miércoles, 30 de junio de 2010

CUENTO ADIVINADOR


LA BOINA MARAVILLOSA

Érase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo: ¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca?

Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una boina de hilo de oro de la que salió una débil voz: Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto... Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.

El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco mas y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió: Dime boina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos? En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando mas hilo para saber como serian sus hijos de mayores.

De pronto se miro al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de escasos cabellos nevados. Se asusto de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la boina. ¡Los instantes de su vida estaban contados! Desesperadamente, intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil vocecilla que ya conocía, habló así: Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al pretender pasar por la vida sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues tu castigo.

El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin hacer nada de provecho.

Y Colorín Colorado

La pereza es la falta de interés hacia algo. Pero, no debe confundirse con cansancio.


lunes, 28 de junio de 2010

CUENTO PERFUMADO


EL JAZMIN DE LA PRINCESA

La princesa tenía un jazmín que vivía con su mismo aliento. Se lo había regalado la luna. La princesa tenía ocho o nueve años pero nunca la habían dejado salir sola de palacio. Y tampoco la llevaban donde ella quería.

Un día dijo a su flor: – Jazmín, yo quiero ir a jugar con la hija del carbonero sin que lo sepa nadie. – Ve, niña, si así lo quieres. Yo te guardaré la voz mientras vuelves. La niña salió dando saltos. El carbonero vivía al principio del bosque. Pronto la Reina echó de menos a su hija y la llamó: Margarita, ¿dónde estás? – Aquí, mamá –dijo el Jazmín imitando la voz de la princesa. Pasó un rato y la Reina volvió a llamar: – Margarita, ¿dónde estás? – Aquí, mamá –contestó el Jazmín.

El principito, hermano de Margarita, llegó del jardín. Era mayor que su hermana y ya cuidaba de ella. – Mamá ¿no está Margarita? – Sí, hijo. ¿Dónde? La Reina llamó a su hija y el jazmín contestó como siempre. El príncipe se dirigió al lugar de donde venía la voz pero no vio a nadie. La Reina repitió la llamada y el jazmín contestó. Pero pudieron comprobar que la niña no estaba, ni allí ni en ninguna parte.

Avisaron al Rey. Vinieron los cortesanos. Llegaron los guardias y los criados. Todo el palacio se puso en movimiento. Había que encontrar a la niña. La gente corría de un lado para otro en medio de la mayor confusión. La Reina lloraba. El Rey se mesaba los cabellos. La Reina volvió a llamar esperanzada. – Margarita, ¿dónde estás, hija? Aquí, mamá.

Se dieron cuenta de que la voz salía de la flor. El Rey dijo que echaran el jazmín al fuego porque debía estar embrujado; pero la princesa llegó a tiempo para recogerlo. Su hermano le dijo autoritario: – ¡Entrega esa flor!– ¡No la doy! Es mi jazmincito. Me lo regaló la luna. –Y lo apretó contra el pecho. – Una flor que habla tiene que estar hechizada –dijo un palaciego. – No la doy. El Rey ordenó: Quitadle la flor a viva fuerza.

Y la niña, rápidamente, se la tragó. El jazmín, no se sabe cómo, se le aposentó en el corazón. Allí lo sentía la niña. Todos lloraban porque decían que la princesa se había tragado un misterio. Y que vendrían muchos males a ella y al Reino. Pero no. Sólo que, a la Princesa Margarita, se le quedó para toda la vida la voz perfumada.

Y Colorín Colorado

La Sonrisa El Idioma Universal. La sonrisa inspira más profundos sentimientos de amor, alegría y felicidad



domingo, 27 de junio de 2010

CUENTO ARCOIRIS



LOS COLORES Y LAS HADAS. AUTOR DESCONOCIDO.

Hace mucho tiempo, el mundo no era como lo conocemos ahora, no tenía color. Todo se veía gris. Un día, el Hada Blanca hizo venir desde muy lejos al Arco Iris, y le dijo: Señor Arco Iris, fíjese qué país tan triste, aquí no hay color, solo hay tristeza y melancolía. ¿Le importaría que le hiciese un hechizo mágico para dar color a todo? El Arco Iris respondió: Yo, que tengo tantos colores, no me gusta verlo todo tan grisáceo, ¡por supuesto que dejaré que me hechices!

El Hada Blanca recitó un conjuro y por arte de magia comenzaron a caer gotas de color. Gotas de color rojo, amarillo, verde, azul, violeta y naranja. Todos los colores querían ayudar. Verde miró a su alrededor y dijo: - ¡Yo pintaré los campos y los árboles, la hierba tendrá mi color y como me gustan las verduras, muchas de ellas serán verdes como yo! Y dicho y hecho, impregnó todas las cosas que había dicho con su color. Amarillo era revoltoso y le gustaba jugar, por lo que decidió quedarse para siempre en el Sol, en los limones, en los plátanos ¡que tanto le gustaban! Rojo el más atrevido de todos los colores, por lo que pensó que lo mejor le venía era el fuego, los tomates y las manzanas que se comía a menudo. Naranja no quería trabajar mucho por lo que pensó que lo mejor era dar color a las naranjas con las que preparar un zumo a diario. Azul suspiró, era el más romántico de todos. - ¡Yo estaré en el mar y en el cielo!, así siempre me admirarán, y enamoraré con mis distintos tonos de azules. Violeta protestó, pues casi no le quedaban cosas que colorear. Dijo: - Yo, yo... puedo estar en algunas flores... no sé ya qué encontraré para pintar con mi color.

Les llevó mucho tiempo pintar el mundo, pero cuando terminaron hicieron una fiesta para celebrarlo. Todos estaban muy cansados, pero contentos ya que todo había quedado precioso, ¡tan lleno de color!

Además, se dieron cuenta de que uniendo los colores se creaban otros nuevos. Verde y Azul se estaban peleando por colorear un tronco de un árbol, cuando se dieron cuenta que mezclándose formaban otro color. Ellos llamaron a este nuevo color Marrón. Los colores estaban doblemente felices.

La fiesta estaba repleta: los colores, el Arco Iris, el Sol, el Hada Blanca, pero..., ¡Un momento! A alguien se le había olvidado invitar a la fiesta a la Bruja Negra que vivía por allí cerca. De pronto, apareció en un trueno negro. Todos se asombraron y asustaron de su llegada. - ¡Hola!, le dijeron. Pero, ¿qué es esto?, ¡una fiesta sin mi permiso!, y además: ¡Qué ven mis ojos!, todo este color me horroriza. ¡Terminaré con esto cuanto antes! Alzó su varita mágica y dijo: - ¡Abra-Cadabra, que el color desaparezca con mi magia! Y dicho y hecho, todo volvió a ser gris.

La Bruja Negra se fue de allí riéndose. Todos se quedaron muy apenados y sin colores. Pero el Sol y el Arco Iris se habían escondido (el Sol detrás de una Montaña y el Arco Iris detrás de una nube) en el momento en que la bruja había pronunciado su conjuro, por lo que había encantado a todos menos a ellos dos, que seguían teniendo sus colores.

¿Qué podemos hacer?, ¡Mira cómo ha dejado la Bruja Negra todo nuestro mundo! El Hada Blanca les dijo: - Solo hay una solución: ¡Sol!, ponte al lado del Arco Iris y da mucho, pero mucho calor!, tanto que le hagas sudar color. Así lo hizo. El Sol calentó con todas sus fuerzas al Arco Iris, rompiendo este a sudar y a sudar, llenando todo nuevamente de color.

¡Bien, bien, viva, viva! Todo volvía a ser bonito, el prado era verde, el mar azul... ¡Era fantástico! Pero ¿y si aparece otra vez la Bruja Negra?, dijo Rojo. Ya no podrá hacer nada, respondió el Hada Blanca, porque tan solo puede utilizar su magia una vez y ya la ha usado. Nunca más podrá quitar el color. Y así vivieron todos felices y conocemos el mundo lleno de colores gracias a ellos.

Y Colorín Colorado

La naturaleza posee sus propios "laboratorios" para fabricar colores.




sábado, 26 de junio de 2010

CUENTO CÓMPLICE



ADALINA, EL HADA SIN ALAS. Pedro Pablo Sacristan

Adalina no era un hada normal. Nadie sabía por qué, pero no tenía alas. Y eso que era la princesa, hija de la Gran Reina de las Hadas. Como era tan pequeña como una flor, todo eran problemas y dificultades. No sólo no podía volar, sino que apenas tenía poderes mágicos, pues la magia de las hadas se esconde en sus delicadas alas de cristal. Así que desde muy pequeña dependió de la ayuda de los demás para muchísimas cosas. Adalina creció dando las gracias, sonriendo y haciendo amigos, de forma que todos los animalillos del bosque estaban encantados de ayudarla.
Pero cuando cumplió la edad en que debía convertirse en reina, muchas hadas dudaron que pudiera ser una buena reina con tal discapacidad. Tanto protestaron y discutieron, que Adalina tuvo que aceptar someterse a una prueba en la que tendría que demostrar a todos las maravillas que podía hacer.

