso en funcia: se fue a buscar una coyunda muy fuerte, muy fuerte y muy larga, muy larga; después yo no sé de dónde se hizo de un tambor que escondió entre unos matorrales y corrió a buscar a Tía Ballena. Por fin dio con ella. -Tía Ballenita de Dios. ¡Qué a tiempo me la encuentro! ¡Viera qué caballada me ha pasado! ¿Pues no se me metió la única vaquita que tengo entre un barril como a media legua de aquí? -No diga eso niño, ¿y eso cómo? -¡Sepa Judas! El caso es que allí me la tienen en ese atolladero y como es tan poquita, está llora y llora, con el barro hasta el pescuezo. Por vida suyita Tía Ballena, sáqueme de este apuro, usted que es él más fuerte de todos los animales y además tan noble. Tía Ballena se volvió muy chiquiona al oír estos pericos y al momento se puso a las órdenes de Tío Conejo. ¡No faltaba más, sino que se le fuera a ahogar en barro su vaquita, estando ella allí! -¡Quién otra lo podía hacer! -dijo Tío Conejo-. ¡Bien me lo habían dicho, que no la vieran tan grande que hasta que da miedo, pero con un corazón que es un alfeñique! Lo que vamos a hacer es que yo voy a amarrarle una punta de esta coyunda de la cola y la otra voy a ver cómo se la amarro a mi vaquita. Cuando todo esté listo toco en mi tambor. Al oír el redoble, se me pone usted a jalar con toda alma. -Ni diga más Tío Conejo, no me llamo Tía Ballena si no se la saco aunque este hundida hasta los cachos. De veras, Tío Conejo amarró la coyunda de la cola de Tía Ballena y después el muy papelero, cogió tierra adentro haciéndose el afanado. Apenas calculó que la otra no lo veía se puso a bailar en una pata y a cantar. Después se fue a buscar a Tío Elefante y cuando lo divisó se hizo el encontradizo: -¡Ay Tío Elefante, sólo Dios pudo habérmelo reparado!- ¡Vieras en las que ando! -¿Qué es la cosa hombre? - preguntó Tío Elefante. -¿Pues qué me había de pasar? Que le parece que tengo una novillita chúcara que se me ha metido entre un barril a media legua de aquí y no hay modo de sacarla. Allí estoy desde buena mañana sudando la gota gorda y la confisgada cada vez se hunde más. Mire Tío Elefante, usted que es tan fuerte y tan noble, que dicen que nadie le gana, por qué no hace una gracia conmigo y de un tironcillo con su trompa, como quien no quiere la cosa, me la saca. Tío Elefante le dijo que bueno, que le explicara lo que tenía que hacer. Tío Conejo contestó: -Pues nada más que dejarse amarrar el extremo de esta coyunda de su trompa. Enseguida iré yo y con mil y tantos trabajos amarraré mi novillita de la otra punta. Cuando todo esté listo redoblaré en mi tambor y entonces usted se pone a jalar con toda alma porque está muy metida. -No tengas cuidado y aunque fuera más pesada que mil vacas juntas yo la saco. Si eso es un juguete para mí. Amarrá bien, hombre. Tío Conejo le requintó bien la coyunda en la trompa y luego se alejó en una pura micada como sí fuera muy agradecido. Así que estuvo a la mitad de la distancia entre los dos, sacó el tambor y se puso a redoblar. Tía Ballena comenzó a tirar, pero la vaquita no-tenía trazas de salir. Tío Elefante jalaba y jalaba y nada. -¡Demontre con la vaquita para pesar! -¡Carasta! Si la novillita chúcara pesa más de lo que yo pensaba. Y siguieron cada uno por su lado a más y mejor. En una de tantas, como Tío Elefante se iba arrollando a la coyunda en la trompa, se trajo a Tía Ballena a tierra; pero Tía Ballena se calentó tanto, que no supo a qué horas se tiró al agua y fue a dar al fondo y ya me tienen al otro patas arriba corriendo hacia la playa sobre el espinazo. Del colorón dio tal jalonazo que se volvió a traer a Tía Ballena a la superficie. -¿Quién es el atrevido que está en ese juguete conmigo? ¿Conque esa era la vaquita? -¿Quién es el tal por cual que no me respeta? ¡Miren la novillita chúcara! - gritó Tío Elefante que había hecho a un lado su cachaza y estaba más caliente que un avispero alborotado. ¡En esto se van viendo! ¡Ave María, Gracia Plena! ¡Aquello sí que era contento! ¡Qué bocas y lo que se dijeron! -¡Yo te contaré, trompudo, labioso, poca pena! ¿No te da vergüenza ver que te cogí la maturranga? ¡Creyó que yo me iba a dejar, como soy una triste mujer, para quedarse gobernando solo! -¡Cállate vieja bocona!. ¡A vos que no se te puede creer! ¡Quería salir de mí para quedarse reinando...! ¡Convidándome para que gobernáramos juntos y ya con su tortón entre la jupa! Y no fue cuento, sino que se pusieron otra vez a tirar de la coyunda cada uno por su lado. Por fin la coyunda no resistió y ¡Trac! Reventó y Tía Ballena bien acardenalada y con la cola desollada fue a parar a los profundos y Tío Elefante fue a dar por allá, otra vez patas arriba, con la trompa bien luyida. Y Tío Conejo que ya no aguantaba el estómago de tanto reír, escondido entre los charrales. No hay para qué decir que Tío Elefante y Tía Ballena quedaron enemigos y se quitaron el habla para siempre. Y cabalmente eso era lo que Tío Conejo andaba buscando, para que no volvieran a hacer planes de gobernar ellos dos la tierra. Y colorin colorado...
Quinta Feria del Arte de Bogotá acoge obras de artistas de 13 países. Además de la muestra de las galerías, el público podrá apreciar un pabellón de jóvenes artistas y otro de arte infantil.

