jueves, 30 de junio de 2011

CUENTO SOLIDARIO


EL PATO TATO. Gaby Higashionna.

Había una vez, una granja donde vivía una familia con su hijo Joselito; ellos criaban muchas gallinas con sus pollitos y cada mañana podíamos escuchar al gallo Tallo entonar su conocido: Ki-ki-ri-kiiii, anunciando la salida del sol y que debían todos levantarse para comenzar sus labores diarias.

Cierto día en que Joselito y sus padres fueron al mercado; el niño vio a un señor que tenía muchos patitos en una caja y le gustaron tanto que le pidió a su padre le compre uno. Su padre le dijo que ellos tenían ya a las gallinas con sus pollitos y al gallo Tallo, pero Joselito insistió tanto que se lo compraron con la condición de que él mismo se ocupara de cuidarlo.

Cuando llegaron a la granja, Joselito ya había decidido llamarlo pato-Tato, pues le pareció simpático el nombre. Joselito le hizo un espacio en el corral para que el pato-Tato pudiese dormir y les dijo a todos: - Miren, les he traído un nuevo amigo, se llama pato-Tato y desde hoy vivirá con nosotros. – Diciendo esto, entró en la casa.

Los pollitos se acercaron para conocer al nuevo integrante del corral y le dijeron: Pero, tú no eres un pollito… pío, pío… A lo que Tato respondió: No, ya se los dijo Joselito, soy una pato cua-cua… me llamo Tato. Papá, mamá; miren, parece que todos han empezado a congeniar con el pato-Tato… – Decía Joselito desde la cocina. Eso me alegra Joselito, pero lo que me preocupa esque vuelva a aparecer el mapache-Apache y siga robándose a los pollitos, incluso el pato-Tato corre peligro ahora… – Dijo el padre. No te preocupes papá, no ha aparecido en un mes?con las trampas que pusiste y tal vez no vuelva.En el corral, todos seguían interrogando al pato-Tato pero no aceptaban que viva ahí, pues era un pato que decía “cua-cua” y los pollitos decían “pío-pío”. El pato-Tato se sintió muy triste porque creía que iba a encontrar nuevos amigos ahí, mas no fue así. Pasaban los días y el pato-Tato siempre se encontraba en un rincón del corral, viendo a los pollitos jugar.

Joselito venía a verlos cuando tenía que alimentarlos y pensaba que el pato-Tato todavía no se adaptaba a su nuevo hogar y que por eso estaba solo, pero que con el tiempo se acostumbraría.Una noche en que todos estaban durmiendo, se armó todo un alboroto en el corral y tanto Joselito como sus padres salieron corriendo de la casa. Cuando llegaron, vieron con asombro que la mayoría de los pollitos habían desaparecido, incluso el pato-Tato.

Todo era obra del mapache-Apache; así que decidieron esperar a que amanezca para salir en busca de la madriguera del mapache-Apache, recuperar a los pollitos, al pato-Tato y darle su merecido al malvado mapache-Apache. El mapache-Apache había metido a todos los pollitos y al pato-Tato en un costal y cruzando el lago en un bote, los había llevado a su madriguera, una vez ahí, los sacó a todos y metió en una gran jaula. El mapache-Apache estaba muy contento. ¡Ah! Tengo suficientes pollitos para venderlos en el merca y me darán mucho dinero por ellos…je,je (pensó). En eso vio al pato-Tato y dijo: Oye, tú no eres un pollito. No, soy un pato y me llamo Tato. Bueno, no importa, mañana veré cuánto me ofrecen por ti también. – Diciendo eso, el mapache-Apache cubrió la jaula con una manta y se acostó junto a ella a dormir.

En la oscuridad de la jaula todos estaban muy aterrados, pero el pato-Tato les dijo que tenían que buscar la manera de escapar de ahí. Levantaron la manta y vieron que el mapache-Apache, tenía las llaves sobre su estómago; el pato-Tato sacó la cabeza por entre los barrotes de la jaula y como tenía el pescuezo más largo que los pollitos, alcanzó llegar hasta las llaves, tomándolas con el pico. Una vez que abrieron la jaula, salieron sin hacer ruido y fueron hasta el lago; cuando llegaron, vieron una balsa y se subieron en ella, pero el mapache-Apache venía ya detrás y sacó una lancha con motor para seguirlos.

Por más esfuerzos que hacían los pollitos y el pato-Tato; no conseguían avanzar rápido y el mapache-Apache ya se estaba acercando, en eso el pato-Tato se tiró al agua y empezó a empujar la balsa con todas sus fuerzas. Empezaba a amanecer, pues escucharon el canto del gallo-Tallo y les faltaba poco para llegar a la otra orilla del lago.El pato-Tato ya iba perdiendo las fuerzas, así que les dijo a los pollitos que ellos siguieran hasta llegar a la orilla, mientras él se encargaba de entretener al mapache-Apache. Los pollitos vieron que el pato-Tato se sumergió bajo el agua y esperó a que la lancha del mapache-Apache pase por encima de él; dio un empujón e hizo que la lancha se voltee y el mapache salga volando hasta la orilla del lago, donde ya estaban (para alegría de todos) Joselito con su papá que habían salido a buscar la madriguera del malvado mapache.Todos habían visto lo que había hecho el pato-Tato para salvar a los pollitos; regresaron a la granja, el pato-Tato fue vitoreado por todos en el corral, al mapache-Apache lo metieron en un costal y lo dejaron con el veterinario del pueblo.

Después de eso, todos los pollitos comprendieron que aunque el pato-Tato diga “cua-cua” y no “pío-pío” como ellos, pueden ser amigos.

