domingo, 29 de mayo de 2011

CUENTO VERÍDICO


EL PERSA VERÍDICO. Cuentos para chicos. Fábula

Había en Persia un hombre tan honrado y tan bueno que todos los que le conocían le llamaban santo. Siendo muchacho todavía, quiso instruirse y aprender la ciencia del bien. Tenían a la sazón los árabes fama de poseer muchos y buenos sabios, y él se propuso llegar hasta ellos, deseoso de imitarlos. Su madre aprobó el proyecto, le dio ochenta piezas de plata, y le dijo: Este es todo el dinero que tengo. La mitad te pertenece; pero la otra mitad, que es de tu hermano menor, debes devolvérsela con los intereses correspondientes.

Convino en ello el buen muchacho persa; la madre entonces le fue cosiendo las monedas en el interior de la ropa, para que pudiera llevarlas con más facilidad sin perderlas, y terminada esta operación, le dijo: Prométeme ahora no decir jamás una mentira. Te lo prometo, madre. Pues bien; que Dios vaya contigo, como va mi bendición añadió la madre conmovida. Y se despidió de él para siempre. El muchacho, que se llamaba Abdul Kadir, emprendió su viaje y anduvo días y días con dirección a la Arabia. Se asoció después a otros viajeros para pasar juntos por los sitios de mayor peligro, y caminando así dieron un día con un grupo de bandidos árabes. Los detuvieron y les robaron el dinero y joyas que llevaban en sus equipajes.

El muchacho persa no llevaba más bultos que su botella de agua, y nadie sospechaba siquiera que llevase dinero. Mientras los bandidos despojaban a los demás viajeros, el jefe de la partida, que montaba un hermoso caballo, llamó al pequeño persa y se puso a bromear con él. ¿Qué dinero llevas? le preguntó. Ochenta monedas de plata, dijo con resolución el muchacho. El árabe se rió creyendo que también se bromeaba el chico, y le pidió la bolsa. No la tengo, dijo el persa. Las monedas están cosidas en mi ropa. Le registró entonces el jefe de los bandidos, y se convenció de que el muchacho decía la verdad. ¿Cómo has declarado que llevabas ese dinero, cuando iba tan bien escondido? Porque prometí decir siempre la verdad ¿A quién lo prometiste? A mi madre. ¡Ah! exclamó entonces conmovido el árabe. ¡Tú, niño aun, y en la más apurada situación, obedeces el mandato de tu madre ausente, y nosotros olvidamos el mandato de nuestro Dios!

Después, dirigiéndose al pequeño persa, le dijo: ¡Dame esa mano honrada, muchacho, que quiero salvarte en pago de la lección que me acabas de dar! Volvió con él hacia donde estaban los demás ladrones, les contó el caso, y les anunció su propósito de respetar el dinero del persa verídico. Ellos aprobaron la resolución del capitán, diciéndole: Eres nuestro jefe en el robo, y debes serlo también en las acciones generosas y justas. El jefe devolvió el dinero al muchacho persa, y le llevó de nuevo al camino que había de seguir.

Y Colorín Colorado



martes, 24 de mayo de 2011

CUENTO CUMPLIDO


EL BAÑO DEL SOL. Leyendas, Cuentos y Poemas Infantiles.

Era una tarde de verano, había tanto calor que hasta el Sol estaba sudando. Así que decidió tomar un descanso y darse un chapuzón en las profundas aguas del océano Pacifico.

Se puso la calzoneta, flotadores y se lanzo felizmente al agua. ¡Que alegría! El Sol chapoteaba en el agua y se refrescaba.

Después de algunos días, la oscuridad cubrió la Tierra y el frio se apodero hasta de las regiones más cálidas, mientras tanto, el Sol descansaba plácidamente y jugaba con las olas del mar.

La Luna interrumpió su diversión y le dijo: ¿Qué pasa?, por qué no regresas a tu lugar?
Mientras tú te refrescas y descansas, el mundo entero sufre por tanto frio.

El Sol se sonrojo, se sintió avergonzado y de inmediato volvió a su hogar. Comprendió que es importante tomar descansos, pero es más importante cumplir con las tareas.

