sábado, 30 de abril de 2011

CUENTOS BIBERÓN

LOS BIBERONES DEL SOL Y DE LA LUNA. Ana Molano. Escritora colombiana radicada en Italia.

El sol se despierta muy temprano en la mañana, desayuna y sale para alumbrar a todo el mundo. El día entero brilla y calienta sin parar y al final de la tarde, cuando comienza a sentir mucho sueño sus amigos, los peces del océano del lago y del rio le preparan un biberón grande grande.

El sol está cansado y quiere irse a dormir, pero antes de acostarse saluda a su amiga la luna que está preparándose para salir. Al contrario de su amigo sol, la luna ha descansado todo el día y está lista para salir a alumbrar en la oscuridad de la noche.

"¡Hola luna! tú estás lista para salir, yo en cambio me preparo para irme a dormir"- dijo el sol. "Mis amigos los peces me están preparando un biberón grande y delicioso. ¿A ti también te gusta tomarte un biberón antes de irte a dormir?"- le preguntó el sol. "¡Sí!, yo adoro tomarme un biberón caliente antes de acostarme, a mi me lo preparan los árboles y las flores" – contestó la luna.

Preparar los biberones del sol y de la luna no es nada fácil. Cuando deben preparar el del sol llaman a las ballenas y a los pulpos que con sus muchos tentáculos son capaces de sostenerlo y no dejarlo caer mientras las ballenas rápidamente lo llenan con tanta leche y galletas.

Para preparar el de la luna llaman a los girasoles y a los tulipanes que se encargan de ayudar a meter adentro las nueces de coco que las palmeras dejan caer al ritmo de la música. ¡Son los biberones más ricos y más grandes que existen!

Y Colorín Colorado

Un niño es una criatura mágica. Usted puede cerrarle la puerta del cuarto donde guarda la herramienta, pero no puede cerrarle la puerta del corazón; LEER MÁS




jueves, 28 de abril de 2011

CUENTO MARIPOSO


EL CRÁTER DE LAS MARIPOSAS. Kike el duende, escritor español. Cuentos infantiles. Extraído de libro “Desde los cráteres a la luna”

Me dice la luna que no toque con las manos las alas de las mariposas, no importa que las tenga muy bien lavadas porque, solo el contacto de las yemas de los dedos con esas membranas de múltiples colores, las estropearía. “Imposible volar sin ese polvillo mágico que cubre sus alas”, escuché una vez. Cuando esta frase revoloteó un buen día por mi corazón pensé que un duende malvado se estaba burlando de mí. Ahora sé que no era una broma. Las alas de las mariposas son el principal motivo para que exista el personaje que ahora te voy a presentar: El hada de las mariposas.

Vive y crea ese polvillo de hadas en el cráter de las mariposas. Se sienta cada día en una plataforma redonda y giratoria, eleva los brazos y, chasqueando los dedos mientras cierra los ojos, va formando a su alrededor ese polvo de hadas que se utiliza para tantas cosas. Ni que decir tengo que ese polvo de hadas se presenta en nuestras vidas para barnizar los momentos; de color hermoso, de magia, de maravillas y, aunque la mañana esté triste, de buenos días y alegrías.

Entro muy despacio en el cráter para no asustarlas, a las mariposas, y me doy cuenta en cuanto entro que están todas dormidas. Me quedo mirando y calculo que habrá una de cada especie porque todas son distintas, unas 80.000 mariposas más o menos. En una sala blanca que veo en el fondo está sentada ella, el hada, parece que también está dormida, no sé qué hacer. De pronto escucho una campanada y en ese momento, todas, absolutamente todas las mariposas abren los ojos y comienzan a volar. El hada también se despierta y comienza un hermoso ritual. Mientras juega con sus dedos todo se llena otra vez de polvo de hadas y las 80.000 mariposas salen del cráter para colorear el mundo.

El cráter queda vacío, solo quedamos el hada y yo, bueno y el polvo de hadas, pero éste no se puede ver aunque se siente, lo percibes como un pequeño mareo y escuchas una lejana música de campanillas. De repente se abre un pequeño agujero en el suelo y entran más o menos otras 80.000 mariposas, son mariposas nuevas sin color en las alas, transparentes como el agua.

No vuelan, entran caminando y en estricta fila india hasta que en un momento el blanco suelo del cráter simula una alfombra incolora llena de cuerpos y patas. El hada, sin levantarse, vuelve a cerrar los ojos. Las mariposas también. Todos sentimos ahora como el mágico polvo de hadas se va depositando en las alas de las mariposas para llenarlas de dibujos de múltiples colores, incluso de formas y espesuras tan dispares que no encontrarías cosa igual ni en los mismísimos mares.

Ahora, como ya os conté, todas duermen durante un rato, hasta que las nuevas 80.000 futuras mariposas estén a punto de entrar en el cráter. Me voy asombrada del cráter, en silencio, el silencio es necesario para este proceso, quizás por eso ni he intentado hablar con el hada. Busco un bosque porque quiero verlas de nuevo, el guardián de los bosques aparece y pronto me lleva hasta el más cercano. Juego con ellas, no os imagináis lo que es jugar con 80.000 mariposas a tu alrededor, es increíble, eso sí, ni se me ocurre tocarles las alas.

Estiro los brazos y dejo que sean ellas quienes se posen sobre mí y me toquen. He sentido de nuevo un pequeño mareo y escucho una lejana música de campanillas.

Y Colorín Colorado



lunes, 25 de abril de 2011

CUENTO FUGAZ


UNA ESTRELLA FUGAZ EN EL CIELO. Escritora de cuentos infantiles Peruana.

Había una vez una estrella pequeña, alegre, juguetona e inquieta pero que a su vez era desobediente, pues muchas veces no hacía caso de las indicaciones que le daba sus papás. Existía una advertencia que era sabida por todas las estrellas pequeñas: no salir de casa a pasear por el firmamento sin estar acompañados por una estrella mayor, para ser guiados en medio de la vía láctea.

La estrella pequeña que muy bien sabía de ello, le daba mucha curiosidad por hacer sola un viaje por el firmamento, que le permitiera ir mucho más allá de lo impensable: ¿Cómo será darse una vuelta de un planeta a otro? ¿Qué será de Júpiter? ¿Podré girar en los satélites de Saturno? ¿Podré visitar la Tierra?

Con tantas y más preguntas emprendió un largo viaje interplanetario, salió de casa, sin que sus padres se dieran cuenta, enrumbó volando velozmente, disfrutando con muchas vueltas por miles y miles de estrellitas que dormitaban en media noche. ¡Ahhh, esto sí que es vida! Volar sin control, sin que nadie me reclame, ¡es lo máximo! –se decía así la estrellita que quería sentirse como la estrella más grande.

Así es, como volando muchas horas pudo ver de cerca a casi todos los planetas, solo le faltaba el planeta tierra, que al encontrarlo muy emocionada se fue enseguida a toda viada, tan pero tan rápido que perdió el control, chocando contra un gran asteroide cayó precipitosamente contra un nubarrón gigantesco, dando brincos sin parar , toda magullada y mareada.

El Sr. nubarrón al verla en problemas quiso con sus copos darle cobijo, pero la estrellita no podía, seguía volando, sin cesar y sin parar. Oh quisiera detenerme, desearía volver a casa, auxilio, ayúdenme a regresar- se decía asustada llorando. Gritaba con todas sus fuerzas, pero nadie llegaba en su ayuda. Solo el hada de las estrellas, que al verla en peligro se acercó hacia ella para detener lentamente la excesiva velocidad en la que iba y le dijo: Estrellita pequeña ¿Por qué huyes de casa desobedeciendo a tus padres? ¡Ahora ya no podrás volver! Hada de las estrellas, por favor, se lo suplico, quiero volver con ellos y prometo ser obediente y no hacerlos enojar.

