lunes, 31 de enero de 2011

CUENTO ASTRONÓMICO


DOS DUENDES Y DOS DESEOS. Pedro Pablo Sacristan

Hubo una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera el existían el día y la noche, y en la tierra sólo vivían criaturas mágicas y extrañas, dos pequeños duendes que soñaban con saltar tan alto, que pudieran llegar a atrapar las nubes. Un día, la Gran Hada de los Cielos los descubrió saltando una y otra vez, en un juego inútil y divertido a la vez, tratando de atrapar unas ligeras nubes que pasaban a gran velocidad. Tanto le divirtió aquel juego, y tanto se rio, que decidió regalar un don mágico a cada uno.

¿Qué es lo que más desearías en la vida? Sólo una cosa, no puedo darte más - preguntó al que parecía más inquieto. El duende, emocionado por hablar con una de las Grandes Hadas, y ansioso por recibir su deseo, respondió al momento. ¡Saltar! ¡Quiero saltar por encima de las montañas! ¡Por encima de las nubes y el viento, y más allá del sol!¿Seguro? - dijo el hada - ¿No quieres ninguna otra cosa?

El duendecillo, impaciente, contó los años que había pasado soñando con aquel don, y aseguró que nada podría hacerle más feliz. El Hada, convencida, sopló sobre el duende y, al instante, éste saltó tan alto que en unos momentos atravesó las nubes, luego siguió hacia el sol, y finalmente dejaron de verlo camino de las estrellas.

El Hada, entonces, se dirigió al otro duende. ¿Y tú?, ¿qué es lo que más quieres? El segundo duende, de aspecto algo más tranquilo que el primero, se quedó pensativo. Se rascó la barbilla, se estiró las orejas, miró al cielo, miró al suelo, volvió a mirar al cielo, se tapó los ojos, se acercó una mano a la oreja, volvió a mirar al suelo, puso un gesto triste, y finalmente respondió: Quiero poder atrapar cualquier cosa, sobre todo para sujetar a mi amigo. Se va a matar del golpe cuando caiga.

En ese momento, comenzaron a oír un ruido, como un gritito en la lejanía, que se fue acercando y acercando, sonando cada vez más alto, hasta que pudieron distinguir claramente la cara horrorizada del primer duende ante lo que iba a ser el tortazo más grande de la historia. Pero el hada sopló sobre el segundo duende, y éste pudo atraparlo y salvarle la vida.

Con el corazón casi fuera del pecho y los ojos llenos de lágrimas, el primer duende lamentó haber sido tan impulsivo, y abrazó a su buen amigo, quien por haber pensado un poco antes de pedir su propio deseo, se vio obligado a malgastarlo con él. Y agradecido por su generosidad, el duende saltarín se ofreció a intercambiar los dones, guardando para sí el inútil don de atrapar duendes, y cediendo a su compañero la habilidad de saltar sobre las nubes. Pero el segundo duende, que sabía cuánto deseaba su amigo aquel don, decidió que lo compartirían por turnos. Así, sucesivamente, uno saltaría y el otro tendría que atraparlo, y ambos serían igual de felices.

El hada, conmovida por el compañerismo y la amistad de los dos duendes, regaló a cada uno los más bellos objetos que decoraban sus cielos: el sol y la luna. Desde entonces, el duende que recibió el sol salta feliz cada mañana, luciendo ante el mundo su regalo. Y cuando tras todo un día cae a tierra, su amigo evita el golpe, y se prepara para dar su salto, en el que mostrará orgulloso la luz de la luna durante toda la noche.

Y Colorín Colorado




viernes, 28 de enero de 2011

CUENTO PALABRERO


Bosque Musical. Adriana B. Agrelo

-De cómo la brujita Adelaida conquistó el reino de las palabras-

En el bosque musical donde vivía la Brujita Adelaida, las palabras cansadas de hacer silencio se fueron poco a poco a otro lugar. Al principio nadie se dio cuenta, tan ocupado estaba el bosque y sus habitantes inventando sonidos, construyendo instrumentos de viento, de lluvia, de truenos y relámpagos, que las palabras se fueron sin despedirse.

Una mañana la brujita se levantó y quiso llamar a su gato pero se había olvidado su nombre porque no le salió ni una palabra de la boca, tuvo que silbar para encontrarlo, luego se fue a su taller a trabajar en unas nuevas fórmulas mágicas que llenarían de distintos sonidos a las hojas de los árboles. Era una buena idea y ella estaba orgullosa con su invento. Cada hoja tendría su sonido y al caer en otoño los árboles entregarían al bosque una hermosa canción, también tenía una fórmula musical para la primavera cuando las hojitas comenzaran a crecer y estaba trabajando una complicadísima magia para el invierno.

Adelaida había escrito sus conjuros en un cuaderno y cuando se disponía a leerlas abre la tapa y ¡Oh, gran sorpresa!!, el cuaderno está vacío, las hojas en blanco, sin ninguna letra escrita. Quiso pedir auxilio a la Bruja Madre que se llamaba Esmeralda, pero nada, había perdido las palabras, seguramente se habían fugado una tras otra, de letra en letra haciendo fila india como las hormigas y traviesas se habían escondido en algún hoyo.

Ese día todos los habitantes del bosque se dieron cuenta, a medida que despertaban y daban sus tres bostezos, como era su costumbre, que no podían comunicarse porque las palabras se habían ido para siempre de sus bocas.

Sorprendidos y asustados se encontraron todos en la plaza del pueblo que era el lugar donde siempre se reunían para resolver los grandes problemas. El intendente, con un gesto, hizo tocar la trompeta a la banda municipal para anunciar que iba a iniciar un discurso. El intendente era muy distraído y no recordaba que el motivo de la reunión era solucionar el problema de las letras que se habían escapado no sólo de sus bocas, sino de todos los libros, cuadernos y cuanta cosa escrita hubiera en el bosque musical. Entonces señaló a todos los presentes con el dedo, se tocó la boca, negó tres veces con la cabeza, como diciendo no tengo palabras, no tengo palabras, no tengo palabras y a continuación se encogió de hombros.

Todos se enojaron, si bien era cierto que el intendente era un plomo que siempre daba laaaaaaargooooos discursos, no era justo que él también se quedara sin palabras en este momento, entonces cada uno de los habitantes del bosque comenzó a tocar un instrumento, cacerolas, tachos, violines, guitarras, tambores, cornetas, flautas y cualquier objeto que sonara y se armó un batifondo bárbaro. Tanto ruido hicieron que las letras, que siempre habían sido muy curiosas salieron una a una de su escondite y se asomaron por los huequitos de los árboles, primero tímidamente y después de cuerpo entero, se posaron en cada rama como si fueran pajaritos.

La brujita Adelaida que era muy inteligente las vio y en puntillas de pie recogió dos redecillas de cazar mariposas y las fue atrapando, las letras no tuvieron tiempo de nada, porque todos los niños, los papás, las mamás y hasta los abuelos más viejitos se dedicaron a atrapar letras en sus redes de mariposas.