La pequeña hada se entristeció muchísimo. ¿Qué podría hacer, si apenas era mágica y ni siquiera podía llegar muy lejos con sus cortas piernitas? Pero mientras Adalina trataba de imaginar algo que pudiera sorprender al resto de las hadas, sentada sobre una piedra junto al río, la noticia se extendió entre sus amigos los animales del bosque. Y al poco, cientos de animalillos estaban junto a ella, dispuestos a ayudarla en lo que necesitara. - Muchas gracias, amiguitos. Me siento mucho mejor con todos vosotros a mi lado- dijo con la más dulce de sus sonrisas- pero no sé si podréis ayudarme.

- ¡Claro que sí! - respondió la ardilla- Dinos, ¿qué harías para sorprender a esas hadas tontorronas? Ufff.... si pudiera, me encantaría atrapar el primer rayo de sol, antes de que tocara la tierra, y guardarlo en una gota de rocío, para que cuando hiciera falta, sirviera de linterna a todos los habitantes del bosque. O... también me encantaría pintar en el cielo un arco iris durante la noche, bajo la pálida luz de la luna, para que los seres nocturnos pudieran contemplar su belleza... Pero como no tengo magia ni alas donde guardarla... - ¡Pues la tendrás guardada en otro sitio! ¡Mira! -gritó ilusionada una vieja tortuga que volaba por los aires dejando un rastro de color verde a su paso.

Era verdad. Al hablar Adalina de sus deseos más profundos, una ola de magia había invadido a sus amiguitos, que salieron volando por los aires para crear el mágico arco iris, y para atrapar no uno, sino cientos de rayos de sol en finas gotas de agua que llenaron el cielo de diminutas y brillantes lamparitas. Durante todo el día y la noche pudieron verse en el cielo ardillas, ratones, ranas, pájaros y pececillos, llenándolo todo de luz y color, en un espectáculo jamás visto que hizo las delicias de todos los habitantes del bosque.

Adalina fue aclamada como Reina de las Hadas, a pesar de que ni siquiera ella sabía aún de dónde había surgido una magia tan poderosa. Y no fue hasta algún tiempo después que la joven reina comprendió que ella misma era la primera de las Grandes Hadas, aquellas cuya magia no estaba guardada en sí mismas, sino entre todos sus verdaderos amigos.

Y Colorín Colorado…

Las Hadas del Aire tienen reina

viernes, 25 de junio de 2010

CUENTO FLORECIDO


ROMPENIEVES. Hans Cristian Andersen

Era invierno, el aire frío, el viento cortante, pero en el hogar se estaba caliente y a gusto, y la flor yacía en su casita, encerrada en su bulbo, bajo la tierra y la nieve. Un día llovió, las gotas atravesaron la capa de nieve y penetraron en la tierra, tocaron el bulbo y le hablaron del luminoso mundo de allá arriba; poco después, un rayo de sol taladró a su vez la nieve y fue a llamar a la corteza del bulbo.

-¡Adelante! -dijo la flor. -No puedo -respondió el rayo de sol-. No tengo bastante fuerza para abrir. Hasta el verano no seré fuerte. -¿Cuándo llegará el verano? -preguntó la flor, y fue repitiendo la misma pregunta cada vez que llegaba un nuevo rayo de sol. Pero faltaba aún mucho para el verano. El suelo estaba cubierto de un manto de nieve, y todas las noches se helaba el agua. -¡Cuánto tarda, cuánto tarda! -se lamentaba la flor-. Siento un cosquilleo, no puedo estar quieta, necesito estirarme, abrir, salir afuera, ir a dar los buenos días al verano. ¡Qué tiempo más feliz será!

Y la flor venga agitarse y estirarse contra la delgada envoltura, que el agua reblandecía desde fuera y la nieve y la tierra calentaba, aquella tierra en la que el sol ya había penetrado. Iba encaramándose bajo la nieve, con una yema verde y blanquecina en el extremo del verde tallo, con hojas estrechas y jugosas que parecían querer protegerla. La nieve era fría, pero estaba bañada de luz; por eso era fácil atravesarla, y la flor sintió que el rayo de sol tenía más fuerza que antes. -¡Bienvenida, bienvenida! -cantaban y decían todos los rayos, mientras la flor se elevaba por encima de la nieve, asomando al mundo luminoso. Los rayos la acariciaban y besaban, impulsándola a abrirse del todo, blanca como la nieve y adornada con fajas verdes. Inclinó la cabeza, gozosa y humilde.

-¡Magnífica flor! -cantaban los rayos del sol-. ¡Qué pura y delicada! Eres la primera, la única. ¡Eres nuestro amor! Tú anuncias el verano, el verano espléndido, que llega a los campos y a las ciudades. Toda la nieve se fundirá, y los vientos fríos serán expulsados. Nosotros seremos los reyes. ¡Todo reverdecerá! Y tú tendrás compañeras: lilas, codesos y rosas. Pero tú eres la primera, pura y delicada. Reinaba una gran alegría. Era como si el aire cantase y vibrase, como si los rayos de luz penetrasen en sus hojas y en su tallo. Ella se levantaba fina y ligera, frágil y, no obstante, vigorosa en su joven belleza; vestida de blanco con franjas verdes, cantaba los loores del verano. Y, sin embargo, faltaba aún mucho tiempo; espesas nubes ocultaban el sol, y soplaban vientos acerados.

-¡Viniste demasiado pronto! -decían el viento y el tiempo-. Todavía dominamos nosotros. Sentirás nuestro poder y te someterás a él. Debieras haberte quedado en casita, sin apresurarte a lucir tus galas. ¡No es hora todavía! El frío era cortante. Los días que siguieron no aportaron ni un rayo de sol. Menuda como era la florcilla, corría peligro de helarse; pero tenía fuerzas, más de las que ella misma pensaba. Era fuerte en su alegría y su fe en el verano, que un día u otro tenía que llegar; se lo anunciaba una honda inquietud, y se lo había pronosticado aquel sol primero. Por eso seguía confiada, vestida de blanco en medio de la blanca nieve, doblando la cabeza cuando caían los copos, espesos y pesados, y soplaban sobre ella los gélidos vientos. -¡Te quebrarás! -decían éstos-, ¡te perderás, morirás! ¿Qué viniste a buscar aquí fuera? ¿Por qué cediste a la tentación? El sol se ha burlado de ti. ¡Mal vas a pasarlo, loca de verano!. -¡Loca de verano! -repitió ella bajo el frío de la mañana. -¡Loca de verano! -exclamaron jubilosos unos chiquillos que acudieron al jardín-. ¡Miradla qué bonita, qué hermosa; la primera, la única!

Aquellas palabras hicieron un gran bien a la flor; fueron como cálidos rayos de sol. En su alegría, ni siquiera se dio cuenta de que la cortaban. Quedó en una mano infantil, la besaron unos labios de niña. Llevada a una habitación caliente, la contemplaron unos ojos dulces y fue puesta en agua, un agua reconfortante y vivificadora. La flor creyó que la habían transportado al pleno verano. La hija de la casa, una niña encantadora, tenía un amiguito muy simpático, y que iba ya al colegio. «¡Será mi loca de verano!», dijo la pequeña, y, cogiendo la florcilla, la envolvió en un papel perfumado que tenía escritos unos versos sobre la flor. Empezaban con loca de verano y terminaban con loca de verano; y luego decía: «¡Amigo mío, sé un loco de invierno!». Todo estaba puesto en verso; doblaron el papel en forma de carta, con la flor dentro. La envolvía la oscuridad, una oscuridad semejante a la del interior del bulbo. La flor se fue de viaje, en un saco postal, comprimida y apretada. No era agradable, pero todo tiene su fin.

Efectuado el viaje, la carta fue abierta y leída por el amigo, cuya alegría fue tal, que besó la flor y la depositó luego, junto con el papel, en un cajón que contenía otras varias cartas muy hermosas, aunque sin flores. Ella era la primera, la única, como la habían llamado los rayos del sol; y era un placer recordarlo. Tuvo mucho tiempo para entregarse a aquel recuerdo, mientras pasaba el verano y después el largo invierno. Al llegar el nuevo verano fue sacada a la luz. Pero el humor del muchacho había cambiado: cogió las cartas con rudeza y tiró los versos, con lo que la flor se vino al suelo. Cierto que estaba aplastada y marchita, pero esto no era motivo para que la trataran así. Pero mejor era aquello que ir a parar al fuego, como les sucedió a los versos y a las cartas. ¿Qué había ocurrido? Lo de siempre. La flor se había burlado de él, era una broma; y la muchacha se había burlado de él, pero eso no era una broma. Al llegar el verano había elegido a otro amigo.

