domingo, 31 de octubre de 2010

CUENTO ECOLÓGICO


EL JARDÍN NATURAL. Pedro Pablo Sacristan

Hubo una vez un rey que tenía un gran palacio cuyos jardines eran realmente maravillosos. Allí vivían miles de animales de cientos de especies distintas, de gran variedad y colorido, que convertían aquel lugar en una especie de paraíso del que todos disfrutaban.

Sólo una cosa en aquellos jardines disgustaba al rey: prácticamente en el centro del lugar se veían los restos de lo que siglos atrás había sido un inmenso árbol, pero que ahora lucía apagado y casi seco, restando brillantez y color al conjunto. Tanto le molestaba, que finalmente ordenó cortarlo y sustituirlo por un precioso juego de fuentes.

Algún tiempo después, un astuto noble estuvo visitando al rey en su palacio. Y en un momento le dijo disimuladamente al oído: Majestad, sois el más astuto de los hombres. En todas partes se oye hablar de la belleza de estos jardines y la multitud de animales que los recorren. Pero en el tiempo que llevo aquí, apenas he podido ver otra cosa que no fuera esta fuente y unos pocos pajarillos... ¡Qué gran engaño!

El rey, que nunca pretendió engañar a nadie, descubrió con horror que era verdad lo que decía el noble. Llevaban tantos meses admirando las fuentes, que no se habían dado cuenta de que apenas quedaban unos pocos animales. Sin perder un segundo, mandó llamar a los expertos y sabios de la corte. El rey tuvo que escuchar muchas mentiras, inventos y suposiciones, pero nada que pudiera explicar lo sucedido. Ni siquiera la gran recompensa que ofreció el rey permitió recuperar el esplendor de los jardines reales.

Muchos años después, una joven se presentó ante el rey asegurando que podría explicar lo sucedido y recuperar los animales. Lo que pasó con su jardín es que no tenía suficientes excrementos, majestad. Sobre todo de polilla. Todos los presentes rieron el chiste de la joven. Los guardias se disponían a expulsarla cuando el rey se lo impidió. Quiero escuchar la historia. De las mil mentiras que he oído, ninguna había empezado así.

La joven siguió muy seria, y comenzó a explicar cómo los grandes animales de aquellos jardines se alimentaban principalmente de pequeños pájaros de vivos colores, que debían su aspecto a su comida, compuesta por unos coloridos gusanos a su vez se alimentaban de varias especies rarísimas de plantas y flores que sólo podían crecer en aquel lugar del mundo, siempre que hubiera suficiente excremento de polillas... y así siguió contando cómo las polillas también eran la base de la comida de muchos otros pájaros, cuyos excrementos hacían surgir nuevas especies de plantas que alimentaban otros insectos y animales, que a su vez eran vitales para la existencia de otras especies... Y hubiera seguido hablando sin parar, si el rey no hubiera gritado.

¡Basta! ¿Y se puede saber cómo sabes tú todas esas cosas, siendo tan joven?- preguntó. Pues porque ahora todo ese jardín ahora está en mi casa. Antes de haber nacido yo, mi padre recuperó aquel viejo árbol arrancado del centro de los jardines reales y lo plantó en su jardín. Desde entonces, cada primavera, de aquel árbol surge miles y miles de polillas. Con el tiempo, las polillas atrajeron los pájaros, y surgieron nuevas plantas y árboles, que fueron comida de otros animales, que a su vez lo fueron de otros... Y ahora, la antigua casa de mi padre está llena de vida y color. Todo fue por las polillas del gran árbol.

- ¡Excelente! -exclamó el rey-. Ahora podré recuperar mis jardines. Y a ti, te haré rica. Asegúrate de que dentro de una semana todo esté listo. Utiliza tantos hombres como necesites. Me temo que no podrá ser majestad- dijo la joven-. Si queréis, puedo intentar volver a recrear los jardines, pero no viviréis para verlo. Hacen falta muchísimos años para recuperar el equilibrio natural. Con mucha suerte, cuando yo sea anciana podría estar listo. Esas cosas no dependen de cuántos hombres trabajen en ellas.

El rostro del anciano rey se quedó triste y pensativo, comprendiendo lo delicado que es el equilibrio de la naturaleza, y lo imprudente que fue al romperlo tan alegremente. Pero amaba tanto aquellos jardines y aquellos animales, que decidió construir un inmenso palacio junto a las tierras de la joven. Y con miles de hombres trabajando en la obra, pudo verla terminada en muchísimo menos tiempo del que hubiera sido necesario para restablecer el equilibrio natural de aquellos jardines en cualquier otro lugar.

Y Colorín Colorado




sábado, 30 de octubre de 2010

CUENTO IGNORANTE


EL BÚHO. Jacob y Whilhelm Grimm

Hace trescientos o cuatrocientos años, cuando la gente estaba muy lejos de ser tan mañosa y astuta como lo es ahora, algo extraordinario ocurrió en un pequeño pueblo. Por alguna circunstancia desconocida, uno de los grandes búhos, llamado búho cornudo, llegó desde los bosques vecinos al establo de uno de los habitantes del pueblo durante la noche, y cuando estaba la luz del día, no se atrevía a salir de su nuevo refugio, por miedo a otras aves, que hacían un terrible escándalo cuando él aparecía.

En la mañana, cuando el sirviente del dueño de la propiedad fue al establo por algo de paja, se alarmó tanto cuando vio al búho, que salió corriendo a anunciarle al patrón, que un monstruo, como nunca había visto en su vida, y que podría devorar a un hombre sin ninguna dificultad, estaba sentado en el granero y girando sus ojos horriblemente.

"Ya te conozco"- dijo el patrón," y sé que tienes el coraje suficiente para perseguir un mirlo por el campo, pero cuando ves una gallina muerta, primero te aseguras de tener un buen palo contigo para acercarte a ella. Yo debo de ir personalmente para ver qué clase de monstruo es ese." Y el patrón se acercó cuidadosamente al granero mirando alrededor. Sin embargo, cuando localizó a la extraña criatura con sus propios ojos, no estuvo menos aterrorizado que su sirviente. Y en dos rápidos saltos salió del establo, corrió donde sus vecinos, implorándoles que lo ayudaran contra una desconocida y peligrosa bestia, porque si no, todo el pueblo estaría en peligro, en caso de que la bestia abandonara el granero, donde estaba posada.

Un gran estrépito y clamor se formó en todas las calles, los pobladores se armaron con espadas, tridentes, picos y hachas, como si fueran a luchar contra un poderoso enemigo, y finalmente, hasta los regidores aparecieron con el alcalde a la cabeza. Después de reunirse en la plaza del mercado, marcharon al establo y lo rodearon por todos lados. Y allí, uno de los más valerosos de todos ellos, avanzó y entró con su espada bajada, pero regresó inmediatamente corriendo como desesperado y pálido como un muerto, y no podía siquiera pronunciar una sola palabra. Otros dos más, también se aventuraron a entrar, pero no les fue nada mejor.

Por fin, un hombre grande, que era famoso por sus acciones de guerra, avanzó y dijo: "El monstruo no se irá por solamente verlo, debemos de vencerlo, pero he visto que todos se han acobardado, y nadie se atreve a enfrentar al animal." Él pidió que le dieran alguna armadura, consiguió un sable y una espada, y se armó el solo. Todos alababan su coraje, aunque muchos temían por su vida. Las dos puertas del establo fueron abiertas, y todos vieron al búho, que en el entretanto se había colocado él mismo al centro de una gran viga que cruzaba el establo.

El hombre llevó una escalera, y cuando la levantó, y estaba listo para subir, todos gritaban que él sí demostraba su bravura, y lo encomendaban a San Jorge, quien había derrotado al dragón. Cuando subió casi toda la escalera, y el búho notó que venían en contra de él, y que la multitud le gritaba y lo maldecía, y que no sabía cómo escapar, empezó a rotar sus ojos, paró sus plumas, aleteó sus alas, abrió su pico y gritó: "¡Tujii! ¡Tujoo!"- con un tono muy desagradable.

-"¡Pégale duro! ¡Pégale duro!"- gritaba afuera la multitud al valiente héroe. "Cualquiera que estuviera donde yo estoy"- contestaba el hombre, "no se lamenta, golpea." Y él entonces subió un peldaño más de la escalera, pero se le empezó a tambalear, y sin poder sostenerse, cayó estrepitosamente hacia atrás. Ahora sí que nadie se atrevía a ponerse en tal peligro. "El monstruo" dijeron, -"ha envenenado y herido mortalmente a nuestro hombre más fuerte entre todos nosotros, con tan simplemente mirarlo y soplar sobre él. ¿Debemos nosotros también, arriesgar nuestras vidas?" Ellos hicieron concejo sobre qué era lo que debían hacer para evitar que todo el pueblo fuera destruido. Por un rato, todo lo que proponían parecía no tener ningún uso útil, hasta que al final el alcalde sugirió una solución. "Mi opinión"- dijo él, -"es que debemos, fuera de todo reglamento, pagar por este establo, con todo lo que contiene, maíz, paja, y lino, para identificar al dueño, y entonces quemarlo completamente, junto con la bestia que habita allí. Así nadie arriesgará más su vida. No es hora de pensar en costos, y la tacañería debe olvidarse."