Y Colorín Colorado




domingo, 22 de mayo de 2011

CUENTO FOGOSO


LA PRINCESA DE FUEGO. Pedro Pablo Sacristán

Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados.

Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo: Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.

El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio como se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.

Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".

Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.

Y Colorín Colorado



sábado, 21 de mayo de 2011

CUENTO AMOROSO


GOTITAS DE AMOR

Había un incendio en un gran bosque de bambú; el incendio formaba llamaradas impresionantes, de una altura extraordinaria; y una pequeña ave, muy pequeñita, fue al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, y las empezó a agitar para apagarlo; y volvía a regresar y volvía a ir una y otra vez; y los dioses que la observaban, sorprendidos la mandaron a llamar y le dijeron:
Oye, por qué estás haces eso? Cómo es posible? Cómo crees que con esas goticas de agua puedas tú apagar un incendio de tales dimensiones? Date cuenta: No podrás lograrlo.

Y el ave humildemente contestó: "El bosque me ha dado tanto. Yo nací en este bosque que me ha enseñado la naturaleza, me ha dado todo mi ser. Este bosque es mi origen y mi hogar y me voy a morir lanzando gotitas de amor, aunque no lo pueda apagar". Los dioses entendieron lo que hacía la pequeña ave y le ayudaron a apagar el incendio".

Cada gotita de agua apacigua un incendio. Cada acción que con amor y entusiasmo emprendemos, un mejor mañana será su reflejo. No subestime sus gotas: millones de ellas forman un océano. Todo acto que con amor realizamos, regresa a nosotros multiplicado.

Y Colorín Colorado



martes, 17 de mayo de 2011

CUENTO LUNÁTICO


LA LUNA DE AZÚCAR. CUENTO INFANTIL

Había una vez un niño llamado Álex que creía que la Luna era blanca porque estaba cubierta de azúcar. Y a él le gustaban tanto los dulces que soñaba cada noche con viajar a saltitos, de estrella en estrella, hasta llegar hasta allí... ¡y comer azúcar hasta hartarse! Seguro que los que viven allá arriba –imaginaba– comen azúcar todo el día. Por eso a veces la Luna tiene forma de media sandía, porque sus habitantes no paran de mordisquearla. ¡Debe de estar tan rica!

Un día, Álex se decidió por fin a vivir su gran aventura. Cogió una potente linterna de su padre y esperó a que anocheciera. Cuando toda su familia dormía, se levantó de la cama sin hacer ruido y fue hacia la ventana. La abrió de par en par, encendió la linterna y comenzó a hacer señales de luz a la Luna. ¡Eh! ¡Eh! ¡Si los de la Luna me veis, hacedme una señal! –exclamaba mientras encendía y apagaba la linterna.

Y así estuvo un buen rato. Por más que lo intentaba, nadie le contestaba. Decepcionado, apagó la linterna. “¡Pues sí que son antipáticos!”, se quejó mientras, frustrado, volvía a su cama. Pero antes de dejarse vencer por el sueño, Álex no pudo resistirse a mirarla otra vez a través de la ventana. Estaba tan redonda, tan blanca, tan brillante, tan azucarada... Pero, ¿qué estaba pasando? Desde la Luna, alguien le devolvía el saludo con una luz que también se encendía y se apagaba. Saltó enseguida de la cama y fue hacia la ventana con su linterna. ¡Eh! ¡Hola! ¡Soy Álex! ¡Invitadme a la Luna unos días!

La luz intermitente que llegaba desde allí se hacía cada vez más grande. Incluso tuvo que cerrar los ojos para que aquel enorme resplandor que inundaba su habitación no le dejara ciego. Cuando notó que la luz ya no era tan intensa, abrió tímidamente los ojos y comprobó con asombro que estaba en un lugar que no conocía. Llevaba puesto su pijama, eso sí, pero se encontró sentando encima de una inmensa bola blanca. Miró hacia arriba y era de noche. Había tantas estrellas que apenas quedaban lugares oscuros entre unas y otras. ¿Será esto la Luna? –estaba algo asustado. Y enseguida se decidió a comprobarlo. Pasó su dedo por el polvillo blanco que cubría el suelo y luego se lo acercó a la lengua. ¡Es azúcar! ¡Es azúcar! ¡Estoy en la Luna! Cuando se disponía a repetir del dulce manjar, apareció ante él una niña rubia que tenía dos estrellas doradas en vez de ojos. Sonriendo, le dijo: Tranquilo, que no se va a acabar ¿Quién eres tú? –Preguntó Álex–. ¿Vives aquí, en la Luna? Sí, me llamo Z44-A, aunque me suelen llamar sólo “Zeta”. Yo soy Álex y soy de la Tierra. ¿Viste mis señales? Sí, claro. ¿No sabes que desde la Luna lo vemos todo? Oye, Zeta, ¿puedo comer más azúcar? Toda la que quieras. Tenemos mucha.