Por la mañana el sol brilló sobre la campanilla comprimida, que parecía pintada en el suelo. La criada la recogió al barrer y la puso en uno de los libros de encima de la mesa, creyendo que se habría caído al cambiarlos de sitio. Y otra vez se encontró la flor entre versos impresos, más distinguidos todavía que los manuscritos; por lo menos se pagan más. Pasaron años, y el libro siguió en su anaquel. Un día lo sacaron, abrieron y leyeron. Era un buen libro: poemas y canciones del poeta danés Ambrosio Stub, muy digno de ser conocido. Y el hombre que lo leía, al volver una página dijo: -¡Toma, aquí hay una flor! Una loca de verano. Sin duda la pusieron aquí adrede. ¡Pobre Ambrosio Stub! También él fue un loco de verano, un poeta antes de tiempo. Se anticipó a su época, y hubo de aguantar nevadas y frías ventoleras, yendo de cortijo en cortijo por tierras de Fionia, como flor en florero, flor en carta rimada. Loco de verano, loco de invierno, broma y bufonada, y, no obstante, el primero, el único, el poeta danés que más frescor juvenil respira. Sigue como señal en el libro, pequeña campanilla blanca; con intención te pusieron en él.
Y la campanilla fue dejada en el libro, y se sintió honrada y contenta, sabiendo que era una señal en el hermoso volumen de poesías, y que aquel que por primera vez la había cantado y escrito sobre ella, había sido también un loco de verano, e incluso en invierno había pasado por loco. La flor lo comprendía a su manera, como todos comprendemos las cosas a la nuestra. Y éste es el cuento del rompenieves, de la campanilla blanca, de la loca de verano.

Y Colorín Colorado

Flores de Sol

jueves, 24 de junio de 2010

CUENTO SOÑADOR



LA ATRAPA SUEÑOS Y EL HACEDOR DE ESTRELLAS. Escritora Mexicana.

Más allá del último horizonte, donde la luz se convierte en una interminable cascada que lo baña todo, existe un lugar llamado Mizar, que es el hogar de un hermoso ángel llamado Ilumine, y ella pasa sus días y sus noches cuidando y manteniendo a salvo los sueños de todos los seres vivientes. Todo en Mizar está hecho de sueños, todo lo que has imaginado, cada color, o escenario, cada sonido y palabra se encuentra en este lugar. Todas las musas que los hombres conocen habitan ahí, y juegan con los sueños de los niños, y también sueñan con los sueños que los hombres convertirán en realidad.

En Mizar todos conocen y aman a Illumine, ángel de los sueños, pero la llaman “la atrapa sueños” porque cuando alguien tiene un mal sueño, uno de ésos lleno de miedo o tristeza, Illumine los atrapa en el aire y los lleva a un antiquísimo mar llamado Akilá, en cuyas aguas púrpulas, cristalinas y puras aquellos sueños se limpian y se convierten en la arena plateada que cubre la costa; pero ésta no es la única tarea que lleva a cabo la atrapa sueños; ella también vuela cada noche a través de los mundos para inspirar sueños placenteros y calmar nuestros corazones y mentes, así que cada noche en nuestros sueños todos viajamos a Mizar y hacemos que ese lugar sea más grande, alto y brillante …

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos, existe un lugar en el que nunca has estado, pero es el lugar en que tu corazón fue creado”.

Sobre la montaña más alta de Mizar se levanta un magnífico castillo, en cuya torre habita otro poderoso ángel llamado Vermalion, éste ángel también es un mago, un alquimista y todo un artista; todo lo que Vermalion toca se convierte en una gran obra de arte. Entre interminables filas de libros y cientos de frascos que contienen todo tipo de coloridas pociones, esencias, rocas y cosas que sólo podrías ver en tus más excéntricas fantasías, encontrarás al gran Vermalion trabajando en un nuevo proyecto; pero lo que más ama hacer éste ángel es hacer estrellas … es un trabajo muy laborioso, pero cuando está terminado, los resultados son sorprendentes … Aries, las Hiadas, Aldebarán, Tauro … ¿alguno de estos nombres te suena familiar? Todas éstas constelaciones y más, muchas más fueron hechas por el gran Vermalion, mejor conocido como “el hacedor de estrellas” él es quien ha iluminado el cielo nocturno … bueno, no sólo el nuestro, sino todos los cielos en donde quiera que haya uno.

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos hay un ángel que jamás permitiría que te perdieras”.

La vida transcurría pacífica y feliz en Mizar, con todo mundo haciendo su mejor esfuerzo para inspirar a la mente humana con cosas hermosas y todo aquello que es bueno, creativo y puro; pero un día un trueno ensordecedor sacudió el suelo de Mizar, nunca antes algo como eso había sucedido, y las musas, las hadas, los gnomos, elfos, ángeles y todas las criaturas que creemos imaginarias se reunieron en e castillo de Vermalion para descubrir que era lo que habían escuchado. Y justo frente a sus ojos, parado en una esquina del lugar hallaron a un pequeño mirándolos con gran curiosidad. ¡Bienvenido a Mizar! –exclamaron todos ¿Dónde estoy? Este es el lugar donde nacen los sueños –dijo la atrapa sueños, ¿Estoy durmiendo? Así es … y al mismo tiempo no… No comprendo, estás soñando mi pequeño –dijo el hacedor de estrellas, pero no todos pueden soñar el camino hasta aquí … tienes un espíritu muy fuerte … y una mente ávida ¿Eres un ángel?, Si, lo soy, mi nombre es Vermalion … y el tuyo es Orión ¿no es así? ¡¿Como lo sabes!? Puedo verlo escrito en tus ojos, y has venido hasta aquí buscando respuestas… ¿estoy en lo correcto pequeño Orión? … sí …

Vermalion, Illumine y Orión comenzaron a caminar a lo largo de la costa, contemplando las doce bellísimas lunas llenas en el cielo de Mizar, mientras sentían las cálidas olas púrpuras bañando sus pies. ¿Qué te ha traído hasta aquí mi pequeño? –preguntó Illumine, soy demasiado curioso … al menos eso dice mi mamá … verán, hace un año traté de contar todas las estrellas … porque creí que sería sencillo, pero luego noté que cada día hay más y más estrellas; así que leí muchos libros y supe que hay cientos de millones de ellas … ¡y eso es sólo en nuestra galaxia! ¡Y sólo Dios sabe cuántas galaxias hay por ahí! Pero luego me di cuenta que no sabía de dónde vienen las estrellas… así que busqué y busqué, y leí e investigué, y pregunté … y todos dijeron que las estrellas son rocas hechas de minerales y hielo y otras cosas … pero … eso no tiene mucho sentido para mí … ¿de verdad las estrellas sólo son un montón de rocas encendidas flotando en el espacio exterior?

Puedo ver que eres muy curioso pequeño Orión… y es una actitud que te llevará a lugares que nunca imaginaste, tu creatividad e imaginación te han traído hasta aquí, y te prometo que obtendrás la respuesta que buscas, pero primero, déjame mostrarte un secreto. Entonces los dos ángeles comenzaron a mostrarle al niño el mundo de Mizar, y le revelaron las grandes refulgentes montañas rojas de Igne que estaban hechas con los pensamientos de amor de todos aquellos que han partido de nuestro mundo, porque el amor nunca muere, jamás se desvanece, es infinito; el amor continúa creciendo… justo como aquellas montañas que se hacen más altas cada vez que alguien piensa en aquellos a quienes ama. Entonces los nuevos amigos caminaron hasta el valle de Telesmi, donde habitan todas las criaturas que la mente humana ha imaginado; todas las hadas, unicornios, sirenas y los amigos imaginarios que hemos tenido viven toda clase de aventuras, porque es nuestro valor y nuestra fuerza lo que les ha dado la chispa de la vida.
“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos existe la prueba de que el amor y la vida continúan haciéndose fuertes”.

Después de observar bien la belleza de Mizar, Orión notó algo peculiar, parecía que mientras más caminaban más paisajes y caminos aparecían. ¡Éste lugar es infinito! ¡Como las estrellas! Infinito… así es –dijo la atrapa sueños y toda esta belleza ha sido obra tuya muy pequeño. ¿Cómo puede ser posible? Querías saber de dónde vienen las estrellas –dijo Vermalion– ¡Y ésta es la respuesta! Cada vez que los humanos sueñan o piensan en algo hermoso, Illumine, la atrapa sueños, lleva ésos sueños brillantes, coloridos, placenteros y alegres conmigo y yo les doy forma y les doy un lugar en el espacio exterior para que cada humano pueda ver lo que quieren hacer, y cuando un sueño se hace realidad se convierte en una estrella fugaz… y cuando alguien la ve y pide un deseo, otra estrella nace. ¡Vaya! ¡Significa que las estrellas están hechas de sueños! Eso es correcto mi pequeño, y arden porque están hechas con toda la pasión de la vida, y todo el amor de aquellos que soñaron algo bueno; y nuestro amado hogar, Mizar, crece gracias a aquellos espíritus como el tuyo, llenos de vida, creatividad y fe, así que por ello las estrellas son infinitas. ¿Pero es cierto lo que mucha gente dice de los sueños? ¿Qué dicen mi pequeño? Que los sueños son tontos e inútiles, tu corazón ya sabe la respuesta…

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos, existe alguien iluminando el cielo para que puedas sonreír”.

De repente el pequeño Orión despertó, y supo que su viaje no había sido sólo un sueño, ahora tenía la certeza de saber que no hay tal cosa como un sueño tonto o imposible, y que no había razón alguna para sentirse solo o perdido, porque sólo tenemos que mirar al cielo para ver nuestras estrellas brillando, sonriéndonos, mostrándonos el camino correcto para hacer nuestros sueños realidad. Orión sabía que en algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos hay un lugar en el que habitan la atrapa sueños y el hacedor de estrellas, cuidando a todas aquellas almas que no tienen miedo de llamarse soñadores.