Todos estuvieron de acuerdo con él. Así que prendieron fuego por los cuatro costados al edificio, y el búho fue injustamente quemado. Si alguien no quiere creer la historia, que vaya allá y lo vea por sí mismo.

Colorín Colorado




jueves, 28 de octubre de 2010

CUENTO SOLEADO


LA ISLA DEL SOL. CAUDIA SÁNCHEZ

Míster Question preparó su buque de vela, acomodó sus provisiones y luego de organizar a sus hombres -barbudos marinos por tradición-, zarpó una mañana de neblina inglesa rumbo a la isla del Sol. Llegar a sus costas lo obsesionaba, y contra viento y marea, o contra marea y viento, habría de pisar esa arena dorada para cumplir con el sueño de ser rico. Allí estaba enterrada una enorme moneda de oro, tan grande como la imagen del mismo sol. ¿Cómo pudo ser esto?

Cuenta una leyenda muy vieja que el sol, al mirarse al espejo, dejó caer en un descuido el reflejo de su propio rostro, y que, de ahí en más, estuvo su hermano gemelo dando luz a otra tierra. En realidad, sin saberse muy bien cómo, este otro sol (su doble) abrigó a esta isla millones de noches; por eso sus habitantes no conocían la oscuridad de los caminos, ni los cielos estrellados, y la naturaleza reventaba de flores y frutos. Pero un atardecer, los hombrecitos morenos que allí vivían tuvieron que esconder su tesoro de la envidia enemiga; entonces, decidieron enterrarlo en secreto y abandonar la isla para no volver.

¿Cómo se enteró Míster Question (se lo llamó así porque tenía dos ganchos negros como signos de interrogación, en vez de manos. Todo él era una enorme pregunta) de la existencia de semejante moneda? Algunos dicen que las sirenas comentaron la novedad entre los piratas. Otros, que se documentaron, aseguran que la Corona de Gran Bretaña se adueñó de unos planos españoles, donde figuraba la exótica isla, y encomendó a Question emprender viaje, a cambio de un título de nobleza, un cofre repleto de perlas y su busto de prócer en la Enciclopedia Británica. Bueno..., parece que, al menos..., le prometió que su nombre estaría en algún diccionario. De una manera o de otra, el corsario inglés y su robusta compañía dejaron atrás su país blanco y negro para desembarcar en la isla de los mapas.

Pasaron hambre, sed, frío, calor. Caminaron hasta caerse de sueño..., y la moneda seguía en su escondite. De repente, algo pareció encandilarlos: ¡Míster Question! ¡Una luz sale de la tierra! -avisó un pirata, mirando con su catalejo. ¡Mire! ¡Es el tesoro! ¡Es el sol! -gritó uno gordo de barba, rojo de entusiasmo. ¡ES EL TESOOOOROOOO! corearon los del pañuelo en la cabeza. ¡Preparen picos y palas! -ordenó Question-. ¡Hay que cavar un pozo hasta encontrarlo! ¡Y si es necesario, arrancaré a ese sol soberbio de las mechas! Al decir esto, los ojos del pirata se alargaron, verticales, formando dos flacos signos de admiración.

Una luz intensa bañó de amarillo cada árbol de la isla, cada pedazo de tierra. Todo el paisaje se vistió del color de los duraznos y un día maduro se instaló en el cielo aquella noche. No hicieron falta ni velas, ni faroles para hacer el túnel. Lo dibujaron largo y angosto para que el sol no se escurriera. Enceguecido por el globo radiante, Míster Question introdujo su gancho en el pozo y pescó, como con un anzuelo, los rubios rayos del tesoro. Así quedó, colgando de su signo derecho, la cara redonda del sol, chorreando lágrimas de oro.

¡Ahora... el regreso con gloria! -soñaba Question. ¡Nos condecorarán! -exclamaban los marineros, muy entusiasmados. La Corona levantará un monumento en su memoria..., revestido de mármol de Carrara... -le decía a Míster Question un pirata emocionado, con su palma derecha sobre su pecho a rayas. Entre proyectos y sueños de héroes, prepararon su regreso al buque. Pero aquella alegría les duró muy poco: los barcos de la Corona de España estaban llegando, en procesión, a las costas morenas. ¡Preparen las armas! ¡Enemigos a la vista! -una sola voz (en inglés) corrió por toda la isla.

Los dos bandos trenzaron espadas y ganchos hasta sacarles chispas. Dos idiomas estallaban en grito al chocarse en el aire. El capitán español había prometido volver con el sol a cuestas. Desde la proa, armaba el plan de ataque sobre un tablero de damas y, mientras pensaba su estrategia, afilaba malvados cuchillos con su lima de uñas. Sus hombres saltaron del palo mayor y cayeron sobre los ingleses como lluvia de piedras. Por otra parte, los ingleses, desde las palmeras más altas, se largaban pendiendo de sogas con la lanza en la mano. A todo esto, Míster Question corría por toda la costa buscando un salvavidas para echarse a nado, y el tesoro -o sea la moneda-colgando del gancho, flameaba en el aire y dejaba en la arena una baba de miel.

Pese a su esfuerzo en la carrera, los españoles lo cercaron y entre todos le sacaron la moneda de sol. Sí, habían recuperado el botín, pero en el momento de guardarlo en un cofre de plata, la esfera ascendió girando como un plato de fuego. No pudieron alcanzarla jamás.

Dicen que la Corona española, al enterarse, exilió al capitán y a sus hombres por incapaces en cuestiones guerreras, y mucho más en colonizaciones. Y que el barco del pirata Question nunca regresó a Gran Bretaña... En fin, la isla se quedó sin tesoro... y los piratas también...
Desde entonces, cuando atardece en sus tierras, un sol más inflado y redondo se peina en el agua sus flecos de luz.

Y Colorín Colorado



martes, 26 de octubre de 2010

CUENTO GEMELAR


LAS HADAS GEMELAS. ALKARUVE

Las hadas gemelas Drianda y Brianda eran lindísimas, luminosas y transparentes, la una dorada como el polen y la otra plateada como el nácar; sus cabellos flotaban en el aire ligeros, lo mismo que sus vestiduras y ambas tenían unos grandes ojos negros igual que cuentas de azabache. Brianda y Drianda se alegraron mucho al ver llegar la carroza del Mago Serapión ya que eran muy amigas suyas. -¡Mago Serapión, qué sorpresa!... ¿Qué novedades nos traes del valle?

Ya había amanecido del todo y eran las primeras horas de la mañana cuando llegaron los viajeros cogiendo desprevenidas a las hadas gemelas mientras regaban su jardín. El mago descendió del coche y Ratoncillo Gris con él, muy impresionado ante el encentro con las hadas. Golfi no les acompañó, enfadado al verse metido en una aventura no buscada, y además, porque tenía mucho sueño y prefería dormir suspendido como una lamparita negra, del techo del carruaje. Gozoso, el Mago Serapión abrazó a las hadas.
¡Hola, hola!... ¿Cómo estáis mis preciosas criaturas?... ¡Ah, aquí os presento a Ratoncillo Gris, un buen amigo que me hace las veces de agenda cuando yo me olvido de las cosas! Las hadas gemelas rieron alegremente y a Ratoncillo Gris su risa se le antojó como el repicar de campanillas de cristal. Ratoncillo Gris y yo hemos venido porque... el mago frunció el ceño con repentino sobresalto- ¿Por qué hemos venido, Ratoncillo Gris? Ratoncillo Gris dio un pasito hacia delante, sentíase importante de veras debido a que el Mago Serapión le había otorgado el cargo de secretario accidental, además, uno no hace cada día de porta voz de un mago en presencia de dos hadas tan encantadoras.

