martes, 30 de junio de 2009

Cuento para Vencer!


LOS TRES LEONES
En la selva vivían tres leones. Un día el mono, el representante electo por los animales, convocó a una reunión para pedirles una toma de decisión: Todos nosotros sabemos que el león es el rey de los animales, pero hay una gran duda en la selva: existen tres leones y los tres son muy fuertes. ¿A cuál de ellos debemos rendir obediencia? ¿Cuál de ellos deberá ser nuestro Rey?

Los leones supieron de la reunión y comentaron entre si: Es verdad, la preocupación de los animales tiene mucho sentido. Una selva no puede tener tres reyes. Luchar entre nosotros no queremos ya que somos muy amigos. Necesitamos saber cual será el elegido, pero, ¿Cómo descubrir?

Otra vez los animales se reunieron y después de mucho deliberar, llegaron a una decisión y se la comunicaron a los tres leones: Encontramos una solución muy simple para el problema, y decidimos que Uds. tres van a escalar la Montaña Difícil. El que llegue primero a la cima será consagrado nuestro Rey. La Montaña Difícil era la mas alta de toda la selva. El desafío fue aceptado y todos los animales se reunieron para asistir la gran escalada. El primer león intentó escalar y no pudo llegar. El segundo empezó con todas ganas, pero, también fue derrotado.

El tercer león tampoco lo pudo conseguir y bajó derrotado. Los animales estaban impacientes y curiosos; si los tres fueron derrotados, ¿Cómo elegirían un rey? En este momento, un águila, grande en edad y en sabiduría, pidió la palabra: ¡Yo sé quien debe ser el rey! Todos los animales hicieron silencio y la miraron con gran expectativa. ¿Cómo? Preguntaron todos. Es simple, dijo el águila. Yo estaba volando bien cerca de ellos y cuando volvían derrotados en su escalada por la Montaña Difícil escuché lo que cada uno dijo a la Montaña.

El primer león dijo: ¡Montaña, me has vencido! El segundo león dijo: ¡Montaña, me has vencido! El tercer león dijo: ¡Montaña, me has vencido, por ahora! Pero ya llegaste a tu tamaño final y yo todavía estoy creciendo. La diferencia, completó el águila, es que el tercer león tuvo una actitud de vencedor cuando sintió la derrota en aquel momento, pero no desistió y quien piensa así, es mas grande que su problema: él es el rey de si mismo, está preparado para ser rey de los demás. Los animales aplaudieron entusiasmadamente al tercer león que fue coronado El Rey de los animales. Y colorin colorado.....

lunes, 29 de junio de 2009

Cuento para no creer....


Aserrando Una Rama. Anónimo árabe

Nasrudín subió a un árbol para aserrar una rama. Alguien que pasaba, al ver cómo lo estaba haciendo, le avisó:-¡Cuidado! Está mal sentado en la punta de la rama... Se irá abajo con ella cuando la corte. -¿Piensa que soy un necio que deba creerlo? ¿O es usted un vidente que pueda predecir el futuro? -preguntó Nasrudín.

Sin embargo, poco después, como siguiera aserrando, la rama cedió y Nasrudín terminó en el suelo. Entonces corrió tras el otro hombre hasta alcanzarlo:-¡Su predicción se ha cumplido! Ahora dígame: ¿Cómo moriré?Por más que el hombre insistió, no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exasperado le gritó:-¡Por mí podrías morirte ahora mismo!

Apenas oyó estas palabras, Nasrudín cayó al suelo y se quedó inmóvil. Cuando lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementerio, empezaron a discutir acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió la paciencia y, asomando su cabeza fuera del ataúd, dijo: -Cuando estaba vivo solía tomar por la izquierda; es el camino más rápido. Y colorín colorado......

Cuento Deseable


DESEOS Anónimo sufí

Un emperador estaba saliendo de su palacio para dar un paseo matutino cuando se encontró con un mendigo. Le preguntó: -¿Qué quieres? El mendigo se rió y dijo:
-¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo? El rey se rió y dijo: -Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo. Y el mendigo dijo: -Piénsalo dos veces antes de prometer. El mendigo no era una mendigo cualquiera. Había sido el maestro del emperador en una vida pasada. Y en esta vida le había prometido: "Vendré y trataré de despertarte en tu próxima vida. En esta vida no lo has logrado, pero volveré..." Insistió: -Te daré cualquier cosa que pidas. Soy un emperador muy poderoso. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte? El mendigo le dijo:

-Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo? Por supuesto -dijo el emperador. Llamó a uno de sus servidores y le dijo: -Llena de dinero la escudilla de este hombre. El servidor lo hizo... y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía. Todo el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud se reunió allí. El prestigio del emperador estaba en juego. Les dijo a sus servidores -Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme. Diamantes, perlas, esmeraldas... los tesoros iban vaciando. La escudilla parecía no tener fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a los pies del mendigo y admitió su derrota.

Le dijo: -Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha tu escudilla? El mendigo se rió y dijo: -Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto... simplemente está hecha de deseos humanos. Y colorin colorado....

domingo, 28 de junio de 2009

Cuento contado por Tita


Verdad y Mentira
...un cuento maravilloso que ilustra perfectamente el estado de la verdad!!!


Si no puedes ver el reproductor de sonidos baja el archivo aquí.

Cuento para cuenteros!!


EL CUENTERO QUE SE EQUIVOCÓ

En el país de las maravillas, habitan todos los seres maravillosos, brillan por su inteligencia y su bondad, es ahí donde nacen las maravillas. Dentro de las muchas maravillas, encontramos los cuenteros, seres preciosos que nacen para hablar y entretener un publico, hasta que todos queden maravillados de la gracia y el ingenio de su cuentero.
En un hermoso día de cuentos maravillosos llego el narrador, el mejor, el más autorizado el que si debía contar un cuento, puesto que se celebraba el gran día del cuento. Todos los cuenticos lo esperaban con ansiedad , era el día del aprendizaje de la enseñanza nadie se lo podía perder de repente… apareció en medio de aplausos manifestaciones de halagos, fue tanta la algarabía que… se descontrolo , se enrojeció y se puso tan nervioso que se le olvido… entonces, un cuentico chiquitico en medio del descontrol se paro y dijo:- El día del gran cuento llego, el día de la enseñanza empezó y nosotros cuenticos bonitos, pequeñitos debemos tomar nuestra responsabilidad, desde hoy contaremos cuentos, seremos aplaudidos y recibiremos halagos. Gracias, señor cuentero por la enseñanza de hoy, por empujarnos a ser, tomaremos la batuta, seremos los cuenteros y cuentos del país de las maravillas.

En ese instante, el señor cuentero entendió la enseñanza que dio rio, lloro y agradeció a sus alumnos por tan madura decisión. Y colorin colorado...

sábado, 27 de junio de 2009

Cuento "chino"


EL ENCANTO. Anónimo.

