martes, 31 de agosto de 2010

CUENTO ANTOJADO


SOFIA Y EL HADA VIOLETA. Isabel 23

Érase una vez cuatro amiguitos, Sofía, Laura, Pablo y Hugo, que estaban en el parque con sus corre pasillos de moto haciendo una carrera. De pronto, Hugo tropezó con un objeto extraño y tuvo que parar. Dijo a los demás: “stop a la carrera, he tenido una avería”. Y los tres amigos fueron corriendo a donde él para ver que le había sucedido. El objeto con el que había chocado Hugo era realmente raro: era un cofre con paredes de espejo y colores brillantes. Pablo se apresuró a cogerlo, lo abrió y en ese momento ¡ZAS! una luz cegadora y de color entre lila y azul les iluminó a los cuatro y oyeron una voz que decía: soy el hada violeta y por haberme liberado os concederé a cada uno un deseo.¡Qué alegría y qué nervios! Sofía y Hugo no sabían que pedir. Laura y Pablo, que eran muy golosos, lo tenían bien claro. ¡Yo quiero comer tantas chuches como quiera!, dijo Laura. ¡Y yo lo mismo!, dijo Pablo. Dicho y hecho, al instante tenían ante sí una montaña de sus chuches preferidas. Empezaron a comer y a comer y a la de una hora habían comido tantas que les empezó a doler mucho la tripita y sólo tenían ganas de vomitar. Entonces se dieron cuenta de que su deseo había sido equivocado y quisieron pedir otra cosa, pero el hada violeta sólo concedía un deseo y se tuvieron que conformar y aguantar su dolor de tripita.

Hugo, al ver lo que les había ocurrido a sus amigos, decidió no pedir nada de comer. Lo pensó un poco y dijo: yo quiero que cuando llegue a casa tenga mi habitación llena de juguetes. Nada más pedirlo se fue corriendo a su casa y entró impaciente. Al abrir la puerta de su habitación le cayeron encima un montón de juguetes: su habitación estaba llena de ellos, tal como había sido su deseo; había tantos juguetes que no quedaba ni un hueco desde el suelo hasta el techo. Así que no se podía entrar a la habitación ni para jugar con ellos ni para dormir ni para nada. Hugo se dio cuenta de que su avaricia le había traicionado y quiso cambiar su deseo, pero el hada violeta sólo concedía uno.

Sofía, que era una niña muy inteligente y juiciosa le dijo al hada violeta si podía tomarse un tiempo para formular su deseo porque quería pensarlo y consultarlo con sus padres. El hada violeta le concedió un día de plazo para recapacitar. Sofía consultó a sus padres y estos sólo le aconsejaron que recapacitara y oyera a su corazón. Estuvo pensando y pensando. Pensó en pedir muchos vestidos, porque era muy presumida, pero se acordó de lo que les había pasado a sus amigos y decidió que no. También pensó en pedir mucho dinero para poder comprar todo lo que quisiera, pero una vez oyó decir a su abuela que el dinero no da la felicidad. Pensó y pensó y se dio cuenta de que lo que le hacía realmente feliz era estar con su familia y con sus amiguitos. Por eso decidió pedir al hada violeta estar siempre acompañada de ellos. Así formuló su deseo: “Hada violeta, deseo tener siempre a mi lado a las personas a las que quiero”. El hada violeta sonrió y le dijo: “tu deseo es muy hermoso y estoy encantada de concedértelo”. Y así lo hizo. Y desde entonces Sofía vive feliz y contenta al lado de sus seres queridos.

Y Colorín Colorado

Colombia. Limita al norte con el mar caribe, Al sur con ecuador y Perú Al noroeste con la republica de Panamá Al oriente con Venezuela y brasil Y al occidente con el océano pacifico
Yo, Al norte, al sur, al noroeste, al oriente y al occidente limito contigo. JAIRO ANIBAL NIÑO


domingo, 29 de agosto de 2010

CUENTO MILAGROSO


EL GRAN MILAGRO. GUÍA INFANTIL

En un precioso y frondoso árbol nació un alegre y risueño gusanito llamado Nano. Un habitante que dio mucho de que hablar en el bosque. Es que desde que nació, Nano siempre se ha portado distinto de los demás gusanos. Caminaba más despacio que una tortuga, tropezaba en casi todas las piedras que encontraba por delante, y cuando intentaba cambiar de hojas......¡qué desastre!....siempre se caía. Por esa razón, la colonia de los gusanos le llamaba de gusanito torpecillo.

A pesar de las burlas de sus compañeros, Nano mantenía siempre su buen humor. Y se divertía mucho con su torpeza. Pero un día, llegado el otoño, mientras Nano se daba un paseo por los alrededores, una gran nube cubrió rápidamente todo el cielo, y una gran tormenta se cayó. Nano, que no tubo tiempo de llegar a su casa, intentó abrigarse en una hoja, pero de ella se resbaló y acabó cayéndose al suelo, haciéndose mucho daño. Había roto una de sus patitas, y se había quedado cojo. Pobre gusanito... torpecillo y cojo.

Agarrado a una hoja, Nano empezó a llorar. Es que ya no podía jugar, ni irse de paseo, ni caminar... Pero, una noche, cuando Nano estaba casi dormido, una pequeña luz empezó a volar a su alrededor. Primero, pensó que sería una luciérnaga, pero la luz empezó a crecer y a crecer... y de repente, se transformó en un hada vestida de color verde. Nano, asustado, le preguntó: - Quién eres tú? Y le dijo la mujer: - Soy un hada y me llamo naturaleza. - Y porque estas aquí? Preguntó Nano. - He venido para decirte que cuándo llegue la primavera, ocurrirá un milagro que te hará sentir la criatura mas feliz y libre del mundo. Explicó el hada. - Y ¿qué es un milagro? Continuó Nano. - Un milagro es algo ¡extraordinario, estupendo, magnífico!...... Explicó el hada y, enseguida desapareció.

El tiempo pasó y llegó el invierno. Pero Nano no ha dejado de pensar en lo que había dicho el hada. Ansioso por la llegada de la primavera, Nano contaba los días, y así se olvidaba de su problemita. Con el frío, todos los gusanos empezaron, con un hilillo de seda que salía de sus bocas, a tejer el hilo alrededor de su cuerpo hasta formar un capullo, o sea, una casita en la que estarían encerrados y abrigados del frío, durante parte del invierno. Al cabo de algún tiempo, había llegado la primavera. El bosque se vistió de verde, las plantas de flores, y finalmente ocurrió lo que el hada había prometido... ¡El gran milagro!

Después de haber estado dormido en su capullo durante todo el invierno, Nano se despertó. Con el calor que hacía, el capullo se derritió y Nano finalmente pudo conocer el milagro. Nano no solo se dio cuenta de que caminaba bien, sino que también tenía unas alas multicolores que se movían y le hacían volar.. Es que Nano había dejado de ser gusano y se había convertido en una mariposa feliz, y que ya no cojeaba.

Y Colorín Colorado

Para embellecer a las mariposas, la naturaleza las engalanó con sus más preciados tesoros. La extraordinaria variedad de colores, las irisaciones, los reflejos metálicos, la suavidad aterciopelada de estos insectos,, hacen resaltar más la elegancia de su vuelo...



sábado, 28 de agosto de 2010

CUENTO MIOPE


EL BÚHO GAFITAS. Cuentos y más Cuentos

Asomaba la cabecita, desde su casita en el tronco del árbol un búho con una carita muy divertida. Trabajaba durante la noche dando las horas como si fuera un reloj para que los animalitos del bosque supieran que hora era en cada momento.

Su gran ilusión era salir de su casa durante el día, pero sus ojitos no veían bien y tenía que conformarse con salir de noche y abrir sus grandes ojazos que brillaban en la oscuridad.

Siempre me dicen que soy afortunado por tener esos ojos tan grandotes, decía el búho, pero no saben -añadía- que aunque son tan llamativos, no veo las cosas tan claras y lindas como la gente las ve.

Salía durante la mañana pero a pocos metros se caía, y siempre decía: Otro tropezón, otro tropezón, pero no me importa, sólo quiero ver el sol, muy preocupado llamó a su amiga la ardilla Felisa, que vivía en un árbol cerca del suyo, ¡Felisa, Felisa, ven un momentito por favor! tengo un problema y como tu tienes fama de lista, tal vez puedas echarme una mano.

¿Qué te ocurre búho?, preguntó la ardilla Felisa, tengo que salir de día, quiero ver los animalitos que juegan durante la mañana y ver el lindo color del cielo cuando se pone el sol, quiero ver corretear a los conejos, y pegar brincos a los saltamontes y también como dan saltitos los pequeños pajarillos de mi árbol, tengo la solución, dijo la ardilla.

Iremos al conejo oculista y te pondrá unas gafas especiales para ver durante el día, el búho estaba muy guapo con sus nuevas gafas, y así se cumplió su sueño, paseaba y paseaba y tanto salía durante el día, que al llegar la noche se quedaba dormido y sus amigos le decían: Búho, no te duermas, que tienes que dar las horas.

Después de muchos días se dio cuenta de que debía utilizar su tiempo mejor y decidió dormir algunas horas durante el día, así cumplía su deseo y por las noches no se dormía durante su trabajo.

