lunes, 31 de mayo de 2010

CUENTO COLORIDO


LA TORTUGA DE COLORES. Milia Gayoso Manzur

Felipa estaba harta de su color. «¿Por qué todas las tortugas tienen ese tono verde musgo tan hermoso y yo soy casi anaranjada?», se quejaba a su madre. Su fama trascendió las fronteras de la comarca. Animales de todas las especies venían hasta Villa Tres troncos a observar a la rarísima tortuga «pelirroja», la única de esa clase en toda esa gran región del Chaco.

«Mamá, me voy a ir lejos», amenazaba la arisca tortuguita mientras su mamá procuraba tranquilizarla. Consultadas las tortugas más ancianas de la comarca sobre algún antecedente parecido, nadie recordaba semejante color. La gran tortuga médica llegó a la conclusión de que la mamá de Felipa había mirado demasiado tiempo el sol y que por ello su color influyó en su pequeña hija.

En la escuela para tortugas, armadillos y comadrejas de Tres troncos, Felipa era la «rara», y aunque sus amiguitas trataban de convencerla de que era hermosa, especialmente por ser diferente a los demás, Felipa se deprimía cada día más.

Su mamá comenzó a preocuparse cada día más por su pequeña, entonces consultó con el consejo de ancianas para ver qué solución podía encontrar para que Felipa no se sintiera tan triste. Fue por entonces que apareció por la comarca una comadreja que acababa de llegar de la ciudad. ¡Tenía los pelos del color de las flores del ceibo!

Ramona, la mamá de Felipa, hizo amistad con ella y le preguntó cómo se había pintado así. Con el secreto danzando en su corazón, recorrió el monte buscando plantas y flores de diversos tonos, para hacer con ellos los tintes con que pintar a su hija.

Cuando le preguntó a Felipa en qué color quería ser pintada, ella exclamó: ¡Con todos! El resultado fue una preciosa tortuga de colores que parecía un monte en flor.

Desde ese día, caminó por los senderos de Tres troncos luciendo en su caparazón los alegres tonos de ceibos, caraguatás, aromitas, espinillos y flores de camalotes y rupés. Las demás tortugas levantaban sus cabecitas para admirar su belleza.

Y Colorín Colorado..

Sabías que la vista, el olfato y el tacto de las tortugas están muy desarrollados, lo que no sucede con el oído.

domingo, 30 de mayo de 2010

CUENTO MARINO


EL SECRETO DE POR QUÉ EL MAR ES SALADO. CUENTO NORUEGO

Un intrépido capitán de barco recaló en un puerto de las costas noruegas para hacer negocios. Allí un comerciante le vendió unos enormes bloques de sal. El capitán los cargó en la bodega de su barco y se puso rumbo a nuevos destinos. Por el camino se desató una tormenta que le hizo detenerse en un islote helado.

Allí, para asombro de los marineros y del propio capitán, un viejo mago molía enormes bloques de piedra con una extraña máquina, con tan sólo pronunciar: «Muele que te muele».

Toda la tripulación se escondió detrás de unas rocas y esperó a que el mago acabase con su ceremonia para… robarle tan increíble aparato. En plena noche, subieron la máquina al barco y zarparon sin ser vistos. El capitán estaba tan contento que no dejaba de pronunciar las palabras mágicas para que la máquina no dejase de moler los bloques de sal.

Pero después de varias horas la bodega del barco y la cubierta se llenaron de sal, de tal forma que no se cabía. Y por mucho que el capitán inventaba palabras para detener al infernal aparato, éste seguía muele que te muele. Hasta que tuvieron que abandonar el barco y dejar que se hundiese en las profundidades marinas, donde sigue moliendo sal.

Y Colorín Colorado…

Una de las evidencias que distingue al agua de mar de la proveniente de ríos y lagunas es su naturaleza química:


sábado, 29 de mayo de 2010

CUENTOS TURCOS


LA ALFOMBRA MÁGICA

Una niña pequeña tenía la alfombra de su dormitorio guardada en el armario, porque pensaba que si no se podía ir volando en cualquier momento. Sus padres intentaban convencerla de que la alfombra era normal y no mágica, pero no había forma. Le enseñaban a la niña una foto del catálogo y le decían: – ¿Ves, Martita?, este niño tiene una alfombra como la tuya y no se le escapa. La tiene junto a la cama y así no se enfría los pies al ir a acostarse. Las alfombras son para eso.

Pero nada. La niña seguía en sus trece y se negaba a ponerla en el suelo. Sus padres no sabían qué hacer. Una mañana, mientras la niña estaba en el colegio, su madre aprovechó para sacar la alfombra y limpiarla. La extendió en el suelo y se sentó en ella, y entonces para su sorpresa la alfombra, con ella encima, salió volando por la ventana. La madre no podía creérselo.

Las vistas desde el aire eran fantásticas. En un santiamén la alfombra la llevó hasta China, donde la mujer vivió un apasionado romance con el hijo del emperador que era muy galante y apuesto. Además era guapísimo e inmensamente rico. Y le pidió que se casara con él. Le dijo: – Cásate conmigo, hermosa extranjera. Te amaré hasta que el pelo se me ponga blanco como una cebolla de invierno.

Aunque esta declaración era muy bonita y el hijo del Emperador la amaba de verdad, la madre de la niña tuvo que decirle que no, porque ya estaba casada. Después se despidieron y ella volvió a casa en la alfombra. Una vez de regreso en el dormitorio de su hija, enrolló la alfombra, la guardó en el armario y bajó a la cocina a preparar la cena: ensalada y tortilla de patatas. Cuando Martita llegó del colegio como todos los días, le dio un beso a su madre que estaba picando la cebolla para la tortilla. Y entonces vio que estaba llorando. Le dijo: – Mamá, estás llorando ¿qué te pasa? Y ella contestó: –Nada hija. Nada. Es solo... la cebolla.

Y Colorín Colorado

La alfombra tiene su origen probablemente en las primeras esteras que usaron las personas para cubrir el suelo en las viviendas a partir del neolítico.

viernes, 28 de mayo de 2010

CUENTO ESCRITOR


CUENTO TINTERO Y PLUMA. PEDRO PABLO SACRISTÁN.

En una pequeña ciudad hubo una vez un cuento vacío. Tenía un aspecto excelente, y una decoración impresionante, pero todas sus hojas estaban en blanco. Niños y mayores lo miraban con ilusión, pero al descubrir que no guardaba historia alguna, lo abandonaban en cualquier lugar.
No muy lejos de allí, un precioso tintero seguía lleno de tinta desde que hacía ya años su dueño lo dejara olvidado en una esquina. Tintero y cuento lamentaban su mala suerte, y en eso gastaban sus días.

Quiso el azar que una de las veces que el cuento fue abandonado, acabara junto al tintero. Ambos compartieron sus desgracias durante días y días, y así hubieran seguido años, de no haber caído a su lado una elegante pluma de cisne, que en un descuido se había soltado en pleno vuelo. Aquella era la primera vez que la pluma se sentía sola y abandonada, y lloró profundamente, acompañada por el cuento y el tintero, que se sumaron a sus quejas con la facilidad de quien llevaba años lamentándose día tras día.

Pero al contrario que sus compañeros, la pluma se cansó enseguida de llorar, y quiso cambiar la situación. Al dejar sus quejas y secarse las lágrimas, vio claramente cómo los tres podían hacer juntos mucho más que sufrir juntos, y convenció a sus amigos para escribir una historia. El cuento puso sus mejores hojas, la tinta no se derramó ni un poco, y la pluma puso montones de ingenio y caligrafía para conseguir una preciosa historia de tres amigos que se ayudaban para mejorar sus vidas.

Un joven maestro que pasaba por allí triste y cabizbajo, pensando cómo conseguir la atención de sus alumnos, descubrió el cuento y sus amigos. Al leerlo, quedó encantado con aquella historia, y recogiendo a los tres artistas, siguió su camino a la escuela. Allí contó la historia a sus alumnos, y todos se mostraron atentos y encantados.

Desde entonces, cada noche, pluma, tintero y cuento se unían para escribir una nueva historia para el joven profesor, y se sentían orgullosos y alegres de haber sabido cambiar su suerte gracias a su esfuerzo y colaboración.

Y Colorín Colorado…

Mucho se ha hablado sobre la poca inclinación de los niños hacia la lectura. Pero un tema no menos importante y que poco suscita el interés de los adultos es el del papel de los niños como productores de textos literarios.


miércoles, 26 de mayo de 2010

CUENTO OSADO


LA JUNTA DE LOS RATONES. Cuento Tradicional

Una vez se juntaron los ratones para hablar de cosas importantes. -Nuestra suerte sería feliz si no fuera por el gato -dijo uno. -Sí, ¡maldito gato! - dijo otro. -Vivimos asustados, temblando todo el tiempo.