Entonces Álex se abalanzó sobre el blanco ¡y dulce!– suelo y comenzó a llenarse las manos de azúcar para llevárselo a la boca. Zeta le miraba sonriendo. Por más que como, nunca se acaba. ¡Ja, ja! ¡Qué gozada! Y así siguió horas y horas hasta que, como pasa siempre, se hartó. Zeta, ahora me gustaría tomar una buena taza de chocolate caliente. ¿Chocolate? Aquí desayunamos azúcar, comemos azúcar y cenamos azúcar. Nos basta con eso.

¿Y no tenéis polos de limón, o de fresa, o caramelos o chuches o pasteles? ¡Qué tontería! ¿Y qué haríamos con todas esas cosas si sólo nos gusta el azúcar? ¡Pues vaya aburrimiento! Si por lo menos me la pudiera comer toda, pero es que aquí nunca se acaba, por más que coma. Y eso cansa a cualquiera. Claro, como tú no eres de la Luna... ¡Exactamente! Será mejor que me devuelvas a la Tierra.

Tendrás que esperar a que otro niño nos haga señales con su linterna. Entonces tú te irás y él vendrá a probar nuestro azúcar –sentenció Zeta sin inmutarse. ¿Y cuándo pasará eso? Nunca se sabe. Pueden pasar días, meses, años o siglos. Al oír la palabra “siglos”, Álex se llevó las manos a la cabeza y se puso a llorar desconsoladamente. ¡En qué lío me he metido! ¡Cuando vuelva a la Tierra seré ya un abuelo! –se quejaba con el rostro lleno de lágrimas. No te preocupes, que a lo mejor hay ahora mismo algún niño que quiere viajar a la Luna. Toma esta linterna e intenta llamarle.

Álex, limpiándose las lágrimas y los mocos, cogió la linterna, la encendió y se encaramó en lo alto de la Luna. –¡Eh! ¡Eh! ¡Te invito a la Luna, niño o niña de la Tierra! ¡Venid, por favor! Nadie contestaba, y Álex estaba cada vez más desesperado. De repente, vio que desde la Tierra surgía una lucecita intermitente. ¡Mira, Zeta! Ya ha picado alguien. ¡Guay! ¡No sabe la que le espera!

Has tenido mucha suerte, Álex. El que se cambió por ti llevaba aquí dos meses. Así que ya puedo irme, ¿no? Sí. Me ha alegrado mucho conocerte. Hasta la vista, Álex. Y entonces Zeta le empujó suavemente y el niño comenzó a deslizarse a gran velocidad por la superficie redonda de la Luna.

¡Ay, qué vértigo! ¡Me voy a caer a la Tierra y no llevo paracaídas! En pocos minutos, Álex había abandonado la Luna y descendía a gran velocidad a través de las brillantes estrellas. Menos mal que su pijama se enganchó en una de ellas y pudo al fin detener su vertiginoso descenso. Pero la ropa comenzó a ceder poco a poco... hasta que se rompió. Y Álex siguió cayendo y cayendo y se dio de bruces con el planeta Tierra. Cuando abrió los ojos se encontró en la cocina de su casa... ¡encima de un montón de azúcar! Su madre le estaba zarandeando.

¡Álex! ¡Despierta! Otra vez has llegado sonámbulo a la cocina, pero hoy te has pasado: ¡te has comido casi un kilo de azúcar! Seguro que mañana estarás enfermo. Vamos, a la cama. Mamá, te prometo que nunca más iré a la Luna y jamás volveré a probar el azúcar. Si no llego a tener suerte, llego convertido en un abuelo. ¡Te lo juro!