Y por último un video.. como para el tio conejo para que deje de ser tan pelión...

martes, 20 de octubre de 2009

Cuento Chico


Peter Pan
Wendy, Michael y John eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter. Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una lucecita moverse por la habitación. Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños Perdidos... - Campanilla os ayudará. Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar. Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: - Es el barco del Capitán Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj. & iexcl;Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac! Campanilla se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe. Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan. Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John. Para que Peter no pudiera rescatarles, el Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con la ayuda de Campanilla, quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno. Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno, una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanilla se salvó. Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando de repente, oyeron una voz: - ¡Eh, Capitán Garfio, eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter Pan que, alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo. El resto de los piratas no tardó en seguir el camino de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua salada entre las risas de Peter Pan y de los demás niño Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter les llevó de nuevo a su casa. - ¡Quédate con nosotros! -pidieron los niños. - ¡Volved conmigo a mi país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos. - ¡Prometido! -gritaron los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós. Y colorin colorado....



Peter Pan, el niño que no quería crecer, creado por el británico James Matthew Barrie en 1904, cumplió 100 años el 27 de diciembre, sin perder nada de su frescura.

Cuento Ruso


La ciencia mágica

En una aldea vivían un campesino con su mujer y su único hijo. Eran muy pobres, y, sin embargo, el marido deseaba que su hijo estudiase una carrera que le ofreciese un porvenir brillante y pudiera servirles de apoyo en su vejez. Pero ¿qué podían hacer? ¡Cuando no se tiene dinero...! El padre llevó a su hijo a varias ciudades y pueblos para ver si alguien quería instruirle de balde; pero sin dinero nadie quería hacerlo. Volvieron a casa, lloró él, lloró la mujer, se desesperaron los dos por no tener bienes de fortuna, y cuando se calmaron un poco, cogió el viejo a su hijo y otra vez se marcharon ambos a la ciudad cercana. Cuando llegaron a ésta encontraron en la calle a un hombre desconocido que paró al campesino y le preguntó:
-¿Por qué estás tan triste, buen hombre? ¿Cómo no he de estarlo? -dijo el padre-. Hemos visitado muchas ciudades, buscando quien quiera instruir de balde a mi hijo, y no he podido encontrarlo; todos me piden mucho dinero y yo no lo tengo. -Déjamelo a mí -le dijo el desconocido-. En tres años yo le enseñaré una profesión muy lucrativa; pero, acuérdate bien: dentro de tres años, el mismo día y a la misma hora que hoy, tienes que venir a recogerlo; si llegas a tiempo y reconoces a tu hijo, te lo podrás llevar; pero si llegas tarde o no lo reconoces, se quedará para siempre conmigo.