-Ya no podemos más -Nunca podemos comer a gusto. -El gato llega tan callado... -Y da unos saltos tan enormes y tan rápidos...

Otros muchos ratones tomaron la palabra, y a veces hablaban varios al mismo tiempo. Pero a nadie se le ocurría la manera de evitar tamaños sustos.

De repente, por encima de todas las voces, se oyeron los gritos de un ratón que tenía fama de inteligente: -¡Yo sé lo que hay que hacer! Tengo en mi agujero un cascabel que suena muy bien. ¡Ése es el remedio! Basta esperar que el gato esté dormido y colgarle el cascabel al cuello.

Así, cada vez que el gato nos ande buscando, él mismo nos avisará y podremos escapar a tiempo. El discurso fue un gran éxito. Unos abrazaban al orador, otros lo besaban, otros le daban palmaditas, otros le decían palabras de felicitación, y todos los demás aplaudían.

Pero había un ratón viejito que no aplaudía ni nada. Le preguntaron por qué, y él contestó: -La idea no es mala, pero aplaudiré cuando sepa una cosa: ¿quién se animará a ponerle el cascabel al gato?.

Y Colorín Colorado…

Refrán proviene del occitano refrahn, que significa gentes de pueblo (catetos). En la lengua española, la denominación "refranes" tiene una gran difusión hasta el punto de rivalizar a los proverbios

martes, 25 de mayo de 2010

CUENTO SABROSO


SABER SENTIR EL SABOR. Cuento Sufista.

Érase una vez, en un pequeño poblado perdido entre las montañas, que vivían en una aldea recogida y alegre, un grupo de seres humanos. Hacían lo que suelen hacer la mayoría de estos seres: dormir, trabajar, comer, jugar y dormir. Pero he aquí que un día uno de ellos, por extraños motivos que nos llevarían a otras historias, decidió marchar de ese pueblo. Reunió a todos lo seres del pueblo y les manifestó su intención de salir más allá de las montañas para conocer lo que se "cocía" en otros lugares.

- ¿Para qué?- le preguntaron sus amigos. - Porque quiero saber- les respondió. Nuestro amigo, al que desde ahora llamaremos Sixto, se dirigió al norte, porque desde antiguo al pueblo habían llegado noticias, que allí era dónde existía más saber.
Pasó un tiempo sin noticias de Sixto, hasta que un buen día apareció en lontananza. Hubo gran alegría en el poblado, todos le rodeaban, le preguntaban, pero él venía cansado del viaje y pidió que le dejasen descansar. Al día siguiente, a la puerta de su casa, todo el mundo estaba reunido esperando que él apareciera.

Cuando lo hizo, todos prorrumpieron en aplausos y aclamándole le pedían que compartiera con ellos su saber. - Bueno, veréis, lo único que he aprendido no puedo compartirlo con vosotros. !Oh! Que desilusión entre los seres del poblado. -¿Por qué?- se atrevió a preguntar un niño, - porque lo que he aprendido es a distinguir el sabor de las cosas.

Un murmullo de perplejidad se adueñó del pueblo. - Veréis, amigos. Cuando llegué al norte, me sentí perdido. Había mucha gente, ciudades enormes, y en ese estado me encontraba cuando vi en un cartel que se daban cursos de cocina rápida. Como el hambre me acuciaba pensé que no vendría nada mal llenar el estómago con algo y de paso aprender a cocinar comidas diferentes. Entré pero, ¿sabéis?, el curso no era para aprender a cocinar, no. Era para aprender a saborear la comida.

-¡Oh!- murmuraron los del pueblo- Y eso ¿cómo se aprende? -¡Ah! Amigos míos es bastante complicado de explicar con palabras -dijo Sixto- los profesores se limitaban a dibujar esquemas y diagramas en la pizarra, y nos decían: "Tenéis que sentir el sabor de ésta posición del esquema". Otro incidía: "No hay que dar vueltas buscando el mejor sabor. Sabor solo hay uno, y es aquel que no tiene sabor, porque en él están todos los sabores".

Y nos ponía el ejemplo de la luz blanca que se descompone en diferentes colores cuando pasa por un prisma. "El lugar -decía el jefe de cocina- donde hay y no hay luz blanca es el sabor sin sabor".
El pueblo entero estaba maravillado de esta explicación. - Por favor, dibújanos esos esquemas. Nosotros queremos experimentar ese sabor sin sabor. Sixto los miró con conmiseración, y quedamente les dijo: - Amigos míos, esto es lo que me enseñaron en aquella ciudad, pero de regreso al pueblo me he dado cuenta, a través de procesos que si os lo contara a alguno de vosotros se volvería más confundido, digo que me he dado cuenta que todo eso no sirve para nada.

- ¡¿Qué?!- preguntó asombrado el pueblo. - Os lo explicaré. La clave está en dos palabras: "sentir" y sabor". Vosotros queréis saber a que sabe el sabor sin sabor. ¿Es cierto? - ¡Sí! - Y yo os digo que lo importante es sentir ese sabor. - ¡Ah!- los seres del poblado se miraron unos a otros.

Un niño, el mismo de antes, que por lo visto era un poco pesado con sus preguntas, dijo: - Sixto, Sixto... - Sí, niño, dime. - ¿Podrías decirme, entonces, por qué esos señores que hablaban mediante gráficos del sabor sin sabor dan esas clases?¿Por qué utilizan esquemas si no son importantes?¿Por qué malgastan su tiempo y su energía en dar un arte objetivo a la subjetividad de la gente? ¿Por qué...?

- ¡Niño, calla! -gritó Sixto- Tú no puedes saberlo porque no has estado dónde yo he estado, ni has visto lo que yo he visto. Esas personas que dibujaban el sabor, sabían lo que estaban haciendo, lo transmitían de una manera especial, de tal forma que se introducía poco a poco en el organismo y ha sido ahora, al llegar al pueblo, cuando me he dado cuenta de que es lo realmente importante.
- ¡Dínoslo, Sixto, dínoslo! - gritó todo el pueblo. - Hay que sentir el sabor, ya os lo he dicho. - ¿Y cómo sabemos que es lo que sentimos si no tenemos un espejo en el cual mirarnos?, preguntó el mismo niño de antes. Sixto miró con dulzura al niño y le dijo: - Niño, ¡eres un pesado insolente!- sonrió y desapareció en su casa para darse un baño".

Y Colorín Colorado…

Todos los niños vienen al mundo con la habilidad de comunicar sus sabores preferidos a sus cuidadores.

lunes, 24 de mayo de 2010

CUENTO ESQUIMAL

SEDNA LA MADRE DE LAS FOCAS BLANCAS.

Hace mucho tiempo en la tierra de los esquimales existió una muchacha muy joven y hermosa llamada Sedna. No tenía muchos amigos. Un día vio desde su cabaña un magnífico barco que era capitaneado por un apuesto y rico embajador extranjero, el cual se enamoró inmediatamente de ella. Después de haberla seducido con palabras llenas de promesas y tesoros, se marchó con el desconocido.

La muchacha cayó en una terrible desesperación al conocer la verdadera identidad del cazador que no era más que un pájaro mágico que tenía la facultad de cambiar de forma y fue así cómo la engañó. Mientras tanto, su padre al saber de la repentina desaparición de su hija, se aventuró a través del océano hasta que dio con ella. Cuando la encontró, Sedna estaba sola y aprovecharon para huir de allí.

Pero cuando el perverso pájaro regresó, y se percató de la partida de su amada, enfureció y partió tras ella. El pájaro con sus poderes mágicos desencadenó una rabiosa tempestad al ver que el padre se negaba a devolverle a Sedna.

Así el anciano comprendió de qué se trataba todo aquello. Pero no podía hacer nada para evitar que los atrapara porque el ave era más poderosa. Sedna también se dio cuenta y se lanzó por la borda para salvar a su padre. Su acto de bondad la convirtió en una preciosa foca blanca. Ella es la madre de todas las que hoy existen y, muchas veces, sale a la playa a ver si hay alguien bueno que va a buscarla.

Y Colorín Colorado..

Se diferencian de los lobos y los osos marinos por la ausencia de pabellones auditivos externos, el cuello es más corto, menos flexible y las aletas anteriores están menos desarrolladas;

CUENTO CLASICO

LA BODA DE LOS RATONES. Hans Christian Andersen

Érase una vez, en Japón, dos ratoncitos que se querían mucho. Tanto él como ella estaba muy enamorados, pero tenían un grave problema: el padre de la ratoncita que estaba obsesionado con la fuerza, quería casarla con el Sol porque decía que el Sol era el más fuerte del mundo.