Y Colorín Colorado

Existen más de 200 tipos diferentes de búhos. Pueden encontrarse en todas partes excepto la región de la Antártica. La mayoría de los búhos son activos de noche.



viernes, 27 de agosto de 2010

CUENTO ESPACIAL


UN VIEJETE EN LA LUNA. Karen Deal

Paco desde que fue un pequeñazo decía que iba a ser astronauta. Pero por mucho que estudió y trabajó, y por muchas pruebas a las que se presentó, nunca fue elegido. Y así cumplió la edad máxima para presentarse a las pruebas de selección sin haber llegado a cumplir su sueño.

Muchos se apenaron por él, pensando en todo el tiempo y el esfuerzo que había desperdiciado, e incluso sentían lástima. Y a pesar de todo lo que le decían para que dejara su deseo abandonado, Paco siguió preparándose como si fuera a presentarse de nuevo a las pruebas al mes siguiente.

Así se fue haciendo mayor, y ya era todo un anciano, cuando recibió la noticia de que para unos experimentos médicos importantísimos hacía falta un astronauta muy mayor. En todo el mundo, sólo Paco, que ya caminaba apoyándose en un bastón, tenía la preparación suficiente para ir en cohete. Así que cuando ya nadie lo esperaba, se encontró dando paseos espaciales para ayudar a la ciencia. Sus conocimientos y sabiduría durante aquellas misiones sirvieron para eliminar una de las peores enfermedades de las personas mayores, y Paco fue considerado un héroe.


Las fotos de aquel astronauta con garrota y pocos dientes dieron la vuelta al mundo, convertido en el mejor ejemplo de que el saber y la preparación nunca sobran, y de que el esfuerzo y la tenacidad siempre tienen recompensa, aunque no sea como pensábamos en un principio.

Y Colorín Colorado

En la difícil búsqueda de los hombres adecuados para ser los primeros en ir al espacio, la NASA tuvo presente algunas características indispensables para garantizar su aptitud espacial:

jueves, 26 de agosto de 2010

CUENTO JUGUETON


LA CASA DE LOS JUGUETES. Norma Beatriz Correa

Cuenta la historia, que en una pequeña aldea donde habitaba poca gente, cerca de las humildes viviendas, había una casa vieja, inmensa y abandonada. Se contaban muchas historias distintas de ¡brujas y fantasmas! Nadie se atrevió a entrar nunca al lugar.

En el pueblito, se encontraba un grupo de niños que jugaban siempre a ser exploradores; en la primavera, tres de ellos habían planeado ir a ese lugar tenebroso a escondida de sus padres. Andy, el mayor, Lucy y Manuel, el pequeño, salieron temprano a su travesía, entraron con sumo cuidado a la casa, y Lucy exclamó: ¡Tengo miedo! ¡Tu no te separes de nosotros! ¡Yo te cuidare! ¡Nadie se separe! Dijo Andy, miren los muebles antiguos que hay y está llena de cosas, pero esta todo con mucha tierra y telarañas, dijo Manuel, ¿habitará alguna persona aquí?. ¡No toquen nada! Y caminemos despacio, respondió Andy, de pronto unas escaleras que llevaban a la parte subterránea de la casa llamo la atención de Manuel, este, sin que sus compañeros se dieran cuenta fue bajando escalón por escalón.

Pasaron unos minutos, asustada dijo Lucy: ¡Andy! ¡Andy! Manu ha desaparecido, ¡no está! tembloroso dijo Andy: ¡no puede ser! debe estar por aquí; tal vez se escondió y quiere asustarnos, Lucy y Andy comenzaron a llamar, “¡Manu! ¡Manu! ¿dónde estás? ¿es una broma? ¡basta! tenemos miedo." Lucy rompió en llanto. Andy dijo: ¡Es mi culpa! yo insistí en venir a este lugar, ¡Lucy! no te muevas de aquí, yo recorreré la casa y te prometo que lo encontraré, ¡no te muevas de aquí!, mientras Lucy se sentó en un sillón viejo, estaba su carita llena de lágrimas, cuando ¡de pronto!, una cajita de madera con ribetes dorados, comenzó a destellar una luz intensa que estaba frente a los ojos de Lucy, en una sucia mesita.

Lucy miraba para todos lados intentando ver a alguno de sus compañeros, pero no estaba sola, se fue levantando lentamente, caminando hacia la cajita y frente a ella, Lucy tomo fuerzas y dijo: ¿Quién esta allí dentro? ¡Abre, por favor! ¡Abre la caja por favor!, era una voz linda, parecía una niña, Lucy respondió: ¿Me prometes que no me harás daño? te lo prometo! ¡te lo prometo!, se escuchó, abrió la cajita y la sala se ilumino completamente, Lucy retrocedió unos pasos atrás; miró y fue tan grande su asombro que dijo: ¡Que hermosa! ¡Que bella eres! ¿Quién eres? Soy el hada guardiana de esta casa, hacia tantos, tantos años que estaba encerrada en esta caja, Lucy llena de asombro preguntó: ¿y quién te puso en ese lugar? el hada contesto: ¡ss una larga historia! otro día te la cuento, pero aquí tengo mucho trabajo que hacer, está todo abandonado y sucio! Lucy respondió: ¡Hada! Tú que conoces este lugar podrías ayudarme, estoy con dos niños, y Manu, el más pequeño, se perdió, se escucharon unos pasos, y era Andy que entraba corriendo y dijo: ¿Qué fue esa luz inmensa? el hada riendo le dice: ¡Tu eres Andy!, el niño quedo inmóvil ante la presencia del hada, Andy dijo: ¡Que maravilla! ¿Eres un ángel? ¿Viniste a ayudarnos a buscar a Manu?

El hada respondió: ¡Soy un hada! ¡Soy libre gracias a Lucy!, estaba encerrada, pero vamos pequeños, síganme, y volando con sus alitas plateadas y dejando en su camino muchas, muchas chispitas de todos colores, comenzó a guiar a los niños, con su varita toco una puerta y allí estaba Manuel sentado en el suelo entre un montón de juguetes, distraído y jugando con todos.

Andy y Lucy entraron corriendo hacia el, hablaban casi los dos a la vez, ¿Dónde estabas? ¡Nos asustamos mucho! ¿Cómo llegaste aquí? Manu respondió: ¡No lo se! Vi unos escalones, baje y me encontré en esta sala llena de juguetes. ¡Miren! ¡Miren! Los autos, los trencitos. ¡Lucy mira las muñecas! los niños nunca habían visto tan bonitos juguetes, casi no los conocían, no tenían ninguno de ellos en sus humildes casitas, el hada los contemplaba sentada arriba de una vieja repisa, y dijo: ¡Bueno niños! Mientras juegan un rato más, yo tengo trabajos para hacer y salio como una ráfaga, de la sala. Manuel los miro y dijo: ¿Es un juguete el que habla? Andy respondió:
¡No! Es un hada, dueña de esta caja y nos ayudo a encontrarte. Lucy comentó: Estaba encerrada. ¡Pobrecita!... ¡Pero que hermosos juguetes! Andy dijo: "¡Ya es tarde! Hablemos con el hadita, a ver si nos deja volver otro día."

Lucy gritó: ¡Si! ¡Si! Quisiera jugar con las muñecas, salieron de esa habitación y fueron hacia la sala, miraron a su alrededor y todo brillaba, el hada volaba sobre los muebles, paredes, techos, tocando todo con su varita mágica dejando estrellitas, los tres, tomados de las manos miraban asombrados, el hada dijo: ¡Ya esta! ¡Mi hogar volvió a ser lo que era! ¡Ah! casi lo olvido! Falta algo y girando, girando comenzó a formar arcadas de flores, todo se inundo en un agradable perfume. Andy pregunto: ¡Hada! ¿Nos dejarás volver algún día? Manu dijo: ¡Si! ¡Si! Por favor, queremos jugar, el hada contesto: "¡Claro que si! ¡Vuelvan cuando lo deseen! Este es mi lugar y a partir de ahora es vuestra casa también, ya que me devolvieron a mi morada… su premio será ¡jugar juntos en la habitación de las fantasías!" Lucy murmuro: ¿Qué es la habitación de las fantasías? El hada contesto: Es el lugar que Manuel descubrió, el cuarto de los juguetes, pero guarden el secreto, solo ustedes pueden volver, los niños salieron del lugar felices por lo que habían descubierto.

La casa era tan bella por dentro y por fuera, se juraron no decir nada a nadie; y al otro día se alistaron para ir nuevamente a la casa de los fantasmas, como solía llamarla la gente grande; pero ellos sabían que era la casa del Hada, donde tenían su habitación llena de maravillas, que nunca habían visto, el hada los esperaba haciendo señales de lucecitas con sus alitas plateadas, los niños ya sabían que esa era la contraseña, ¡Era la hora de ir a jugar!...

Y Colorín Colorado… Pero ¿...Será este, el fin de la historia?...

Desde la antigüedad el hombre ha buscado formas de entretenerse, competir, y ocupar el rato de ocio mediante juegos.

martes, 24 de agosto de 2010

CUENTO GALÁCTICO


LA LEYENDA DE DRALIÓN. Escritora mexicana de cuentos y poesías infantiles.

Nada es eterno, sólo el tiempo... aunque... a veces, sólo a veces, hay actos que lo sobreviven todo y se convierten en leyendas; y ésta es una de esas pocas hazañas que ha vencido la eternidad... la leyenda de Dralión. Más allá, donde se duerme el sol... oculto entre mundos que sólo podemos imaginar, nació hace mucho, muchísimo tiempo, un dragón colosal, de duras escamas doradas y ojos tan azules como el cielo más azul que puedas recordar, su voz era profunda y dulce, apacible y capaz de calmar las tormentas, ventiscas y el enfurecido oleaje del mar.