Y Colorín Colorado



jueves, 23 de junio de 2011

CUENTO MATERNAL


LA LLEGADA INESPERADA. Pedro Pablo Sacristán

Menudo revuelo se armó en el Cielo cuando apareció Tatiana. Nadie se lo esperaba, porque aún era muy joven y además era la mamá de dos niños pequeños, así que San Pedro la miró muy severamente, diciendo: - ¿Pero qué haces aquí? Seguro que todavía no te toca...

Sin embargo, al comprobar su libro, San Pedro no se lo podía creer. Era verdad, había hecho todas aquellas cosas que permitían la entrada al Cielo, incluyendo dar todo lo que necesitaban sus hijos, ¡y en tan poco tiempo!. Al ver su extrañeza, Tatiana dijo sonriente.
- Siempre fui muy rápida en todo. Desde que Renato y Andrea eran bebés les di cuanto tenía, y lo guardé en un tesoro al que sólo pudieran acceder ellos.

Todos sabían a qué se refería Tatiana. Las mamás van llenando de amor y virtudes el corazón de sus hijos, y sólo pueden ir al Cielo cuando está completamente lleno. Aquello era un notición, porque no era nada normal conocer niños que tuvieran el corazón lleno tan pronto, y todos quisieron verlo.

Ver los corazones de los niños es el espectáculo favorito de los ángeles. Por la noche, cuando los niños duermen, sus corazones brillan intensamente con un brillo de color púrpura que sólo los ángeles pueden ver, y se sientan alrededor susurrando bellas canciones. Esa noche esperaron en la habitación de Adrián y Andrea miles de ángeles. Ninguno de ellos había dejado de estar triste por la marcha de su madre, pero no tardaron en dormirse. Cuando lo hicieron, su corazón comenzó a iluminarse como siempre lo hacen, poco a poco, brillando cada vez más, hasta alcanzar unos brillos y juegos de luces de belleza insuperable. Sin duda Tatiana había dejado su corazón tan rebosante de amor y virtudes, que podrían compartirlo con otros mil niños, y los ángeles agradecieron el espectáculo con sus mejores cánticos, y la promesa de volver cada noche. Al despertar, ni Adrián ni Andrea vieron nada extraño, pero se sintieron con fuerzas para comenzar los días animados, dispuestos a llegar a ser los niños que su madre habría querido.

Así, sin dejar de echar de menos a su mamá, Adrián y Andrea crecieron como unos niños magníficos y singulares, excelentemente bondadosos, que tomaban ánimos cada día del corazón tan rebosante de amor y virtudes que les había dejado su madre, y de la compañía de los miles de ángeles que cada noche acudían a verlo brillar.

Y Colorín Colorado



lunes, 20 de junio de 2011

CUENTO DIFERENTE


TODOS SOMOS DIFERENTES. enviado por Pablo Zevallos - Brasil

Cuenta una historia de que varios animales decidieron abrir una escuela en el bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serian impartidas durante el curso.

El pájaro insistió en que la escuela tuviera un curso de vuelo. El pez, que la natación fuera también incluida en el currículo. La ardilla creía que la enseñanza de subir en perpendicular en los árboles era fundamental. El conejo quería, de todas formas, que la carrera fuera también incluida en el programa de disciplinas de la escuela. Y así siguieron los demás animales, sin saber que cometían un grande error.

Todas las sugerencias fueron consideradas y aprobadas. Era obligatorio que todos los animales practicasen todas las disciplinas. Al día siguiente, empezaron a poner en práctica el programa de estudios.

Al principio, el conejo se salió magníficamente en la carrera; nadie corría con tanta velocidad como él. Sin embargo, las dificultades y los problemas empezaron cuando el conejo se puso a aprender a volar. Lo pusieron en una rama de un árbol, y le ordenaron que saltara y volara. El conejo saltó desde arriba, y el golpe fue tan grande que se rompió las dos piernas. No aprendió a volar, y además no pudo seguir corriendo como antes.
Al pájaro, que volaba y volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como a un topo, pero claro, no lo consiguió. Por el inmenso esfuerzo que tuvo que hacer, acabó rompiendo su pico y sus asas, quedando muchos días sin poder volar. Todo por intentar hacer lo mismo que un topo. La misma situación fue vivida por un pez, por una ardilla y un perro que no pudieron volar, saliendo todos heridos.

Al final, la escuela tuvo que cerrar sus puertas. ¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades. Un gato jamás ladrará como un perro, o nadará como un pez. No podemos obligar a que los demás sean, piensen, y hagan algunas cosas como nosotros. Lo que iremos conseguir con eso es que ellos sufran por no conseguir hacer algo de igual manera que nosotros, y por no hacer lo que realmente les gustan.

Debemos respetar las opiniones de los demás, así como sus capacidades y limitaciones. Si alguien es distinto a nosotros, no quiere decir que él sea mejor ni peor que nosotros. Es apenas alguien diferente a quien debemos respetar.

Y Colorín Colorado



viernes, 17 de junio de 2011

CUENTO ANGELICAL


EL ÁNGEL DE LOS DULCES SUEÑOS. Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial.

Hace millones de años, cuando Dios creó el mundo, también creó a los angelitos. Los angelitos son seres celestiales, muy trabajadores y alegres, siempre dispuestos a ayudar a los demás.

