miércoles, 30 de abril de 2014

CUENTO SALADO

EL SECRETO DE POR QUÉ EL MAR ES SALADO. CUENTO NORUEGO

Un intrépido capitán de barco recaló en un puerto de las costas noruegas para hacer negocios. Allí un comerciante le vendió unos enormes bloques de sal. El capitán los cargó en la bodega de su barco y se puso rumbo a nuevos destinos. Por el camino se desató una tormenta que le hizo detenerse en un islote helado.

Allí, para asombro de los marineros y del propio capitán, un viejo mago molía enormes bloques de piedra con una extraña máquina, con tan sólo pronunciar: «Muele que te muele».

Toda la tripulación se escondió detrás de unas rocas y esperó a que el mago acabase con su ceremonia para… robarle tan increíble aparato. En plena noche, subieron la máquina al barco y zarparon sin ser vistos. El capitán estaba tan contento que no dejaba de pronunciar las palabras mágicas para que la máquina no dejase de moler los bloques de sal.

Pero después de varias horas la bodega del barco y la cubierta se llenaron de sal, de tal forma que no se cabía. Y por mucho que el capitán inventaba palabras para detener al infernal aparato, éste seguía muele que te muele. Hasta que tuvieron que abandonar el barco y dejar que se hundiese en las profundidades marinas, donde sigue moliendo sal.

Y Colorín Colorado…

viernes, 25 de abril de 2014

CUENTO TORTUGA

LA TORTUGA DE COLORES. Milia Gayoso Manzur

Felipa estaba harta de su color. «¿Por qué todas las tortugas tienen ese tono verde musgo tan hermoso y yo soy casi anaranjada?», se quejaba a su madre. Su fama trascendió las fronteras de la comarca. Animales de todas las especies venían hasta Villa Tres troncos a observar a la rarísima tortuga «pelirroja», la única de esa clase en toda esa gran región del Chaco.

«Mamá, me voy a ir lejos», amenazaba la arisca tortuguita mientras su mamá procuraba tranquilizarla. Consultadas las tortugas más ancianas de la comarca sobre algún antecedente parecido, nadie recordaba semejante color. La gran tortuga médica llegó a la conclusión de que la mamá de Felipa había mirado demasiado tiempo el sol y que por ello su color influyó en su pequeña hija.

En la escuela para tortugas, armadillos y comadrejas de Tres troncos, Felipa era la «rara», y aunque sus amiguitas trataban de convencerla de que era hermosa, especialmente por ser diferente a los demás, Felipa se deprimía cada día más.

Su mamá comenzó a preocuparse cada día más por su pequeña, entonces consultó con el consejo de ancianas para ver qué solución podía encontrar para que Felipa no se sintiera tan triste. Fue por entonces que apareció por la comarca una comadreja que acababa de llegar de la ciudad. ¡Tenía los pelos del color de las flores del ceibo!

Ramona, la mamá de Felipa, hizo amistad con ella y le preguntó cómo se había pintado así. Con el secreto danzando en su corazón, recorrió el monte buscando plantas y flores de diversos tonos, para hacer con ellos los tintes con que pintar a su hija.

Cuando le preguntó a Felipa en qué color quería ser pintada, ella exclamó: ¡Con todos! El resultado fue una preciosa tortuga de colores que parecía un monte en flor.

Desde ese día, caminó por los senderos de Tres troncos luciendo en su caparazón los alegres tonos de ceibos, caraguatás, aromitas, espinillos y flores de camalotes y rupés. Las demás tortugas levantaban sus cabecitas para admirar su belleza.

Y Colorín Colorado..

sábado, 19 de abril de 2014

CUENTO ENFERMITO

CUENTOS DE LA SEÑORA ARTRITIS. Mª Teresa González González

La señora Artritis era una raposa remilgada y tonta que presumía de saber hacer mejor que nadie el arroz con leche, todas las mañanas mientras el sol decidía si salía o no, la señora Artritis programaba su vida y la de todos los que tenía alrededor; a la tortuga Maripili le encargaba que comprase el arroz y a la vaca Mariana que le trajera un litro de leche. Podía decírselo sonriendo, por ejemplo: -Buenos días, ¿como estás hoy señora tortuga? Eso podría ser un buen comienzo. Pues no. La señora Artritis arqueaba las cejas y ponía los brazos en jarras cuando de su boca resonaba un: -A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO. 

