lunes, 26 de octubre de 2015

CUENTO ROEDOR

LOS  RATONCITOS  HAMBRIENTOS. Cuentos  Infantiles

Una vez la mamá de Pifucio estaba preparando una rica torta, y le parecía raro que siempre le faltara algo: un pedazo de chocolate, una galletita, una nuez. - ¿Vos te comiste mis ingredientes de la torta, Pifucio? - le preguntó. - No, yo no fui. - le contestó Pifucio. - ¿No habrá ratoncitos en esta casa? - pensó la mamá. 

Y se fue a comprar trampas para cazar ratones. A Pifucio le gustó la idea de tener un ratoncito y darle de comer y cuidarlo, pero la mamá no quiso saber de nada, porque dijo que los ratones son muy ham­brientos y sinvergüenzas. En los días siguientes siguió faltando comida de la cocina, y la mamá empezó a sospechar algo raro. Un día, mientras le ponía azúcar al té, vio un montón de puntitos negros que se movían en la azucarera: - ¡Hormigas!. - dijo - ¿Habrán sido ellas las que se comieron mi comida? La mamá miró adonde iban las hormigas, y vio una fila larga que recorría la cocina, el líving, la pieza de Pifucio... y que se metía abajo de su cama. Y abajo de la cama, encontró... ¡toda la comida que le faltaba!. 

Allí estaban el chocolate, las galletitas y las nueces. Más unas cuantas cosas más. - ¡Pifucio! - dijo la mamá. - ¿Qué mamá? - ¿Vos sabes que hace esta comida abajo de tu cama? - ¿Qué comida? ¿Qué cama? - No te hagas el tonto, Pifucio. - ¿Qué Pifucio? - ¡Vos! - Ah sí. Bueno, este, te voy a explicar. Resulta, que,... - ¿Qué qué? - ¿Qué qué, qué? - Qué, qué, qué, ¡que me voy a enojar si no me contestás! Pifucio le contó que había puesto esa comida porque le daban pena los ratoncitos, y no quería que pasasen hambre. 

Entonces la mamá le explicó que no se puede dejar comida tirada, por­que se llena de olor y bichos, y que los ratoncitos pueden conseguir su comida en otro lado. Limpiaron bien abajo de la cama, y pusieron veneno para las hormigas. - Y ahora, este té con hormigas lo tengo que tirar. - No mamá, no lo tires - le pidió Pifucio. ¿No lo podemos poner abajo de la cama? Después de tanta comida, los ratoncitos van a querer tomarse un té. 



Y colorin colorado...

sábado, 17 de octubre de 2015

CUENTO ANGELICAL

LA MISIÓN DE LOS ANGELITOS

Ese día en el cielo, un grupo de ángeles estaba pintando el arco iris. Uno de ellos, Valentín, colgado de una estrella, se balanceaba con el pincel en la mano. Otro, Juanito, para hacer más rápido, se tomó de la cola de un cometa y en un santiamén aplicó el color amarillo. Sobre una nube, otro angelito, llamado justamente, Justo, un poco regordete, repasaba los bordes para que el trabajo quedara perfecto, De repente oyeron el tañir de una campana. Era un llamado urgente de Dios, Los tres se deslizaron a través del arco iris para llegar rápido ante la presencia del Señor, Dios, se puso de pié frente a su trono celestial y les dijo:-Voy a necesitarlos. Los angelitos estaban locos de contentos, Por fin tendrían una misión importante.

El Señor, que podía leer sus pensamientos les dijo: Una tarea trascendente, de vital importancia, pues se ha perdido un gato llamado Loló, Los angelitos se miraron asombrados, ¿un gato? ¿tarea trascendente? Dios insistió: Hay un niño, llamado Joaquín que está muy triste porque ha perdido su gato y ustedes van a ayudarme a devolverle la alegría a ese pequeño, Joaquín es un niño muy solitario, le cuesta hacerse de amigos y su gato lo espera cuando llega de la escuela y lo acompaña mientras estudia, él lo alimenta y lo cuida, le arma pelotitas para jugar y así se entretiene cuando está solo.