El día en que Dios los creó, realmente estaba muy ocupado tratando de que cada uno de ellos fuera bueno, bello y alegre. Luego de crearlos, le dio una ocupación especial a cada uno: unos trabajarían como ángeles de la guarda de chicos o grandes; otros harían que la gente se enamorara, etc. Sin embargo, tan ocupado estaba Dios ese día, que al terminar su tarea –cansado, pero contento–, no se dio cuenta de que a un angelito no le había encomendado ningún trabajo especial y tampoco le había puesto nombre. ¡Qué distraído! pensarás vos ¿no? Para colmo de males, este pobre angelito tenía una particularidad: dormía de día y pasaba la noche despierto. Por más que lo intentara, jamás podía dormirse de noche y se quedaba dormidísimo de día.Este angelito sin nombre e insomne un día decidió hablar con Dios, ya que no sólo no le gustaba no tener un nombre, sino que también se aburría como un hongo, porque no hacía nada y cuando quería jugar con otros angelitos, éstos lógicamente dormían, porque era de noche.Un día se presentó ante Dios y le dijo: Padre, no quiero parecerte atrevido, pero al crear a mis hermanitos y a mí, con todo el trabajo que tuviste, te olvidaste de ponerme un nombre.–¿Cómooooo? –preguntó Dios sorprendido y abriendo sus hermosos ojos cual dos pelotas de fútbol–. ¡Eso no es posible! –Sí, Padre –respondió el angelito–. No sólo es posible, sino que también olvidaste darme un trabajo especial, una tarea que pueda cumplir yo solito. ¿En serio? –volvió a preguntar Dios confundido y con los ojos igual de abiertos que antes–. ¡¡¡Caramba!!! –agregó preocupado. Además, Padre, no sé por qué razón, duermo durante el día y estoy toda la noche despierto.

Eso sí que es grave –comentó Dios.¿Qué es lo grave, Padre? ¿Qué me aburra o que tenga el sueño cambiado? Lo grave es, hijo mío, que al dormir de día, es difícil darte una tarea. ¿Qué trabajo podrías realizar durante la noche, mientras todas las personas, y sobre todos los chicos, allí abajo, tratan de descansar?Fue allí cuando el angelito sin nombre tuvo una idea genial. Como él nunca dormía de noche, se dedicaba a observar a los chicos que no podían dormir, a los que tenían miedo a la oscuridad, a los que, cuando lograban dormirse, tenían pesadillas, a los que se querían pasar siempre a la cama de su papá y su mamá, a los que se abrazaban a un muñeco buscando un consuelo que no encontraban, porque el sueño no venía.Entonces, recordando todas estas cosas que veía por la noche y que le producían tristeza e impotencia, le contó esto a Dios y le pidió que su tarea especial fuera velar por el sueño de cada niño. Ya que él no dormía de noche, pasaría todo ese tiempo cuidando a los chicos, arropándolos, cantándoles canciones de cuna, alcanzándoles los ositos que se cayeran de la cama, iluminando con su luz la oscuridad de la habitación, cerrando puertas de placares de los cuales los chicos nunca saben qué puede salir. Dios se quedó pensando en la propuesta del angelito y viéndolo tan, pero tan, pero tan entusiasmado, le dijo que sí. Ahora nos queda una última cosa por arreglar –dijo el angelito a Dios. ¿A qué te refieres hijo mío? –preguntó Dios intrigado (ya no tenía los ojos tan grande, medianitos no más). Quisiera tener un nombre, Padre…, digo…, si no es mucho pedirte. ¡Qué distraído! ¡Caramba, que ya me olvidaba otra vez! ¿Y cómo quieres llamarte? Pues… no lo sé… ¡Ya sé! –gritó Dios entusiasmado como perro con huesito nuevo–. Te llamaré “El Ángel de los Dulces Sueños”. ¿Qué te parece? Es un poco largo, Padre, ¿los chicos se acordarán de mi nombre completo para llamarme cuando tengan miedo por la noche?Yo te aseguro que sí, hijo mío, jamás olvidarán tu nombre, ni siquiera cuando crezcan.El Angelito de los Dulces Sueños empezó con entusiasmo a trabajar esa misma noche.

Recorrió casa por casa, camita por camita, cerró puertas, iluminó corazones, hizo callar truenos, besó frentes, acarició cabecitas y alcanzó ositos.Cuando el día comenzó, muy cansado pero más que feliz, subió a su nube y allí se acurrucó para dormir, esta vez como merecido descanso. Antes de dormirse, se preguntó una vez más si su nombre sería recordado por los chicos de la Tierra, y con ese pensamiento se durmió ése y todos los días que siguieron. Pasó el tiempo y cada noche, al despertarse, el Angelito de los Dulces Sueños se mostraba ansioso de volver a cumplir con su tarea de cada día. Se arreglaba las alitas, planchaba su túnica con mucho cuidado, lustraba la aureola y empezaba su camino hacia la Tierra.Un día, cuando estaba por llegar a la primera casa, escuchó la siguiente conversación: ¿Sabes, mami? –dijo un chico. ¿Qué? –contestó su mamá. Ayer no me costó dormir y no tuve nada de miedo ¿sabías? ¡Cuánto me alegro, mi amor! –dijo su mami, feliz–. ¿Y por qué fue? Soñé con un ángel que me cuidaba por la noche, que alejaba las pesadillas, que me arropaba y besaba en la frente ¿y sabes otra cosa? Se llama igual que el angelito del cual cuenta siempre el abuelo: “El Ángel de los dulces sueños”. El nombre es un poco largo, pero lindo ¿no mami?Así fue que el angelito comprendió cuánta razón tenía Dios. Nadie había olvidado su nombre y nadie lo haría jamás.

Su corazón se llenó de una inmensa felicidad al entender que mientras hubiera chicos en el mundo, su trabajo especial jamás terminaría. Y lo que era mejor aún, cuando esos chicos crecieran y ya se durmieran solitos y sin miedo, igual recordarían su nombre con una sonrisa tan pero tan grande como la que él tenía en ese momento.

