miércoles, 30 de marzo de 2011

CUENTO JUGOSO Y BRILLANTE


ZUMO SOL. Cuentos hispanoamericanos.

Un buen día alguien llamó a mi puerta: - Buenas tarde venimos a traerle un regalo. ¿Un regalo?, para mí, yo no he pedido nada. - No sabemos, nos han dicho que le entreguemos esta caja y nada más podemos decir, ¿nos firma aquí, por favor? - sí, sí, claro, pósenlo allí, parece grande, ni idea de qué será, !muchas gracias!... adiós. Me quedé mirando una enorme caja bien envuelta, con cuidados detalles, en su exterior algo ponía, me aproximé, miré fijamente... precaución, ¡es frágil!, leí con atención, tendré cuidado al desenvolverlo pensé.

Abría la caja con mucho cuidado, en su interior, miles de estrellas se agolpaban tratando de no sobresalir en luz, a cada cual más bella, cada una de ellas con encanto, con magia ¡volaba! y se posaba confiada en mi mano, me hacía cosquillas sin pretenderlo!!, qué bellas estrellas pensé, ¿serán todas para mí?, escondida, medio adormilada, descubrí una Luna amarilla que reposaba tranquila, ¡qué bella luna! me estaba diciendo cuando de repente unos rayos dorados que emitían calor saltaron en mis ojos, me iluminaron la cara... no puede ser exclamé... ¿también hay un Sol? ¿También es para mí?, no puede ser, me repetía con asombro.

La sorpresa era demasiado grande, asustada cerré la caja, me senté sobre ella, no puede ser me repetía, esto tan grande, con tanta belleza, no puede ser para mi, se habrán equivocado, voy a mirar el remite, seguro que no es para mi... alguien debe de estar esperando este regalo y lo han entregado en casa equivocada, seguro. Me agaché, busqué y busqué, un nombre, una dirección, pero nada hallé, no había remite, ninguna seña de identidad de a quién iba destinado ese magnífico regalo. Después de un tiempo, un buen día se acercaron a mi puerta: - Buenas tardes, somos los de las mudanzas, venimos a por la caja grande que un día le dejamos, fue una equivocación, nos avisaron de pasar a retirarla. - Pero... no pueden llevársela, ¡no!, - grité yo, - lleva mucho tiempo conmigo, no pueden...

A nosotros no nos diga nada, lo sentimos, cumplimos órdenes, nos han dicho, esa caja no puede tenerla esa persona por más tiempo, por eso vinimos, ¿donde está la caja? - Ahora que recuerdo... ya no la tengo, dije con voz templada, me cansé de ella y se la entregué a unos desconocidos que pasaban por la calle. - Pero... nos mete en un compromiso, nos han encargado llevársela a su dueño... - dijo uno de los transportistas. - Pues yo ya no la tengo, puedo intentar recordar como eran esos desconocidos pero no sé ningún dato de ellos, la cosa se pinta difícil, - añadí como con indiferencia. Uno de los hombres me escudriñó los ojos, sostuve su mirada, con seriedad, con preocupación por su problema. - Y... ¿esos cartones que asoman por esa puerta?, - me preguntó entonces con voz incisiva. - Ah, eso, - dije mirando hacia donde señalaba, - tiene razón, es parte de la caja, es que yo en realidad... entregué su contenido, la caja la rompí era muy fea, expliqué al hombre tratando de convencerle.

Vámonos oí que el hombre le dijo entonces al otro. - Pero... nos la vamos a cargar con el jefe, - protestó el otro. - Vámonos, aquí no hay nada que hacer, - respondió de nuevo escuetamente el primero. Se alejaron, al cerrar la puerta, mi sonrisa, inocente y espontanea brotó... corrí a mi dormitorio, al llegar las estrellas habían formado coro junto a mi cama, la Luna cantaba una hermosa canción sobre dos enamorados que se declaraban amor bajo su candorosa mirada y el Sol... brillaba sobre mi cama. De repente volvieron a llamar a la puerta, mi sonrisa se congeló, abrí la puerta, era el hombre de mirada profunda, fijando sus manos en la puerta para que no pudiera cerrarla me habló así: - No me he creído para nada que hayas regalado esa caja pero, tranquila, no vengo a llevármela, me asalta una curiosidad y solo quiero satisfacerla. - ¿Cúal? - dije yo totalmente entregada al verme descubierta. - ¿Qué contiene esa caja? - me preguntó con curiosidad. Yo sonreí.

Tomándole de la mano entramos en mi casa, le acerqué a la habitación y le dije: ZUMO DE SOL - Mírelo usted mismo pues está todo sobre mi cama. El hombre entró, yo me quedé fuera esperando en el salón su comentario, su reacción, pero nada oí. Al salir, el hombre me miraba sorprendido y me dijo: - ¿Y por eso que hay encima de su cama, tanto revuelo para que vengamos a recogerlo?, no entiendo, ¡algunas personas están locas!, - dijo cerrando la conversación y saliendo por la puerta confuso y malhumorado, - yo creía que era algo especial... vaya pérdida de tiempo y esfuerzo, - se oyó por las escaleras mientras descendía. Me quedé perpleja con tales palabras, acudí a mi habitación rápidamente, al entrar no lograba comprender, sobre mi cama había unos grandes racimos de uvas, un plátano y una naranja. Cogí todo en mis manos como pude, no acertaba a saber qué había sucedido cuando de repente la naranja me hablo: -Ya se ha ido? - Sí, - balbuceé aún sin explicarme nada. - Buf, menos mal, casi nos pillan, ¿verdad? - me dijo con su voz granulada y sus ojitos de gajos chispeantes, - eh, ¡¡Luna!!, ¡¡estrellas!!, ya podéis salir de dentro de la fruta, ¡no hay peligro!!, - gritó convencida la naranja. Y el plátano se convirtió en Luna, las uvas en estrellas y el Sol... el Sol surgió de una simple naranja. Y justo en ese momento... desperté, me levanté, subí la persiana... llueve me dije con tristeza, me fui a la nevera, la abrí y... sonreí... creo que hoy voy a prepararme ¡un buen zumo de naranja! me dije mientras sacaba una redonda naranja que me miraba con su granulosa mirada.

Y Colorín Colorado

Unas veces podemos alimentarnos con zumos de frutas y otras veces podemos simplemente alimentarnos con zumos de sueños. Ambos, no lo duden, son energía para el cuerpo y luz para el alma.


martes, 29 de marzo de 2011

CUENTO DISCIPLINADO


LA HORMIGA REBELDE. Pedro Pablo Sacristan

Había una vez una hormiga que estaba harta de ser hormiga. No le gustaba nada: las normas le parecían muy estrictas, se hartaba de tener que esperar larguísimas colas y odiaba hacer lo mismo que todo el mundo, siguiendo las órdenes generales. Ella quería ser como las mariquitas y los escarabajos, y vivir despreocupadamente. Y tanto se esforzó por conseguirlo, que finalmente un día de viento, se agarró a una gran hoja y se fue volando arriba y arriba.

Cuando estaba muy alto, tanto que ya no se distinguían los insectos, miró abajo y no pudo creer lo que vio: de entre las hierbas se alzaba el magnífico hormiguero, que podía verse a gran distancia. No había rastro de nidos de escarabajos, mariquitas ni ningún otro: sólo el hormiguero.

Y la hormiga se dio cuenta de que eran precisamente las normas, el espíritu de sacrificio, la obediencia y el esfuerzo de todas las hormigas, lo que hacía posible que su obra conjunta fuera muchísimo mayor que lo nunca pudiera haber conseguido insecto alguno, y se sintió realmente orgullosa de ser hormiga.