Una vez que las atraparon a todas, la brujita se señaló el pecho como diciendo yo, hizo un gesto con la mano como si sostuviera un lápiz sobre una hoja invisible, como diciendo escribiré, giró la mano dos veces esto quería decir de vuelta y luego abrió los brazos como abarcando al mundo entero afirmando Todo. ¿Ella iba a realizar la difícil tarea de escribir de vuelta toooodo lo que estaba escrito? Formaría nuevamente cada palabra, sacando las letras rebeldes de cada red y juntándolas como corresponde y ¿quién la ayudaría? : La brujita señaló a dos nenas muy inteligentes y trabajadoras que se llamaban Erika e Ivana, y todo el pueblo las aplaudió y les deseó buenas suerte haciendo gestos con las manos: unos levantaban el pulgar, otros hacían la V de la victoria y así terminó ese día , pero todavía la brujita Adelaida y sus ayudantes no habían conquistado el reino de las palabras.
Adelaida entró a la casa con Erika e Ivana, silbó para llamar a su gato Bola Blanca que era redondito y blanco como un copo de algodón o como un helado de crema americana. Golpeó las manos para indicarles a las nenas que fueran a dormir que mañana sería otro día sin palabras y que había que trabajar mucho para volverlas a armar. Escondió las bolsas de letras en un gran baúl y luego las encerró con un candado.

A la mañana siguiente Erika e Ivana tomaron su desayuno con Adelaida y Bola Blanca que tenía su platito con leche tibia y comenzaron a trabajar. Adelaida dibujando una letra en el aire le indicó a Erika que buscara todas las palabras que empezaran con E y a Ivana todas las que empezaran con O , ella buscaría las aes y las íes y solo quedaban para el final las úes que en realidad eran muy poquitas, pensaba la brujita. Erika había logrado formar una hilera enorme de palabras con E, empecemos por la más grande: ELE-ANTE ELEGANTE ENTERO ESPATULA ESTUPIDO ESPARRAGO ENCONTRAR ELEGIR ENSAYAR EMILIA ESTEBAN ELENA . . .

Ivana también formó muchas palabras con O: OSO ORUGA OLA O-USCADO O-ERTA OCRE ORRIPILANTE OSCURO OSCAR O-ELIA OSAMENTA ORO OMAR . . .
Y Adelaida con í: IDIOTA IN-ELIZ INGRATA IRMA IRENE IVANA y con a AMIGA AL-AL-A ALELÍ AMARILLO AZUL ALEGRIA ARMADURA ANTIGUO ALMIDÓN ANANÁ ALELÍ AMOR . . .

Y así sucesivamente..... Pero...¿ no notan algo raro chicas ? Adelaida, que para darse cuenta de las cosas era una bruja verdadera, sí lo notó y les señaló la primer palabra. Entonces Erika se dio cuenta que le faltaba una letra la F de Elefante y ¿a qué otras palabras le falta la F? Las tres la empezaron a buscar por toda la casa pero no la encontraron y ahora ¿qué iban a hacer? a Érica y a Ivana se les ocurrió una idea brillante agarraron una E y le quitaron el tercer palito y entonces quedó una F y se la pusieron primero al Elefante y luego a todas las otras palabras. Total, aunque quedaran menos E, de ahora en más todo el pueblo ahorraría la E, por ejemplo si se quieren reír nada de JEJEJE, nos reiremos JAJAJAJA o JIJIJIJI hasta podemos reír JOJOJO como Papá Noel y en lugar de Epa!!! diremos Upa! o Ajá! y no diremos nene sino chico o niño y nada de bebé que lleva dos e, diremos ......niño diminuto o algo por el estilo, nada de sos mi bebé, sino sos mi amorcito, cariñito o alguna otra palabra mimosa.

Y bueno pensaron cosas por el estilo para usar pocas E en todas las palabras, pero Erika protestó un poquito porque no quería llamarse Rika, ella no ahorraría la E de su nombre, entonces Adelaida le dijo que los nombres no se cambiarían porque sería un lío que la gente se llamara de otra manera y que ella también tenía una E y ni loca pensaba sacársela para llamarse ADLAIDA se le trabaría la lengua cada vez que pronunciara su nombre. ¿no? De todas maneras, la F es una letra muuuuuuy importante y vale la pena perder algunas E. Si a Erika y a Ivana no se les hubiera ocurrido eso, los chicos no podrían cantar más el Feliz cumpleaños, ni decir Feliz Navidad ni la maestra les escribiría a los chicos en el cuaderno Felicitado, piensen chicos qué lío se armaría sin la F. se perdería para siempre en el bosque la Felicidad.

Bueno, después de este contratiempo siguieron trabajando todo el día, hasta escribir todas las palabras que recordaban, las palabras que servían para contar cuentos, para escribir recetas de cocina, para poner letreros en los negocios, para que la brujita Adelaida pudiera escribir sus fórmulas mágicas. Y muy cansadas las tres, cuando la luna finita dibujaba una sonrisa en el cielo, se durmieron en silencio.

Mientras dormían las letras traviesas, orgullosas de ser tan necesarias para la gente que sin ellas no podían hablar, decirse cosas lindas, pelearse, llamar a las cosas por su nombre, etc. etc., decidieron suspender su enojo y volvieron a juntarse. En un santiamén se metieron en los libros, se encendieron en los letreros de los negocios, en la guía telefónica, en los diccionarios, en fin, volvieron a todos los lugares donde antes estaban y le dejaron un mensaje a la brujita Adelaida que decía así: Nosotras las letras que formamos todas las palabras hemos decidido perdonar a los habitantes del bosque musical y volver a ser una familia, nos encontrarás en tus libros y en todos los lugares que antes frecuentábamos y como fuiste tan astuta que nos atrapaste y les dimos tanto trabajo a vos y a tus asistentes Erika e Ivana te dejamos esta fórmula mágica para que la gente pueda volver a nombrarnos: Abra la palabra con pata de cabra, todos en la plaza verán lo que pasa, la gente contenta reirá a pierna suelta por que volverán a hablar sin parar. Bueno estás son las palabras mágicas pero una vez que las digas en la plaza se borrarán para siempre de tu mente y de la de tu pueblo. Porque la próxima vez que se olviden de nosotras no volveremos más. Por ahora Adelaida nos has conquistado.

Al día siguiente cuando Adelaida tocó la corneta en la plaza, todo el pueblo se reunió y ella tomando su varita golpeó tres veces el aire y dijo las palabras: Abra la palabra con pata de cabra todos en la plaza verán lo que pasa la gente contenta reirá a pierna suelta porque volverán a hablar sin parar. Y ni bien terminó todos hablaron, entonces vino el intendente y quiso dar un laaaaaaargo discurso pero la gente le tiró tomates, huevos y pepinos por la cabeza y eligieron como nuevo intendente a la brujita Adelaida y dos ayudantes Erika e Ivana y las tres gobernaron desde ese día el bosque musical.

Y Colorín Colorado




miércoles, 26 de enero de 2011

CUENTO CON ECO


EL ECO. Cuentos para niños.

Jorge, que no sabía lo que era el eco, un día se divertía en el campo en ir montado sobre un palo de escoba, como si fuera un asno y en gritar: -¡Arre! ¡Arre!

Pero inmediatamente oyó las mismas palabras en el bosque cercano. Creyendo que algún niño se hubiera escondido en él, le preguntó admirado: -¿Quién eres tú? La voz misteriosa repitió inmediatamente: -¿Quién eres tú? Jorge, lleno de furor, le gritó entonces: - Tú eres un necio.

Enseguida la misteriosa voz repitió las mismas palabras. Entonces Jorge montó en cólera y lanzó palabras cada vez más injuriosas contra el desconocido que suponía escondido; pero el eco se las devolvía con la máxima fidelidad. Jorge corrió al bosque para descubrir al insolente y vengarse de él, pero no encontró a nadie.