Ch´ienniang era la hija del señor Chang Yi, funcionario de Hunan. Tenía un primo llamado Wang Chu, que era un joven inteligente y apuesto. Habían crecido juntos y, como el señor Chang Yi quería mucho al muchacho, dijo que lo aceptaría de yerno. Ambos escucharon la promesa, y como estaban siempre juntos, el amor aumentó día a día. Ya no eran niños y llegaron a tener relaciones íntimas. Desgraciadamente, el padre no lo advirtió. Un día un joven funcionario le pidió la mano de su hija y el señor Chang Yi , olvidando su antigua promesa, consintió.

Ch´ienniang, debiendo elegir entre el amor y el respeto que le debía a su padre, estuvo a punto de morir de pena, y el joven estaba tan despechado que decidió abandonar el país para no ver a su novia casada con otro. Inventó un pretexto y le comunicó a su tío que debía marchar a la capital. Como el tío no logró disuadirlo, le dio dinero, regalos, y le ofreció una fiesta de despedida. Wang Chu, desesperado, pasó cavilando todo el tiempo de la fiesta, diciéndose que era mejor partir y no empeñarse en un amor imposible.

Wang Chu se embarcó una tarde y había navegado unas millas cuando cayó la noche. Le dijo al marinero que amarrara la embarcación y que descansaran, pero por más que se esforzó no pudo conciliar el sueño. Hacia la medianoche, oyó pasos que se acercaban. Se incorporó y preguntó:-¿Quién anda ahí, a estas horas de la noche? -Soy yo, soy Ch´ienniang. Sorprendido y feliz, Wang Chu la hizo entrar a la embarcación. Ella le dijo que el padre había sido injusto con él y que no podía resignarse a la separación. También ella había temido que Wang Chu, en su desesperación, se viera arrastrado al suicidio. Por eso había desafiado la cólera de los padres y la reprobación de la gente y había venido para seguirlo a donde fuera. Ambos, muy dichosos, prosiguieron el viaje a Szechuen.

Pasaron cinco años de felicidad y ella le dio dos hijos. Pero no llegaban noticias de la familia y Ch´ienniang pensaba cada vez más en su padre. Ésta era la única nube en su felicidad. Ignoraba si sus padres vivían o no, y una noche le confió a Wang Chu su pena.-Eres una buena hija -dijo él- ya han pasado cinco años y se les debe de haber pasado el enojo. Volvamos a casa.Ch´ienniang se regocijó y se aprestaron a regresar con los niños.

Cuando la embarcación llegó a la ciudad natal, Wang Chu le dijo a Ch´ienniang.-No sabemos cómo encontraremos a tus padres. Déjame ir antes a averiguarlo. Al divisar la casa, sintió que el corazón le latía. Wang Chu vio a su suegro, se arrodilló, hizo una reverencia y pidió perdón. Chang Yi lo miró asombrado y le dijo:-¿De qué hablas? Hace cinco años Ch´ienniang está en cama y sin conciencia. No se ha levantado una sola vez.-No comprendo -dijo Wang Chu- ella está perfectamente sana y nos espera a bordo.Chang Yi no sabía qué pensar y mandó dos doncellas a ver a Ch´ienniang. La encontraron sentada en la embarcación bien ataviada y contenta. Maravillada, las doncellas volvieron y aumentó el asombro de Chang Yi. Entretanto, la enferma había oído las noticias y parecía haberse curado: sus ojos brillaban con una nueva luz. Abandonó el lecho y se vistió ante el espejo. Sonriendo y sin decir una palabra, se dirigió a la embarcación. La que estaba a bordo iba hacia la casa: se encontraron en la orilla. Se abrazaron y los dos cuerpos se confundieron y sólo quedó una Ch´ienniang, joven y bella como siempre. Sus padres se regocijaron, pero ordenaron a los sirvientes que guardaran silencio, para evitar comentarios.

Por más de cuarenta años, Wang Chu y Ch´ienniang vivieron juntos y fueron felices. Y colorin colorado...

viernes, 26 de junio de 2009

Cuento de Amor!!!


EL SOL Y LA LUNA

Sucede que el mundo aun no existía, y el día que Dios decidió crearlo, les dio entonces un toque final… el brillo. Quedó decidido también que el SOL iluminaría el día, y que la LUNA iluminaría la noche, siendo así, estarían obligados a vivir separados. Les invadió entonces una gran tristeza , y cuando se dieron cuenta de que nunca más se encontrarían, las cosas cambiaron…LA LUNA se fue quedando cada vez más angustiada. A pesar del brillo dado por Dios, fue tornándose mas oscura y solitaria. EL SOL a su vez, había ganado un título de nobleza “ASTRO REY”, pero eso tampoco le hizo feliz. Dios, viendo esto, les llamó y les explicó:

No debéis estar tristes, ambos ahora poseéis un brillo propio. Tú, LUNA, iluminarás las noches frías y calientes, encantarás a los enamorados y serás frecuentemente protagonista de hermosas poesías. En cuanto a ti, SOL, sustentarás ese título porque serás el más importante de los astros, iluminarás la Tierra durante el dia, proporcionarás calor al ser humano, y tu simple presencia hará a las personas más felices.”

La LUNA se entristeció mucho más con su terrible destino, y lloró amargamente… y el SOL, al verla sufrir tanto, decidió que no podría dejarse abatir más, pues tendría que darle fuerzas a la LUNA y ayudarle a aceptar lo que Dios había decidido. Aún así, su preocupación era tan grande que resolvió hacer un pedido especial a Él: “Señor, ayuda a la LUNA por favor, es más frágil que yo, no soportará la soledad…” Y Dios, en su inmensa bondad, creo entonces las estrellas para hacer compañía a la LUNA. Desde entonces, la LUNA. siempre que está muy triste recurre a las estrellas, que hacen de todo para consolarla, pero casi nunca lo consiguen. Hoy, ambos viven así… separados; el SOL finge que es feliz, y la LUNA no consigue disimular su tristeza. El SOL arde de pasión por la LUNA y ella vive en las tinieblas de su añoranza. Dicen que la orden de Dios era que la LUNA debía estar siempre llena y luminosa, pero no lo consiguió… porque es mujer, y una mujer tiene fases…Cuando es feliz, consigue ser llena, pero cuando es infeliz es menguante, y cuando es menguante ni siquiera es posible apreciar su brillo.

LUNA y SOL siguen así su destino. Él, solitario pero fuerte; ella, acompañada de estrellas, pero débil. Los hombres intentan, constantemente, conquistarla, como si eso fuese posible. Algunos han ido incluso hasta ella, pero siempre han vuelto solos. Nadie jamás consiguió traerla hasta la Tierra, realmente nadie consiguió conquistarla, por más que lo intentase. Pero sucede que Dios decidió que ningún amor en este mundo fuese del todo imposible, ni siquiera el de la LUNA y el SOL… Fue entonces que por eso Dios creó el eclipse. Hoy SOL y LUNA viven esperando esos instantes, esos raros momentos que les fueron concedidos y que tanto cuesta que sucedan.