Estrellita pequeña es demasiado tarde, ya nada puedo hacer por ti, desde el momento que decidiste emprender este largo viaje has buscado tu propio fin, pero no tengas miedo, porque yo te acompañaré a la mansión donde está el Gran Rey de la estrellas, es allí donde morarás a partir de ahora.

No me dejes ir Hada de las estrellas, sin despedirme de mis padres y decirles que los amo – dijo tristemente estrellita pequeña. Es mi último deseo –dijo casi sollozando. No estrellita, solo podrás aparecer por un breve instante, casi fugaz, serás vista por toda la vía láctea y por todos los habitantes del planeta tierra, esa será tu despedida.

Fue así, que estrellita alistó sus pocas energías y por un breve instante apareció más hermosa que nunca, fue contemplada por la vía láctea y por cada ser humano que mirase al cielo: Por última vez, la más pequeña de las estrellas nuevamente se sintió la más grande de todas contemplando el infinito espacio y con su luz acarició a sus padres con amor, pidiéndoles perdón por haber actuado incorrectamente y a los seres humanos les estrechó una alta dosis de buena suerte a quien la mirase.

Luego se partió en mil pedacitos, desapareciendo por completo en medio del firmamento. Y en medio de la nada, el Gran Rey de las estrellas recogió un rayito de luz que siempre brilla en un nuevo hogar.

Fue así que ocurrió, y es así como sigue ocurriendo, cada vez que tu vez una estrella pequeña, traviesa y fugaz en el cielo es porque ella ha viajado a su destino final y en ese esfuerzo por despedirse descarga su última energía y deseo por ser vista por la vía láctea y por los seres que habitan en la tierra. Si tienes oportunidad de verla contémplala y únete a ella con un gran y buen deseo, que de seguro se cumplirá.

Y Colorín Colorado




domingo, 24 de abril de 2011

CUENTO EDUCADO


LAS PALABRAS MÁGICAS. Bianca Otero

Mariana era una niña caprichosa y engreída. Creía tener derecho a todo lo que se le antojaba. Le perteneciera o no. También creía ser la más hermosa, la más inteligente, la mejor de todas las niñas. Por esa razón pensaba que todos deseaban estar con ella, jugar con ella y pasar el tiempo con ella, y que debían estar sumamente agradecidos. También podía contestar de mal modo sin pedir disculpas o burlarse de los demás sin medir las consecuencias. Como cuando uno de sus amigos se cayó y ella en lugar de ayudarlo se largó a reír.

Un hada que pasó justamente y vio lo que sucedía, decidió darle una lección. Mariana debería aprender las palabras mágicas. El hada tocó a sus amigos con su varita y ellos rápidamente se cansaron de su actitud veleidosa y pizpireta, y decidieron no salir más a la vereda. Se quedaron jugando detrás de la reja en el jardín de su casa. Mariana salió y no los vio. Le llamó la atención que no pasaran a buscarla. Justo a ella que garantizaba la diversión y ahora tenía una nueva bicicleta color rosa tornasol. -¡Qué tontos! Pensó. Y Salió a dar vueltas alrededor de la manzana. Al pasar por la reja vio a todos sus amigos disfrutando bajo un árbol. Entonces les dijo-¡Tengo una bicicleta nueva! Pero los amigos no la escucharon. Gritó más fuerte-¡Ey, Aquí estoy yo! pero los amigos parecían estar sordos.

Volvió preocupada a su casa, y le pidió a su mamá una muñeca nueva.-Quiero una muñeca Barbie vestida de playa. El Hada también tocó con su varita a sus padres.
-Pero si tienes veinte muñecas. Juega con esas. Respondió la madre. Ya te dije que quiero una vestida de playa. -Pues no. Dijo la madre por primera vez, ya que nunca le había negado nada.

Mariana se pescó una rabieta, se tiró al piso pataleando y gritando. Pero su madre hizo oídos sordos hasta que se calmó. Se encerró en su habitación a estudiar la lección para el día siguiente. La aprendió a la perfección para dejar a todos boquiabiertos. Pero el Hada madrina, también sacudió su varita sobre la maestra y los compañeros. Cuando llegó el momento de tomar la lección, la maestra pidió que levantaran las manos y Mariana la levantó rápidamente al grito de –¡Yo, yo, yo! La maestra, parecía no verla ni escucharla. Todos los que levantaron la mano, dieron su lección, menos Mariana que se revolvía de rabia en su pupitre.

Volvió a su casa muy triste. Jamás le había pasado algo así. Y no sabía cómo hacer para revertir esta dificultad. Pensó y pensó sin encontrar la solución del problema que la afectaba. Mientras dormía el Hada se le apareció en sus sueños y le enseñó la importancia de las palabras mágicas: ¨PERDÓN¨, ¨POR FAVOR¨ Y ¨GRACIAS¨. Al día siguiente Mariana le pidió PERDÓN a su mamá por la rabieta y le dio las GRACIAS por la nueva bicicleta.

Fue a visitar a sus amigos y les pidió POR FAVOR que abrieran la reja para jugar con ellos, y sus amigos la dejaron pasar. Luego les dio las GRACIAS por invitarla. Luego le pidió PERDÓN a uno de sus amigos por haberse reído cuando se cayó dolorido en la vereda, Y él la perdonó. En el colegio, pidió POR FAVOR que le permitieran dar su lección y la maestra la felicitó.

Y así la niña cambió de manera de ser, y se volvió una niña educada, querida por todos y nunca dejó de decir las palabras mágicas: PERDON, POR FAVOR, y GRACIAS

Y Colorín Colorado


miércoles, 20 de abril de 2011

CUENTO HUMILDE


EL HÉROE QUE IBA A SALVAR AL MUNDO. Pedro Pablo Sacristán

Estaba Totó, un niño totalmente normal, caminando por la playa, cuando un erizo de mar lo picó. En ese preciso instante, al sacudir el pie, le atacaron a la vez una medusa, un mosquito y un pez loro, mientras pisaba la cola a un ornitorrinco y le caía en la cabeza una cagarruta de gaviota... Total, que de todas aquellas coincidencias sólo podía surgir un superhéroe, con impresionantes superpoderes: ¡Superpower Ultra Man!

Tales eran los poderes de aquel fenómeno, que inmediatamente pensó que no podría malgastarlos en cosas pequeñas, y Superpower Ultra Man comenzó a buscar los peligros y amenazas que acechaban al mundo para salvarnos a todos de los malos más malísimos.

Pero por más que buscó con su supervisión, por más que recorrió el mundo con su hiper-velocidad y escuchó los cielos con su oído digital multi-frecuencia, no encontró a nadie tratando de conquistar la galaxia o de hacer explotar el planeta. Por no encontrar, ni siquiera encontró a ningún villano tratando de secar los mares o robar tan sólo una montañita. Parecía que todo el mundo, los buenos y los malos, se dedicaban a cosas mucho más comunes y que sólo tenían problemas normales. Así que el bueno de Superpower Ultra Man pasaba los días aburrido explorando los cielos en busca de misiones imposibles a la altura de un superhéroe de su valía.

Tanto se aburría, que cuando le ofrecieron hacer un programa de televisión para demostrar sus habilidades terminó por aceptar, aunque sólo se tratase de una triste exhibición en la que apenas podría rescatar a varias decenas de personas.