Y Colorín Colorado….

Existen algunas actividades que pueden hacer los papás cuando sus hijos han tenido una pesadilla. Generalmente,

miércoles, 23 de junio de 2010

CUENTO TALENTOSO


UN TESORO DIFÍCIL DE ENCONTRAR. Escritora Argentina.

“Sombría” era el nombre de una isla perdida en medio del océano y en la que sólo vivían piratas, buscadores de tesoros y sus familias. Jack era el más joven de tres hermanos. Su padre y su abuelo eran conocidos por ser los mayores cazadores de tesoros de toda la isla y de toda la historia.

Su hermano mayor jamás disfrutó de salir a buscar joyas o metales preciosos. Sin embargo, amaba dar hermosas formas a troncos y cocos. Se había convertido así en el artesano más buscado de todo el territorio. El hermano del medio, Jim, había heredado de su padre y su abuelo el talento para encontrar los más escondidos y valiosos tesoros por inalcanzables que parecieren. En cambio, Jack vagaba por la isla y por la vida sin haber descubierto aún su talento especial. No disfrutaba de navegar por alta mar, ni de tallar madera, ni perseguir tesoro alguno. No era bueno con la palabra y torpe en sus movimientos. Daba la impresión que de todas las habilidades que podía tener una persona, Jack no contaba con ninguna. Muchos pensaban así, incluso el mismo Jack.

Era una mala costumbre de la isla hacer alarde de los dones o talentos que se tenían. Los hombres parecían que eran más hombres si se jactaban de aquello que hacían mejor que otros. Sabido es que todos nacemos con algún don o más de uno tal vez, lo que ocurre es que a veces, no lo sabemos buscar y por ende, no lo encontramos. Este era el caso de Jack. El muchacho estaba convencido que no servía para nada, que era una persona común, tan común como un caracol, un alga, un grano de arena. El abuelo de Jack tenía una especial predilección por él y era muy consciente de la tristeza y preocupación del muchacho. Había esperado pacientemente a que Jack descubriera su talento, pero su tiempo se estaba acabando y su nieto parecía no poder encontrarlo.

Una tarde, el anciano llamó al muchacho y con todo el amor que sentía por él, lo tomó de las manos y mostrándole un punto fijo en el mar le dijo: Mira Jack, dicen que allá lejos en el océano, donde el sol se pierde y ningún ave llega, hay una isla a la cual ningún pirata pudo llegar jamás. Dicen también que en esa isla, hay escondido un gran tesoro, el más grande que jamás se haya visto. Oí que se trata de un cofre dorado y más brillante que el sol mismo. Tiene incrustaciones de los más rojos rubíes, está completamente labrado y lleva grabadas dos letras “t”. El joven no entendía para qué su abuelo le contaba acerca de esa isla inalcanzable y ese tesoro aún más difícil de obtener. ¿Si nadie fue capaz de llegar, cómo es que sabes tan en detalle cómo es el cofre que contiene el tesoro? – Preguntó Jack. Lo se y eso es lo que importa. Ese tesoro es tuyo Jack, ve por él. Sabes que no soy bueno buscando tesoros, no soy valiente, ni aguerrido, no me importa el dinero, ni las joyas. No es eso lo que necesito encontrar abuelo – Contestó Jack con la cabeza gacha y la mirada perdida. Se perfectamente qué es lo que necesitas, hazme caso, tal vez éste sea el último pedido que pueda hacerte. Inténtalo, nada pierdes.

Las palabras del anciano conmovieron al joven. Seguía sin entender por qué su abuelo le pedía algo que sabía que no estaba en sus manos hacer. Sin embargo, era tanto el amor que sentía por su abuelo, que emprendió el viaje. No quiso decir a nadie dónde iba. No confiaba en el éxito de su viaje y de ese modo, nadie podría criticarle nada. Subió a una pequeña embarcación, simple y austera. No llevaba muchas provisiones, tal vez pensando en que pronto regresaría y con las manos vacías. No divisaba la isla, pero recordaba dónde le había señalado su abuelo. Al cabo de tres horas de remar intensamente, divisó con terror la presencia de tiburones. Primero fue uno, luego dos, luego dejó de contar. Los hambrientos animales, sedientos de sangre rodearon el bote por completo.

Jack no sabía que hacer, sabía que el miedo podía ser percibido y que debía enfrentar en forma valiente semejante peligro. Como si alguien le susurrara al oído qué era lo que debía hacer y sin saber el por qué, comenzó a cantar. Sonó extraña su voz, hasta para él mismo. Era dulce, afinada, melodiosa, tersa. Siguió cantando sin siquiera saber para qué y por qué lo estaba haciendo. No parecía que quien cantaba era un joven, más bien parecía un ángel entonando la más dulce de las melodías. Como hipnotizados por el candor de la música, los tiburones –en primera instancia- se quedaron quietos, y luego, uno a uno, se fueron retirando. Jack quedó turbado, no entendía ni por qué se había puesto a cantar y aún menos que su voz y su entonación fuesen tan dulces y hermosas. Por un momento pensó que había sido su canción la que había aplacado la voracidad de los tiburones, luego se dijo que era una idea tonta y prosiguió su viaje.

Jack no tenía verdadero interés en el esquivo tesoro que estaba yendo a buscar, pero sentía un verdadero amor por su abuelo e intuyó que por algo le había pedido que lo encuentre. Se recostó sobre un costado del bote y se quedó dormido. Lo sobresaltó un aleteo fuerte, furioso casi. Cuando abrió los ojos, vio dos albatros con la mirada fija en su persona. Una vez más, Jack sintió que era el plato principal de una comida. Volvió a cantar y su voz sonó aún mejor que la primera vez. Las aves quedaron inmóviles por un momento que para Jack pareció infinito. Levantaron sus alas y como habían llegado, se fueron. Inesperadamente y ante sus sorprendidos ojos, apareció la isla, aquella que cobijaba el tesoro tan difícil. Sabía que no podía ser otra, era tal y como la había descrito su abuelo.
Se fue acercando con su bote y al poner el primer pie en la arena sintió un fuerte pinchazo, y otro, y otro. Cientos de enormes cangrejos comenzaron a subir por sus pies y piernas y sus filosas tenazas apretaban hasta hacer sangrar al muchacho. No podía moverse, no podía escapar. Una vez más cantó, esta vez, imaginando el desenlace. Tal y como lo había pensado, los cangrejos fueron bajando y alejándose. Las heridas dejaron de sangrar y por primera vez pudo apreciar el paisaje. Ahora era cuestión de buscar el tesoro. No tuvo que buscar demasiado, el cofre estaba a pocos pasos de él, como esperándolo. Era exactamente igual a la descripción que tenía, era dorado, brillante como el sol mismo. Tenía incrustaciones de rubíes, estaba completamente labrado y tenía grabadas dos letras “t”. Jack no entendía ¿por qué nadie lo había encontrado si estaba tan allí, al alcance de la mano? ¿Sería que no resultaba sencillo llegar a la isla o que ese tesoro estaba destinado para él y no para otra persona? Cuales fueren las razones, allí estaba frente a sus asombrados ojos y sus temblorosas manos. Se acercó con paso sigiloso, como si el tesoro fuese una especie de enemigo al que habría que sorprender. No estaba cerrado, levantó la tapa con entusiasmo. Sabía que era la primera persona en dar con el tesoro y su contenido.

Para su sorpresa y desilusión, el cofre no contenía joyas, ni oro, ni brillantes, excepto un papel arrugado y roto que decía “ya has encontrado tu tesoro”. ¿Podría su abuelo haberle jugado una broma de tan mal gusto? ¿Había estado en peligro en medio del océano por un simple papel arrugado y roto? Desconcertado y triste, tomó el cofre y emprendió el regreso. Nadie lo esperaba, excepto su abuelo, una sonrisa extraña de dibujaba en su rostro. Lo lograste hijo, sabía que lo harías – dijo feliz el anciano. No he logrado nada abuelo, mira este cofre, es el mismo que describiste, pero no contiene nada ¿Qué lo hace tan valioso? ¿Qué crees que te pedí que fueras a buscar? – preguntó el abuelo. Ese tesoro al que nadie jamás había accedido ¡por supuesto! contestó enojado el muchacho. ¿No me dijiste que no era un tesoro aquello que tanto necesitabas? Eso te dije y así es, por eso no comprendo porque me arriesgué tanto en buscar algo que no necesito, ni quiero y que además, no tiene valor alguno. Lo que no entiendes es que no te mandé a buscar un tesoro, o sí mejor dicho. Te mandé a que encontraras tu talento especial, ése que creías no tenías. Si llegaste sano y salvo a la isla fue precisamente porque tu canto prodigioso te protegió. De eso se trataba, de encontrar lo que todos llevamos dentro, cada cual el suyo. En medio de la nada, la soledad y el miedo, descubriste que podías cantar como nadie, y ese canto melodioso siempre estuvo dentro de ti, sólo era cuestión de dejarlo salir.