Dralión solía pasar días enteros recorriendo las galaxias, admirando la belleza de las estrellas, nombrándolas y hablando con cada una de ellas para saber sus historias... ¿de dónde venían? ¿Cuál era su propósito? ¿Cuáles eran sus sueños? ... ¿qué había en lo más profundo del corazón de una estrella? ... Así, día a día, noche a noche, y de estrella en estrella, el buen Dralión fue convirtiéndose en el guardián de los secretos más profundos y sagrados de todas las estrellas, él sabía muy bien, por qué y para qué y a dónde se dirigían las estrellas, por qué, para qué y por quién habían sido creadas (pero ésa es otra historia) y como guardián, y como dragón, juró protegerlas hasta el fin de los tiempos.

Pero sucedió que un día en su recorrido habitual, el colosal dragón notó que una de las estrellas más hermosas y gigantescas llamado Sol estaba profundamente triste, se quedó en silencio, con la mirada perdida en el horizonte, y de a poco, su luz comenzaba a opacarse, Dralión sabía que algo muy grande e importante estaba ocurriendo, (aunque ... incluso las cosas más pequeñas son enormes en la vida de una estrella) y muy lentamente el dragón comenzó a acercarse, porque, contrario a lo que se pueda pensar, las estrellas pueden ser muy tímidas y reservadas. Al principio el guardián sólo se sentaba en una de ésas rocas flotantes en silencio, después se sentó más cerca... y más cerca... y más cerca mientras el Sol lo miraba con curiosidad, y así pasaban mucho tiempo, en silencio uno al lado del otro... se diría que Dralión escuchaba el silencio del Sol... sí, porque incluso en silencio uno puede decir muchas cosas.

Fue así que el dragón guardián notó que el Sol se iluminaba y su fuego crecía cada vez que se levantaba en el horizonte una gran roca blanca que era el satélite de un planeta llamado Tierra, se llamaba Luna, y ella se sonrojaba tanto que brillaba aún más, pero entonces el Sol se ponía triste, bajaba la mirada y suspiraba... ¡el Sol estaba enamorado de la Luna! - Amigo Sol –decía Dralión– tu corazón suspira por ésa Luna, y deberías ir con ella. - No puedo... - ¿Porqué no? todas las estrellas viajan, todas se unen a otras estrellas... - ¿Ves aquel planeta allá a lo lejos? ¿Aquel que es azul? - ¿Qué hay con él? - En ése lugar hay mucha vida, y toda es hermosa, y frágil, muy frágil, si yo me fuera, ellos no podrían existir, todo ahí me necesita ... y yo los necesito también, los he visto crecer, conozco cada historia, cada criatura grande, pequeña o microscópica, cada hoja y cada flor ... igual que tú conoces todas las estrellas, así como tú nos amas y nos brindas tu protección, así también los quiero yo, y la Luna también es su guardiana, ella conoce todos sus sueños, ella puede calmar todos sus miedos; son criaturas únicas las que habitan ése lugar, los humanos se creen muy fuertes, pero la verdad es que no les gusta estar solos, ni les gusta la oscuridad, son tan felices cuando me acerco y los abrazo y los calmo, y les digo que yo, desde lo alto siempre estoy a su lado ... no podría jamás dejarlos Dralión, son mis protegidos.

Entonces el inmenso dragón se retiró, se fue volando hacia la Tierra y la recorrió toda, admirando su cambiante belleza y mirando cuidadosamente a todas las personas, y entonces lo vio, aquellos seres de comportamiento un tanto excéntrico eran como girasoles, toda su vida y sueños giraban en torno al calor y la luz que les daba el Sol, pero no sólo eso, en sus ojos y en sus sonrisas había ése mismo resplandor que tenían la Luna y el Sol, así Dralión se fue al pico de una altísima montaña y comenzó a entonar un canto : “ por el agua, sobre el cielo y más allá del mar, entre estrellas, sobre el tiempo y sin dudar, que se abran los portales, que se den las señales, un minuto, un suspiro y nada más, una vida y un sueño hecho realidad; por el poder de mi voz, por la fuerza de mi alma, por todos los secretos de los que soy portador, le pido al universo que de tiempo en tiempo la Luna y el Sol puedan vivir su amor”.

Justo después de entonar aquellas palabras ¡algo increíble ocurrió! El medio día se oscureció y La luna apareció majestuosa sobre el cielo cubriendo al Sol con un abrazo que sólo dejaba ver su brillante silueta; así, juntos, como siempre habían querido estarlo, para contarse sus secretos, para besar sus mejillas, para ser uno sobre el cielo de aquel azul planeta que llamaban hogar, el milagroso encuentro sólo podía durar unos cuantos segundos, pero incluso un segundo basta y es más que suficiente cuando se puede convertir un sueño en realidad. Esta es pues la leyenda de Dralión, el dragón que ocasionalmente se convierte en una especie de cupido cuando sucede el asombroso milagro que nosotros, simples humanos de comportamiento un tanto extraño, llamamos “eclipse”... pero ahora ya saben que es lo que realmente significa, así que la próxima vez que sonrían no olviden que llevamos el brillo de nuestros hermosos guardianes, porque estamos hechos de Luna y de Sol.

Y Colorín Colorado

El dragón es uno de los seres fantásticos que más pasiones despierta.

lunes, 23 de agosto de 2010

CUENTO SOÑADOR


LA SIRENA QUE LE DEVOLVIÓ SUS SUEÑOS.
Lucre Arrías. Incluye poesía de Mario Benedetti.

La brisa golpeaba su cara. La noche era oscura pero diáfana. El murmullo del mar rompiendo en las piedras lo acompañaba. Sentado en la arena, pensaba en su vida. Había buscado un lugar tranquilo, que le infundiera paz. Eso era lo que necesitaba, últimamente su paz se había visto alterada por las circunstancias. Necesitaba pensar.

Las horas transcurrían en un vaivén de pensamientos perdidos en la nada. Sus ojos estaban clavados en el bamboleo rítmico de las olas, una suave música comenzó a llegar a sus oídos, se sentía como en un ensueño, la melodía lo relajaba, más y más.... más... De repente un resplandor iluminó el fondo del mar. Su mente se puso en alerta, no atinó a levantarse, no podía, una tranquilidad fantasmal lo invadía. Sólo fijó sus ojos en la luz, el agua se movía, provocando un burbujeo cada vez más grande. La luminosidad creció de golpe hasta cegarlo un instante. Una figura emergía lentamente... Creció, cada vez más nítida, se acercaba a él, intentó levantar sus brazos para taparse de la luz y distinguir algo, pero no pudo, no le importó, se dejó estar.... Se sentó a su lado, al tiempo que la luz cesó, pero no la melodía, le sonrío y le dijo: Hola, soy la guardiana de esta playa. Te he visto, aquí desde hace horas. He percibido tu estado de ánimo, solo, pensativo. No sé, creo que necesitas algo de ayuda. Se percibe tu tristeza desde lejos. Así que he decidido romper las normas, aquí estoy.

Él la miraba extasiado. Su belleza no era real. Su sonrisa era tierna, su pelo suave y brillante... Infundía tanta paz. Lo único que atinó a hacer, fue devolverle el saludo. Hola soy... Ella posó sus dedos sobre su boca, impidiéndole que siguiera, y dijo sé quién eres, no hace falta que me digas nada, cómo lo sabes... No te has dado cuenta, soy una sirena, nosotras sabemos y podemos hacer muchas cosas que para ti no son normales... Por eso he decidido regalarte un sueño a ver si te animas un poco, hace muchos años que no lo hago, me gustaría hacerlo ahora, así que piensa, tienes la oportunidad de hacer lo que quieras... ¿Lo que quiera? -preguntó él, y automáticamente se le ilumino la cara con picardía... Sí, lo que quieras menos eso, con las sirenas no se puede, sino nos convertimos en mortales, y no es mi intención, todos pensáis lo mismo... se original... Y se echó a reír. Su risa era suave, rítmica... e invitaba a seguirla... Bueno, lo intenté, y río con ella.
Qué te gustaría, piensa... en algún sueño, soñar algo, no me vendría mal, hace mucho tiempo que no lo hago, creo que los he perdido, no sé cuando, pero se han ido; si eso es tarea de los duendes de la noche. Los squibs, se dedican a meterse en los sueños de la gente y los roban, esto es peor de lo que suponía, bueno sígueme, ven conmigo, vamos a buscar tus sueños... a ver si podemos salvar alguno antes que los maten definitivamente. Lo cogió de la mano, se levantaron al unísono, y la playa desapareció, se sumieron en la oscuridad, no sentía miedo, el contacto con su mano lo apagaba, ¿dónde estamos? Este es el territorio donde van los sueños perdidos, ya comenzarás a ver, necesitas unos minutos para adaptarte.