Y Colorín Colorado






sábado, 26 de marzo de 2011

CUENTO MATRIMONIAL


EL HADA DEL SAUCO. Hans Cristian Andersen

Erase una vez un chiquillo que se había resfriado. Cuando estaba fuera de casa se había mojado los pies, nadie sabía cómo, pues el tiempo era completamente seco. Su madre lo desnudó y acostó, y, pidiendo la tetera, se dispuso a prepararle una taza de té de saúco, pues esto calienta. En esto vino aquel viejo señor tan divertido que vivía solo en el último piso de la casa. No tenía mujer ni hijos pero quería a los niños, y sabía tantos cuentos e historias que daba gusto oírlo.

Ahora vas a tomarte el té -dijo la madre al pequeño- y a lo mejor te contarán un cuento, además. Lo haría si supiese alguno nuevo -dijo el viejo con un gesto amistoso-. Pero, ¿cómo se ha mojado los pies este rapaz? -preguntó. ¡Eso digo yo! -contestó la madre-. ¡Cualquiera lo entiende! ¿Me contarás un cuento? -pidió el niño. ¿Puedes decirme exactamente -pues debes saberlo- qué profundidad tiene el arroyo del callejón por dónde vas a la escuela? Me llega justo a la caña de las botas -respondió el pequeño-, pero sólo si me meto en el agujero hondo. Conque así te mojaste los pies, ¿eh? -dijo el viejo-. Bueno, ahora tendría que contarte un cuento, pero el caso es que ya no sé más.

Pues invéntese uno nuevo -replicó el chiquillo-. Dice mi madre que de todo lo que observa saca usted un cuento, y de todo lo que toca, una historia. Sí, pero esos cuentos e historias no sirven. Los de verdad, vienen por sí solos, llaman a la frente y dicen: ¡aquí estoy! ¿Llamarán pronto? -preguntó el pequeño. La madre se echó a reír, puso té de saúco en la tetera y le vertió agua hirviendo. ¡Cuente, cuente! Lo haré, si el cuento quiere venir por sí solo, pero son muy remilgados. Sólo se presentan cuando les viene en gana. ¡Espera! -añadió-. ¡Ya lo tenemos! Escucha, hay uno en la tetera.

El pequeño dirigió la mirada a la tetera; la tapa se levantaba, y las flores de saúco salían del cacharro, tiernas y blancas; proyectaron grandes ramas largas, y hasta del pitorro salían, esparciéndose en todas direcciones y creciendo sin cesar. Era un espléndido saúco, un verdadero árbol, que llegó hasta la cama, apartando las cortinas. Era todo él un cuajo de flores olorosas, y en el centro había una anciana de bondadoso aspecto, extrañamente vestida. Todo su ropaje era verde, como las hojas del saúco, lleno de grandes flores blancas. A primera vista no se distinguía si aquello era tela o verdor y flores vivas.
¿Cómo se llama esta mujer? -preguntó el niño. «Verás: los romanos y griegos -respondió el viejo- la llamaban Dríada, pero esta palabra no la entendemos nosotros. Allá en Nyboder le damos otro nombre mejor; la llamamos "mamita saúco", y has de fijarte en esto. Escucha y contempla el espléndido saúco. Hay uno como él, florido también, allá abajo; crecía en un ángulo de una era pequeña y humilde. Un mediodía dos ancianos se habían sentado al sol, bajo aquel árbol. Eran un marino muy viejo y su mujer, que no lo era menos. Tenían ya bisnietos, y pronto celebrarían las bodas de oro, aunque apenas se acordaban ya del día de su boda; el hada, desde el árbol, parecía tan satisfecha como esta de aquí.

Yo sé cuándo son sus bodas de oro -dijo; pero los viejos no la oyeron; hablaban de tiempos pasados. ¿Te acuerdas? -decía el viejo marino-. ¿Te acuerdas de cuando éramos niños y corríamos y jugábamos en esta misma era? Plantábamos tallitos en el suelo y hacíamos un jardín. Sí -replicó la anciana-, lo recuerdo bien. Regábamos los tallos; uno de ellos era una rama de saúco, que echó raíces y sacó verdes brotes y se convirtió en un árbol grande y espléndido; este mismo bajo el cual estamos. Sí, esto es -dijo él-; y allí en la esquina había un gran barreño; en él flotaba mi barca. Yo mismo me la había tallado. ¡Qué bien navegaba! Pero pronto lo haría yo por otros mares.

Sí, pero antes fuimos a la escuela y aprendimos unas cuantas cosas prosiguió ella- Y luego nos prometieron. Los dos llorábamos, pero aquella tarde fuimos, cogidos de la mano, a la Torre Redonda, para ver el ancho mundo que se extiende más allá de Copenhague y del océano. Después nos fuimos a Frederiksberg, donde el Rey y la Reina paseaban por los canales en su embarcación de gala. Pero pronto me tocó a mí navegar por otros lugares, durante muchos años. Fui lejos, muy lejos, en el curso de largos viajes. Sí, ¡cuántas lágrimas me costaste! -dijo ella-. Creí que habías muerto; te veía en el fondo del mar, sepultado en el fango. ¡Cuántas noches me levanté para ver si la veleta giraba! Sí, giraba, pero tú no volvías. Me acuerdo de un día que estaba lloviendo a cántaros, el basurero se paró frente a la puerta de la casa donde yo servía. ¡Era un tiempo espantoso! Yo salí con el cubo de basura y me quedé en la puerta, y mientras aguardaba allí se me acercó el cartero y me dio una carta, una carta tuya. ¡Dios mío, lo que había viajado aquel sobre! Lo abrí y leí la carta, llorando y riendo a la vez. ¡Estaba tan contenta! Decía el papel que te hallabas en tierras cálidas, donde crecía el café. ¡Qué país más maravilloso debe ser! ¡Me contabas tantas cosas! Y yo las estaba viendo mientras la lluvia caía sin cesar, de pie yo con mi cubo de basura. Alguien me cogió por el talle...

Pero tú le propinaste un buen bofetón, muy sonoro por cierto. No sabía que fueses tú. Habías llegado junto con la carta y ¡estabas tan guapo! -y todavía lo eres-. Llevabas en el bolsillo un largo pañuelo de seda amarillo, y un sombrero nuevo. ¡Qué elegante ibas! ¡Dios mío y qué tiempo hacía, y cómo estaba la calle! Entonces nos casamos -dijo él-, ¿te acuerdas? ¿Y de cuándo vino el primer hijo, y después María y Niels, y Pedro, y Juan, y Cristián? Sí, y todos crecieron y se hicieron personas como Dios manda, a quienes todo el mundo aprecia. Y sus hijos han tenido ya hijos a su vez -dijo el viejo-. Nuestros bisnietos; hay buena semilla. ¿No fue en este tiempo del año cuando nos casamos? Sí, justamente es hoy el día de sus bodas de oro -intervino el hada del sabucal, metiendo la cabeza entre los dos viejos, los cuales pensaron que era la vecina que les hacía señas. Se miraron a los ojos y se cogieron de las manos.

Al poco rato se presentaron los hijos y los nietos; todos sabían muy bien que eran las bodas de oro; ya los habían felicitado, pero los viejos se habían olvidado, mientras se acordaban muy bien de lo ocurrido tantos años antes. El saúco exhalaba un intenso aroma, y el sol, cerca ya de la puerta, daba a la cara de los abuelos. Los dos tenían rojas las caras, y el más pequeño de sus nietos bailaba a su alrededor, gritando, alegre, que habría cena de fiesta: comerían patatas calientes. Y el hada asentía desde el árbol y se sumaba a los hurras de los demás». Pero esto no es un cuento -observó el chiquillo, que escuchaba la narración. Tú lo sabrás mejor -replicó el viejo señor que contaba-. Lo preguntaremos al hada del saúco. No fue un cuento -dijo ésta-; el cuento viene ahora. Las más bellas leyendas surgen de la realidad; de otro modo, mi hermoso saúco no podría haber salido de la tetera. Y, sacando de la cama al chiquillo, lo estrechó contra su pecho, y las ramas cuajadas de flores se cerraron en torno a los dos. Quedaron ellos rodeados de espesísimo follaje, y el hada se echó a volar por los aires. ¡Qué indecible hermosura!