Los dos ratoncitos no sabían qué hacer. Se amaban mucho pero sabían que el padre de la ratoncita jamás permitiría que se casara con un simple ratón. Así estaban los dos ratoncitos lamentándose de su suerte, cuando una ratona ya anciana pasó por su lado. Al verlos tan tristes se acercó y les preguntó que qué les pasaba. Así la ratoncita le dijo: "Mi padre, es muy bueno, pero un poco terco y quiere casarme con el más fuerte del mundo, que es el Sol. ¡Pero yo no amo al Sol! Yo quiero casarme con mi novio porque es a el a quien amo" La anciana ratoncita les miró seriamente y luego sonrió. Se levantó y muy solemne dijo: "Voy a conversar con tu padre".

Al cabo de caminar un rato, se encontró con el padre de la ratoncita y se le acercó. -Buenos días, sr. Ratón -Buenos días, Sra. Ratona. ¡Cuánto tiempo!- dijo el ratón. - Me he enterado que quiere casar a su hija con el Sol, pero ¿de veras el sol es el más fuerte del mundo? Lo digo porque el sol se oculta tras las nubes. -¡Es verdad! ¡Entonces tengo que casar a mi hija con una nube! - Sí, pero las nubes pasan llevadas por el viento? - Entonces ¿es el viento es el más fuerte del mundo?- preguntó el padre.

- No. Ni siquiera un viento fuerte puede pasar una pared de la forma en que nosotros la horadamos. El sr. Ratón se quedó un momento pensativo y exclamó: -Entonces, ¡nosotros somos los más fuertes del mundo! ¡Tengo que casar a mi hija con el ratón más fuerte entre todos los jóvenes!
Así, el padre decidió que su hija se tenía que casar con el ratón más fuerte del país y empezó una competición de fuerza entre todos los jóvenes. El joven ratón sentía que al menos tenía una oportunidad de casarse con su amada y se enfrentó al más fuerte de los ratones. Era imposible que él pudiera ganar pero no quería renunciar al amor de la ratoncita. En el combate, aunque él era el más débil, cada vez que se caía se volvía a levantar. Finalmente, el adversario, admirado por su fuerza de voluntad dijo: -No puedo vencer a su fuerza de voluntad. Es increíble.

Así, el padre dijo al enamorado de su hija: ¡Cásate con mi hija.! ¡Una resolución firme es lo más fuerte del mundo!" ¡Los novios se pusieron muy contentos y vivieron felices para siempre!

Y Colorín colorado

¿Por qué los ratones huyen de los gatos?


domingo, 23 de mayo de 2010

CUENTO JAPONÉS


TANABATA.

Había una vez un joven labrador. Un día, cuando estaba caminando hacia su casa se encontró una tela colgada en un árbol. ¡Era una tela maravillosa! La más bonita que el joven había visto en su vida.

Así, pensando que alguien la había tirado allí cogió la tela y se la metió en su cesto. Había acabado de poner la tela en el cesto, cuando alguien le llamó, y al girarse se sorprendió mucho al ver aparecer a una mujer muy hermosa que le dijo: "Me llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi 'hagoromo'." El joven le preguntó: "¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?" Ella le dijo: "El hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero sin mi hagoromo no podré regresar. Por eso le pido que me la devuelva."

El joven avergonzado no pudo decir que él la había ocultado y le dijo que no sabía nada de esa tela. Así, como no tenía el hagoromo Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo más remedio que quedarse en la tierra. Sin embargo, al cabo de un tiempo ella y el joven labrador se enamoraron y se casaron.

Al cabo de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa, encontró el hagoromo, y entonces le dijo a su marido que tenía que regresar al cielo, pero también le dijo que había una manera de estar juntos. Si hacía mil pares de sandalias de paja y las enterraba en torno a un bambú podría subir al cielo. Tanabata le estaría esperando.

El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las sandalias de paja. Cuando había hecho 999 estaba tan impaciente fue a enterrarlas al lado de un bambú. En ese momento el bambú se alargó muy alto hasta el cielo. El joven labrador subió por el bambú hasta el cielo, pero le faltaba sólo un poco para llegar. Era el par de sandalias que no había hecho, pero empezó a llamar a Tanabata. Y ésta le ayudó a subir.

Su felicidad no duró mucho porque en ese momento apareció el padre de Tanabata, al que no le había gustado que ella se casara con un simple mortal. El padre pidió al joven labrador que cuidara durante tres días sus tierras. "Entendido.", respondió el joven.

Tanabata le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo malo. El joven se puso a cuidar las tierras. Pero la mañana del tercer día ya no podía aguantar la sed y sus manos se fueron hacia la fruta. En ese momento, del melocotón que había tocado empezó salir mucha agua convirtiéndose en el río el "Amanogawa" El joven y Tanabata quedaron separados por Amanogawa y ambos se convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír. Desde entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo un día al año, el siete de julio.

Y Colorín Colorado

Son sólo una pequeña parte de nuestros vecinos. Entre todos formamos la Vía Láctea. Los romanos la llamaron "Camino de Leche", que es lo que significa via lactea en latín.

sábado, 22 de mayo de 2010

CUENTO TAILANDÉS


LA PEQUEÑA LUCIÉRNAGA

Había una vez una comunidad de luciérnagas que habitaba el interior de un gigantesco lampati, uno de los árboles más majestuosos y antiguos de Tailandia. Cada noche, cuando todo se volvía oscuro y apenas se escuchaba el leve murmurar de un cercano río, todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más resplandeciente que cualquier espectáculo de fuegos artificiales.

Pero entre todas las luciérnagas del lampati había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar. - No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la pequeña luciérnaga-. Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita. Tanto sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban con ilusión la llegada del anochecer para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se divertían tanto que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga no les quería acompañar. Le insistían una y otra vez, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba.

-¡Que no quiero salir afuera! -repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados! Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera. -Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros. -No te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como cualquier día de estos sale a volar con nosotros. Pero los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada en su cuarto.
Una noche, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela de la pequeña se le acercó y le preguntó con mucha delicadeza: -¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad?

-Es que no me gusta volar-, respondió la pequeña luciérnaga. -Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga. -Pues... -explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué voy a salir si nunca podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy brillante, y yo a su lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación parezco una simple chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca podré brillar tanto como la luna.

La abuela había escuchado con atención las razones de su nieta, y le contestó: -¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto o visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes. -¿Qué es lo que he de saber y no sé? -preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga. -Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras.

-¿De veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida la pequeña luciérnaga. -Así es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces crece y a veces se hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y otras en las que desaparece detrás de las nubes. En cambio tú, mi niña, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz. La pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento. Nunca se había imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se escondiese según los días.

Y a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a volar y a bailar con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña amiguita aprendió que cada uno tiene sus cualidades y, por tanto, cada uno debe brillar con su propia luz.

Y Colorín Colorado…

La luz de las luciérnagas es una luz fría producida por un proceso llamado "bioluminiscencia" que implica tres sustancias las cuales reaccionan en presencia de oxígeno para producir luz química.




jueves, 20 de mayo de 2010

CUENTO AUSTRALIANO

ORO LÍQUIDO.

Muchas veces hay que encajar un buen golpe para descubrir quiénes somos en realidad... Es doloroso, pero merece la pena. Los seres vivos no podemos vivir sin agua. ¿Qué pasará cuando este preciado bien empiece a escasear...?

Los aborígenes de una aldea australiana tenían sus corazones tan endurecidos que no hacían ni caso a Kubu, un chico huérfano y mudo que vagaba por las calles mendigando. Así es que Kubu se encaramaba a los árboles, sus únicos amigos, desde donde veía el horizonte teñirse de colores hermosos y así olvidaba el hambre y la sed.

Un buen día, todos se fueron de caza, pero antes escondieron sus provisiones, y sobre todo el agua, para que el huérfano no pudiera quitársela. Pero cuando Kubu se quedó solo en la aldea, un árbol comenzó a mover sus ramas de forma extraña. Kubu entendió su lenguaje y se aproximó hasta el tronco, donde descubrió el escondite secreto de los aldeanos. Se dio un buen festín y después se subió al árbol.
Cuando regresaron los aborígenes se pusieron tan furiosos que treparon hasta el huérfano y le lanzaron al vacío y cuando Kubu despertó estaba en el suelo rodeado de rostros expectantes. No entendía por qué le miraban así, hasta que se dio cuenta de que su cuerpo estaba cubierto de pelo y de que se había convertido en un pequeño oso.

El espíritu de los árboles le dio el don de ser el único animal que no necesita agua para vivir. Y por eso se le llama koala: "el que no necesita agua".

Y Colorín colorado


Su aspecto es algo similar al de los osos, con los que no tiene ningún parentesco.

miércoles, 19 de mayo de 2010

CUENTO INDIO.