El anciano tomó el cofre en sus manos y continuó: Mira las dos letras que tiene grabadas ¿sabes lo que significan? Tu Talento. Eso te mandé a encontrar y eso encontraste y con él convivirás por el resto de tu vida.
El joven comprendió entonces lo que su abuelo había hecho por él. No le había pedido recuperar tesoros que se miden en dinero, lo había ayudado a encontrar uno de los mayores tesoros que los seres tenemos, nuestros talentos especiales. Él, que creyó que no poseía ningún don especial, comprendió que siempre, de un modo o de otro, todos tenemos un talento que merece ser descubierto, como lo que realmente es: un maravilloso tesoro, a veces, difícil de encontrar.

Y Colorín Colorado

Por otro lado, no hay que confundir precocidad con talento.



martes, 22 de junio de 2010

CUENTO ESPERANZADOR


LA ESTRELLA AZUL. Escritor español.

- Dame una señal, algo que mi torpe mente entienda como verdadero, te lo pido, dame un señal, no me mantengas en esa duda…

Silencio

- Necesito esa señal, si no me la das seguiré atada al nudo de la distancia, convencida, ahogada en sombras, en las sombras del no saber cómo ni porqué suceden las cosas, de los actos sin motivos, como si fueran parte de un teatro, de una mascarada en la que yo no tengo cabida, no encaja mi pequeño cuerpo, ni mi pensamiento, mucho menos mi alma…

Silencio sobre silencio

- Si no puedes darme esa señal, algo tan escaso como un atisbo o un rayito de luz, mis ojos no te verán nunca más, mis párpados se mantendrán cosidos a la inconsciencia y cada gota derramada no será fruto de un llanto comedido sino el alimento de una frustración desbocada gota a gota.

Silencio amontonado…

- De acuerdo, lo comprendo, no puedes, en realidad ni tú mismo sabes cómo conectar conmigo, te comprendo, no, no me digas nada, no me hace falta que hables, sin esa señal, continuaré señalada, señalada y callada, por fuera… por dentro…Un ruido… ensordecedor… un trueno.
¿Cómo dices? ¿qué, qué? habla más alto… no te oigo… No hombre eso no, no te pongas a llorar ahora, no es para tanto. Venga, así está mejor, más calmado te encuentro más humano, como más cercano, hablemos ahora, dime, ¿porqué no quieres hablarme?

Calma silenciosa, silencio mojado, silencio de ruido.

- Ah, ya comprendo ahora, no puedes, tienes que irte, siempre con prisas por irte y dejarme, así, sin nada más que un beso lanzado al aire para que yo lo atrape entre mis sentidos, pero ya soy muy mayor, ¿no tienes algo más real para mi?… ¿Cómo?, siempre hablas tan raro que no entiendo lo que escucho, no chispees ¿qué tratas de decirme? De repente acercándose un enfermero de bata blanca hasta la dama: Vamos, buena mujer, ya ha estado usted descansando un buen rato, está lloviendo y está usted tan empapada, va a terminar cogiendo un resfriado, hay que volver ya a la habitación, se ha hecho muy tarde. Y dígame… ¿con quien hablaba? Con las nubes, todos los días les digo que tengo ganas de volver a ver a esa estrella Azul que una vez vi, pero nunca me hacen caso, siempre llueve… Ya, ya – dijo el enfermero,- estamos en temporada de lluvias, es normal por aquí. Y con extrema delicadeza, el enfermero añadió: hoy no ha visto su estrella Azul pero quizá algún día venga y la vea… seguro que mañana la ve, no tenga prisa, ya verá como mañana… Mañana siempre mañana, es una excusa tonta, no sé si tendré horas para un mañana, cada vez estoy peor, me duele todo… las nubes siempre me la tapan, me he enfadado con ellas, les he dicho que quiero ver esa estrella Azul de nuevo pero siempre me dan largas… Ya, ya, buena señora, pero ya verá como mañana… No me engañe, vosotros los jóvenes pensáis que podéis engañar a una vieja solo porque es vieja, yo tan solo pido ver la estrella ¿pido mucho?, hace muchos años se acercaba a saludarme, sin que yo pidiera nada… Mañana la verá, seguro. ¿De veras que me lo promete? Sí, yo se lo prometo, usted descanse ahora y mañana verá a esa estrella.

No lo creo, ya me quedan pocas fuerzas y mis ojos están cansados…, – pero en un arrebato de rebeldía la mujer añadió: – Aunque es verdad que la estrella Azul me prometió venir a verme cuando estuviera muy cansada… tengo que verla mañana, no puedo perder la esperanza, es lo único que me queda… Y llegando a la habitación y recostada ya en la cama, le dijo al enfermero – ¿Apostamos? Vale, – dijo el hombre en tono sarcástico, – a ver, qué quiere apostar.

Si mañana cuando amanezca brilla una hermosa estrella Azul, hummm, veamos, yo estaré muy contenta pero tal vez muy cansada así que me gustaría que me tratara todo el día como a una princesa, mimándome y peinándome, como a una muñeca, como si fuera algo muy valioso para usted que ha de cuidarse ¿acepta el trato? Trato hecho, dijo el enfermero para dejar tranquila a la mujer,- pero ha de prometerme,- añadió el enfermero,- que si mañana, por lo que sea, no vemos esa estrella Azul, llueva o haga Sol, no volverá a tener esas conversaciones tan extrañas con las nubes ¿estamos de acuerdo?,- dijo el enfermero intencionadamente. Hummm, -pensó la anciana unos momentos…- estoy de acuerdo, sellemos pues el pacto. Y diciendo esto ambos se estrecharon las manos.

Ah, aquella hermosa estrella Azul, seguro que mañana no la veré, no la podré volver a tocar nunca más con mis manos… dijo la mujer con abatimiento mientras se recostaba en su cama… y dirigiéndose a su compañero de habitación, un señor de avanzada edad que apenas veía pero que escuchaba perfectamente, le dijo: Como es esta juventud… ¿A qué se refiere?, – dijo el buen hombre. Verá, he apostado con ese enfermero a que mañana por la mañana veremos una estrella Azul, pero yo sé que eso es imposible… - ¿Porqué cree que es imposible? Ay, si yo le contara, porque yo siempre llamo estrella Azul a mi amado, esa persona que un buen día sin darme cuenta inundó de color mi vida y mi alma, desde entonces solo vivo pensando que un día me reencontraré con él, juntaremos nuestras manos y sin decirnos nada miraremos al cielo y veremos juntos esa estrella Azul… me ha prometido, – añadió la anciana, – que un día vendrá a buscarme y subiremos a jugar con las estrellas y a escondernos en las nubes, y nos tumbaremos al Sol y haremos el amor bajo la Luna. Estoy ya muy cansada, sé que se agotan mis fuerzas, – dijo la anciana volviendo a la realidad… – ojala venga a buscarme mañana… buenas noches, buen hombre, descansemos.

A la mañana siguiente, encontraron a la mujer postrada en su cama, como dormida, con un gesto inerte pero de dulce quietud en su cara… y en su mano tendida sobre el lecho, descansaba un arrugado papel…al desdoblarlo el enfermero pudo leer con dificultad: - Al final gané…y junto a las letras dibujado en grandes puntas una hermosa estrella Azul. El enfermero con sumo cuidado y dedicación, enjuagándose las lágrimas, comenzó a vestir y a peinar a la dama.

El compañero de habitación, se levantó y sin que nadie le viera se fue a lavar las manos. Por un momento, el blanco lavabo de aquella habitación de la residencia quedó salpicado con unas hermosas gotas de color azul, únicos testigos mudos de una esperanza.

Y Colorín Colorado…

El Telescopio Espacial Hubble ha identificado la fuente de una misteriosa luz azulada en torno al agujero negro supermasivo de la galaxia de Andrómeda

lunes, 21 de junio de 2010

CUENTO PERDONADO


EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A PERDONAR

…Un hombre se le acercó andando cabizbajo y le dijo de buen tono… - Por favor… perdóname. El otro lo reconoció; este estaba sereno, y así le contesto, calmado… ¿Quieres que te perdone? ¿Yo? Veras… no hace falta. - Si, ¡si hace falta! Lo necesito… Ya veo… Lo necesitas, te hace falta… ¡Bien pues! Pero dime antes: si yo te doy mi perdón… ¿que harás tú con él? - Que… ¿qué haré con él? Ay, no se, ¡que pregunta! ¿no sabes que harás con mi perdón? - Bueno… no se… no. ¿Qué se puede hacer? No se… ¡Yo solo quiero que me perdones! El otro quedó en silencio un instante, esperando más de él, quien como empujado por tal silencio continuó, casi ofendido… - ¿Es que me quieres humillar haciéndome repetirte más veces que me perdones? - Bueno… en principio, si te sientes humillado por pedirme perdón un par de veces… será mejor que vuelvas otro día a pedírmelo, pues hoy, aún no estás preparado para llevarte tan gran tesoro. - No, no me entendiste, no me humilla pedirte perdón ¡pero es que me lo pones tan complicado! ¿Complicado… porque te pido saber que harás con él? Mira, imagina que en vez de mi perdón, me pidieras mi dinero. Imagina que me pides una suma importante de dinero; lo lógico sería que ante tal cantidad te pregunte para que la quieres; y tú verías normal eso, es más seguramente ya serias tú mismo el que vendría preparado con un “Plan de Negocio” con el que explicarme los beneficios de esa empresa para la que me pides el préstamo; dispuesto a seducirme tanto como tú lo estuvieras ya por tal proyecto, a fin de que me anime a invertir en él. ¿Cierto? Bueno…si, así funcionan esas cosas, si.