El hada se había transformado en una linda muchachita, pero su vestido seguía siendo de la misma tela verde, salpicada de flores blancas, que llevaba en el saúco. En el pecho lucía una flor de saúco de verdad, y alrededor de su rubia cabellera ensortijada, una guirnalda de las mismas flores. Sus ojos eran grandes y azules, y era maravilloso mirarlos. Ella y el chiquillo se besaron, y entonces quedaron de igual edad, sintiendo las mismas alegrías.

Cogidos de la mano salieron de entre el follaje, y de pronto se encontraron en el espléndido jardín de la casa paterna; en medio del verde césped, el bastón del padre aparecía atado a una estaquilla. Para los pequeñuelos había vida en aquel bastón; no bien se hubieron montado en él, el reluciente pomo se convirtió en una magnífica cabeza de caballo, con larga y negra melena ondulante, y de la caña salieron cuatro patas esbeltas y vigorosas; el animal era robusto y valiente. Se echaron a cabalgar a galope por el césped. ¡Olé!, correremos muchas millas -dijo el muchacho-; iremos a la finca donde estuvimos el año pasado. Y venga cabalgar alrededor del césped, mientras la muchacha, que, como sabemos, era el hada del saúco, gritaba: Ya estamos llegando. ¿Ves la casa de campo, con el gran horno que parece un gigantesco huevo que sale de la pared y da al camino? El saúco extiende sus ramas por encima, y el gallo va de un lado a otro, escarbando el suelo para sus gallinas. ¡Mira cómo se pavonea! Ahora estamos cerca de la iglesia, en la cumbre de la colina, entre corpulentos robles, uno de los cuales está medio muerto. Y ahora llegamos a la herrería, donde arde el fuego, y los hombres, medio desnudos, golpean con sus martillos esparciendo una lluvia de chispas. ¡Adelante, camino de la casa de los señores!

Y todo lo que iba nombrando la chiquilla montada en el bastón, lo veía el niño, a pesar de que no se movían del prado. Jugaron luego en el camino lateral y plantaron un jardincito en la tierra; ella se sacó una flor de saúco del cabello y la plantó; y creció como hiciera aquel que habían plantado los viejos cuando niños ya. Iban cogidos de la mano, como los abuelos hicieron de pequeños, pero no se encaminaron a la Torre Redonda ni al jardín de Frederiksberg, sino que la muchacha sujetó al niño por la cintura y se echaron a volar por toda Dinamarca; y llegó la primavera, y luego el verano, el tiempo de la cosecha y, finalmente, el invierno; y miles de imágenes se pintaban en los ojos y el corazón del niño, mientras la muchachita cantaba: ¡Jamás olvidarás esto!
En todo el curso del vuelo, el saúco estuvo exhalando su aroma suave y delicioso. Bien observaba el niño las rosas y las hayas verdes, pero el sabucal olía con mayor intensidad aún, pues sus hojas pendían del corazón de la niña, y sobre él reclinaba el pequeño a menudo la cabeza durante el vuelo. ¡Qué hermoso es esto en primavera! -exclamó la muchacha; y se encontraron en el bosque de hayas en pleno reverdecer, con olorosas asperillas al pie de los árboles y rosados anémones entre la hierba-. ¡Ah!, ¿por qué no será siempre primavera en los perfumados hayales de Dinamarca? ¡Qué espléndido es aquí el verano! -exclamó ella, mientras pasaban por delante de viejos castillos del tiempo de los caballeros, cuyos rojos muros y recortados frontones se reflejaban en los canales donde nadaban cisnes, y a lo largo de los cuales se extendían antiguas y frescas avenidas. En los campos, las mieses ondeaban como el mar; en los ribazos crecían flores rojas y amarillas, y en los setos prosperaba el lúpulo silvestre y la florida enredadera. Al anochecer se remontó la luna, grande y redonda; los montones de heno de los prados esparcían su agradable fragancia. ¡Esto no se olvida nunca!

Es magnífico aquí el otoño -volvió a exclamar la muchachita. El aire era aún más alto y más azul, y el bosque presentaba una bellísima combinación de tonos rojos, amarillos y verdes. Pasaban corriendo perros de caza, grandes bandadas de aves salvajes volaban gritando por encima de los sepulcros megalíticos, recubiertos de zarzamoras, que proyectaban sus sarmientos en torno a las vetustas piedras. El mar era de un azul negruzco y aparecía salpicado de barcos de vela, y en la era mujeres maduras, doncellas y niños, recogían lúpulo y lo metían en un gran tonel; los jóvenes cantaban canciones, mientras los viejos narraban cuentos de duendes y gnomos. ¿Dónde podía estarse mejor?

¡Qué hermoso es aquí el invierno! -repitió la niña-. Todos los árboles estaban cubiertos de escarcha, como blancos corales; la nieve crepitaba bajo los pies, como si se llevasen siempre zapatos nuevos, y en el cielo se sucedían las lluvias de estrellas. En la sala estaba encendido el árbol de Navidad; había regalos y buen humor; en las casas de labranza resonaba el violín, y rebanadas de manzana caían a la sartén. Hasta los niños más pobres decían: ¡Qué hermoso es el invierno! Y sí, era hermoso; y la muchachita enseñaba al niño todas las cosas; el saúco seguía exhalando su fragancia, y la bandera roja con la cruz blanca seguía ondeando; aquella bandera bajo la cual había navegado el viejo marino de Nyboder. El niño se hizo un mozo y tuvo que salir al ancho mundo, lejos, a las tierras cálidas, donde crece el café. Pero al despedirse, la muchacha se desprendió del pecho una flor de saúco y se la dio como recuerdo. Él la puso cuidadosamente en su libro de cánticos, y siempre que lo abría en tierras extrañas, lo hacía en la página donde guardaba la flor; y cuanto más la contemplaba, más verde se ponía ella. Le parecía al mozo respirar el aroma de los bosques patrios, y veía claramente a la muchacha que lo miraba por entre los pétalos con aquellos ojos suyos azules y límpidos; y susurraba: ¡Qué hermosos son aquí la primavera, el verano, el otoño y el invierno! Y centenares de imágenes cruzaban su mente. Así transcurrieron muchos años; el muchacho era ya un anciano, y estaba sentado con su anciana esposa bajo un árbol en flor. Se habían cogido de las manos, como el bisabuelo y la bisabuela de Nyboder, y, lo mismo que ellos, hablaban de los tiempos pretéritos y de las bodas de oro. La muchachita de ojos azules y de las flores de saúco en el pelo, desde lo alto del árbol, inclinaba la cabeza con gesto de aprobación y decía: Hoy celebran sus bodas de oro.

Sacándose luego dos flores de su corona, las besó, y ellas relucieron primero como plata y después como oro; y cuando las puso en las cabezas de los ancianos, cada flor se transformó en una áurea corona. Y allí seguían los dos, semejantes a un rey y una reina, bajo el árbol fragante; y él contaba a su anciana esposa la historia del hada del sabucal, igual que se la habían contado antes a él, cuando era un chiquillo; y los dos convinieron en que en aquella historia había muchas cosas que corrían parejas con la propia; y lo que más se parecía era lo que más les gustaba.
Así es -dijo la muchachita del árbol-. Algunos me llaman hada, otros Dríada, pero en realidad mi nombre es Recuerdo. Yo soy la que vive en el árbol, que crece y crece continuamente. Puedo pensar en lo pasado y contarlo. Déjame ver si conservas aún tu flor. El viejo abrió su libro de cánticos, y allí estaba la flor de saúco, fresca y lozana como si acabase de cogerla; y el Recuerdo hizo un gesto de aprobación, y los dos ancianos. Con las coronas de oro en la cabeza, siguieron sentados al sol poniente. Cerraron los ojos y... bueno, el cuento se ha terminado.