¡Dulces sueños!

Y Colorín Colorado

Cuando de niños nos ibamos a dormir nos enseñaron el angel de la guarda¡¡¡ ANGEL DE LA GUARDA DULCE COMPAÑÍA,,NO NOS DESAMPARES NI DE NOCHE NI DE DIA¡¡¡¡ y dormía como un angelito.


martes, 14 de junio de 2011

CUENTO LUCHADOR


EL ARCOIRIS. ANÓNIMO

Hace mucho, mucho tiempo, nuestro mundo y el mundo de las hadas estaban separados por un cristal mágico. Y tal era el poder de este cristal, que sólo las hadas veían lo que pasaba al otro lado.

Pero por aquel entonces, nuestro mundo no era como lo conocemos ahora. Todo él era de un color gris opaco: las casas eran grises, la gente era gris, incluso el cielo era siempre gris... Mientras, en el país de las hadas el color brotaba por todos lados. Rojo, verde, azul, amarillo... todo era color y alegría.

Sin embargo, existía un ser, un hada joven y hermosa, que se sentía muy apenada por el mundo triste y gris en el que vivían los humanos. Iris, que así se llamaba, lloraba amargamente por ello y soñaba con poder cruzar el cristal y poder llevar un poco de alegría al otro lado. Siete de sus mejores amigas idearon un día un plan: con polvo mágico de sus alas construirían un puente de un mundo al otro y, así, Iris podría cumplir su sueño. Construirían un arco para Iris con los siete colores de cada una de sus alas.

Y dicho y hecho: gracias a este arco de colores, nuestra amiga traspasó el cristal mágico hasta nuestro mundo. Y tal fue su emoción, que gruesas lágrimas brotaron de sus ojos; lágrimas que, al filtrarse a través del ArcoIris, se mezclaron con el polvo mágico de las hadas y, para sorpresa de todos, llenaron de color aquel mundo gris.

Desde aquel día, cada cierto tiempo, Iris y su siete amigas recargan de color nuestro mundo. Piensa en ello cada vez que veas un arcoiris y finas gotas de lluvia mojen tu cara.

Y Colorín Colorado



sábado, 11 de junio de 2011

CUENTO RECTIFICADO


EL REY MIDAS. ANÓNIMO

Erase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas. Tenía más oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parecía suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obtenía más oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes bóvedas subterráneas de su palacio, y pasaba muchas horas del día contándolo una y otra vez.

Midas tenía una hija llamada Caléndula. La amaba con devoción, y decía: "Será la princesa más rica del mundo". Pero la pequeña Caléndula no daba importancia a su fortuna. Amaba su jardín, sus flores y el brillo del sol más que todas las riquezas de su padre. Era una niña muy solitaria, pues su padre siempre estaba buscando nuevas maneras de conseguir oro, y contando el que tenía, así que rara vez le contaba cuentos o salía a pasear con ella, como deberían hacer todos los padres.

Un día el rey Midas estaba en su sala del tesoro. Había echado la llave a las gruesas puertas y había abierto sus grandes cofres de oro. Lo apilaba sobre mesa y lo tocaba con adoración. Lo dejaba escurrir entre los dedos y sonreía al oír el tintineo, como si fuera una dulce música. De pronto una sombre cayó sobre la pila del oro. Al volverse, el rey vio a un sonriente desconocido de reluciente atuendo blanco. Midas se sobresaltó. ¡Estaba seguro de haber atrancado la puerta! ¡Su tesoro no estaba seguro! Pero el desconocido se limitaba a sonreír.

- Tienes mucho oro, rey Midas -dijo. "Sí -respondió el rey-, pero es muy poco comparado con todo el oro que hay en el mundo." "¿Qué? ¿No estás satisfecho?" -preguntó el desconocido. "¿Satisfecho? -exclamó el rey-. Claro que no. Paso muchas noches en vela planeando nuevos modos de obtener más oro. Ojalá todo lo que tocara se transformara en oro." "¿De veras deseas eso, rey Midas?". "Claro que sí. Nada me haría más feliz." "Entonces se cumplirá tu deseo. Mañana por la mañana, cuando los primeros rayos del sol entren por tu ventana, tendrás el toque de oro."

Apenas hubo dicho estas palabras, el desconocido desapareció. El rey Midas se frotó los ojos. "Debo haber soñado -se dijo- , pero qué feliz sería si eso fuera cierto". A la mañana siguiente el rey Midas despertó cuando las primeras luces aclararon el cielo. Extendió la mano y tocó las mantas. Nada sucedió. "Sabía que no podía ser cierto", suspiró. En ese momento los primeros rayos del sol entraron por la ventana. Las mantas donde el rey Midas apoyaba la mano se convirtieron en oro puro. "¡Es verdad! -exclamó con regocijo-. ¡Es verdad!".
Se levantó y corrió por la habitación tocando todo. Su bata, sus pantuflas, los muebles, todo se convirtió en oro. Miró por la ventana, hacia el jardín de Caléndula. "Le daré una grata sorpresa", pensó. Bajó al jardín, tocando todas las flores de Caléndula y transformándolas en oro. "Ella estará muy complacida", se dijo.

Regresó a su habitación para esperar el desayuno, y recogió el libro que leía la noche anterior, pero en cuanto lo tocó se convirtió en oro macizo. "Ahora no puedo leer -dijo-, pero desde luego es mucho mejor que sea de oro". Un criado entró con el desayuno del rey. "Qué bien luce -dijo-. Ante todo quiero ese melocotón rojo y maduro." Tomó el melocotón con la mano, pero antes que pudiera saborearlo se había convertido en una pepita de oro. El rey Midas lo dejó en la bandeja. "Es precioso, pero no puedo comerlo", se lamentó. Levantó un panecillo, pero también se convirtió en oro.