EL ENCANTADOR DE SERPIENTES.

En muchas zonas de la India y Pakistán la figura del encantador de serpientes es muy común. Con el sonido de la flauta llamada "tumarit" hacen bailar a la víbora o cobra. Y ésta es la historia que le pasó a uno de ellos. ¿Quieres conocerla?

En un pueblecito de Uttarakhand, cerca de Rishikesh, vivía Raj con su esposa Akba. Aunque eran pobres vivían felices en su casita a las afueras del pueblo. Cada mañana, Raj iba al pueblo a trabajar. ¡Su trabajo era muy peligroso puesto que era encantador de serpientes! Así que con su esterilla, su flauta y una gran cobra venenosa dentro de una vasija, Raj se sentaba en el mercado a trabajar. Cuando Raj tocaba la flauta su cobra erguía la cabeza y danzaba al son de los acordes de Raj. Todo el mundo se quedaba maravillado de cómo Raj podía trabajar con animal tan peligroso y le daban siempre alguna moneda.

Una tarde, Raj decidió que al día siguiente iría a Rishikesh, la gran ciudad, a trabajar porque allí podría ganar más dinero. Su esposa Akbar le aconsejó que tuvieran mucho cuidado ya que la ciudad era un lugar muy peligroso. Al amanecer, Raj se encamino hacia la ciudad y al llegar, se puso en una esquina del mercado a hacer su espectáculo. Pronto, un cúmulo de gente se quedó a admirar la música de Raj y la danza de su cobra. Así, aquel día consiguió ganar un buen salario para él y su familia. Al atardecer, recogió sus cosas y se encaminó hacia su casa, pero no se dio cuenta que tres ladrones le estaban siguiendo porque querían robarle su dinero.

Raj llegó a su casa y le mostró a Akbar lo que había ganado. Ella se puso muy contenta y guardó las monedas en una vasija, sin darse cuenta que los ladrones vigilaban todos sus pasos. Antes de irse a dormir, Akbar decidió guardar mejor la vasija del oro. Pensó dónde la podía esconder: "¿En la cocina? ¿En la habitación? ... ¡Ya está, la esconderé en el desván!" Y al cogerla, vio también la vasija de la cobra y decidió llevarla también al desván para que estuviese más segura. Después, se fue a la cama a descansar. Afuera, los ladrones vieron que Akbar había subido la vasija del dinero al desván y se encaramaron al tejado para robar las monedas. Entraron al desván y cogieron la vasija. Después en un claro cerca de la casa de Raj y Akbar decidieron abrir la vasija para repartirse el botín, pero cuál fue su sorpresa cuando vieron a la cobra subir amenazante. ¡No tenía buen humor porque los ladrones la habían despertado! Muertos de miedo salieron corriendo.

A la mañana siguiente, Raj subió al desván para llevar de nuevo la serpiente a la ciudad pero sólo encontró una vasija. ?Alguien ha debido de robar la otra?, dijo entristecida Akba pero al levantar la tapa de la vasija vio todas las monedas y exclamo: ¡Han robado la vasija equivocada, vaya sorpresa se van a llevar!?. Raj desenrolló la esterilla fuera de la casa, se sentó y empezó a tocar la flauta. Al poco rato, la serpiente se acercó zigzagueando. Raj la recogió y la metió en la vasija para volver a trabajar.

¡Ah! Y de los ladrones... no se volvió a saber jamás. Y Colorín Colorado…

Sólo los farsantes le quitan los dientes que inoculan el veneno; los auténticos, en cambio, muestran al público los agudos colmillos de las cobras que utilizan.

martes, 18 de mayo de 2010

CUENTO ASIÁTICO


LA BOLSA DE LOS CUENTOS. Casa Asia.

El pequeño Lom conocía muchos cuentos, pero no quería contárselos a nadie. Todo el mundo sabe que el egoísmo no es nada bueno, y que las historias están para explicarlas a los demás, así que los propios cuentos, atrapados en una bolsa, intentaron jugarle una mala pasada.

"Cuéntame otro cuento, por favor", suplicó Lom. "No, ya es hora de dormir", contestó su anciano criado. Así que el pequeño se acurrucó en la cama pensando en la historia que acababa de escuchar. El pequeño Lom vivía en una gran casa al norte de Camboya, y tenía un criado que cada noche le contaba un cuento popular. Las historias solían ser de enormes gigantes y poderosos magos, tigres feroces y sabios elefantes, emperadores opulentos y hermosas princesas.

Cada noche había un nuevo cuento, y a Lom le encantaba escucharlos. Sabía que eran relatos muy antiguos, pues el criado los había heredado de su abuela, y esta de su bisabuela, y así hasta muchos años atrás. Delante de los amigos, Lom solía alardear de saberse multitud de historias, pero nunca se las quería contar a nadie, por lo que los cuentos si iban quedando poco a poco aprisionados en una bolsa de su habitación.

Los años pasaron y Lom se convirtió en un apuesto joven que decidió casarse con una guapa muchacha del pueblo. La noche de antes de la boda, el viejo criado oyó unos extraños murmullos que procedían de la habitación de Lom y, asustado, decidió acercarse y escuchar.

Los ruidos venían de la bolsa de los cuentos, que charlaban entre ellos y se lamentaban. "Mañana se casa y nosotros seguimos aquí atrapados, no hay derecho", refunfuñaba un cuento. "Debería habernos dejado salir", se quejaba otro. "Se lo haremos pagar caro", añadió un tercero. "Ya está, tengo un plan", dijo el primer cuento. "Cuando vaya mañana al pueblo por la boda, le entrará sed. Entonces yo me convertiré en un pozo y cuando beba de mi agua, le entrará un dolor de barriga espantoso". "Vale", dijo el segundo cuento, "pero por si acaso no funciona, yo me convertiré en sandía. Si se la come, sufrirá un dolor de cabeza horrible". "Pues yo me transformaré en serpiente y le morderé ", explicó el tercer cuento. "El dolor será tan fuerte que aullará como un lobo". Y los cuentos se rieron malévolamente mientras tramaban el plan.

El viejo criado estaba horrorizado por lo que había escuchado. "¿Qué hago yo ahora?", se preguntó a sí mismo. Y estuvo pensando toda la noche cómo salvar al joven Lom. A la mañana siguiente, cuando Lom se disponía a coger su caballo y cabalgar hasta el pueblo de su amada, el criado salió apresurado de casa y le dijo que lo acompañaría.

Un par de horas después de haber comenzado el viaje llegaron a un pozo. "¡Alto!", gritó Lom. "Tengo sed", pero el anciano hizo seguir el caballo sin que se detuviera allí. Poco después llegaron a un campo repleto de sandías. "¡Para!", ordenó Lom. "Tengo mucha sed. Quiero una sandía". El criado no le hizo caso y siguieron adelante. Llegaron al pueblo y durante la boda el criado se pasó todo el tiempo vigilando, pero no vio ninguna serpiente.

Al anochecer, los novios se dirigieron hacia su casa, bellamente adornada para la ocasión. De repente, el viejo criado entró en la habitación sin avisar. "¿Qué descaro es este?", exclamó Lom. Pero el anciano, sin mediar palabra, levantó la alfombra y descubrió la serpiente venenosa. La cogió por el cuello y la lanzó por la ventana. "¿Cómo sabías que ahí había una serpiente?", le preguntó sorprendido Lom. El criado le explicó toda la historia de los cuentos y sus malévolos planes por no querer compartirlos con nadie.

Desde aquel día, Lom decidió contar cada noche un cuento a su mujer, y así, poco a poco, los cuentos pudieron ir saliendo de la bolsa en la que estaban atrapados. Años más tarde, Lom se los contó también a sus hijos, y estos a los suyos, creando así una cadena que no se rompería nunca y que ha llegado hasta nuestros días.

Hoy en día se siguen contando. Lo sé muy bien, porque yo también los he escuchado y porque yo soy uno de esos cuentos apretujados en la bolsa.

Y Colorín colorado

Los cuentos y otras ficciones que narran han sido compartidos en cada cultura y país como un medio de entretenimiento, educación, preservación de la misma, del conocimiento y de los valores.

lunes, 17 de mayo de 2010

CUENTO MUSICAL


EL HOMBRE QUE TOCA LA FLAUTA CELESTIAL. SEL1

Hace muchísimos años, al pie de las montañas Cinco Dedos, vivía un hombre que tocaba maravillosamente la flauta de bambú. Tan bien la tocaba que la oropéndola no se atrevía a competir con él, el mirlo no entonaba tan bellas melodías y ni siquiera la alondra trinaba con tan rica sonoridad.

