EL ARO PERDIDO
Franca vio unos pajaritos que revoloteaban por el patio, y le preguntó a la mamá: ¿qué están haciendo esos pajaritos? - Están buscando comida - respondió la mamá. ¿y qué comen? - Semillas, migas de pan, bichitos, esas cosas. - Ah. ¿y galletitas? - También, si las cortás bien chiquitas. Entonces la mamá le mostró como poner un plato con migas para los pajaritos. Al principio les daba miedo la gente, pero después de unos días se fueron acostumbrando a venir todas las mañanas a comer. Un día, a Lara se le salió un aro, y todos lo buscaron por la casa y no lo encontraron. Hasta que una mañana, Franca vio donde estaba el aro: - ¡Ahí está! En el plato de los pajaritos. - Andá a buscarlo - dijo la mamá. - No puedo mamá - dijo Franca. - ¿Porqué? - Porque en el plato hay un pajarito, y tiene el aro en el pico. La mamá trató de recuperar el aro, pero el pajarito, que era una urraca, se lo llevó a una rama bien alta. Se armó un lío bárbaro, porque los aros eran un regalo de la abuela, y les había costado trabajo que Lara se acostumbrara a usarlos. Para variar, el Tío Chiflete tuvo una idea: - Ya sé lo que voy a hacer. Me voy a disfrazar de pajarita, con un aro en una oreja. Entonces el pajarito va a decir: "¡A esa linda pajarita le falta un aro!". Y me va a regalar el aro que falta. Se puso ropa toda negra, y desplumó un plumero viejo que había en la casa. Después se pegó las plumas con engrudo en toda la ropa, se puso un embudo en la boca, a manera de pico, y al final, el aro. Con su disfraz de pajarito, el Tío dió unas vueltas por el patio diciendo: "Pío pío pío pío" La mamá se rió al ver al disfrazado y dijo: - Sos un pajarito un poco gordo. Más bien parecés un pavo. - Vos no entendés nada de pajaritos. - Además, acá no te ve nadie. Mejor andá a la vereda. El Tío salió a la vereda, y se puso a caminar dando saltitos con los dos pies juntos, y a decir "Pío pío". Los vecinos lo miraban y no entendían nada. Algunos se reían, y una señora un poco corta de vista le tiró a los pies como un kilo de pan duro. El Vecino Inventor se asomó por la ventana y le preguntó qué pasaba. El Tío le explicó, y el Inventor dijo: - Yo tengo una idea mejor. Hay que fabricar una oreja gigante, que se vea desde bien lejos, y ponerla en la puerta de calle. Cuando el pajarito la vea, va a pensar: "Qué linda oreja. Lástima que no tiene aro", y entonces va a colocar el aro en ella. El Inventor se puso a trabajar, y a la tarde tuvo lista la enorme oreja de plástico color piel, y la colgó con una cadena de un clavo en la puerta de calle. Los demás vecinos seguían sin entender nada. Una vecina muy chismosa, cada vez que pasaba por la puerta de la casa le decía algo en secreto a la oreja gigante. Un abuelo aburrido había puesto una silla al lado de la oreja, y le daba charla. Para la mañana siguiente, en la oreja se había juntado un poco de tierra, pero no había aparecido ningún aro. Entonces la mamá tuvo una idea: - Vamos a poner unos botones en un platito, para ver adónde se los lleva la urraca. De ese modo vamos a descubrir su nido. Mientras tanto, el Tío se va a sacar ese disfraz de pajarón y el Inventor va a descolgar esa orejota de mi puerta. Hicieron como ella dijo, y... ¡así fue!. El pajarito empezó a llevarse los botones, que le gustaban porque eran brillantes y hacían ruidito. Entonces el Inventor, con un telescopio que había fabricado, miró al pajarito a ver a donde iba. Pasó un buen rato mirándolo mientras volaba, se posaba en distintos lugares, o se alisaba las plumas. Hasta que al final, ¡descubrió el nido!. Estaba en un árbol en el patio del Sr. Enojoni. El Sr. Enojoni no quiso saber nada con dejar pasar a su patio al Inventor. Fue la mamá con las nenas a pedirle por favor, pero tampoco. Por último se incorporó al grupo el Tío Chiflete, que iba terminándose de peinar y arreglar la ropa. Cuando lo vió, el Sr. Enojoni le preguntó: - ¿Ud. es el que estaba hace un rato disfrazado de pajarito? - Sí. - Jua jua jua. - se rió el Sr. Enojoni. Y de tanto que se rió, se le fue el enojo. Y no tuvo más remedio que dejarlos poner la escalera para subir al árbol. Arriba del árbol estaba el nido. Y en el nido, el aro y los botones. Todos se pusieron muy contentos. Pero a Franca le preocupaba saber para qué el pajarito quería el aro y los botones. Entonces la mamá le explicó: - Algunos pajaritos se llevan cosas para hacer un nido, que es su casita. - ¿y el pajarito se quedó sin casita? - No te preocupes - dijo la mamá. Vamos a poner un poco de algodón y unas maderitas, y vas a ver como el pajarito se los viene a llevar para hacer un nido más lindo y caliente. Y así fue. Desde la terraza, con el telescopio del inventor, Franca podía ver el nido del pajarito, con el algodón y las maderitas dentro. Y en la primavera, aparecieron dos lindos pajaritos. Y colorin colorado...
