jueves, 27 de diciembre de 2012

CUENTO AÑO NUEVO


UN AÑO NUEVO. Del libro: "Cuentos para Niños de 8 a 108 II" - Pancho Aquino.

Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.

-¿Qué hay de nuevo? -pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado, lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad...- contesta el ángel más viejo. Y bueno, todas esas son cosas muy importantes.

Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.

¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles, ¿te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano; tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta los últimos minutos del último día del año.

Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada, entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía: "Un nuevo año comienza, entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres. Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace. Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad".

Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.


Y Colorín Colorado 

domingo, 16 de diciembre de 2012

CUENTO ANGELICAL NAVIDEÑO


EL ÁNGEL DE NAVIDAD.  Inma Holguin
Erase una vez un angelito pequeñito, el angelito más pequeño que os podáis imaginar, todos en el cielo le llamaban “chiquitín” aunque en realidad se llamaba Benjamín, Benjamín siempre estaba preguntándole a su mamá:  Oye mamá, ¿Cómo celebran los niños la Navidad en la Tierra?  Por favor mami, déjame bajar a la tierra para verlo; y  su madre  le decía: No Benjamín, eres aún demasiado pequeño para ir tú sólo a la tierra, oh por favor, por favor mamá, te prometo que no haré nada  malo y que volveré enseguida. Tanto insistió que al final su madre le dijo:  Está  bien te dejaré bajar a la tierra a ver cómo celebran los niños la Navidad con la condición de que vuelvas rápidamente en cuanto pase el día 25 de diciembre, de acuerdo, te lo prometo, dijo Benjamín y se dispuso a hacer todos los preparativos para el viaje. 

Al llegar la Nochebuena, el día 24 de diciembre, se despidió de todos  y se dispuso a bajar del Cielo, fue volando entre las nubes moviendo sus alitas de prisa pues hacía un frío……y es que estaba empezando a nevar, se  cruzó con los renos de papá Noel que iban corriendo a toda velocidad surcando  el cielo tirando del trineo y oyó a papá Noel que desde lejos le saludaba: Oh oh oH hasta luego chiquitín, voy corriendo, no me puedo parar pues aún me quedan muchos niños a los que dejar su regalo, no te preocupes papá Noel voy a casa de unos niños, así que ya te veré luego, dijo Benjamín; y siguió bajando y bajando y, según se acercaba a las casas empezó a volar más despacito para ver  en qué casa se iba a meter, fue volando mirando por las ventanas y por fin se decidió por una casa en la que vivían dos niños, el mayor se llamaba Felipe y tenía cinco años y ya era bueno y responsable  y el pequeño, se llamaba Adrián, pero en casa todos le llamaban “piquirriqui”, un poco llorón y caprichoso; claro, es que  sólo tenía tres años recién cumplidos…. 

Pero al angelito Benjamín, cuando los vio  tan dormiditos en su cuarto, le  parecieron unos niños adorables y decidió quedarse en esa casa, buscó un hueco de la ventana que estaba abierta y por allí se metió, fue volando volando por el pasillo hasta que llegó a la puerta del salón de la casa, allí se paró y cuando empujó la puerta para entrar, se quedó sin palabras: ¡¡¡¡Allí  había  el árbol más bonito que había visto en su vida!!! Era tan grande que casi llegaba al techo, estaba lleno de bolas que brillaban y de luces de colores y abajo del todo estaba lleno de  los regalos que había dejado papá Noel esa noche. De pronto, Benjamín oyó unos pasos que se acercaban corriendo al salón y las risas de los niños que venían cantando: 25 de diciembre fun fun fun. 25 Ya es Navidad!!!.