En ese momento se abrió la puerta y entró la pequeña Caléndula. Sollozaba amargamente, y traía en la mano una de sus rosas." ¿Qué sucede, hijita?", preguntó el rey. "¡Oh, padre! ¡Mira lo que ha pasado con mis rosas! ¡Están feas y rígidas!". "Pues son rosas de oro, niña. ¿No te parecen más bellas que antes?". "No -gimió la niña-, no tienen ese dulce olor. No crecerán más. Me gustan las rosas vivas". "No importa -dijo el rey-, ahora toma tu desayuno". Pero Caléndula notó que su padre no comía y que estaba muy triste. "¿Qué sucede, querido padre?", preguntó, acercándose. Le echó los brazos al cuello y él la besó, pero de pronto el rey gritó de espanto y angustia.

En cuanto la tocó, el adorable rostro de Caléndula se convirtió en oro reluciente. Sus ojos no veían, sus labios no podían besarlo, sus bracitos no podían estrecharlo. Ya no era una hija risueña y cariñosa, sino una pequeña estatua de oro. El rey Midas agachó la cabeza, rompiendo a llorar. "¿Eres feliz, rey Midas?", dijo una voz. Al volverse, Midas vio al desconocido. "¡Feliz! ¿Cómo puedes preguntármelo? ¡Soy el hombre más desdichado de este mundo!", dijo el rey. "Tienes el toque de oro -replicó el desconocido-. ¿No es suficiente?". El rey Midas no alzó la cabeza ni respondió. "¿Qué prefieres, comida y un vaso de agua fría o estas pepitas de oro?". El rey Midas no pudo responder. "¿Qué prefieres, oh rey, esa pequeña estatua de oro, o una niña vivaracha y cariñosa?". "Oh, devuélveme a mi pequeña Caléndula y te daré todo el oro que tengo -dijo el rey-. He perdido todo lo que tenía de valioso." "Eres más sabio que ayer, rey Midas -dijo el desconocido-. Zambúllete en el río que corre al pie de tu jardín, luego recoge un poco de agua y arrójala sobre aquello que quieras volver a su antigua forma.

El rey Midas se levantó y corrió al río. Se zambulló, llenó una jarra de agua y regresó deprisa al palacio. Roció con agua a Caléndula, y devolvió el color a sus mejillas. La niña abrió los ojos azules. Con un grito de alegría, el rey Midas la tomó en sus brazos. Nunca más el rey Midas se interesó en otro oro que no fuera el oro de la luz del sol, o el oro del cabello de la pequeña Caléndula.

Y Colorín Colorado

La ambición mato al ratón!


jueves, 9 de junio de 2011

CUENTO ARREPENTIDO


LA JIRAFA ESTIRADA. Red. Cuentos Infantiles. Recursos educativos.

En el zoológico de la ciudad, había un animal que llamaba la atención más que cualquiera. Todo el mundo la miraba porque era muy bella y muy, pero muy alta. La jirafa -de quien estamos hablando- se llamaba Estirada y ya veremos que su nombre, no sólo se debía a su larguísimo cuello. Estirada era una jirafa soberbia. Se jactaba de llegar a las copas de los árboles más altos y a la vez, poder bajar su cuello cómodamente para comer el pasto que tanto le gustaba.

Podía hacer muchas cosas pues era una jirafa muy ágil. Decía no necesitar de nadie, pues estuviese alto o bajo, podía alcanzar lo que quería. Como era tan bonita, era la mayor atracción del zoológico. Sus pestañas eran largas y curvas, parecían muchas letras “c” pegaditas a sus ojos marrones. Su pelaje parecía un helado de vainilla salpicado con miel o viceversa, como más les guste a ustedes.

Sin embargo, por más bella, atractiva y ágil que fuera, no tenía amigos. Nunca jugaba con los demás animalitos y siempre consideraba a sus compañeros del zoológico inferiores a ella y no precisamente porque fuera más petizos. Sin embargo, los animales querían ser amigos de Estirada. Todos menos Biruta y Chicharrón, dos cotorritas mellizas, verdes y charlatanas. A ellas dos en particular, les dolía mucho la actitud de la jirafa. – Te damos una ducha fresquita- le decían los elefantes cuando hacía calor. – No gracias, yo sé refrescarme muy bien solita – contestaba en tono despectivo Estirada. – ¿Jugamos a quién trepa más alto los árboles? – le preguntaban los inquietos monitos. – A mi no me hace falta trepar a ningún lado, yo con mi largo cuello llego donde se me da la gana y sin esfuerzo alguno- respondió la jirafa. – Déjenla muchachos, no vale la pena- Decía Biruta. – ¿y cuánto vale la pena? Preguntó Chicharrón que solía hacer preguntas insólitas o de difícil respuesta.

Estirada creía que todo lo podía. Era bella, ágil, admirada ¿por qué tendría que necesitar de otro animal? Sin embargo, la vida muchas veces nos demuestra qué tan equivocados estamos. No siempre uno se da cuenta solo de sus errores o defectos. A veces tiene que ocurrir algo que nos haga tomar conciencia de aquello que no estamos haciendo bien. Eso fue lo que le pasó a Estirada. Un día caminando en búsqueda de hojas frescas de la copa de un árbol, se raspó el lomo con una rama muy puntiaguda y comenzó a sangrar. La herida era profunda realmente. Se asustó mucho, no sólo porque el dolor era muy intenso, sino porque no encontraba la manera de detener la sangre que seguía saliendo. Quiso curarse sola, como hacía todo siempre. Fue allí cuando se dio cuenta que muchas, muchísimas veces necesitamos de los demás.