¡Ejém, ejém!... –se aclaró el gaznate Ratoncillo Gris- Hemos venido porque el Mago Serapión quiere consultar el Gran Zifhandel. ¡Ooooh!... –gimieron las hadas a coro; siempre hablaban al mismo tiempo o lo que empezaba una lo acababa la otra- ¡Las olvidadizas somos nosotras, teníamos que haberte devuelto el Gran Zifhandel hace días ya!... ¿Sabes?, desencantamos al príncipe y ahora ha vuelto a su reino, feliz... Y nosotras olvidamos devolverte el libro. Discúlpanos. El mago sonrió bondadosamente. ¿Cómo no voy a perdonaros, mis queridas niñas?... Realmente no lo necesitaba... hasta hoy y eso ya que medía la circunstancia de querer encontrar respuesta a un enigma. ¿A un enigma? Sí, en efecto, a un enigma muy enigmático, tan enigmático que... Ratoncillo Gris, ¿por qué no se lo cuentas tú a las hadas?

Por supuesto, Mago Serapión, por supuesto... Resulta, hermosas hadas, que el mago Serapión quiere encontrar en el Gran Zifhandel respuesta a cierta historia que habla de un hilo de luz de luna, de un cangrejo de plata y de un anzuelo... ¿Vosotras sabéis algo? Las hadas juntaron sus cabezas llevándose un dedo a los labios en actitud reflexiva, meditaron durante un instante y luego, sonrientes, dijeron con excitación mientras batían sus transparentes alas que recordaban las de un par de libélulas: ¡Sí, sí, lo sabemos!... Es la historia de un pescador milenario que vive en la luna y desde hace siglos quiere pescar la Tierra con un anzuelo atado a un hilo de luz de luna, pero en la Tierra existe un pequeño cangrejo de plata cuya misión es la de cortar siempre ese hilo cada vez que el anzuelo se hunde en el suelo. ¿Y para qué quiere pescar a la Tierra? –quiso saber Ratoncillo Gris muy asombrado. Eso lo ignoramos –respondieron las hadas a dúo-; en el libro no lo pone.El Mago Serapión adoptó un aire solemne y cuando el Mago Serapión se ponía solemne, pues eso, que se ponía muy solemne.

Es menester que abramos el Gran Zifhandel; ahí estará la clave del misterio. Gracias que recuerda que es en el Gran Zifhandel en dónde tiene que buscar la solución –pensó, travieso, Ratoncillo Gris. ¿Habéis desayunado? –preguntaron las hadas mientras todos entraban en su casita, menos Golfi que seguía durmiendo agarrado al techo del carricoche, y como ellos dijeran que no, Brianda y Drianda, les invitaron a compartir su desayuno, que consistía en tarta de ciruelas y chocolate con leche, y teniendo en cuenta el que uno de sus invitados era un ratón, a éste le obsequiaron con un suculento trozo de pastel de queso que Ratoncillo Gris devoró entre chillidos de placer. Otra vez respuestas las fuerzas, el Mago Serapión y Ratoncillo Gris, éste último luciendo una barriguita tan redonda que parecía un globo verbenero, se procedió a investigar en el Gran Zifhandel.

El libro se hallaba expuesto en un atril especial para libros mágicos y, por tanto, enorme. Estaba abierto de par en par como una ventana y sus páginas, de un transparente verde pálido, parecían resplandecer suavemente. Una ancha cinta de seda púrpura hacía de señal. Página 1026 –leyó el mago ajustándose bien los lentes: Cómo deshacer encantamientos de príncipes convertidos en dragones... Esto es lo que os interesaba, ¿no?... Veamos en el Índice de la segunda parte. A ver, a ver, mmmmmm... Leyendas normales... Leyendas raras... Leyendas exóticas... a ver, a ver, creo que este asunto del hilo de luz de luna tiene relación con las Leyendas raras... Página 8036... A ver, a ver, página... No, capítulo... ¡Éste es, El Viejo de la Luna!... ¡Eureka, eureka, lo encontré!

El Mago Serapión se puso a saltar de alegría y Ratoncillo Gris y las hadas bailaron en corro mientras gritaban: ¡Lo encontró, lo encontró! Tan fuerte era la algazara que Golfi, arropado en sus sueños, y aun dentro de la carroza que se hallaba aparcada en el camino, abrió un ojo iracundo en tanto farfullaba gruñón: ¡Pues me alegro mucho; a ver si os calláis!

Drianda, Brianda y Ratoncillo Gris, se agolparon a la espalda del Mago Serapión cuando éste dejó de saltar y empezó a leer en voz alta.

Y Colorín Colorado


lunes, 25 de octubre de 2010

CUENTO SUPERSTICIOSO


SIMÓN Y EL ESCUDO DE PLATA. Escritora Argentina. Cuentos educativos.

Simón era un rey justo, bondadoso y que tenía mucha autoridad. Sabía resolver los conflictos de su gente, no era violento y trataba de reinar de modo tal que todas las personas vivieran satisfechas. Sin embargo y a pesar de su gran sabiduría, el rey Simón era muy supersticioso. Creía en cosas increíbles y a veces hacía cosas que no eran lógicas. No le gustaban los gatos negros, lo cual era un problema porque abundaban en los jardines del palacio y no pasaba jamás por debajo de una escalera, entre otras cosas. Sobre el trono de Simón yacía colgado en la pared un hermoso escudo de plata, cuyo brillo deslumbraba a todas las personas del reino.

Como era tan supersticioso, el rey adjudicaba al escudo poderes que en realidad no tenía. Simón creía que el escudo colgado arriba de su trono le daba el poder de ser tan buen rey como era, lo cual realmente no era cierto. Sus sirvientes pasaban gran parte del día lustrando el escudo, el bufón del palacio tenía prohibido hacer bromas sobre él y nadie, ni siquiera sus hijos podían tocarlo. Simón vivía tranquilo creyendo que su poderoso escudo lo protegía y ayudaba, hasta que un día pasó lo que el rey jamás se había atrevido a pensar: el escudo de plata desapareció.

Nadie sabía cómo había pasado, pero ya no estaba. Simón sufrió un ataque de nervios, los guardias del palacio salieron a buscarlo en sus ágiles caballos, el bufón quedó mudo y nadie sabía qué hacer realmente. Se alejaron cuanto pudieron, visitaron todos los reinos vecinos, revisaron cada rincón de la ciudad, pero el escudo seguía sin aparecer. Desesperado Simón creía que ya nada sería igual ni para él, ni para su reino y en parte, tenía razón. Tal fue su desánimo y desesperación que empezó a hacer las cosas mal.

Tan nervioso estaba, que tomaba decisiones apresuradas y que terminaban sin ser beneficiosas para nadie. Pasaba el día enojado, lo cual deterioró su relación no sólo con su familia, sino con todas las personas de la corte. Ya nada era lo mismo. Simón tampoco. – Mi escudo, mi escudo – Se lo escuchaba decir todo el tiempo- sin mi escudo ya no soy el mismo. Inútiles fueron los intentos que la familia y la corte entera hicieron por tratar de que entendiese que su capacidad y bondad no se debían a un escudo colgado en una pared. – Desde que robaron el escudo, todo ha salido mal.

Me equivoco todo el tiempo, estoy enemistado con medio reino, ahora todos me temen, cuando antes me querían y la lista podría seguir- vociferaba Simón desde su trono y mirando para arriba a ver si por arte de magia aparecía el escudo. – Mi señor, no hay escudo tan poderoso – intervino el bufón. – ¡Claro que no! No lo hay porque me lo han robado – Contestó Simón – Me refiero a que el escudo no tenía poder alguno, si me lo permite – replicó el bufón. – ¡No se lo permito! -Gritó el rey – ¿Acaso se atreve a dudar del poder de mi escudo? – El poder no está en el escudo, de eso estoy seguro- dijo el bufón, mientras retrocedía temerosamente. Tal fue el enojo del rey que le pidió al bufón que se retirase y agregó que no quería verlo hasta que el escudo apareciera. – Bufón descreído- murmuraba el rey- ya le demostraré los poderes de los que hablo cuando todo vuelva a la normalidad.

Viendo que hablando el rey no se convencía, el bufón decidió poner manos a la obra. De repente, se le ocurrió pensar que el famoso escudo había sido buscado por todos lados, excepto en el palacio mismo. Dedicó días enteros a su búsqueda, hasta que finalmente, lo encontró. El escudo jamás había sido robado, simplemente –y debido a su peso- había caído al piso, justo detrás del trono del rey. Parecía absurdo haber buscado hasta en los reinos más lejanos, cuando en realidad, siempre había estado allí, sólo que no se lo veía porque el gran trono lo tapaba. Una vez que lo encontró, comenzó a pensar en cómo hacer para que el rey entendiese que no había tal poderes mágicos y encontró la manera.

En secreto y con el permiso de la reina, mandó a hacer un escudo exactamente igual al perdido. Una vez que lo tuvo, inventó para el rey una historia acerca de su hallazgo, que el rey creyó sin preguntar más de tan contento que estaba. Sin más, ni más, colgaron enseguida el escudo (o su imitación) en el mismo lugar del otro. Pasaron los días y todo realmente volvió a la normalidad. El Rey era el de siempre, todos vivían en armonía, no había conflictos, ni dentro del reino, ni fuera de él. Simón reinaba tranquilo, feliz y sabiamente, como siempre lo había hecho.