El chiquillo yacía en su cama; ¿había sido aquello un sueño, o realmente le habían contado un cuento? Sobre la mesa se veía la tetera, pero de ella no salía ningún saúco, y el anciano señor del piso alto se dirigía a la puerta para marcharse. ¡Qué bonito ha sido! -dijo el pequeñuelo-. ¡Madre, he estado en las tierras cálidas! No me extraña -respondió la madre-. Cuando uno, se ha tomado un par de tazas de infusión de flor de saúco, no hay duda de que se encuentra en las tierras cálidas. Y lo arropó bien, para que no se enfriara. Estuviste durmiendo mientras él y yo discutíamos sobre si era un cuento o una historia. ¿Y dónde está el hada del saúco? -preguntó el niño. En la tetera -replicó la mujer-, y puede seguir en ella.

Y Colorín Colorado



miércoles, 23 de marzo de 2011

CUENTO MILAGROSO


EL GRAN MILAGRO. Vilma Medina Zevallos. España

Un precioso y frondoso árbol nació un alegre y risueño gusanito llamado Nano, un habitante que dio mucho de qué hablar en el bosque. Y es que desde que nació, Nano siempre se ha portado distinto de los demás gusanos. Caminaba más despacio que una tortuga, tropezaba en casi todas las piedras que encontraba por delante, y cuando intentaba cambiar de hojas......¡qué desastre!....siempre se caía. Por esa razón, la colonia de los gusanos le llamaba el gusanito torpecillo.

A pesar de las burlas de sus compañeros, Nano mantenía siempre su buen humor. Y se divertía mucho con su torpeza. Pero un día, llegado el otoño, mientras Nano se daba un paseo por los alrededores, una gran nube cubrió rápidamente todo el cielo, y una gran tormenta se cayó. Nano, que no tuvo tiempo de llegar a su casa, intentó abrigarse en una hoja, pero de ella se resbaló y acabó cayéndose al suelo, haciéndose mucho daño. Se había roto una de sus patitas, y se había quedado cojo. Pobre gusanito... torpecillo y cojo.

Agarrado a una hoja, Nano empezó a llorar. Es que ya no podía jugar, ni irse de paseo, ni caminar... Pero, una noche, cuando Nano estaba casi dormido, una pequeña luz empezó a volar a su alrededor. Primero, pensó que sería una luciérnaga, pero la luz empezó a crecer y a crecer... y de repente, se transformó en un hada vestida de color verde. Nano, asustado, le preguntó: - Quién eres tú? Y le dijo la mujer: - Soy un hada y me llamo naturaleza. - ¿Y porque estás aquí?, preguntó Nano. - He venido para decirte que cuando llegue la primavera, ocurrirá un milagro que te hará sentir la criatura más feliz y libre del mundo. Explicó el hada. - Y ¿qué es un milagro?, continuó Nano.

Un milagro es algo ¡extraordinario, estupendo, magnífico!...... Explicó el hada y, enseguida desapareció.
El tiempo pasó y llegó el invierno. Pero Nano no ha dejado de pensar en lo que había dicho el hada. Ansioso por la llegada de la primavera, Nano contaba los días, y así se olvidaba de su problemita.
Con el frío, todos los gusanos empezaron, con un hilillo de seda que salía de sus bocas, a tejer el hilo alrededor de su cuerpo hasta formar un capullo, o sea, una casita en la que estarían encerrados y abrigados del frío, durante parte del invierno. Al cabo de algún tiempo, había llegado la primavera. El bosque se vistió de verde, las plantas de flores, y finalmente ocurrió lo que el hada había prometido... ¡El gran milagro!

Después de haber estado dormido en su capullo durante todo el invierno, Nano se despertó. Con el calor que hacía, el capullo se derritió y Nano finalmente pudo conocer el milagro. Nano no sólo se dio cuenta de que caminaba bien, sino que también tenía unas alas multicolores que se movían y le hacían volar.. Es que Nano había dejado de ser gusano y se había convertido en una mariposa feliz, y que ya no cojeaba.

Y Colorín Colorado



martes, 22 de marzo de 2011

CUENTO PRIMAVERAL


EL HADA PRIMAVERA. Ana Gpe Pérez Lomeli

Hace miles de años luz en cierta galaxia no muy lejana existía un planeta árido sin vegetación. En este planeta vivían miles de personas en una gran esfera que les protegía de los intensos rayos solares y les fabricaba oxigeno En este planeta había una pequeña niña a la que le gustaba mucho leer cuentos de hadas y se deleitaba una y otra vez en la biblioteca astral observando tantas bellas ilustraciones.

¡Que hermoso debieron haber sido tantos colores, tanta vida! Cierto día pudo llegar a donde nadie podía ir a la bodega astral y no podía creer lo que sus ojos veían, un libro único. Qué podría contener se preguntó. Tanta fue su curiosidad que corrió al instante a tomarlo y al abrir su primera página encontró una pequeña flor marchita y aun así le pareció hermosa, la acercó a su rostro y pudo percibir el amor.

¡Qué hermosa, y que rico huele! ¿Qué clase de flor podría ser aquella?- Es una rosa, le contesto una viejecita que se encontraba en esos momentos pasaba por ahí. La niña derramó una lágrima y dijo como me gustaría poder verla viva. - Te gustaría eso, preguntó la viejecita al momento en que se convertía en una hermosa hada. Sí, lo deseo con todo mi corazón, exclamó la niña.

Bien entonces desde hoy en adelante tu serás la encargada de velar por la naturaleza, los árboles y las flores. Desde hoy tú serás La Primavera.

Y Colorín Colorado



jueves, 17 de marzo de 2011

CUENTO REPETIDO




LA ATRAPA SUEÑOS Y EL HACEDOR DE ESTRELLAS. Escritora de cuentos y poesías infantiles de México. Cuento sobre los sueños.

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos, existe un lugar en el que nacen los sueños”.

Más allá del último horizonte, donde la luz se convierte en una interminable cascada que lo baña todo, existe un lugar llamado Mizar, que es el hogar de un hermoso ángel llamado Illumine, y ella pasa sus días y sus noches cuidando y manteniendo a salvo los sueños de todos los seres vivientes. Todo en Mizar está hecho de sueños, todo lo que has imaginado, cada color, o escenario, cada sonido y palabra se encuentra en este lugar. Todas las musas que los hombres conocen habitan ahí, y juegan con los sueños de los niños, y también sueñan con los sueños que los hombres convertirán en realidad.

En Mizar todos conocen y aman a Illumine, ángel de los sueños, pero la llaman “la atrapa sueños” porque cuando alguien tiene un mal sueño, uno de ésos lleno de miedo o tristeza, Illumine los atrapa en el aire y los lleva a un antiquísimo mar llamado Akilá, en cuyas aguas púrpulas, cristalinas y puras aquellos sueños se limpian y se convierten en la arena plateada que cubre la costa; pero ésta no es la única tarea que lleva a cabo la atrapa sueños; ella también vuela cada noche a través de los mundos para inspirar sueños placenteros y calmar nuestros corazones y mentes, así que cada noche en nuestros sueños todos viajamos a Mizar y hacemos que ese lugar sea más grande, alto y brillante ...

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos, existe un lugar en el que nunca has estado, pero es el lugar en que tu corazón fue creado”.