Cuando mires al cielo, a partir de ahora, y veas que el SOL cubre a la LUNA, es porque se acuesta sobre ella, y comienzan entonces a amarse. Es a ese acto de amor, al que se le dio el nombre de eclipse. Es importante recordar, que el brillo de su éxtasis es tan grande que se aconseja no mirar al cielo en ese momento, ya que tus ojos pueden cegarse al contemplar tanto amor. Y colorin colorado....

jueves, 25 de junio de 2009

Cuento en Mp3 narrado por Tita

cuento narrado por Tita



si no te sale un reproductor de sonidos en esta página, haz click en el enlace para escuchar el cuento.
cuento de los lobitos en mp3

Cuento para poner en su lugar!!!!!


Cada cosa en su sitio.Hans Cristian Andersen

Hace de esto más de cien años.Detrás del bosque, a orillas de un gran lago, se levantaba un viejo palacio, rodeado por un profundo foso en el que crecían cañaverales, juncales y carrizos. Junto al puente, en la puerta principal, habla un viejo sauce, cuyas ramas se inclinaban sobre las cañas.

Desde el valle llegaban sones de cuernos y trotes de caballos; por eso la zagala se daba prisa en sacar los gansos del puente antes de que llegase la partida de cazadores. Venía ésta a todo galope, y la muchacha hubo de subirse de un brinco a una de las altas piedras que sobresalían junto al puente, para no ser atropellada. Era casi una niña, delgada y flacucha, pero en su rostro brillaban dos ojos maravillosamente límpidos. Mas el noble caballero no reparó en ellos; a pleno galope, blandiendo el látigo, por puro capricho dio con él en el pecho de la pastora, con tanta fuerza que la derribó.

-¡Cada cosa en su sitio! -exclamó-. ¡El tuyo es el estercolero! -y soltó una carcajada, pues el chiste le pareció gracioso, y los demás le hicieron coro. Todo el grupo de cazadores prorrumpió en un estruendoso griterío, al que se sumaron los ladridos de los perros. Era lo que dice la canción:«¡Borrachas llegan las ricas aves!».Dios sabe lo rico que era.

La pobre muchacha, al caer, se agarró a una de las ramas colgantes del sauce, y gracias a ella pudo quedar suspendida sobre el barrizal. En cuanto los señores y la jauría hubieron desaparecido por la puerta, ella trató de salir de su atolladero, pero la rama se quebró, y la muchachita cayó en medio del cañaveral, sintiendo en el mismo momento que la sujetaba una mano robusta. Era un buhonero, que, habiendo presenciado toda la escena desde alguna distancia, corrió en su auxilio.

-¡Cada cosa en su sitio! -dijo, remedando al noble en tono de burla y poniendo a la muchacha en un lugar seco. Luego intentó volver a adherir la rama quebrada al árbol; pero eso de «cada cosa en su sitio» no siempre tiene aplicación, y así la clavó en la tierra reblandecida-. Crece si puedes; crece hasta convertirte en una buena flauta para la gente del castillo.Con ello quería augurar al noble y los suyos un bien merecido castigo. Subió después al palacio, aunque no pasó al salón de fiestas; no era bastante distinguido para ello. Sólo le permitieron entrar en la habitación de la servidumbre, donde fueron examinadas sus mercancías y discutidos los precios. Pero del salón donde se celebraba el banquete llegaba el griterío y alboroto de lo que querían ser canciones; no sabían hacerlo mejor. Resonaban las carcajadas y los ladridos de los perros. Se comía y bebía con el mayor desenfreno. El vino y la cerveza espumeaban en copas y jarros, y los canes favoritos participaban en el festín; los señoritos los besaban después de secarles el hocico con las largas orejas colgantes. El buhonero fue al fin introducido en el salón, con sus mercancías; sólo querían divertirse con él. El vino se les había subido a la cabeza, expulsando de ella a la razón. Le sirvieron cerveza en un calcetín para que bebiese con ellos, ¡pero deprisa! Una ocurrencia por demás graciosa, como se ve. Rebaños enteros de ganado, cortijos con sus campesinos fueron jugados y perdidos a una sola carta.-¡Cada cosa en su sitio! -dijo el buhonero cuando hubo podido escapar sano y salvo de aquella Sodoma y Gomorra, como él la llamó-. Mi sitio es el camino, bajo el cielo, y no allá arriba.Y desde el vallado se despidió de la zagala con un gesto de la mano.Pasaron días y semanas, y aquella rama quebrada de sauce que el buhonero plantara junto al foso, seguía verde y lozana; incluso salían de ella nuevos vástagos. La doncella vio que había echado raíces, lo cual le produjo gran contento, pues le parecía que era su propio árbol.Y así fue prosperando el joven sauce, mientras en la propiedad todo decaía y marchaba del revés, a fuerza de francachelas y de juego: dos ruedas muy poco apropiadas para hacer avanzar el carro.

No habían transcurrido aún seis años, cuando el noble hubo de abandonar su propiedad convertido en pordiosero, sin más haber que un saco y un bastón. La compró un rico buhonero, el mismo que un día fuera objeto de las burlas de sus antiguos propietarios, cuando le sirvieron cerveza en un calcetín. Pero la honradez y la laboriosidad llaman a los vientos favorables, y ahora el comerciante era dueño de la noble mansión. Desde aquel momento quedaron desterrados de ella los naipes.-¡Mala cosa! -decía el nuevo dueño-. Viene de que el diablo, después que hubo leído la Biblia, quiso fabricar una caricatura de ella e ideo el juego de cartas.El nuevo señor contrajo matrimonio -¿con quién dirías?- Pues con la zagala, que se había conservado honesta, piadosa y buena. Y en sus nuevos vestidos aparecía tan pulcra y distinguida como si hubiese nacido en noble cuna. ¿Cómo ocurrió la cosa? Bueno, para nuestros tiempos tan ajetreados sería ésta una historia demasiado larga, pero el caso es que sucedió; y ahora viene lo más importante. En la antigua propiedad todo marchaba a las mil maravillas; la madre cuidaba del gobierno doméstico, y el padre, de las faenas agrícolas. Llovían sobre ellos las bendiciones; la prosperidad llama a la prosperidad. La vieja casa señorial fue reparada y embellecida; se limpiaron los fosos y se plantaron en ellos árboles frutales; la casa era cómoda, acogedora, y el suelo, brillante y limpísimo. En las veladas de invierno, el ama y sus criadas hilaban lana y lino en el gran salón, y los domingos se leía la Biblia en alta voz, encargándose de ello el Consejero comercial, pues a esta dignidad había sido elevado el ex-buhonero en los últimos años de su vida. Crecían los hijos - pues habían venido hijos -, y todos recibían buena instrucción, aunque no todos eran inteligentes en el mismo grado, como suele suceder en las familias.La rama de sauce se había convertido en un árbol exuberante, y crecía en plena libertad, sin ser podado. ¡Es nuestro árbol familiar! -decía el anciano matrimonio, y no se cansaban de recomendar a sus hijos, incluso a los más ligeros de cascos, que lo honrasen y respetasen siempre.