De repente, luces de colores hicieron su aparición. Melodías de canciones mezcladas, paisajes de montañas con desiertos, agua de lagos con mares, playas de arena clara con árboles centenarios, era una visión mágica, todo se mezclaba sin sentido, los colores, las sensaciones se superponían deliciosamente, era un espectáculo maravilloso. Sus ojos se movían de un lado hacia otro, descubriendo detalles conocidos, pero no eran los mismos, algo distinto tenían a los que él recordaba. Estamos en la zona que lleva tu nombre, todo lo que ves fueron, son o serán tus sueños, ¿todo esto mis sueños? pero está todo patas para arriba. Eso es porque el squib que te los ha robado, los está destruyendo, para hacerlo debe imprimir primero el desorden, y así las cosas antagónicas, se destruyen unas a otras, y creo que sé quien ha sido, conozco muy bien este método, esto es obra de Metska, todo lleva su sello, sé donde encontrarlo.

Las imágenes se detuvieron, apareció una puerta, la abrieron y comenzaron a subir la escalera de caracol, cuando llegaron arriba, ahí estaba Metzka, jugando con su ordenador, riéndose a carcajadas de lo que hacía, Metzka, hola tanto tiempo, dijo la sirena, el squib se dio vuelta, sorprendido; pero bueno, ¿qué tenemos aquí?, hace mucho tiempo que no te veía, si has venido es porque quieres algo, qué, preguntó. Hemos venido para que le devuelvas a él sus sueños, los necesita, sin ellos no es nada, ja, ja,... sus sueños, yo se los saque porque él los abandonó, me los entregó por sí mismo, al perder la fantasía, perdió sus sueños, sin darse cuenta, y lo que se abandona es del que lo encuentra. Bueno pero tú sabes, que no puedes ir por ahí cogiendo todo lo que encuentras, los sueños de la gente son importantes, mira el resultado de tu acción, está perdido, sin ganas de nada, no encuentra sentido a las cosas, le hacen falta. Venga, me debes un favor, si se los das, quedamos a mano.

Metzka se quedó pensativo, no sabía que contestarle, era verdad que le debía un favor, le había ayudado en el pasado, y las deudas de honor se debían pagar, muy a su pesar se los tendría que devolver. Esta bien, me llevará tiempo arreglar lo que he hecho, pero te lo debo a ti. Tendré que estar en el ordenador mucho tiempo, pero es un pacto, en unos días de su tiempo los habrá recuperado, eso sí, si los vuelve a abandonar, los destruiré definitivamente y se quedará eternamente vacío.

La sirena se acercó al squib, le dio un beso en la frente diciendo, Metzka, no eres tan malo como quieres mostrar que eres; se ruborizo, pero escondiendo su instante de debilidad, comentó, escucha hombre, yo amplio mi vida consumiendo los sueños que la gente abandona, esta vez te salvas, pero no habrá próxima, ya sé dónde encontrarlos, él no podía hablar, no le salía nada, solo atinaba a mover la cabeza como signo de afirmación. Todo esto era demasiado irreal para él, si no hubiera sentido la mano de la sirena sobre la suya, se hubiera perdido, adiós, Metzka, nos veremos, la próxima vez, no será así, mi deuda está pagada, pero si me quieres visitar sabes donde encontrarme.

Volvieron a la playa, ya el sol salía por el horizonte, la claridad lo invadía todo; bueno me voy, dentro de unos días habrás recuperado tus sueños, haz buen uso de ellos, vuelve a ponerlos en marcha, ¿me lo prometes?, sí, trataré, adiós, y cambia esa cara, sonríe que los has recuperado, siempre recuerda eso que decía alguien:

"When you are smiling, ocurre que tu sonrisa es la sobreviviente la estela que en ti dejó el futuro la memoria del horror y la esperanza la huella de tus pasos en el mar el sabor de la piel y su tristeza. When you are smiling the whole world que también vela por su amargura smiles with you."

Se alejó lentamente, la misma melodía que la trajo la acompañaba, espera, no sé como te llamas, dime cuál es tu nombre, ella se dio la vuelta, sonrío y dijo pensé que lo sabias, me llamo Magia... le guiñó el ojo, y se sumergió en el mar...

Y Colorín Colorado

Las sirenas son seres que han fascinado e intrigado al hombre desde hace miles de años.

sábado, 21 de agosto de 2010

CUENTO INFORMÁTICO


MI QUERIDO ORDENADOR. Cuentos Infantiles Españoles.

Había una vez una joven que tenía un estupendo ordenador. Pasaba varias horas al día consultando, estudiando y hablando con su ordenador.

El ordenador tenía sensores que detectaban los ojos de la joven y si veían que estaban más húmedos de lo normal por algún estado emocional de tristeza o melancolía, el ordenador le decía: “¡Ánimo, Mar!” y a continuación aparecían en la pantalla escenas de paisajes idílicos, o bien de cachorros de perros y gatos, que era lo que más le gustaba del reino animal.

El ordenador era capaz de adivinar su estado de ánimo a través del timbre y ritmo de su voz. Cuando el ordenador detectaba que estaba contenta, aparecía en la pantalla una pequeña orquesta y uno de los músicos invitaba, con un micrófono virtual, a que cantase alguna canción cuya letra aparecía en la pantalla. Si detectaba que estaba irritada o enfadada, el ordenador trataba de calmarla con frases agradables y adecuadas a su estado de ánimo.

Cuando Mari Mar se sentía un tanto melancólica recordando algunos bellos lugares que había visitado en sus viajes, o bien quería contemplar lugares nuevos de todo el mundo, sólo tenía que decirle a su ordenador: “Viajar quiero”. En seguida aparecía en la pantalla las diversas opciones: lugares románticos, lugares exóticos, lugares desérticos, lugares polares…Mari Mar le encantaba volver a ver Cantabria y Asturias, pues fue un viaje inolvidable que realizó con sus compañeros del instituto hace un par de años.

Otro día, Mari Mar le dijo a su ordenador: “Novio quiero”. En seguida aparecieron en la pantalla multitud de nombres y características de jóvenes que, al igual que ella, podrían buscar pareja. Después de constatar, por curiosidad, varios nombres de chicos, edad, lugar de residencia, estudios, profesión etc., se le ocurrió decirle a su ordenador: “Amor quiero”. Se quedó unos segundos la pantalla en blanco y apareció un rótulo que decía: “No procesado”. Su querido ordenador no sabía lo que quería decir amor. Se humedecieron los ojos de Mari Mar y entonces escuchó la voz de su ordenador: “¡Ánimo, Mar!, mientras veía en la pantalla unos cachorros de gatos para consolarla. “Pobre ordenador – pensó con ternura Mari Mar- no alcanza a saber lo que es el amor”.

Entonces, tras un suspiro, susurró en voz baja dirigiéndose al ordenador: “Cuánto me gustaría que supieras qué es el amor y entendieras lo que quiere decir ¡te quiero!”. Nada más pronunciar Mari Mar estas palabras, apareció en la pantalla las diversas opciones de té: té de Ceilán, té de la India, té de la China, de Singapur, té verde, té negro, té de perla…

A continuación Mari Mar apagó el ordenador y se puso a contemplar las nubes del cielo desde su ventana.

Y Colorín Colorado

El estar sentado delante de una computadora implica que todo el cuerpo trabaje, pero no siempre lo hace de forma saludable.

viernes, 20 de agosto de 2010

CUENTO VOLADOR


EL COFRE VOLADOR. Hans Christian Andersen

Érase una vez un comerciante tan rico, que habría podido empedrar toda la calle con monedas de plata, y aún casi un callejón por añadidura; pero se guardó de hacerlo, pues el hombre conocía mejores maneras de invertir su dinero, y cuando daba un ochavo era para recibir un escudo. Fue un mercader muy listo... y luego murió.

Su hijo heredó todos sus caudales, y vivía alegremente: todas las noches iba al baile de máscaras, hacía cometas con billetes de banco y arrojaba al agua panecillos untados de mantequilla y lastrados con monedas de oro en vez de piedras. No es extraño, pues, que pronto se terminase el dinero. Al fin a nuestro mozo no le quedaron más de cuatro perras gordas, y por todo vestido, unas zapatillas y una vieja bata de noche.

Sus amigos lo abandonaron; no podían ya ir juntos por la calle. Pero uno de ellos, que era un bonachón, le envió un viejo cofre con este aviso: «¡Embala!». El consejo era bueno, desde luego, pero como nada tenía que embalar, se metió él en el baúl.

Era un cofre curioso: echaba a volar en cuanto se le apretaba la cerradura. Y así lo hizo; en un santiamén, el muchacho se vio por los aires metido en el cofre, después de salir por la chimenea, y se remontó hasta las nubes, vuela que te vuela. Cada vez que el fondo del baúl crujía un poco, a nuestro hombre le entraba pánico; si se desprendiesen las tablas, ¡vaya salto! ¡Dios nos ampare! De este modo llegó a tierra de turcos. Escondiendo el cofre en el bosque, entre hojarasca seca, se encaminó a la ciudad; no llamó la atención de nadie, pues todos los turcos vestían también bata y pantuflos. Se encontró con un ama que llevaba un niño: Oye, nodriza —le preguntó—, ¿qué es aquel castillo tan grande, junto a la ciudad, con ventanas tan altas? Allí vive la hija del Rey —respondió la mujer—. Se le ha profetizado que quien se enamore de ella la hará desgraciada; por eso no se deja que nadie se le acerque, si no es en presencia del Rey y de la Reina. Gracias —dijo el hijo del mercader, y volvió a su bosque. Se metió en el cofre y levantó el vuelo; llegó al tejado del castillo y se introdujo por la ventana en las habitaciones de la princesa.