Sobre la montaña más alta de Mizar se levanta un magnífico castillo, en cuya torre habita otro poderoso ángel llamado Vermalion, éste ángel también es un mago, un alquimista y todo un artista; todo lo que Vermalion toca se convierte en una gran obra de arte. Entre interminables filas de libros y cientos de frascos que contienen todo tipo de coloridas pociones, esencias, rocas y cosas que sólo podrías ver en tus más excéntricas fantasías, encontrarás al gran Vermalion trabajando en un nuevo proyecto; pero lo que más ama hacer éste ángel es hacer estrellas... es un trabajo muy laborioso, pero cuando está terminado, los resultados son sorprendentes ... Aries, las Hadas, Aldebarán, Tauro ... ¿alguno de estos nombres te suena familiar? Todas éstas constelaciones y más, muchas más fueron hechas por el gran Vermalion, mejor conocido como “el hacedor de estrellas” él es quien ha iluminado el cielo nocturno... bueno, no sólo el nuestro, sino todos los cielos en donde quiera que haya uno.

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos hay un ángel que jamás permitiría que te perdieras”.

La vida transcurría pacífica y feliz en Mizar, con todo mundo haciendo su mejor esfuerzo para inspirar a la mente humana con cosas hermosas y todo aquello que es bueno, creativo y puro; pero un día un trueno ensordecedor sacudió el suelo de Mizar, nunca antes algo como eso había sucedido, y las musas, las hadas, los gnomos, elfos, ángeles y todas las criaturas que creemos imaginarias se reunieron en el castillo de Vermalion para descubrir que era lo que habían escuchado. Y justo frente a sus ojos, parado en una esquina del lugar hallaron a un pequeño mirándolos con gran curiosidad.

- ¡Bienvenido a Mizar! –exclamaron todos– - ¿Dónde estoy? - Este es el lugar donde nacen los sueños –dijo la atrapa sueños– ¿Estoy durmiendo? Así es ... y al mismo tiempo no - No comprendo - Estás soñando mi pequeño –dijo el hacedor de estrellas– pero no todos pueden soñar el camino hasta aquí ... tienes un espíritu muy fuerte ... y una mente ávida - ¿Eres un ángel? - Si, lo soy, mi nombre es Vermalion ... y el tuyo es Orión ¿no es así? - ¡¿Como lo sabes!? - Puedo verlo escrito en tus ojos, y has venido hasta aquí buscando respuestas ... ¿estoy en lo correcto pequeño Orión? ... sí ...

Vermalion, Illumine y Orión comenzaron a caminar a lo largo de la costa, contemplando las doce bellísimas lunas llenas en el cielo de Mizar, mientras sentían las cálidas olas púrpuras bañando sus pies. - ¿Qué te ha traído hasta aquí mi pequeño? –preguntó Illumine– - soy demasiado curioso ... al menos eso dice mi mamá ... verán, hace un año traté de contar todas las estrellas ... porque creí que sería sencillo, pero luego noté que cada día hay más y más estrellas; así que leí muchos libros y supe que hay cientos de millones de ellas ... ¡y eso es sólo en nuestra galaxia! ¡Y sólo Dios sabe cuántas galaxias hay por ahí! Pero luego me di cuenta que no sabía de dónde vienen las estrellas ... así que busqué y busqué, y leí e investigué, y pregunté ... y todos dijeron que las estrellas son rocas hechas de minerales y hielo y otras cosas ... pero ... eso no tiene mucho sentido para mí ... ¿de verdad las estrellas sólo son un montón de rocas encendidas flotando en el espacio exterior?

Puedo ver que eres muy curioso pequeño Orión ... y es una actitud que te llevará a lugares que nunca imaginaste, tu creatividad e imaginación te han traído hasta aquí, y te prometo que obtendrás la respuesta que buscas, pero primero, déjame mostrarte un secreto. Entonces los dos ángeles comenzaron a mostrarle al niño el mundo de Mizar, y le revelaron las grandes refulgentes montañas rojas de Igne que estaban hechas con los pensamientos de amor de todos aquellos que han partido de nuestro mundo, porque el amor nunca muere, jamás se desvanece, es infinito; el amor continúa creciendo... justo como aquellas montañas que se hacen más altas cada vez que alguien piensa en aquellos a quienes ama. Entonces los nuevos amigos caminaron hasta el valle de Telesmi, donde habitan todas las criaturas que la mente humana ha imaginado; todas las hadas, unicornios, sirenas y los amigos imaginarios que hemos tenido viven toda clase de aventuras, porque es nuestro valor y nuestra fuerza lo que les ha dado la chispa de la vida.

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos existe la prueba de que el amor y la vida continúan haciéndose fuertes”.

Después de observar bien la belleza de Mizar, Orión notó algo peculiar, parecía que mientras más caminaban más paisajes y caminos aparecían. ¡Éste lugar es infinito! ¡Como las estrellas! Infinito... así es –dijo la atrapa sueños– y toda esta belleza ha sido obra tuya muy pequeño. ¿Cómo puede ser posible? Querías saber de dónde vienen las estrellas –dijo Vermalion– ¡Y ésta es la respuesta! Cada vez que los humanos sueñan o piensan en algo hermoso, Illumine, la atrapa sueños, lleva ésos sueños brillantes, coloridos, placenteros y alegres conmigo y yo les doy forma y les doy un lugar en el espacio exterior para que cada humano pueda ver lo que quieren hacer, y cuando un sueño se hace realidad se convierte en una estrella fugaz... y cuando alguien la ve y pide un deseo, otra estrella nace.

¡Vaya! ¡significa que las estrellas están hechas de sueños! Eso es correcto mi pequeño, y arden porque están hechas con toda la pasión de la vida, y todo el amor de aquellos que soñaron algo bueno; y nuestro amado hogar, Mizar, crece gracias a aquellos espíritus como el tuyo, llenos de vida, creatividad y fe, así que por ello las estrellas son infinitas. - ¿Pero es cierto lo que mucha gente dice de los sueños? ¿Qué dicen mi pequeño? Que los sueños son tontos e inútiles - Tu corazón ya sabe la respuesta...

“En algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos, existe alguien iluminando el cielo para que puedas sonreír”.

De repente el pequeño Orión despertó, y supo que su viaje no había sido sólo un sueño, ahora tenía la certeza de saber que no hay tal cosa como un sueño tonto o imposible, y que no había razón alguna para sentirse solo o perdido, porque sólo tenemos que mirar al cielo para ver nuestras estrellas brillando, sonriéndonos, mostrándonos el camino correcto para hacer nuestros sueños realidad. Orión sabía que en algún lugar más allá de las estrellas, en algún lugar entre los mundos hay un lugar en el que habitan la atrapa sueños y el hacedor de estrellas, cuidando a todas aquellas almas que no tienen miedo de llamarse soñadores.

Y Colorín Colorado


miércoles, 16 de marzo de 2011

CUENTO COOPERADOR


TOÑO Y LA SIRENA. Mercedes Huertas Giol. España

A Toño le regalaron una red para que pescara a la orilla de la playa. Muy ilusionado se fue el domingo a probarla y empezó a echarla, pero sólo sacaba del mar algas y algún pequeño pez, que devolvía al mar para que pudiera crecer.

Después de varias horas cogió algo que brillaba en la red, y con cuidado lo sacó para ver lo que era. Con gran sorpresa vio una orquídea de sal cristalizada, y enseguida quiso regalársela a su madre para darle una gran alegría.

Pensando en lo que había encontrado, se sentó a descansar en una piedra que salía del mar. De pronto oyó una voz a sus espaldas, y al volverse vio la sonrisa de una hermosa niña que le dijo: - Veo que has encontrado mi flor de cristal. La había perdido y estaba disgustada, ya que todas las sirenas tenemos una que nos regaló nuestro Rey, Neptuno.