Era una mezcla de miedo y revoltura lo que producía todas las mañanas el verla. Hasta que un día, pasó algo. Todos los días pasan cosas y no tiene por qué cambiar casi nada. Pero aquel día si cambió. La tortuga Maripili y la vaca Mariana se encontraban algo cansadas, habían estado celebrando su cumpleaños el día anterior y parece que se habían acostado un poco tarde. La señora Artritis, como siempre, dio grandes alaridos desde su ventana: -¿Dónde estáis? -¿Haced el favor de venir inmediatamente? - No soporto que me hagan esperar Estaba acostumbrada a mandar, y eso se notaba mucho, el tono de voz chirriante, las manos en la cintura y la cabeza muy alta, son los síntomas de esta enfermedad de mandar. Pero aquel día nadie acudió, y mandar, mandar, en realidad solo se puede mandar si hay alguien que obedece, y.... aquel día nadie obedecía. 

La señora Artritis cogió un cabreo descomunal, se sentó en su puerta y se cansó de esperar. Lo malo fue que se quedó dormida de una mala postura y cuando despertó uno de sus brazos se había quedado sin fuerza. Al día siguiente, la tortuga Maripili y la vaca Mariana se extrañaron de no oír los gritos de la raposa, y fueron a ver qué pasaba. Encontraron a la Señora Artritis llorando encima de la pota, su brazo no respondía y no podía revolver el arroz con leche. 

A la vaca Mariana, estaba a punto de saltarle una lágrima, así que para evitarlo puso enseguida el mandil y comenzó a revolver la leche mientras cantaba una habanera , como disimulando.. La tortuga Mariana, que siempre llegaba tarde, entraba por la puerta en aquel momento, notó algo extraño y no se atrevió a preguntar, puso el mandil y se turnó con Mariana para revolver . Con tal agilidad pasó todo, que en un plis plas, hicieron el mejor arroz con leche de la comarca.

Fue entonces cuando ocurrió algo milagroso, muy bajito, muy bajito la Señora Artritis dijo: Graci…as. Sonó muy bajo porque era su primera vez. La tortuga Maripili y la vaca Mariana sacaron sus pañuelos y lloraron a chorro tendido mientras canturreaban embriagadas de emoción, no se lo podían creer, la señora Artritis les había dado las gracias. 

Aunque parezca increíble, ocurrió así! 

Y Colorín Colorado…

domingo, 13 de abril de 2014

CUENTO HERMANO

EL PATO TATO. Gaby Higashionna.

Había una vez, una granja donde vivía una familia con su hijo Joselito; ellos criaban muchas gallinas con sus pollitos y cada mañana podíamos escuchar al gallo Tallo entonar su conocido: Ki-ki-ri-kiiii, anunciando la salida del sol y que debían todos levantarse para comenzar sus labores diarias.

Cierto día en que Joselito y sus padres fueron al mercado; el niño vio a un señor que tenía muchos patitos en una caja y le gustaron tanto que le pidió a su padre le compre uno. Su padre le dijo que ellos tenían ya a las gallinas con sus pollitos y al gallo Tallo, pero Joselito insistió tanto que se lo compraron con la condición de que él mismo se ocupara de cuidarlo.

Cuando llegaron a la granja, Joselito ya había decidido llamarlo pato-Tato, pues le pareció simpático el nombre. Joselito le hizo un espacio en el corral para que el pato-Tato pudiese dormir y les dijo a todos: - Miren, les he traído un nuevo amigo, se llama pato-Tato y desde hoy vivirá con nosotros. – Diciendo esto, entró en la casa.

