sábado, 28 de abril de 2012


LA BODA DEL TÍO  PERICO. Cuento de tradición oral.

El gallo Quirico iba a la boda de su tío Perico, tenía muuucha hambre. Por el camino, se encontró un gusanito y pensó: _ " ¡Qué hambre tengo!, me comería a este gusanito en un abrir y cerrar de ojos". "Pero... si como me mancho el pico y no puedo ir a la boda de mi tío Perico. Si no pico... me muero de hambre". ¿Pico o no pico? Y fue y picó.

Siguió caminando alegre por el camino tan contento y con el buche lleno. Al cruzar un río se dio cuenta que tenía el pico sucio:  ¡Oh, mi pico! Así no puedo ir a la boda.

Pidió a la hierba:  "Hierba, límpiame el pico que voy a la boda de mi tío Perico. ¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?  No sé, no lo he visto.

Se oyó una vocecita: "Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico". Por mentiroso... límpiate tú el pico.

Siguió caminando y encontró una oveja y dijo: Oveja, come a la hierba, que no ha querido limpiarme el pico para ir a la boda de mi tío Perico ¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?  No sé, no lo he visto.
Se oyó una vocecita: -"Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico". Por mentiroso... límpiate tú el pico.

Buscó un palo y le dijo: Palo, pega a la oveja, que la oveja no quiso comer la hierba que no quiso limpiarme el pico para ir a la boda de mi tío Perico. ¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?  No sé, no lo he visto.

Se oyó una vocecita: "Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico". Por mentiroso... límpiate tú el pico. Como el palo no quiso, fue en busca del fuego y le dijo: Fuego, quema al palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso comerse la hierba que no quiso limpiarme el pico, para poder ir a la boda de mi tío Perico. ¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?  No sé, no lo he visto.

Se oyó una vocecita: "Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico". Por mentiroso... límpiate tú el pico. Como el fuego no quiso quemar el pelo, fue a ver al agua y le dijo: Agua, apaga el fuego que no quiso quemar al palo, que no quiso pegar a la oveja, que no quiso comerse la hierba que no quiso limpiarme el pico, para poder ir a la boda de su tío Perico. ¡Muy bien, gallo Quirico!, pero antes dime ¿Dónde está el gusano Gusanito?  No sé, no lo he visto.

Se oyó una vocecita: "Aquí estoy, en la pechuga del gallo Quirico". Por mentiroso y haber comido al gusano Gusanito... ¡Límpiate tú el pico! 

Arrepentido el gallo Quirico por haberse comido al gusano Gusanito... se puso con la cabeza para abajo. Y así...."pico abajo" salió enterito el gusano Gusanito.

El agua no tuvo que apagar el fuego, el fuego no quemó el palo, el palo no pegó a la oveja, la oveja no se comió la hierba, y la hierba limpió el pico al gallo Quirico y ... por fin, pudo llegar feliz y contento a la boda de su tío Perico.

Y Colorín Colorado 

jueves, 19 de abril de 2012

CUENTO HORMIGUERO

LA HORMIGA REBELDE. Pedro Pablo Sacristán

Había una vez una hormiga que estaba harta de ser hormiga. No le gustaba nada: las normas le parecían muy estrictas, se hartaba de tener que esperar larguísimas colas y odiaba hacer lo mismo que todo el mundo, siguiendo las órdenes generales.

Ella quería ser como las mariquitas y los escarabajos, y vivir despreocupadamente. Y tanto se esforzó por conseguirlo, que finalmente un día de viento, se agarró a una gran hoja y se fue volando arriba y arriba.

Cuando estaba muy alto, tanto que ya no se distinguían los insectos, miró abajo y no pudo creer lo que vio: de entre las hierbas se alzaba el magnífico hormiguero, que podía verse a gran distancia. No había rastro de nidos de escarabajos, mariquitas ni ningún otro: sólo el hormiguero.

Y la hormiga se dio cuenta de que eran precisamente las normas, el espíritu de sacrificio, la obediencia y el esfuerzo de todas las hormigas, lo que hacía posible que su obra conjunta fuera muchísimo mayor que lo nunca pudiera haber conseguido insecto alguno, y se sintió realmente orgullosa de ser hormiga.

Y Colorín Colorado


lunes, 2 de abril de 2012

CUENTO COLORADO



EL MAGO DE LOS COLORES. Arnold Lobel

Hace mucho tiempo en el mundo no había ningún color. Casi todo era gris y lo que no era gris era blanco o negro. Hubo un período que se llamó «el Gran Gris». Todas las mañanas un Mago que vivió en el período del Gran Gris abría la ventana para contemplar la extensa tierra.

«Hay algo que no funciona en el mundo», decía. « Es difícil saber cuándo termina un día de lluvia y cuándo empieza un día soleado.» A menudo el Mago bajaba la escalera que conducía a la bodega oscura y gris de su casa. Allí, para divertirse y olvidar el mundo gris de fuera, inventaba pócimas mágicas y hechizos maravillosos.

Un día, mientras el Mago removía y mezclaba un poco de eso con un poco de aquello, vio algo en el fondo de la olla. « ¡Qué pinta tan buena tiene lo que acabo de hacer! », exclamó. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.» « ¿Qué es?», le preguntaron los vecinos cuando vieron al Mago pintando su casa. «Un color», les dijo el Mago. «Lo llamaré azul.»