Franca vio unos pajaritos que revoloteaban por el patio, y le preguntó a la mamá: ¿qué están haciendo esos pajaritos? - Están buscando comida - respondió la mamá. ¿y qué comen? - Semillas, migas de pan, bichitos, esas cosas. - Ah. ¿y galletitas? - También, si las cortás bien chiquitas. Entonces la mamá le mostró como poner un plato con migas para los pajaritos. Al principio les daba miedo la gente, pero después de unos días se fueron acostumbrando a venir todas las mañanas a comer. Un día, a Lara se le salió un aro, y todos lo buscaron por la casa y no lo encontraron. Hasta que una mañana, Franca vio donde estaba el aro: - ¡Ahí está! En el plato de los pajaritos. - Andá a buscarlo - dijo la mamá. - No puedo mamá - dijo Franca. - ¿Porqué? - Porque en el plato hay un pajarito, y tiene el aro en el pico. La mamá trató de recuperar el aro, pero el pajarito, que era una urraca, se lo llevó a una rama bien alta. Se armó un lío bárbaro, porque los aros eran un regalo de la abuela, y les había costado trabajo que Lara se acostumbrara a usarlos. Para variar, el Tío Chiflete tuvo una idea: - Ya sé lo que voy a hacer. Me voy a disfrazar de pajarita, con un aro en una oreja. Entonces el pajarito va a decir: "¡A esa linda pajarita le falta un aro!". Y me va a regalar el aro que falta. Se puso ropa toda negra, y desplumó un plumero viejo que había en la casa. Después se pegó las plumas con engrudo en toda la ropa, se puso un embudo en la boca, a manera de pico, y al final, el aro. Con su disfraz de pajarito, el Tío dió unas vueltas por el patio diciendo: "Pío pío pío pío" La mamá se rió al ver al disfrazado y dijo: - Sos un pajarito un poco gordo. Más bien parecés un pavo. - Vos no entendés nada de pajaritos. - Además, acá no te ve nadie. Mejor andá a la vereda. El Tío salió a la vereda, y se puso a caminar dando saltitos con los dos pies juntos, y a decir "Pío pío". Los vecinos lo miraban y no entendían nada. Algunos se reían, y una señora un poco corta de vista le tiró a los pies como un kilo de pan duro. El Vecino Inventor se asomó por la ventana y le preguntó qué pasaba. El Tío le explicó, y el Inventor dijo: - Yo tengo una idea mejor. Hay que fabricar una oreja gigante, que se vea desde bien lejos, y ponerla en la puerta de calle. Cuando el pajarito la vea, va a pensar: "Qué linda oreja. Lástima que no tiene aro", y entonces va a colocar el aro en ella. El Inventor se puso a trabajar, y a la tarde tuvo lista la enorme oreja de plástico color piel, y la colgó con una cadena de un clavo en la puerta de calle. Los demás vecinos seguían sin entender nada. Una vecina muy chismosa, cada vez que pasaba por la puerta de la casa le decía algo en secreto a la oreja gigante. Un abuelo aburrido había puesto una silla al lado de la oreja, y le daba charla. Para la mañana siguiente, en la oreja se había juntado un poco de tierra, pero no había aparecido ningún aro. Entonces la mamá tuvo una idea: - Vamos a poner unos botones en un platito, para ver adónde se los lleva la urraca. De ese modo vamos a descubrir su nido. Mientras tanto, el Tío se va a sacar ese disfraz de pajarón y el Inventor va a descolgar esa orejota de mi puerta. Hicieron como ella dijo, y... ¡así fue!. El pajarito empezó a llevarse los botones, que le gustaban porque eran brillantes y hacían ruidito. Entonces el Inventor, con un telescopio que había fabricado, miró al pajarito a ver a donde iba. Pasó un buen rato mirándolo mientras volaba, se posaba en distintos lugares, o se alisaba las plumas. Hasta que al final, ¡descubrió el nido!. Estaba en un árbol en el patio del Sr. Enojoni. El Sr. Enojoni no quiso saber nada con dejar pasar a su patio al Inventor. Fue la mamá con las nenas a pedirle por favor, pero tampoco. Por último se incorporó al grupo el Tío Chiflete, que iba terminándose de peinar y arreglar la ropa. Cuando lo vió, el Sr. Enojoni le preguntó: - ¿Ud. es el que estaba hace un rato disfrazado de pajarito? - Sí. - Jua jua jua. - se rió el Sr. Enojoni. Y de tanto que se rió, se le fue el enojo. Y no tuvo más remedio que dejarlos poner la escalera para subir al árbol. Arriba del árbol estaba el nido. Y en el nido, el aro y los botones. Todos se pusieron muy contentos. Pero a Franca le preocupaba saber para qué el pajarito quería el aro y los botones. Entonces la mamá le explicó: - Algunos pajaritos se llevan cosas para hacer un nido, que es su casita. - ¿y el pajarito se quedó sin casita? - No te preocupes - dijo la mamá. Vamos a poner un poco de algodón y unas maderitas, y vas a ver como el pajarito se los viene a llevar para hacer un nido más lindo y caliente. Y así fue. Desde la terraza, con el telescopio del inventor, Franca podía ver el nido del pajarito, con el algodón y las maderitas dentro. Y en la primavera, aparecieron dos lindos pajaritos. Y colorin colorado...
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