El campesino se puso tan contento que se olvidó de preguntar sus señas al desconocido y qué era lo que iba a enseñar a su hijo. Se despidió de éste, volvió a su casa, y con gran júbilo contó lo ocurrido a su mujer. No se había dado cuenta de que el desconocido a quien había dejado su hijo era un hechicero. Pasaron tres años; el viejo había olvidado por completo la hora y el día y no sabía de qué modo salir de este apuro. El día anterior a aquel en que el campesino tenía que presentarse al hechicero, su hijo, transformado en un pajarito, voló a la casa paterna, se situó delante de la cabaña, y dando un golpe en el suelo con una patita volvió a su estado primitivo y entró en la casa hecho un joven guapísimo. Saludó a sus padres y les dijo: - Padre! Mañana es el día en que tienes que venir a buscarme, pues se cumplen los tres años de mis estudios, cuida de no olvidarlo. Y le explicó a qué sitio tenía que ir y cómo podría reconocerlo.

-Mi maestro tiene en casa otros once jóvenes discípulos, los cuales se han quedado para siempre con él porque sus padres no llegaron a tiempo para llevárselos o no han sabido reconocerlos; si a ti te sucediese lo mismo no tendría más remedio que quedarme toda la vida con él. Mañana, cuando llegues a casa del maestro, él nos presentará a los doce jóvenes transformados en doce palomos blancos todos exactamente iguales; tú tienes que fijarte, pues al principio todos volaremos a la misma altura; pero luego yo volaré más alto que los otros; el maestro te preguntará: «¿Has reconocido a tu hijo?». Tú señálale el palomo que vuela más alto. Después -prosiguió el hijo- te presentará doce caballos que tendrán todos el mismo pelo, las mismas crines y la misma alzada; fíjate bien en que todos estarán muy tranquilos menos yo, que me moveré y golpearé el suelo con la pata izquierda. El maestro te repetirá la pregunta de antes y tú, sin titubear, señálame a mí. Después de esto -siguió el hijo- aparecerán ante ti doce guapos jóvenes todos de la misma estatura, del mismo color de pelo, con la misma voz, y estarán vestidos y calzados todos iguales. Fíjate bien entonces en que se posará en mi mejilla derecha una mosca pequeñita; ése será el signo por el que podrás reconocerme.

Se despidió de sus padres, dio un golpe en el suelo, y al instante se volvió a transformar en un pajarito, que se fue volando a casa de su maestro. Por la mañana el padre se levantó temprano y se fue en busca de su hijo. Cuando se presentó delante del hechicero, éste le dijo: -He enseñado a tu hijo durante tres años toda la ciencia que yo sé; pero si tú no le reconoces se quedará conmigo para siempre. Después soltó doce palomos todos blancos que no se diferenciaban en nada. El hechicero dijo entonces al padre: -Dime cuál es tu hijo. -¿Cómo quieres que lo reconozca cuando todos son iguales? -exclamó el padre. Pero de pronto uno de los palomos empezó a volar más alto que los demás, y el padre, entonces, reconoció en él a su hijo. -Bien, hombre. Esta vez has reconocido a tu hijo -dijo el hechicero.

A los pocos minutos aparecieron ante ellos doce caballos, los cuales tenían el mismo pelo, las mismas crines y la misma alzada. El padre empezó a caminar alrededor de ellos sin poder reconocer a su hijo, cuando uno de los caballos golpeó el suelo con la pata izquierda; el padre en seguida señaló al caballo, diciendo al hechicero: -Ése es mi hijo. -Tienes razón, viejo -repuso el hechicero. Por último, se presentaron ante sus ojos doce jóvenes guapísimos; tenían todos la misma estatura, el pelo del mismo color, la misma voz y estaban vestidos y calzados del mismo modo. El campesino se fijó bien en ellos, pero esta vez no podía reconocer a su hijo; pasó por delante de ellos dos veces, y por fin vio posarse una mosquita sobre la mejilla derecha de uno de los jóvenes. El padre, lleno de júbilo, lo señaló al hechicero, diciéndole: -Maestro, ése es mi hijo. -Lo has reconocido; pero no eres tú el sabio astuto, sino que el astuto es tu hijo.