Estaba ella durmiendo en un sofá. Era tan hermosa, que el mozo no pudo reprimirse y le dio un beso. La princesa despertó asustada, pero él le dijo que era el dios de los turcos, llegado por los aires; y esto la tranquilizó. Se sentaron uno junto al otro, y el mozo se puso a contar historias sobre los ojos de la muchacha: eran como lagos oscuros y maravillosos, por los que los pensamientos nadaban cual ondinas; luego historias sobre su frente, que comparó con una montaña nevada, llena de magníficos salones y cuadros; y luego le habló de la cigüeña, que trae a los niños pequeños. Sí, eran unas historias muy hermosas, realmente. Luego pidió a la princesa si quería ser su esposa, y ella le dio el sí sin vacilar. Pero tendrás que volver el sábado —añadió—, pues he invitado a mis padres a tomar el té. Estarán orgullosos de que me case con el dios de los turcos. Pero mira de recordar historias bonitas, que a mis padres les gustan mucho. Mi madre las prefiere edificantes y elevadas, y mi padre las quiere divertidas, pues le gusta reírse. Bien, no traeré más regalo de boda que mis cuentos —respondió él, y se despidieron; pero antes la princesa le regaló un sable adornado con monedas de oro. ¡Y bien que le vinieron al mozo!

Se marchó en voladas, se compró una nueva bata y se fue al bosque, donde se puso a componer un cuento. Debía estar listo para el sábado, y la cosa no es tan fácil. Y cuando lo tuvo terminado, era ya sábado.

El Rey, la Reina y toda la Corte lo aguardaban para tomar el té en compañía de la princesa. Lo recibieron con gran cortesía. ¿Vas a contarnos un cuento –le preguntó la Reina—, uno que tenga profundo sentido y sea instructivo? Pero que al mismo tiempo nos haga reír —añadió el Rey. De acuerdo —respondía el mozo, y comenzó su relato—. Y ahora, atención.

Érase una vez un haz de fósforos que estaban en extremo orgullosos de su alta estirpe; su árbol genealógico, es decir, el gran pino, del que todos eran una astillita, había sido un añoso y corpulento árbol del bosque. Los fósforos se encontraban ahora entre un viejo eslabón y un puchero de hierro no menos viejo, al que hablaban de los tiempos de su infancia. ¡Sí, cuando nos hallábamos en la rama verde —decían— estábamos realmente en una rama verde! Cada amanecer y cada atardecer teníamos té diamantino: era el rocío; durante todo el día nos daba el sol, cuando no estaba nublado, y los pajarillos nos contaban historias. Nos dábamos cuenta de que éramos ricos, pues los árboles de fronda sólo van vestidos en verano; en cambio, nuestra familia lucía su verde ropaje, lo mismo en verano que en invierno. Más he aquí que se presentó el leñador, la gran revolución, y nuestra familia se dispersó. El tronco fue destinado a palo mayor de un barco de alto bordo, capaz de circunnavegar el mundo si se le antojaba; las demás ramas pasaron a otros lugares, y a nosotros nos ha sido asignada la misión de suministrar luz a la baja plebe; por eso, a pesar de ser gente distinguida, hemos venido a parar a la cocina. Mi destino ha sido muy distinto —dijo el puchero a cuyo lado yacían los fósforos—. Desde el instante en que vine al mundo, todo ha sido estregarme, ponerme al fuego y sacarme de él; yo estoy por lo práctico y, modestia aparte, soy el número uno en la casa, Mi único placer consiste, terminado el servicio de mesa, en estarme en mi sitio, limpio y bruñido, conversando sesudamente con mis compañeros; pero si exceptúo el balde, que de vez en cuando baja al patio, puede decirse que vivimos completamente retirados. Nuestro único mensajero es el cesto de la compra, pero ¡se exalta tanto cuando habla del gobierno y del pueblo!; hace unos días un viejo puchero de tierra se asustó tanto con lo que dijo, que se cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Yo os digo que este cesto es un revolucionario; y si no, al tiempo. ¡Hablas demasiado! —Intervino el eslabón, golpeando el pedernal, que soltó una chispa—. ¿No podríamos echar una cana al aire, esta noche? Sí, hablemos —dijeron los fósforos—, y veamos quién es el más noble de todos nosotros.

No, no me gusta hablar de mi persona —objetó la olla de barro—. Organicemos una velada. Yo empezaré contando la historia de mi vida, y luego los demás harán lo mismo; así no se embrolla uno y resulta más divertido. En las playas del Báltico, donde las hayas que cubren el suelo de Dinamarca... ¡Buen principio! exclamaron los platos, sin duda, esta historia nos gustar, pasé mi juventud en el seno de una familia muy reposada; se limpiaban los muebles, se restregaban los suelos, y cada quince días colgaban cortinas nuevas. ¡Qué bien se explica! —Dijo la escoba de crin—. Se diría que habla un ama de casa; hay un no sé que de limpio y refinado en sus palabras. Exactamente lo que yo pensaba —asintió el balde, dando un saltito de contento que hizo resonar el suelo. La olla siguió contando, y el fin resultó tan agradable como había sido el principio. Todos los platos castañetearon de regocijo, y la escoba sacó del bote unas hojas de perejil, y con ellas coronó a la olla, a sabiendas de que los demás rabiarían. «Si hoy le pongo yo una corona, mañana me pondrá ella otra a mí», pensó. ¡Voy a bailar! —exclamó la tenaza, y, ¡dicho y hecho! ¡Dios nos ampare, y cómo levantaba la pierna! La vieja funda de la silla del rincón estalló al verlo. ¿Me vais a coronar también a mí? —pregunto la tenaza; y así se hizo.

¡Vaya gentuza! pensaban los fósforos. Le tocaba entonces el turno de cantar a la tetera, pero se excusó alegando que estaba resfriada; sólo podía cantar cuando se hallaba al fuego; pero todo aquello eran remilgos; no quería hacerlo más que en la mesa, con las señorías. Había en la ventana una vieja pluma, con la que solía escribir la sirvienta. Nada de notable podía observarse en ella, aparte que la sumergían demasiado en el tintero, pero ella se sentía orgullosa del hecho. Si la tetera se niega a cantar, que no cante —dijo—. Ahí fuera hay un ruiseñor enjaulado que sabe hacerlo. No es que haya estudiado en el Conservatorio, mas por esta noche seremos indulgentes. Me parece muy poco conveniente —objetó la cafetera, que era una cantora de cocina y hermanastra de la tetera— tener que escuchar a un pájaro forastero. ¿Es esto patriotismo?

Que juzgue el cesto de la compra. Francamente, me han desilusionado —dijo el cesto. ¡Vaya manera estúpida de pasar una velada! En lugar de ir cada cuál por su lado, ¿no sería mucho mejor hacer las cosas con orden? Cada uno ocuparía su sitio, y yo dirigiría el juego. ¡Otra cosa seria! ¡Sí, vamos a armar un escándalo! —exclamaron todos.

En esto se abrió la puerta y entró la criada. Todos se quedaron quietos, nadie se movió; pero ni un puchero dudaba de sus habilidades y de su distinción. «Si hubiésemos querido —pensaba cada uno—, ¡qué velada más deliciosa habríamos pasado!». La sirvienta cogió los fósforos y encendió fuego. ¡Cómo chisporroteaban, y qué llamas echaban!

«Ahora todos tendrán que percatarse de que somos los primeros —pensaban—. ¡Menudo brillo y menudo resplandor el nuestro!». Y de este modo se consumieron.

Qué cuento tan bonito! —dijo la Reina—. Me parece encontrarme en la cocina, entre los fósforos. Sí, te casarás con nuestra hija. Desde luego —asintió el Rey—. Será tuya el lunes por la mañana. Lo tuteaban ya, considerándolo como de la familia. Se fijó el día de la boda, y la víspera hubo grandes iluminaciones en la ciudad, se repartieron bollos de pan y rosquillas, los golfillos callejeros se hincharon de gritar «¡hurra!» y silbar con los dedos metidos en la boca... ¡Una fiesta magnífica!

«Tendré que hacer algo», pensó el hijo del mercader, y compró cohetes, petardos y qué sé yo cuántas cosas de pirotecnia, las metió en el baúl y emprendió el vuelo. ¡Pim, pam, pum! ¡Vaya estrépito y vaya chisporroteo! Los turcos, al verlo, pegaban unos saltos tales que las babuchas les llegaban a las orejas; nunca habían contemplado una traca como aquella. Ahora sí que estaban convencidos de que era el propio dios de los turcos el que iba a casarse con la hija del Rey.

No bien llegó nuestro mozo al bosque con su baúl, se dijo: «Me llegaré a la ciudad, a observar el efecto causado». Era una curiosidad muy natural. ¡Qué cosas contaba la gente! Cada una de las personas a quienes preguntó había presenciado el espectáculo de una manera distinta, pero todos coincidieron en calificarlo de hermoso. Yo vi al propio dios de los turcos —afirmó uno—. Sus ojos eran como rutilantes estrellas, y la barba parecía agua espumeante. Volaba envuelto en un manto de fuego —dijo otro—Por los pliegues asomaban unos angelitos preciosos. Sí, escuchó cosas muy agradables, y al día siguiente era la boda.

Regresó al bosque para instalarse en su cofre; pero, ¿dónde estaba el cofre? El caso es que se había incendiado. Una chispa de un cohete había prendido fuego en el forro y reducido el baúl a cenizas. Y el hijo del mercader ya no podía volar ni volver al palacio de su prometida.