Al cabo de un mes, el bufón anunció al rey que tenía una sorpresa para él, pero que se la daría frente a su familia, si éste estaba de acuerdo. Simón se entusiasmó con la idea y mandó llamar a la reina y a los príncipes. – Bueno, bueno, quiero ya mi sorpresa – dijo ansioso Simón – No veo que traigas nada en tus manos apreciado bufón. Tiene razón mi señor, nada tengo en mis manos. De todas maneras, algo tengo para darle – contestó el bufón. Intrigado el rey miraba a todos, sin entender mucho qué estaba ocurriendo. – Majestad, le pido si por favor puede levantarse del trono por un momento por favor. Simón así lo hizo. Todos miraban con gran atención pues sabían qué era lo que iba a ocurrir. El bufón pidió ayuda y entre los príncipes y él corrieron de lugar el trono, dejando ver en todo su esplendor el escudo original.

Simón miraba sin creer, levantaba la vista, la volvía a bajar. Miraba una y otra vez para arriba y para abajo sin comprender nada. – Mi señor, nadie jamás robó el escudo, simplemente se cayó. Nunca se nos había ocurrido buscar aquí mismo, por eso no había aparecido. De todas maneras, no es ésta la sorpresa que tengo para Ud. – agregó. No entiendo ¡qué puede haber más importante que tener el escudo original! Lo que no comprendo es ¿cómo no me di cuenta? y ¿quién puso esta imitación sobre mi trono? – dijo Simón. – ¿Qué importa por qué no se dio cuenta que no era el original majestad, qué importa quién puso la copia? Lo realmente importante es que Ud. todo este mes ha reinado con la misma sabiduría y eficiencia de toda la vida y con un escudo falso. El rey seguía sin entender. – Señor, la sorpresa es que no hay tales poderes en el escudo, ni en ningún otro lado que no sea Ud. mismo. Es su propia capacidad la que lo hace reinar en forma justa y haciendo el bien a todos. No hay elementos mágicos. Si algo hay de magia, está en el corazón de cada uno de nosotros y en el esfuerzo que pongamos por hacer cada uno nuestra tarea un poco mejor cada día.

Las palabras del bufón conmovieron al rey y lo convencieron que realmente tenía razón. De todos modos y sólo por si acaso, mandó colgar nuevamente el original del escudo, pero cuentan que a partir de ese día, se lo vio a Simón acariciando a cuanto gato negro caminaba por los jardines del palacio, y su suerte en nada cambió por ello.

Y Colorín Colorado…




AndresTrigo - EL CICLO SIN FIN - Red Karaoke

domingo, 24 de octubre de 2010

CUENTO ENIGMÁTICO


UN CUENTO ENIGMÁTICO. HERMANOS GRIMM

Tres mujeres fueron convertidas en flores y colocadas en el campo del jardín, pero a una de ellas le fue permitido que durante las noches podía estar en su casa como humana. Entonces, una noche, cuando ya se acercaba el día y tendría que volver a ser flor otra vez, ella le dijo a su esposo:

"Si cuando vuelves más tarde vienes al jardín y me arrancas, quedaré libre y podré estar siempre contigo." Y él así lo hizo.

Ahora, la pregunta es: -¿Cómo supo el esposo cuál era la flor correcta, si todas se veían exactamente igual, sin ninguna diferencia en su forma?

Respuesta: Como ella pasaba la noche en su casa y no en el jardín, no había entonces rocío sobre ella como sí lo había sobre las otras, y así el esposo supo cuál era la que debía tomar.

Y Colorín Colorado

Enseñanza: Una adecuada observación, da una correcta solución.



viernes, 22 de octubre de 2010

CUENTO TRAVIESO



ANGELILLO DESASTRILLO. Escritores españoles.
Angelillo “Desastrillo” vivía en el reino de los reinos que es el reino de los cielos.

Era un ángel singular y diferente pero muy buena gente Angelillo desastrillo era un poco torpecillo, se chocaba con las nubes negras y…… ocasionaba tormentas, pero como era tan bueno, tan re-bueno y le cantaba a las estrellas Dios estas pequeñas cosas no se las tenía en cuenta.

Tenía un corazón muy tierno y grande, en el reino lo querían un montón Angelillo “Desastrillo” jugando estaba un partido, aunque a él se le da fatal, a sus amigos les daba igual, ¡Corre que te corre angelillo con la pelota ¡ ¡Va por el campo volando y se dio en la cocorota!

Hasta se le cruzaron las piernas y se cayó de boca¡ ¡Pobrecito el angelillo! ¡Que tortazo que te has dao! Dijo Jesús mientras lo curaba…. ¡Traerme el agua oxigenada! ¡Ay! ¡Que desatino Angelillo¡ ¡Ahora tendrás que llevar en el brazo en cabestrillo¡ y en la pierna un torniquete….

Lo abrazo amorosamente y le dijo sonriente! No te preocupes valiente te curaras divinamente……!..Mientras él sonreía y decía: esto me pasa por ser tan zoquete ¡Tu no eres zoquete ¡contesto María, algo despistadillo ….Si , un poquillo desastrillo …

¡Para que vamos a engañarnos Angelillo! Pero…… ¿tener tu gran corazón no es más hermoso? Tú que a la luna besas con sonetos……. Enciendes a las estrellas con abrazos ….. ¡Que le cantas al sol! ¡Lo acaricias con poesía para que de alegría……….!

Eso es lo maravilloso!.. ¡la perfección de tu alma es lo más valioso! Dicen en el reino que “Angelillo desastrillo” Cuando baja a la tierra a los niños observa y…………… Mientras por las noches sueñan, las matemáticas enseña y el abecedario…que es necesario, pero también les hace aprender ¡Que la mejor asignatura es la de …. QUERER!

Y Colorín Colorado




miércoles, 20 de octubre de 2010

CUENTO HIPER MARINO


LA AVENTURA DE MILTON. Mónica Ferri

Milton, un dulce niño de pocos años, soñaba con el fondo del mar. Quería saber quiénes habitaban esas profundidades. Una noche, al hacer sus oraciones, se dirigió con todo amor a su ángel de la guarda, su guía protector de la vida espiritual, y le rogó lo tomara de su mano y lo llevara a las profundidades del mar a descubrir lo que había allí; se durmió y así inició su aventura.

Tomado de la mano de su guía, comenzó a bajar por ese mar verde cristalino, y sus ojos comenzaron a descubrir hermosas medusas que mostraban sus gasas de tenues colores haciendo maravillosos dibujos con los movimientos de sus cuerpos, que se asemejaban a un lento ballet. La voz de su guía lo llamó a la realidad; siguieron bajando, comenzaron a transitar por deslumbrantes galerías de jardines acuáticos, entre los que se encontraban también los corales rojos y blancos.

Observó una gran langosta de largas antenas y brillantes colores, a quien le preguntó: Amiga Langosta ¿Puedo preguntarte, quien gobierna estos hermosos parajes? La Langosta solícita le respondió: Tenemos una reina, que es la dueña de todo lo que ves, a quien nosotros respetamos muchísimo por sus grandes virtudes morales y su amor a esta comunidad. -¿Cómo una reina puede gobernar toda esta belleza? Nuestra reina es la habitante más vieja de este lugar, es la sirena Lupita; hace miles de años que nos gobierna y nos sentimos muy felices. Milton asombrado le preguntó: ¿Cómo podré hacer para ver a Lupita? Ella habita las profundidades de una cueva, ese es su palacio; allí encontrarás las cosas más bellas que tus ojos jamás han visto. Pero querida amiga langosta, ¿crees que podré ver a tu reina? Por supuesto, Lupita es la sirena más tierna que puedes imaginar, y las puertas de su palacio siempre están abiertas para aquellos que quieran visitarla. Milton le agradeció con cariño la información y continuó el descenso a las profundidades.

Descendiendo pudo observar hermosos pulpos que habían tomado forma de carrozas de lujo y cargaban caracoles de bellos colores y formas; aparentemente se dirigían al palacio de Lupita, la sirena reina. Al llegar a una gran playa vio allí un circo que tenía muchos payasitos, ellos eran pececitos de bonitos colores, con ropas muy alegres, hermosos sombreros y grandes narizotas, que divertían a los que pasaban por ese lugar con destino al palacio con el fin de visitar a la querida Lupita, reina de las profundidades. A Milton le llamó poderosamente la atención un enorme tiburón de gran boca llena de dientes, y, como en la Tierra dicen que él es el monstruo del mar, se asustó muchísimo, pero su guía le dijo: Milton, no debes tener temor del tiburón, observa lo que está realizando y luego tú mismo saca tus propias conclusiones. Efectivamente, el hermano tiburón estaba vestido de gran gala con un gracioso sombrero, enhebrando, en forma de collares, flores y globitos brillantes para que los visitantes pudieran regalarle a Lupita. Ciertamente –dijo el niño- si fuera tan malo como dicen, él no tendría sentimientos tan nobles. Y seguidamente le dijo a su guía: Yo creía que el dueño de estos parajes sería el hermano tiburón, por lo malo que se decía que era, pero me equivoqué, porque pareciera que para la reina no hace falta ser malo.