El padre, contentísimo y seguido del hijo, se marchó a su casa. No se sabe cuánto tiempo caminaron; los cuentos se cuentan pronto, pero en la realidad las cosas ocurren mucho más despacio. En su camino encontraron a unos cazadores que estaban discutiendo, y mientras tanto, una zorra aprovechaba la ocasión para huir de ellos. -Padre -exclamó el hijo-, yo me transformaré en perro de caza, cogeré a la zorra, y cuando los cazadores quieran quitármela tú les dirás: «Señores cazadores, con este perro yo me gano la vida». Ellos querrán comprarte el perro y te ofrecerán por él una buena cantidad de dinero; tú véndeme, pero conserva el collar y la correa. Al instante se transformó en perro de caza y cogió a la zorra. Los cazadores se pusieron a gritar al viejo campesino, diciéndole: -¿Por qué, viejo, has venido aquí a molestarnos y robarnos nuestra presa? -Señores cazadores -respondió el viejo-, yo no tengo más que este perro, con el cual me gano la vida. -¿Quieres vendérnoslo? -Compradlo. -¿Cuánto quieres por él? -Cien rublos. Los cazadores, sin decir una palabra más, le pagaron al viejo los cien rublos, y al ver que éste le quitaba al perro el collar y la correa, dijeron: -¿Para qué necesitas tú el collar y la correa? -Por si se me rompen las correas de mis abarcas tener con qué componerlas. -Bueno, cógelos -le dijeron, y ataron al perro con un cinturón, arrearon sus caballos y se marcharon.

Al poco rato vieron otra zorra y soltaron a sus perros; pero éstos, por más que corrieron no la pudieron coger. Uno de los cazadores dijo a sus compañeros: -Amigos, soltad el perro que acabamos de comprar. Lo soltaron, pero no tuvieron casi tiempo de verlo; la zorra corría por un lado y el perro desapareció por el otro, y llegó donde se había quedado el viejo, dio un golpe en el suelo, y al instante se transformó en el guapo mozo de antes. El padre y el hijo continuaron su camino; llegaron a un lago y vieron a otros cazadores que cazaban patos grises. -Mira, padre -le dijo su hijo-, mira cuántos patos vuelan. Voy a transformarme en halcón para coger y matar a los patos; entonces los cazadores empezarán a amenazarte para que les dejes cazar en paz, y tú diles: «Señores cazadores, yo no tengo más que este halcón que me ayuda a ganar el pan de cada día». Ellos entonces querrán comprarte el pájaro, y tú se lo venderás, pero acuérdate bien de no darles las correítas que sujetan las patas. Se transformó en un magnífico halcón que voló con gran rapidez a una gran altura, y desde allí se precipitó sobre la manada de patos, hiriendo y matando tantos que su padre reunió en seguida un montón de caza. Cuando los cazadores vieron un halcón tan prodigioso se acercaron al viejo y le dijeron: -¿Por qué has venido aquí a quitarnos y estropearnos nuestra caza? -Señores cazadores, no tengo más que este halcón, con la ayuda del cual me gano la vida. -¿Quieres vendérnoslo? -Compradlo. -¿Cuánto quieres por él? -Doscientos rublos. Los cazadores le pagaron el dinero y se quedaron con el pájaro; pero el viejo le quitó las correas que sujetaban las patas. -¿Por qué se las quitas? -preguntaron los cazadores-. ¿Para qué te pueden servir? -Yo camino mucho, y con frecuencia se me rompen las correas de mis abarcas, y éstas me podrán servir para reemplazar las rotas. Los cazadores, no queriendo entrar en discusiones, le dejaron las correas y se marcharon con el halcón en busca de caza. Al poco tiempo voló hacia ellos una manada de gansos. - ¡Compañeros, soltad pronto el halcón! -gritó uno de los cazadores. Lo soltaron, y éste voló con gran rapidez y se elevó a una gran altura sobre la manada de gansos, pero continuó volando más allá en busca del viejo, hasta que le perdieron de vista. Encontró a su padre, dio un golpe en el suelo y volvió a su verdadero ser.