Pero un día, cuando el gato estaba solo, salió a pasear y se alejó tanto de su casa que ya no puedo encontrar el camino de regreso. Joaquín llora porque lo extraña mucho y el gatito tampoco la está pasando muy bien.-explicó Dios a sus ángeles y, como en secreto, les sopló palabras a los oídos de cada uno, cuando terminaron de escuchar las indicaciones corrieron alegres, agitando sus alas a cumplir su importante misión. Valentín encontró a Loló temblando de frío, asustado y con hambre, en el umbral de una vieja casa abandonada y lo acurrucó con sus alas para darle calor, a pocas cuadras de allí, Lily, caminaba apresuradamente de la mano de su madre, Juanito vio que Lily era una niña buena y cariñosa y le susurró palabras al oído, Lily entonces se dirigió a su madre y le pidió: ¿Mami, podemos pasar a ver la vieja calesita? Pero Lily, si hace años que está cerrada, tenemos que desviarnos dos cuadras y sabes que estoy apurada, la niña, obediente, comprendió que su madre tenía razón, pero Juanito volvió a inspirarle palabras al oído con insistencia, Lily, entonces dijo: por favor mami, es un minuto nada más, tengo tantas ganas de volver a verla.

La madre, que no podía negarle nada a su hija si se lo pedía con tanta ternura, accedió finalmente darle el gusto, está bien, pero rápido porque tengo que preparar la comida y tu padre debe estar por llegar a casa, y así madre e hija desviaron su recorrido hasta llegara la vieja calesita. Qué tristeza le produjo a Lily verla en ese estado de abandono, los vibrantes colores que ella recordaba ya no existían y tampoco los animales de madera donde ella se ubicaba para girar y girar mientras sonaba una música de organito, Lily se quedó pensativa y triste, ya que esa imagen era tan distinta a la de sus recuerdos felices.


De pronto escuchó un largo Miauuu, viniendo de una casa vecina y corrió a ver de qué se trataba, mira mami que hermoso gatito, si es un gato muy hermoso, debe tener dueño, fíjate que tiene un collarcito con una medalla que dice Loló, y si está perdido…¿puedo llevarlo a casa? Lily- respondió la madre, ¿cómo se te ocurre llevar un animal a casa?. Camilo, viendo que la situación se ponía difícil, abandonó a Loló que inmediatamente comenzó a temblar de frío sin el abrigo de sus alas y Juanito intentó a inspirarle deseos de ternura y protección a la madre de Lily, pobrecito, está temblando, dijo Lily, debe tener frío y hambre, está bien, lo llevamos a casa, pero tienes que prometerme que vas a tratar de encontrar a su dueño; la cara de Lily se transformó en una sonrisa y tomando a Loló en sus brazos lo abrigó con el calor de su cuerpo y el gatito, aunque no la conocía le devolvió un largo Miauu agradecido, llevaron a Loló a su casa, lo alimentaron y le armaron una camita para que estuviera cómodo.

La mamá le tomó fotos al gato, armaron muchas fotocopias con la cara del gatito y el único dato de que disponían: el nombre, luego recorrieron el barrio pegando las fotocopias en la calle y en los comercios con la esperanza de hallar a su legítimo dueño, Valentín y Juanito, habían cumplido su cometido pero el dueño no aparecía porque el gatito se había alejado mucho de su casa, Justo, el ángel regordete, sabía que la abuela de Joaquín, a quién él llamaba cariñosamente Bobó, acostumbraba ir a una peluquería muy cerca de la casa de Lily pero no iba muy seguido porque no disponía de muchos ingresos y la peluquería era para ella un gasto superfluo.