Trató de girar su largo cuello para lamerse la herida, pero casi se lo quiebra. Restregó su cuerpo sobre las plantas recién regadas para ver si el dolor cedía, pero minúsculos bichitos se metían por la herida causándole más dolor aún. Fue entonces cuando decidió pedir ayuda a los otros animales que sí podían llegar a su lomo sin esfuerzo y curarle la herida. No es fácil para alguien soberbio pedir ayuda, pero es bueno aprender a hacerlo. Por suerte los demás animalitos no eran rencorosos y se apresuraron a ver qué podían hacer por Estirada. – Hay que sanar esa herida cueste lo que cueste – dijo Biruta. – ¿Costará muy caro? - Preguntó Chicharrón. – No hay tiempo para preguntas tontas amigos- intervino el elefante y alzando su trompa echó un chorro gigante de agua para lavar la herida de la jirafa. Hecho esto, un monito tití trepó al lomo de Estirada y la vendó con una red que ellos tenían para treparse, no sin antes pedirle al elefante que la lavara muy bien. – ¡Quedó una pinturita! - Exclamó contento el monito. – ¿Pinturita o crayón? - Preguntó Chicharrón. Demás está decir que nadie contestó.

Estirada realmente parecía un dibujo, no sé si de pinturita o crayón, pero se quedó quieta, inmóvil mirando a todos los animales que la habían ayudado. No era el dolor lo que la inmovilizaba y la dejaba muda, sino la vergüenza, el pensar cómo se había comportado ella con sus compañeros y cómo, a pesar de eso, todos la habían ayudado. – No merezco tanta ayuda- dijo triste Estirada. – Todos merecemos ayuda- contestó el elefante- Aún cuando algunos consideren que son más que otros. Creo que es hora que entiendas que tener el cuello más largo del zoológico no te hacer mejor que nadie ¿verdad? – ¿Y qué tiene nadie para ser peor que una jirafa? es más… ¿quién es Nadie? Preguntó Chicharrón. – Nada hermanito, nada – contestó Biruta – nos harías un gran favor si te callaras la boca. – Yo pregunté por Nadie, no por nada- insistió Chicharrón. Por suerte Chicharrón se calló la boca.

Estirada aprendió la lección, ayudó y se dejó ayudar por los demás. Una cicatriz quedó en su lomo. A Estirada no le molestaba, por el contrario, no dejaba de mirarla. Sentía que de ese modo, jamás olvidaría lo que había vivido y no volvería a ser soberbia nunca más.

Y Colorín Colorado



martes, 7 de junio de 2011

CUENTO OLVIDADO


EL MURCIÉLAGO OLVIDADIZO. Red. Anónimo

Una mañana el murciélago bebé se había despertado antes de tiempo y se puso a caminar por un caminito de tierra, no muy lejos de allí se encontró una pequeña lagartija y le dijo: Espera, ¡No corras tanto que no puedo seguirte! La lagartija no salía de su asombro sin entender que podía querer un murciélago a esas horas del día y además correteando por un camino. Ocurre que no sé más qué tengo que hacer... le explicó el murciélago. Pero... ¡Si tú eres un bebé murciélago! ... exclamó la lagartija. Ahhhh, y... ¿qué hace un bebé murciélago? ... le preguntó con mucha curiosidad. Pueeesss... empezó a pensar la lagartija... para empezar no viven de día, por la noche están siempre despiertos. Ahhh, bueno, entonces me voy a dormir para poder despertar a la noche, ¡gracias señora longaniza! Pe-pe-pero.... ¡¿Quién es una longaniza?! Yo soy una LA-GAR-TI-JA, no te olvides de eso. ¡Uy, disculpe señora LON-GAR-TI-JA! ... se disculpó el murciélago que tan pronto había se olvidado el nombre.

Antes que pudiera corregirse la lagartija ya había huido entre las hierbas altas al lado del camino. Muchas ganas de ir a dormir no tenía, ya que se acababa de despertar casi, así que se puso a escuchar el aire, escuchaba algo muy divertido y hacia allí fue. Pio-Pio ¡Mamá quiero comer! Pio-Pio ¡Mamá quiero comer! Pio-Pio ¡Mamá quiero comer!... gritaban los pichoncitos en el nido de ése aguaribay. ¿Qué haces tú aquí? Pues yo también quiero comer...Pio-Pio ¡Mamá quiero comer! Pio-Pio ¡Mamá quiero comer!... le contestó el murciélago levantando la boquita en espera de la mamá.

Cuando llegó la mamá pájara, les dio respectivamente a todos sus pichones su comidita y al escuchar esa voz tan rara, se percató que no era uno de sus hijitos además tenía un aspecto muy distinto. Tu no eres uno de los míos, tu eres un murciélago bebé, deberías de estar durmiendo a estas horas y despertarte por la noche... le dijo suavemente la pájara.
Después de comer lo que le puso la pájara en su boquita, bajó del árbol y se fue a un pozo que encontró, se acostó de alguna manera muy poco típica de los murciélagos e intentó dormir.

Cuando despertó, unos rayos de luna brillaron en sus ojitos, se estiró y salió a ver qué era eso de vivir de noche. En la rama de un pino, vio dos grandes ojos, y dijo que ése podía ser uno de los suyos. Corrió como un pollo, y empezó a dar saltitos como un cangurito a ver si podía alcanzar la dichosa rama, al ver que no podía, trepó con sus alitas y logró sentarse al lado de una lechuza muy redonda. ¡Ahhhh...!, suspiró aliviado después de tanto trepar. La lechuza giró su cabeza hasta dirigir su mirada al murcielaguito y le preguntó: ¡¿Se puede saber qué haces tú aquí?! Pueeess, nada, no sé a dónde tengo que ir, no sé con quién tengo que quedarme, unos pajaritos me dijeron que yo soy un mur...un murci... Un murciano... y que tengo que estar despierto por la noche... y bueno aquí estoy, le respondió con una sonrisita.