Y cuando por fin llegó ese momento de gloria con el que sueña todo superhéroe, resultó que la demostración fue un desastre. Superpower Ultra Man estaba tan acostumbrado a pensar las cosas a lo grande, que no sabía cómo agarrar a una sola persona y ponerla a salvo. Lo hacía de 20 en 20, sin controlar su fuerza o su velocidad, así que aquello acabó en una ensalada de golpes, chichones, arañazos, gritos, huesos rotos y ropas destrozadas. Doloridos y medio desnudos, los “salvados” terminaron llamando al superhéroe de todo menos guapo, entre las sonoras risas de público y periodistas.

Posiblemente ningún superhéroe haya pasado nunca tanta vergüenza. Y es que desde aquel día, cada vez que alguien renuncia a hacer algo por considerarlo demasiado poco, todos le recuerdan el caso de Superpower Ultra Man, diciendo: “No seas tan Superpower ni tan Ultra Man, que si no haces lo pequeño lo grande nunca sabrás”.

Y Colorín Colorado…



lunes, 18 de abril de 2011

CUENTO AMIGABLE


EL PATO TATO. Gaby Higashionna.

Había una vez, una granja donde vivía una familia con su hijo Joselito; ellos criaban muchas gallinas con sus pollitos y cada mañana podíamos escuchar al gallo Tallo entonar su conocido: Ki-ki-ri-kiiii, anunciando la salida del sol y que debían todos levantarse para comenzar sus labores diarias.

Cierto día en que Joselito y sus padres fueron al mercado; el niño vio a un señor que tenía muchos patitos en una caja y le gustaron tanto que le pidió a su padre le compre uno. Su padre le dijo que ellos tenían ya a las gallinas con sus pollitos y al gallo Tallo, pero Joselito insistió tanto que se lo compraron con la condición de que él mismo se ocupara de cuidarlo. Cuando llegaron a la granja, Joselito ya había decidido llamarlo pato-Tato, pues le pareció simpático el nombre. Joselito le hizo un espacio en el corral para que el pato-Tato pudiese dormir y les dijo a todos: - Miren, les he traído un nuevo amigo, se llama pato-Tato y desde hoy vivirá con nosotros. – Diciendo esto, entró en la casa.

Los pollitos se acercaron para conocer al nuevo integrante del corral y le dijeron: Pero, tú no eres un pollito... pío, pío... A lo que Tato respondió: No, ya se los dijo Joselito, soy una pato cua-cua... me llamo Tato. - Papá, mamá; miren, parece que todos han empezado a congeniar con el pato-Tato... Decía Joselito desde la cocina. Eso me alegra Joselito, pero lo que me preocupa es que vuelva a aparecer el mapache-Apache y siga robándose a los pollitos, incluso el pato Tato corre peligro ahora...

Dijo el Padre. No te preocupes papá, no ha aparecido en un mes� con las trampas que pusiste y tal vez no vuelva. En el corral, todos seguían interrogando al pato-Tato pero no aceptaban que viva ahí, pues era un pato que decía “cua-cua” y los pollitos decían “pío-pío”. El pato-Tato se sintió muy triste porque creía que iba a encontrar nuevos amigos ahí, mas no fue así. Pasaban los días y el pato-Tato siempre se encontraba en un rincón del corral, viendo a los pollitos jugar. Joselito venía a verlos cuando tenía que alimentarlos y pensaba que el pato-Tato todavía no se adaptaba a su nuevo hogar y que por eso estaba solo, pero que con el tiempo se acostumbraría. Una noche en que todos estaban durmiendo, se armó todo un alboroto en el corral y tanto Joselito como sus padres salieron corriendo de la casa.

Cuando llegaron, vieron con asombro que la mayoría de los pollitos habían desaparecido, incluso el pato-Tato. Todo era obra del mapache-Apache; así que decidieron esperar a que amanezca para salir en busca de la madriguera del mapache-Apache, recuperar a los pollitos, al pato-Tato y darle su merecido al malvado mapache-Apache. El mapache-Apache había metido a todos los pollitos y al pato-Tato en un costal y cruzando el lago en un bote, los había llevado a su madriguera, una vez ahí, los sacó a todos y metió en una gran jaula. El mapache-Apache estaba muy contento. - ¡Ah! Tengo suficientes pollitos para venderlos en el mercado y me darán mucho dinero por ellos...je,je (pensó). En eso vio al pato-Tato y dijo: - Oye, tú no eres un pollito. - No, soy un pato y me llamo Tato. Bueno, no importa, mañana veré cuánto me ofrecen por ti también. – Diciendo eso, el mapache-Apache cubrió la jaula con una manta y se acostó junto a ella a dormir. En la oscuridad de la jaula todos estaban muy aterrados, pero el pato-Tato les dijo que tenían que buscar la manera de escapar de ahí.

Levantaron la manta y vieron que el mapache-Apache, tenía las llaves sobre su estómago; el pato-Tato sacó la cabeza por entre los barrotes de la jaula y como tenía el pescuezo más largo que los pollitos, alcanzó llegar hasta las llaves, tomándolas con el pico. Una vez que abrieron la jaula, salieron sin hacer ruido y fueron hasta el lago; cuando llegaron, vieron una balsa y se subieron en ella, pero el mapache-Apache venía ya detrás y sacó una lancha con motor para seguirlos. Por más esfuerzos que hacían los pollitos y el pato-Tato; no conseguían avanzar rápido y el mapache-Apache ya se estaba acercando, en eso el pato-Tato se tiró al agua y empezó a empujar la balsa con todas sus fuerzas.

Empezaba a amanecer, pues escucharon el canto del gallo-Tallo y les faltaba poco para llegar a la otra orilla del lago. El pato-Tato ya iba perdiendo las fuerzas, así que les dijo a los pollitos que ellos siguieran hasta llegar a la orilla, mientras él se encargaba de entretener al mapache-Apache. Los pollitos vieron que el pato-Tato se sumergió bajo el agua y esperó a que la lancha del mapache-Apache pase por encima de él; dio un empujón e hizo que la lancha se voltee y el mapache salga volando hasta la orilla del lago, donde ya estaban (para alegría de todos) Joselito con su papá que habían salido a buscar la madriguera del malvado mapache.

Todos habían visto lo que había hecho el pato-Tato para salvar a los pollitos; regresaron a la granja, el pato-Tato fue vitoreado por todos en el corral, al mapache-Apache lo metieron en un costal y lo dejaron con el veterinario del pueblo. Después de eso, todos los pollitos comprendieron que aunque el pato-Tato diga “cua-cua” y no “pío-pío” como ellos, pueden ser amigos.

Y Colorín Colorado




viernes, 15 de abril de 2011

CUENTO CLIMÁTICO


EL BUEN TIEMPO Y LA LLUVIA. Extraído: “Una fábula para cada día”

Había una linda escuela en un pueblo apartado. A ella acudían tres perritos y tres ranitas. Vivían muy cerca unos de otros y eran buenos amigos. Naturalmente, iban juntos a clase, y con mucha puntualidad.

A veces, antes de llegar a la escuela, comenzaban las peleas. Si el día había amanecido lluvioso, las ranitas se ponían locas de contentas. En cambio, a los perritos se les torcía el gesto.

—iYuuupú! ¡Menudo chapuzón nos vamos a dar en las charcas que la lluvia está formando! ¡Aaaah, qué frescor y bienestar siento! —decía una de las ranitas.

¡Bah! Es día perdido para mí. ¡Me deprime tanto la lluvia! — respondía uno de los perritos.
Cuando el día amanecía soleado, ocurría todo lo contrario; los perritos no cabían en sí de gozo y las ranitas se sentían muy desdichadas, pues ya se imaginaban el calor y la sequedad agobiante que iban a torturarlas. Os preguntaréis que cuándo estaban contentos tanto los perritos como las ranitas. ¡Muy sencillo! Los días que amanecían grises y plomizos; pero sin lluvia, que no eran pocos en esa zona de la sierra.