Esa semana, Bobó, había invitado a Joaquín a almorzar, porque sabía que estaba triste y quería distraerlo preparándole su comida favorita, Justo llevó a Bobó frente al espejo y la hizo verse fea y desgreñada, pensó que su nieto no se sentiría feliz al verla con ese aspecto y decidió hacer una visita a la peluquería, Bobó pidió que le cortaran el cabello, le hicieran el color y le arreglaran las uñas de las manos, se sentía mucho mejor, cuando se disponía a pagar, vio la fotocopia sobre la vidriera con la foto de Loló, no podía creerlo, ahora su alegría era completa, ni bien llegó a su casa, llamó a Lily para concertar el encuentro, cuando Joaquín y sus padres llegaron a la casa de Bobó, la mesa estaba preparada para almorzar; tengo una sorpresa, te hice empanaditas de atún, pastel de papas y postre de chocolate, tu comida preferida, dijo Bobó con una sonrisa más grande que su propia boca, Joaquín sonrió y la abrazó agradecido, estaba contento con su abuela pero su compañero de juegos no estaba a su lado y lo extrañaba mucho.

Cuando estaban a punto de disfrutar el postre, sonó el timbre, ¿Quién será a esta hora? Preguntó Joaquín, ¡tengo otra sorpresa para vos! -respondió Bobó, acompáñame a la puerta, espero que no haya comprado juguetes, pensó Joaquín. Valentín, Juanito y Justo ya se habían acomodado junto a la puerta, no se querían perder por nada del cielo la cara de sorpresa y alegría de Joaquín, cuando abrieron la puerta, allí estaban: Lily con Loló en brazos y sus padres acompañándola, Joaquín estalló en un grito de alegría, Loló lo reconoció al instante, y de un salto se acomodó en sus brazos lamiéndole la cara, las dos familias festejaron el encuentro saboreando el postre de la abuela. Joaquín y Lily se hicieron amigos y de allí en más, cuando Joaquín visitaba a su abuela, Lily estaba invitada a jugar.

Los ángeles regresaron al cielo con la satisfacción de haber cumplido su misión, y felices se dispusieron a pintar unas nubes de color caramelo para celebrar el reencuentro.

Y  Colorín  Colorado 

lunes, 5 de octubre de 2015

CUENTO ENCANTADO

EL BOSQUE DE LOS CUENTOS. Anónimo suizo

Erase una vez una pequeña chiquilla que importunaba a toda la gente para que le contaran un cuento. Importunaba a su madre, a su abuela, a su tía. Quien quiera que encontrara en su camino, tenía que contarle un cuento. Pero no todos se sentían dispuestos a ello. Todos se deshacían del pequeño espíritu importunador.

Entonces se encaminó la niña tristemente hacia el bosque. Por fortuna, se extendía éste muy cerca, junto a la casa. En el bosque se encontró con el cuclillo, que estaba sentado sobre una rama y gritaba: -¡Cu-cú! ¡cu-cú! -¿Por qué cantas siempre la misma canción? -dijo la muchacha-. ¡Explícame más bien un cuento! Entonces le contó el cuclillo la historia de cómo pone el huevo. El cuco lo lleva en el pico por el aire y lo coloca en un nido extraño. De este huevo sale luego un pequeño pájaro, que crece y crece, y se hace por último mayor que los pajaritos que le alimentan. Pronto se hace el nido demasiado pequeño para el cuclillo. Entonces arroja éste fuera del nido a todos los pequeños pajaritos, crecidos con él en el mismo nido. Pero el buen espíritu del bosque, que lo había visto todo, dijo: "Como castigo, no habrás de vivir tú nunca en un nido propio. Tus huevos habrás de llevarlos siempre en el pico por el aire, y tus hijos deberán clamar durante todo su vida por su madre perdida: ¡Cu-cú! ¡cu-cú!"