Noooo, no eres un murciano, eres un murciélago, repítelo, le corrigió la lechuza amablemente. Murcieligo, no, murciligui, noooo... mur-mur-cie-la-to, ¡ya está! ahora me salió, dijo triunfal el murciélago. No, no, no.... es mur-cie-la-GO, dijo la lechuza, y además tú has de volar, con tus propias alitas, hacia la luz, hacia allí, aquellas cositas que vuelan bajo ese poste de luz son también murciélagos, como tú. Mur-cie-la-GO, ahora sí me salió, ¡que bieeeen! pero, ¿cómo se hace eso de volar?, le preguntó mirándola pestañeando mucho. La lechuza le mostró como se hacía para volar dando una vuelta y cuando se sentó otra vez en su rama le dio un empujoncito, casi se cae pero el reflejo lo ayudó y empezó a volar y volar y volar, voló hasta la lechuza y le dijo gracias y se marchó hacia la luz del poste.

Allí revoloteó sin mucha convicción, para arriba y para abajo, para todos lados, sin tener mucho cuidado, hasta que se quemó un poquito con la luz. ¡Uy como chilló! Otro murciélago pequeño lo socorrió, y le dijo que tuviera cuidado, que ser murciélago no significa que no te quemas con la luz. Empezaron a hacerse amiguitos así que el murciélago que sabía todo muy bien le propuso jugar una carrera hasta la torre de la iglesia, le señaló donde estaba... Preparadoooos..... liiiiistooos..... ¡YA!, dijo muy espabilado volando muy rápido hasta allí. El murciélago olvidadizo no tenía ni idea de qué había que hacer, así que se fue volando en zig-zag y para arriba y abajo, parece ser que le costaba bastante ir en línea recta.... Cuando el otro murciélago, que ya había llegado, vio como venía, se agarraba la pancita de la risa que le daba, le dio también un poquito de pena y volvió a ayudarlo.

Pero... ¿¡Qué haces!? Le preguntó aguantando la risa. Uf... Uf... Uf.... que cansado es hacer de murciélago, ¿por qué has vuelto?, le preguntó bastante cansado. Para mostrarte cómo puedes volar más fácilmente y sin cansarte tanto, mira, así...¡¡¡Ah!!! Pero, ¡así es mucho más fácil!, exclamó saliendo disparado para la torre y dejando al otro atrás. Cuando llegaron se pusieron a descansar un ratito, después el murciélago sabio le explicó al olvidadizo que si quiere dormir tiene que colgarse de sus patitas y taparse todo con sus alitas, que él iba a ir ahora con su mamá y toda su familia para dormir, lo invitó a quedarse con ellos si quería.

Toda la familia estaba ya colgada para dormir, y la mamá murciélaga lo regaño por llegar tarde, pero cuando su hijito le contó la historia del murciélago olvidadizo, haciéndole una caricia a los dos les propuso ponerse a dormir. Así encontró una familia que lo cuidó, y enseñó todas las cosas de los murciélagos, para ser un murciélago sabio también.

Y Colorín Colorado




domingo, 5 de junio de 2011

CUENTO PROTECTOR


UN CUENDO DE HADAS PARA UNA PRINCESA. Carmen Sichar

Había una vez un pequeño país que se formo en el mundo de la imaginación, por el poder y el saber de una anciana hada, que se sentía muy sola en su pequeña casa del bosque. Estaba rodeada de grandes arboledas, y a pesar de la magia que había en aquel lugar, aquellos árboles no tenían ni boca, ni voz para hablar. Pero eran tan hermosos, sus hojas variaban de color según las tocaba el sol, a veces eran verdes, otras rojas y algún árbol más especial las tenía de color rosa.

El hada del bosque que contaba con más de doscientos años, se aburría la pobre si no hacía nada, un día mirando al cielo pensaba, que cuando ella era niña había pájaros que volaban a su alrededor jugando con ella. Luego entre las ramas de los árboles formaban sus nidos y ella era feliz, escuchando las bellas melodías de sus trinos. Nunca supo porque era la única hada niña que existía, el misterio de su vida la rodeaba. Pero en aquél momento la anciana hada cuyo nombre era Ladian, estaba harta, enfadada y muy cansada.

Tenía que hacer algo para cambiar la soledad de su vida, a ella le gustaba hablar reír y cantar, pero se sentía apartada de todo aquello que más deseaba, miro con tristeza como el sol se escondía sin decirle ni siquiera adiós, porque no tenía voz. La noche ocupo su lugar.

Con mirada triste, el hada solitaria contemplaba a las estrellas cómo jugaban con la luna, entonces se acordó que ella tenía grandes alas para volar, pero era tan mayor y como siempre estaba sola, había olvidado cómo hacerlo. La luna desde lo alto del cielo la miraba y sentía una gran pena por la longeva hada. Los ojos de la luna lloraban con lágrimas plateadas, que mojaban su redonda cara, cayendo como fina lluvia encima de la cabeza del hada del bosque. Sus largos cabellos se convirtieron en hebras de plata que le dieron fuerza y volvió a ella la memoria y su gran magia. Ladian extendió sus grandes alas y voló alto, muy alto, tanto que llego a tiempo de hablar y jugar con la luna y las estrellas.

