jueves, 15 de diciembre de 2011

CUENTO NAVIDEÑO (3)


EL PRIMER REGALO DE NAVIDAD. Tomado de la red TODOPAPÁS

Sara es una niña de 5 años, alegre y risueña, le encanta jugar y preparar fiestas. Tiene muchos amigos en el cole y siempre ayuda a sus compañeros a preparar su fiesta de cumpleaños. Ahora está de vacaciones porque es Navidad, como no ve a sus amigos está algo aburrida y no sabe a qué jugar.

Esta Navidad va a ser especial porque es la primera Navidad en la que son uno más en la familia. La mamá de Sara había tenido un bebe seis meses antes, un niño precioso al que habían llamado Juan.

Juan es muy pequeñito y necesita continuamente la atención de mamá; Juan llora porque tiene hambre y mamá le da de comer, llora porque tiene frío y mamá le abriga, llora porque tiene pis o caca en el pañal y mamá se lo cambia, llora porque le duele algo y mama le consuela con abrazos y mimos. Mamá pasa largos ratos con Juan y Sara mira como su mamá apenas le dedica tiempo a ella.
Además la abuela esta todo el tiempo cantando cancioncillas al bebe, meciendo su cuna, poniendo caras raras para que se ría… -¡ufff...! Vaya aburrimiento, si parece que estoy sola en casa, nadie me presta atención, pensaba Sara una y otra vez...

Al llegar la tarde llega papa del trabajo, Sara corre a saludarlo. Papá le da un beso y un fuerte abrazo a Sara y le pregunta ¿Qué tal se ha portado Juan hoy? ¡ufff...! ¡Otra vez Juan! ¡Es que todo el mundo piensa en él! Esta noche es Noche Buena, y Sara está arreglando el árbol para que Papá Noel le traiga muchos regalos. Después de Cenar y despedirse de Papa, Mamá y la Abuela, Sara se va a dormir. A la mañana siguiente bajo el árbol hay 4 regalos, Sara corre ilusionada a abrirlos, abre el primer regalo. Pero ¿esto qué es? ¡Un sonajero! Es para Juan dice Mamá…

Sara abre el segundo regalo; ¡un osito de peluche! ¡Que bonito! Es para Juan dice la abuela… ¡Vaya otro regalo para Juan! Se queja Sara enfadada. Sara abre el tercer regalo. ¡Una marioneta! ¡Si, dice papá, esta es para ti, con ella podrás contarle cuentos a Juan! Sara se estaba enfadando mucho, ¿por qué todo el mundo se acuerda de Juan?

Aún quedaba un regalo por abrir, Sara lo cogió con las dos manos y lo miro, no sabía si abrirlo o dejárselo directamente a Juan... Mamá ¿De quién es este regalo? Dijo Sara antes de abrirlo... Es para ti hija, ¡ábrelo!, pero ¿para mi sola o es también para Juan? ¡¡Este regalo es solo para ti!! Sara se puso muy contenta, ¡por fin un regalo solo para mí! Lo abrió muy rápido. Era un libro muy gordo. Sara se quedó parada, no entendía porque le habían regalado un libro tan gordo si apenas sabía leer… Mamá, ¿porque me ha dejado Papa Noel un libro tan gordo? Ven Cariño, vamos a verlo juntas.
Sara se sentó con su mamá en el sillón y pusieron el libro sobre sus rodillas. Abrieron la primera página, había unas letras que Sara no entendía, ¿mamá que pone aquí? Para mi mayor tesoro, la ilusión de mi vida, para que recuerde siempre los días más felices que jamás he tenido. Sara quedó con la boca abierta, ¡Que bonito mami! ¡Vamos a ver más! Pasaron la siguiente hoja; había fotos de mamá y papá, ¡Ven rápido papá! ¡Tienes que ver estas fotos! ¡Mamá tiene la tripa muy grande!, Papá se sentó con ellas y pasaron las páginas; fueron viendo fotos de un bebe precioso, comiendo, durmiendo, jugando, riendo, en el baño, con la abuela, con mamá, con papá… Pero este bebe... ¡¡No es Juan...!! –Dijo Sara. No, Sara. –Dijo mamá. - Este bebe eres tú. ¡Yo, pero si soy muy pequeña! Si, - dijo Papá- igual que Juan, tú también has sido un bebe precioso, llorabas a gritos cuando tenías hambre, tan alto que venía la vecina por si te pasaba algo…Te gustaba mucho bañarte, patalear en la bañera y sacar toda el agua fuera- dijo mamá…Y tu canción preferida era la nana que ahora le canto a Juan, dijo la abuela.