« ¿Nos das un poco?», le pidieron los vecinos. «Por supuesto», dijo el Mago. Y así fue como nació el Gran Azul. Al cabo de un tiempo todo en el mundo era azul: los árboles eran azules, las abejas eran azules, las ruedas y las cenas eran azules.
El Mago salía a pasear con su bicicleta azul y contemplaba la gran extensión de mundo azul. Exclamaba: « ¡Qué día tan perfecto!» Pero el azul no era tan perfecto. Al cabo de un tiempo todo aquel azul entristeció a todo el mundo.

Los niños dejaron de jugar y pasaban los días enfurruñados en los jardines azules de sus casas. Padres y madres se sentaban en sus casas con la mirada fija en los cuadros azules de las paredes de sus salones azules. «Tanto azul deprime», decían los vecinos al Mago, que estaba más triste que nadie. «Ya no ríe nadie», dijo. «Yo mismo hace días que no me río.» «Tengo que poner remedio», dijo el Mago mientras bajaba arrastrando los pies a la bodega oscura y azul de su casa.

Una vez abajo, empezó a remover y a mezclar un poco de eso y un poco de aquello. Pronto vio algo nuevo en el fondo de la olla. « ¡Ya está, lo he encontrado!», dijo el Mago. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.» « ¿Qué es ?», le preguntaron los vecinos cuando vieron al Mago pintando la valla de su jardín. «Lo llamaré amarillo», dijo el Mago.

« ¿Puedes darnos un poco?», le pidieron los vecinos. «Pues claro que sí», les respondió el Mago. Y así fue como nació el Gran Amarillo. Al cabo de un tiempo todo en el mundo era amarillo. No quedaba ni una pizca que no fuera amarilla. Los cerdos eran amarillos, las pelucas eran amarillas, las escaleras y los sillones de los dentistas eran amarillos.

El mago cabalgaba en su caballo amarillo, exploraba el extenso y amarillo mundo y exclamaba: « ¡Qué día tan fantástico hace hoy!» Pero el Amarillo no era tan fantástico. Al cabo de mucho tiempo todo aquel amarillo empezó a dañar los ojos de la gente. Todo el mundo chocaba y se daba golpes al caminar.

Entrecerraban los ojos y no podían ver adonde se dirigían. «Este amarillo es demasiado brillante y deslumbrador», dijeron los vecinos al Mago. «No hace falta que me lo digáis», gimió el Mago, que había tenido que ponerse una toalla en la cabeza. «Todo el mundo tiene dolor de cabeza, y yo también.» Así que el Mago bajó a tropezones la escalera de su casa que conducía a la oscura y amarilla bodega.

Allí removió y mezcló un poco de eso y un poco de aquello. Pronto vio algo en el fondo de la olla. «Esto no está nada mal», dijo el Mago. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.» « ¿Cómo vas a llamarlo?», le preguntaron los vecinos al ver al Mago pintando sus flores. «Rojo», respondió él. «Nos gustaría tener un poco», le dijeron los vecinos. «Enseguida», dijo el Mago.

Y así fue como nació el Gran Rojo. Al cabo de un tiempo todo en el mundo era rojo. Las montañas eran rojas, las fuentes eran rojas, el queso de bola y los tés eran rojos. El Mago salía a navegar con su barca roja para ver qué veía en aquel extenso y rojo mundo. Y exclamaba, « ¡Qué día tan fantástico!»

Pero el Rojo no era tan fantástico. Al cabo de mucho tiempo todo aquel rojo puso a todo el mundo de mal humor. Los niños pasaban el día peleándose y dándose puñetazos, y los padres discutían en voz alta. Una multitud enfurecida de vecinos se puso en marcha en dirección a la casa del Mago. «Todo este rojo horrible es por tu culpa», le dijeron gritando.

Después empezaron a tirar piedras al Mago, que no dejaba de dar saltos y de hacer rechinar los dientes, porque él también estaba de un humor de perros. El Mago bajó la escalera como un vendaval en dirección a la oscura y roja bodega. Pasó días y días mezclando y removiendo. Utilizó toda la magia que fue capaz de imaginar para encontrar un nuevo color, pero todo lo que obtenía era más azul, y más amarillo, y más rojo.

El Mago trabajó hasta que tuvo las ollas llenas hasta el borde. Las ollas estaban tan llenas que pronto empezaron a rebosar. El azul, el amarillo y el rojo se mezclaron. Se organizó un desastre terrible.

Pero cuando el Mago vio lo que pasaba exclamó: « ¡Ya tengo la respuesta! Y muy contento empezó a bailar por la bodega. El Mago mezcló el rojo y el azul y obtuvo un nuevo color. El Mago mezcló el amarillo y el azul y obtuvo un nuevo color. El Mago mezcló el amarillo y el rojo y obtuvo un nuevo color.

« ¡Hurra!», exclamó, y mezcló el rojo, el azul y el amarillo de todas las formas posibles. « ¡Fijaos qué cosas tan bonitas he hecho!», dijo el Mago cuando hubo terminado. « ¿Qué son?», preguntaron los vecinos. «Los llamaré morado, verde, naranja y marrón», respondió el Mago. «Da gusto verlos», dijeron los vecinos satisfechos, «pero ¿cuál debemos escoger esta vez?» «Debéis cogerlos todos», respondió el Mago.

Y, en efecto, cogieron todos los colores que el Mago había hecho. No tardaron mucho en encontrar el lugar adecuado para cada uno. Y después de mucho tiempo, cuando el Mago abría la ventana de su casa, miraba afuera y exclamaba: « ¡Qué día tan fantástico y perfecto!»

Los vecinos le regalaron manzanas rojas, hojas verdes, plátanos amarillos, uvas moradas y flores azules. Por fin el mundo era tan bonito que ya nunca más volverían a cambiarlo.

Y Colorín Colorado