Entonces marchó a su casa, y fue a consolarse con su mamá de lo que le había sucedido, diciéndole que un bribonzuelo, escondido en el bosque, lo había colmado de injurias. “Esta vez te has engañado, pues lo que has oído ha sido el eco de tus mismas palabras” - le dijo la madre -. “Si tú hubieras dicho en alta voz una palabra afectuosa, la voz de que hablas te hubiera respondido también en términos afectuosos.”

Lo mismo sucede en la vida ordinaria. Por lo común, el proceder de los demás para con nosotros es el eco de nuestra conducta para con ellos. Si somos educados con los demás, los demás lo serán con nosotros. Si, en cambio, somos descorteses, ruines y groseros con nuestros semejantes, no tenemos derecho a esperar ser tratados de diferente manera.

Y Colorín Colorado




martes, 25 de enero de 2011

CUENTO MISIONERO


LAS MARIPOSAS. Diana Arriaga

Hace algún tiempo existía un lugar maravilloso, donde todo era limpio, verde, lleno de flores, árboles y un sol cálido y en este lugar vivían que Mariposas, hermosas con cientos de colores, nunca había visto tantos colores juntos y en combinaciones infinitas el mismo sol provocaba a veces que las mariposas parecieran de oro, y otras de plata, igual cuando la lluvia caía para humedecer la tierra y dar de beber a las mariposas.

Había vida, las mariposas eran fuertes compartían y circulaban libremente, se ayudaban las unas a las otras se amaban y eran felices, no envidiaban los demás pueblos, no temían por los ladrones y tenían una gran reina amorosa, quien procuraba siempre por su pueblo y sus semejantes.

Hasta que cierto día las mariposas comenzaron a sentirse fatigadas y comenzaron a perder su colorido y su hermoso brillo, el cielo se volvió gris y esto no mejoraba al paso del tiempo, si no que lo hacia cada vez mas inquietante este alarmante cambio, entonces la reina de las Mariposas hablo con toda la comarca y solicito ayuda para encontrar la cura a esta enfermedad que las acosaba y que terminaría por exterminarlas, lo mismo que a su mundo encantado.

Así que una joven oruga decidió ser voluntaria para partir a otros mundos y encontrar la cura para salvar a su reino, la reina al ver su actitud de valentía y fortaleza, aunque era tan joven, decidió tomarle la palabra, y al mismo tiempo 100 mariposas jóvenes decidieron unirse a la gran búsqueda.

Entonces la reina dirigió a ellas la encomienda: Queridas hermanas el momento ha llegado, la paz del mundo se ha agotado, las lagrimas de alegría han partido y solo nos han quedado las tempestades por eso las tierras se han vuelto infértiles, el sol ya no brilla pues las sonrisas no se han visto en mucho tiempo, la valentía y fortaleza están agotadas, la lealtad ha sido vencida por la cobardía, los anhelos y sueños empiezan a esfumarse entre la neblina de la derrota, la bondad no encontró aliados y ha terminado por comenzar a rendirse, las mariposas temen ser madres por el temor de perder a sus hijos y del futuro que les podría tocar. La humildad ha sido abatida por el orgullo, la cortesía, no recuerdo desde hace cuanto que ha partido, y su lugar lo ha tomado la ironía, la prepotencia ha comenzado a poblar los pueblos llenándolos de falsas riquezas y falsos amigos, tememos por nuestro futuro, los líderes ya no existen, han desaparecido y en su lugar ha quedado la soberbia.


Queridas Mariposas, quedamos nosotras y nuestra misión será probar que aun queda algo de lo que buscamos, su misión será buscar un líder, necesitamos el valor, la humildad, la sonrisa, las lagrimas, la lealtad y todo eso que ha sido vencido, no tendrán una tarea fácil tal vez muchas de ustedes mueran en la búsqueda, otras tal vez desistan, realmente no se si lo lograran o si las volveré a ver, pero tengo la esperanza y esa no la perderé, de que alguna de ustedes regrese, mi bendición y mi corazón esta con ustedes.

Y así cada una de ellas comenzó su camino para lograr encontrar algo de lo añorado, algunas se encantaron con falsas bondades y cayeron presas por ellas, otras se perdieron con la tentación, otras murieron de la decepción, y una que otra se dejo corromper por la avaricia y vencer por la cobardía. Finalmente solo quedaba la oruga que a su paso pequeño, no lograba avanzar mucho, pero en su corto camino solo veía dolor, avaricia, miedo, derrota y soberbia.

Después de días y tomado pequeños descansos para dejar su vieja piel y sus viejas creencias así como sus decepciones y sus miedos y dejándose llevar por sus anhelos, continúo su camino. Hasta que cansada de no encontrar una sola pista y protegida por el poco follaje de un árbol y al abrigo de un arbusto florido se dio cuenta que estaba comenzando a sentir pena, a tener miedo y ha dejar de sonreír por lo que comenzó su proceso de descanso y transformación propio de una mariposa, se encerró en su capullo y durmió, por tres largos días para poder pasar a su nueva etapa.

Al paso de tres días y habiendo sobrevivido a las tormentas, la crisálida se abrió y salió una hermosa mariposa, ella misma estaba sorprendida había visto a su madres, hermanas y amigos, pero hasta ese momento se dio cuenta de lo maravilloso que era tener alas y del regalo que tenia, “vida” podría entonces continuar su misión, y así lo hizo, continuo, voló y voló, emigro al norte, emigro al sur cruzando océanos, visitando países y lugares inimaginables, y no encontraba ni un vestigio de nada de lo que buscaba, pregunto a varios seres vivos y muchos ni sabían que era lo que buscaba, nunca habían escuchado hablar de las virtudes ni de los valores, así que comenzó nuevamente a sentirse triste, a tener miedo a sentirse derrotada y a comenzar a perder a sus esperanzas, además que el tiempo se agotaba, la vida comenzaba a partir, así que solo tenía algunas horas más antes de su ultima transformación para dejar la vida.

Y cansada se detuvo en una ventana entreabierta de una vieja casa en el campo de piedra perdida entre matorrales y lejos de cualquier civilización. Entonces el llanto vino a ella ya que la derrota estaba en sus pies, y en ese instante de pronto escucho una vocecita pequeñita que le preguntaba: ¿por qué lloras? - lloro, porque he sido vencida, no logre mi misión, he fracasado ya todo está perdido y mi mundo está por desaparecer los colores ya no existen. No volveré a ver a mi familia, no podré regresar a mi pueblo, pues la vergüenza y la derrota me acompañaran. - No llores linda mariposa, yo te voy a ayudar, no llores juntos venceremos y lucharemos, pero si eres solo un hermoso niño, ¿Cómo podrás ayudarme? No lo sé, respondió el niño, solo sé que podremos jugar juntos, que tengo muchas historias que contarte, que podremos luchar contra los malos, que tengo un ejército de amigos que podrán ayudarnos.

Y ¿Dónde está ese ejército? No lo sé, solo sé que cada día aparece, cuando jugamos, ¿sabes? recorremos países, cantamos bailamos nos reímos mucho a veces lloramos de risa, y siempre estamos seguros de que siempre estaremos juntos y de que inventaremos algo. La Mariposa escuchaba atenta hablar al pequeño mientras cada vez se sentía más cansada del viaje, entonces el niño al darse cuenta le dio de beber y algo de alimento, la tomo con su pequeña manita y la recostó en su cama, la lleno de besos y caricias, y le prometió que la cuidaría mientras ella continuaba su misión.