Entonces Toño se dio cuenta de que era una sirena, y le dijo: - Yo quería regalársela a mi madre…La sirena le contestó:- Yo puedo traerte del fondo del mar un buen regalo para tu madre si me das mi orquídea.

Toño se la dio sin pensarlo dos veces y la sirena, con una gran sonrisa, la cogió y nadó hacia el fondo del mar. El niño pensó, "igual ya no vuelve pero, claro, si la flor es de ella no podré quitársela". Terminaba de pensar en esto cuando salió la sirena sosteniendo una gran ostra, ¡era una ostra! La sirena le dijo: - Cuando tu madre la abra, verás como le gustará.
Quizá sería bueno que la sirena se sumergiera y entonces Toño abriría la ostra y encontraría la perla.

Se dieron las gracias mutuamente. La sirena se sumergió en el mar y Toño se fue, imaginando la cara que pondría su madre cuando le contara su aventura y, mejor aún, la que pondría al recibir la sorpresa tan bonita que le iba a dar. ¡Estaba feliz!

Y Colorín Colorado



lunes, 14 de marzo de 2011

CUENTO A DOS MANOS


LA MANO DERECHA Y LA IZQUIERDA. Fábulas infantiles de Miguel Agustín Príncipe.

Aunque la gente se aturda, diré, sin citar la fecha, lo que la Mano Derecha le dijo un día a la Zurda. Y por si alguno creyó que no hay Derecha con labia, diré también lo que sabia La Zurda le contestó.

Es, pues, el caso que un día, viéndose la Mano Diestra en todo lista y maestra, A la Izquierda reprendía.

Veo, exclamó con ahínco, Que nunca vales dos bledos, Pues teniendo cinco dedos, siempre eres torpe en los cinco.

Nunca puedo conseguir verte coser ni bordar: ¡Tú una aguja manejar! Lo mismito que escribir. Eres lerda, y no me gruñas, pues no puedes, aunque quieras, ni aun manejar las tijeras para cortarme las uñas.

Yo en tanto las corto a ti, Y tú en ello te complaces, pues todo lo que no haces carga siempre sobre mí. ¿Dirás me, por Belcebú, en qué demonios consista el que, siendo yo tan lista, seas torpe siempre tú? -Mi aptitud, dijo la Izquierda, siempre a la tuya ha igualado.

Pero a ti te han educado, y a mí me han criado lerda. ¿De qué me sirve tener aptitud para mi oficio, si no tengo el ejercicio que la hace desenvolver? La Izquierda tuvo razón, porque, lectores, no es cuento: ¿De qué os servirá el talento, Si os falta la educación?

Y Colorín Colorado



domingo, 13 de marzo de 2011

CUENTO JAPONÉS


LA SUERTE GRANDE Y LA SUERTE PEQUEÑA. Cuento Japonés

Hace mucho, mucho tiempo, vivía un “Tengu” en el fondo de una montaña. Este era un adivino muy famoso.

Un día Mokube y Tarobe visitaron al Tengu para que adivine sobre las vidas de sus hijos.
El Tengu les dijo: “Mokube, tu hijo tiene poca suerte y Tarobe, tu hija tiene mucha suerte.” Los hijos eran íntimos amigos.

Un día Mokube y Tarobe se encontraban trabajando cuando en eso sus hijos trajeron unos “oniguiri”. “¡Tenemos mucha hambre. Vamos a comer!”, dijeron Mokube y Tarobe y los cuatro empezaron a comer inmediatamente. Tarobe y su hija exclamaron: “¡Está muy rico!” Mokube en cambio dijo: “¿Qué es esto? ¡el oniguiri tiene piedras!” y lo tiró. El hijo de Mokube también hizo lo mismo. Tarobe les dijo: “¡No! ¡Tiren sólo las piedras, no el oniguiri!” y él y su hija recogieron lo tirado.

Después de unos años el hijo trabajaba mucho pero tenía muy poco dinero, mientras que la hija se había casado con un hombre muy rico. Ellos se encontraron después de mucho tiempo. Ella al verlo trabajando tanto le dijo: “Voy a traerte unos oniguiri por eso espérame”, y se marchó. Ella pensó: “Mientras yo vivo con mucha comodidad, él vive en la pobreza. Quiero compartir mi buena suerte con él.”

Ella cocinó siete oniguiri y metió monedas de oro en cada uno de ellos, monedas que había venido juntando gracias al uso apropiado y consciente del dinero. El hijo recibió dichos oniguiri y empezó a comerlos en la orilla del río. Cuando comió un bocado sintió un “clic” y dijo: “¡Este oniguiri tiene piedras!” y lo tiró al río. De igual forma tiró otros cinco. En eso se preguntó: “¿Por qué hay piedras en los oniguiri?” y partió la última bola de arroz cocido que quedaba, al ver su interior exclamó: “¡No, no eran piedras, eran monedas de oro! ¡Dios mío! Después de todo tengo un poco de suerte.”

En ese momento apareció el Tengu y le dijo: “El destino de una persona está establecido cuando nace pero depende de cada uno el cambiarlo. Tú podrás haber tenido poca suerte pero si no buscas mejorarla no lo lograrás. Tienes que darle importancia a todas las cosas, por más pequeñas que te parezcan.” Él, desde entonces se esforzó mucho y logró la felicidad.

Y Colorín Colorado…

Pd: Un abrazo solidario a todos los niños japoneses que hoy viven un triste y real cuento! El angelito de la guarde los proteja a todos!


sábado, 12 de marzo de 2011

CUENTO RESPETUOSO


RESPETO EN LA NATURALEZA. Cuentos infantiles en Todo Papás

Hola buenos días me llamo Sofía, soy el hada de los bosques y os voy a contar una historia que tenéis que leer...

Había una vez en el bosque de Mordingar, donde tanto hadas como duende, como otros seres vivos convivían tranquilamente. Pero...no todos eran buenos, había uno que zas! siempre estaba haciendo follón y maltratando a la naturaleza...Eso no se hace! le decía la gente, este duendecillo se llamaba Gormi, y resulta que cuanto más le ibas diciendo, mas se enfadaba y mas destrozaba la naturaleza, él vivía al lado del rio junto con sus papas y su hermanita pequeña...

Puesto que a su hermana siempre la consentían, él se enfadaba...por eso siempre estaba de tan mal humor...

Un día el Hada Margot, le dijo que por favor dejara las plantas de su jardín y le dijo: que te calles!! No eres nadie para decirme lo que no tengo que hacer.

Al final se quedó más solo que la una, ya que el duende Josef le advirtió que si seguía con esa mala uva, al final se iba a quedar solo y efectivamente este duende y l resto de los habitantes de Mordingar, tenían razón!!!

Vaya...me he quedado solo dijo Gormi...que se iba caminando hacia el rio Surtnight. Donde allí moraba el hada del rio Aguanita, que le preguntó a ese que qué le pasaba y él le explicó toda la historia y el hada aguanita, le echó un sermón que tenía que respetar su hábitat y la naturaleza, que no tenía que ser tan malo!! Entonces este se quedó pensando y decidió reconstruir, plantar, y volver a poner en su sitio las cosas que hizo mal; la gente se quedó sorprendida y al final, todos les dieron las gracias y tuvo muuuuuuuchos amigos!!

Así que respeta la naturaleza y la vida, y conseguirás muuuchos amigos!!

Y Colorín Colorado




jueves, 10 de marzo de 2011

CUENTO ECOLÓGICO


FLORES EN LA LUNA. Quinto relato finalista de María José Rodríguez

Había una vez un pequeño planeta muy triste y gris. Sus habitantes no lo habían cuidado, y aunque tenían todos los inventos y naves espaciales del mundo, habían tirado tantas basuras y suciedad en el campo que lo contaminaron todo y ya no quedaban ni plantas ni animales.