De este modo llegaron los dos a su casa con los bolsillos llenos de dinero. Llegó el domingo, y el hijo dijo al padre: -Padre, hoy me transformaré en un caballo; tú me venderás, pero acuérdate bien de no vender la brida, porque si la vendes no podré volver más a casa. Dio un golpe con un pie en la tierra y se transformó en un magnífico caballo, que el padre llevó a la feria para venderlo. Apenas llegó, muchos compradores rodearon al caballo, ofreciendo cada vez más dinero; el hechicero, que estaba allí entre los compradores, ofreció al viejo un precio más elevado que los demás y se quedó con el caballo. El viejo empezó a quitarle la brida, pero el hechicero le dijo: -Pero hombre, si le quitas la brida, ¿cómo quieres que me lo lleve a mi cuadra? Toda la gente que estaba presente empezó a murmurar y a decirle: -No tienes razón: si has vendido el caballo, has vendido con él la brida. Como el viejo no podía nada contra tanta gente, le dejó la brida al comprador.

El hechicero se llevó el caballo a su cuadra, lo ató muy bien al anillo y le puso la cuerda tan corta que el animal se quedó con el cuello estirado y sin poder llegar al suelo con las patas delanteras. -Hija mía -dijo el hechicero a su hija-, he comprado un caballo que es mi discípulo último. -¿Dónde está? -preguntó ella. -En la cuadra. Corrió a verlo y tuvo compasión del joven; quiso soltarle un poco la cabezada y empezó a quitar los nudos y aflojarle la cuerda, y el caballo a menear la cabeza de un lado a otro hasta que se quedó suelto, y de un salto escapó de la cuadra y se puso a galopar. La hija corrió entonces hacia su padre llorando y diciéndole: -Padre, perdóname. He cometido una gran falta: el caballo se ha escapado. El hechicero dio una patada en el suelo, se transformó en un lobo gris y salió corriendo como el viento. Ya estaba muy cerca del caballo cuando éste llegó a la orilla de un río, dio un golpe en el suelo y se transformó en un pececito; el lobo dio otro golpe en el suelo y se tiró al agua en forma de rollo. El pececito nadaba, nadaba, perseguido por el rollo, y ya le iba a alcanzar, cuando llegó a la otra orilla, donde unas jóvenes estaban lavando ropa. Salió del agua y se transformó en una sortija de oro que, rodando, fue a parar a manos de una de las muchachas, hija de un rico mercader, la cual, apenas vio la sortija, se la puso en el dedo meñique. Entonces el hechicero se transformó en hombre y rogó a la joven que le regalase la sortija. Ella se la dio, pero al quitársela del dedo se cayó al suelo y se convirtió en muchas perlitas; el hechicero se transformó en gallo y se puso a comérselas. Mientras estaba entretenido en esta operación, una de las perlas se transformó en un buitre que voló muy alto, y de un golpe se tiró al suelo sobre el gallo y lo mató. Se convirtió entonces el buitre en el joven que conocemos, del cual se enamoró la hija del mercader. Se casaron y vivieron muchos años felices y contentos.Y colorin colorado...

Primero un reseña de Rusia. Que muy bien nos cae saber de dónde viene este cuento. Rusia (en ruso: Россия; tr.: Rossíya)[1] o la Federación Rusa (formalmente:[2] Federación de Rusia;[1] en ruso: Российская Федерация; tr.: Rossíiskaya Federátsiya) es el país más extenso del mundo. Cuenta con una superficie de 17.075.400 kilómetros cuadrados, poseyendo más de la octava parte de la tierra firme del planeta.

Y a propósito de cuentos infantiles rusos aquí va este video….. de un cuento:


lunes, 19 de octubre de 2009

Cuento en paz

Paz Interior.

Cuentan que un hombre llegó a la conclusión de que vivía muy condicionado tanto por los halagos y aceptación de los demás, como por sus críticas o rechazo.

Dispuesto a afrontar la situación, visitó a un sabio. Éste, oída la situación, le dijo:

“Vas a hacer, sin formular preguntas, exactamente lo que te ordene. Ahora mismo irás al cementerio y pasarás varias horas vertiendo halagos a los muertos; después vuelve”.