Este niño no tiene remedio –murmuraba su madre mientras le rodeaba con un brazo y le conducía a su habitación. ¿Sabes, mamá? Odio la Luna. Pero la odio de verdad. Sí, claro, hijo –contestó su madre sonriendo y muerta de sueño.

Y Colorín Colorado

Astronomia para niños: "La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible."Arthur Clarke. VER MAS

sábado, 14 de mayo de 2011

CUENTO LLUVIOSO


LA INCREIBLE LLUVIA NEGRA. Pedro Pablo Sacristán

Gustavo Gruñetas nunca está contento con nada. Tenía muchos amigos y unos papás que le querían con locura, pero él sólo se fijaba en lo que no tenía o lo que estaba mal. Si le regalaban un coche, era demasiado grande o demasiado lento; si visitaba el zoo, volvía triste porque no le habían dejado dar de comer a los leones, y si jugaba al fútbol con sus amigos, protestaba porque eran muchos para un solo balón...

Pero no contaba Gustavo con Jocosilla, la nube bromista. Un día que paseaba por allí cerca, la nube escuchó las protestas de Gustavo, y corrió a verle. Y según llegó y se puso sobre su cabeza, comenzó a descargar una espesa lluvia negra. Era su broma favorita para los niños gruñones.

A Gustavo aquello no le gustó nada, y protestó aún mucho más. Y se enfadó incluso más cuando vio que daba igual a dónde fuera, porque la nube y su lluvia negra le perseguían. Y así estuvo casi una semana, sin poder escapar de la nube, y cada vez más enfadado. Gustavo tenía una amiguita, una niña alegre y bondadosa llamada Alegrita, que fue la única que quiso acompañarle aquellos días, porque los demás se apartaban por miedo a mojarse y acabar totalmente negros. Y un día que Gustavo estaba ya cansado de la nube, le dijo: ¿Por qué no te animas? Deberías darte cuenta de que eres el único niño que tiene una nube para él, ¡y encima llueve agua negra! Podríamos jugar a hacer cosas divertidas con la nube, ¿no te parece?

Como Alegrita era su única compañía, y no quería que se fuera, Gustavo aceptó de muy mala gana. Alegrita le llevó hasta la piscina, y allí le dejó hasta que toda el agua se volvió negra. Entonces fueron a buscar otros niños, y aprovechando que con el agua negra no se veía nada ¡estuvieron jugando al escondite! Aún a regañadientes, Gustavo tuvo que reconocer que había sido muy divertido, pero más divertido aún fue jugar a mojar gatos: Gustavo corría junto a ellos, y en cuanto sentían el agua, daban unos saltos increíbles y huían de allí a todo correr haciendo gestos divertidísimos.

En muy poco tiempo, todos los niños del pueblo estaban con Gustavo proponiendo e inventando nuevos juegos para la nube. Y por primera vez, Gustavo empezó a ver el lado bueno de las cosas, incluso de las que al principio parecían del todo malas.

Entonces la nube Jocosilla pensó en despedirse e ir con otros niños, pero antes de abandonar a Gustavo, le regaló dos días enteros de lluvias de colores, con las que inventaros los juegos más brillantes y divertidos. Y cuando desapareció, Gustavo ya no protestó; esta vez sabía fijarse en las cosas buenas, y se alegró mucho porque por fin estaba seco y podía volver a jugar a muchas cosas.

Y Colorín Colorado



miércoles, 11 de mayo de 2011

CUENTO QUESUDO


EL LOBO QUE CREE QUE LA LUNA ES QUESO. Cuentos infantiles. Literatura para niños.

Andaba el lobo muy hambriento y ya no sabía qué hacer para coger algún animal para comérselo. Y por AHÍ encuentrasé con la zorra y le dice: -- Oiga usted, señora zorra, que me la voy a comer. Y la zorra le dijo: --Pero mire usted, que estoy muy flaca. No soy más que huesos y pellejos. --No, que usted estaba muy gordita el pasado año.