Entonces los ojos de Sara se llenaron de lágrimas, mamá, ¿de verdad que soy tu mayor tesoro? Claro que si hija, eres lo mejor que me ha pasado...¿Y Juan? –Preguntó Sara. ¡Juan es tu hermano!, es un regalo de Dios. Sara fue corriendo al nacimiento y lo miro muy despacio...Mamá, Jesús también es un bebe...Si -dijo mamá-, Jesús fue el primer regalo de Navidad. ¡Entonces Juan, es mi regalo de Navidad! Si -dijo mamá-, con él podrás jugar siempre, preparar fiestas, leer cuentos y compartir todos los juguetes. ¡Si! -dijo Sara muy contenta-, lo primero que voy a hacer es preparar un libro como este para Juan, así él tendrá su propio libro y sabes ¿qué es lo mejor? ¿Qué? -dijo papá-. Que yo también voy a salir en él.

Desde aquel momento Sara jamás volvió a estar triste y siempre que organizaba algún juego o fiesta, con el primero con el que contaba era con su hermano Juan, el mejor regalo de la Navidad!

Y Colorín Colorado…

domingo, 11 de diciembre de 2011

CUENTO ANGELICAL NAVIDEÑO


EL ANGEL DE NAVIDAD. INMA HOLGUIN

Erase una vez un angelito muy pequeñito, el angelito más pequeño que os podáis imaginar. Todos en el cielo le llamaban “chiquitín” aunque en realidad se llamaba Benjamín. Benjamín siempre estaba preguntándole a su mamá:
Oye mamá, ¿Cómo celebran los niños la Navidad en la Tierra? Por favor mami, déjame bajar a la Tierra para verlo. Y su madre le decía: No Benjamín, eres aún demasiado pequeño para ir tú sólo a la Tierra.

Oh por favor, por favor mamá, te prometo que no haré nada malo y que volveré enseguida. Tanto insistió que al final su madre le dijo: Está bien te dejaré bajar a la Tierra a ver cómo celebran los niños la Navidad con la condición de que vuelvas rápidamente en cuanto pase el día 25 de diciembre. De acuerdo, te lo prometo, dijo Benjamín y se dispuso a hacer todos los preparativos para el viaje.

Al llegar la Nochebuena, el día 24 de diciembre, se despidió de todos y se dispuso a bajar del Cielo. Fue volando entre las nubes moviendo sus alitas muy deprisa pues hacía un frío……y es que estaba empezando a nevar. Se cruzó con los renos de papá Noel que iban corriendo a toda velocidad surcando el cielo tirando del trineo y oyó a papá Noel que desde lejos le saludaba: Oh oh oH hasta luego chiquitín, voy corriendo, no me puedo parar pues aún me quedan muchos niños a los que dejar su regalo. No te preocupes papá Noel voy a casa de unos niños, así que ya te veré luego, dijo Benajamín, y siguió bajando y bajando y, según se acercaba a las casas empezó a volar más despacito para ver en qué casa se iba a meter. Fue volando mirando por las ventanas y por fin se decidió por una casa en la que vivían dos niños. El mayor se llamaba Felipe y tenía cinco años y ya era muy bueno y responsable y el pequeño, se llamaba Adrián, pero en casa todos le llamaban “piquirriqui”. Era muy rico, pero un poco llorón y caprichoso. Claro, es que sólo tenía tres años recién cumplidos….

Pero al angelito Benjamín, cuando los vio tan dormiditos en su cuarto, le parecieron unos niños adorables y decidió quedarse en esa casa. Buscó un hueco de la ventana que estaba abierto y por allí se metió, fue volando volando por el pasillo hasta que llegó a la puerta del salón de la casa, allí se paró y cuando empujó la puerta para entrar, se quedó sin palabras: ¡¡¡¡Allí había el árbol más bonito que había visto en su vida!!! Era tan grande que casi llegaba al techo, estaba lleno de bolas que brillaban y de luces de colores y abajo del todo estaba lleno de los regalos que había dejado papá Noel esa noche.

De pronto, Benjamín oyó unos pasos que se acercaban corriendo al salón y las risas de los niños que venían cantando: 25 de diciembre fun fun fun. 25 Ya es Navidad!!!. El angelito buscaba desesperado dónde esconderse para que no le vieran y no se le ocurrió nada mejor que quedarse muy quieto con las alas extendidas en lo alto del árbol de navidad como si fuera una figurita más.

Los niños entraron corriendo al salón, seguidos de sus papás y gritaron: Mirad! Ha venido papá Noel. Mamá, papá ¿podemos abrir ya los regalos?. Sí claro, dijeron sus papás, mira en este paquete pone tu nombre y en este otro pone el nombre de tu hermano. Los niños abrieron todos los regalos, papá Noel les había traído lo que habían pedido y estaban muy contentos.