Y ahora dejamos transcurrir cien años. Estamos en los tiempos presentes. El lago se había transformado en un cenagal, y de la antigua mansión nobiliaria apenas quedaba vestigio: una larga charca, con unas ruinas de piedra en uno de sus bordes, era cuanto subsistía del profundo foso, en el que se levantaba un espléndido árbol centenario de ramas colgantes: era el árbol familiar. Allí seguía, mostrando lo hermoso que puede ser un sauce cuando se lo deja crecer en libertad. Cierto que tenía hendido el tronco desde la raíz hasta la copa, y que la tempestad lo había torcido un poco; pero vivía, y de todas sus grietas y desgarraduras, en las que el viento y la intemperie habían depositado tierra fecunda, brotaban flores y hierbas; principalmente en lo alto, allí donde se separaban las grandes ramas, se había formado una especie de jardincito colgante de frambuesas y otras plantas, que suministran alimento a los pajarillos; hasta un gracioso acerolo había echado allí raíces y se levantaba, esbelto y distinguido, en medio del viejo sauce, que se miraba en las aguas negras cada vez que el viento barría las lentejas acuáticas y las arrinconaba en un ángulo de la charca. Un estrecho sendero pasaba a través de los campos señoriales, como un trazo hecho en una superficie sólida. En la cima de la colina lindante con el bosque, desde la cual se dominaba un soberbio panorama, se alzaba el nuevo palacio, inmenso y suntuoso, con cristales tan transparentes, que se habría dicho que no los había. La gran escalinata frente a la puerta principal parecía una galería de follaje, un tejido de rosas y plantas de amplias hojas. El césped era tan limpio y verde como si cada mañana y cada tarde alguien se entretuviera en quitar hasta la más ínfima brizna de hierba seca. En el interior del palacio, valiosos cuadros colgaban de las paredes, y había sillas y divanes tapizados de terciopelo y seda, que parecían capaces de moverse por sus propios pies; mesas con tablero de blanco mármol y libros encuadernados en tafilete con cantos de oro... Era gente muy rica la que allí residía, gente noble: eran barones.

Reinaba allí un gran orden, y todo estaba en relación con lo demás. «Cada cosa en su sitio», decían los dueños, y por eso los cuadros que antaño habrían adornado las paredes de la vieja casa, colgaban ahora en las habitaciones del servicio. Eran trastos viejos, en particular aquellos dos antiguos retratos, uno de los cuales representaba un hombre en casaca rosa y con enorme peluca, y el otro, una dama de cabello empolvado y alto peinado, que sostenía una rosa en la mano, rodeados uno y otro de una gran guirnalda de ramas de sauce. Los dos cuadros presentaban numerosos agujeros, producidos por los baronesitos, que los habían tomado por blanco de sus flechas. Eran el Consejero comercial y la señora Consejera, los fundadores del linaje. -Sin embargo, no pertenecen del todo a nuestra familia -dijo uno de los baronesitos-. Él había sido buhonero, y ella, pastora. No eran como papá y mamá. Aquellos retratos eran trastos viejos, y «¡cada cosa en su sitio!», se decía; por eso el bisabuelo y la bisabuela habían ido a parar al cuarto de la servidumbre. El hijo del párroco estaba de preceptor en el palacio. Un día salió con los señoritos y la mayor de las hermanas, que acababa de recibir su confirmación. Iban por el sendero que conducía al viejo sauce, y por el camino la jovencita hizo un ramo de flores silvestres. «Cada cosa en su sitio», y de sus manos salió una obra artística de rara belleza. Mientras disponía el ramo, escuchaba atentamente cuanto decían los otros, y sentía un gran placer oyendo al hijo del párroco hablar de las fuerzas de la Naturaleza y de la vida de grandes hombres y mujeres. Era una muchacha de alma sana y elevada, de nobles sentimientos, y dotada de un corazón capaz de recoger amorosamente cuanto de bueno había creado Dios. Se detuvieron junto al viejo sauce. El menor de los niños pidió que le fabricasen una flauta, como las había tenido ya de otros sauces, y el preceptor rompió una rama del árbol.-¡Oh, no lo hagáis! -dijo la baronesita; pero ya era tarde- ¡Es nuestro viejo árbol famoso! Lo quiero mucho. En casa se me ríen por eso, pero me da lo mismo. Hay una leyenda acerca de ese árbol...Y contó cuanto había oído del sauce, del viejo castillo, de la zagala y el buhonero, que se habían conocido en aquel lugar y eran los fundadores de la noble familia de la baronesita.