El hombre obedeció y se fue al cementerio donde llevó a cabo lo ordenado. Cuando regresó, el sabio le pregunto:

“¿Qué te han contestado los muertos?”

“Nada, señor; ¿cómo van a responder si están muertos?”

“Pues ahora regresarás al cementerio de nuevo e insultarás gravemente a los muertos durante horas”.

Cumplida la orden, volvió ante el sabio, que lo interrogó:

“¿Qué te han contestado los muertos ahora?”

“Tampoco han contestado en esta ocasión, ¿cómo podrían hacerlo?, ¡están muertos!

“Como esos muertos has de ser tú. Si no hay nadie que reciba los halagos o los insultos, ¿cómo podrían éstos afectarte?”

Y colorin colorado....

¿SABES QUE SON LAS FILOFÁBULAS? ¿QUIERES DESCUBRIRLAS? MICHEL PIQUEMAL, EL AUTOR DE ESTE LIBRO, HA ESCRITO PARA LOS JÓVENES LECTORES UN LIBRO DE FÁBULAS INSPIRADO EN LAS ENSEÑANZAS DE LOS SABIOS DE TODOS LOS TIEMPOS. LAS FILOFÁBULAS SON PEQUEÑAS HISTORIAS, LLENAS DE HUMOR Y SENSIBILIDAD,