Y así, reflexionando y viajando, se encontró con un grupo de peces martillo; todos trabajaban en armonía bajo la dirección de un pez muy viejecito, la tarea de ellos era la de realizar todos los adornos con maderas de barcos hundidos hacía siglos, y que formaban parte de la decoración del palacio real. Siguiendo el recorrido fue grande la sorpresa al enfrentarse a una enorme cueva de la que emanaba una gran luz muy brillante; asombrado de tamaña belleza se acercó a un gran calamar de brillante color violeta y le dijo: Querido hermano calamar, yo me llamo Milton y estoy explorando tu maravilloso mundo, pero como nada conozco y viajo hacia el palacio real, me llama la atención esa cueva tan maravillosa e iluminada, tal vez me puedas informar de que se trata. Sí, amigo de la Tierra, me place tu curiosidad, esto que tú ves, es una colonia de anguilas eléctricas, ellas trabajan generando energía para iluminar el palacio real.

Para Milton todo esto parecía un cuento de hadas, y le preguntó a su guía si era realidad, a lo que él respondió: -Continuemos juntos el viaje y luego, al finalizar, tú mismo analizarás todo. Milton se reconocía un niño ansioso, y en éste caso debería ser paciente. Se despidió del hermano calamar y continuaron el viaje, entre varias especies de algas marinas que formaban jardines de hermosos follajes coloridos, cuando descubrió un enorme claro, sin vegetación, pero cubierto de caparazones bellísimos por sus formas y colores que producían millares de burbujitas formando nubes muy blancas.

Asombrado, buscó en la mirada de su guía una respuesta que no llegó, sin embargo descubrió cerca de él al gran hermano Bocina, Bocina era un caracol con forma de corneta que comandaba esa colonia por su capacidad y su amor a sus hermanos. Milton asombrado y alegre por todo lo que estaba descubriendo, le dijo. Buen día, hermano Bocina, yo soy un turista en tu mundo y mi nombre es Milton, como poco conozco del lugar que habitas, me gustaría saber si te está permitido responderme. ¿Qué es esto tan bello que ven mis ojos y que en mi comunidad nunca vi? Primero quiero darte la bienvenida a nuestro mundo y luego te diré que esto que tú llamas maravilla, es la más grande colonia de tridaones y peines que existe en éste paraje, son los productores de oxígeno para los que aquí habitamos y que alimentan el palacio real. Los tridaones y los peines pertenecen a los lamelibranquios, familia de los crustáceos, hermanos de las almejas; sus caparazones se abren y cierran continuamente produciendo esas burbujas de oxígeno, y son de formas y colores majestuosos. ¿Puedo molestarte con otra pregunta? Pregunta, hermano, estoy a tu servicio. Llevamos largas horas viajando y aún no encontramos el palacio real. ¿Puedes decirme si existe? Si así fuera, ¿falta mucho para llegar? Estás en el camino cierto, él existe, pero todavía debes cruzar algunas colonias donde hay hermanos trabajando para el bien común, continúa viajando y descubrirás tú mismo el palacio de Lupita. Hermano Bocina, te estoy reconocido por tus informes y tu afecto, a mi regreso pasaré a saludarte.

Y así continuó su maravilloso paseo, descendió por un estrecho pasaje donde al final se divisaba una luz muy azul, se apresuró para saber que encontraría en el lugar. Encontró un barco durmiendo en el lecho marino desde hacía siglos, estaba entre piedras, arena, plantas y algo en mucha cantidad que se movía graciosamente pero que él no conocía, se trataba de una gran colonia que después supo que era de esponjas de mar; se dirigió a la más grande de ellas y le dijo: No sé quién eres, pero te presento mis respetos y el de mi amigo y te doy los buenos días. Te agradezco tu delicadeza, yo soy mamá esponja, te doy la bienvenida a mi colonia en nombre de los que aquí trabajamos, no me has dicho tu nombre, pero veo que perteneces a la Tierra. Es verdad, mamá esponja, yo soy Milton, y quien me acompaña es mi amigo guía; siempre me apasioné por conocer tu mundo. Eso habla muy bien de ti, tratar de conocer otras comunidades nos ayuda a comprender más aquella en la que nos toca vivir. ¿Puedo preguntarte, mamá esponja, cuál es la tarea de tu colonia? Nuestra tarea es la de embellecer el palacio, revistiendo sus paredes, pisos y camas, para que sus habitantes y visitantes disfruten plácidamente del lugar estamos dotadas de gran suavidad y además absorbemos como buenas trabajadoras las impurezas del ambiente palaciego. ¿Cuántos mandan en ésta colonia? Hermano Milton, aquí en nuestra colonia sólo manda aquel que tenga mayores méritos morales y más amor en su corazón para sus semejantes, pero aún así todos nos sentimos iguales, ninguno discute la jerarquía del otro, nos amamos y nos respetamos mutuamente, nuestra meta es el trabajo para el bien común. Lo que acabas de decirme, mamá esponja, es para mí muy útil y te lo agradezco con toda humildad.

Fue así que se despidió de su amiga y comenzó a reflexionar: ¿Cómo siendo todas las colonias tan perfectas necesitan de una reina? Súbitamente miró a su guía, que ya le había captado el pensamiento y que le respondió: Aún tienes mucho que aprender y además debes poner en práctica las cosas que te enseño a diario, por ejemplo la paciencia, aún no hemos concluido nuestro viaje, espera y obtendrás las respuestas. Pensando en las palabras de mamá Esponja, “estás en el camino cierto”, resolvió continuar el viaje cuando con gran alegría descubrió a su lado a un par de hermosas ballenas que jugaban a su alrededor largando enormes chorros de agua que, en las profundidades y con los reflejos del sol, formaban arco iris deslumbrantes, y así, casi paralizado con tanta belleza, Milton no se atrevió a hacer pregunta alguna, solo siguió con la mirada todo lo que ellas realizaban, y así jugando y jugando, se fueron alejando del lugar.

Mientras avanzaban, más bellas se presentaban a su vista; llegaron a una gruta en la que pudieron observar guirnaldas cristalizadas de distintos colores descendiendo del techo, tenían tal brillo que parecían luces de colores; dentro de esa gruta vivía una colonia de peces paleta de pintor, eran tan bellos sus colores que Milton preguntó en forma general a los componentes de la colonia como podía ser que en las profundidades del mar existieran peces de tamaña belleza, a lo que uno de ellos, muy alegre y cordial, respondió: No somos ni los más bellos ni los mejores en colorido, los hay superiores; aquí cada uno de nosotros está dotado de lo necesario para el servicio de nuestra comunidad. Y dime, amigo, ¿cuál es el servicio que ustedes prestan a esta comunidad? Nuestro servicio es dar brillo y colorido a las profundidades y embellecer el palacio real, donde mora nuestra amada majestad. Entonces ¿es ella quien ordena lo que cada uno de ustedes debe hacer? ¡No!... de ninguna manera, ella no ordena, ella nos ama; nosotros individualmente conocemos nuestras responsabilidades y somos respetuosos para con ella, no necesitamos del yugo para saber cumplir nuestras funciones. La verdad es que me asombran tus informaciones, ya que del lugar que yo vengo todo esto que tú me doces no se vivencia. Espero, amigo mío, que todo lo que ves aquí en nuestro mundo a tu regreso te sea útil para ti y para tu comunidad. No lo dudes, así será.

Se despidió con ternura y amor de aquellos nuevos amigos y continuó el camino convencido de que faltaría muy poco para encontrar lo que tanto ansiaba. Pasaba por lugares donde las tortugas de mar se trasladaban de un lugar a otro con grandes cargas de follaje sobre sus caparazones cuando se encontró con un gran cardumen de caballitos de mar de todos los colores, que viajaban hacia un mismo lugar y resolvió seguir a esas bellezas. Parecían hechos de terciopelo de brillantes colores y se movían tan lentamente que por momentos parecían un gran telón que trataba de tapar algo que debía de ser muy hermoso, y así viajó un largo trecho junto a ellos cuando de repente, en un lugar determinado, el cardumen se dividió en dos partes y dejó ver una gran puerta que más parecía una ilusión.

