lunes, 25 de febrero de 2013

CUENTO EMBRUJADO


LA BRUJA EMBRUJADA. Inés de Cuevas


Era una bruja con desparpajo que usaba guantes de renacuajo. Tomaba té con mermelada, comía galletas muy bien tostadas.

Por las mañanas leía los diarios y muy temprano se iba al trabajo. No usaba escobas, ni altos sombreros, sino autos caros, buenos pañuelos, zapatillas de fino cuero, cerros de trajes, pieles y abrigos que no cubrieran su hermoso ombligo.

Tenía corceles, grandes mansiones, con trenes, yates y seis aviones. Casas de cambio tuvo a montones y en cada Banco diez mil acciones. Cincuenta haciendas de buen ganado vacas de ordeño en los pastizales y largas cuadras de platanales.


Nunca sabía de hechizos malos. No hacía la magia. Ningún brebajo. Y a los apuestos chicos del barrio los imantaba de arriba abajo. Iba a las tascas y discotecas, fumaba puros de alta  etiqueta.

Y en otras fiestas..., la astuta vieja, bebía su whisky de data añeja.

Esta brujilda, tan embrujada, que de hacendosa no tenía nada, tuvo al servicio de sus poderes treinta mujeres que eran esclavas: fregaban pisos, hacían las camas, mientras la bruja, feliz roncaba.


Y Colorín Colorado…

lunes, 18 de febrero de 2013

CUENTO EMBOLADOR


LOS ZAPATOS DEL NOVIO. Tomado de la red. 

Erase una vez un novio se iba a casar, el día de su boda se puso un traje nuevo y lustro cuidadosamente sus zapatos.

Iba caminando y de pronto unos árboles llenos de manzanas y quiso recoger algunas para su novia. Cuando terminó de cortar las manzanas se percató de que sus zapatos se habían manchado de lodo completamente,  Se dijo a sí mismo: “No puedo ir a mi boda con los zapatos llenos de lodo” Entonces le pregunto a la yerba: “¿Podrías ayudarme a limpiar mis zapatos?” Dijo la yerba: “No, no quiero ayudarte”.

Continuo caminado el novio con sus zapatos sucios, luego se encontró una vaca y le dijo: “¿Podrías comerte la yerba que no quiso ayudarme a limpiar mis zapatos?” La vaca dijo: “No, no quiero ayudarte y además no tengo hambre”.
Buscando solución siguió caminado y se encontró con un palo y le preguntó: “¿Podrías golpear a la vaca que no quiso comerse la yerba que no quiso ayudarme a limpiar mis zapatos?” Lo que contestó: “No, no quiero ayudarte y no me molestes”.

Caminó más adelante se encontró con el fuego al cual le dijo: “¿Podrías quemar al palo que no quiso golpear a la vaca que no quiso comerse la yerba que no quiso ayudarme a limpiar mis zapatos?” El fuego dijo: “No, no voy a hacer nada y largo”.

Camino y camino y se encontró con una fuente de agua y le pregunto: “¿Podrías apagar al fuego que no quiso quemar al palo que no quiso golpear a la vaca que no quiso comerse la yerba que no quiso ayudarme?” La fuente dijo: “No molestes y no te voy ayudar”.

Casi por darse por vencido el novio se encontró un perro y le conto que la yerba, la vaca, el palo, el fuego y la fuente no había querido ayudarle. “Bien yo te ayudaré” dijo el perro. 

El perro fue a la fuente y le dijo: “Me beberé tu agua si no apagas al fuego” La fuente dijo: “No te bebas mi agua, apagaré al fuego”. El fuego dijo: “No me apagues, quemaré al palo”. El palo dijo: “No me quemes golpearé a la vaca”. La vaca dijo: “No me pegues, me comeré la yerba”. La yerba dijo: “No me comas limpiaré los zapatos del novio”. 

Y así el novio, muy elegante y con los zapatos muy limpios, continúo su camino hacia su boda y llevo sus ricas manzanas a su novia.