La mariposa descanso un poco y al recuperar el aliento y sentirse un poco mejor se dio cuenta que no había fracasado, ¡que había encontrado lo que buscaba! ¡Había triunfado! No solo había encontrado la ternura, la compasión, la humildad, la valentía, la amistad, la esperanza, la imaginación, el amor, la bondad, y a un líder, así que al darse cuenta comenzó a llorar de alegría, lo tomo entre sus brazos y lo beso, mi mundo se ha salvado.

Ella encontró lo que buscaba escondido en aquel niño, se guardaban en la pureza de aquel niño las maravillosas virtudes y valores, las cuales al verse despreciadas y vencidas por el mundo se refugiaron en tan noble inocencia. Así que la mariposa feliz de su logro partió a su transformación dejando la vida y multiplicándola para su nuevo guerrero, pues antes de partir le dejo una misión, tendrás que prometerme que siempre guardaras y protegerás a las virtudes y valores las guardaras como lo has hecho hasta ahora, y siempre que haya alguien que quiera acabar con ellas tú serás un gran líder y podrás dirigirlas, además tendrás la encomienda de contar mi historia a cuanto niño y adulto encuentres y a su vez les pedirás contar a su vez esta historia a sus hijos, amigos y conocidos, así que nunca lo olvides.

El niño creció y nunca olvido su misión, pobló naciones, de amigos, amor, confianza y vida. Este niño vivió muchos años, siempre fue un gran guerrero de corazón puro y noble y dejo a las generaciones futuras esta historia para que la contaran siempre a sus hijos y ellos a su vez a sus hijos para proteger el mundo y a sus pobladores.

Y Colorín Colorado

Pd: Esté cuento está dedicado a los Blog Arcoíris de la Vida y Un Rinconcito de Colores, que como el niño, nunca han olvidado su misión, ser blogs guerreros de corazón!


lunes, 24 de enero de 2011

CUENTO DE PAPEL




BARQUITOS DE PAPEL. Manuel Ibarra.

Sentado en uno de los bancos de la plaza, don Carlos observa a un grupo de niños que desesperados hurgan en uno de los pipotes de basura. Intrigado se acerca a ellos y con voz fuerte pregunta: ¿Qué buscan ustedes allí muchachos?. Por unos momentos los niños detienen la acción y uno de ellos le responde: ¡Buscamos comida señor, tenemos hambre!.

Don Carlos se pasa la mano por los espesos bigotes como acariciándolos, luego saca la cartera y mirando a los niños fijamente les dice: ¡Así es la cosa, tienen hambre, bueno vengan conmigo vamos a comernos unos arepas!. Los cinco niños mal vestidos y sucios siguen en silencio al anciano hacia uno de los puestos de ventas de comida del lugar.

Por otra parte, Maritza se ha levantado temprano y como de costumbre atiende el negocio de ventas de arepas y empanadas, la numerosa clientela acude todos los días a desayunar y ella los atiende con esmero y rapidez. Al llegar don Carlos saluda a Maritza y hace sentar a los niños en uno de los bancos, luego se acerca al mostrador y con voz firme le dice a la popular morena: ¡Hoy te traje unos clientes muy especiales, por favor prepárame cinco arepas bien rellenas!. Maritza abre los ojos desmesuradamente y con una sonrisa de oreja a oreja responde: ¡Cómo usted ordene don Carlos, pero le aseguro una cosa, si me trae todos los días una clientela como esa, le confirmo que en menos de un mes me voy a hacer rica!.

Todos los clientes sueltan la risa al escuchar las palabras de la morena. Después de lavarse muy bien las manos, los niños se sientan nuevamente en el banco de madera y ante la mirada atenta de don Carlos se comen las arepas, luego de pagar la cuenta, don Carlos se aleja con ellos hacia la plaza, sentados en la grama tienen una larga conversación, en donde el anciano se entera de la situación particular de cada uno de ellos, casi todos han sido abandonados por sus padres, viven y duermen en las calles y plazas del lugar, no estudian ni hacen otra actividad más que recorrer las calles en busca de comida en los cestos de basura y en las noches, antes de irse a dormir se bañan en las fuentes de agua de las plazas, además de hacer sus necesidades en cualquier lugar o rincón, ante la mirada incrédula de las personas.

Es una triste realidad y nadie se ocupa de ellos, pareciera que no existieran para el resto de la sociedad. Escuchando con atención el relato de los niños, don Carlos no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas, luego mira fijamente el agua que corre por la fuente y en ese momento una idea viene a su cabeza, recuerda que su hermano Pedro tiene una librería a pocas cuadras del lugar; levantándose de la grama le dice a los niños: ¡Oigan muchachos no se muevan de aquí, ya regreso, les voy a traer una sorpresa!. A paso rápido don Carlos camina por la calle rumbo al negocio de su hermano. Al verlo llegar, Pedro Alcántara se sorprende y a pesar de estar atendiendo a unos clientes, se acerca a él y le pregunta: ¿ Qué pasa Carlos, donde estabas que no habías vuelto por acá?.

Don Carlos abraza a su hermano y le responde: ¡Disculpa Pedro, no tuve tiempo de avisarte, viajé a la ciudad a arreglar unos papales, llegué anoche muy tarde, después te explico, mira tienes por allí papel lustrillo, necesito que me vendas varios pliegues de diferentes colores, un frasco de pega y una tijera!. Sorprendido por el pedido de su hermano, don Pedro se dirige al fondo del negocio, pasados unos minutos don Carlos regresa a la plaza trayendo en sus manos una bolsa repleta de artículos.

Al verlo llegar los niños se alegran y corren a su encuentro, nuevamente el anciano se sienta con ellos en la grama y sacando los artículos de la bolsa les dice: ¡Presten mucha atención para que aprendan, les voy a enseñar a construir unos lindos barcos de papel, para que luego jueguen con ellos en la fuente!. Olvidando por unos momentos la triste realidad en la cual viven, los niños se alegran y una sonrisa brota de sus labios al observar el trabajo del anciano, quien tijera en mano va cortando con precisión el papel lustrillo, dando forma a los pequeños barcos, los minutos transcurren lentamente, mientras don Carlos trabaja con esmero y como guiado por una mano invisible ha logrado por fin construir cinco hermosos barcos de papel con mástil y velas incluidos, la ansiedad de los niños aumenta y todos exclaman con impaciencia: ¡Por favor don Carlos, vamos ya a jugar en la fuente!. Entregando un barco de papel a cada niño, el noble anciano se dirige con ellos a la fuente, las personas que transitan por el lugar, se detienen por unos momentos y observan como aquel anciano junto a los niños lanzan contentos los barcos de papel al agua de la fuente.

Un sol radiante ilumina el lugar y ante la alegría desbordada de aquellos niños cuya imaginación no tiene límites, parece por unos momentos transformar a aquellos pequeños barcos de papel, en enormes naves, que majestuosas surcan las aguas navegando por un mar infinito. Luego de transcurridos unos minutos, don Carlos se aparta de la fuente y en completo silencio se aleja del lugar, una lagrima rueda por su arrugada mejilla, al sentir la satisfacción, de que al menos hoy, por unos momentos ha logrado sacar una sonrisa a aquellos niños cuyos inocentes rostros son el reflejo de una cruel y triste realidad.