¿No sería mejor, amiguitos, que aceptemos todos la vida tal y como se presenta? De esta manera, nunca nos sentiríamos infelices.

Y Colorín Colorado



miércoles, 13 de abril de 2011

CUENTO GIGANTE


EL MILAGRO DE LA VIDA. Lodetti Simone. Escritor italiano.

Fue entonces, después de tanta espera, al ver que ya, nadie volvería a recogerlo, que el gigante, así llamado por su gran tamaño, declaró: Pues, es la hora de partir, y me iré por mi cuenta. Había quedado solo, todos sus amigos habían sido elegidos y llevados, todos tenían los requisitos, salvo él. Éste no es bueno para nada –se oyó decir brutalmente. Pero él, aunque humillado tan pesadamente, se quedó firme, recto, como siempre, ni una lágrima soltó, un solo respingo después de varios meses, y una decisión.

Me voy –dijo con tono resuelto. ¿Y adónde vas? –preguntó el pequeñito que estaba a sus pies mirándolo fijo. No sé, aún no lo sé, pero quiero irme de aquí, quiero ver el mundo, mis amigos ya se han ido, y yo qué espero, nadie vendrá a recogerme. El pequeñito entonces, desde lo bajo de su metro de altura, y el alto valor de su cultura, intentó animarlo. Puede que tus amigos no estén tan geniales como crees. Por supuesto –dijo él– pero si fuese así, los primeros que se fueron habrían vuelto ya. Claro, tal vez lo habrían hecho, tal vez no le fue permitido, ¿quién sabe? ¿Permitido?, ¿qué quieres decir con esto? –contestó el gigante. Que uno no puede elegir el destino a su gusto, sin embargo, uno puede aprender a contentarse y alegrarse de lo que la vida le entregue, y un día por cierto, algo especial escondido en su interior le recompensaría. Sólo hay que esperar, con humildad. No pienses en los demás, quédate otro tiempo. Después ¿de qué te quejas? Aquí lo tienes todo, este río es estupendo, a mi me gusta. Mira qué precioso, pasa de todo flotando por sus aguas, es muy entretenido observarlo. Fíjate en ello, mira qué silla tan bonita, ¿no te gusta? Y más allá: un lavabo, muy divertido ¿verdad?

Y tú, ¿qué opinas?, ¿no te parece un encanto? No, me parece un asco. El río no está hecho para tirar cualquier cosa. Por cierto –contestó satisfecho el pequeñito– el río no es lugar para la basura, pero éste, en cambio, es el tuyo, y no lo sabes apreciar. Piénsalo bien, mira el sol por ejemplo, siempre está ahí, el cielo es su lugar, él lo sabe, y lo aprecia, es su destino, mira lo hermoso que es. Es un placer quedarse bajo de él. Él sabe cuán importante es su presencia para nosotros, él sabe quién es, es el sol, y eso lo hace feliz. Tu eres un árbol, y yo un césped, nada más que un simple césped, un ser inferior diría alguien, pero yo no me siento así. Cuando una liebre en peligro se esconde en mis hojas por ejemplo, y se siente al seguro, pues, yo me siento tan grande, importante... Me siento feliz, y tú también deberías sentirte tan dichoso como yo, porque tú, eres un magnífico árbol, y aunque no puedas andar por el mundo como quieras, el mundo depende de ti, el aire depende de ti, los pájaros descansan sobre de ti.

Tú eres importante, así como eres, no importa donde, compréndelo: seas un árbol, y seas feliz. El gigante guardó silencio, y durante muchos años, incluso los pájaros se quedaron a distancia, ni siquiera el pensamiento le distrajo un momento, hasta que un día, finalmente, comprendió, y despertó de su ignorancia. Y como eso ocurrió, fue maravilloso, las ramas en él se multiplicaron, y miles de hojas las vistieron. Por primera vez disfrutaba agradecido de las caricias del viento, y se alegraba de que los pájaros jugueteaban con sus ramas. A su alrededor todo rebosaba de alegría, incluso el sol participaba con su energía. Por fin se sentía afortunado, por haber sido descartado un tiempo, por haber sido abandonado en este lugar, donde fue testigo del milagro de la vida, donde nació y creció, y despertó su verdadero ser. Y por fin el gigante se dio cuenta, que no necesitaba ningún lugar particular, y ni siquiera ser aceptado por un hombre cualquiera. Él sólo tenía que comprender lo que era importante de verdad. Así se transformó, y encontró la paz y la felicidad.

Y Colorín Colorado



martes, 12 de abril de 2011

CUENTO ECOLOLÓGICO


EL NIÑO DEL NO Y EL AGUA. Relato ganador. Paco Ríos

Erase una vez un muchacho muy, muy desobediente al que su familia llamaba "el niño del No", porque cada vez que le ordenaban hacer algo, él hacía lo contrario. Si le decían que se levantara, él se quedaba en la cama. Si le decían que se vistiera, él se quedaba en pijama.

Así una cosa tras otra y por eso su familia acabó olvidando su verdadero nombre y siempre se referían a él como "el niño del No". Se pasaba las horas viendo la televisión o delante de su ordenador y no respetaba ni a nadie ni a nada. Por ejemplo: si iba al baño, dejaba la luz encendida, y cuando le decían que la apagara él respondía: "ahora, ahora", pero no se movía del asiento. Si abría la nevera, la dejaba abierta y, cuando le decían que la cerrara, él respondía: "ahora, ahora", pero no se movía del asiento. Siempre hacía lo contrario.

Un día de esos en los que tienes la sensación de que va a ocurrir algo mágico "el niño del No" abrió el grifo del lavabo para lavarse la manos, pues las tenía pringadas de chocolate y se fue al salón a ver la tele, dejando el grifo abierto. Su madre, al oír caer el agua desde la cocina, le dijo: "¡Cierra el grifo!", y "el niño del No" respondió "ahora, ahora" y siguió viendo la tele. Su padre, al oír caer el agua desde su despacho, le dijo: "¡Cierra el grifo!", y "el niño del No" respondió: "ahora, ahora" y siguió viendo la tele. Su abuelo, al oír caer el agua desde su cuarto, le dijo: "¡Cierra el grifo!", y "el niño del No" respondió: "ahora, ahora" y siguió viendo la tele.

Al cabo de un buen rato, "el niño del No" sintió sed y gritó desde el sillón:"mamá, tráeme un vaso de agua", pero nadie respondió. Entonces gritó:"papá, tráeme un vaso de agua", pero nadie respondió. Entonces gritó:"abuelo, tráeme un vaso de agua", pero nadie respondió. Refunfuñando, se levantó para beber un vaso de agua pero, cuál fue su sorpresa cuando, al abrir el grifo, no cayó ni una gota.

"¿Dónde está el agua?", se preguntó, y empezó a buscarla por todas partes. La buscó en los cajones y en los armarios, en las habitaciones y debajo de las camas, buscó en el trastero y hasta miró por la ventana por si el agua se había ido de paseo. Entonces pensó: "grifo tonto, seguro que se ha atascado", y metió uno de sus dedos en el grifo para comprobarlo. Y en aquel momento, desde el dedo que tenía dentro del grifo hasta los dedos de los pies, "el niño del No" se convirtió en una gota de agua y se coló por el desagüe.

Mientras se deslizaba por las tuberías como si bajara por un enorme tobogán "el niño del No" gritaba "¡que no sé nadar!” Y estuvo cayendo y cayendo hasta llegar a un río subterráneo. Allí se encontró con otras gotas que le miraban raro. Él decía: "¿qué miráis?", y las gotas respondían "glub, glub". Sin saber hasta dónde iba, recorrió junto a las otras gotas el camino del río subterráneo hasta llegar a una laguna, donde millones de gotas esperaban. "¿Qué hacéis aquí?" - preguntó "el niño del no". Y las gotas respondían: "Glub, glub".