-No quisieron ser elevados a la nobleza; eran probos e íntegros -dijo-. Tenían por lema: «Cada cosa en su sitio», y temían sentirse fuera de su sitio si se dejaban ennoblecer por dinero. Su hijo, mi abuelo, fue el primer barón; tengo entendido que fue un hombre sabio, de gran prestigio y muy querido de príncipes y princesas, que lo invitaban a todas sus fiestas. A él va la admiración de mi familia, pero yo no sé por qué los viejos bisabuelos me inspiran más simpatía. ¡Qué vida tan recogida y patriarcal debió de llevarse en el viejo palacio, donde el ama hilaba en compañía de sus criadas, y el anciano señor leía la Biblia en voz alta! -Fueron gente sensata y de gran corazón -asintió el hijo del párroco; y de pronto se encontraron enzarzados en una conversación sobre la nobleza y la burguesía, y casi parecía que el preceptor no formaba parte de esta última clase, tal era el calor con qué encomiaba a la primera. -Es una suerte pertenecer a una familia que se ha distinguido, y, por ello, llevar un impulso en la sangre, un anhelo de avanzar en todo lo bueno. Es magnífico llevar un apellido que abra el acceso a las familias más encumbradas. Nobleza es palabra que se define a sí misma, es la moneda de oro que lleva su valor en su cuño. El espíritu de la época afirma, y muchos escritores están de acuerdo con él, naturalmente, que todo lo que es noble ha de ser malo y disparatado, mientras en los pobres todo es brillante, tanto más cuanto más se baja en la escala social. Pero yo no comparto este criterio, que es completamente erróneo y disparatado. En las clases superiores encontramos muchos rasgos de conmovedora grandeza; mi padre me contó uno, al que yo podría añadir otros muchos. Un día se encontraba de visita en una casa distinguida de la ciudad, en la que según tengo entendido, mi abuela había criado a la señora. Estaba mi madre en la habitación, al lado del noble y anciano señor, cuando éste se dio cuenta de una mujer de avanzada edad que caminaba penosamente por el patio apoyada en dos muletas. Todos los domingos venía a recoger unas monedas. «Es la pobre vieja -dijo el señor-. ¡Le cuesta tanto andar!». Y antes de que mi madre pudiera adivinar su intención, había cruzado el umbral y corría escaleras abajo, él, Su Excelencia en persona, al encuentro de la mendiga, para ahorrarle el costoso esfuerzo de subir a recoger su limosna. Es sólo un pequeño rasgo, pero, como el óbolo de la viuda, resuena en lo más hondo del corazón y manifiesta la bondad de la naturaleza humana; y éste es el rasgo que debe destacar el poeta, y más que nunca en nuestro tiempo, pues reconforta y contribuye a suavizar diferencias y a reconciliar a la gente. Pero cuando una persona, por ser de sangre noble y poseer un árbol genealógico como los caballos árabes, se levanta como éstos sobre sus patas traseras y relincha en las calles y dice en su casa: «¡Aquí ha estado gente de la calle!», porque ha entrado alguien que no es de la nobleza, entonces la nobleza ha degenerado, ha descendido a la condición de una máscara como aquélla de Tespis; todo el mundo se burla del individuo, y la sátira se ensaña con él.Tal fue el discurso del hijo del párroco, un poco largo, y entretanto había quedado tallada la flauta. Había recepción en el palacio. Asistían muchos invitados de los alrededores y de la capital, y damas vestidas con mayor o menor gusto. El gran salón pululaba de visitantes. Reunidos en un grupo se veía a los clérigos de la comarca, retirados respetuosamente en un ángulo de la estancia, como si se preparasen para un entierro, cuando en realidad aquello era una fiesta, sólo que aún no había empezado de verdad. Había de darse un gran concierto; para ello, el baronesito había traído su flauta de sauce, pero todos sus intentos y los de su padre por arrancar una nota al instrumento habían sido vanos, y, así, lo habían arrinconado por inútil. Se oyó música y canto de la clase que más divierte a los ejecutantes, aunque, por lo demás, muy agradable. -¿También usted es un virtuoso? -preguntó un caballero, un auténtico hijo de familia-. Toca la flauta y se la fabrica usted mismo. Es el genio que todo lo domina, y a quien corresponde el lugar de honor. ¡Dios nos guarde! Yo marcho al compás de la época, y esto es lo que procede. ¿Verdad que va a deleitarnos con su pequeño instrumento? Y alargando al hijo del párroco la flauta tallada del sauce de la charca, con voz clara y sonora anunció a la concurrencia que el preceptor de la casa los obsequiaría con un solo de flauta, Fácil es comprender que se proponían burlarse de él, por lo que el joven se resistía, a pesar de ser un buen flautista. Pero tanto insistieron y lo importunaron, que, cogiendo el instrumento, se lo llevó a sus labios.

Era una flauta maravillosa. Salió de ella una nota prolongada, como el silbido de una locomotora, y más fuerte aún, que resonó por toda la finca, y, más allá del parque y el bosque, por todo el país, en una extensión de millas y millas; y al mismo tiempo se levantó un viento tempestuoso, que bramó: «¡Cada cosa en su sitio!». Y ya tienen a papá volando, como llevado por el viento, hasta la casa del pastor, y a éste volando al palacio, aunque no al salón, pues en él no podía entrar, pero sí en el cuarto de los criados, donde quedó en medio de toda la servidumbre; y aquellos orgullosos lacayos, en librea y medias de seda quedaron como paralizados de espanto, al ver a un individuo de tan humilde categoría sentado a la mesa entre ellos. En el salón, la baronesita fue trasladada a la cabecera de la mesa, el puesto principal, y a su lado vino a parar el hijo del párroco, como si fueran una pareja de novios. Un anciano conde de la más rancia nobleza del país permaneció donde estaba, en su lugar de honor, pues la flauta era justa, como se debe ser. El caballero chistoso, aquel hijo de familia que había provocado la catástrofe, voló de cabeza al gallinero, y no fue él solo. El son de la flauta se oía a varias leguas a la redonda, y en todas partes ocurrían cosas extrañas. Una rica familia de comerciantes, que usaba carroza de cuatro caballos, se vio arrojada del carruaje; ni siquiera le dejaron un puesto detrás. Dos campesinos acaudalados, que en nuestro tiempo habían adquirido muchos bienes además de sus campos propios, fueron a dar con sus huesos en un barrizal. ¡Era una flauta peligrosa! Afortunadamente, reventó a la primera nota, y suerte hubo de ello. Entonces volvió al bolsillo. ¡Cada cosa en su sitio!

Al día siguiente no se hablaba ya de lo sucedido; de ahí viene la expresión: «Guardarse la flauta». Todo volvió a quedar como antes, excepto que los dos viejos retratos, el del buhonero y el de la pastora, fueron colgados en el gran salón, al que habían sido llevados por la ventolera; y como un entendido en cosas de arte afirmara que se trataba realmente de obras maestras, quedaron definitivamente en el puesto de honor. Antes se ignoraba su mérito, ¿cómo iba a saberse? Pero desde aquel día presidieron el salón: «Cada cosa en su sitio», y ahí lo tienen. Larga es la eternidad, más larga que esta historia. Y colorin colorado......

miércoles, 24 de junio de 2009

Cuento Efímero


LA BELLA MARIPOSA Cuenta la historia que en un día de primavera todos los animalitos del bosque se preparaban para una gran fiesta. Todos estaban invitados y querían ponerse muy lindos; pero Bella la mariposa se creía muy superior a sus amiguitos. Decía que no iba a ir al baile porque no tendría alguien con quien estar y que estuviera a su altura, o que fuera tan hermosa como ella, y tan inteligente. Todos los animalitos se prepararon, con adornos de flores, ramitas, sombreritos y muchos colores. Tanta dedicación se debía a que en el baile encontrarían pareja para formar sus hogares y familias. Bella, la mariposa, decía que no se iba a poner nada porque ya era muy linda. Cuando llegó el momento todos fueron al baile y Bella para no quedarse sola también se fue. El gran salón estaba decorado con hermosas luces, guirnaldas y un gran espejo que era el centro de la fiesta. Todos bailaban contentos y se divertían. Bella encontró a un ser precioso pero que no hablaba, no pensaba, solo sonreía si ella lo hacía, y le saludaba cuando ella también lo hacía. Los animalitos comenzaron a reírse de Bella, pero ella no les hizo caso y siguió encantada con esa persona fascinante. Fueron pasando las horas y todos encontraron pareja y se iban a sus casas muy contentos. Y cuando ya no había nadie en el salón, Bella desesperada se dio cuenta de que el ser fascinante que había estado con ella toda la noche, era su propio reflejo en el gran espejo del salón. Bella llorando se dio cuenta que había estado toda la noche con un ser frío y sin vida, que era muy hermoso pero que no le podía brindar nada, y ya se había quedado sola. y bella la mariposa se dio cuenta que por tanto quererse se quedo sola... se olvidó de mirar a su alrededor y de disfrutar de todo en la vida con mucha pasión. Y colorin colorado...