El angelito buscaba desesperado dónde esconderse para que no le vieran y no se le ocurrió nada mejor que quedarse muy quieto con las alas extendidas en lo alto del árbol de navidad como si fuera una figurita más, los niños entraron corriendo al salón, seguidos de sus papás y gritaron: Mirad! Ha venido papá Noel, mamá, papá ¿podemos abrir ya los regalos?. Sí claro, dijeron  sus papás, mira en este paquete pone tu nombre y en este otro pone el nombre de tu hermano. Los niños abrieron todos los regalos, papá Noel les había traído lo que habían pedido y estaban contentos. Benjamín los miraba desde lo alto del árbol sin mover ni un pelo para no ser descubierto pero, estaba tan feliz viéndoles, que no pudo evitar soltar unas risitas de felicidad, entonces, Adrián, el niño más pequeño, le vio y empezó a gritar: Mamá, mamá ese angelito es de vedáaa, le he visto reírse, pero que cosas tienes, piquirriqui, es un angelito de cerámica, ¿cómo se va a reír?, anda sigue jugando con tus juguetes nuevos.

Sin embargo, los niños al ratito de estar jugando empezaron a discutir: Déjame el tren, no, es mío, eh! no cojas mi patineta, papá Noel me lo ha traído a mí, mentira que es mío,  ¡No toques mis fichas que me las vas a romper!   Pues si no me lo dejas, me enfado y ya no juego contigo y acabaron los dos enfadados, cada uno en un extremo del salón. ¡¡¡Se acabó!!! Dijeron mamá y papá enfadados, ahora mismo vamos a meter todos los juguetes en una bolsa y vamos a regalárselos a los niños que no tienen casa y papá noel no ha podido dejarles nada. Felipe y Adrián se pusieron a llorar, sus padres les reñían enfadados y de pronto Adrián se dio cuenta de que le había caído una gotita de agua en la mano, miró hacia arriba y vio que eran las lágrimas de Benjamín, se calló de inmediato y acercándose a su hermano le dio un besito y le dijo: Perdón!!! A la vez que le dejaba su patineta nueva, el hermano mayor, que era muy bueno y responsable, le dio un súper- mega abrazito “Crunch” y le dijo. Jugaremos los dos con todo por turnos, primero tú y luego me toca a mí, ¿vale?. Muy bien, hijos, así se hace!!!, dijeron los papás muy contentos y ahora ¿qué os parece si en esta bolsa metemos los juguetes que queráis y nos vamos a regalárselos a los niños que no han tenido tanta suerte esta Navidad?.

El niño pequeño miró de reojo al angelito y vio que le sonreía y que le guiñaba un ojo y cuando al día siguiente todos andaban como locos buscando al angelito del árbol que había desaparecido y su mamá le preguntó: piquirriqui ¿Has cogido tú el angelito que había en el árbol?  Él dijo muy convencido: No, se fue muy contento volando, volando, hasta el cielo.

Y Colorín Colorado

sábado, 8 de diciembre de 2012

CUENTO NAVIDEÑO


EL AÑO QUE MAMÁ NOEL  REPARTIÓ LOS REGALOS DE NAVIDAD. Pilar Alberdi
    
Como sabéis en Laponia, donde vive Papá Noel, hace un frío terrible, te castañetean los dientes, algunos días se te pegan las pestañas;  de los techos de las casas cuelgan unas incisivas y larguísimas estalactitas. En fin... Cabe imaginar que en lugar tan maravilloso como inhóspito, las ardillas usan guantes; los lobos, lustrosas botas de cuero; y los renos, unos graciosos gorros rojos con orlas blancas, que acaban en su punta con un gracioso pompón. ¡Pero qué os voy a contar que no sepáis! O... ¿no sois vosotros de los primeros en salir hacia los mercadillos navideños de las plazas de vuestros pueblos y ciudades, y allí miráis encantados las figuras del Belén, las zambombas, las bolsas de confeti, la nieve artificial... hasta que..., lo inevitable, volvéis al hogar con uno de esos maravillosos gorros rojos y blancos sobre vuestras cabezas?