Una gota que hablaba el lenguaje de los niños, se acercó y le dijo:”Vamos a crear electricidad". - "¿Para qué?", preguntó el niño. "Para muchas cosas", respondió la gota. "Para que tengas luz en tu casa, para que los electrodomésticos, como la nevera o la lavadora funcionen... ¿Quieres ayudarnos? Ninguna gota sobra". Y "el niño del no", para no variar, contestó: "no. Prefiero irme a mi casa a jugar con el ordenador". "Pues para eso hace falta electricidad", le explicó la gota. De repente, una gota que parecía mandar más que las otras gotas, dio la orden y todas las gotas se prepararon para crear energía. Como si fueran una sola, se abalanzaron contra una pared, formando montañas de espuma, mientras el niño del no las observaba desde atrás. Miraba cómo trabajaban juntas, cómo sudaban la gota gorda para que él pudiera tener electricidad en su casa y recordó lo que le había dicho la gota que hablaba el idioma de los niños: "ninguna gota sobra".

Y sintió por dentro algo que sólo se puede sentir en uno de esos días en que algo mágico puede ocurrir: sintió la necesidad de ayudar. Y se unió al resto de las gotas para crear energía. Cuando hubo terminado, se coló por una cañería y regresó nuevamente al grifo de su casa y se transformó en niño nuevamente. Dio muchos besos y abrazos a sus padres y abuelo y, aunque ellos no creyeron su historia, comprobaron que algo había cambiado, porque si le pedían que pagara la luz, en lugar de decir "ahora, ahora...", decía "ahorra, ahorra..." y la apagaba corriendo, pues había comprendido la importancia de ahorrar energía y el enorme esfuerzo que suponía crearla. Y con el tiempo dejaron de llamarle "el niño del no" y recuperó su nombre.

Y Colorín Colorado




domingo, 10 de abril de 2011

CUENTO FUGITIVO


LOS MÚSICOS DE BREMEN. Wilhelm y Jacob Grimm – Alemania 1820

Un hombre tenía un burro que, durante largos años, había estado llevando sin descanso los sacos al molino, pero cuyas fuerzas se iban agotando, de tal manera que cada día se iba haciendo menos apto para el trabajo. Entonces el amo pensó en deshacerse de él, pero el burro se dio cuenta de que los vientos que soplaban por allí no le eran nada favorables, por lo que se escapó, dirigiéndose hacia la ciudad de Bremen.

Allí, pensaba, podría ganarse la vida como músico callejero. Después de recorrer un trecho, se encontró con un perro de caza que estaba tumbado en medio del camino, y que jadeaba como si estuviese cansado de correr. -¿Por qué jadeas de esa manera, cazadorcillo? -preguntó el burro. ¡Ay de mí! -dijo el perro-, porque soy viejo y cada día estoy más débil y, como tampoco sirvo ya para ir de caza, mi amo ha querido matarme a palos; por eso decidí darme el bote. Pero ¿cómo voy a ganarme ahora el pan? ¿Sabes una cosa? -le dijo el burro-, yo voy a Bremen porque quiero hacerme músico. Vente conmigo y haz lo mismo que tu y yo; formaremos un buen dúo: yo tocaré el laúd y tú puedes tocar los timbales. Al perro le gustó la idea y continuaron juntos el camino.

No habían andado mucho, cuando se encontraron con un gato que estaba tumbado al lado del camino con cara avinagrada. Hola, ¿qué es lo que te pasa, viejo atusa bigotes?- preguntó el burro. ¿Quién puede estar contento cuando se está con el agua al cuello? -contestó el gato-. Como voy haciéndome viejo y mis dientes ya no cortan como antes, me gusta más estar detrás de la estufa ronroneando que cazar ratones; por eso mi ama ha querido ahogarme. He conseguido escapar, pero me va a resultar difícil salir adelante. ¿Adónde iré? Ven con nosotros a Bremen, tú sabes mucho de música nocturna, y puedes dedicarte a la música callejera. Al gato le pareció bien y se fue con ellos.

Después los tres fugitivos pasaron por delante de una granja; sobre el portón de entrada estaba el gallo y cantaba con todas sus fuerzas. Tus gritos le perforan a uno los tímpanos- dijo el burro-, ¿qué te pasa? Estoy pronosticando buen tiempo- dijo el gallo, porque hoy es el día de Nuestra Señora, cuando lavó las camisitas del Niño Jesús y las puso a secar. Pero como mañana es domingo y vienen invitados, el ama, que no tiene compasión, ha dicho a la cocinera que me quiere comer en la sopa. Y tengo que dejar que esta noche me corten la cabeza. Por eso aprovecho para gritar hasta desgañitarme, mientras pueda. Pero qué dices, cabeza roja- dijo el burro-, mejor será que te vengas con nosotros a Bremen. En cualquier parte se puede encontrar algo mejor que la muerte. Tú tienes buena voz y si vienes con nosotros para hacer música, seguro que el resultado será sorprendente. Al gallo le gustó la proposición, y los cuatro siguieron el camino juntos.

Pero Bremen estaba lejos y no podían hacer el viaje en un sólo día. Por la noche llegaron a un bosque en el que decidieron quedarse hasta el día siguiente. El burro y el perro se tumbaron bajo un gran árbol, mientras que el gato y el gallo se colocaron en las ramas. El gallo voló hasta lo más alto, porque aquél era el sitio donde se encontraba más seguro. Antes de echarse a dormir, el gallo miró hacia los cuatro puntos cardinales y le pareció ver una lucecita que brillaba a lo lejos. Entonces gritó a sus compañeros que debía de haber una casa muy cerca de donde se encontraban. Y el burro dijo: Levantémonos y vayamos hacia allá, pues no estamos en muy buena posada. El perro opinó que un par de huesos con algo de carne no le vendrían nada mal. Así que se pusieron en camino hacia el lugar de donde venía la luz. Pronto la vieron brillar con más claridad, y poco a poco se fue haciendo cada vez más grande, hasta que al fin llegaron ante una guarida de ladrones muy bien iluminada.

El burro, que era el más grande, se acercó a la ventana y miró hacia el interior. ¿Qué ves, jamelgo gris? -preguntó el gallo. ¿Que qué veo?- contestó el burro-, pues una mesa puesta, con buena comida y mejor bebida, y a unos ladrones sentados a su alrededor que se dan la gran vida. Eso no nos vendría mal a nosotros -dijo el gallo. Sí, sí, ¡ojala estuviéramos ahí dentro! -dijo el burro. Entonces se pusieron los animales a deliberar sobre el modo de hacer salir a los ladrones; y al fin hallaron un medio para conseguirlo. El burro tendría que alzar sus patas delanteras hasta el alféizar de la ventana; luego el perro saltaría sobre el lomo del burro; el gato treparía sobre el perro, y, por último, el gallo volaría hasta ponerse en la cabeza del gato. Una vez hecho esto, y a una señal convenida, empezaron los cuatro juntos a cantar. El burro rebuznaba, el perro ladraba, el gato maullaba y el gallo cantaba. Luego se arrojaron por la ventana al interior de la habitación rompiendo los cristales con gran estruendo. Al oír tan tremenda algarabía, los ladrones se sobresaltaron y, creyendo que se trataba de un fantasma, huyeron despavoridos hacia el bosque.