El más bello de los caballitos, uno de color oro y negro, dirigiéndose a Milton le dijo: Amigos visitantes, los hemos escoltado hasta la puerta del palacio, con lo que damos por concluida nuestra tarea. Milton, más que asombrado, sintió que su corazón estallaba dentro de su pecho y respondió. No encuentro palabras para agradecerte semejante favor pero ¿puedo hacerte una pregunta? Voy a evitarte tu pregunta, pues nuestra tarea es la sensitiva, sabemos lo que tú deseabas y solo debimos cumplir con tu deseo, por ello te hemos escoltado y nos sentimos recompensados por haber cumplido con nuestro deber, solo te deseamos que disfrutes del encuentro con Lupita y que a tu regreso sea esto provechoso para tu comunidad. Y así se despidieron de aquellos bellos caballitos de mar del amigo visitante.

Milton frente a la puerta del palacio, no sabía qué actitud asumir, pero como su guía era también sensitivo lo miró con gran ternura y sin palabras le pidió paciencia, él entendió y resolvió aguardar los acontecimientos. Mientras aguardaba vio acercarse a una señora centolla muy luminosa, acompañada por varios peces espada y apresuradamente le preguntó: Perdona, amiga mía, ¿puedes informarme a qué hora se abren las puertas del palacio? La hermana centolla respondió: Las puertas del palacio permanecen siempre abierta, sólo debes empujar y estarás dentro. En nuestra comunidad no hay puertas que se cierran, solo hay puertas; estás en tu casa, y te doy la bienvenida junto a tu amigo. Nosotros formamos la comisión de recepción del palacio, adelante y disfruten de todo lo que poseemos. Te agradezco la recepción, hermana centolla, pero como nada conozco no sabré como encontrar a la reina Lupita. No te preocupes, aquí nadie se pierde, la reina te encontrará a ti, no hace falta que la busques. Con una inclinación de cabeza la hermana centolla y los peces espada se retiraron.

Milton estaba tan feliz que no se daba tiempo para poder ver toda la hermosura del palacio, comenzó a caminar por salones llenos de luces de colores y visitantes, todos lo saludaban con gran afecto como si fueran viejos amigos, y caminando y mirando se encontró dentro de un jardín de corales blancos como la nieve y llenos de madréporas tropicales de distintos colores, los bancos eran de corales con forma de canapé. Decidió sentarse y descansar unos instantes, cerró los ojos para poder experimentar la paz y la armonía que allí se vivía y pudo oír una música celestial que provenía del ambiente, se trataba del sonido de los cuernos de Ammon, que son unos bellos caracoles amonitas que al contacto con la corriente del agua suenan a música, en ese deleite se encontraba cuando unas suaves manos acariciaron su cabeza y una dulce voz le dijo: Bienvenido a mi palacio, me siento orgullosa de que un habitante de la Tierra visite mis dominios. Bruscamente, Milton abrió los ojos y frente a él pudo observar a una hermosa sirena vestida de oro y envuelta en una suave luz verde que parecía una nube de gasa. Dio un salto y trató de postrarse frente a ella pero la reina dijo: Perdóname, mi amigo, pero ninguno de mi comunidad haría eso, y yo no puedo permitir que mi huésped de honor lo haga, solo existe un Todopoderoso, es ante el Único que debemos postrarnos, y ese es Dios. Creo saber que eres la reina Lupita y me asombra que seas tan humilde, ya que del lugar de donde vengo los reyes viven en lujosos palacios y son muy pocos los que pueden llegar a ellos, y además son los que mandan en todo. Nosotros hemos aprendido, gracias a la Sabiduría Divina, que todos somos hermanos y que cada uno en su colonia debe cumplir distintas tareas, y las asumimos con responsabilidad y con todo amor, no renegamos de lo que nos toca realizar y lo hacemos con el amor más grande, porque ello es siempre en beneficio del bien común. Aprovechando tu gentileza soberana, Lupita, voy a hacerte una pregunta, si me lo permites. Con gusto te responderé, y ya estoy esperando esa pregunta. Me hablaste de Dios, del Todopoderoso, de la Bondad Divina ¿Es que ustedes tienen Dios? Nuestro Dios es tu Dios, es el creador de todo lo que hay en el espacio, en la Tierra, en éstas profundidades, en el Universo; somos parte de Él y por Él trabajamos, amamos perdonamos, auxiliamos, nosotros aquí comprendimos a través de los siglos la lección del amor y de la igualdad. Quiero hacerte saber, reina soberana de las profundidades, que he recibido la más hermosa lección de ti y de tu comunidad; en estos días de viaje por tu reino aprendí más que en mi corta vida en la Tierra, ya que allí solo conocí la envidia, el egoísmo, el poder, la miseria, la traición, la infamia, yo creía que en las profundidades estaba la vida primitiva, pero aprendí que no es así.

Lupita respondió: Nosotros somos los habitantes más antiguos de la historia, y es por ello que tenemos más sabiduría y comprensión. Disculpa, olvidé presentarte a mi amigo y guía, quien me brindó la oportunidad de esta hermosa aventura. Ya nos conocemos, somos viejos amigos y habíamos acordado que realizaras tu viaje a estas profundidades; permanece en el palacio el tiempo que desees y disfruta de todo lo que en él encuentres – dijo Lupita. Con un brillo distinto en los ojos, Milton agradeció el ofrecimiento y Lupita continuó con su tarea de compartir su amor con sus visitantes.
Llegó el día de la partida y en el palacio se organizó una gran fiesta de despedida para Milton y su guía, todo era alegría y felicidad, se encontraban muchos habitante de colonias que él había conocido en el viaje, disfrutaron del momento y luego los acompañaron hasta la puerta del palacio con la reina Lupita al frente, allí aguardaban cuatro hermosos delfines vestidos con pretales de perlas que hicieron de escolta hasta llegar a la superficie. Eran las ocho de la mañana, la madre de Milton lo despertó para hacerle saber que ya era hora de ir al colegio. Entre sorprendido y asombrado, Milton miró a su madre, la abrazó fuertemente, le dio un beso y le dijo: Buenos días, reina de las profundidades, ¡Te Amo! La madre no entendió pero sonrió tiernamente y lo besó. Y así rebosante de felicidad el pequeño Milton concluyó su gran aventura.

Y Colorín Colorado



lunes, 18 de octubre de 2010

CUENTO SONRIENTE


A LA CAZA DE SONRISAS. Pedro Pablo Sacristan

La princesa de las hadas estaba enferma, y aunque los médicos no descubrieron el problema, dos pequeños dragones descubrieron que lo que la había puesto enferma es que ya nunca veía sonrisas.

Así que empezaron a buscarlas por toda la tierra, pero no las encontraron, y viajaron volando por todos los planetas y estrellas en busca de sonrisas.

Y viajaron tanto y tanto sin encontrar ninguna, que uno de ellos decidió dar la vuelta para estar con la princesa cuando muriese. Pero el otro decidió seguir, y justo en el siguiente planeta al que se dirigió, uno pequeño y oscuro que ni se veía, encontró que todas las sonrisas del mundo estaban allí reunidas haciendo una fiesta.

El dragón les contó lo que pasaba, y sin dudarlo millones de sonrisas le acompañaron en su viaje de vuelta, y en cuanto la princesa de las hadas vio tantísimas sonrisas, recuperó su alegría y su salud.

Y el primer dragón, aquel que se había dado la vuelta, se alegró enormemente de haber tenido un amigo más perseverante y paciente que él mismo.

Y Colorín Colorado




domingo, 17 de octubre de 2010

CUENTO CARIBEÑO COLOMBIANO


LA NIÑA QUE QUERÍA TENER SU PROPIO MAR. Leopoldo Berdella de la Espriella. "Primero estaba el mar..." Mitología Kogui.

Triste, acongojada, la niña le había dicho varias veces a su padre que quería tener su propio mar, te llevaré de nuevo un día de estos a la playa, le decía su padre, tratando de consolarla, ¡No! replicaba ella furiosa: ¡Yo quiero que me traigas el mar hasta aquí! ¡Quiero tener un lindo mar para mí sola, en el jardín de la casa!

El hombre no sabía qué hacer. Por mucho que pensaba y pensaba, no encontraba la manera de explicarle a su hija que el mar no tiene dueños, y menos la idea de traerle uno para ella sola. "Se regala una flor, un mango de corazón, un banano o una sarta de huevos de iguana... pero, ¿un mar? ¡Eso es imposible!", pensaba. Una tarde, un azulejo lo vio cabizbajo, sentado sobre un tronco, a cada momento se llevaba las manos a la cabeza y dejaba escapar una que otra queja en voz alta, lloraba; curioso, el azulejo se le acercó: ¿Por qué tan triste? le preguntó, posándose en las ramas más bajas de un arbusto cercano, mi hijita Irene quiere un mar para ella sola, contestó el hombre, desconcertado.