martes, 23 de junio de 2009

Cuento Solidario


LA GALLINITA ROJA. Byron Barton.
Había una vez una gallina roja llamada Marcelina, que vivía en una granja rodeada de muchos animales. Era una granja muy grande, en medio del campo. En el establo vivían las vacas y los caballos; los cerdos tenían su propia cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral con muchas gallinas. Había en la granja también una familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja, encontró un grano de trigo. Pensó que si lo sembraba crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos. -¿Quién me ayudará a sembrar el trigo? les preguntó. - Yo no, dijo el pato. - Yo no, dijo el gato. - Yo no, dijo el perro. - Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita. Y así, Marcelina sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la tierra y lo tapó. Pasó algún tiempo y al cabo el trigo creció y maduró, convirtiéndose en una bonita planta. -¿Quién me ayudará a segar el trigo? preguntó la gallinita roja. - Yo no, dijo el pato. - Yo no, dijo el gato. - Yo no, dijo el perro. - Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina. Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros: -¿Quién me ayudará a trillar el trigo? - Yo no, dijo el pato. - Yo no, dijo el gato. - Yo no, dijo el perro. - Muy bien, lo trillaré yo. Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar: -¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina? - Yo no, dijo el pato. - Yo no, dijo el gato. - Yo no, dijo el perro. - Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina. Y con la harina hizo una hermosa y jugosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy tranquilamente preguntó: - Y ahora, ¿quién comerá la barra de pan? volvió a preguntar la gallinita roja. -¡Yo, yo! dijo el pato. -¡Yo, yo! dijo el gato. -¡Yo, yo! dijo el perro. -¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijos. Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos. Y colorin colorado...

lunes, 22 de junio de 2009

Cuento para creer....


EL GATO Y EL RATÓN
U
n gato había trabado conocimiento con un ratón, y tales protestas le hizo de cariño y amistad que, al fin, el ratoncito se avino a poner casa con él y hacer vida en común. “Pero tenemos que pensar en el invierno, pues de otro modo pasaremos hambre,” dijo el gato. “Tú, ratoncillo, no puedes aventurarte por todas partes, al fin caerías en alguna ratonera.” Siguiendo, pues, aquel previsor consejo, compraron un pucherito lleno de manteca. Pero luego se presentó el problema de dónde lo guardarían, hasta que, tras larga reflexión, propuso el gato: “Mira, el mejor lugar es la iglesia. Allí nadie se atreve a robar nada. Lo esconderemos debajo del altar y no lo tocaremos hasta que sea necesario.” Así, el pucherito fue puesto a buen recaudo. Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando, cierto día, el gato sintió ganas de probar la golosina y dijo al ratón: “Oye, ratoncito, una prima mía me ha hecho padrino de su hijo; acaba de nacerle un pequeñuelo de piel blanca con manchas pardas, y quiere que yo lo lleve a la pila bautismal. Así es que hoy tengo que marcharme; cuida tú de la casa.” - “Muy bien,” respondió el ratón, “vete en nombre de Dios, y si te dan algo bueno para comer, acuérdate de mí. También yo chuparía a gusto un poco del vinillo de la fiesta.” Pero todo era mentira; ni el gato tenía prima alguna ni lo habían hecho padrino de nadie. Fuese directamente a la iglesia, se deslizó hasta el puchero de grasa, se puso a lamerlo y se zampó toda la capa exterior. Aprovechó luego la ocasión para darse un paseíto por los tejados de la ciudad; después se tendió al sol, relamiéndose los bigotes cada vez que se acordaba de la sabrosa olla. No regresó a casa hasta el anochecer. “Bien, ya estás de vuelta,” dijo el ratón, “a buen seguro que has pasado un buen día.” - “No estuvo mal,” respondió el gato. “¿Y qué nombre le habéis puesto al pequeñuelo?” inquirió el ratón. “Empezado,” repuso el gato secamente. “¿Empezado?” exclamó su compañero “¡Vaya nombre raro y estrambótico! ¿Es corriente en vuestra familia?” - “¿Qué le encuentras de particular?” replicó el gato. “No es peor que Robamigas, como se llaman tus padres.” Poco después le vino al gato otro antojo, y dijo al ratón: “Tendrás que volver a hacerme el favor de cuidar de la casa, pues otra vez me piden que sea padrino, y como el pequeño ha nacido con una faja blanca en torno al cuello, no puedo negarme.” El bonachón del ratoncito, se mostró conforme, y el gato, rodeando sigilosamente la muralla de la ciudad hasta llegar a la iglesia, se comió la mitad del contenido del puchero. “Nada sabe tan bien,” díjose para sus adentros como lo que uno mismo se come. Y quedó la mar de satisfecho con la faena del día. Al llegar a casa preguntóle el ratón: “¿Cómo le habéis puesto esta vez al pequeño?” - “Mitad,” contestó el gato. “¿«Mitad? ¡Qué ocurrencia! En mi vida había oído semejante nombre; apuesto a que no está en el calendario.” No transcurrió mucho tiempo antes de que al gato se le hiciese de nuevo la boca agua pensando en la manteca. “Las cosas buenas van siempre de tres en tres,” dijo al ratón. “Otra vez he de actuar de padrino; en esta ocasión, el pequeño es negro del todo, sólo tiene las patitas blancas; aparte ellas, ni un pelo blanco en todo el cuerpo. Esto ocurre con muy poca frecuencia. No te importa que vaya, ¿verdad?” - “¡Empezado, Mitad!” contestó el ratón. “Estos nombres me dan mucho que pensar.” - “Como estás todo el día en casa, con tu levitón gris y tu larga trenza,” dijo el gato, “claro, coges manías. Estas cavilaciones te vienen del no salir nunca.” Durante la ausencia de su compañero, el ratón se dedicó a ordenar la casita y dejarla como la plata, mientras el glotón se zampaba el resto de la grasa del puchero: “Es bien verdad que uno no está tranquilo hasta que lo ha limpiado todo,” díjose, y, ahíto como un tonel, no volvió a casa hasta bien entrada la noche. Al ratón le faltó tiempo para preguntarle qué nombre habían dado al tercer gatito. “Seguramente no te gustará tampoco,” dijo el gato. “Se llama Terminado.” - “¡Terminado!” exclamó el ratón. “Éste sí que es el nombre más estrafalario de todos. Jamás lo vi escrito en letra impresa. ¡Terminado! ¿Qué diablos querrá decir?” Y, meneando la cabeza, se hizo un ovillo y se echó a dormir. Ya no volvieron a invitar al gato a ser padrino, hasta que, llegado el invierno y escaseando la pitanza, pues nada se encontraba por las calles, el ratón acordóse de sus provisiones de reserva. “Anda, gato, vamos a buscar el puchero de manteca que guardamos; ahora nos vendrá, de perlas.” - “Sí,” respondió el gato, “te sabrá como cuando sacas la lengua por la ventana.” Salieron, pues, y, al llegar al escondrijo, allí estaba el puchero, en efecto, pero vacío. “¡Ay!” clamó el ratón. “Ahora lo comprendo todo; ahora veo claramente lo buen amigo que eres. Te lo comiste todo cuando me decías que ibas de padrino: primero Empezado, luego Mitad, luego...” - “¿Vas a callarte?” gritó el gato. “¡Si añades una palabra más, te devoro!” “Terminado,” tenía ya el pobre ratón en la lengua. No pudo aguantar la palabra, y, apenas la hubo soltado, el gato pegó un brinco y, agarrándolo, se lo tragó de un bocado. Así van las cosas de este mundo. Y colorin colorado....

domingo, 21 de junio de 2009

Cuento para Soñar!!!