Entonces los cuatro compañeros se sentaron a la mesa, dándose por satisfechos con lo que les habían dejado los ladrones, y comieron como si tuvieran hambre muy atrasada. Cuando acabaron de comer, los cuatro músicos apagaron la luz y se dedicaron a buscar un rincón para dormir, cada uno según su costumbre y su gusto. El burro se tendió sobre el estiércol; el perro se echó detrás de la puerta; el gato se acurrucó sobre la cocina, junto a las calientes cenizas, y el gallo se colocó en la vigueta más alta. Y, como estaban cansados por el largo camino, se durmieron enseguida. Pasada la medianoche, cuando los ladrones vieron desde lejos que en la casa no brillaba ninguna luz y todo parecía estar tranquilo, dijo el cabecilla: No deberíamos habernos dejado intimidar. Y ordenó a uno de los ladrones que entrara en la casa y la inspeccionara. El enviado lo encontró todo tranquilo. Fue a la cocina para encender una luz y, como los ojos del gato centelleaban como dos ascuas, le parecieron brasas y les acercó una cerilla para encenderla. Mas el gato, que no era amigo de bromas, le saltó a la cara, le escupió y le arañó. Entonces el ladrón, aterrorizado, echó a correr y quiso salir por la puerta trasera. Pero el perro, que estaba tumbado allí, dio un salto y le mordió la pierna. Y cuando el ladrón pasó junto al estiércol al atravesar el patio, el burro le dio una buena coz con las patas traseras. Y el gallo, al que el ruido había espabilado, gritó desde su viga: ¡Kikirikí!

Entonces el ladrón echó a correr con todas sus fuerzas hasta llegar donde estaba el cabecilla de la banda. Y le dijo: ¡Ay! En la casa se encuentra una bruja horrible que me ha echado el aliento y con sus largos dedos me ha arañado la cara. En la puerta está un hombre con un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. En el patio hay un monstruo negro que me ha golpeado con un garrote de madera. Y arriba, en el tejado, está sentado el juez, que gritaba: «¡Traedme aquí a ese tunante!». Entonces salí huyendo.

Desde ese momento los ladrones no se atrevieron a volver a la casa, pero los cuatro músicos de Bremen se encontraron tan a gusto en ella que no quisieron abandonarla nunca más. Y el último que contó esta historia, todavía tiene la boca seca.

Y Colorín Colorado





viernes, 8 de abril de 2011

CUENTO JAPONES


TARÔ URASHIMA - 日本の昔話・「浦島太

"Hace mucho tiempo, en una aldea costera de las lejanas tierras del Japón, existió un pescador llamado Tarô Urashima. Urashima vivía en una humilde cabaña con su anciana madre, a la que cuidaba con gran cariño. Gran parte del pescado que capturaba en sus salidas al mar, en lugar de venderlo, se lo daba a ella para que pudiera comer. Por eso se esforzaba siempre en pescar todo lo que pudiera y se sentía muy preocupado cuando la pesca era escasa, como le sucedía últimamente.

Cierto día en que Urashima regresaba a casa con las manos vacías, muy afligido por no haber logrado capturar ni un sólo pez y preocupado por no poder darle nada a su madre, le ocurrió una cosa maravillosa. Mientras caminaba por la playa, se encontró de repente con un grupo de pilluelos que estaban maltratando a una pequeña e indefensa tortuga. Le daban patadas, la ponían del revés sobre su concha, e incluso uno de ellos empezó a darle golpes con una vara.

Urashima, sintendo lástima de la tortuga, rogo a los niños que la dejaran en paz y le permitieran devolverla al mar. Pero los niños se negaron. "¿Devolverla al mar, dices? ¡De eso nada! Esta tortuga la venderemos en el mercado del pueblo". "En ese caso, vendédmela a mí", respondió Tarô. "No tengo dinero, pero os puedo dar mi camisa a cambio".

Los niños aceptaron el trato, considerando que una camisa vieja y harapienta era mejor que nada, y le entregaron la tortuga a Urashima. Éste la llevó al mar y la puso inmediatamente en libertad. La tortuga, antes de marcharse, asomó la cabeza por encima de la superficie del agua y saludó a Urashima con una reverencia en señal de agradecimiento. Tras liberar a la tortuga, Urashima regresó a su casa, con las manos vacías pero contento por la buena acción que había realizado.

"Lo siento, madre", fue lo primero que dijo al entrar en casa, "hoy tampoco he podido pescar ni un sólo pez. Y además he tenido que darle mi camisa a unos niños para que dejaran de maltratar a una tortuga." "Tranquilo", respondió la anciana, "has hecho lo que debías. No te preocupes por no haber podido traerme nada de comer". "Mañana será muy distinto, seguro que conseguiré pescar muchos peces".

Al día siguiente, Urashima se hizo a la mar en su barca desde antes de que saliera el sol, pero tampoco en esta ocasión consiguió pescar ni un sólo pez. No obstante, en un momento dado, notó que el hilo de su caña se tensaba repentinamente. Al cabo de un momento, apareció sobre el agua la cabeza de la tortuga a la que había salvado el día anterior. "Tarô Urashima, te ruego que subas a mi espalda", habló la tortuga. "¿Cómo voy a subirme a tu espalda, con lo pequeña que eres?", respondió Tarô. Tú no te preocupes y súbete a mi espalda", insistió la tortuga. Y Urashima se decidió a hacer lo que el animal le pedía, y con gran sorpresa suya, al poner los pies sobre el caparazón de la tortuga, ésta se hizo mucho más grande, de forma que podía transportar al pescador con holgura.

Nada más sentarse sobre el caparazón de la tortuga, Urashima se vio envuelto en un profundo y agradable sueño. Al despertar, Urashima comprobó que se encontraba en un lugar totalmente desconocido. La tortuga le había transportado por las profundidades del mar hasta el maravilloso Palacio del Dragón (Ryûgû-jô). Frente a él, una hermosa princesa (otohime) le saludó. "Tarô Urashima, espero que hayas tenido un buen viaje y que hayas descansado bien", le dijo la princesa, con voz dulce, mientras le tomaba de la mano. "Yo soy aquella tortuga a la que ayudaste ayer. Siempre que quiero salir al mundo de la superficie, tengo que cambiar de forma. Me convertí en una tortuga y salí al exterior, y tuve la mala suerte de ser capturada por aquellos niños. Seguramente me habrían matado de no haber sido por ti, y quiero darte las gracias por haberme salvado. En agradecimiento, te mostraré las maravillas del Palacio del Dragón. Te ruego que te quedes aquí para siempre." Y así lo hizo. La princesa sentó a Urashima en una magnífica silla y le ofreció un espléndido banquete, con los manjares más exquisitos que el buen pescador había probado nunca. Después le tomó de la mano y le mostró hasta el último rincón del Palacio submarino del Dragón, un lugar de ensueño repleto de las maravillas más inimaginables.

Urashima pasó tres largos años en el Palacio del Dragón, disfrutando de los más deliciosos banquetes y de la amabilidad de su anfitriona, la princesa, y sus sirvientes. Pero, aunque allí se encontraba muy a gusto, llegó un momento en el que sintió preocupación por su anciana madre, y rogó a la princesa que le permitiera volver al exterior, ya que temía ser castigado por los dioses si no lo hacía. La princesa aceptó, y como regalo de despedida, le ofreció a Urashima tres preciosas cajitas enjoyadas, montadas una sobre la otra. A continuación, volvió a convertirse en tortuga para transportar a Urashima, que de nuevo iba dormido sobre su caparazón, hasta la playa.

Al recobrar el conocimiento, Urashima se encaminó hasta su humilde cabaña, y cuál no sería su sorpresa cuando comprobó que de ella sólo quedaban en pie algunas vigas podridas y mohosas, como si hubieran llevado ahí centenares de años. Pero no era sólo eso lo que había cambiado, su aldea también estaba completamente distinta y nadie parecía reconocerle.