Cuando empezaba a tocar la flauta, los pájaros se detenían en pleno vuelo, los campesinos que labraban la tierra, dejaban sus faenas; los ancianos se sentían rejuvenecer y los niños saltaban de alegría... Y tan hermosa era su música que la gente creía que había bajado del cielo, por lo que le apodaron ¡Hombre que toca la flauta celestial!

Un día, el Rey-Dragón del Mar del Sur agasajó a las divinidades con un banquete en la playa. Ocho mil genios con ricas ropas exóticas charlaban y gozaban bebiendo en torno del anfitrión, que llevaba un hábito ceñido con un cinturón de jade. Y precisamente aquel mismo día de la fiesta, después de haber andado diez días y diez noches, el “Hombre que toca la flauta celestial”, llegó a la playa para pescar. Tendió la red sobre el mar apacible, se sentó sobre una piedra limpia y lisa y comenzó a tocar la flauta.

En ese mismo instante, cuando el Rey-Dragón levantaba la copa para brindar con sus huéspedes, oyó un sonido tan maravilloso como nunca había creído oír. Todos y cada uno de los dioses se quedaron en suspenso, incluso se olvidaron de las mesas repletas de manjares y dejaron caer sus copas de jade. El hombre de la flauta no sabía ni podía imaginarse que, en aquel momento, tantas divinidades estuvieran escuchando cómo tocaba su flauta. Y los dioses, por su parte, estaban persuadidos de que quien así la tocaba sin duda debía de haber descendido del cielo superior al mundo humano. Tanto le gustó al Rey-Dragón el sonido de aquella flauta que quiso encontrar al ejecutante para que enseñara a su hijo a tocar el instrumento.

Y, siguiendo la dirección de donde venía el sonido, halló al hombre, el cual recogió su red, metió la flauta en su ancho cinturón y siguió al Rey-Dragón hasta su palacio. Ya habían pasado tres años y el hijo del Rey había aprendido a tocar la flauta de bambú, por lo que el flautista, que añoraba mucho su familia y su pueblo, le rogó al padre que le dejara volver a casa. El Rey agradecido se lo concedió y le indicó a su hijo que acompañara al maestro para que escogiera dos regalos -los que quisiera- del tesoro real. Había allí piedras preciosas rojas, amarillas, azules...; lingotes de oro resplandecientes, y centenares de miles de valiosísimos objetos. El flautista recorrió detenidamente el salón del tesoro del Rey Dragón y, al ver una cesta cilíndrica hecha de tiras de bambú, pensó: Este utensilio me puede servir para guardar los camarones y peces que pesque. Lo tomó y lo sujetó al cinturón. Después, en un armario, descubrió una capa para la lluvia y reflexionó: ?Con esta capa puedo ir a la playa a pescar incluso en días de lluvia y viento. Y éste fue el segundo y último regalo que escogió.

Al salir de la sala del tesoro acompañado del hijo del Rey-Dragón, éste, muy intrigado, le preguntó: -¿Por qué has escogido estos objetos tan sencillos entre montones de oro y plata, perlas y piedras preciosas? El maestro le contestó con una sonrisa: -El oro y las piedras preciosas se gastan y desaparecen. En cambio, con esta cesta de bambú y la capa para la lluvia, puedo ir de pesca todos los días y, con los peces que pesque, nunca pasaré hambre. Pero cuando regresó a su casa y fue por vez primera a pescar, descubrió que aquellos dos regalos eran realmente dos objetos maravillosos. Al volver de la pesca el cesto de bambú siempre rebosaba de relucientes peces, y la capa, desplegada, lo llevaba volando hasta el Mar del Sur, al lugar de la pesca. De esta manera, con el cesto de bambú y la capa para la lluvia, llegó volando a las montañas Cinco Dedos y, tan pronto como tocó su flauta, el sonido se extendió por el firmamento y el mundo entero rebosó de júbilo y alegría.

Y Colorín colorado…

Esta flauta de bambú debe su nombre al tamaño estándar. Shaku significa "pie" como unidad de medida y hachi, ocho, es decir que el instrumento tiene una longitud de 1 shaku punto 8 (54.5 cms).

domingo, 16 de mayo de 2010

CUENTO VAQUERO


LAS NUBES AMIGAS. La Página de los Cuentos

Un vaquero perdido en el desierto cabalgaba y cabalgaba y siempre llegaba al punto de partida, pues no tenía una brújula para orientarse. Estaba cansado, solo quería dormir, pero en la noche la arena se pone helada y dura, entonces se paro sobre la montura de su caballo, hizo girar su lazo con mucha fuerza y lo lanzo al cielo para cazar una nube, pero era muy chiquitita la que logro atrapar.

Esta será mi almohada se dijo colocándola sobre un montoncito de arena. Volvió a pararse sobre su caballo, hizo girar su lazo y nuevamente lo lanzo a las alturas, como esta vez lo hizo con mas fuerza pudo llegar mas arriba y cazo una nube gorda _ gorda: con cuidado la tomo entre sus manos y comenzó a darle palmaditas por todos lados, hasta que la dejo bien parejita y mullida. Tu serás mi blanda camita le dijo. Así el vaquero, Roger Kid, durmió feliz-feliz toda la noche, sobre las dos nubecitas amigas.

Había empezado a salir el sol cuando nuestro vaquero despertó con los apretones que le daba la nube chiquita en su cabeza. ! Roger Kid, despierta, que si el sol comienza a disolvernos no podremos regresar al cielo! Voy a quedarme dormido para siempre sobre ustedes porque no puedo encontrar el camino de regreso, y estoy muy cansado. Si nos dejas partir, nosotras te mostraremos el camino desde arriba.

Roger Kid, confió en ellas. Nuevamente se paro sobre el lomo de su caballo, ato con su lazo a las dos nubes, lo hizo girar con fuerza, y lo aflojo en el momento preciso para que sus amigas salieran disparadas hacia el cielo. ¡Las dos nubes cumplieron su palabra! Ambas se pusieron en fila: adelante la gorda- gorda y detrás la chiquita, se fueron saltando derechito por el azul del cielo Roger Kid, las seguía en su cabalgadura con la vista fija en ellas, hasta que dejo el desierto atrás y reconoció el camino que lo llevo de vuelta a su rancho.

Una vez allí tomo su guitarra y canto una canción vaquera muy Linda para las nubecitas salvadoras. Y cuenta la leyenda que desde entonces, todos los días al atardecer; muchas nubes se detienen sobre los ranchos, para escuchar a los vaqueros, que después de su trabajo toman sus guitarras y cantan para ellas sus hermosas canciones para agradecerles el haber salvado a un camarada.

Y colorín colorado...

Los vaqueros americanos han capturado la suposición y la imaginación de millones pues ninguna otra ocupación ha hecho nunca.


sábado, 15 de mayo de 2010

CUENTO LIBRE


NAHUEL Y EL CÓNDOR. Lucre Arrías

El cóndor estaba sobre una roca. Mirando con sus alas plegadas el gran valle iluminado. Cuando Nahuel lo encontró. El ave se dio cuenta que era él, pero siguió en su posición. Detrás del niño, llegó su abuelo, deteniéndose a su espalda. Apoyando su mano en el hombro, la apretó y dijo: - Debes tomar una decisión, si le quieres de verdad. - Sí abuelo, le quiero. Sabes que su espíritu esta conmigo desde que nací y más con todo lo sucedido, es como si fuéramos uno.

- Entonces, debes actuar Nahuel. Si le retienes, morirá. Ama demasiado su libertad como para estar así. Él, dentro de lo que es, también te quiere, te respeta por haberle cuidado y protegido cuando estaba indefenso, no hará nada que tu no quieras, tu decides, si le dejas libre o le retienes, matando su espíritu poco a poco.

Nahuel no pudo contener las lágrimas, sabia lo que tenia que hacer, pero le dolía demasiado. No podía gesticular palabra. Su abuelo, volvió a apretar su hombro como signo de fortaleza ante al decisión tan dura y se marcho dejándolos solos. El silencio que envolvía la tarde era especial. Nahuel se sentó sobre una roca y comenzó a recordar como había encontrado al cóndor.

Una tarde de tormenta, cuando pasaba las vacaciones con su abuelo en el valle. Él vivía en una gran ciudad, pero sus raíces eran indígenas del sur. Había crecido como todos los niños de las grandes urbes, pero aprendió las costumbres del pueblo de su padre, y con ellas a respetar al cóndor. El ave era considerada por estos como el guardián de las montañas, y su espíritu encerraba la armonía de las grandes cumbres. Cuando el niño nació, un cóndor surco en ese mismo instante la casa donde le alumbro su madre. Por esto, todos decían que el espíritu del ave se había posado sobre Nahuel.