Benjamín los miraba desde lo alto del árbol sin mover ni un pelo para no ser descubierto pero, estaba tan feliz viéndoles, que no pudo evitar soltar unas risitas de felicidad. Entonces, Adrián, el niño más pequeño, le vio y empezó a gritar: Mamá, mamá ese angelito es de vedáaa, le he visto reírse. Pero que cosas tienes, piquirriqui, es un angelito de cerámica, ¿cómo se va a reír?. Anda sigue jugando con tus juguetes nuevos. Sin embargo, los niños al ratito de estar jugando empezaron a discutir: Déjame el tren. No, es mío. Eh! no cojas mi patinete, papá Noel me lo ha traído a mí. Mentira que es mío. ¡No toques mis fichas que me las vas a romper!. Pues si no me lo dejas, me enfado y ya no juego contigo y acabaron los dos enfadados, cada uno en un extremo del salón.

¡¡¡Se acabó!!! Dijeron mamá y papá enfadados, ahora mismo vamos a meter todos los juguetes en una bolsa y vamos a regalárselos a los niños que no tienen casa y papá noel no ha podido dejarles nada. Felipe y Adrián se pusieron a llorar, sus padres les reñían enfadados y de pronto Adrián se dio cuenta de que le había caído una gotita de agua en la mano, miró hacia arriba y vio que eran las lágrimas de Benjamín. Se calló de inmediato y acercándose a su hermano le dio un besito y le dijo: Perdón!!! A la vez que le dejaba su patinete nuevo.

El hermano mayor, que era muy bueno y responsable, le dio un super- mega abrazito “Crunch” y le dijo. Jugaremos los dos con todo por turnos, primero tú y luego me toca a mí, ¿vale?. Muy bien, hijos, así se hace!!!, dijeron los papás muy contentos y ahora ¿qué os parece si en esta bolsa metemos los juguetes que queráis y nos vamos a regalárselos a los niños que no han tenido tanta suerte esta Navidad?.

El niño pequeño miró de reojo al angelito y vio que le sonreía y que le guiñaba un ojo y cuando al día siguiente todos andaban como locos buscando al angelito del árbol que había desaparecido y su mamá le preguntó: piquirriqui ¿Has cogido tú el angelito que había en el árbol? El dijo muy convencido: No, se fue muy contento volando, volando, hasta el cielo.

Y Colorín Colorado…




miércoles, 7 de diciembre de 2011

CUENTO NAVIDEÑO (2)


REGALOS DE NAVIDAD. Pedro Pablo Sacristán

La Conferencia de Regalos de Navidad de aquel año estaba llena hasta la bandera. A ella habían acudido todos los jugueteros del mundo, y muchos otros que no eran jugueteros pero que últimamente solían asistir, y los que no podían faltar nunca, los repartidores: Santa Claus y los Tres Reyes Magos.

Como todos los años, las discusiones tratarían sobre qué tipo de juguetes eran más educativos o divertidos, cosa que mantenía durante horas discutiendo a unos jugueteros con otros, y sobre el tamaño de los juguetes. Sí, sí, sobre el tamaño discutían siempre, porque los Reyes y Papá Noel se quejaban de que cada año hacían juguetes más grandes y les daba verdaderos problemas transportar todo aquello...

Pero algo ocurrió que hizo aquella conferencia distinta de las anteriores: se coló un niño. Nunca jamás había habido ningún niño durante aquellas reuniones, y para cuando quisieron darse cuenta, un niño estaba sentado justo al lado de los reyes magos, sin que nadie fuera capaz de decir cuánto tiempo llevaba allí, que seguro que era mucho. Y mientras Santa Claus discutía con un importante juguetero sobre el tamaño de una muñeca muy de moda, y éste le gritaba acaloradamente "¡gordinflón, que si estuvieras más delgado más cosas te cabrían en el trineo!", el niño se puso en pie y dijo: - Está bien, no discutáis. Yo entregaré todo lo que no puedan llevar ni los Reyes ni papá Noel.

Los asistentes rieron a carcajadas durante un buen rato sin hacerle ningún caso. Mientras reían, el niño se levantó, dejó escapar una lagrimita y se fue de allí cabizbajo...

Aquella Navidad fue como casi todas, pero algo más fría. En la calle todo el mundo continuaba con sus vidas y no se oía hablar de todas las historias y cosas preciosas que ocurren en Navidad. Y cuando los niños recibieron sus regalos, apenas les hizo ilusión, y parecía que ya a nadie le importase aquella fiesta.