Un día, caminando por su planeta, un niño encontró una pequeña flor roja en una cueva. Estaba muy enferma, a punto de morir, así que, con mucho cuidado, la recogió con su tierra y empezó a buscar un lugar donde pudiera cuidarla. Buscó y buscó por todo el planeta, pero estaba tan contaminado que no podría sobrevivir en ningún lugar. Entonces miró al cielo y vio la luna, y pensó que aquel sería un buen lugar para cuidar la planta.

Así que el niño se puso su traje de astronauta, subió a una nave espacial, y huyó con la planta hasta la Luna. Lejos de tanta suciedad, la flor creció con los cuidados del niño, que la visitaba todos los días.

Y tanto y tan bien la cuidó que poco después germinaron más flores, y esas flores dieron lugar a otras, y en poco tiempo la luna entera estaba cubierta de flores. Por eso de cuando en cuando, cuando las flores del niño se abren, durante algunos minutos la Luna se tiñe de un rojo suave, y así nos recuerda que si no cuidamos la Tierra, llegará un día en que sólo haya flores en la Luna.

Y Colorín Colorado



miércoles, 9 de marzo de 2011

CUENTO ADIVINADOR


EL ESPEJO CHINO. Anónimo chino

Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine. Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente.

Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.

Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.

La mujer le dio el espejo y le dijo: Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa. La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija: No tienes de qué preocuparte, es una vieja.

Y Colorín Colorado..



martes, 8 de marzo de 2011

CUENTO FELIZ


DE SONRISA EN SONRISA. Cuento de Maén Puerta. Venezuela.

Una mañana, Patricia se despertó asustada por unsueño que había tenido. Soñó que a todas las personas que conocía se les había borrado la sonrisa. Estaba rodeada de gente muy triste, con caras alargadas, con el ceño fruncido, con rostros llenos de amargura, cosa que no le agradó nada.

Hasta su mamá, que era muy alegre y siempre tenía un chiste para compartir, sólo gritaba y mostraba mal humor. De igual manera su padre y hermano; por no hablar de la maestra, que tenía un rostro de estatua, y sus compañeros de clase, quienes ni con una broma reían.

Esto angustió mucho a Patricia, ya que siempre pensaba que la sonrisa era la forma natural de comunicarse para entender al amigo, al hermano y a los padres. Esto lo pensaba debido a que sus mejores ratos los había vivido cuando todos los miembros de la familia se reían.

Pero llegó al punto de que el susto invadió todo su cuerpo y dijo: "Menos mal que sólo fue un sueño", al momento en que su mamá llegó a la cama con el desayuno y una tremenda sonrisa, dándole un beso y diciéndole que el día hay que empezarlo feliz.

Y Colorín Colorado…


viernes, 4 de marzo de 2011

CUENTO SOÑADOR Y DULCE


EL ÁNGEL DE LOS DULCES SUEÑOS. Autora: Liana Castello. ¡Dulces sueños! Hecho el depósito de ley 11.723. Derechos reservados.

Hace millones de años, cuando Dios creó el mundo, también creó a los angelitos. Los angelitos son seres celestiales, muy trabajadores y alegres, siempre dispuestos a ayudar a los demás. El día en que Dios los creó, realmente estaba muy ocupado tratando de que cada uno de ellos fuera bueno, bello y alegre. Luego de crearlos, le dio una ocupación especial a cada uno: unos trabajarían como ángeles de la guarda de chicos o grandes; otros harían que la gente se enamorara, etc.

Sin embargo, tan ocupado estaba Dios ese día, que al terminar su tarea –cansado, pero contento–, no se dio cuenta de que a un angelito no le había encomendado ningún trabajo especial y tampoco le había puesto nombre. ¡Qué distraído! pensarás vos ¿no? Para colmo de males, este pobre angelito tenía una particularidad: dormía de día y pasaba la noche despierto. Por más que lo intentara, jamás podía dormirse de noche y se quedaba dormidísimo de día. Este angelito sin nombre e insomne un día decidió hablar con Dios, ya que no sólo no le gustaba no tener un nombre, sino que también se aburría como un hongo, porque no hacía nada y cuando quería jugar con otros angelitos, éstos lógicamente dormían, porque era de noche.

Un día se presentó ante Dios y le dijo: –Padre, no quiero parecerte atrevido, pero al crear a mis hermanitos y a mí, con todo el trabajo que tuviste, te olvidaste de ponerme un nombre. –¿Cómooooo? –preguntó Dios sorprendido y abriendo sus hermosos ojos cual dos pelotas de fútbol–. ¡Eso no es posible! –Sí, Padre –respondió el angelito–. No sólo es posible, sino que también olvidaste darme un trabajo especial, una tarea que pueda cumplir yo solito. –¿En serio? –volvió a preguntar Dios confundido y con los ojos igual de abiertos que antes–. ¡¡¡Caramba!!! –agregó preocupado. –Además, Padre, no sé por qué razón, duermo durante el día y estoy toda la noche despierto. –Eso sí que es grave –comentó Dios. –¿Qué es lo grave, Padre? ¿Qué me aburra o que tenga el sueño cambiado? –Lo grave es, hijo mío, que al dormir de día, es difícil darte una tarea.

¿Qué trabajo podrías realizar durante la noche, mientras todas las personas, y sobre todos los chicos, allí abajo, tratan de descansar? Fue allí cuando el angelito sin nombre tuvo una idea genial. Como él nunca dormía de noche, se dedicaba a observar a los chicos que no podían dormir, a los que tenían miedo a la oscuridad, a los que, cuando lograban dormirse, tenían pesadillas, a los que se querían pasar siempre a la cama de su papá y su mamá, a los que se abrazaban a un muñeco buscando un consuelo que no encontraban, porque el sueño no venía. Entonces, recordando todas estas cosas que veía por la noche y que le producían tristeza e impotencia, le contó esto a Dios y le pidió que su tarea especial fuera velar por el sueño de cada niño. Ya que él no dormía de noche, pasaría todo ese tiempo cuidando a los chicos, arropándolos, cantándoles canciones de cuna, alcanzándoles los ositos que se cayeran de la cama, iluminando con su luz la oscuridad de la habitación, cerrando puertas de placares de los cuales los chicos nunca saben qué puede salir. Dios se quedó pensando en la propuesta del angelito y viéndolo tan, pero tan, pero tan entusiasmado, le dijo que sí. –Ahora nos queda una última cosa por arreglar –dijo el angelito a Dios. –¿A qué te refieres hijo mío? –preguntó Dios intrigado (ya no tenía los ojos tan grande, medianitos no más).

Quisiera tener un nombre, Padre…, digo…, si no es mucho pedirte. –¡Qué distraído! ¡Caramba, que ya me olvidaba otra vez! ¿Y cómo quieres llamarte? –Pues… no lo sé... –¡Ya sé! –gritó Dios entusiasmado como perro con huesito nuevo–. Te llamaré “El Ángel de los Dulces Sueños”. ¿Qué te parece? –Es un poco largo, Padre, ¿los chicos se acordarán de mi nombre completo para llamarme cuando tengan miedo por la noche? –Yo te aseguro que sí, hijo mío, jamás olvidarán tu nombre, ni siquiera cuando crezcan.

El Angelito de los Dulces Sueños empezó con entusiasmo a trabajar esa misma noche. Recorrió casa por casa, camita por camita, cerró puertas, iluminó corazones, hizo callar truenos, besó frentes, acarició cabecitas y alcanzó ositos. Cuando el día comenzó, muy cansado pero más que feliz, subió a su nube y allí se acurrucó para dormir, esta vez como merecido descanso. Antes de dormirse, se preguntó una vez más si su nombre sería recordado por los chicos de la Tierra, y con ese pensamiento se durmió ése y todos los días que siguieron. Pasó el tiempo y cada noche, al despertarse, el Angelito de los Dulces Sueños se mostraba ansioso de volver a cumplir con su tarea de cada día.