Urashima, totalmente desorientado y confuso, se acercó a un monje para preguntarle qué había sucedido durante su ausencia, y éste pensó que Urashima le estaba gastando una broma y no quiso creerle cuando le dijo su nombre. El monje le explicó que hace trescientos años había vivido en aquella aldea cierto pescador llamado Tarô Urashima, pero que un día desapareció en el mar mientras pescaba, y nadie volvió a saber nada de él. Se le había dado por muerto e incluso tenía su tumba erigida en el cementerio de la aldea. Naturalmente, Urashima se encaminó rápidamente a comprobar las palabras del monje, y quedó totalmente abatido al ver que eran ciertas. Se dio cuenta de lo que había ocurrido y al momento le invadió una profunda tristeza. No eran tres años los que había pasado en el Palacio del Dragón como él creía, sino trescientos: un año allí equivalía a cien años en el mundo exterior.

Desolado, Urashima regresó a la playa sin saber qué hacer. En ese momento reparó en que aún conservaba en su poder las tres cajas enjoyadas que le había entregado la princesa, y decidió abrirlas para ver su contenido. La primera cajita contenía unas blancas alas de grulla. De la segunda salió una espesa columna de humo blanco. Y en la tercera había un espejo, en el que Urashima pudo ver reflejada su propia imagen, la de un anciano de larga barba blanca, en cuya espalda nacía un par de blancas alas.

Gracias a aquellas alas, el anciano Urashima, convertido en una grulla, pudo volar y surcar los cielos libremente. En primer lugar se dirigió hasta el lugar donde estaba su tumba, y la sobrevoló tres veces. Y después se adentró en el mar, y allí pudo ver a una gran tortuga que emergía a la superficie. Quizás esa tortuga fuera la princesa... "

Y Colorín Colorado



miércoles, 6 de abril de 2011

CUENTO GENEROSO


EL ÁRBOL MÁGICO. Todo Papás.

Hacía un sol espléndido aquel día en que Mario, un niño muy simpático y alegre, iba caminando hacia la escuela. Los papás de Mario no tenían mucho dinero y por eso Mario no tenía muchos juguetes para jugar porque todo el dinero que ganaban sus padres era para comprar comida y ropa, pero aún así Mario era feliz.

Ese día soleado de camino hacia el cole vio un mendigo, que parecía triste y temblaba mucho. ¡Pobre señor! Ni siquiera tiene comida como yo. Debe de tener mucha hambre- pensó- ¡Ya sé! Le daré mi bocadillo de la merienda. Y eso hizo. El mendigo se puso muy contento y aceptó el regalo del chico.

Mientras comía aquel delicioso bocadillo de jamón le dijo a Mario: Eres un niño muy bueno. En agradecimiento te voy a regalar una cosa muy especial. El mendigo se agachó y sacó algo del saco en el que guardaba sus cosas, una pequeña bolsita que entregó al niño. Dentro de este saquito hay una semilla mágica -le explicó el mendigo, cuando llegues a casa debes plantarla, cuidarla y regarla todas las noches de luna llena. Cuando florezca tendrás una sorpresa muy especial. Después de contarle esto, el mendigo continuó su camino.
A la salida del cole, Mario se dirigió a su casa, aún pensativo por lo que le había dicho aquel hombre. Así que después de hacer los deberes, no se lo pensó dos veces y plantó aquella semilla especial. ¿Qué sería? ¿Una flor? ¿Un cactus? ¿Una lechuga? Tendría que esperar…La primera noche de luna llena, Mario regó la semilla como le había indicado el mendigo y se fue a la cama. Allí, mientras se quedaba dormido pensaba de nuevo en su planta y cuanto tardaría en verle sus primeras hojas. Por la mañana, Mario saltó de la cama y antes incluso de desayunar fue a ver su planta. Al llegar tuvo la primera sorpresa: Por increíble que pareciera la plantita ya había brotado. En tan sólo una noche ya tenía sus primeras hojitas verdes.

Aquel día Mario volvió a la escuela. Pero no podía dejar de pensar en su planta. ¿De qué tamaño estará mañana? Aquella noche, mientras cerraba los ojos en la cama seguía pensando en su planta, pero en su sueño también se coló un coche de juguete rojo precioso que había visto a otro niño en el parque aquella tarde. Soñaba con que su madre se lo compraba y era feliz jugando con él. Pero de repente se despertó. Ya era de día. Y Mario, como la mañana anterior, fue a ver cómo estaba su planta.

Cuando llegó no se lo podía creer. ¡Es un árbol mágico!- gritó sorprendido. La planta se había convertido en un árbol y en sus ramas habían brotado coches rojos de juguete iguales al de su sueño. Mario los cogió como si de manzanas se tratase y los guardó en su habitación, para jugar a la salida del colegio. Ese día en el cole no podía dejar de pensar de nuevo en su planta y en lo que le esperaría al día siguiente.

Por la noche, nuestro amiguito, soñó con una pelota de fútbol. Soñaba que jugaba con su equipo preferido, que chutaba y metía un montón de goles con ella. Ya de mañana Mario corrió hacia la planta y ¿sabéis que había en sus ramas? ¡Sí! Miles de pelotas de fútbol igualitas a las de su sueño. Pero pasó el tiempo y Mario se dio cuenta de que de nada le servían tantos y tantos juguetes guardados si sólo podía jugar él con ellos. Así que pensó en el mendigo que le regaló la semilla mágica y se le ocurrió una idea: Le regalaría todos los juguetes del árbol mágico a los niños pobres. Y eso hizo.

Cada vez que soñaba con algo y brotaba después en el árbol, Mario lo recogía y lo llevaba a aquellos niños que tanta ilusión les hacía. Y fue cómo se dio cuenta de que era más feliz viendo la cara de alegría de los otros niños recibiendo los regalos que guardando todos los juguetes para él solo.

Y Colorín Colorado




lunes, 4 de abril de 2011

CUENTO SABIO


EL SARTENAZO. Pedro Pablo Sacristan.

La rana Renata era la mejor cocinera de los pantanos y a su selecto restaurante acudían todas las ranas y sapos de los alrededores. Sus "moscas en salsa de bicho picante" o sus "alitas de libélula caramelizadas con miel de abeja" eran delicias que ninguna rana debía dejar de probar, y aquello hacía sentirse a Renata verdaderamente orgullosa.

Un día, apareció en su restaurante Sopón dispuesto a cenar. Sopón era un sapo grandón y un poco bruto, y en cuanto le presentaron los exquisitos platos de Renata, comenzó a protestar diciendo que aquello no era comida, y que lo que él quería era una buena hamburguesa de moscardón.

Renata acudió a ver cuál era la queja de Sopón con sus platos, y cuando este dijo que todas aquellas cosas eran "pichijiminadas", se sintió tan furiosa y ofendida, que sin mediar palabra le arreó un buen sartenazo.

Menuda trifulca se armó. A pesar de que Renata enseguida se dio cuenta de que tenía que haber controlado sus nervios, y no dejaba de pedir disculpas a Sopón, éste estaba tan enfadado, que decía que sólo sería capaz de perdonarla si él mismo le devolvía el sartenazo. Todos trataban de calmarle, a sabiendas de que con la fuerza del sapo y la pequeñez de la rana, el sartenazo le partiría la cabeza.

Y como Sopón no aceptaba las disculpas, y Renata se sentía fatal por haberle dado el sartenazo, Renata comenzó a hacer de todo para que le perdonara: le dio una pomada especial para golpes, le sirvió un exquisito licor de agua de charca e incluso le preparó.. ¡una estupenda hamburguesa de moscardón!