Ella se pasó todo el día en el tejado, aguardándolo; y sigue aún esperando, mientras él recorre el mundo contando cuentos, aunque ninguno tan regocijante como el de los fósforos.

Y Colorín Colorado

Hoy en día es difícil enseñar a los niños un consumo responsable ya que muchas veces los padres mismos están metidos a fondo en el modelo consumista.

jueves, 19 de agosto de 2010

CUENTO ANULAR


EL VALOR DE LAS COSAS. CUENTO ZEN. Cortesía: Mercedes Reyes, Shotokan.
"Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?" El maestro, sin Mirarlo, le dijo: Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después...- y haciendo una pausa agregó Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

Encantado, maestro, titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas. Bien -asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo. Que importante lo que dijiste, joven amigo, contestó sonriente el maestro; debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo, ¡¿58 monedas?! Exclamó el joven. Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

Y Colorín Colorado

No hay necesidad de ir en busca de un remedio para curar los males de nuestro tiempo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

CUENTO INFANTIL


EL RATONCITO PÉREZ. Luis Coloma

Hace muchísimo tiempo, había un príncipe llamado Buby y sus padres lo amaban mucho. Por eso, cuando se le cayó su primer diente, la madre le contó que los niños buenos dejaban su diente bajo la almohada para que el ratón de los dientes se lo cambiara por un regalo.

Buby dejó su diente bajo la almohada y esperó impaciente la llegada del ratoncito. Pero sucedió lo que debía suceder y se quedó dormido. De pronto, un suave roce lo despertó. Se incorporó de golpe y vio sobre la almohada a un ratón pequeño, con lentes de oro, sombrero de paja, zapatos de lienzo y una cartera roja, terciada a la espalda. ¿Quién eres? —preguntó el niño, soy Ratón Pérez, contestó el ratón.

El pequeño príncipe intentaba tomarlo por el rabo mientras el ratón continuaba eludiéndolo. Finalmente, Buby consiguió convencer al ratón para que lo llevara en sus aventuras. El ratón se subió en el hombro de Buby y pasó su rabo por la nariz del niño, lo hizo estornudar estrepitosamente y al instante, quedó convertido en un hermoso ratoncillo de piel brillante y ojos verdes. De esta forma, pudo acompañar al Ratón Pérez y salir de palacio sin ser notado.

Antes de emprender el viaje, pasaron por la casa del Ratón Pérez, que vivía con su mujer e hijos en una buhardilla, para recoger el regalo para Gilito. Luego se dirigieron a la casa de Gilito, un niño pobre que esperaba la visita del ratón de los dientes.

Al conversar con el pequeño niño pobre, el príncipe Buby conoció la miseria y la forma en que vivían sus súbditos. Conoció la existencia de otros niños que vivían de manera muy diferente a él, sin lujos, ni servidumbre. También aprendería valores durante su aventura, como el buen gobierno, la generosidad y la valentía.

Cuando Buby creció y se convirtió en rey, gobernó con bondad y fue muy amigo de los niños y un decidido protector de los ratones. Desde entonces, es costumbre que cuando a un niño se le cae un diente, lo deje bajo la almohada para que el Ratón Pérez se lo cambie por un regalo.

Y Colorín Colorado

Los dientes son órganos duros de tejido calcificado localizados dentro de la boca.
Es el tejido más duro del cuerpo


martes, 17 de agosto de 2010

CUENTO VALIENTE


CORAJE, VALENTÍA Y AMOR. María Pastor Santos

Este relato hace muchos años que existe por lo tanto es muy antiguo y las hadas y elfos que salen en él, quizás ya hayan muerto. Era un pueblo lejano, en unas altas montañas, debajo de una cascada. Allí nadie iba por lo tanto era un buen lugar de vida para las hadas.

No habían tenido contacto con los humanos y por ello vivían felices. No existía la rivalidad entre hadas y elfos, al contrario, convivían felices. Tenían una reina hada, llamada Shorin. Ella vivía feliz, reinaba con tranquilidad y nunca había tenido problema alguno para convivir con los demás, tenía 4 hijas, todas ellas muy hermosas, pero la mayoría de hadas del reino de Shorin envidiaban la belleza de la pequeña, Charlsa. Pero, no sólo había una reina, sino que también había un rey, un rey elfo, Porine, él tenía 2 hijos. El mayor era un luchador nato, pero también era un envidioso y posesivo, su hermano, Corintio, era un valeroso y simpático príncipe.

Charsla, siempre había sentido atracción por Corintio, pero, en el país de Shorin las hadas no tenían derechos por lo tanto, ella no podía elegir marido. Cada mes, el día 15, se unían todos, los elfos y las hadas; tras muchas pruebas de valentía y coraje se elegían los respectivos maridos de las princesas hadas. Charsla nunca le había tocado el turno de que un buen elfino le pidiera mano, porque las pruebas para ella eran muy complicadas ya que era la hada más bella del reino.

Corintio nunca se había presentado al concurso, él amaba a Charlsa pero no podía competir por ella. Con el corazón partido a pedacitos, se dirigió al elfo más sabio de todos los elfos, Podin, él era viejo, pero tenía un gran corazón, un corazón transparente y puro, Corintio le explicó su problema, lo que sentía por la princesita Charlsa y Podin le dio un buen consejo: Hijo, tu corazón es muy grande y en el está el nombre de Charlsa, eres valeroso y todo un caballero por lo tanto, tienes que someterte a esas pruebas, ¿y si muero? Corintio, si mueres, morirás por amor, por amor a alguien que te está esperando, a alguien que te quiere y que te esta esperando.

Así fue como se presentó, las pruebas eran duras y cada prueba duraba muchísimo tiempo. Demostró amor, valentía y coraje, ¿y sabéis? eso es lo más importante de esta vida, el amor la valentía y el coraje, todos forman un corazón puro y si estás enamorado lo demás no importa para nada. Esas características son propias de los personajes "fantásticos".

Y Colorín Colorado

Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar.

lunes, 16 de agosto de 2010

CUENTO VESTIDOR


LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ. León Tolstói

En las lejanas tierras del norte, hace mucho tiempo, vivió un zar que enfermó gravemente. Reunió a los mejores médicos de todo el imperio, que le aplicaron todos los remedios que conocían y otros nuevos que inventaron sobre la marcha, pero lejos de mejorar, el estado del zar parecía cada vez peor.

Le hicieron tomar baños calientes y fríos, ingirió jarabes de eucalipto, menta y plantas exóticas traídas en caravanas de lejanos países. Le aplicaron ungüentos y bálsamos con los ingredientes más insólitos, pero la salud del zar no mejoraba. Tan desesperado estaba el hombre que prometió la mitad de lo que poseía a quien fuera capaz de curarle.

El anuncio se propagó rápidamente, pues las pertenencias del gobernante eran cuantiosas, y llegaron médicos, magos y curanderos de todas partes del globo para intentar devolver la salud al zar. Sin embargo fue un trovador quien pronunció: Yo sé el remedio: la única medicina para vuestros males, Señor. Sólo hay que buscar a un hombre feliz: vestir su camisa es la cura a vuestra enfermedad. Partieron emisarios del zar hacia todos los confines de la Tierra, pero encontrar a un hombre feliz no era tarea fácil: aquel que tenía salud echaba en falta el dinero, quien lo poseía, carecía de amor. Y quien lo tenía se quejaba de los hijos.

Pero una tarde, los soldados del zar pasaron junto a una pequeña choza en la que un hombre descansaba sentado junto a la lumbre de la chimenea: ¡Qué bella es la vida!, Con el trabajo realizado, una salud de hierro y afectuosos amigos y familiares, ¿qué más podría pedir? Al enterarse en palacio de que por fin habían encontrado un hombre feliz, se extendió la alegría. El hijo mayor del zar ordenó inmediatamente: Traed prestamente la camisa de ese hombre. ¡Ofrecedle a cambio lo que pida!

En medio de una gran algarabía, comenzaron los preparativos para celebrar la inminente recuperación del gobernante. Grande era la impaciencia de la gente por ver volver a los emisarios con la camisa que curaría a su gobernante, pero cuando por fin llegaron, traían las manos vacías: ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? ¡Es necesario que la vista mi padre! Señor, contestaron apenados los mensajeros, el hombre feliz no tiene camisa.

Y Colorín Colorado

El hábito no hace al monje es un refrán que nos enseña que,

sábado, 14 de agosto de 2010

CUENTO AMIGO


EL BOSQUE DE LAS HADAS. Nireblog

Érase una vez dos niñas de 11 años, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazón; por el contrario Yaisa era una pésima estudiante y bastante creída.

Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería. Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas. Los padres de Yaisa se habían opuesto a esta amistad pero nada pudieron hacer ante el empeño de las chicas de seguir siendo amigas.
Como había dicho antes Jennifer vivía al lado del bosque azul. Este bosque era llamado así por los lugareños, ya que una gran cantidad de mariposas azules habitaban en él. Muchos creían que esas mariposas eran en realidad ninfas y que se apoderarían de todo aquel que se adentrará en el bosque al anochecer. Esta maldición era alimentada desde hacía muchísimos años, cuando desapareció una chica en el bosque y nunca se supo nada de ellas.