Los pollitos se acercaron para conocer al nuevo integrante del corral y le dijeron: Pero, tú no eres un pollito… pío, pío… A lo que Tato respondió: No, ya se los dijo Joselito, soy una pato cua-cua… me llamo Tato. Papá, mamá; miren, parece que todos han empezado a congeniar con el pato-Tato… – Decía Joselito desde la cocina. Eso me alegra Joselito, pero lo que me preocupa esque vuelva a aparecer el mapache-Apache y siga robándose a los pollitos, incluso el pato-Tato corre peligro ahora… – Dijo el padre. No te preocupes papá, no ha aparecido en un mes?con las trampas que pusiste y tal vez no vuelva.En el corral, todos seguían interrogando al pato-Tato pero no aceptaban que viva ahí, pues era un pato que decía “cua-cua” y los pollitos decían “pío-pío”. El pato-Tato se sintió muy triste porque creía que iba a encontrar nuevos amigos ahí, mas no fue así. Pasaban los días y el pato-Tato siempre se encontraba en un rincón del corral, viendo a los pollitos jugar.

Joselito venía a verlos cuando tenía que alimentarlos y pensaba que el pato-Tato todavía no se adaptaba a su nuevo hogar y que por eso estaba solo, pero que con el tiempo se acostumbraría.Una noche en que todos estaban durmiendo, se armó todo un alboroto en el corral y tanto Joselito como sus padres salieron corriendo de la casa. Cuando llegaron, vieron con asombro que la mayoría de los pollitos habían desaparecido, incluso el pato-Tato.

Todo era obra del mapache-Apache; así que decidieron esperar a que amanezca para salir en busca de la madriguera del mapache-Apache, recuperar a los pollitos, al pato-Tato y darle su merecido al malvado mapache-Apache. El mapache-Apache había metido a todos los pollitos y al pato-Tato en un costal y cruzando el lago en un bote, los había llevado a su madriguera, una vez ahí, los sacó a todos y metió en una gran jaula. El mapache-Apache estaba muy contento. ¡Ah! Tengo suficientes pollitos para venderlos en el merca y me darán mucho dinero por ellos…je,je (pensó). En eso vio al pato-Tato y dijo: Oye, tú no eres un pollito. No, soy un pato y me llamo Tato. Bueno, no importa, mañana veré cuánto me ofrecen por ti también. – Diciendo eso, el mapache-Apache cubrió la jaula con una manta y se acostó junto a ella a dormir.

En la oscuridad de la jaula todos estaban muy aterrados, pero el pato-Tato les dijo que tenían que buscar la manera de escapar de ahí. Levantaron la manta y vieron que el mapache-Apache, tenía las llaves sobre su estómago; el pato-Tato sacó la cabeza por entre los barrotes de la jaula y como tenía el pescuezo más largo que los pollitos, alcanzó llegar hasta las llaves, tomándolas con el pico. Una vez que abrieron la jaula, salieron sin hacer ruido y fueron hasta el lago; cuando llegaron, vieron una balsa y se subieron en ella, pero el mapache-Apache venía ya detrás y sacó una lancha con motor para seguirlos.

Por más esfuerzos que hacían los pollitos y el pato-Tato; no conseguían avanzar rápido y el mapache-Apache ya se estaba acercando, en eso el pato-Tato se tiró al agua y empezó a empujar la balsa con todas sus fuerzas. Empezaba a amanecer, pues escucharon el canto del gallo-Tallo y les faltaba poco para llegar a la otra orilla del lago. El pato-Tato ya iba perdiendo las fuerzas, así que les dijo a los pollitos que ellos siguieran hasta llegar a la orilla, mientras él se encargaba de entretener al mapache-Apache. Los pollitos vieron que el pato-Tato se sumergió bajo el agua y esperó a que la lancha del mapache-Apache pase por encima de él; dio un empujón e hizo que la lancha se voltee y el mapache salga volando hasta la orilla del lago, donde ya estaban (para alegría de todos) Joselito con su papá que habían salido a buscar la madriguera del malvado mapache.Todos habían visto lo que había hecho el pato-Tato para salvar a los pollitos; regresaron a la granja, el pato-Tato fue vitoreado por todos en el corral, al mapache-Apache lo metieron en un costal y lo dejaron con el veterinario del pueblo.