Les pudo contar el deseo que tenía dentro de su mente, y nunca pudo llevarlo a cabo; después se sintió alegre y satisfecha, porque aquella noche sería la última que pasaría en soledad. Al día siguiente nada más salir el sol, la anciana hada da forma con la fuerza de su mente a un pequeño y hermoso país de las hadas. El agua de la montaña descendía formando pequeñas ondulaciones que se movían como expertas bailarinas, se convirtieron en un gran río de agua clara y transparente, que dejaba ver peces de distintos colores y formas que saltaban felices. Luego aparecieron los pájaros buscando refugio entre el gran arbolado de colores, mientras sus trinos llenaban de alegría al viejo bosque.

La imaginación del hada Ladián dio vida a pequeños gnomos y gnomidas que vivían debajo de los grandes árboles con sus hijos. Pero.. Faltaban hados y hadas, y un palacio de cristal tan brillante como piedras preciosas. De repente la tierra se abrió como una hermosa flor, dando paso al deseado palacio y a la vida de aquellos hados y hadas que vivían en él, muy cercano al lugar donde ella se encontraba. Sus cabellos de plata formaron una corona de pequeños corazones que se entrelazaban entre flores, aquél regalo de la luna y la madre naturaleza, convirtió a Ladian en la primera reina del bosque. Feliz se acerca al palacio, los guardianes de la puerta la dejaron entrar e inclinaron la cabeza en señal de respeto. Entró radiante de felicidad, ella sabía que aquél palacete estaba lleno de vida, emocionada pregunta a la primera hada que pasa por su lado ¿Puedo ver a los reyes? –Si majestad la están esperando para hablar con usted. Sígame, si vamos volando llegaremos antes. La reina del bosque abrió sus grandes alas, y voló con seguridad detrás de Dina que era la consejera de sus majestades. Llegaron hasta una sala en la cual había una puerta que la separaba del dormitorio de los reyes, que hacía solo unas pocas horas que acababan de ser padres de una hermosa princesa.

El rey coge la mano de Ladian la longeva hada y –dice-gracias reina y señora del bosque, el mundo de vuestra fantasía nos ha salvado de vivir siempre en la oscuridad y nuestra pequeña princesa de las hadas ha podido nacer dentro la luz de la imaginación. Con todo respeto mi corazón quiere pediros de rey a reina que nuestra pequeña hija lleve vuestro nombre. -Majestad, rey de este pequeño país, vosotros sois los primeros seres vivientes que veo en doscientos años, para mí es un honor que esta niña la princesa de las hadas se llame Ladian, y hablando de nombres ¿cómo os llamáis vos y vuestra esposa? Mi nombre es Verdín y la reina se llama Cristel.-Estoy encantada de conoceros y hablar con vos, pero os tengo que pedir un gran favor, deseo ser la guardiana de la vida de vuestra hija y aunque sea la reina del bosque quisiera vivir en vuestro palacio, siempre he vivido en soledad pero ello me ha dado fuerza y sabiduría, también muchas veces un gran aburrimiento.

Parece que escucho llorar a la princesa ¿puedo conocerla? Pasar noble anciana y conoceréis a vuestra protegida- La pequeña estaba en su cuna, moviendo sus brazos y piernas, la reina del bosque se acerca a ella, y se da cuenta que es una niña hada especial, su sonrisa penetra directamente en su corazón. Mirando a los reyes que están a su lado –dice- es preciosa, con su cabello negro y sus grandes ojos que brillan como estrellas. Sé que la gran mayoría de las hadas tienen el cabello rubio y los ojos azules, vosotros sus padres sois así y yo cuando era niña también. Ella forma parte de la noche por su pelo azabache y de la luna por su carita blanca, será una gran princesa porque su corazón estará siempre lleno de amor. Me está observando con sus hermosos ojos, no me extrañaría que su sonrisa tan bonita se convirtiera en llanto, de momento sólo soy una desconocida para ella.

De pronto la pequeña empieza a llorar, su protectora pone su arrugada mano encima de su pequeña cabeza, y empieza a cantar dulcemente una antigua nana de protección, se la enseño cuando era muy niña (antes de quedarse sola en el bosque) una de las viejas hadas. La princesa se calma y sonríe moviendo sus pequeñas alas azules como si quisiera volar. Emocionada su protectora la mira a los ojos directamente, sabe que sus almas están unidas para siempre, nunca nadie le hará daño a su hermosa princesa de las hadas.

Y Colorín Colorado




viernes, 3 de junio de 2011

CUENTO LLUVIOSO


EL TRUENO. Escritor de cuentos infantiles de Santa Fe, Argentina. Niños escritores.

Erase una vez dos nubes llamadas Tru y Eno vivían en lo alto del cielo, ellas eran muy amigas y hacían todo juntas.

Un día en la escuela su maestro le dijo a otro grupo de nubes más grandes que en el recreo hicieran un juego para entretener a las nubes más pequeñas.

Como Tru y Eno eran pequeñas estaban en la fila del juego, otra nube a la que todos le tenían miedo hizo tropezar a Tru, Tru cayó encima de Eno y empezaron a pelear. ¡¡¡¡¡Pummmmm!!!!!!! ¡¡¡¡¡paffffff!!!! Se pegaban mucho hasta que Tru salió corriendo a chocar a Eno, cuando chocaron se provocó un ruido espantoso y una luz tan intensa que las otras nubes no sabían lo que sucedía, ellas cayeron, al levantarse se dieron cuenta que Tru no había provocado esta pelea y que la luz y el ruido intenso lo habían hecho ellas, entonces decidieron ponerle de nombre, Trueno.

Y Colorín Colorado