Se organizaron batidas en el bosque y no se halló rastro de ella, ni siquiera sus huesos u objetos personales aparecieron, por lo que se descartó que fuera comida por las alimañas. Este suceso hizo que naciera la leyenda del bosque azul, leyenda que duraba hasta nuestros días, pasando de generación en generación.

Una tarde Yaisa propuso ir al bosque. ¡No!, es peligroso. - respondió Jennifer. ¿Porqué?, ¿Tú crees el cuento ese?-. Umm... Sí, una vez se lo oí contar a mi abuelo -. Eso son mentiras, lo que pasa es que tienes miedo y no lo quieres reconocer. ¡No tengo miedo!! Sí que lo tienes, ¡¡Eres una cobardilla!! ¡No soy cobarde! Está bien iremos, pero me tienes que prometer que volveremos antes del anochecer. Está bien, lo prometo. Mientras entraban en el bosque Jennifer se iba arrepintiendo de haber aceptado. ¿Y si fuera verdad la leyenda?. ¿Y si no veo más a mis padres?- pensaba. Oye Yaisa, me vuelvo a casa. ¿Qué? Qué pasó, lo siento me voy, venga ya, si estamos dentro, me vas a dejar sola ahora. Si, me voy. ¿Vienes? Esta bien me voy contigo.

Bienvenidas a mi reino. ¿Quién ha dicho eso? Yo no he sido- contestó Yaisa asustada. ¡¡Allí arriba!!! exclamó Jennifer. ¡Pe.. pero qué es eso! Miraron hacia arriba y vieron a un ser etéreo que se mantenía suspendida en el aire. Alrededor suyo cientos de mariposas azules con una extraña forma humana la iluminaban y le daban un aspecto tétrico a la figura. ¿Quién eres?. Soy Ethea, reina de este lugar, seguramente me conoceréis por el hada de los bosques. Las mariposas son Suthereis, son mis ninfas. ¿Qué hacéis aquí?

Nada, solo pasamos a jugar un poco, pero ya nos íbamos. A jugar, eh. Aja, os propongo yo un juego, a ver díganos, de las dos la que me traiga el objeto que pese menos ganará y será conducida fuera del bosque, la perdedora se quedará conmigo para siempre y será convertida en una hermosa mariposa azul. Señora, no nos puede hacer eso suplicaron al unísono las dos chicas. Porque habéis invadido mi reino y esta es la única forma de salir. Todas estas mariposas eran personas como vosotros que osaron entrar. Ellas fueron perdedoras. Tenéis una hora. Id cada una en dirección opuesta y traedme ese objeto. El tiempo empieza ya. No, Yaisa no te muevas tengo la solución.

Venga Ya. Solo quieres ganarme, pero yo conseguiré arrebatarte ese honor. Tú te quedarás aquí contestó enfurecida Yaisa. Yaisa salió corriendo dirigiéndose a la izquierda, mientras que Jennifer se quedó quieta. ¿Dices que tienes la solución? Espero que sea así, aunque dentro de una hora saldremos de duda. El tiempo pasó inexorable y al cabo de una hora, Yaisa fue traída en voladas por las ninfas. Bien, qué tenéis? Yo, esta pluma, ligera como el viento, gritó entusiasmada Yaisa. ¿Y tú? Yo, aquí lo tenéis- y cerrando el puño se lo entregó al hada.

Pero es una broma, aquí no hay nada. Si que lo hay, hay aire, ese es mi objeto, más ligero que él no hay nada. ¡Ingenioso!, exclamó el hada, he aquí mi decisión; tú Yaisa, para ganar me has traído efectivamente un material muy ligero pero has tenido que matar un pajarillo, has agredido a la naturaleza y tu Jennifer, en cambio has conseguido el material más ligero que existe sin agredir el entorno, Jennifer eres libre de irte. ¡No! Quiero que mi amiga se vaya, prefiero quedarme yo, me sigues sorprendiendo. ¿Cambias tu vida por la de tu amiga? Sí, ella es hija única, yo en cambio tengo 2 hermanos más, además durante el resto de mi vida no me perdonaría que deje a mi amiga aquí. Jennifer, perdóname, yo solo he pensado en mí y tú en cambio das tu vida por la mía, no puedo aceptarlo, he perdido y me quedo.

¡Increíble!, en mis 500 años de vida es la primera vez que me ocurre algo parecido; después de esto, creo que las dos merecéis iros a casa, podéis marchad. Gracias, señora- Contestaron al unísono; podéis volver cuando queráis, habéis aprendido la lección más importante de vuestra vida, vuestra amistad os ha salvado.

Las dos chicas volvieron a casa y siguieron siendo amigas durante toda su vida.

Y Colorín Colorado

La amistad verdadera es desinteresada, pues más consiste en dar que en recibir;



viernes, 13 de agosto de 2010

CUENTO JUSTO



EL PORTAL ESCONDIDO

Allí estaba, desde hacia mucho tiempo. Había sido creado, para pasar a otra dimensión. Una hechicera lo había cimentado, para poder salvar de la muerte al Príncipe heredero; que había sido traicionado. Era un mundo mágico, donde existía solo la luz y la solidaridad.

Había llegado el momento de volverlo a traspasar. La hechicera, que conocía las palabras tenía el poder para hacerlo; y las pronunció. Al pasar el portal, tomó de la mano al Príncipe. Cuando él abrió sus ojos, ya no se encontraba en aquel bello mundo en donde había crecido.

El lugar donde estaba era húmedo y frío, un sótano oscuro. Allí frente a él se encontraba la hechicera, con su larga cabellera blanca. Su cara tenía dibujada arrugas por los años. Al comienzo no la reconoció, pero al escuchar su voz recordó como lo había salvado de su muerte de pequeño.

Ella le comentó lo que había sucedido, mientras estaba protegido detrás del Portal. Abrió una gran puerta de madera. Detrás de ella se encontraba una brillante armadura, y una espada llena de piedras preciosas. La tomó en sus manos, y la apoyó en las manos del Príncipe. La hechicera mientras le dijo:”Ahora es tu turno, ya eres un hombre y sabrás como reinar con justicia y sabiduría”.

Y Colorín Colorado

En Colombia "lamentablemente" sigue habiendo gente "que no quiere la paz y la reconciliación",

jueves, 12 de agosto de 2010

CUENTO FELIZ


LA PIEDRA DE LA FELICIDAD. Versión en español:Eduardo e Irany Lecea

En tiempos de las hadas y las brujas, un muchacho encontró en su camino una piedra que emitía un brillo diferente de todas las que él había conocido. Impresionado, decidió llevársela a su casa.
Era una piedra del tamaño de un limón y pertenecía a un hada, que la perdió por aquellos caminos, en su paseo matinal; Era la Piedra de la Felicidad, poseía el poder de transformar los deseos en realidad.

El hada, al darse cuenta de que había perdido la piedra, consultó su bola de cristal y se dio cuenta lo que había sucedido. Evaluó el poder mágico de la piedra y, como la persona que la había encontrado era un joven de familia pobre y trabajadora, concluyó que la piedra podría quedarse en poder de él, decidió ayudarlo despreocupándose por recuperar la piedra.

Se le apareció al muchacho en un sueño y le dijo que la piedra tenía poderes para conceder tres deseos: un bien material, una alegría y una caridad, pero que esos beneficios solamente podrían ser utilizados en favor de otras personas, para obtener el deseo, debía pensar en el pedido y apretar la piedra entre las manos. El muchacho despertó sobresaltado, no le gustó saber que los poderes de la piedra solamente podrían ser usados en provecho de los demás, quería que fueran para él, intentó pedir alguna cosa para si mismo, apretando la piedra entre las manos, sin éxito, entonces, decidió guardarla, sin interés por hacer uso de ella. Los años pasaron y el muchacho se volvió un anciano y cierto día, recordando su pasado, concluyó que había llevado una vida infeliz, con muchas dificultades, privaciones y sinsabores.

Tuvo pocos amigos y reconoció haber sido muy egoísta, jamás quiso el bien para los demás, al contrario, deseaba que todos sufrieran lo mismo que él; volvió a ver la piedra que guardó consigo durante casi toda su existencia; se acordó del sueño y de los probables poderes de la piedra, decidió usarla, aún siendo en provecho de los demás.
Así, concedió el deseo de una joven, poniendo a su disposición un bien material, proporcionó una gran alegría a una madre revelándole el paradero de su hija que había desaparecido hacía muchos años y, finalmente, enfrente de un enfermo, se condolió de sus heridas, ofreciéndole la cura; al realizar el tercer beneficio, sucedió lo inesperado: la piedra se transformó en una nube de humo y, en medio de la nube, el hada -que había visto en el sueño que había tenido hacía ya muchos años, después de encontrar la piedra – apareció y le dijo: Usaste la Piedra de la Felicidad, lo que me pidas, para ti, yo te lo concederé.

Primero, debías hacer el bien a los demás, para merecer que se te concediera tu deseo, ¿Por qué tardaste tanto tiempo en usarla? El hombre se puso muy triste al entender lo que había sucedido, tuvo en sus manos, desde su juventud, la oportunidad de construir una vida llena de felicidad, pero, encerrado en su desamor, jamás pensó que haciendo el bien a los demás cosecharía el bien para si mismo, lamentando su pasado de dolor y su error al despreciar a los demás, hizo un pedido conmovido y arrepentido: Dame, tan solo, la felicidad de olvidar mi pasado egoísta.