El año pasado si que estaba gordita, pero ahora tengo que darles de mamar a mis cuatro zorritos y apenas hallo bastante para crear leche para ellos. --¡Que no me importa!, la dijo el lobo. Y iba a darle la primera mordida, cuando la zorra le dijo: --Deténgase usted, por dios, señor lobo. Mire que yo sé donde vive un señor que tiene un pozo lleno de quesos. Y se fueron la zorra y el lobo a buscar los quesos. Y llegaron a una casa y pasaron unas tapias y llegaron ande el pozo, y la Luna se reflejaba en el agua y parecía un queso. Y se asomó la zorra y volvió y le dijo al lobo: --¡Ay amigo lobo, que el queso es grandón! Mire asómese usted. Y se asomó el lobo y vio la Luna y creyó que era un queso grandón.

Pero el lobo sospechoso, le dijo a la zorra: Pues bueno, amiga zorra, entre usted por el queso. Y la zorra se metió en uno de los cubos y entró por el queso. Y desde abajo le gritaba al lobo: ¡Ay, amigo lobo! ¡Que grandón está el queso! ¡No puedo con él! Venga usted a ayudarme a subirle. Pero no puedo yo entrar -- la decía el lobo--. ¿Cómo voy yo a entrar? Súbalo usted sola. Y la zorra le dijo: Pero no sea usted torpe. Métase usted en el otro cubo y verá como así entra fácilmente. Y se metió la zorra entonces en el cubo ande había bajado. Y el lobo se metió en el otro cubo y, como pesaba más, se deslizó para abajo y la zorra subió para arriba. Y ahí se quedó el lobo buscando el queso, y la zorra se fue muy contenta a ver a sus zorritos.

Y Colorín Colorado



domingo, 8 de mayo de 2011

CUENTO PALABRERO


DANIEL Y LAS PALABRAS MÁGICAS. Susanna Arjona Borrego, España.

Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de Daniel es muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin nombre, por su cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.

Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar. Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.

Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere. Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un te quiero de color azul.

Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas. Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye. Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los demás. Porque si tú eres amable, todo es amable contigo.

Y Daniel te pregunta: ¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?

Y Colorín Colorado



viernes, 6 de mayo de 2011

CUENTO MATERNAL


EL SUEÑO DE UNA MADRE. Paola Alvarado, escritora mexicana.

Hace tiempo existía una madre cuyo único sueño cuando era niña era cantar, pero el sueño al pasar los años se fue desmoronando y terminó siendo ama de casa y teniendo un hijo y un esposo.

Un día el hijo llego de la escuela con una tarea de su maestra que decía: "PREGUNTELE A SU MAMÁ QUÉ QUERIA SER DE GRANDE CUANDO ERA NIÑA". El niño pregunto: -mamá ¿Qué querías ser cuando eras pequeña? La madre ya pensaba en su sueño de ser cantante.

Pero pensó todo lo malo de ser cantante: paparazi, poco tiempo con su hijo y su esposo, contratos a veces molestos. Después pensó en su vida actual un hijo que la quiere, un esposo que la ama, una casa hermosa y todo lo que quería y dijo: -hijo lo que te puedo decir que no pensaba ser madre pensaba ser cantante.

Pero ser tu madre es mucho mejor que conciertos y fans; no son tan especiales como tú. Te amo hijo. El hijo sonríe y dice yo también.

Y Colorín Colorado


miércoles, 4 de mayo de 2011

CUENTO MATERNAL


MAMÁ LUNA. Raúl Pérez Albrecht

Lobito hacía tiempo que vivía sin mamá y papá por ello Luna y Sol habían decidido cuidarlo. En las mañanas lobito quedaba con papá Sol y en las tardes y noches con mamá Luna.

Durante las mañanas papá Sol, lo despertaba con sus pequeños rayos solares mientras que en la noche mamá Luna ya subía el nivel de agua del lago para que se refresque con su desayuno en la mañana. Para el medio día papá Sol le indicaba los lugares donde lobito podía comer y cuando estaba a punto de peligrar de rato en rato tenía que quemarlo un poco para evitar que haga travesuras. Cuando llegaba la tarde Sol y Luna se encontraban y arrullaban la siesta de lobito.