Y Colorín Colorado




viernes, 21 de enero de 2011

CUENTO SUBMARINO


LA SIRENITA

Había una vez... en el fondo del más azul de los océanos, un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.

Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".

Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada. Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!" Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla.
De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida. "¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas. Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo.

Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz, Sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón. La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió.

Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos. El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..."

La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida. Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.

Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla.
Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera. Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole.

El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente, "estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré."
Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.

Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo. Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta.

Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas." Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos y cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.

Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!" "¿Quienes sois?" murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz "¿Dónde estáis?" "Estas con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos."

Sirenita, conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban: "¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras!

Y Colorín Colorado



miércoles, 19 de enero de 2011

CUENTO ALEGRE


LA TROMPETA DE LA ALEGRÍA. Pedro Pablo Sacristan

Había un país en que una trompeta mágica, cuyas notas resonaban por todas partes, aseguraba felicidad y alegría para todos.

Pero un día, la trompeta desapareció y todo se sumió en la tristeza. Nadie hizo nada, salvo una niña que marchó decidida en busca de la Trompeta. Preguntó por todas partes, hasta que alguien le llevó a conocer al sabio de las montañas.
Este le contó que la Trompeta estaba en el Pozo de las Sombras, y le dio un violín que debía serle útil. Cuando llegó al Pozo, encontró junto al mismo algunos músicos, tocando melancólicas melodías, y se unió a tocar con ellos.

Pero al oír aquella música tristona, se dio cuenta que nadie, y menos la Trompeta, querría salir del pozo con aquel ambiente. Así que comenzó a tocar la música más alegre que pudo, sin descanso, hasta animar a los músicos, y todos juntos alegraron tanto el lugar que la misma Trompeta salió del Pozo más animada que nunca, llevando de nuevo la alegría a todo el país.

Allí, la niña comprendió el valor de regalar Alegría como mejor remedio para todos los que están tristes. Y desde entonces, en aquel país, todo el que ve a alguien triste, le dedica la mejor de sus sonrisas con un poco de música.

Y Colorín colorado





martes, 18 de enero de 2011

CUENTO SOMBREADO


EL HADA Y LA SOMBRA. Cuentos Para Dormir

Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.

El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo “Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y eso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro”.

Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días…

La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.

Y Colorín Colorado




domingo, 16 de enero de 2011

CUENTO FANTÁSTICO


LA NIÑA CANDELA Y EL UNICORNIO. Rincón de las hadas.

Al norte de España, en Asturias, lindando con las fronteras de Galicia y León, existe un pueblín situado a pie de montaña llamado Viliella. Tan pequeño es el pueblecito que no sale en los mapas y sólo se puede llegar andando o a lomos de un animal.

Candela, una niña de cuatro años de hermosos ojos grises, vivía allí con sus abuelos en una casa de piedra con pajar, establo y un hórreo de madera con tejado de pizarra donde guardaban el trigo. Candela vivía feliz rodeada de animales a los que cuidaba cada mañana con la ayuda de su abuelo Luis y su abuela Luz, daba el grano a los pollos y las gallinas, alimentaba con hojas verdes y zanahorias a los conejos y para las ovejas siempre había un montón de heno fresco del prado, si es que no se las llevaban a la braña a pastar.

Uno de esos días en que sacaron a las ovejas de paseo ,Candela se había alejado de sus abuelos y vino a comer a las manos de la niña un Caballo blanco con una hermosa crin, larga y salvaje. También tenía un cuerno en la frente, pero no parecía agresivo, sino más bien dulce. Candela se quedo asombrada ante el ejemplar. Cogió una ramita seca y empezó a peinarle con mucho esmero, luego le acarició y como parecía sediento, lo llevo hasta el río para que bebiera agua fresca, finalmente el caballo de 1 cuerno se quedo dormido a la sombra de un castaño, entonces Candela corrió a contarle el hallazgo a sus abuelos.

¡Abuelo, abuelito, un caballo blanco con un cuerno en la frente a venido a comer de mi mano! ¡Ay, hija! Los caballos no tienen cuernos, que si, abuelito, que este tiene uno, pareces Antoñita la fantástica, hija ¡Habrás visto una vaca! Que no, abuelito, que era un caballo, ven conmigo a verlo, lo que has visto cariño, es un unicornio -intervino la abuela; hacía tiempo que no se le veía, pero siempre vuelve cuando huele la inocencia de una criatura tan tierna como tú. Eso es, abuelita, un unicuerno..., o...¡Bueno como se llame..,!¡Ven, abuelita Luz! Ahora se ha quedado dormido cerca del río a la sombra de un árbol muy grande, acompáñame y lo veras con tus propios ojos, imposible, pequeña, los unicornios son mágicos y solo se muestran a los limpios de corazón, una vieja como yo ya he perdido la pureza... No podría ver ningún ser fantástico.

-¡Que tonterías dices, abuela! ¿Tú, el corazón sucio, con lo limpia que eres? Y eres la mas buena del mundo -dijo mientras le daba un beso y un achuchón, deja de meterle a la niña chifladuras en la cabeza, -al abuelo Luis le ponía de mal humor hablar de esas viejas historias; yo no estoy chiflada, a mi también se me apareció el unicornio cuando tenía su edad y tampoco me creyeron. ¡Bah! Sois tal para cual-refunfuño el abuelo alejándose.

Y dime, hija -murmuró la abuela retomando la conversación, ¿Sabes si el caballito iba acompañado de una xana? ¿Una xana? ¿Y eso qué es, abuela Luz? Las xanas son las hadas de esta región y cuentan historias que a veces ayudan a los Hombres a recoger la cosecha, ¿Qué aspecto tienen, abuelita? Bueno...son pocos los elegidos que las han podido ver... pero dicen que son diminutas como pajarillos y que tienen alitas, pues a mí me parece que el unicornio estaba más solo que la una. Ummm...-se extrañó la abuela, quizá se hubiera perdido.

Tenía el pelo enredado y parecía muy cansado ,abuela Luz, mira -dijo la abuela entretejiendo unas flores-, vuelve a su lado y coloca alrededor de su cuello esta corona de jazmines, si la xana está cerca, olerá la flores y podrá encontrarlo, vale-contestó Candela con resolución. Y así, sin perder un minuto, corrió hacia el unicornio que aún dormía bajo el castaño, colocó la corona alrededor de su cuello y se sentó a ver qué pasaba, el aroma a jazmín lo inundó todo y, tras unos instantes, apareció volando Clavelina, una xana bellísima con un resplandeciente vestido de tul.

Gracias por cuidar de mi unicornio, niña Candela, por hacerlo te voy a regalar un don, podrás ver, siempre que quieras a todos los seres fantásticos que habitan el bosque de la Viliella; solo tendrás que llamarnos, y si estás en dificultades, yo, xana Clavelina, te prometo que acudiré en tu ayuda- y diciendo esto, tocó a la niña con su varita rodeándola de luz. Eso es fantástico, pero... ¿podrías hacerme un favor antes de irte?-reclamó la niña, me gustaría que mi abuelita también pueda verte, ella es limpia de corazón, de verdad, xana, y tiene tantas ganas de conocer un hada de verdad...

Le concedió el deseo, y ambas montadas a la grupa del caballo blanco unicornio, volaron en busca de la querida abuela.