Y Colorín Colorado

Dar la felicidad y hacer el bien, he ahí nuestra ley, nuestra ancla de salvación, nuestro faro, nuestra razón de ser. Henri-Frédéric Amiel


miércoles, 11 de agosto de 2010

CUENTO CUMPLEAÑERO


HADA DEL CUMPLEAÑOS

Hace muchos años un muchacho se enamoró de una bella joven, pero al pedirla en matrimonio, ésta le dijo que su hada madrina le había puesto una condición: se casaría con quien fuera capaz de hacer un agujero en el agua. Eso es imposible! -dijo el joven. -Mi hada madrina me ha asegurado que quien de verdad me ame, lo logrará.

El enamorado pensó y pensó y anduvo por muchos lugares en busca de una solución. Hasta que llegó a las tierras frías del norte y al ver un lago que estaba helado comprendió que ahí se podía hacer un agujero en el agua. Gracias a eso se casó con su amada y fueron muy felices.

Desde entonces el hada madrina se aparece en los sueños de todos los niños y niñas que cumplen años en esa noche mágica anterior al día de la celebración.Pero como a estos enamorados, también pondrá una prueba que habrá que cumplir.

¡FELICIDADES! A Andrés Fernando mi bebé adorado y a todos los que lo celebráis.

Y Colorín Colorado

Las velitas encendidas para el pastel se pueden haber originado del cumpleaños de la diosa de la luna Griega Artemis. Adoradores paganos le daban honor a ella todos los meses con pasteles de miel con forma de la luna. Porque la luna brilla con luz, los pasteles los decoraban con velitas encendidas.

martes, 10 de agosto de 2010

CUENTO BLOG ESTRELLA


Este cuento, esta dedicado con cariño y admiración para todos y cada uno de mis amigos y amigas blogueras, que tienen un BLOG ESTRELLA, deseo que sus plumas se conviertan en polvo de estrellas y cada día cumplan un sueño, de conocimiento, amistad, curiosidad, un sueño de justicia, paz y amor!

La imagen, es para que se la lleven, y el video tambien, si quieren y recuerden que si se sueña se puede tocar una estrella!


LAS ESTRELLAS DEL CIELO. Antiguo cuento inglés. Versión de Estrella Cardona Gamio

Hubo una vez, hace mucho, mucho, mucho tiempo, una niña que soñaba con alcanzar las estrellas, es decir, tocarlas con sus manos. En las noches claras sin luna, asomada a la ventana de su dormitorio, las admiraba en silencio pensando qué es lo que se sentiría teniendo una entre las manos. Así las cosas, cierta noche de estío, la niña llegó a la conclusión de que debía tocar por lo menos una o dos y para ello tenía que ponerse en camino hasta llegar a ellas.

Dicho y hecho, saltó por la ventana y empezó a andar, y anda que te andarás llegó a un viejo molino cuya rueda chirriaba escandalosamente. Dándole las buenas noches, la niña le pregunto si la rueda sabía como podría jugar con las lejanas estrellas pues para eso había emprendido la caminata. La rueda le respondió que las encontraría bañándose en el estanque cercano donde por la noche brillaban hasta el punto de no dejarla dormir con su resplandor. La niña saltó al estanque pero por más que nadó, e incluso buceó, le fue imposible encontrarlas. Muy decepcionada se lo dijo después a la rueda de molino, que vieja y gruñona, repuso: No me extraña, has removido tanto el agua que las has asustado y se han ido. Entonces la niña, desilusionada, prosiguió su camino.

Anda que te andarás, llegó a un verde prado en el que se sentó a descansar, dándose cuenta entonces de que el prado pertenecía a las hadas y a los elfos que lo llenaban por doquier corriendo, volando o bien danzando sobre el pasto. Saludándolas muy educadamente la niña les preguntó si habían visto estrellas por allí ya que tenía mucho interés en alcanzar alguna. Las hadas le replicaron que sí, que relucían todas las noches entre los tallos de la hierba. Dijeron: Ven a danzar en nuestra compañía y encontrarás todas las estrellas que desees. Aunque la niña bailó con ellas en su alegre coro, no halló ninguna estrella, y dejándose caer agotada al suelo, lloró dirigiéndose a las hadas que la rodeaban en círculo: Por más que lo intento no lo consigo. Si no me ayudáis nunca podré jugar con las estrellas.

Las hadas hablaron bajito entre si, y finalmente una se acerco a la llorosa criatura para aconsejarla: Que tu ánimo no desmaye; si lo deseas puedes conseguirlo, todo es cuestión de voluntad. Ves camino adelante y cuando encuentres a Cuatro Patas, que te lleve hasta Sin Patas y entonces le ruegas a Sin Patas que te conduzca hasta la Escalera sin escalones por la que debes subir. Muy contenta la niña partió con ánimo ligero llegando finalmente a donde estaba un caballo atado a un árbol.

Buenas noches –saludó por tercera vez-, deseo tocar las estrellas del cielo y he caminado tanto, tanto, que me duele todo el cuerpo, ¿serías tan amable que me permitieses montar en tu lomo? El caballo le dijo entonces que él no entendía de estrellas y que su misión consistía en obedecer a las hadas. Ellas me han hablado de ti y me han aconsejado que le diga a Cuatro Patas que me conduzca hasta Sin Patas. Pues mira por donde yo soy Cuatro Patas, sube a mi lomo y partiremos. Y anda que te andarás, o, mejor dicho, cabalga que te cabalgarás, abandonaron el bosque llegando a la orilla del mar. El caballo se despidió, ya había cumplido su misión, y la niña prosiguió su marcha bordeando la orilla del mar y se decía qué más podía pasar ahora y a quién encontraría que se llamara Sin Patas, y, cuanto menos lo esperaba, un pez enorme como ella nunca había creído que existieran, asomó la cabeza entre la espuma de las olas.

Buenas noches –saludó la niña al pez-. Me gustaría tocar las estrellas con la mano, ¿puedes ayudarme a conseguirlo? No lo sé; si no me traes el permiso de las hadas no podré ayudarte –le contestó el pez. Pues lo tengo, y para que veas te trasmitiré el mensaje: debía encontrar a Cuatro Patas que me conduciría a Sin Patas y éste hasta la Escalera sin escalones. Esto es otra cosa –exclamó el pez-, venga, súbete a mi lomo y procura no caerte. Navegaron, navegaron y navegaron precedidos por una estela dorada que se dirigía hacia el lejano horizonte, allá donde el mar y el firmamento se encuentran. Entonces la niña vislumbró un bellísimo Arco Iris que saliendo del mar llegaba hasta el cielo brillando en todo su esplendor y colorido. Por fin alcanzaron el inicio del Arco Iris y la niña descubrió que se trataba de un camino amplio y lleno de luz, que subía hacia la bóveda celeste, y en lontananza, la chiquilla apercibió unas minúscula lucecillas que daban la impresión de bailar. Hasta aquí hemos llegado –informó el pez-. Esa es la Escalera sin escalones. Ves con cuidado al subir, si es que puedes. Piensa que esta escalera nunca se hizo para los piececitos de las niñas. En cuanto la pequeña saltó del lomo de Sin Patas, éste desapareció en el mar.

La niña ascendió por el Arco Iris, tarea, por otra parte, nada sencilla, pues a cada escalón que subía le daba la sensación de bajar dos. Y aunque ascendió hasta que el mar quedó muy lejos, las estrellas seguían encontrándose remotas. Pero ella se dijo ya que era muy animosa: No voy a echarme atrás; si he llegado hasta aquí no voy a volver sobre mis pasos. Así que ascendió y ascendió, encontrando que el aire por momentos se volvía muy, muy frío, mas el firmamento brillaba intensamente, tanto que se dio cuenta de que estaba ya cerca de las estrellas. ¡Lo estoy consiguiendo! –gritó. Y sin vacilar llegó repentinamente al final del Arco Iris. En torno suyo, mirase por donde mirase, las estrellas daban vueltas y bailaban. Era una danza que tan pronto subía como bajaba, igual que las hojas cuando las mueve el viento, y giraban a su alrededor lo mismo que un torbellino, entre los destellos de miles de colores. Finalmente las alcancé –se dijo-. En toda mi vida había contemplado algo tan bonito.

Entonces se dio cuenta de que estaba helada y al mirar en dirección a sus pies entre las sombras, le fue imposible ver la tierra. La pequeña tembló de miedo. Pero no me marcharé sin antes acariciar una estrella y así diciendo con decisión se puso en puntas de pie extendiendo los brazos tanto como le fue posible. Y ya estaba próxima a lograr su empeño, cuando, el paso raudo de una estrella la sorprendió hasta el punto que le hizo perder el equilibrio y se hundió en el vacío. Fue cayendo, cayendo, cayendo, Arco Iris abajo y más iba bajando más templado era el aire y más somnolienta se sentía, y entre bostezos y suspiros quédose profundamente dormida.

Al despertar se encontró de nuevo en su camita. Lucía el sol en la ventana y las aves mañaneras cantaban en los árboles y entre las flores del jardín. ¿De veras estuve entre las estrellas y las toqué, o no ha sido más que un sueño? Inesperadamente notó algo en la palma de su mano, y cuando la extendió, el brillo de una luz centelleó para desvanecerse enseguida. La niña, muy feliz, pudo darse cuenta en ese momento de que no se engañaba; aquel era el polvo de las estrellas y ella las había tocado con sus manos, no se trataba de un sueño.

Y Colorín Colorado…