Se arreglaba las alitas, planchaba su túnica con mucho cuidado, lustraba la aureola y empezaba su camino hacia la Tierra. Un día, cuando estaba por llegar a la primera casa, escuchó la siguiente conversación: –¿Sabés, mami? –dijo un chico. –¿Qué? –contestó su mamá. –Ayer no me costó dormir y no tuve nada de miedo ¿sabías? –¡Cuánto me alegro, mi amor! –dijo su mami, feliz–. ¿Y por qué fue? –Soñé con un ángel que me cuidaba por la noche, que alejaba las pesadillas, que me arropaba y besaba en la frente ¿y sabes otra cosa? Se llama igual que el angelito del cual cuenta siempre el abuelo: “El Ángel de los dulces sueños”. El nombre es un poco largo, pero lindo ¿no mami? Así fue que el angelito comprendió cuánta razón tenía Dios.

Nadie había olvidado su nombre y nadie lo haría jamás. Su corazón se llenó de una inmensa felicidad al entender que mientras hubiera chicos en el mundo, su trabajo especial jamás terminaría. Y lo que era mejor aún, cuando esos chicos crecieran y ya se durmieran solitos y sin miedo, igual recordarían su nombre con una sonrisa tan pero tan grande como la que él tenía en ese momento.

Y Colorín Colorado…



miércoles, 2 de marzo de 2011

CUENTO COOPERATIVO


LOS ANGELITOS SORDOS. María Inés Di Pietro

Había en el cielo un grupo de ángeles que no podían oír. Mientras los otros ángeles estaban en sus clases de arpa y laúd, sus instrumentos preferidos, ellos se habían sentado todos juntos en una nubecita rosada. “¿Qué podemos hacer?” -pensaban-. “Nuestros compañeros entonan bellísimas melodías para alabar al Creador, y tocan instrumentos que deleitan sus oídos. ¿Cómo podemos hacer nosotros para mostrarle nuestro amor?”.

Debajo de la nubecita rosada sobre la que estaban sentados, había un jardín. Los angelitos sordos se sentían tristes, y las flores de aquel jardín comenzaron a marchitarse. Uno de ellos se dio cuenta de lo que estaba pasando, y señaló con su dedito hacia abajo. Los otros se miraron, y comenzaron a cambiar sus pensamientos. Se concentraron todos juntos en el Amor de Dios, y al cabo de un rato vieron que en el jardín habían brotado hermosas flores de brillantes colores. “¡Qué maravilla!” -pensaron-. “Juntemos algunas flores, y vayamos a visitar a Dios”.

Los angelitos, muy contentos, fueron hasta el trono de Dios. El ángel Guardián del Trono los recibió, y les preguntó: “¿Qué desean?”. Los angelitos sordos llevaban canastas repletas de flores. El ángel Guardián comprendió que eran ofrendas para el Creador, y los dejó pasar. Los angelitos se acercaron y depositaron sus canastas con flores a los pies de Dios. Dios los miró complacido, y les dijo: “Veo que han comprendido. ¿De qué servirían todas las melodías que entonan los coros celestiales, si no existieran las flores que embellecen el mundo?

Los pensamientos de Amor Elevado son capaces de crear las formas más bellas. Si ustedes seguían tan tristes, se iban a marchitar todas las flores de la Tierra. Continúen enviando sus pensamientos de Amor, y verán las maravillas de la creación”. Peregrino: nunca desprecies a tu hermano por ser diferente a ti, pues todas las criaturas son hermosas y perfectas a los ojos del Creador, y pueden tener dones que ni siquiera te imaginas. Y cuando te detengas a contemplar la belleza de una flor, recuerda que un angelito sordo está enviando a la Tierra sus pensamientos de Amor.

Y Colorín Colorado



CUENTO TOCADOR



EL TESORO DE MADI. Pedro Pablo Sacristan

Madi era una medusa curiosa que durante uno de sus paseos por el fondo del mar, descubrió una cueva muy escondida, en cuyo interior había un cofre brillante y misterioso. A su lado, un cartel decía "no podrás llevar joyas más valiosas". Aunque el cofre era pesadísimo, Madi lo llevó a su casa, convencida de haber encontrado un gran tesoro.

Una vez en casa, lo abrió llena de nervios y emoción. Pero no contenía joya alguna. Tan sólo un bonito y sencillo vestido que brillaba con ese tono especial que tienen las cosas mágicas. Cuando se recuperó de la desilusión, Madi decidió probarse el vestido y salir a dar un paseo.

No era el vestido más bonito que había visto, y era un poco pesado y difícil de vestir, pero le sentaba muy bien, y al momento se sintió más alegre y animada que nunca. Sentía ganas de hablar y saludar a todos, de gastar bromas y contar chistes, y todos cuantos se cruzaban con ella la encontraban realmente encantadora...

Pero Molvorón, el terrible y gigantesco pulpo malvado, tenía que fastidiarla, y sólo unos dias después, en el fondo del mar, todos corrían a esconderse al enterarse de su llegada. Madi se quedó allí sola, tan contenta, pues con su vestido mágico sólo sentía alegría. ¡Hola, pulpito! - dijo alegre y divertida ¿quieres jugar conmigo? Molvorón se sintió bastante contrariado al ver que la pequeña medusa no huía como los demás - ¿es que no tienes miedo? - dijo con una voz terrible - ¿ Por qué iba a tenerlo, si te tengo a ti para defenderme? - respondió confiada. - ¡Venga, vamos a jugar! El malvado pulpo mostró sus tentáculos amenazadores, moviéndolos ligeramente a un lado y otro. A Madi aquello, más que asustarle, le recordó una danza india. - ¡Qué buena idea! ¡Vamos a bailar!

GRRRR!! Molvorón, furioso al ver que la niña no hacía caso de sus amenazas, se inclinó hacia adelante sobre la niña, con su gran boca abierta, los ojos rojos de sangre y las ventosas echando burbujas de ira... Era el aspecto más fiero que nadie recordaba haber visto en aquel pulpo malvado, cuyo nombre bastaba para sembrar el terror en aquellos mares. Un gran silencio se hizo mientras Madi observaba el terrible aspecto del pulpo. ¡Guapo! ¡Más que guapo! ¡Anda que no tendrás novias! - respondió finalmente.

Molvorón, deprimido por la falta de miedo de la pequeña, no dijo nada. Sólo se quedó escuchando sus palabras, palabras y palabras. Era tanta la alegría de aquella pequeña, que se contagiaba; y el pulpo comenzó a sentir, por primera vez en su vida, ganas de estar alegre. Y se marchó de allí, dispuesto a conseguir que dejaran de llamarle "pulpo malvado".

Cuando el pulpo se había alejado, todos salieron de sus escondites y fueron a felicitar a Madi por su valentía. Ella, comprendiendo lo que había pasado, contó los poderes que tenía aquel vestido para alegrar a quien lo llevaba... y pensó que era el vestido quien la había salvado. Pero entonces varios peces saltaron a la vez. ¡Pero si hoy no llevas tu vestido nuevo!!... Y era verdad. No lo llevaba; estaba tan alegre que se le había olvidado en casa.

Así que Madi, la pequeña medusa, se había enfrentado a Molvorón llevando únicamente su sonrisa y su alegría. Y ya nunca más necesitó aquel vestido, al comprender que una sonrisa tenía tanto poder como su vestido mágico, pero... ¡¡era mucho más cómoda y fácil de llevar!!

Y Colorín Colorado