Y Colorín Colorado


sábado, 15 de enero de 2011

CUENTO OLOROSO


UN CUENTO DE OLORES

Cuentan que hace mucho, mucho tiempo, en un país lejano había una bruja a la que le molestaban enormemente los olores, por lo que, un día barrió con su escoba los olores del mundo ¿y sabéis lo que pasó? Las flores no olían, ni los árboles, ni las frutas, ni el mar... nada tenía olor y tanto los hombres como los animales estaban muy tristes. ¿Por qué?

Porque resulta que los hombres cuando comían no sabían lo que comían, tanto las naranjas como las mandarinas o las peras habían perdido su sabor, todo sabía igual, es decir a nada... Y muchos animalitos que se guiaban por su olfato para comer, pasaban hambre por que no sabían encontrar su comida.

Un día de verano, un pequeño topo salió a la superficie desde su madriguera llorando desconsolado. Era un precioso topo, de cuerpo rechoncho, cola cortita y ojos diminutos, con un pelo negro, tupido y suave. En los subterráneos donde vivía y se guiaba por su finísimo olfato, no encontraba lombrices e insectos con los que alimentarse.

Los topos están acostumbrados a vivir en la oscuridad, viven debajo de la tierra y hacen unas largas galerías. De vez en cuando salen fuera para tirar la tierra que excavan. Como no tienen oído, su olfato que por cierto es muy fino, es para ellos muy importante.

Mientras lloraba y secaba sus lágrimas, con sus manos anchas y fuertes, pasó "el hada del bosque". Al verle le preguntó: ¿Por qué lloras pequeño topo? Y le acarició la cabeza, mientras que el topo entre hipos le contaba, la bruja pasó con su escoba y dejo el mundo sin olores y mi olfato no me sirve para buscar comida. Mi mamá y mi papá están muy tristes y no saben qué hacer para que no pasemos hambre porque tengo muchos hermanitos pequeños.

El hada del bosque se quedó pensando. Ella conocía bien a la bruja, de vez en hacía alguna trastada, pero con ésta se había pasado. Decidió ir a hablar con ella para ver cómo podrían arreglar el problema, no llores más y no te preocupes, pequeño topo; hablaré con la señora bruja y veremos si se puede arreglar.

Desapareció la bella hada, que tenía unos pelos rubios muy largos, y llevaba un vestido azul, con estrellas de plata, y fue a buscar a la bruja, que vivía en una pequeña casa en un rincón del bosque. Llamó a la puerta: ¡toc, toc, toc! ¡Entra¡ - Dijo una voz acatarrada y muy ronca, la puerta está abierta; soy el hada del bosque -dijo entrando en la habitación, donde al lado de la chimenea estaba sentada la bruja que era muy viejecita, tenía la cara arrugada, la nariz larga y el pelo muy blanco.

¿Qué quieres? le preguntó, he venido a hablar contigo -le dijo el hada- encontré en el bosque a un pequeño topo llorando y me ha contado que pasaste con tu escoba dejando el mundo sin olores, no puedes imaginarte el problema que es para ellos, porque no pueden encontrar su comida y están pasando hambre, dime ¿cómo podemos llegar a un acuerdo para arreglar este problema? ¡Ay, hija¡ no lo sé, porque cogí una alergia y todos los olores me hacían estornudar, me pasaba el día haciendo ¡atchiis¡ ¡atchiis¡ y no podía vivir, así que decidí quitar todos los olores, lo siento mucho, pero no pienso volver a ponerlos porque que a mí me ponen muy enferma.

Pero el hada, que conocía a un viejo médico que era muy sabio, cogió de la mano a la bruja y le dijo: ¡Ven conmigo¡ verás como tu problema tiene arreglo, y sin dejarla rechistar, la llevó hasta el hospital, allí, el médico que era muy amigo del hada del bosque, curó a la vieja bruja de su alergia.

Cuando la pobre bruja vio que estaba curada, se puso muy contenta y devolvió los olores al mundo. Aquél fue un día de mucha alegría y se hizo una gran fiesta. Los habitantes del país hicieron exposiciones de olores y desde entonces se dieron cuenta de lo importantes que son, aunque no se vean ni se toquen.

Y Colorín Colorado



viernes, 14 de enero de 2011

CUENTO RESPETUOSO


ITZELINA Y LOS RAYOS DE SOL. Luis Antonio Rincón García (México)

Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una mañana con la firme intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol. Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A dónde vas, Itzelina?, y la niña respondió: Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí solita.

NO seas mala, bella Itzelina, le dijo la ardilla, deja algunos pocos para que me iluminen el camino y yo pueda encontrar mi alimento, está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina, no te preocupes, tendrás como todos los días rayos del sol para ti.

Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del sol, cuando un inmenso árbol le preguntó. ¿Por qué vas tan contenta, Itzelina? Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así tenerlos para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.

El árbol, muy triste, le dijo: También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas, claro que sí, amigo árbol, no estés triste, también guardaré unos rayos de sol para ti.

Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol
se levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara. Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó. Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa? Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así poder compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su alimento; y con mí amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a muchos pajaritos. Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a qué hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños no vayan tarde a la escuela, claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol, le contestó Itzelina Bellas Chapas.

Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol para las ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los gallos y para los niños. Entendió que si algo le sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera guardar para ella solita, porque eso es
egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su malla de hilos a un lado y se sentó a esperar al sol, ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de colores gracias a los rayos del sol.

Y Colorín Colorado…

Aprendemos valores y normas imitando las actitudes de quienes nos enseñan.


martes, 11 de enero de 2011

CUENTO PRIMAVERAL


EL PAÍS DE LAS FLORES. Cuentos infantiles en Todo Papás.

En el País de las Flores reinaba la amistad, la felicidad y la alegría, y eso se reflejaba en las flores que crecían por todas partes. Flores blancas, amarillas, rojas, verdes, rosas, azules.. ¡Sí, también había flores azules!. Había flores de todos los tamaños, formas y colores.

Los pájaros cantaban de alegría ante tanta belleza. Al llegar el invierno Pichín, un pajarito azul tenía que emigrar con mucha tristeza y buscar otro país más cálido,, aunque nunca encontraba un país tan hermoso como el País de las Flores. En este país siempre había flores, incluso en invierno, las flores crecían entre la nieve y el hielo. El secreto de este misterio era la paz y el amor que practicaban sus habitantes.

Pero este invierno sería diferente…Andrés y Jaime eran dos hermanos gemelos que siempre habían compartido todo, eran muy amigos y nunca habían discutido, al igual que el resto de habitantes del País de las Flores. Por su cumpleaños, su mamá les regaló una bicicleta a cada uno, una era de color verde y la otra era de color azul. Cuando los niños vieron las bicicletas se pusieron muy contentos, pero ambos querían la bicicleta verde. A la mamá de los niños le fue imposible encontrar otra bicicleta verde, así que les dijo: “Ninguno cogerá una bicicleta hasta que no os pongáis de acuerdo y hagáis las paces” Los niños se enfadaron muchísimo y prefirieron no jugar con las bicicletas antes que ponerse de acuerdo.

Se enfadaron tanto que la paz y la alegría del País de las Flores desapareció. Las flores comenzaron a desaparecer poco a poco, hasta que los colores desaparecieron y todo tenía un triste color gris.