Esa tarde, cuando encontró al cóndor, este estaba herido por unos cazadores furtivos. No comprendía como había gente que se divertía matando a estas aves si estaban en extinción. Necesito la ayuda de su abuelo para llevarlo a donde lo pudiera cuidar. Y así lo hizo durante más de un mes. Cuando el ave estuvo bien, sucedió una cosa curiosa, no se fue. Se quedo junto a Nahuel hasta ya casi terminado el verano.

El niño se había ocupado del ave en todo. Pero debía volver a la ciudad, y el ave a sus montañas. El sol comenzaba a ponerse, solo se escuchaba el latir de los dos corazones, y un sollozo que se iba apagando poco a poco. En eso, decidido, tomando fuerzas, dijo. - Vete gran ave, te quiero demasiado, como para tenerte en cautividad para que tu espíritu sufra y muera de apoco. Vamos, vete ya, y alzó la mano como signo de que partiera. El ave, dirigió su mirada a Nahuel, volvió a ponerse frente al sol. Abrió sus alas dejándose caer por el precipicio. Por un instante, el niño se asusto.. Porque pensó que se había matado. Sabía que el cóndor cuando se siente amenazado o enfermo, prefiere morir a seguir cautivo o siendo una carga, y corrió al borde de la montaña. En eso, el cóndor, subió con sus alas desplegadas por las corrientes de aire, planeando en dirección al sol pasando el borde de una por la cabeza de Nahuel como diciendo adiós.

El niño sonrío. La noche se hizo cerrada y todavía estaba mirando por donde había partido. Al volver a su casa, encontró a su abuelo junto a la chimenea fumando su pipa, se sentó a su lado sin mediar palabra. - Que has hecho? Preguntó su abuelo. - Lo que debía, dejarlo ir. Pero sabes siempre estará conmigo porque parte de su espíritu ahora esta más en mi corazón, seremos uno siempre. Y yo estaré con él porque parte de mis esperanzas y sueños se fueron con él.

El abuelo siguió acariciando la cabeza del niño que de repente se había hecho hombre tomando una decisión así. Seria un buen hombre, estaba seguro.

Y Colorín Colorado!

El águila: erupción de dignidad, libertad y fascinación. Ave majestuosa entroncada con el sol, la tormenta, el ímpetu guerrero, el triunfo del espíritu sobre la materialidad inerte.


viernes, 14 de mayo de 2010

CUENTO INTER-PLANETARIO


LOS PLANETAS ELFOS. Graciela Repún

Me gusta pedirle a mi abuelo que me cuente historias del Gran Intercambio Espacial, cuando los hombres exploraban los recién descubiertos planetas Elfos. Mi abuelo siempre empieza recordando que no fue nada fácil. Que los primeros enviados no sabían con qué iban a encontrarse y que la adaptación fue terrible.

En algunos planetas el tema era el peso. Al llegar, uno se sentía más pesado o más liviano de lo habitual y era difícil acostumbrarse al cambio. En otros, el problema era que los planetas nuevos se parecían demasiado a la Tierra, pero se diferenciaban en detalles y eso los hacía terribles El suelo podía verse engañosamente firme pero al pisarlo se hundía. El agua podía parecer líquida pero era sólida y, a veces, invisible.

Había zonas con pasto a lunares y las vacas, iguales a las de la Tierra, se lo comían. Y cielos con seis lunas o colores exóticos, inquietantes. Todo parecía un sueño, una pesadilla. Para muchos exploradores, fue espeluznante descubrir algo que ningún científico había calculado: la falta de olores familiares. Había planetas que ni siquiera tenían un olor y los primeros colonizadores comenzaron a enfermar de nostalgia.

Mi abuelo dice que extrañaban las tonterías. Hasta los mosquitos, o el tráfico. La colonización habría sido un fracaso sino hubiera existido la Fuerza Interespacial de Narradores de Cuentos. ¿Y quién la comandaba? Mi abuelo. La Fuerza inventó mitos para los ocho planetas Elfos. Así, todos empezaron a oír historias de cómo el Elfo I, el de las manchas negras, era en realidad la pelota de fútbol de un niño gigante.

Del Elfo II, un anillo gaseoso, dijeron que era la letra O en el alfabeto del Universo. ¡Esa siempre me encanta y está en todos los libros de mitos del Espacio! Las más ingeniosas son la del huevo en la cocina del tiempo, para el planeta blanco de forma ovoidal, y la de la “Bola de adivino” para el Elfo VII, que es como de hielo. También se esmeraron con el origen de las lunas, que pasaron a ser los lunares de una bruja y las perlas del collar de la diosa Tierra. Siempre le pido a mi abuelo que me cuente cómo inventaron las leyendas de las rocas, montañas y lagos.

“La leyenda del tazón del rey”, que se les cuenta en Elfo III a los turistas, surgió una roca con forma de taza. “La huella de Buda” en Elfo VIII, de una hendidura enorme que parece la marca que dejó un pie. Mi abuelo dice que ellos inventaron estas cosas porque los lugares con historia te atrapan dentro de ellos. Yo no sé. Sé que fue lindo que también pusieran de protagonistas de leyendas a dos personas o bandas enfrentadas, y que les hicieran vivir trabajosas batallas que les sacaban las ganas de pelear de verdad. Y que la Fuerza también creó mitos sobre Súper-amistades y Amores Eternos, porque tuve que estudiar varias de esas historias, y siempre me emocionaron.

Cuando yo nací, esos mitos hacía mucho que existían. Para mí fue fácil creerlos. Pero, en la época en que los inventaron, la Fuerza tuvo que repetirlos hasta que diera la impresión de que esas cosas habían pasado alguna vez, habían sido reales. Ahora, está prohibido hacer eso y lo entiendo porque a mí no me gustaría que me cuenten diez mil veces algo para que lo crea, si no es cierto. Pero mi abuelo dice que no había mala intención, y los cuentos eran lindos…No sé… De todos modos, a mí la parte de la historia de mi abuelo que me gusta más es otra.

Fue cuando él llegó de visita al único planeta Elfo habitado. Planeta en que, como todos saben, viven las mujeres que tienen cuello de jirafa, tres ojos, y que saben hablar con la mirada. Por si esto lo lee alguien de otro universo, plano o tiempo histórico, esas mujeres son muy amables. Cuando piensan algo malo, para no ser bruscas, cierran un ojo y disimulan la verdad. Por ejemplo, mirando sólo dos de sus ojos uno puede leer “Que notable” sin nunca saber que en el tercer ojo dice “tonto”… Y no enterarse nunca del “Que notable tonto” escondido tras un párpado.

Mi abuelo siempre me cuenta que no pasó mucho tiempo en ese planeta sin que se enamorara locamente de una de las mujeres de cuello de jirafa y tres ojos. Pero sus superiores le exigieron que partiera enseguida del planeta, y jugándose por entero, le preguntó a la mujer que amaba: —¿Te casarías conmigo y me acompañarías en mi nueva misión? ¿O tendremos que separarnos? En el segundo ojo mi abuelo leyó “nos”, y en el tercero, “separaremos”. Sólo cuando su enamorada levantó el primer párpado, mi abuelo vio que decía “nunca” y supo que esa frase: “Nunca nos separaremos” cambiaría su vida.

Pero los Superiores no le dieron tiempo para celebrar su boda. Mi abuelo era necesario en los planetas donde la gente extrañaba la Tierra y recibió la orden de partir sin demora. Mi abuelo se fue solo, triste y enamorado. A llegar al Elfo VI trató de cumplir con su misión pero no pudo dejar de contarles, a los que quisieran escucharlo, sobre el amor y la novia que lo esperaban en otro planeta. De esa forma, por única vez, provocó lo contrario de lo que siempre lograba. Hizo que los colonos sintieran un gran desarraigo y quisieran volver a sus planetas, porque extrañaban mujeres lejanas y novias perdidas.

Rápidamente, los jefes intervinieron. Mi abuelo pudo casarse. De esa unión nacieron mi papá y mis tíos, y de la misma rama, mucho después, nací yo. Aquí termina la historia de mi abuelo. A él le gusta contármela de nuevo y a mí, escucharla una y otra vez. Cuando concluye, suele preguntarme: —¿Y? ¿Qué te pareció? Y yo sin hablar le contesto: “Me gustó”, pero hago un poco de suspenso antes de abrir mi tercer ojo y de que mi abuelo pueda ver que la respuesta a su pregunta es, invariablemente: “Me gustó muchísimo”.

Y Colorín Colorado...

Graciela Repún (nacida en Buenos Aires, Argentina) es una escritora argentina.Comenzó a trabajar como creativa y escritora


jueves, 13 de mayo de 2010

CUENTO FUGAZ


BESOS FUGACES. La Página de los Cuentos

Resulta que había una estrella que se sentía muy sola...increíble en un cielo estrellado, pero al fin, es un cuento...y se preguntaba, por qué tendría que estar allí toda la eternidad, si su vida no tenia sentido...de repente, un empujón la saco de la duda, casi la saca del firmamento.