¿Es eso todo? inquirió el azulejo, todo...musitó el hombre metiendo la cabeza entre las manos, ¡Pero yo no sé cómo traerle un mar hasta aquí! ¡Espérame un momento! le ordenó el azulejo: ¡Trataré de conseguir a alguien que quiera traerle un mar a tu hija! Y se fue. Al rato, el hombre oyó un intenso aleteo, miró hacia el cielo y vio al azulejo y a tres gaviotas bajar hasta el arbusto, te traemos el mar que deseas para tu hija, dijo una de las gaviotas: Azulejo nos contó de tu pena y del deseo de ella de tener su propio mar, y hemos decidido complacerla agregó. ¿Mar? exclamó el hombre, decepcionado: ¡Pero si eso no es un mar! ¡Es un simple caracol...!

Escucha... le profirió una gaviota blanca de copete negro que había permanecido silenciosa: ¡Aquí está el mar! ¿Lo oyes? Y le extendió el caracol; incrédulo, el hombre tomó el caracol y lo acercó a su oído, sí, lo oigo respondió, pero mi hija no lo quiere allí, dentro de un caracol, lo quiere en su jardín, para bañarse en sus aguas para corretear en sus arenas blancas; ¡Tu hija es muy exigente! chilló la gaviota más joven: ¿Sí lo merecerá? Y voló hacia un cámbulo florecido, las otras gaviotas y el azulejo la siguieron, un buen rato duraron cavilando, ¡Es una niña muy exigente! insistió la gaviota más joven, todos los niños lo son, aclaró la del copete negro: Pensemos en una solución...

¡Ya...! ¡Ya...! ¡La tengo...! graznó la más veterana de las gaviotas: Su hija...¡Irene...! exclamó el azulejo, frotándose las alas, su hija Irene tendrá su propio mar, porque así lo ha deseado, y volvieron donde el hombre, tu hija tendrá un mar dijo la más veterana de las gaviotas, pero habrá una condición, ¿Cuál? preguntó el hombre. Tendrá que, con los días, empezarlo a compartir con todas las aves del contorno, ¡Lo hará! aseguró el hombre, radiante, y no sólo con las aves, sino también con los insectos y las plantas. ¡Y con sus vecinos! Bien dijo la más veterana de las gaviotas: Toma el caracol que te hemos dado, llévalo a tu casa, y siémbralo en el jardín, ¿Sembrarlo en el jardín? objetó el hombre, confundido, ¡Claro! insistió la gaviota, ¿Acaso no hay que sembrar para recoger? Y levantó el vuelo, las otras dos y el azulejo levantaron también el vuelo, siguiéndola de cerca. Desconcertado, el hombre se llevó el caracol para su casa, pero una vez allá, comenzó a dudar, no sabía si colocarlo de adorno en su mesita de noche, si usarlo para que las puertas no se cerraran de golpe, o sembrarlo en el jardín, conforme se lo había aconsejado la gaviota, "¿Sembrarlo en el jardín?", pensaba: "Nunca había escuchado tanta necedad...".

¡Yo quiero un mar! ¡Yo quiero un mar! gritaba su hija, inconsolable, lo sembraré en el jardín decidió el hombre: Al fin y al cabo, nada se pierde con probar, y lo sembró en todo el centro del jardín, marcando el sitio de siembra con una estaca. Pasaban los días, y la tristeza de Irene aumentaba, a pesar de sus exigencias, su padre guardaba silencio. A veces se le veía intranquilo, sobre todo cuando por las tardes se dirigía al jardín. Una noche, un ruido extraño despertó al hombre, rápidamente se dirigió al jardín, el ruido lo ocasionaba un topo que, escarbando, había dado con el caracol, y se disponía a hacerlo trizas, ¡Ea! ¡Deja eso ahí! ¡Es mío! le gritó el hombre, visiblemente alterado, asustado, el topo se alejó por entre los matorrales, dejando el caracol al lado de un rosal, de donde el hombre lo rescató para volverlo a sembrar.

Esta vez lo sembraré bien hondo dijo el hombre, y lo sembró, otro día, fueron las hormigas, presurosas, llevaban el caracol en andas, buscando la manera de meterlo en uno de los tantos agujeros que tenían en el jardín, ¡Váyanse a otro lado! les ordenó el hombre arrebatándoles el caracol: ¡Conténtense con las hojitas y los tallos tiernos! Desde entonces, decidió montar vigilancia en el jardín, sobre todo en las noches, que era cuando más peligro corría el caracol de desaparecer.

Pero nada sucedía en el jardín, salvo el desplazarse sigiloso de una ardilla, el vuelo de una torcaza, el canto de las cigarras al atardecer o el ruido imperceptible de una flor abriéndose a la vida, nada extraordinario sucedía en el jardín, aquélla siempre parecía condenada al fracaso. Una mañana, cuando ya Irene había perdido las esperanzas de tener su propio mar, un aleteo intenso la despertó bien temprano, la niña saltó de la cama, se frotó los ojos y se encontró con que tres bellas gaviotas una de ellas con un copete negro se habían posado suavemente en el alféizar de su ventana, una brisa ligera movía las cortinas y llenaba la estancia de un olor a trópico.

¡Levántate, Irene! le ordenaron las gaviotas en coro: ¡El mar que deseabas ya está aquí! ¿El mar...? –preguntó la niña intrigada, ¡Sí! ¡El mar! respondieron en coro las gaviotas: ¿Acaso no lo pedías? ¿No querías tener un mar para ti sola, en el jardín de su casa? Irene no pudo responder, emocionada, se dirigió al jardín: ¡Todo su jardín se había convertido en un inmenso oleaje azul, con palmeras y arenas blancas, alcatraces, cangrejos y corales, y, a lo lejos, la vela blanca de un barquillo se recortaba contra el cielo! ¡Allí estaba el mar, su mar!

Presurosa, la niña corrió a la habitación de su padre, que dormía profundamente en su catre, después de otra noche de vela en el jardín. ¡Padre! ¡Padre! llamó: ¡El mar! ¡El mar! ¡Por fin tengo un mar para mí sola, en el jardín de la casa! Y con una alegría que le salía por todo el cuerpo, agradeció a su atónito padre el que le hubiese permitido tener su propio mar, allí mismo, en el jardín de su casa, ¡Tendrás que compartirlo con las aves del contorno, los insectos, las plantas y tus vecinos! alcanzó a decirle el hombre, Irene ya no oía, descalza, con el cabello suelto, corría por la tibia arena detrás de un cangrejo ermitaño que presuroso, volvía a su guardia en el brote rojizo de un hermoso coral.

Y Colorín Colorado




sábado, 16 de octubre de 2010

CUENTO SECRETO


EL HADA, LA NIÑA Y EL SECRETO DE LA FELICIDAD…

Un día, una niña caminando por el parque se encontró con una mariposa enredada entre espinas. Desesperada, aleteaba para liberarse, pero le era imposible, la niña, al divisarla en tal dificultad, la rescató, compadecida de la pobre criatura, inmediatamente, la pequeña mariposa se convirtió en un Hada mágica y agradecida le dijo a la niña: “Pídeme un deseo, te recompensaré por haber sido tan generosa conmigo”.

La niña no lo dudó ni por un instante: ¡Quiero ser feliz!, respondió inmediatamente, ¡concedido!, y el Hada le susurró un secreto al oído antes de desaparecer entre las flores. Desde entonces aquella niñita irradiaba alegría por donde iba, y todo el mundo se acercaba a preguntarle cuál era su secreto.

¡Parece un ángel! decía la gente, ¡qué amable es!, siempre está dispuesta a ayudar a todos”, tenía muchos amigos, aunque muchos sólo pretendían averiguar su secreto al acercarse a ella, no eran auténticos amigos… Siempre que enfermaba alguien, su presencia era requerida junto al enfermo porque la alegría que transmitía era la mejor medicina para todos; una simple caricia de sus manitos aliviaba todos los dolores.

Así creció y siguió siendo feliz, pero los envidiosos no dejaban de criticarla, tachándola incluso de bruja, les hubiera gustado atraparla y destruirla. Siendo ya muy anciana, sintió que se acercaba el momento de abandonar este mundo, todo el pueblo estaba a su alrededor y lloraban desconsolados pensando que la felicidad los abandonaría para siempre si ella no estaba más con ellos.