La Flor de la Esperanza. Harmonie Botella

Por unas tierras perdidas en el aquilón del hemisferio, vivía una niña morena que suspiraba por tener unos padres. Abandonada desde su nacimiento en una aldea arisca y lluviosa compartía la vida de unos campesinos. Compartir es mucho decir. La pobre niña estaba al cuidado de la casa y de la granja del amanecer hasta el final del día. Cuando se iban todos a realizar sus quehaceres, Noemí, así se llamaba, recogía la casa, limpiaba la chimenea, preparaba la comida, arreglaba el establo y volvía a entrar paja para los animales. Por las tardes, después de fregar pilas y pilas de plato, limpiaba el gallinero, echaba semillas a los pollos, gallinas y patos.

Un día, mientras, estaba lavando las sábanas en el agua helada del río, apareció un hada guapa y sonriente. Con su varita mágica calentó el agua del río y desapareció. Era la primera vez que Noemí no se congelaba las manos haciendo la colada. Al día siguiente, cuando limpiaba el establo volvió a aparecer la bella mujer. En un santiamén, con su varita mágica, hizo que el lugar quedará reluciente, sin olores... Por desgracia el hada volvió a desaparecer sin hablar. El gran deseo de Noemí, era intercambiar unas palabras con la bella dama, pedirle que le ayudara a salir de este lugar y encontrar a unos padres que la amaran. Cuando al tercer día, se iluminó el bosque donde la niña recogía la leña, la dama regresó rodeada por unos halos de colores y de luces. Noemí le dijo: “- Bella Señora, no se marche enseguida, présteme ayuda. Quiero huir de este sitio pero no sé como hacerlo”. El hada madrina le contestó con una sonrisa triste:

“- No tengo la facultad de conseguir los deseos que me solicitan. Una bruja me condenó a utilizar mi magia en algunos casos concretos, sin tener la posibilidad de cumplir las aspiraciones que me imploran. Solo se realizará tu deseo si me ayudas a destruir este conjuro.” _” Bella Señora, estoy dispuesta a hacer cuanto me pidáis para librarle de este sortilegio.” La dama siguió platicando con una voz afligida y apagada: “- Este embrujo solo se quebrantará, el día en que alguien pueda transformar el monte de hielo que está al final del pueblo en un lago de agua caliente” Acabando apenas de pronunciar esta frase la mujer desapareció dejando detrás de ella un arco –iris inmenso.

Noemí comprendió que esta tarea era imposible efectuar. Por mucha leña que cortará y prendiera fuego cerca del monte nunca podría derretir tanto hielo para luego transformarlo en un lago de agua caliente. Noemí empezó a llorar desconsoladamente. Nunca encontraría un hogar y una familia que le amara y le tratara como corresponde a una niña de su corta edad. Regresó a casa y cuando después de cenar, se acostaron todos, se quedó sentadita delante de la lumbre que ardía en la chimenea. Cuando tocaron las doce campanadas de media noche, surgió a su vera dos elfos del bosque: _” Noemí, nosotros podemos auxiliarte. Sabemos como anular el conjuro de la bruja. Sólo tienes que plantar en la cima de este bosque la Flor de la Esperanza que crece escondida en la Gruta del Silencio.” -“¿ Y como encontraré la gruta y penetraré en ella?. Todos cuentan que esta escondida en medio del bosque. Nadie ha podido penetrar en su interior.” Los elfos se rieron y le dijeron: “- Si hasta ahora nadie ha podido entrar, es por que ninguna persona ha respetado las reglas. Este lugar se llama la Gruta del Silencio, por lo tanto él que quiera penetrar no podrá hablar, contestar a preguntas ni hacer ruidos”. Noemí interrogó de nuevo a los elfos: ¿-“ ¿Cómo hallaré el camino?” Los elfos le respondieron que para eso tenía que encontrar el pájaro embrujado del bosque y que él le daría las instrucciones necesarias.

Al día siguiente, cuando los habitantes de la morada se marcharon, Noemí cogió unas pequeñas provisiones para el viaje, el echarpe de lana del ama de casa, los zuecos de la hija mayor y se dispuso a emprender su camino. A las dos horas llegó a la orilla del bosque y se adentró en él con mucho miedo. Todos sabían que ahí moraban los lobos más crueles de la región. Tuvo suerte, la rondaron pero no le hicieron nada. Al poco tiempo, se le acercó el pájaro embrujado, preguntándole lo que buscaba. Y ella contestó: -“ Busco la Flor de la Esperanza que está escondida en la Gruta del Silencio”.

El pájaro le explicó que para poder llegar hasta la gruta, tenía que cruzar el río que atravesaba el bosque, sin utilizar ninguna barca. Noemí alcanzó el río y no supo lo que tenía que hacer. Un cisne negro se le aproximó y le pidió algo de comida. A Noemí le quedaba únicamente un trozo de pan que había cogido para almorzar. A pesar de tener mucha hambre, le regaló al cisne lo que tenía. Cuando acabó de comerlo, el cisne le dijo: “- Para agradecer tu generosidad, cumpliré un deseo tuyo. ¿ Que quieres que haga?” Entonces Noemí le solicitó que le ayudase a cruzar el río para alcanzar la Gruta del Silencio que se encontraba muy cerca. Al lograr descubrir la puerta de la gruta se percató que no tenía suficientes fuerzas para abrirla. Se acercó un temible oso y le requirió que le dejase su echarpe de lana para abrigar a sus oseznos que temblaban de frío. Noemí le regaló la prenda y el oso para agradecerle su generosidad abrió la puerta de la Gruta.

La niña se introdujo en la gruta e intentando no hacer ruido fue andando hasta cruzarse con unos gnomos que empezaron a preguntarle su nombre, su edad... Recordando las normas de la Gruta del Silencio, no contestó. A medidas que avanzaba, la luz iba clareando e iba descubriendo las maravillas que se escondían en el interior. Por fin descubrió la Flor de la Esperanza. Resplandecía en medio de un jardín de ensueño. Noemí cogió la flor y dio media vuelta hacia la salida. Allí le esperaban el pájaro embrujado, el cisne y el oso para conducirla hacia una calesa que la transportaría hacia el monte de hielo.Cuando la niña plantó la flor en la cima del monte, el sol calentó el hielo hasta derretirlo y convertirlo en un lago de agua caliente. En el centro del lago relumbraba la Flor de la esperanza.