Y Colorín Colorado…

lunes, 11 de febrero de 2013


LAS CIGÜEÑAS. Hans Christian Andersen (1805 - 1875)

Sobre el tejado de la casa más apartada de una aldea había un nido de cigüeñas. La cigüeña madre estaba posada en él, junto a sus cuatro polluelos, que asomaban las cabezas con sus piquitos negros, pues no se habían teñido aún de rojo. A poca distancia, sobre el vértice del tejado, permanecía el padre, erguido y tieso; tenía una pata recogida, para que no pudieran decir que el montar la guardia no resultaba fatigoso. Se hubiera dicho que era de palo, tal era su inmovilidad. «Da un gran tono el que mi mujer tenga una centinela junto al nido -pensaba-. Nadie puede saber que soy su marido. Seguramente pensará todo el mundo que me han puesto aquí de vigilante. Eso da mucha distinción». Y siguió de pie sobre una pata.

Abajo, en la calle, jugaba un grupo de chiquillos, y he aquí que, al darse cuenta de la presencia de las cigüeñas, el más atrevido rompió a cantar, acompañado luego por toda la tropa: Cigüeña, cigüeña, vuélvete a tu tierra  más allá del valle y de la alta sierra.  Tu mujer se está quieta en el nido, y todos sus polluelos se han dormido.  El primero morirá colgado, el segundo chamuscado;  al tercero lo derribará el cazador y el cuarto irá a parar al asador.

-¡Escucha lo que cantan los niños! -exclamaron los polluelos-. Cantan que nos van a colgar y a chamuscar. -No se preocupen -los tranquilizó la madre-. No les hagan caso, déjenlos que canten. Y los rapaces siguieron cantando a coro, mientras con los dedos señalaban a las cigüeñas burlándose; sólo uno de los muchachos, que se llamaba Perico, dijo que no estaba bien burlarse de aquellos animales, y se negó a tomar parte en el juego. Entretanto, la cigüeña madre seguía tranquilizando a sus pequeños: -No se apuren -les decía-, miren qué tranquilo está su padre, sosteniéndose sobre una pata. -¡Oh, qué miedo tenemos! -exclamaron los pequeños escondiendo la cabecita en el nido.

Al día siguiente los chiquillos acudieron nuevamente a jugar, y, al ver las cigüeñas, se pusieron a cantar otra vez. El primero morirá colgado, el segundo chamuscado. -¿De veras van a colgarnos y chamuscamos? -preguntaron los polluelos. -¡No, claro que no! -dijo la madre-. Aprenderán a volar, pues yo les enseñaré; luego nos iremos al prado, a visitar a las ranas. Verán cómo se inclinan ante nosotras en el agua cantando: «¡coax, coax!»; y nos las zamparemos. ¡Qué bien vamos a pasarlo! -¿Y después? -preguntaron los pequeños.

-Después nos reuniremos todas las cigüeñas de estos contornos y comenzarán los ejercicios de otoño. Hay que saber volar muy bien para entonces; la cosa tiene gran importancia, pues el que no sepa hacerlo como Dios manda, será muerto a picotazos por el general. Así que es cuestión de aplicaros, en cuanto la instrucción empiece. -Pero después nos van a ensartar, como decían los chiquillos. Escucha, ya vuelven a cantarlo.

-¡Es a mí a quien deben atender y no a ellos! -les regañó la madre cigüeña-. Cuando se hayan terminado los grandes ejercicios de otoño, emprenderemos el vuelo hacia tierras cálidas, lejos, muy lejos de aquí, cruzando valles y bosques. Iremos a Egipto, donde hay casas triangulares de piedra terminadas en punta, que se alzan hasta las nubes; se llaman pirámides, y son mucho más viejas de lo que una cigüeña puede imaginar. También hay un río, que se sale del cauce y convierte todo el país en un cenagal. Entonces, bajaremos al fango y nos hartaremos de ranas.
-¡Ajá! -exclamaron los polluelos.
-¡Sí, es magnífico! En todo el día no hace uno sino comer; y mientras nos damos allí tan buena vida, en estas tierras no hay una sola hoja en los árboles, y hace tanto frío que hasta las nubes se hielan, se resquebrajan y caen al suelo en pedacitos blancos. Se refería a la nieve, pero no sabía explicarse mejor.

-¿Y también esos chiquillos malos se hielan y rompen a pedazos? -preguntaron los polluelos.-No, no llegan a romperse, pero poco les falta, y tienen que estarse quietos en el cuarto oscuro; ustedes, en cambio, volarán por aquellas tierras, donde crecen las flores y el sol lo inunda todo.

Transcurrió algún tiempo. Los polluelos habían crecido lo suficiente para poder incorporarse en el nido y dominar con la mirada un buen espacio a su alrededor. Y el padre acudía todas las mañanas provistas de sabrosas ranas, culebrillas y otras golosinas que encontraba. ¡Eran de ver las exhibiciones con que los obsequiaba! Inclinaba la cabeza hacia atrás, hasta la cola, castañeteaba con el pico cual si fuese una carraca y luego les contaba historias, todas acerca del cenagal.