¡Por favor, por favor, cuéntanos qué te dijo el hada!, ¿cuál es tu secreto?, le pedían a la anciana que revelara la verdad que la había acompañado toda su vida, finalmente, dio a conocer su tesoro: El hada me dijo: ‘AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS…’ Desde ese momento comprendí que sólo el amor lo sana todo, lo cubre todo, lo puede todo… y que sólo amando se es feliz”. En ese mismo momento, la anciana, expiró por última vez y el Hada Mágica que había rescatado alguna vez en su infancia la vino a buscar y la llevó junto a ella al reino de la eterna felicidad, al reino del AMOR…

Y Colorín Colorado



jueves, 14 de octubre de 2010

CUENTO MINERO


LOS MINEROS SALIERON DE LA MINA. Autor: César Vallejo

Remontando sus ruinas venideras, fajaron su salud con estampidos y, elaborando su función mental cerraron con sus voces el socavón, en forma de síntoma profundo. ¡Era de ver sus polvos corrosivos! ¡Era de oír sus óxidos de altura! Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)

El orden de sus túmulos, sus inducciones plásticas, sus respuestas corales, agolpáronse al pie de ígneos percances y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes, imbuidos del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.

Craneados de labor, y calzados de cuero de vizcacha, calzados de senderos infinitos, y los ojos de físico llorar, creadores de la profundidad, saben, a cielo intermitente de escalera, bajar mirando para arriba, saben subir mirando para abajo.

¡Loor al antiguo juego de su naturaleza, a sus insomnes órganos, a su saliva rústica! ¡Temple, filo y punta, a sus pestañas! ¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios! ¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas! ¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres!

¡Mucha felicidad para los suyos!

¡Son algo portentoso, los mineros remontando sus ruinas venideras, elaborando su función mental y abriendo con sus voces el socavón, en forma de síntoma profundo!

¡Loor a su naturaleza amarillenta, a su linterna mágica, a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos, a sus ojazos de seis nervios ópticos y a sus hijos que juegan en la iglesia y a sus tácitos padres infantiles!

¡Salud, oh creadores de la profundidad...! (Es formidable.)

Y Colorín Colorado



martes, 12 de octubre de 2010

CUENTO DULCE


UN CUENTO DE HADAS.

Entre el mar y el cielo, escondido entre las nubes, se encuentra un reino mágico, un lugar precioso, conocido como el Reino de las Hadas. Este reino, es un mundo fantástico, un lugar donde todo es mágico, en donde nada parece real, todo parece ser producto de un sueño.

Estas hadas, son seres inmortales, nacieron con el primer amanecer en la tierra, es una especie preciosa son muy pequeñas. Tienen unas pequeñas alas transparentes, de una gran belleza. Son seres muy bondadosos, muy buenos, que se esfuerzan por hacer felices a los demás aunque eso vaya en su propio perjuicio. Las hadas viven en las nubes, su función es la de hacer felices a los niños son los únicos capaces de ver a las hadas, pero dejan de verlas cuando crecen, ya que estas deben proteger a los otros bebes humanos que acaban de nacer.

Entre todas las hadas, había una que destacaba, era más pequeña que el resto, con unas alas muy pequeñas que le impedían volar, pero eso no escondía la belleza de este ejemplar. Tenía unos ojos de un color marrón muy claro, muy suave, que descubrían su mirada, una mirada muy dulce, su pelo era castaño muy largo precioso; era un hada de de una belleza especial.

A pesar que no sabía volar, se empeñó en proteger a un niño, pero las hadas madres se lo impidieron. Un Ángel de la guarda amigo suyo, se entero de que no le dejaban proteger a ningún niño, y quizá ayudarla intento enseñarle a volar pero sus alas seguían siendo muy pequeñas, demasiado débiles para levantar vuelo, la pequeña hada, se puso muy triste, comenzó a llorar, y sus lágrimas se convertían en una lluvia preciosa que caía sobre las aguas del mar, al ver esto, el Ángel de la Guarda, la acogió, le seco las lágrimas las puso sobre sus grandes alas plateadas y echo a volar, fue la primera vez que la hada voló, aunque no fuera con sus propias alas.

Poco después, el ángel convenció a las hadas madres para que le dejaran a la pequeña hada a su cargo, y así fue, aunque fuera junto a él, el hada pequeña, pudiera proteger a un niño, consiguiendo que su sueño se hiciera realidad y volver a ver la sonrisa de un hada especial.

Y Colorín Colorado




lunes, 11 de octubre de 2010

CUENTO SABIONDO


EL DOCTOR SABELOTODO. Hermanos Grimm.
Erase una vez un pobre campesino, llamado Cangrejo que se fue a la ciudad guiando un carro tirado por dos bueyes a venderle a un doctor una carretada de leña por dos ducados. Mientras se le pagaban sus dineros el doctor se encontraba precisamente comiendo; cuando vio el campesino lo bien que comía y bebía le entró envidia y pensó que también él quisiera ser doctor, así que se quedó unos momentos sin saber qué hacer y, al fin, le preguntó si no podría hacerse él doctor. ¡Ya lo creo! -respondió el doctor-; eso se logra fácilmente. ¿Qué debo hacer? -preguntó el campesino.

En primer lugar te compras un abecedario, de esos que tienen un gallito pintado en las primeras páginas; en segundo lugar vendes tu carreta y los bueyes y, con lo que saques, te compras trajes y todo lo que es propio del menester doctoral; y, en tercer lugar, mandas hacer un rótulo donde se lea "Soy el doctor Sabelotodo" y lo clavas bien alto sobre la puerta de tu casa.

El campesino siguió las instrucciones al pie de la letra. Y he aquí que cuando ya había doctorado un poquillo, pero no mucho, robaron a un gran señor una cierta cantidad de dinero. Entonces alguien le habló del doctor Sabelotodo, que vivía en tal pueblo y que tendría que saber también dónde estaba el dinero. Así que el señor mandó enganchar el coche, se fue a aquel pueblo, se presentó en su casa y le preguntó si era el doctor Sabelotodo. Pues sí, lo era. Entonces tendría que ir con él a recuperar el dinero robado. ¡Oh, sí!; pero Grete, su mujer, tendría que acompañarle. El señor se mostró conforme, invitó a la pareja a subir al coche y partieron todos.

Cuando llegaron al palacete señorial la mesa ya estaba puesta, y el señor le rogó que comiese antes que nada. ¡Encantado!, dijo, pero con su mujer, la Grete; y se sentó con ella en la mesa. Cuando entró el primer criado llevando una fuente llena de suculentos manjares, el campesino dio un codazo a su mujer y le dijo: Grete, éste es el primero. Y sólo quiso dar a entender que éste era quien había servido el primer plato; pero el criado creyó que había querido decir "Este es el primer ladrón"; y como realmente lo era le entró miedo, y cuando salió dijo a sus camaradas: -El doctor lo sabe todo; vamos a salir mal parados; ha dicho que yo soy el primero. El segundo no quería entrar pero no tuvo otro remedio y, cuando lo hizo llevando su fuente, el campesino, dando otro codazo a su mujer, dijo: -Grete, éste es el segundo. El segundo criado también se asustó y salió precipitadamente. Al tercero no le fue mejor, pues el campesino dijo de nuevo: -Grete, éste es el tercero.

El cuarto sirvió una fuente tapada, y entonces el señor le pidió que mostrase sus artes adivinando lo que contenía. En la fuente había cangrejos. El campesino contempló la fuente y, no sabiendo qué responder, exclamó: -¡Ay de ti, pobre Cangrejo! Al oírlo exclamó el señor: -¡Ahí lo tenéis: lo sabe!; y también sabrá quién tiene el dinero.

Al criado le entró un pánico cerval y guiñó un ojo al doctor, dándole a entender que saliera un momento. Cuando lo hizo, los cuatro confesaron haber robado el dinero, asegurándole estar dispuestos a restituirlo y a darle, además, una cuantiosa suma si se comprometía a no descubrirlos, pues les iba en ello la cabeza. Le mostraron también dónde habían escondido el dinero. El doctor se dejó convencer, volvió a entrar, se sentó a la mesa y dijo: -Señor, ahora miraré en mi libro a ver dónde está escondido el dinero.

Y en estas el quinto criado se escondió en la chimenea para ver si el doctor sabía aún más cosas; pero éste abrió su cartilla y empezó a hojearla de arriba a abajo, buscando el gallo. Y como tardase en encontrarlo, dijo: Sé que estás ahí dentro, y tendrás que salir. Creyó el de la chimenea que iba con él y salió aterrorizado de su escondite diciendo: -¡Ese hombre lo sabe todo!

A continuación el doctor Sabelotodo mostró al señor donde se encontraba el dinero, pero sin decirle quién se lo había robado; recibió una buena remuneración por ambas partes y se hizo un hombre famoso.

Y Colorín Colorado