Por fin apareció el hada madrina de Noemí, liberada del conjuro que le impuso la bruja.Con su varita mágica, transportó a Noemí a una bella casa, donde le esperaban unos padres cariñosos. A partir de ese día Noemí vivió feliz, rodeada por unos padres que se desvivieron por ella.

Y colorín, colorado...

Cuento, corto y tierno....


La Oveja que canta...Fábula de Esopo
Un lobo hartado de comida y ya sin hambre, vio a una oveja tendida en el suelo. Dándose cuenta que se había desplomado simplemente de terror, se le acercó, y tranquilizándola le prometió dejarla ir si le decía tres verdades.

Le dijo entonces la oveja que la primera es que prefiriría no haberle encontrado; la segunda, que como ya lo encontró, hubiera querido encontrarlo ciego; y por tercera verdad le dijo:

-- ¡ Ojalá, todos los lobos malvados, murieran de mala muerte, ya que, sin haber recibido mal alguno de nosotras, nos dan una guerra cruel !

Reconoció el lobo la realidad de aquellas verdades y dejó marchar a la oveja.Y colorin colorado.....

sábado, 20 de junio de 2009

Cuento Tontolín


LA TRES PLUMAS

Había una vez un rey que tenía tres hijos. Dos de ellos eran listos y juiciosos pero el tercero hablaba poco, era muy ingenuo y lo llamaban Bobito, pues no tenía otro nombre. Cuando el rey se sintió viejo y sin fuerzas, viendo que sus días estaban contados, pensó en designar heredero del trono a alguno de sus hijos, pero no supo decidirse por ninguno de ellos. Entonces les dijo:

-Váyanse por esos caminos de Dios y el que me traiga el tapiz más bello y delicado, será rey después de mi muerte.Y para evitar disputas, los llevó hasta la entrada del palacio, lanzó tres plumas al aire y dijo:-Saldrán en la misma dirección que indique el vuelo de cada una de las plumas. Una pluma voló hacia el este, otra hacia el oeste, la tercera voló en línea recta, pero cayó al suelo enseguida, a muy poca distancia. De modo que un hermano se fue hacia la derecha, el otro hacia la izquierda y se burlaron de Bobito porque no podía ir más allá de donde había caído la tercer pluma. Bobito se puso muy triste y se sentó en el suelo. De pronto se dio cuenta de que junto a la pluma había una escotilla. Al levantar la tapa vio que había una escalera y bajó por ella. Entonces encontró otra puerta y oyó una voz que procedía del interior:

Niña pequeña,pata de cigüeña,pata larga y roja, arrugada y coja.Coja, cojera ¿quién está ahí afuera? La puerta se abrió y ante su vista apareció un sapo grande y gordo rodeado de muchos sapitos. El sapo le preguntó qué quería y el príncipe le contestó: -Voy buscando el tapiz más hermoso del mundo.El sapo llamó a uno de los sapitos y le dijo:

Niña pequeña, pata de cigüeña, pata larga y roja, arrugada y coja.Coja, cojera: trae la caja y espera.

El sapito trajo una caja muy grande, el sapo grande la abrió y sacó un tapiz tan hermoso que no había igual en todo el mundo. Regaló el tapiz al príncipe, quien le dio las gracias y subió otra vez la escalera. Mientras tanto, los otros dos hermanos, que tenían al menor por tonto, dijeron:-No encontrará nada que valga la pena, así que no hace falta que vayamos muy lejos. Y a la primera pastora que encontraron le quitaron el mantón y se lo llevaron al rey. Bobito llegó entonces con su precioso tapiz y el rey dijo: -Este tapiz es una hermosura, y no se puede comparar con esos mantones rotos y sucios; es justo que el reino sea para mi hijo menor.Los dos hermanos dijeron que eso era imposible, el pequeño era demasiado tonto y no podía ser el rey. Que les pusiera otra prueba.

Entonces el padre dijo:-Daré mi reino al que me traiga la sortija más hermosa. Salió con sus hijos al campo, echó tres plumas al aire, sopló y una pluma se fue hacia el este, otra hacia el oeste y la tercera volvió a caer al suelo, junto a la puertecilla. El pequeño príncipe bajó por la escalera y dijo al sapo que necesitaba llevar a su padre la sortija más hermosa del mundo. El sapo dijo que le trajeran la caja la abrió y dio al príncipe una sortija tan hermosa, que no hubiera podido hacerla nadie en el mundo. Y mientras tanto, los hermanos se estaban riendo del pequeño que quería buscar una sortija con lo tonto que era; ellos no se molestaron en ir lejos; quitaron a su coche un aro de hierro y se lo llevaron al padre. Pero en aquel momento llegó Bobito con su preciosa sortija, y el padre volvió a decir: Mi reino será para él.

Los hermanos no dejaban en paz al padre diciendo que Bobito no podía ser rey con lo tonto que era. Así que el padre puso otra prueba: daría el reino al que le llevase a palacio la mujer más hermosa del mundo. Volvió a echar las plumas al aire y cayeron en la misma dirección que las veces anteriores. El pequeño príncipe volvió a bajar por la escalera, llamó al sapo grande y gordo y le dijo: Tengo que llevar a la mujer más hermosa del mundo.-¡Vaya, vaya! ¿La mujer más hermosa del mundo? ¡No la tengo, pero te la buscaré! El sapo dio al príncipe un nabo hueco del que tiraban seis ratoncitos y el príncipe preguntó: -iQué voy a hacer con esto? -Mete en el nabo a uno de mis sapitos -le contestó el sapo gordo.E l príncipe escogió a un sapito y lo introdujo en el nabo. Y en aquel mismo momento, el sapito se convirtió en una señorita preciosa, el nabo en carroza y los ratones en caballos. El príncipe dio un beso a la joven dama y se fue en la carroza al palacio de su padre.

En esto llegaron sus hermanos, que no se habían molestado en buscar mucho: llevaban a palacio a las campesinas que les habían parecido más guapas. El rey las miró a todas y dijo: -Mi reino será para el pequeño. Los hermanos mayores volvieron a protestar; decían a su padre:-¡No puedes hacer eso! ¡Bobito no puede ser rey! Entonces el rey dijo que daría el reino al que tuviera una mujer capaz de pasar por un aro que había colgado en el salón del palacio. Los mayores pensaban: "Nuestras campesinas son muy fuertes y podrán pasar por el aro; pero esa señorita tan fina no sabrá saltar y se matará". Las dos campesinas saltaron pero eran tan torpes y tan grandes que se cayeron al suelo y se rompieron varios huesos. Y después saltó la joven dama que había llevado el pequeño y como era tan ligera como un corzo, les ganó a todas.

Y así fue como Bobito heredó la corona y fue un rey bueno y sabio durante mucho tiempo. Y colorin colorado...