En la noche Luna le enseñaba a cantar y a llamarla para cuando la necesite. Por ello lobito aprendió a subir a una colina y a llamar a mamá Luna. Lobito también había aprendido que cuando mamá estaba creciente, significaba que estaba contenta ya que era la sonrisa que solo mamá Luna podía ofrecer. Cuando se portaba mal como toda mamá se enfadaba se ponía menguante hasta que Lobito aprendía la lección y nuevamente se ponía creciente para felicidad de los dos.

Cuando el sueño embargaba a Lobito mamá Luna arrullaba su sueño con su forma gibosa que se mecía de un lado para el otro. Cuando lobito enfermaba Luna se ponía nueva para esperar el mal se vaya y el bebé mejore. Cuando todo era dicha, era muy notorio ver a Luna feliz con su cachorro creciendo porque estaba llena de felicidad.
Cierta ocasión Sol hablo con Luna y le dijo que al norte él había encontrado a la familia de lobito. La noticia los puso triste porque era la primera vez que Sol y Luna habían tenido un hijo y les daba pena tener que separarse de él. Pero el amor de ambos era tan grande que sabían que la felicidad de su lobito estaba al lado de sus verdaderos papás, por ello una noche lo guiaron hasta su familia.

Lobito llegó con su familia, pero hay algo que nunca olvido, pues cada noche subía a la colina y aullaba para llamar a mamá Luna. Poco después enseño a sus hermanitos a llamarla. Sol y luna quedaron sorprendidos porque en vez de haber perdido un hijo como pensaron a un principio ganaron cientos, porque los animalitos hasta ahora cuando son pequeños se enseñan aquello que lobito aprendió hace mucho tiempo. "Llamar de un aullido a mamá Luna."

Y Colorín Colorado



lunes, 2 de mayo de 2011

CUENTO CAPRICHOSO


MARIPOSITA CAPRICHOSA. Nereida González. España.

La Mariposita tenía un lindo color amarillo. Un día, mientras volaba entre las flores vio una mariposa azul; regresó donde estaba su mamá y le dijo: Mami, mami, he visto una mariposa azul. ¿Y qué? preguntó mamá mariposa. "Que yo quiero ser azul", dijo Mariposita. La mamá pintó las alas de su hijita de un lindo color azul, que enseguida salió a lucir al jardín.

Ah! Pero entonces vio una mariposa color naranja, y la historia se repitió. Mariposita quiso tener alas de color naranja; la mamá la complació de nuevo, pintando sus alas de color naranja. Al otro día temprano, mariposita voló y voló, luciendo nuevo color en sus alas. Y de esta vez más allá del jardín. Y se encontró con un grupo de mariposas blancas. De inmediato voló a casa. "Mami, mami. Ya no quiero este color, quiero ser blanca, como unas mariposas que he visto hoy", rogó la mariposita. Y la mamá, de inmediato, lavó las alas de la pequeña y las pintó de un blanco reluciente.

Pero sucedió que mariposita estaba tan oronda con su nuevo color, que no se dio cuenta de que llegaba una fuerte lluvia. Se refugió en un árbol, porque las mariposas nunca dejan que la lluvia las moje. Pero el viento era muy fuerte, y la pequeña mariposita no pudo evitar que le cayeran unas cuantas gotas desprendidas de las hojas del árbol.

¿Saben lo que pasó entonces? Que las alas de mariposita empezaron a desteñirse, a tomar todos los colores que su mamá le había pintado, aunque no aparecía su lindo color amarillo. Cuando regresó a su casa, mariposita estaba muy fea. Su mamá casi no la conoció. "Ves, hijita. Esto te ha pasado por caprichosa. Debiste estar feliz, contenta con tu color y no andar queriendo parecerte a otras mariposas." La pobre mariposita lloró un montón. Estaba arrepentida. Creyó que nunca volvería a lucir el lindo color amarillo de sus alas.

La mamá la dejó llorar, hasta que fue a ayudarla, le limpió las alas hasta que se vio aquel amarillo que parecía oro. Desde entonces, mariposita no volvió a tener caprichos tan tontos, y aprendió a quererse a ella misma, fuera como fuera.

Y Colorín Colorado