domingo, 18 de octubre de 2009

Cuento Indigena


El origen de las historias de los pieles rojas (Leyenda Séneca) Era Niño Huérfano un joven cazador de pájaros que había alcanzado gran nombradía entre las gentes de su poblado y, si es el caso, incluso de las gentes de los poblados cercanos que se asentaban a lo largo del curso del Gran Río, en la inmensa llanura rodeada por gigantescos macizos montañosos cubiertos por frondosos y espesos bosques de verdes y puntiagudos árboles de hoja perenne, ya que los de ramaje deciduo no eran capaces de soportar climas tan extremos y rigurosos que hacían que toda la extensa pradera se cubriera de un grueso manto de nieve y hielo, que había de ser surcado por las manadas de bisontes en busca de otros prados más benignos en los que los pastos les resultasen más asequibles para comer. Niño Huérfano había alcanzado gran éxito cazando pájaros por todas aquellas majestuosas y frías latitudes. Un día el joven cazador de aves salió de su tienda hecha con piel de búfalo secado al frío riguroso del lugar en busca de pajarillos con los que distraer su ocio y satisfacer, si no su hambre, sí al menos la de su desdentada abuela, que se escondía en la penumbra de su cobijo. Llevado por su afán desmedido, se adentró en uno de los espesos bosques que rodeaban su poblado sin darse cuenta de que el ahínco que había puesto en esta singular caza le había sumido en un estado tal que ni el mismo tiempo contara para él. De modo que Niño Huérfano se encontró, en un momento determinado de su expedición, en medio de un claro del bosque jadeando, casi extenuado y con el desconcierto de no saber dónde se hallaba, adonde había llegado en su obsesiva persecución de las pequeñas aves. Niño Huérfano se limpió el sudor de su frente, se detuvo un momento en medio del calvero y, sintiendo en sus piernas el cansancio propio del denuedo realizado, se acercó a una enorme piedra redonda que yacía bajo un grupo de abetos gigantes y se sentó en ella. Mientras el joven piel roja descansaba del esfuerzo que hiciera en su cacería, tomó de su carcaj de piel de marmota una de las flechas, que mellara su punta en el último tiro que lanzara sobre un diminuto colibrí, y se puso a repararla. —¿Te cuento historias? Alguien hablaba a Niño Huérfano. Éste, sorprendido y receloso por si le acechaba algún grave peligro y sin saber muy bien lo que le habían dicho, miró a su alrededor, tomó de su cintura el gran cuchillo plano en actitud hostil y volvióse a mirar con el ansia de saber que no se hallaba solo en aquel lugar tan alejado de su tribu. Niño Huérfano, tomando las prevenciones oportunas, al fin se atrevió a preguntar: —¿Quién me habla? ¿Qué me has dicho? —se calló un momento durante el cual registró con verdadero anhelo su alrededor y detrás de los primeros árboles que componían el bosque; luego volvió a preguntar—: ¿Quién está ahí? ¿Quién eres? —y ordenó, ante el mutismo que reinaba a su alrededor—: ¡Que salga sea el que sea quien me ha hablado! No sé lo que me has pedido, pero te he oído con claridad. Quedó el cazador de aves en alerta por si veía salir de la espesura del bosque a algún guerrero de cualquiera de las tribus enemigas o algún hado desconocido y maléfico, uno de aquellos genios que decía el chamán que salían a las veredas de las montañas para echar sus encantamientos y hechizos sobre la gente de bien que deambulaba por ellas en paz. Todo fue silencio en un buen rato. Sólo se escuchaban los trinos de los pájaros que el joven no veía por ningún lado. —¿Te cuento historias? Se volvió a escuchar la propuesta. Niño Huérfano ahora sí estuvo seguro, incluso de lo que había dicho y de donde había llegado la voz. Venía del propio risco redondo donde se sentara a descansar. —¡Sal de ahí! —gritóle el cazador de pájaros a alguien que se debía esconder tras la singular roca. Pero de allí no surgió nadie. Por eso el muchacho rodeó la gran peña con la esperanza de encontrar tras ella a alguna persona o ser y quedó desilusionado al comprobar que irremediablemente estaba solo. La piedra redonda le dijo: —Soy yo. Niño Huérfano quedó atónito, sorprendido, sus piernas le forzaban para que se alejase de allí a todo correr. La piedra le repitió: —Sí, no te asombre, soy yo. El cazador de aves, extrañado, preguntó: -¿Tú? —Sí, yo. Y te repito la misma propuesta que tanto te extraña: ¿Te cuento historias? —dijo el risco redondo y luego enmudeció. Niño Huérfano aún no abandonó su recelo y palpó la dura roca parlante por si en ella había algún conjuro o algún aojamiento. Cuando comprobó que aquélla era una piedra como cualquier otra que yacía al borde del camino, dijo: —¿Qué es eso? ¿Qué significa contar historias? La piedra volvió a hablar y le informó afablemente: —Contar historias significa simplemente contar lo que ha pasado hace muchísimo tiempo. En joven cazador de pájaros, lleno de curiosidad y recelo, se acercó algo más a la piedra redonda y le preguntó tímidamente: —¿Puedes contármelas a mí? —Puedo si quiero— repuso —¿Y quieres? —preguntó de nuevo el muchacho. La insólita roca le hizo su oferta: —Yo te contaré historias a cambio de los pájaros que tienes. Niño Huérfano se los dio todos. La piedra redonda, según lo acordado, contó una historia tras otra sobre el mundo anterior al mundo entonces presente. A Niño Huérfano le gustaban tanto estas narraciones que todos los días salía a cazar y, atiborrado de pájaros, se acercaba al calvero donde descansaba la piedra parlanchina para cambiarle las aves por nuevas historias fascinantes y antiquísimas. Un día acudió a la cita diaria con un niño mayor y poco después se presentó con dos hombres de su tribu. Todos escucharon embelesados las magníficas historias que contaba la piedra redonda. Viendo ésta que sus narraciones eran del gusto de la gente y que entre todos ellos se había creado una gran fama y notoriedad, se dirigió a Niño Huérfano y le propuso: —Mañana que venga todo el pueblo en masa. Contaré mis historias para todo aquel que me quiera oír. El muchacho asintió asegurándole que se haría como ella deseaba y que el pueblo en masa se presentaría en el calvero para escuchar sus atractivas leyendas. Pero la piedra redonda le habló de nuevo poniéndole condiciones: —Que venga todo el que lo desee, pero que a cambio de mis historias cada uno me traiga un regalo de comida. Así se hizo. Y desde entonces, cumpliendo fielmente las instrucciones que diera la piedra redonda, es indispensable contar estas historias de generación en generación hasta que el mundo se acabe.Y colorin colorado..
Para los Aymara los relatos aquí presentes conforman también su pedagogía, su modo de legar conocimientos y valores hacia las nuevas generaciones, lo que desde occidente llamaríamos su ética, que incluso los siglos de conquista no han podido quebrar.