- Bien… ahora dime, ¿por que vendrías tan preparado, para pedirme mi dinero; tan concentrado, y predispuesto… y en cambio llegas a mí tan desprovisto de propósito, cuando me pides mi perdón? - ¿…? [Quedó mudo] - ¿Es menos importante lo que me pides ahora? ¿Tiene menos valor para ti? Quizás es por eso que no te preocupaste en saber para qué lo quieres, y aún menos te ocupaste de que yo entienda y participe de tu necesidad… Se hizo de nuevo un silencio. Uno calló para entender en verdad la profundidad de aquello que él mismo estaba diciendo, el otro… calló porque no sabia que decir. ¡No entendía qué le estaba pidiendo aquel que tan sólo tenia que perdonarle! O bien… no perdonarle, pero en cualquier caso ¿a que venia todo ese interrogatorio? - A ver… exactamente ¿Que debería yo hacer para que me perdonaras?

Intervino al fin, tras un suspiro, como cargándose de paciencia. Estaba muy confuso, pues él únicamente había venido a pedir perdón. Sólo necesitaba que le dijeran “te perdono” y podría irse de nuevo ya tan tranquilo. No entendía por que debía pasar por tan “caprichosa” penitencia. Y en ese momento, el otro respondió… - Sabes, ya te di la respuesta a esta pregunta tuya hace mucho rato, al principio de nuestra conversación. Yo en tu lugar pues, no me volvería a preguntar lo que debas “hacer para obtener mi perdón”, sino qué deberías “hacer cuando yo te lo dé”. ¿Es tan difícil de entender? La pregunta adecuada por tanto, no es qué hacer para que te perdone, pues ya te dije el qué: simplemente… que me digas lo que harás con mi perdón. - Pero… ¿Qué se puede hacer con un perdón? - No se… dímelo tú, que eres el que lo pide. Para algo será… algo querrás hacer “con lo que pides”, sino… ¿Para qué lo pides?

En este momento él empezó a entender que había cierta lógica en esas palabras o al menos, de la forma que se estaban combinando daban sentido al requerimiento que se le formulaba… La situación estaba ya más clara: Si él pedía algo, debía de saber para qué lo quería ¡qué haría con ello! Pero de repente, como tantas veces le pasa al que intenta salir de un sueño, justo cuando pensó que había visto luz en ello... todo retornó donde estaba al principio en él: A la confusión. Y replicó así… - Pero hombre ¿No ves que no me puedes preguntar por el uso que haré de algo que no es material? Entiendo, si, que pidiéndote dinero me preguntes para que lo quiero, pero si te pido perdón… algo que no es…. “nada”, es decir que no puedo hacer nada con el, no puedo venderlo ni comprarlo etc.… ¿Qué respuesta esperas? - Ciertamente, dices bien: el perdón no puede venderse ni comprarse. - Bueno… ya me entiendes lo que quiero decir ¿no? - Si… te entiendo. ¿Me entiendes tú? - La verdad, no. No entiendo toda esta conversación en absoluto. - Bien, si no me entiendes a mi, quizás sea más fácil entenderte tu mismo [le contestó irónicamente] Tú, eres el que quiere algo que no sabe para que lo quiere…. ¿Te parece eso más fácil de entender?

Ahora, el silencio fue diferente… parecía como si ambos estuvieran más cerca que nunca antes en la conversación. Por fin el que pedía perdón estaba viendo que la postura más incomprensible no era la que en un principio le pareció ser… sino la suya propia… ¡Si pudiera alcanzar a responderle! Si pudiera saber qué puede hacer él con el perdón que pide… ¡Eso era ya todo lo que deseaba en ese momento! Y entonces… pasados unos largos segundos contestó: - Está bien, lo que haré con ello es: sentirme mejor. - Sentirte mejor… ¿Que es eso de “sentirse mejor”? ¿Lo usarás para sentirte mejor? ¿Y cómo pretendes usar mi perdón? ¿Lo aplicarás como se aplica una pomada para el reumatismo, o lo tomarás como pastillas para el dolor de cabeza? ¿Algo así… para sentirte mejor? - No, no… ¡Caramba que obtuso estás!

Como siempre, así como parecía que alcanzaba luz… tal como había logrado dar un paso más, a la próxima exigencia de su interlocutor… se volvía a rebelar neciamente. Pero hasta él mismo podía notar ya cómo en cada una de esas veces su soberbia era menor, y cómo aceptaba más la conversación, la posibilidad de entender… y por ello, siguió hablándole de esta otra manera… - Mira, no entiendes, lo que quise decir es que por el hecho de que tú me perdones ¡yo me sentiré mejor! - Está bien, está bien… pero mira, ¿y si yo te he perdonado ya, y tu no lo sabes? ¿Que ocurre entonces? O imagina que yo estoy de viaje, en otra ciudad, que no me ves ni me llamas, ni yo a ti…. pero que yo, un buen día ya… te perdone. ¡Imagina que yo en verdad te perdone! solo que tú… no lo sabes. ¿Qué ocurriría? - Pues… ¡que yo seguiré sintiéndome mal! porque no sabré que ya me has perdonado. Entonces… como podrás ver, te equivocas pidiéndome perdón a mi; “no es importante que yo te perdone” (pues yo podía haberlo hecho ya, y en cambio a ti no ayudarte en nada…), sino que lo importante parece, es que tú sepas que yo te perdono, es decir… que “te sepas perdonado”… que te sientas capaz de ser perdonado… Si… si, yo tengo que saber que puedo ser perdonado, y dejar de sentirme culpable por fin… ¡Eso es!

Entonces el otro retrasó su cabeza con gesto complacido, como pretendiendo admirarlo con mayor ángulo de visión, como si lo que tuviera delante fuese la mas preciada obra de arte… Como si hubiera llegado la conversación al punto deseado por él desde el principio, y ahora si, valía la pena admirar la situación… - Así que te sientes tan culpable ¿eh?… ¡Bendito sea el remordimiento, y alabado sea Dios por darnos ese “sentimiento guía” que nos dirige hacia el arrepentimiento! - ¡Claro que me siento culpable por todo aquello que te dije, y lo que yo te he hecho que tú no mereces realmente, pues siempre te portaste bien conmigo y en cambio…. mira yo cómo te pagué!

Y como si no le escuchara, pero atendiendo a lo último que este dijo, siguió exclamando al cielo… ¡Y bendita sea la confesión, que es la llave del perdón! Gracias Padre…Después de sus alabanzas quedó pensativo y cabizbajo, el que empezó estando tranquilo, y de repente siguió diciendo…- Yo, soy quien pido perdón ahora Señor, ante mi ofendido porque si, en algún momento me dolió lo que él hizo conmigo… y en vez de rogar por él siempre, me sentí agredido… perdóname Padre, por cuantos instantes haya dedicado a mi dolor en vez de al suyo. El otro no entendía nada, y le pregunto… - Que haces, ¿Ahora pides perdón tú? - Si… pedí perdón; porque el hombre en verdad no puede perdonar… pues cuando verdaderamente perdona, lo que hace es ¡arrepentirse por haber juzgado y sentenciado! Y sólo entonces entiende que lo que él debe hacer en verdad, es pedir perdón… Pues ningún hombre puede perdonar a otro, sino pedir perdón… por haberlo juzgado sin poder. - Vaya… eso si que no lo entiendo. ¿No? dime pues ¿Por qué me agrediste un alguna ocasión con tus actos? (esos por los que me pides perdón hoy) ¿Por qué me ofendiste en su momento? ¿No fue a caso, sino porque entonces creíste conveniente hacerlo? ¿No fue acaso porque realizaste un juicio sobre mí y me consideraste merecedor del trato que me diste? Nuevamente tuvo que pensar… pero tras hacerlo rápido, contesto con reconocimiento. Si… ¡cierto, que fue así! Yo no vi otra cosa en ti que ser merecedor de mi trato, aunque ya después… me di cuenta de que había juzgado y obrado mal contigo, por eso te pido perdón ahora.