Pues... lo que iba a contaros: a punto estaba de llegar a Laponia como a todo el mundo el día de Navidad y Papá Noel amaneció con tos y fiebre.  — Es gripe — decía con los ojos llorosos. Y muy preocupado añadía...— ¡Qué va a ser de mis niñitas y niñitos! ¿Quién repartirá las ilusiones y esperanzas, tantos regalos como ellos esperan?   — Yo — gritó una vocecita pequeña y delgada como un airecillo primaveral que llegaba de la cocina. Papá Noel, pensó en un ratoncito. Lo había visto hacía tiempo protegiéndose del frío del invierno junto a la cocina de leña.  — Yo — repitió la vocecita... que  acercándose a Papá Noel, le trajo un gran vaso de leche con miel y un pastelillo — Yo lo haré. Papá Noel escuchó sin decir nada. Y Mamá Noel, repitió: Yo lo haré...
    
Bueno, la verdad es que a Papá Noel ese cambio no le agradó mucho; él, se llevaba los honores; él recibía las cartas de millones de niñas y niños; de él se hablaba en todos los telediarios y periódicos del mundo... — Está bien — refunfuñó —, está bien. Los tiempos han cambiado. Lo reconozco. He de reconocerlo. Me parece... justo.  Entonces Mamá Noel, consolándole, dijo: — No te preocupes, Papá. No lo notarán. Llevaré tu traje, me pondré un almohadón para imitar tu barriga, y... ¡Hasta una barba postiza! 

Fuera, el trineo estaba preparado. Sonaban los cascabelillos de los arneses y los renos se movían ansiosos y expectantes. Nevaba y de los pinos caían espontáneos puñados de nieve. — No, no es justo — reflexionó Papá Noel —. No puedo permitirlo. Tú eres tú. Entonces Mamá Noel, dijo:  — Bien, bien... Veo que los dos estábamos preparados para este cambio...  ¡Atchiss! — contestó Papá Noel.
Mamá Noel comenzó a vestir su propio traje. No se ajustó barba, ni tripa, ni cargó un saco gigante lleno de juguetes sobre su espalda como para demostrar cuán fuerte era para su edad. Se miró al espejo... No estaba mal. Era mayor, pero su rostro reflejaba serenidad. Entonces, mirando a Papá Noel, se despidió:  Es hora de marchar. Sí — dijo él. — Volveré pronto — susurró ella — dándole un cariñoso beso en la mejilla. — Te estaré esperando.
    
Así fue como Mamá Noel, repartió los regalos de Navidad, pero... ¡Siempre hay un pero! Sólo algunas personas, las que esperaban el maravilloso acontecimiento de ver aparecer algún día a Mamá Noel, la vieron, y fueron muy dichosos. Llamaron a las agencias de noticias y, al día siguiente, la noticia que podía oírse y leerse en los noticiarios y en los periódicos, era: «Mamá Noel repartió los juguetes de este año». «Mamá Noel hizo las delicias de los niños». «El nuevo siglo nos ha traído a Mamá Noel».

Pero Mamá Noel no pensaba sólo en esto, aunque la hacía muy feliz, sino en cómo estaría  Papá Noel recuperándose de su gripe.  Cuando llegó a su casa de Laponia, y no os  cuento ¡cuán cansados estaban los renos y Mamá Noel!, se encontró a Papá Noel cantando y amasando pastelillos en la cocina.  Hola cielo — dijo ella.  — Hola, mi amor — contestó él. Era la primera vez que Papá Noel cocinaba. Además, había lavado la ropa y ordenado la casa.  Juntos leyeron las noticias de los periódicos, y de todas ellas, la que más les gustó, fue una que decía: «El año que viene, las niñas y niños del mundo, podrán escribir indistintamente — a Mamá y a Papá Noel». 

¡Lo habían conseguido entre todos! Los cambios en las personas y en las vidas, son así... Primero un deseo, un sueño, una posibilidad; luego, una realidad, y cuando esto sucede... ¡Qué maravilloso el aire de fraternidad que respiran las personas, y qué maravillosa la luz que parece irradiar el mundo!

Y Colorín Colorado