Pero Sopón quería devolver el porrazo como fuera para quedar en paz. Y ya estaban a punto de no poder controlarle, cuando apareció un anciano sapo caminando con ayuda de unas muletas. Espera Sopón-dijo el anciano- podrás darle el sartenazo cuando yo te rompa la pata. Recuerda que yo llevo muletas por tu culpa. Sopón se quedó paralizado. Recordaba al viejo que acababa de entrar. Era Sapiencio, su viejo profesor que un día le había salvado de unos niños gamberros cuando era pequeño, y que al hacerlo se dejó una de sus patas. Recordaba que todo aquello ocurrió porque Sopón había sido muy desobediente, pero Sapiencio nunca se lo había recordado hasta ahora...

Entonces Sopón se dio cuenta de que estaba siendo muy injusto con Renata. Todos, incluso él mismo, cometemos errores alguna vez, y devolver golpe por golpe y daño por daño, no hacía sino más daño. Así que, aunque aún le dolía la cabeza y pensaba que a Renata se le había ido la mano con el sartenazo, al verla tan arrepentida y haciendo de todo para que le perdonase, decidió perdonarle.

Y entonces pudieron dedicar el resto del tiempo a reírse de la historia y saborear la rica hamburguesa de moscardón, y todos estuvieron de acuerdo en que aquello fue mucho mejor que liarse a sartenazos.

Y Colorín Colorado


domingo, 3 de abril de 2011

CUENTO CONFUNDIDO


EL ÁRBOL CONFUNDIDO. Autor desconocido

Había una vez, en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo, un hermoso jardín con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.

Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste. El pobre tenía un problema: ¡No sabía quién era.! Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano: "Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas, ¡ve que fácil es!" "No lo escuches", exigía el rosal. "Es más sencillo tener rosas y ¡ve que bellas son!" Y el árbol desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.

Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, exclamó: "No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la Tierra. Yo te daré la solución... No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tú mismo, conócete... y para lograrlo, escucha tu voz interior." Y dicho esto, el búho desapareció.

"¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?..." Se preguntaba el árbol desesperado, cuando de pronto, comprendió. Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: "Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera porque no eres un rosal. Eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: ¡Cúmplela!"

Y el árbol se sintió fuerte y seguro de sí mismo y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado. Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz. Yo me pregunto al ver a mi alrededor, ¿Cuántos serán robles que no se permiten a sí mismos crecer?...

¿Cuántos serán rosales que por miedo al reto, sólo dan espinas?... ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer? En la vida, todos tenemos un destino que cumplir y un espacio que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser. ¡Nunca lo olvides!

Y Colorín Colorado



viernes, 1 de abril de 2011

CUENTO COSTURERO


EL HILO DE LA ESTRELLA. Escritora argentina.

En el país de las hadas, existe una leyenda que dice que de cada estrella cuelga un hilo plateado y brillante, fino y suave. Cada hada -dice también la leyenda- tiene su propia estrella y debe encontrar el hilo que la une a ella para no perder su destino en la vida.Parece ser que ese fino cordón de plata une a la persona con el propósito para el cual ha nacido y que, de no encontrarlo, su vida se tornará vacía e inútil.

En ese país, mágico por dónde se lo mire, la fantasía se mezcla con la realidad y la leyenda con los hechos. Dicen también que es cosa de todos los días ver a las hadas remontando una estrella cual si fuese una cometa y exhibiendo orgullosas el hilo de plata. Para ellas ese pequeño acto cotidiano significa que han encontrado su propósito en la vida, el por qué y para qué de su existencia. En otras ocasiones, puede verse a un hada quien, llorando, mira hacia el cielo sin encontrar ni su estrella, ni el hilo que la une a su destino. Parece ser que, cuanto más grande son las hadas en edad, más fuerte se va haciendo el hilo de plata. Como si por cada año que pasase, fuese más y más importante cumplir con el destino para el que se ha nacido.

Luz era un hada distinta. Jamás se había preocupado por buscar su estrella y por ende, el hilo que la unía a ella. Vagaba por la vida sin realmente saber para qué había sido creada, es más no le importaba tampoco. Prefería pensar que las hadas no tenían una misión especial y única cada una. De esa manera, la vida resultaba más cómoda pues no había metas para alcanzar, ni por las cuales luchar. Luz no perseguía ningún hilo, pero sabido es que no se puede escapar del destino.
Cierto día, mientras Luz descansaba bajo la sombra de un árbol, su cordón plateado y titilante se presentó ante ella. Flotaba sin estar atado a nada. Como jamás había sido tomado por las manos de Luz, el viento impiadoso había jugado con él de tal modo, que lo había convertido en un gran nudo, aún plateado y brillante, pero nudo al fin. El cordón, ahora convertido en nudo. se acercó a la sorprendida hada y le dijo: Jamás me has buscado. Te he seguido desde que naciste, tratando de indicarte el camino y nunca me has prestado atención. Mira lo que has hecho de mi. Luz quedó perpleja. Tómame, te doy una nueva oportunidad – Dijo el hilo meciéndose de un lado hacia el otro- Si no te aferras a mí, jamás encontrarás tu estrella y tu destino será incierto. Desátame y no sólo yo me sentiré mejor, sino que tu, habrás encontrado tu camino.
Luz no se movió, ni articuló palabra. Escuchó a su cordón, pero la indiferencia pudo más. Decepcionado, el hilo se elevó hasta perderse en el cielo. Luz no sabía que ése, había sido sólo el primero de muchos encuentros. Cansado ya de la indiferencia del hada, el hilo plateado consultó a su estrella sobre la actitud a tomar. Síguela – Dijo la estrella- De ti depende que no extravíe el camino. Ella ha sido creada con muchos dones y una misión que cumplir, como todos. Tenle paciencia, no todos están dispuestos a averiguar qué es lo que tienen que hacer en este mundo.

Obediente el hilo volvió a bajar a la tierra. Sin ánimo alguno de disimular su presencia, se convirtió en la sombra del hada. A pesar de ello, Luz estaba decidida a no comprometerse con nada y menos aún a averiguar para qué estaba aquí en la tierra, por lo que hacía caso omiso de la compañía. A cada paso que el hada daba, podía escucharse: Desátame, Desátame, sólo tu puedes hacerlo. El nudo plateado se interponía de una u otra manera en el camino del hada. Estaba dispuesto a ser escuchado esta vez y por sobre todas las cosas, desatado.

Luz tropezaba a cada momento con el cordón o se chocaba la cabeza contra el mismo. En la tierra y en el cielo, de día o de noche, con lluvia o sol, el nudo se había convertido en un verdadero estorbo. Cansada ya de la persecución, el hada se escondió en una cueva, creyendo que así se libraría de su persistente hilo. En medio de la oscuridad, apareció el nudo, brillante como siempre, desafiante como nunca. Esta visto que has ganado – Dijo el hada con tono resignado.
Lentamente, como abriendo un paquete cuyo contenido se desconoce y se teme, fue desatando el nudo. Para su sorpresa, no bien el hilo se encontró libre brilló aún con más intensidad y Luz pudo ver su destino desplegado como un mapa dentro de su corazón. Vio con mayor claridad sus dones y cómo podía aprovecharlos. Por primera vez supo qué hacer de su vida. ¿Cuál era el destino que Luz tenía marcado y ahora veía con claridad? ¿Importa tal vez? Como primera decisión, tomó el hilo -ahora relajado- en sus manos con mucha fuerza. El cordón feliz se disparó hacia la estrella de Luz y allí quedaron los tres unidos por primera vez y para siempre.

Luz supo que ya era hora de hacerse cargo de su vida y hacer algo con ella. Dicen que ahora, hay un hada más remontando una estrella cual si fuese un cometa. Dicen también que la remonta feliz y orgullosa pues pudo darse cuenta que nadie, ni siquiera un hada, puede escapar al destino.

Y Colorín Colorado