Perdón bella estrella, voy de afán. Y con un beso, se marcho...muy pero muy lejos y sin argumento pero ese dulce beso, la flecho, mejor dicho la mató, en forma literal. Sí, la estrellita se había enamorado y comprendió entonces que su único amor era una estrella fugaz, que pasaría por hay de vez en cuando, para pedirle un beso o por qué no robarlo, por eso tendría que esperarlo toda una eternidad si es necesario.

Porque muchos nacen para dar besos... y otros tenemos que esperar por uno... aunque sea uno de esos, fugaces pero que empalagan tanto, que no importa esperar años y años.

Y colorín Colorado…

Las «estrellas que se caen», son en realidad pequeños trozos de roca, algunos tan pequeños como granos de arena, que están diseminados por el espacio entre los planetas moviéndose a gran velocidad.

miércoles, 12 de mayo de 2010

CUENTO DE LA TRADICIÓN SUFI


DESEOS

Un emperador estaba saliendo de su palacio para dar un paseo matutino cuando se encontró con un mendigo.

Le preguntó: -¿Qué quieres?

El mendigo se rió y dijo: -¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo?

El rey se rió y dijo: -Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo.

Y el mendigo dijo: -Piénsalo dos veces antes de prometer.

El mendigo no era una mendigo cualquiera. Había sido el maestro del emperador en una vida pasada. Y en esta vida le había prometido: “Vendré y trataré de despertarte en tu próxima vida. En esta vida no lo has logrado, pero volveré…”

Insistió: -Te daré cualquier cosa que pidas. Soy un emperador muy poderoso. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte?

El mendigo le dijo: -Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo?
Por supuesto -dijo el emperador. Llamó a uno de sus servidores y le dijo: -Llena de dinero la escudilla de este hombre.

El servidor lo hizo… y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía.

Todo el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud se reunió allí. El prestigio del emperador estaba en juego. Les dijo a sus servidores. -Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme.

Diamantes, perlas, esmeraldas… los tesoros iban vaciando. La escudilla parecía no tener fondo. Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a los pies del mendigo y admitió su derrota.

Le dijo: -Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha tu escudilla?

El mendigo se rió y dijo: -Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto… simplemente está hecha de deseos humanos.

Y Colorín Colorado

La Tradición Sufí no es una religión ni un culto. Es una filosofía de vida y su objeto es ofrecer al hombre una vía,

martes, 11 de mayo de 2010

CUENTO MÁGICO


EL SOMBRERO MÁGICO. Blas Cubells Villaba

-¡Mira papá! He encontrado un trébol de cuatro hojas. -Déjame ver...¡Sí! de cuatro hojas. -Eso me dará suerte ¿verdad?. -Claro hija, eso te dará mucha suerte. -Entonces... ¿el trébol tiene magia? -Sí así es. -Pero papá, si yo no creo en esas cosas. -Entonces hijita mía no te dará ninguna suerte. -Pues no entiendo por qué. -¿De verdad no lo entiendes? -No, no lo entiendo. -Bien, entonces te contaré una historia para que lo comprendas; le sucedió a un amigo mío, un amigo muy especial que conocí cuando tenía tu misma edad. -¿Qué historia es esa papá? Yo la llamo “El sombrero Mágico” ¿Quieres oírla? -Sí claro que sí ¡cuéntamela!

Cuando yo era niño pasaba todos los veranos en el pueblo de la sierra. Un día quise pasear yo sólo por el bosque, por un sendero que conocía muy bien, pero sin darme cuenta vino el atardecer, el sol se escondía entre los árboles, el aire era fresco y con ese olor que deja la lluvia reciente, ya se veían las primeras estrellas en el cielo, los pájaros formaban con sus cantos un enorme jolgorio... Y allí estaba, sobre un viejo tronco, con un hermoso sombrero, mi amigo Sintosis. Me acerqué a él despacio, aún no nos conocíamos, y le dije: ¿Quién eres? -Soy Sintosis, un duende del bosque. Yo pensé que bromeaba pero le dije ¡qué sombrero más bonito tienes!
-¿Te gusta? Es un sombrero mágico, bueno, al menos eso creo, lo heredé de mi padre pero no estoy tan seguro de que sea mágico. -¿Y cómo es eso? -Es una larga historia pero te la voy a contar, ven siéntate conmigo.

En este mismo bosque, hace muchos, pero que muchos años, vivía un viejo duende llamado Estorio. Tenía tres hijos: Tosis, Antosis y Sintosis, osea yo, osea que el viejo duende Estorio era mi padre. Cada uno de los hermanos teníamos nuestro propio carácter, nuestra especial forma de ver las cosas por lo que siempre solíamos pensar de forma diferente. Nuestra madre, llamada Olma, hacía tiempo que ya no estaba con nosotros, pues a todos los duendes nos llega el momento de descansar, de volver a la naturaleza y fundirnos con ella, porque los duendes nunca morimos, estamos hechos de energía y cuando esta energía se gasta con el tiempo, vuelve al lugar de donde surgió, a la Madre Naturaleza, por eso nunca encontrareis un cementerio de duendes.

Aunque echábamos de menos a nuestra madre Olma, vivíamos bastante felices en nuestro enorme árbol, un viejo pero vigoroso abeto, el más confortable hogar para un duende del bosque.
Todos trabajábamos, pues Tosis tenía ya 203 años, Antosis 240 y yo 285, por lo que no éramos duendes-niños, sino más bien duendes-jóvenes, listos y preparados para participar en todas las labores del bosque y ayudar en la comunidad de duendes. No se si lo sabréis pero los duendes siempre estamos muy ocupados; ayudamos a todos los seres del bosque para que crezcan sanos; avisamos a las hormigas de cuando va a llover para que se refugien y cierren el hormiguero; ayudamos a los pájaros a construir sus nidos con pequeñas ramitas; y cuando una cría de conejo o ardilla se pierde en el bosque la llevamos junto a sus padres; también solemos esconder las botas o las gorras de los cazadores para entorpecer su caza, incluso en el último instante les movemos la escopeta o espantamos al animal para que se escape. Cuando llega la primavera, tras un frío invierno donde todo parece dormir, les hacemos cosquillas a las plantas, a los matorrales y a los árboles para que despierten del invierno y estallen en miles de flores multicolores. Especialmente sensibles a nuestras cosquillas son los almendros, por eso son los primeros en mostrar sus blancas flores. Este es, sin duda, el trabajo que más nos gusta a los duendes, aunque a veces es duro, pues hay arbustos muy tacaños que se niegan a florecer y entonces nos toca cantarles y bailarles, algo a lo que no se resisten, cada sonrisa es como una flor.

Como puedes ver éramos una familia feliz, todo lo feliz que puede ser un duende. Sólo una cosa parecía preocupar a nuestro padre Estorio, por las noches junto al fuego se pasaba horas y horas observando con preocupación su sombrero mágico, el sombrero Vortud, el sombrero que conduce a su dueño por el camino del bien y la felicidad. Este sombrero lo recibió como regalo de un misterioso mago al cual ayudó varias veces, mucho tiempo atrás. No recuerdo muy bien su nombre... ¡Ah sí! El mago Mestron. Debió quedar muy contento con la ayuda que nuestro padre le prestó, para regalarle nada menos que ¡un sombrero mágico! El sombrero Vortud que ayuda a llevar una vida digna y llena de alegrías. Pero antes de entregarlo a mi padre el mago le puso una condición, que el sombrero debía pasar de padres a hijos. Sin embargo nada dijo para los casos en que el hijo no es uno... ¡sino tres! Así pues la felicidad de nuestro padre Estorio estaba empañada por esta preocupación ¿a quien de sus tres hijos dejaría el sombrero mágico Vortud?

Mi padre nos quería mucho a los tres, cada uno de nosotros éramos muy diferentes, pero para él cualquiera de nosotros merecía recibir el sombrero Vortud. Para elegir a uno, ser justo y no equivocarse decidió observarnos muy bien, con mucha atención, tenía que resolver el problema pronto, pues la hora de fundir su energía con la energía de la naturaleza estaba muy cerca. Al igual que sucedió con su querida Olma, su esposa, él también merecía descansar y dormir, por muchos años, mecido por el viento y acariciado por los rayos del sol. Estorio, mi padre, en sus observaciones, vio que Tosis era un soñador, un fantasioso que creaba a su alrededor mundos inexistentes, que otorgaba a las cosas cualidades que no tienen, bueno... a veces sí acertaba y eso le daba ánimos para seguir soñando. Antosis sin embargo, era más práctico, sólo veía aquello que, evidentemente, se ofrecía a sus ojos, no otorgaba cualidades a las cosas a menos que se le enseñara a verlas, y se divertía mucho contradiciendo a Tosis en cada una de sus nuevas ideas. Esos sí, cuando no podía fruncía el ceño diciéndose a si mismo ¡no lo entiendo, no lo entiendo! Por otra parte, yo, Sintosis, no me parecía en nada a mis hermanos, ni otorgaba ni dejaba de otorgar cualidades a las cosas, pero tenía la habilidad de poner paz entre las disputas de Tosis y Antosis. Cuando veía que uno tenía razón se la daba y el otro la aceptaba, estábamos los tres muy unidos, juntos aprendíamos muchas cosas nuevas sobre la vida en el bosque. Nos queríamos como buenos amigos y, claro está, como buenos hermanos.