-Bueno, ha llegado el momento de aprender a volar -dijo un buen día la madre, y los cuatro pollitos hubieron de salir al remate del tejado. ¡Cómo se tambaleaban, cómo se esforzaban en mantener el equilibrio con las alas, y cuán a punto estaban de caerse. -¡Fíjense en mí! -dijo la madre-. Deben poner la cabeza así, y los pies así: ¡Un, dos, Un, dos! Así es como tendrán que comportaros en el mundo.

Y se lanzó a un breve vuelo, mientras los pequeños pegaban un saltito, con bastante torpeza, y ¡bum!, se cayeron, pues les pesaba mucho el cuerpo. -¡No quiero volar! -protestó uno de los pequeños, encaramándose de nuevo al nido-. ¡Me es igual no ir a las tierras cálidas! -¿Prefieres helarte aquí cuando llegue el invierno? ¿Estás conforme con que te cojan esos muchachotes y te cuelguen, te chamusquen y te asen? Bien, pues voy a llamarlos. -¡Oh, no! -suplicó el polluelo, saltando otra vez al tejado, con los demás. Al tercer día ya volaban un poquitín, con mucha destreza, y, creyéndose capaces de cernerse en el aire y mantenerse en él con las alas inmóviles, se lanzaron al espacio; pero ¡sí, sí...! ¡Pum! empezaron a dar volteretas, y fue cosa de darse prisa a poner de nuevo las alas en movimiento. Y he aquí que otra vez se presentaron los chiquillos en la calle, y otra vez entonaron su canción: ¡Cigüeña, cigüeña, vuélvete a tu tierra!


-¡Bajemos de una volada y saquémosles los ojos! -exclamaron los pollos- ¡No, déjenlos! -replicó la madre-. Fíjense en mí, esto es lo importante: -Uno, dos, tres! Un vuelo hacia la derecha. ¡Uno, dos, tres! Ahora hacia la izquierda, en torno a la chimenea. Muy bien, ya vais aprendiendo; el último aleteo, ha salido tan limpio y preciso, que mañana los permitiré acompañarme al pantano. Allí conocerán varias familias de cigüeñas con sus hijos, todas muy simpáticas; me gustaría que mis pequeños fuesen los más lindos de toda la concurrencia; quisiera poder sentirme orgullosa de ustedes. Eso hace buen efecto y da un gran prestigio.

-¿Y no nos vengaremos de esos rapaces endemoniados? -preguntaron los hijos.
-Déjenlos gritar cuanto quieran. Ustedes se remontarán hasta las nubes y estarán en el país de las pirámides, mientras ellos pasan frío y no tienen ni una hoja verde, ni una manzana.
-Sí, nos vengaremos -se cuchichearon unos a otros; y reanudaron sus ejercicios de vuelo.
De todos los muchachuelos de la calle, el más empeñado en cantar la canción de burla, y el que había empezado con ella, era precisamente un rapaz muy pequeño, que no contaría más allá de 6 años. Las cigüeñitas, empero, creían que tenía lo menos cien, pues era mucho más corpulento que su madre y su padre. ¡Qué sabían ellas de la edad de los niños y de las personas mayores! Este fue el niño que ellas eligieron como objeto de su venganza, por ser el iniciador de la ofensiva burla y llevar siempre la voz cantante. Las jóvenes cigüeñas estaban realmente indignadas, y cuanto más crecían, menos dispuestas se sentían a sufrirlo. Al fin su madre hubo de prometerles que las dejaría vengarse, pero a condición de que fuese el último día de su permanencia en el país.

-Antes hemos de ver qué tal se portan en las grandes maniobras; si lo hacen mal y el general les traspasa el pecho de un picotazo, entonces los chiquillos habrán tenido razón, en parte al menos. Hemos de verlo, pues. - ¡Si, ya verás! -dijeron las crías, redoblando su aplicación. Se ejercitaban todos los días, y volaban con tal ligereza y primor, que daba gusto. Y llegó el otoño. Todas las cigüeñas empezaron a reunirse para emprender juntas el vuelo a las tierras cálidas, mientras en la nuestra reina el invierno. ¡Qué de impresionantes maniobras! Había que volar por encima de bosques y pueblos, para comprobar la capacidad de vuelo, pues era muy largo el viaje que les esperaba. Los pequeños se portaron tan bien, que obtuvieron un «sobresaliente con rana y culebra». Era la nota mejor, y la rana y la culebra podían comérselas; fue un buen bocado.