Después de eso, todos los pollitos comprendieron que aunque el pato-Tato diga “cua-cua” y no “pío-pío” como ellos, pueden ser amigos.

Y Colorín Colorado

viernes, 4 de abril de 2014

CUENTO CALCULADO

VERDAD Y MENTIRA. Cuento tradicional griego. 


Una vez Verdad y Mentira se encontraron en el camino. -Buenas tardes –dijo Verdad. -Buenas tardes –respondió Mentira-. ¿Cómo te va últimamente? -Me temo que no muy bien –suspiró Verdad-. Son tiempos difíciles para alguien como yo. -Sí, ya veo –dijo Mentira, echando una ojeada a las ropas harapientas de Verdad-. Parece que hace tiempo que no pruebas bocado. -A decir verdad, así es –admitió Verdad-. Nadie quiere emplearme hoy en día. Donde quiera que voy, la mayoría de la gente me ignora o se burla de mí. Es desalentador, te lo aseguro. Empiezo a preguntarme por qué lo soporto.

-Exactamente, ¿por qué? Ven conmigo, y yo te mostraré cómo llevarte bien. No hay motivos para que no puedas comer opíparamente, como yo, y vestir la mejor ropa, como yo. Pero debes prometer que no dirás una palabra contra mí mientras estemos juntos. Verdad hizo esa promesa y convino en llevarse bien con Mentira por un tiempo, no tanto porque le gustara su compañía sino porque tenía tanta hambre que desfallecería si no comía nada. Anduvieron por el camino hasta llegar a una ciudad, y Mentira lo condujo hasta la mejor mesa del mejor restaurante.

-Camarero, queremos las mejores carnes, las golosinas más dulces, el mejor vino –pidió, y comieron y bebieron toda la tarde. Al fin, cuando ya no pudo comer más, Mentira se puso a golpear la mesa llamando al gerente, que acudió a la carrera. -¿Qué clase de lugar es éste? –Protestó Mentira-. Hace una hora que le di a ese camarero una pieza de oro, y todavía no nos ha traído el cambio.

El gerente llamó al camarero, quien dijo que ese caballero no le había dado un solo céntimo. -¿Qué? –Gritó Mentira, llamando la atención de todos los presentes-. ¡Este lugar es increíble! ¡Vienen a comer ciudadanos inocentes y respetuosos de la ley, y ustedes los despojan del dinero que han ganado con tanto esfuerzo! ¡Son un hato de ladrones y mentirosos! ¡Me habrán engañado una vez, pero nunca más me verán de nuevo! ¡Tenga! –Le arrojó una pieza de oro al gerente-. ¡Pero esta vez tráigame el cambio!

Pero el gerente, temiendo por la reputación de su establecimiento, se negó a aceptar la pieza de oro, y en cambio le llevó a Mentira el cambio de la primera moneda que él afirmaba haber dado. Luego llevó al camarero aparte, y lo acusó de pillastre, y amenazó con despedirlo. Y por mucho que el camarero insistía en que ese hombre no le había dado un céntimo, el gerente se negaba a creerle.

-Ay, Verdad, ¿dónde te has escondido? –Suspiró el camarero-. ¿Has abandonado a los trabajadores? -No, estoy aquí –gruñó Verdad para sus adentros-, pero el hambre me nubló el juicio, y ahora no puedo hablar sin romper la promesa que hice a Mentira. En cuanto estuvieron en la calle, Mentira soltó una risotada y palmeó a Verdad en la espalda. -¿Ves cómo funciona el mundo? Me las apañé muy bien, ¿no crees? Pero Verdad se alejó de su compañero. -Prefiero morirme de hambre a vivir como tú –dijo. Y así Verdad y Mentira siguieron cada cual su camino, y nunca más viajaron juntos.

Y Colorín Colorado…