Así pues mi padre no encontraba una razón, un buen motivo que le hiciera elegir a uno u otro. Pero no se rindió, pensó y pensó y siguió pensando durante más de tres meses, ya sabes que para los duendes el tiempo no corre tan deprisa como para vosotros. Y finalmente tuvo una brillante idea, por lo que convocó a toda la comunidad de duendes del bosque para que escucharan la decisión que tomaba sobre el sombrero mágico Vortud. Todos se reunieron en el claro principal del bosque, donde solemos tener nuestras reuniones y celebrar las fiestas. Cuando acudimos nos quedamos sorprendidos al ver, sobre un viejo árbol, tres sombreros idénticos ¡iguales que Vortud! Mi padre estaba sentado al lado de ellos, nos miraba y sonreía feliz.

Cuando toda la comunidad estuvimos reunidos, incluido algún que otro pajarillo, conejo, o ardilla curiosa, Estorio se alzo sobre el tronco y dijo con voz grave pero divertida: “Todos sabéis que pronto os dejaré para dormir y descansar, en los brazos de nuestra Madre Naturaleza, y todos conocéis el regalo que el mago Mestron me hizo, el sombrero mágico Vortud que confiere al que lo posee una vida digna y feliz, el cual tengo que entregar en herencia a uno de mis hijos. Si os preguntara cuál de mis hijos es merecedor, por su comportamiento y buenos sentimientos, de poseerlo, tendríais el mismo dilema que he tenido yo durante varios años, pues los tres son buenos hijos, los tres son trabajadores, los tres son respetuosos y generosos de verdad. Durante algún tiempo estuve disgustado y contrariado por esta carga, pero... ¿cómo puedo estarlo? La vida me dio tres bendiciones, tres hijos de los que sentirme orgulloso, debo pues estar agradecido y agradecido estoy de corazón... Mis tres hijos tendrán cada uno su sombrero mágico Vortud.”

Se oyó un murmullo a su alrededor. ¿Cómo puede ser que ahora tenga tres sombreros mágicos? ¿De dónde habrá sacado los otros dos? Y cosas así nos decíamos unos a otros. Los tres hermanos nos mirábamos los unos a los otros entre incrédulos y divertidos, no ambicionábamos el sombrero, y lo que padre decidiera bien estaría. Mi padre alzó las manos en señal de silencio, todos enmudecieron, y entonces dijo: “No, no existen tres sombreros mágicos, solo hay un Vortud que como todos sabéis, otorga, o mejor dicho, ayuda e inspira para que su dueño sepa ser agradecido de verdad; para que sea responsable de todos sus actos; sencillo en su forma de vivir; comprensivo con todos; generoso, humilde y honesto, y así poder llevar una vida dichosa y feliz. Por lo tanto dos de estos sombreros no son mágicos pero los tres son idénticos, tan parecidos que ni yo mismo sabría distinguirlos. Hijos míos, coged cada uno un sombrero y guardadlo como si fuera el auténtico, pues podría serlo, y tratad de llevar la vida que Vortud inspira, al cabo de los años sabréis quién tiene el verdadero sombrero. Será aquel que consiga llevar una vida digna y feliz.”

Y cuando mi padre hubo terminado de decir esto, se despidió de todos con una sonrisa amable y se internó en el bosque. Ahora estaba tranquilo, por fin podría dormir el gran sueño y tener su merecido descanso. Los años pasaron desde aquel día, pasaron los siglos también y cada uno de nosotros, los tres hermanos, formamos nuestra propia familia, y cada uno de nosotros pensamos, estamos convencidos de que somos los poseedores de Vortud. Tanto esfuerzo pusimos en llevar una vida digna y feliz que aún no sabemos quién fue el afortunado, y creo... creo que nunca lo sabremos. Y Colorín Colorado…

Descubre y Aprende con este INVENTO MARAVILLOSO: "El Sombrero". Hola niños, saben a ciencia cierta no se sabe con exactitud, cuando? y quién? invento esta prenda tan necesaria para la humanidad, lo que se cuenta es que:



lunes, 10 de mayo de 2010

CUENTO AMBICIOSO


EL CIEGO Y LA TROMPETA. Iván Madden

Todavía el ritmo de los samples marcaba las secuencias en mi pecho, y los dedos me dolían de tanto tocar el viento. Los gritos y los aplausos de la gente eran placebos para mí. Sí, habíamos gustado otra noche más. Matt, Mo Bee y Gordon estaban conformes con la banda. Todos me creían el mejor, y lo era, pero me faltaba algo. Metí la trompeta en el estuche, tiré el disfraz brillante en el camerino y enfilé por el pasillo hacia la salida que daba al callejón.

Al abrir el portón, una ráfaga de aire me quemó la cara y me acomodó a su antojo el pelo en mechones. Miré para uno y otro lado de la calle; no había nadie. Arriba un cielo barroso enmantaba la ciudad. Caminé hasta la esquina y giré hacia la entrada del subte que se avistaba a pocos metros. Mientras bajaba por las escaleras sentía el sudor impregnado en el pantalón y en la camisa. Me pregunté si el ciego aun estaría en el túnel. Avancé unos pasos y después sólo tuve que seguir el sonido hiriente que traía la brisa. La anestesia de los aplausos ya no tenía efecto. La trompeta del ciego sonaba como ninguna otra. Estábamos solos él, la música y yo. El silencio de fondo hacía de armonía y de testigo.

En cuanto empecé a acercarme dejó de tocar y colocó el instrumento sobre un paño aterciopelado para apoyarlo en la banqueta de madera que tenía a su lado. Aunque estaba encorvado y de lejos parecía más bajo, era por lo menos de mi estatura; Me arrimé para hablarle pero antes de que pudiera emitir palabra agarró el bronce y me dijo: -¿Venís por esto? -Sí -contesté sorprendido-. Quisiera comprársela, le pagaría con mi trompeta o con la suma que usted diga. El ciego hizo una pausa que pareció interminable. -No sé si la quiero vender, en realidad no se trata de dinero. -Yo haría cualquier cosa por conseguirla -le dije casi sin pensarlo. -¿Cualquier cosa? -replicó el ciego.
Ambos quedamos callados en el corredor desolado. El ciego se agachó, quedando en cuclillas, y empezó a bajar la cabeza. Tenía la nuca gruesa y el pelo al ras. Introdujo la trompeta en el estuche, se puso de pie y enfocó los anteojos espejados en mis ojos, como si pudiera verme. Después, extendiendo los brazos, me dio el estuche con el instrumento adentro y yo le entregué el mío. Saqué toda la plata que tenía encima y se la quise dar; pero la rechazó y se le hizo una mueca de satisfacción. El ciego se fue para un lado del pasillo. Yo arranqué para el otro aferrando el estuche bajo mi brazo. Apenas había dado unos pasos cuando miré para atrás; él ya no estaba. El silencio era absoluto, ideal para probar la trompeta. Abrí el estuche y tomé el bronce. Los sonidos empezaron a fluir desde mi tórax haciéndose música en el aire. Sentí la comunión con el instrumento, que se había hecho parte de mí, pero comencé a notar que el pasillo se oscurecía. Miré para ambos extremos y no pude ver las salidas.

El corredor parecía no tener fin, y la negrura creciente me obligó a recostarme contra la pared. Pero la trompeta estaba ahí, conmigo, y nada iba a impedir que su encanto, desde mis manos, saliera a la luz. Cerré los ojos y deslicé mis dedos por todas las escalas posibles consiguiendo melodías que jamás habían sido interpretadas. Cuando volví a abrir los ojos ya no pude ver nada. A tientas avancé hasta toparme con la banqueta de madera y con los anteojos espejados que el ciego había dejado. La banqueta era cómoda y los anteojos estaban hechos a mi medida. Pero eso no importaba. Pegué otra vez los labios al instrumento y dejé que desde mi plenitud los sonidos fluyeran hacia la luminosidad.

Y Colorín Colorado…

La trompeta es un instrumento musical de viento,