El pájaro chilló. -¿Es esto un cuento o una historia verdadera? -preguntó la niña. -¡Cu-cú! ¡Cu-cú! -se oyó a lo lejos. Entonces no supo la niña qué pensar, y penetró más profundamente en el bosque. Así caminando, llegó hasta los sombríos abetos. Bajo sus pies crujía una alfombra de millones de pardas agujas. En lo alto rumoreaba el viento, entre las verdes copas de los altivos abetos gigantes. Pero junto a ellos se alzaban tres pequeños abetos en la oscuridad, los cuales no tenían una sola ramita verde. -¿Por qué llevan un vestido tan pardo de luto? ¡Oh, explíquenme la historia de ustedes! -rogó la pequeña. Entonces tomó la palabra el mayor de los tres jóvenes abetos y dijo: -Nosotros somos los más jóvenes abetos de este bosque, y queríamos levantarnos juntos los tres hacia el sol; pues habíamos oído decir que era hermoso y bueno, y que era un rey. Así, pues, nos pusimos nuestros vestidos de fiesta y extendimos los brazos; pero nuestros hermanos mayores nos cerraron el camino. "-¡A nosotros nos pertenece el Sol! -dijeron ellos-. Nosotros somos más grandes y hermosos que ustedes. Deberían avergonzarse. ¡Ocúltense! "Orgullosos, se elevaron ellos cada vez más altos, más altos, hasta que llegaron al Sol. Entonces celebraron una fiesta e invitaron a todos los pájaros cantores del bosque. "-¡Hágannos también un poco de sitio! -rogábamos nosotros cada día. "No pretendíamos más que ver solamente el manto del rey Sol; pero nuestros hermanos mayores extendían rumoreando sus vestidos y nos ocultaban, para que el Sol no pudiera encontrarnos. Entonces dejamos caer nosotros el vestido verde de fiesta y nos vestimos de pardo luto. Este luto lo conservaremos nosotros hasta nuestra muerte, que bien pronto habrá de venir."

Entonces preguntó la niña: -¿Es esto un cuento o una historia verdadera? Los tres pequeños abetos guardaron silencio, pero dejaron caer sus agujas, y con esto pareció como si lloraran. La pequeña muchacha fue a buscar una azada y arrancó con ella, uno después de otro, a los pequeños abetos y los plantó de nuevo en el borde del bosque. Buscó luego agua del manantial y les dio de beber. El Sol se asustó cuando vio a las tres criaturas del bosque con su vestidito de luto. Las acarició con sus rayos y las consoló: Pronto tendrán mejor aspecto. Mis rayos tejerán para ustedes el más hermoso vestido de fiesta, y yo estaré al lado de ustedes desde la mañana hasta el anochecer.

Siguió entonces la pequeña muchacha su camino. El sendero del bosque corría recto, y no parecía tener fin. De repente, sintió la niña un escalofrío en las espaldas; en medio del camino yacía una pequeña ardilla que agonizaba a causa de una herida en el cuello. -¿Por qué has muerto tú? -preguntó la niña-. Te hubiera rogado tan a gusto que me contaras un cuento... Entonces empezó a hablar la roja sangre.

-Allí arriba, entre el verde reino de las hojas, hay una casita redonda. En ella vive una madre con sus cinco hijos. "No salgan hasta que esté yo de nuevo en casa", dijo la madre cuando salió en busca de alimento para sus pequeños. Cuatro de ellos supieron obedecer. El quinto, sin embargo, miraba continuamente por la puerta redonda. Cien mil hojas lo saludaban y le susurraban: "¡Sal! Te contaremos un cuento". Entonces salió afuera la pequeña ardilla. Escuchó y escuchó, tan pronto en éste como en aquel árbol, y finalmente quiso marcharse al bosque vecino. Pero en medio del camino fue víctima del pérfido ladrón. "¡Madre!", gritó todavía; pero la madre estaba muy lejos y no podía oírla. Entonces cerró la pequeña ardilla los ojos. -¿Es esto un cuento o una verdadera historia? -preguntó la niña. La sangre calló, y la muchacha contempló tristemente al pequeño animalito muerto.

-¡Madre! -gritó de repente la niña, y rompió a llorar. Luego dio media vuelta y volvió sobre sus pasos. Corrió hasta perder el aliento, hasta que se encontró de nuevo en casa, abrazada a su madre. A la mañana siguiente salió, sin embargo, de nuevo al bosque y así cada día; pues allí le explicaban cuentos todas las cosas. ¿O eran tal vez historias verdaderas? La pequeña muchacha no lo sabía, pero las escuchaba a gusto por su vida. 

Y Colorín colorado…