-¡Ahora, la venganza! -dijeron. -¡Sí, desde luego! -asintió la madre cigüeña-. Ya he estado yo pensando en la más apropiada. Sé dónde se halla el estanque en que yacen todos los niños chiquitines, hasta que las cigüeñas vamos a buscarlos para llevarlos a los padres. Los lindos pequeñuelos duermen allí, soñando cosas tan bellas como nunca más volverán a soñarlas. Todos los padres suspiran por tener uno de ellos, y todos los niños desean un hermanito o una hermanita. Pues bien, volaremos al estanque y traeremos uno para cada uno de los chiquillos que no cantaron la canción y se portaron bien con las cigüeñas.

-Pero, ¿y el que empezó con la canción, aquel mocoso delgaducho y feo -gritaron los pollos-, qué hacemos con él? -En el estanque yace un niñito muerto, que murió mientras soñaba. Pues lo llevaremos para él. Tendrá que llorar porque le habremos traído un hermanito muerto; en cambio, a aquel otro muchachito bueno -no lo habrán olvidado, el que dijo que era pecado burlarse de los animales-, a aquél le llevaremos un hermanito y una hermanita, y como el muchacho se llamaba Pedro, todos ustedes se llamarán también Pedro.

Y fue tal como dijo, y todas las crías de las cigüeñas se llamaron Pedro, y todavía siguen llamándose así.

Y Colorín Colorado…

http://youtu.be/J4_hS9dWUic

lunes, 4 de febrero de 2013

CUENTO EN COLORES


LA VIDA EN COLORES. Paty Sartori- Argentina
Esa mañana, Federico llega eufórico al colegio, recorre con su mirada el patio buscando a Valentina. Entre ellos había nacido una amistad incondicional desde los primeros grados. Cuando sus ojos se encuentran, un mudo código los reúne al final del pasillo que da a las aulas.

Federico se apresura a sacar de su mochila, con sumo cuidado, un frasco de vidrio, dentro de él, se mueven lentamente dos hermosas mariposas, las alas superiores son de un intenso color azul con los bordes plateados y las inferiores de un negro tornasolado que parece captar todos los colores.

_¡Qué belleza!_ Exclama Valentina._ Pobrecitas... deben sufrir  ahí encerradas_
_ El papá de Martín _ dice excitado Federico _  Que estudió ... taxooooo... taxi... bueno, esos que embalsan animales. __ Embalsaman... y se llaman taxidermistas _ corrige Valentina. Bueno... esos. Me dijo que les va a poner  un líquido y que van a quedar como si estuviesen vivas. 

_¡Pobrecitas! _ murmura triste Valentina._ En el tercer recreo, que es el más largo, se las voy a mostrar a todos los chicos _ comenta soñador  Federico. _  A lo mejor... Estefanía se acerca a verlas... el pavo de Matías... se va a morir de bronca, que se hace el cancherito con la colección de lagartijas... está bien que...  esas lagartijas... son ¡¡espectaculares!!... pero a Estefi le dan asco._

¿Qué pasa con ustedes dos? ... no escucharon el timbre? _ Les increpa la portera. Corren al aula, ya todos están ubicados en sus lugares. Federico acomoda la mochila entre sus pies para poder protegerla de cualquier agresión.  En ese instante la señorita Mirta está diciendo (mientras despliega una tela que hará de pantalla para ver las diapositivas) _ Como ustedes saben, el hombre es el ser más inteligente que existe sobre la tierra... pero... ¿Saben que también es el ser  más depredador? ¿Que por  su predicción se han extinguido y continúan extinguiéndose  numerosas especies vegetales...  por la tala de los bosques  y animales, por la caza furtiva, perseguidos por el valor de su piel?... Hoy, vamos a hablar de los lepidópteros, ¿Saben ustedes a quienes me estoy refiriendo?... les ayudaré un poquito.  Son insectos, existen unas 160.000 especies diferentes, algunos se comen nuestra ropa, mientras que otros colaboran con la materia prima para nuestra vestimenta, uno de estos elabora un capullo cuya hebra mide más o menos un kilómetro. Aún puede vérselas deslizándose etéreas por los jardines. 

