lunes, 7 de mayo de 2012

CUENTO CONSOLADOR


¿CUÁNDO BRILLAN MÁS LAS ESTRELLAS? LIANA CASTELLO Escritora Argentina.

Dindón era un duendecito alegre y preguntón. Todo lo conmovía y maravillaba. Era sensible y muy curioso además. Preguntaba todo el tiempo y no sólo eso, si la respuesta no le conformaba, preguntaba una y otra vez, una y otra vez.

Dindón vivía con sus papás, dos hermanitas y su abuelo Dondón.   El abuelo era muy, pero muy viejito. Tenía muchísimos más años de los que Dindón podía imaginar pues –se dice-  los duendes viven mucho.   Como era tan viejito, Dondón casi no veía, a pesar de sus gruesos anteojos y caminaba con muchísima dificultad por más que se ayudara con su bastón.  Nieto y abuelo eran grandes amigos. El pequeño notaba que su abuelo cada día podía hacer menos cosas. 

Sentía que, muy de a poquito, Dondón se iba apagando.  Aunque no quería, muchas veces Dindón pensaba que su abuelo algún día ya no estaría con él y algo le decía que no faltaba mucho para que ese momento llegara.  Triste y preocupado habló con su mamá. Su mami, tratando de encontrar las palabras justas le explicó al duendecito que en este mundo en el que todos vivimos, nada dura para siempre. Las flores un día se marchitan, las hojas de los árboles pasan de ser verdes a ser ocres y caen, los ríos pueden secarse, y las personas mueren.

Eso era justo lo que Dindón no quería escuchar, pero era la verdad y su mamá no podía, ni quería mentirle. Hay pocas cosas Dindón que siempre nos acompañarán. Una de ellas es el alma de las personas que amamos y se han ido, el amor que les hemos tenido y ellos nos han tenido a nosotros y otra cosas son las estrellas. No es que sean eternas, pero su brillo pareciera eterno y lo es para nuestra corta existencia respecto de la de ellas.

Dindón entendió muy bien lo que su  mamá le quería decir, pero no le gustó escucharlo. En otro momento hubiese preguntado algo, pero esta vez prefirió no hacerlo. Nada es eterno Dindón, la naturaleza cambia, las personas se van, por eso es tan importante aprovechar cada momento. Cada pequeño detalle de la vida hay que disfrutarlo, hay que apreciar el brillo de las estrellas cada noche que nos da la vida.

El duendecito guardó en su corazón las palabras de su mamá. Mientras tanto, acompañaba cada momento  a su abuelo y compartía todo lo que podía con él. Quería hacerle caso a su mamá y disfrutar cada pequeño momento con su gran amigo del alma, aunque se daba cuenta que esa estrella se iba apagando poco a poco.

No es fácil entender que alguien no va a estar nunca más con nosotros y más para un niño, pero es así, la muerte es parte de la vida. Para poder comprender ciertas cosas, hay que verlas con amor, por más que duelan. 

 Lo que realmente debemos entender es que la persona que nos deja, lo hace sólo físicamente y que su amor, su alma y su brillo seguirán por siempre en nuestro corazón. No es que por eso no los vayamos a extrañar, pero sin duda un poquito menos dolerá su ausencia. 

El tan temido día llegó. Dondón partió de este mundo, dejando a Dindón con un gran vacío en su corazón. Dondón no se fue triste, por el contrario, había vivido una muy larga y linda vida. Había amado, se había sentido amado por los demás, había apreciado el aroma de las flores, la frescura del césped y el brillo de las estrellas también. Al duendecito le costó mucho aceptar la ausencia de su abuelo, pero intentó ayudarse con las palabras que su mamá le había dicho y él había atesorado en su corazón.  Cada noche, desde que su abuelo había muerto, Dindón miraba el cielo. Cada noche, desde que Dondón se había ido, notó lo mismo: había una estrella que brillaba más que las demás, como si fuera nuevita, recién estrenada.

El pequeño no entendía que tenía que ver esa estrella nueva con la muerte de su abuelo y le preguntó a su mamá: ¿Cuándo brillan más las estrellas? Su mamá parecía que podía leer el corazón de Dindón y con su dulce voz le explicó.  Hijito, hay muchas clases de estrellas, todas bellas y cada cual con un brillo particular. Cada persona en sí es una estrella, su alma lo es. A veces la vida, con sus idas y venidas, no nos permite brillar con toda nuestra plenitud. Sin embargo, cuando un alma buena se ha ido, no hay otro lugar posible para ella que no sea el cielo y allí es donde puede brillar más que nunca.

Dindón jamás dejó de pensar en su abuelo, ni de extrañarlo tampoco, pero cierto es que cada noche, al ver esa estrella tan particular que brillaba como ninguna, su tristeza se confundía con un poco de alegría. Comenzaba a entender algo que no es fácil y lo hacía de la mejor manera, a través del amor.

Y Colorín Colorado…

7 comentarios:

  1. sin duda este cuento es hermoso sin embargo le pido por favor que le dé el crédito correspondiente a la autora que es LIANA CASTELLO, un saludo

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    1. Con mucho gusto, cuando lo encontré en la red estaba así..como escritora argentina.

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  2. Lindo cuento y a mi juicio tiene más de verdad que lo que muchos creen; fíjate que cuando murió mi padre, al día sgte. me levanté muy temprano para lavar el carro y tener tiempo para ir a la oficina; estaba oscuro y mientras lavaba el auto me sorprendió ver un lucero brillar con un fulgor inusitado tanto que creí que era un ovni y cuando falleció mi primo hermano joven aún, en el cielo limeño que como sabrás para siempre encapotado salió un arco iris al rededor del sol. Puede ser coincidencia, pero prefiero creer que es una dulce verdad.

    Un abrazo

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  3. Hola soy Liana Castello, autora del cuento. Gracias por publicarlo, siempre es un placer, pero más aún si se menciona quién lo escribió.

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    1. Si señora, como lo mencione arriba, en el lugar de la red donde lo encontré no estaba su nombre pero ya lo voy a arreglar! Mis disculpas!

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  4. hola, su blog es muy hermoso y este cuento de Liana Castello es de lo más conmovedor, así que ¿porqué no le da el crédito que ser merece como autora?
    muchos saludos y que siga con su hermoso proyecto de compartir cuentos tan lindos

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