Al llegar la primavera, Pichín volvía con alegría a su país favorito, pero al llegar no podía creer lo que estaba viendo. Los campos y jardines ya no existían, todo el mundo estaba triste y enfadado, ya no había flores y el color y la alegría se habían transformado en tristeza. Pichín vio una florecilla que apenas tenía fuerza para permanecer de pie, se acercó a ella y le preguntó ¿Qué ha pasado con las flores? ¿Por qué hay tanta tristeza? La flor apenas podía hablar, pero le contó todo lo que había pasado. Entonces Pichín comenzó a volar sobre el país buscando a los hermanos pero la tristeza había invadido todas las casas y era imposible localizarlos, así que comenzó a cantar, fue de casa en casa alegrando a todos los niños y niñas, que al oírle salían de sus casas asombrados de que alguien estuviera tan contento como para cantar.

Poco a poco todos fueron recuperando la alegría y las flores comenzaron a crecer, llegaron más pajarillos que ayudaban a Pichín a devolver la alegría y la vida al País de las Flores. Y así poco a poco todo volvió a ser como antes, todo menos la casa y el jardín de los hermanos que habían discutido..

Ahora le fue más fácil a Pichin encontrarlos, ya que en todas partes crecían las flores menos alrededor de la casa de Andrés y Jaime. Entonces Pichín y sus amigos se acercaron a la casa y todos juntos comenzaron a cantar con mucha alegría, tan fuerte cantaron que Andrés que estaba en la planta de arriba se asomó por la ventana para ver qué pasaba, Jaime que estaba en el garaje también se asomó muy curioso para ver qué pasaba.

Los dos hermanos corrieron a la puerta de la casa y se quedaron boquiabiertos contemplando como los pájaros cantaban frente a ellos y como los niños jugaban juntos con alegría y las flores crecían por todas partes, les dio mucha tristeza ver como en su casa no había flores y toda su familia andaba triste y muy preocupada, entonces Andrés y Jaime se miraron y con los ojos llenos de lágrimas se dieron un gran abrazo. ¡Por fin hicieron las paces!

Las flores comenzaron a crecer también en su jardín y su mamá que vio como se abrazaban se puso muy contenta y salió para abrazarles también. Después de todo el invierno sin jugar Andrés y Jaime aprendieron discutir por un juguete no es motivo para que la tristeza gane a la alegría, desde ese momento compartían todo y no había nada que no fuera de los dos.

Y Colorín Colorado



lunes, 10 de enero de 2011

CUENTO ARCOÍRIS


BLANCO Y NEGRO Pedro Pablo Sacristan.

Hace mucho, muchísimo tiempo, cuando todo estaba empezando y hasta los planetas, las estrellas y casi todas las cosas antiguas eran tan pequeñas que iban al cole, había una clase especial que era la favorita de todos, porque era la más alegre.

Allí estudiaban revoltosos los colores, desde el Blanco al Negro, pasando por el Rojo, el Azul, el Amarillo y todos los demás, preparándose para ser unos colores estupendos cuando fueran mayores. Todos ellos eran, además de graciosos y alegres, muy traviesos, pero especialmente Blanco y Negro, que andaban tan ocupados con sus travesuras que casi siempre llegaban tarde a las clases.

Una mañana se montó un gran revuelo en el cielo. Las nubes habían comenzado a practicar sus lluvias, pero estuvieron lloviendo tanto tiempo, y crearon una tormenta tan terrible, que todos, absolutamente todos, quedaron deprimidos y entristecidos por tener tan poca luz, y ni siquiera el Sol cuando volvió a brillar consiguió alegrar al mundo.

La última solución era recurrir a los traviesos y juguetones colores, aunque fueran los más pequeños y pudieran no estar preparados, y fueron a buscarles a su clase urgentemente. Aún era temprano y como casi siempre Blanco y Negro aún no habían aparecido, pero no había tiempo para esperarles. Tenían que hacer algo rápidamente, así que salieron corriendo por el cielo para llegar hasta donde estaban las nubes, muy apenadas por lo ocurrido.

Y en su camino por el cielo, cada uno de los colores dejó un rastro brillante, y la combinación de todos ellos resultó tan espectacular y llamativa que la alegría y la sonrisa volvió a todos con fuerza, en medio de grandes aplausos. Y estuvieron encantados de ser nombrados oficialmente ayudantes del Sol, quien les rogó que a partir de entonces acudieran a ayudarle para alegrar a todos, formando su espectacular arcoíris cada vez que las nubes se excedieran con su lluvia.

Blanco y Negro llegaron a la clase poco después, y no encontraron a nadie. Todos felicitaron tanto a los demás colores por su alegre actuación, que ellos, los más divertidos y alegres, no se atrevieron a pedirles que les dejaran ser parte de su gran invento, y desde entonces se esforzaron por ser puntuales y responsables. Y lo hicieron tanto y tan bien, que ya no les importa no ser parte del arcoíris: ahora son los colores más serios y más importantes, y nadie puede hacer nada sin ellos.

Y Colorín Colorado



domingo, 9 de enero de 2011

CUENTO ENAMORADO


EL DUENDE ENAMORADO Cuento Irlandés

El poder del amor transforma el interior de las personas, como una fuente inagotable de felicidad.

Un día el duende Coll salió a pasear por el bosque. De pronto se encontró con un hada maléfica, llamada Áine. Ella estaba transformada en una bella duende, tenía un hermoso vestido rosa lleno de volados. Su cabello negro con rizos, caían sobre su pecho como azabache.

El hada no sabía que Coll, tenía el don de descubrir quién era ella. Estaba tan embelesado con su hermosura, que le propuso acompañarla para estar más tiempo con ella. Ánie charlaba con Coll, se sentaron sobre un tronco y el tiempo pasaba.

Cuando pasaban por un claro, flotando en un árbol se encontraba la Reina de las Hadas Maléficas; quien al verla le realizó un maleficio de transformándola en una Urraca. Coll al ver esto, fue corriendo a ver a la Reina de las Hadas protectoras; para pedir por su amor. Ella le respondió que solamente podía transformarla de nuevo en duende, si él la encontraba con su corazón. Si así sucedía y la mantenía en sus manos, nuevamente estarían juntos y ella se libraría de su maleficio.
Así fue recorrió por días el bosque, vio pájaros de varios colores, animales a cuales le preguntó y ninguno había visto una Urraca. De pronto y cuando menos lo pensó, sintió en su corazón un fuerte latido. Si!!!, allí estaba posada en el tronco; donde ellos había charlado tanto tiempo hacía unos días.

Como le dijo la Reina de las Hadas, la tomó entre sus manos y le dijo que se había enamorado de ella. El hechizo desapareció y Áine, se transformó de nuevo en una bella duende; liberándose de ser un hada maléfica.

Y Colorín Colorado



sábado, 8 de enero de 2011

CUENTO TENDERO


EL DUENDE DE LA TIENDA. Hans Cristian Andersen

Erase una vez un estudiante, un estudiante de verdad, que vivía en una buhardilla y nada poseía; y erase también un tendero, un tendero de verdad, que habitaba en la trastienda y era dueño de toda la casa; y en su habitación moraba un duendecillo, al que todos los años, por Nochebuena, obsequiaba aquél con un tazón de papas y un buen trozo de mantequilla dentro. Bien podía hacerlo; y el duende continuaba en la tienda, y esto explica muchas cosas.

Un atardecer entró el estudiante por la puerta trasera, a comprarse una vela y el queso para su cena; no tenía a quien enviar, por lo que iba él mismo. Le dieron lo que pedía, lo pagó, y el tendero y su mujer le desearon las buenas noches con un gesto de la cabeza. La mujer sabía hacer algo más que gesticular con la cabeza; era un pico de oro.