 ¡¡Ohhh!! No, no, no _ se lamenta por lo bajo Federico mirando en dirección a Valentina, que  le esconde la mirada._ El uso indiscriminado de insecticidas_ continua la señorita_ contribuye a diezmar estos seres bellísimos y...  voraces _ y mientras dice esto, exhibe en la pantalla una mariposa  azul con bordes plateados, y alas inferiores color negro tornasolado.

_ Todas las mariposas pasan por distintas fases, huevo    (la mariposa adulta pone sus huevos en una planta que le servirá de alimento) larva oruga) durante esta etapa come continuamente,  la fase que sigue a la de oruga, es la pupa (crisálida) durante el cual se produce la metamorfosis que da lugar a la mariposa adulta y se alimenta solo de néctar,  tienen las alas cubiertas por escamas de color (con pigmentos o que presentan iridiscencia por un efecto de interferencia con la luz ) El nombre de esta mariposa que están viendo en la pantalla es, Hanaheneas Heríptus, pertenece al grupo de los papilionidos,  es una mariposa tropical oriunda del Amazonas, puede volar grandes distancias, es una especie rara, son monógamas, es decir que viven su corta existencia en parejas... y lo más triste, es que están prácticamente en extinción.

Ahora si los ojos de Valentina buscan los de Federico y éste,  no puede descifrar su mirada. Suena el timbre, todos se atropellan en la puerta para salir al recreo, menos Federico y Valentina.Y ahora?... dónde cornos lo meto?¿ Dónde metes qué?_ Interroga Valentina. _ ¿Dónde meto el frasco para que no lo vea la maestra? __ ¿Es que... no piensas soltarlas? __ ¡¡Ni loco!!... vos escuchaste lo que dijo?  Dentro de unos años, voy a ser el único que tiene una pareja de esas...  papilooo... no sé qué...  aunque estén muertas... ¡Te imaginas! ¡Las puedo vender a un museo! ¡Hasta... hasta puedo salir en los diarios... o la tele... Mmmm...  Además las lagartijas no están en extinción... ¡¡Voy a ser famoso Vale!! 

_ ¿ Cómo puedes pensar así? _ Una nube gris veló los ojos de Valentina. _ Si tus padres hubiesen muerto, vos; no existirías Pero estos no son mis padres, son mariposas... y mejor... que no le digas a nadie, o le cuento a Pamela que le escribiste una poesía para Leo _ Pero... pero yo... al único que se la mostré...  fue a vos_ _ No me importa, si abrís la boca... le voy a decir que se la diste a él _
En el patio, ella no se acerca a Federico a pesar de que él intenta varias veces entablar  un diálogo.  La nube le ha dejado pequeñas perlitas suspendidas en las espesas pestañas. Nuevamente en el aula, la señorita continúa explicando sobre bosques, aves, ríos...  Federico busca inútilmente la mirada siempre cómplice y alegre de Valentina.

Las palabras de la maestra, más la fantástica vista de los saltos de las Cataratas del Iguazú en la pantalla, mantienen unos instantes a los chicos absortos e inmóviles... y es en ese preciso instante que todos se levantan, gritan, gesticulan._ ¡¡Mire seño!!  ¡¡mire!!... las... papilu... las... las... erito... las... hanaesas _ Las mariposas medio entumecidas, se posan en los bancos, en las paredes, en la cabeza de los chicos. Estos a pesar de los gritos y saltos, tienen especial cuidado de no dañarlas. _ ¡¡Esto... es... un verdadero milagro!! _ Exclama la señorita _ Deben haber entrado por la ventana _ con infinita delicadeza las atrapa (cuidando de no presionar en sus alas, pues por ellas circula la linfa o sangre y cualquier presión le significaría la muerte) las coloca en un frasco, que también por “milagro” encuentra en el fondo del aula. Les explica. _ 

En Buenos Aires, existe un lugar llamado “El jardín de mariposas” es un enorme jardín cubierto por una red inmensa, donde tienen las condiciones y la temperatura adecuada para su reproducción, luego de la cual, las sueltan para que emigren a sus lugares favoritos y continúen deleitando nuestra vista con su derroche de colores. Las enviaremos ahí antes de que sea demasiado tarde_Valentina, aprieta con ternura la mano de Federico evaluando su renuncia.

_ ¡¡Baaaahhhhh!!... manifiesta desdeñoso _ al final de cuentas...¿Viste?... esas... entraron por la ventana. 


Y Colorín Colorado