- Entonces… como dices, primero me juzgaste y después me indultaste (me pides perdón por haberlo hecho).Es así también, de igual forma cuando quieras ser tú el que perdone a alguien; pasarás por el mismo proceso si tu perdón lo es en verdad: Primero lo juzgaste y sentenciaste de forma que después, cuando pretendas “perdonarle”, si alcanzas luz te darás cuenta que tú no eras quién para juzgarle… y le pedirás perdón por haberlo hecho, en vez atreverte a perdonarle. Sabes, creo que estoy aprendiendo algo… Si, seguro. Dime ¿cómo te sientes ahora? ¡Mejor! Mucho mejor… te confieso que no me siento culpable… es algo raro… ¡estoy en paz! ¿Y bien… te has dado cuenta que yo no he pronunciado aún las palabras “te perdono”? ¿Te diste cuenta en todo este tiempo, que yo no te estaba dando aún lo que viniste a obtener de mí? Si, es cierto… Pero aún así… ¿te sientes ya bien? Si… lo lamento, no quiero ser descortés contigo…

- No, no te preocupes. Pues así es… como es. Tal como te dije al principio, cuando me pedías que yo te perdonara ¿recuerdas? te conteste… “no hace falta”, y así ha sido: no ha hecho falta que yo te perdone… para tú sentirte limpio de nuevo, en Paz. ¿No? Bueno… no. Pero dime ¿cómo ha sido esto? Porque el perdón, está… Simplemente, “está” sobre nosotros… como el sol lo está. Tan sólo hay que “tomarlo”… como al sol. ¿No necesitaba pedirte perdón a ti? No, no a mí. Simplemente, pedirlo… nada más. Pero… ¿Y quien me perdonó a mí, que ahora yo me siento ya tan bien? Tu. ¿Yo? Si… tú te perdonaste… confesándote. Primero el “remordimiento” te hizo ver que habías hecho algo de forma incorrecta (juzgarme de forma que yo mereciera ofensa o agresión), consecuentemente después intentaste arreglar ese desajuste, aún sin estar muy convencido de cómo, y te dirigiste torpemente a mí. Pero no fue sino hasta que llegó tu “confesión” (cuando reconociste haber actuado mal conmigo juzgándome y sentenciándome), y esta confesión se juntó con tu “arrepentimiento” (cuando declaraste realmente por qué necesitabas mi perdón), que entonces, describiste en verdad “tu Plan de Negocio para la Paz”, y ante tu decidido plan… los recursos para satisfacer tu necesidad simplemente se derramaron sobre ti, de forma natural. Porque te abriste resueltamente… te llenaste de Paz. - Vaya… no se que decir, pero se que lo que tú dices se acepta dentro de mi… Entonces… si hay sitio apropiado en ti para esto, es que esto te pertenece ¡Gózate! pues… en esta Paz y en esta Sabiduría, has encontrado lo que era tuyo y habías perdido.

Ahora el silencio… fue como si lo inhalaran los dos, ambos parecieron alimentarse de los segundos siguientes sin hablar. Y continuó así la conversación… Pero dime, si solo yo puedo obtener mi perdón… ¿de que sirve que yo le pida perdón a un hombre? Si… si sirve. No porque él sea quien te lo puede dar, sino porque al pedírselo le ayudas a obtener su propia oportunidad de perdonarse él. Tu petición debes verla no como un ruego para ti, sino como una oportunidad para él. Debes… “animarle” a poder perdonar, en este caso a ti, pidiéndole tu perdón; convencerle de la necesidad de hacerlo. Ahora, tú sabes la libertad que se obtiene cuando perdonas en verdad (tu acabas de perdonarte a ti mismo), entonces… si supieras que alguien está encerrado aún en tal error ¿Permitirías dejar que se quede sin ese gozo? No, imposible ya… ¡Y menos aún si sabes que, si se encuentra en necesidad del bálsamo del perdón es por tenerte a ti mismo juzgado y sentenciado! Si… me urge animar al perdón a todos… no importa que crean perdonarme a mi o a otros. Recuerda esto: si el perdón es para ti, no importará que cuando lo pidas a tu ofendido este te oiga o que no… ni siquiera que esté presente, pues como ya sabes el perdón tuyo, solo tú puedes obtenerlo para ti. Pero si deseas que tu ofendido obtenga perdón para sí… humíllate ante él, de todas las maneras posibles, hasta motivarlo a ejercerlo… pensando él que sobre ti, y sabiendo tú… que sobre él. Si, así haré con aquellos a los que cada vez yo ofenda. Pero, ¿y con los que me ofendan a mi? ¿Tus agresores? ¿Tus ofensores? Por esos… Pide tú perdón, por considerarlos tal cosa. Y ruega por ellos siempre… para que un día puedan venir a verte, como tú viniste hoy a verme a mí. Y por fin, cuando ya se sentían más unidos que nunca, se despidieron los dos, con amor… por tanto, sin vergüenza.

Y Colorín Colorado

Está comprobado que enfermedades como el cáncer y muchas otras desaparecen cuando se lleva a cabo un ejercicio exhaustivo de perdón.


sábado, 19 de junio de 2010

CUENTO FLECHADO


CUPIDO

Cupido es uno de los símbolos de San Valentín, se le conoce como un niño alado y armado con arco y flechas que son disparadas a dioses y humanos, provocando que se enamoren profundamente. En ocasiones lleva también los ojos vendados, para mostrar que el amor es ciego.
En la antigua Grecia Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. Para los romanos Cupido es el dios del amor hijo de Venus y de Marte, dios de la guerra. Cupido era ayudante de su madre Venus, dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. Era pícaro y carismático, pero a veces cruel con sus víctimas, ya que no tenía escrúpulos.

A la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia. Consciente del poder que tenia, a veces rechazaba las peticiones de su madre y los demás dioses de interferir en el curso de la vida de algunos mortales así que provocaba frecuentes problemas a los dioses.

Un día se enfadó con Apolo cuando éste bromeo sobre sus habilidades como arquero, así que Cupido hizo que Apolo se enamorara de la ninfa Dafne y a ella le disparó una flecha con punta de plomo. Dafne rezó al dios río Peneo pidiendo ayuda y fue transformada en un árbol de laurel, que se consagró a Apolo.

Así entre rebeldía y travesuras, Cupido cumplía con su cometido, al paso del tiempo Venus comenzó a preocuparse porque su hijo no crecía, así que en busca de una respuesta se dirigió al Oráculo de Temis, quien le dijo: "El amor no puede crecer sin pasión”. Venus no comprendió la respuesta hasta que nació su hijo Anteros, dios de la pasión. Cuando estaba junto a él, Cupido crecía y se transformaba en un hermoso joven, pero cuando se separaban, volvía a ser un niño.
Por otro lado en la Tierra de los mortales vivía una princesa llamada Psique (Alma), que a pesar de ser tan bella no lograba encontrar marido pues los hombres que la idolatraban no se sentían dignos de ella. Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psique, pero éste predijo que ella encontraría el amor en un precipicio. El marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y poderosa, llegaría hasta ella y la haría su esposa.

Venus celosa por la gran belleza de Psique le pidió a Cupido que la hiciera enamorarse locamente del hombre más feo, vil y despreciable del mundo. Enterada de que se encontraba en el borde del abismo, envió a su hijo a dispararle sus flechas pero este al verla, se enamoró profundamente de ella y creció hasta convertirse en un apuesto joven. Contra los deseos de Venus, Cupido llevó a Psique por arte de magia a un castillo aislado y se casó con ella, teniendo la condición de que como simple mortal, tenía prohibido mirarlo.

La princesa al sentirlo cerca y escuchar su dulce voz no sintió temor, estaba segura que no era un monstruo, sino el amante esposo que tanto tiempo había deseado. Él la visitaba todas las noches rogándole siempre que no viera su rostro. Eran muy felices hasta que convencida por sus envidiosas hermanas, Psique rompió la prohibición impuesta por los dioses y miró a su marido.
Eso le valió el castigo de ser abandonada por Cupido, quien con tristeza se despidió diciéndole: "El Amor no puede vivir sin confianza". Expulsada del castillo, la arrepentida princesa recorrió el mundo en busca de su amado, superando una serie de desafíos cada vez más dífilas y peligrosos impuestos por Venus.

Como última instrucción le dio una pequeña caja indicándole que la llevara al inframundo. Tenía que llevar un poco de belleza a Proserpina la esposa de Plutón. Se le advirtió también que por ningún motivo debía abrir la caja.

Psique se alistó para el viaje y durante el se enfrentó a varios peligros que fueron superados gracias a los consejos dados, sin embargo la curiosidad por abrir la caja la venció así que lo hizo y al momento cayó en un profundo sueño que parecía la muerte. Cupido al encontrarla, le retiró el sueño mortal de su cuerpo y lo puso de nuevo en la caja. Finalmente la perdonó al igual que Venus.

Fue tanto lo que ella luchó que finalmente los dioses conmovidos por el amor de Psique hacia Cupido, la convirtieron en una diosa para que pudiera reunirse con su amado.

Felizmente Cupido y Psique: El Amor y el Alma, se unieron tras duras pruebas. De esta unión nació una hija llamada Voluptas cuyo nombre significa "Placer". A partir de la historia de estos dos personajes el amor ha sido simbolizado por dos corazones atravesados por una flecha: la flecha de Cupido.

Y Colorín Colorado

Cupido es, en la mitología romana, el dios del amor. Equivale al Eros de la mitología griega, y a Kāmadeva en la mitología hindú. Su nombre latino significa «el deseo».



viernes, 18 de junio de 2010

CUENTO CANDENTE


BOLA DE FUEGO.

La familia Alegría, compuesta por Carcajada, Sonrisas, Risa y Felicidad, realizaba un viaje largo, por lo que decidieron pasar la noche en el pueblo más cercano. Al llegar solo pudieron observar a una señora que corría y le decía a su hijo: “Apúrate que pronto serán las seis.