El estudiante les correspondió de la misma manera y luego se quedó parado, leyendo la hoja de papel que envolvía el queso. Era una hoja arrancada de un libro viejo, que jamás hubiera pensado que lo tratasen así, pues era un libro de poesía. Todavía nos queda más -dijo el tendero-; lo compré a una vieja por unos granos de café; por ocho chelines se lo cedo entero. Muchas gracias -repuso el estudiante-. Démelo a cambio del queso. Puedo comer pan solo; pero sería pecado destrozar este libro. Es usted un hombre espléndido, un hombre práctico, pero lo que es de poesía, entiende menos que esa cuba.

La verdad es que fue un tanto descortés al decirlo, especialmente por la cuba; pero tendero y estudiante se echaron a reír, pues el segundo había hablado en broma. Con todo, el duende se picó al oír semejante comparación, aplicada a un tendero que era dueño de una casa y encima vendía una mantequilla excelente.

Cerrado que hubo la noche, y con ella la tienda, y cuando todo el mundo estaba acostado, excepto el estudiante, entró el duende en busca del pico de la dueña, pues no lo utilizaba mientras dormía; fue aplicándolo a todos los objetos de la tienda, con lo cual éstos adquirían voz y habla. Y podían expresar sus pensamientos y sentimientos tan bien como la propia señora de la casa; pero, claro está, sólo podía aplicarlo a un solo objeto a la vez; y era una suerte, pues de otro modo, ¡menudo barullo!

El duende puso el pico en la cuba que contenía los diarios viejos. ¿Es verdad que usted no sabe lo que es la poesía? Claro que lo sé -respondió la cuba-. Es una cosa que ponen en la parte inferior de los periódicos y que la gente recorta; tengo motivos para creer que hay más en mí que en el estudiante, y esto que comparado con el tendero no soy sino una cuba de poco más o menos. Luego el duende colocó el pico en el molinillo de café. ¡Dios mío, y cómo se soltó éste! Y después lo aplicó al barrilito de manteca y al cajón del dinero; y todos compartieron la opinión de la cuba. Y cuando la mayoría coincide en una cosa, no queda más remedio que respetarla y darla por buena.
-¡Y ahora, al estudiante! -pensó; y subió calladito a la buhardilla, por la escalera de la cocina. Había luz en el cuarto, y el duendecillo miró por el ojo de la cerradura y vio al estudiante que estaba leyendo el libro roto adquirido en la tienda. Pero, ¡qué claridad irradiaba de él! De las páginas emergía un vivísimo rayo de luz, que iba transformándose en un tronco, en un poderoso árbol, que desplegaba sus ramas y cobijaba al estudiante. Cada una de sus hojas era tierna y de un verde jugoso, y cada flor, una hermosa cabeza de doncella, de ojos ya oscuros y llameantes, ya azules y maravillosamente límpidos. Los frutos eran otras tantas rutilantes estrellas, y un canto y una música deliciosos resonaban en la destartalada habitación.

Jamás había imaginado el duendecillo una magnificencia como aquélla, jamás había oído hablar de cosa semejante. Por eso permaneció de puntillas, mirando hasta que se apagó la luz. Seguramente el estudiante había soplado la vela para acostarse; pero el duende seguía en su sitio, pues continuaba oyéndose el canto, dulce y solemne, una deliciosa canción de cuna para el estudiante, que se entregaba al descanso.

¡Asombroso! -se dijo el duende-. ¡Nunca lo hubiera pensado! A lo mejor me quedo con el estudiante... Y se lo estuvo rumiando buen rato, hasta que, al fin, venció la sensatez y suspiró. -¡Pero el estudiante no tiene papillas, ni mantequilla!-. Y se volvió; se volvió abajo, a casa del tendero. Fue una suerte que no tardase más, pues la cuba había gastado casi todo el pico de la dueña, a fuerza de pregonar todo lo que encerraba en su interior, echada siempre de un lado; y se disponía justamente a volverse para empezar a contar por el lado opuesto, cuando entró el duende y le quitó el pico; pero en adelante toda la tienda, desde el cajón del dinero hasta la leña de abajo, formaron sus opiniones calcándolas sobre las de la cuba; todos la ponían tan alta y le otorgaban tal confianza, que cuando el tendero leía en el periódico de la tarde las noticias de arte y teatrales, ellos creían firmemente que procedían de la cuba.

En cambio, el duendecillo ya no podía estarse quieto como antes, escuchando toda aquella erudición y sabiondera de la planta baja, sino que en cuanto veía brillar la luz en la buhardilla, era como si sus rayos fuesen unos potentes cables que lo remontaban a las alturas; tenía que subir a mirar por el ojo de la cerradura, y siempre se sentía rodeado de una grandiosidad como la que experimentamos en el mar tempestuoso, cuando Dios levanta sus olas; y rompía a llorar, sin saber él mismo por qué, pero las lágrimas le hacían un gran bien. ¡Qué magnífico debía de ser estarse sentado bajo el árbol, junto al estudiante! Pero no había que pensar en ello, y se daba por satisfecho contemplándolo desde el ojo de la cerradura. Y allí seguía, en el frío rellano, cuando ya el viento otoñal se filtraba por los tragaluces, y el frío iba arreciando. Sólo que el duendecillo no lo notaba hasta que se apagaba la luz de la buhardilla, y los melodiosos sones eran dominados por el silbar del viento. ¡Ujú, cómo temblaba entonces, y bajaba corriendo las escaleras para refugiarse en su caliente rincón, donde tan bien se estaba! Y cuando volvió la Nochebuena, con sus papillas y su buena bola de manteca, se declaró resueltamente en favor del tendero.

Pero a media noche despertó al duendecillo un alboroto horrible, un gran estrépito en los escaparates, y gentes que iban y venían agitadas, mientras el sereno no cesaba de tocar el pito. Había estallado un incendio, y toda la calle aparecía iluminada. ¿Sería su casa o la del vecino? ¿Dónde? ¡Había una alarma espantosa, una confusión terrible! La mujer del tendero estaba tan consternada, que se quitó los pendientes de oro de las orejas y se los guardó en el bolsillo, para salvar algo. El tendero recogió sus láminas de fondos públicos, y la criada, su mantilla de seda, que se había podido comprar a fuerza de ahorros. Cada cual quería salvar lo mejor, y también el duendecillo; y de un salto subió las escaleras y se metió en la habitación del estudiante, quien, de pie junto a la ventana, contemplaba tranquilamente el fuego, que ardía en la casa de enfrente. El duendecillo cogió el libro maravilloso que estaba sobre la mesa y, metiéndoselo en el gorro rojo lo sujetó convulsivamente con ambas manos: el más precioso tesoro de la casa estaba a salvo. Luego se dirigió, corriendo por el tejado, a la punta de la chimenea, y allí se estuvo, iluminado por la casa en llamas, apretando con ambas manos el gorro que contenía el tesoro. Sólo entonces se dio cuenta de dónde tenía puesto su corazón; comprendió a quién pertenecía en realidad. Pero cuando el incendio estuvo apagado y el duendecillo hubo vuelto a sus ideas normales, dijo: Me he de repartir entre los dos. No puedo separarme del todo del tendero, por causa de las papillas.

Y en esto se comportó como un auténtico ser humano. Todos procuramos estar bien con el tendero... por las papillas.

Y Colorín Colorado