De pronto solo hubo silencio y oscuridad, en el cielo se observaron bolas de fuego y se escucharon retumbos de trueno.

Al día siguiente, los aldeanos les contaron que desde hacia unas semanas el dragón que vivía en las cercanías era quien causaba todo ese caos. Al anochecer, la familia Alegría decidió averiguar lo que pasaba, para ello siguieron el sonido y pronto llegaron a la cueva, en donde estaba el dragón, quien tenía la nariz roja y los ojos tristes.

Enseguida le dieron gotas de rocío con miel, lo abrigaron y le brindaron alegría, con la que lograron curarlo pues solo tenia una fuerte gripe.

Les contaron a los aldeanos lo sucedido y luego todos fueron a visitar al dragón. Los niños empezaron a llamarle “Bola de Fuego”, y el sonreía pues estaba feliz de sentirse amado.

Y Colorín Colorado…

DRAGON: Monstruo legendario con forma de reptil gigantesco, escamas, garras, alas y aliento ígneo.



jueves, 17 de junio de 2010

CUENTO LUNÁTICO


EL DÍA QUE LA LUNA DESAPARECIÓ. Escritora de cuentos infantiles de Buenos Aires, Argentina.

En la Vía Láctea, se reunieron varios planetas a deliberar un problema. Estaban cansados de que la Luna sea la protagonista de las noches de la tierra, mientras que ellos, debían ser observados con prismáticos por los seres humanos. Irritados y celosos tramaron un plan, iban a juntar toda su energía para sacar a la Luna del sistema solar.

Esa noche la Luna se preparó muy coqueta para salir llena y radiante a dar su espectáculo y saludar a sus admiradores, que la esperaban en la orilla del mar.

Cuando la Luna salió, los planetas le lanzaron toda su energía, entonces la Luna comenzó a girar en forma de espiral y de pronto… desapareció, dejando la noche totalmente oscura. Los habitantes de la Tierra sorprendidos empezaron a dar la noticia del insólito fenómeno. Unos decían que eran las nubes que la habían tapado, otros hablaban de eclipses, ¡Es cuestión de tiempo! – exclamaban.

Los perros comenzaron a aullar al unísono y la marea comenzó a retirarse tan velozmente que dejó todas las rocas al descubierto. La Luna triste y perdida apareció en otra galaxia, lejos de la tierra, sin saber que hacer. Los planetas festejaban triunfantes, pero ninguno había pensado en quien la reemplazaría. Pasaron las noches y la Luna seguía sin aparecer, todo el mundo preguntaba por ella y ni siquiera los astrónomos sabían qué responder al extraño suceso. Los planetas se divertían, ahora que la Luna no estaba, ellos eran los protagonistas de las noches de la tierra, Júpiter se jactaba de su tamaño, Saturno relucía sus anillos, pero Neptuno, Marte, Urano, Venus y Mercurio se inquietaron porque ellos eran más pequeños. La Luna tenía miedo y lloraba, no conocía a ningún astro de ésa galaxia, de repente observó un planeta conocido, era Plutón que andaba deambulando, entonces la Luna lo llamó: - Pssht, Pssht, Discúlpame, pero vos… sos Plutón? – le preguntó Plutón hizo un giro, sonrió al ser reconocido y le contestó: - ¡Siii! Hola Luna, pero ¿qué haces vos por acá? La Luna le explicó lo que había sucedido y Plutón se hermanó con ella, pensó un rato y le dijo: ¡Ya sé lo que pasó!, fueron los planetas, primero me discriminaron a mi por ser chiquito, me dicen planeta enano ¿sabías? y ahora a vos, por ser tan bella y estar más cerca de la Tierra, ¡son unos egoístas y envidiosos!

En la Tierra los seres humanos estaban muy preocupados, el cielo ya no era lo mismo sin la presencia de la Luna, todas las noches salían multitudes a esperarla, pero la Luna no aparecía. Mientras tanto los planetas más pequeños empezaron a discutir con los más grandes por su ubicación, amenazando que regresarían a la Luna si no llegaban a un acuerdo. La Luna y Plutón pensaban cómo resolver su problema, hasta que la Luna dijo: ¿y si le preguntamos a las estrellas? ¡Dale! - dijo Plutón entusiasmado. Cada uno fue preguntando a todas las estrellas que se cruzaban cerca de su órbita, hasta que La cruz del Sur, bien armónica les dijo: ¿Y por qué no le preguntan al Sol?, él es el único que tiene la fuerza para poder volver a alinearlos. – ¡Claro!, dijo la Luna, tenés razón, ¿pero cómo lo encontramos? Preguntaron - Yo los voy a ayudar – contestó La Cruz del sur.

Los planetas seguían peleando, no se ponían de acuerdo, cada uno iba modificando su posición para estar más cerca, pero generaban tanta energía que se alejaban cada vez más de la Tierra y del Sol. Mientras tanto en la Tierra todo iba cambiando, al no estar la Luna, no podían medir el tiempo; los mares, las plantas y los animales estaban totalmente desorientados.

Una mañana el Sol salió brillante y encontró a todos los seres tristes, que comenzaron a preguntarle si no había visto a la Luna, el Sol, sorprendido, prometió ocuparse del asunto. Ese día hizo su trabajo y por la noche esperó a ver que sucedía, le llamó la atención que Mercurio se había alejado y que Neptuno estaba cerca, todos los planetas que lo orbitaban se encontraban desalineados y muy enojado les gritó: -¿Qué está pasando acá? ¿Por qué cambiaron su posición? ¿Dónde está la Luna? Los planetas asustados no sabían que hacer, ninguno se hacía cargo de la situación, hasta que Marte, arrepentido, le confesó lo que habían planeado. Cuando El Sol escuchó se enojó tanto que comenzó a generar un viento tan fuerte y caliente que los hizo estremecer, alejándolos aún más. Los planetas avergonzados le pidieron perdón y juraron que traerían a la Luna de vuelta al sistema, el Sol más calmado, les explicó que lo que habían hecho era una locura, que por su egoísmo habían desequilibrado todo el sistema y qué ésa misma noche quería a la Luna de vuelta. La Cruz del Sur, que estaba escuchando se apuró a contarle a la Luna y a Plutón que felices aplaudieron la noticia y casi chocan en un abrazo.

En la Vía Láctea todo comenzó a girar, los planetas se alinearon y reunieron toda su energía para colocar a la Luna en su posición. Rápidamente apareció la Luna junto a Plutón. Venus tomó la palabra y en nombre de todos les pidió perdón y prometieron que nunca más discriminarían a nadie por ser diferente, la Luna los perdonó y les propuso salir todos juntos a iluminar el cielo.

Esa noche en la Tierra todos los seres observaban el oscuro cielo, hasta que de pronto apareció la Luna junto a todos los planetas y estrellas; y dieron un espectáculo tan maravilloso que en la Tierra lo celebraron con una fiesta que duró hasta la salida del Sol.

Y Colorín Colorado

La Luna es conocida, obviamente, desde tiempos prehistóricos. Es el segundo objeto más brillante del cielo tras el Sol.

miércoles, 16 de junio de 2010

CUENTO LIBRE


EL CUENTO DE LA LIBERTAD. LA PÁGINA DE LOS CUENTOS

Hacía ya mucho tiempo que la Libertad no hablaba y desde que dejo de hablar los hombres ya no eran hombres, el mundo de los humanos había caído en un caos descontrolado, donde su enemiga la Esclavitud reinaba el mundo.

La Libertad dudaba en volver al mundo, no se sentía segura, la gente utilizaba su nombre para aprovecharse de los demás, esto le hacía sentirse como un privilegio, pero ella en verdad se sentía como derecho, al igual que muchas personas le ponían precio como si fuese la esclava de la humanidad, por esto la libertad estaba más apenada que nunca, la habían herido su corazón, le habían puesto precio a su dignidad y con ella la de los demás, personas inocentes que su único delito fue nacer en una época de esclavitud, ambición y egoísmo.

Muchos murieron inventando un camino que llegará hasta ella, pero valió la pena luchar por la libertad de sus descendientes, esté camino daba al palacio de la esclavitud, un palacio de sufrimiento y odio hacía nosotros mismos. La Libertad después de mucho tiempo vio la luz, pero esta luz no era como la de antes como cuando ella reinaba, era una luz apagada, triste como si alguien hubiera robado el alma del planeta. A la Libertad esto le sentó como un golpe en el estómago, y esta razón le hizo volver a luchar por los derechos de las personas esclavas y sumisas a una esclavitud descontrolada.

Después de largas horas de lucha, la esclavitud fue abolida en medio mundo, pero el otro medio aún estaba reinado por la esclavitud, esto hizo concienciar al mundo de que se podía ir a mejor y muchas personas lucharon por si mismas para una libertad. El mundo mejoró mucho, pero aún seguía habiendo personas que le ponían precio a la libertad. Triste en su trono la libertad seguía siendo un mero recuerdo de lo que había sido en otro tiempo el mundo.

Y Colorín Colorado

En medio de la espesa selva, se desarrolló la operación 'Camaleón', estaba el campamento donde las Farc tenían secuestrados al general Mendieta, a los coroneles Murillo y Donato y al sargento Delgado.