En la conferencia de regalos del año siguiente, todos estaban preocupados ante la creciente falta de ilusión con se afrontaba aquella Navidad. Nuevamente comenzaron las discusiones de siempre, hasta que de pronto apareció por la puerta el niño de quien tanto se habían reído el año anterior, triste y cabizbajo. Esta vez iba acompañado de su madre, una hermosa mujer. Al verla, los tres Reyes dieron un brinco: "¡María!", y corriendo fueron a abrazarla. Luego, la mujer se acercó al estrado, tomó la palabra y dijo: - Todos los años, mi hijo celebraba su cumpleaños con una gran fiesta, la mayor del mundo, y lo llenaba todo con sus mejores regalos para grandes y pequeños.

La mayoría de los presentes empezaron a darse cuenta de la que habían liado. Entonces, un anciano juguetero, uno que nunca había hablado en aquellas reuniones, se acercó al niño, se puso de rodillas y dijo: - Perdón, ; yo no quiero ningún otro regalo que no sean los tuyos. Aunque no lo sabía, tú siempre habías estado entregando aquello que no podían llevar ni los Reyes ni Santa Claus, ni nadie más: el amor, la paz, y la alegría. Y el año pasado los eché tanto de menos...perdóname.

Uno tras otro, todos fueron pidiendo perdón al niño, reconociendo que eran suyos los mejores regalos de la Navidad, esos que colman el corazón de las personas de buenos sentimientos, y hacen que cada Navidad el mundo sea un poquito mejor...

Y Colorín Colorado




lunes, 5 de diciembre de 2011

CUENTO NAVIDEÑO


EL CONEJITO BURLÓN

Vivía en el bosque verde un conejito dulce, tierno y esponjoso. Siempre que veía algún animal del bosque se burlaba de él. Un día, estaba sentado a la sombra de un árbol, cuando se le acercó una ardilla: Hola señor conejo. El conejo no respondió.

Le miró, le sacó la lengua y salió corriendo. ¡Qué maleducado!, pensó la ardilla. De camino a su madriguera, se encontró con un cervatillo, que también quiso saludarle: Buenos días señor conejo. De nuevo el conejo sacó su lengua al cervatillo y se fue corriendo.

Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su camino.

Un día todos los animales decidieron darle una buena lección y se pusieron de acuerdo para que cuando alguno de ellos viera al conejo no le saludara. Harían cómo si no le vieran. Y así ocurrió.

En los días siguientes todo el mundo ignoró al conejo. Nadie hablaba con él ni le saludaba. Un día, organizando una fiesta todos los animales del bosque, el conejo pudo escuchar el lugar donde se iba a celebrar y pensó en ir, aunque no le hubiesen invitado.

Aquella tarde cuando todos los animales se divertían, apareció el conejo en medio de la fiesta. Todos hicieron como si no le vieran. El conejo, abrumado ante la falta de atención de sus compañeros, decidió marcharse con las orejas bajas.

Los animales, dándoles pena del pobre conejo, decidieron irle a buscar a su madriguera e invitarle a la fiesta. No sin antes hacerle prometer que nunca más haría burla a ninguno de los animales del bosque.

El conejo, muy contento, prometió no burlarse nunca más de sus amigos del bosque, y todos se divirtieron mucho en la fiesta y vivieron muy felices para siempre.

Y Colorín Colorado…

Moraleja: Procura no burlarte nunca de la gente.

La Navidad es un sentimiento general, una vibración unida en el mundo que nos hace percibir lo que en otras épocas del año no sentimos. Por eso se manifiesta el amor y los sentimientos en mayor profundidad, por eso es tiempo de reflexión también. LEER MAS


sábado, 3 de diciembre de 2011

CUENTO ALEGRE


LA TROMPETA DE LA ALEGRÍA. Pedro pablo Sacristán

Había un país en que una trompeta mágica, cuyas notas resonaban por todas partes, aseguraba felicidad y alegría para todos.

Pero un día, la trompeta desapareció y todo se sumió en la tristeza. Nadie hizo nada, salvo una niña que marchó decidida en busca de la Trompeta. Preguntó por todas partes, hasta que alguien le llevó a conocer al sabio de las montañas. Este le contó que la Trompeta estaba en el Pozo de las Sombras, y le dio un violín que debía serle útil.

Cuando llegó al Pozo, encontró junto al mismo algunos músicos, tocando melancólicas melodías, y se unió a tocar con ellos. Pero al oír aquella música tristona, se dio cuenta que nadie, y menos la Trompeta, querría salir del pozo con aquel ambiente.

Así que comenzó a tocar la música más alegre que pudo, sin descanso, hasta animar a los músicos, y todos juntos alegraron tanto el lugar que la misma Trompeta salió del Pozo más animada que nunca, llevando de nuevo la alegría a todo el país.

Allí, la niña comprendió el valor de regalar Alegría como mejor remedio para todos los que están tristes. Y desde entonces, en aquel país, todo el que ve a alguien triste, le dedica la mejor de sus sonrisas con un poco de música.

Y Colorín Colorado





jueves, 17 de noviembre de 2011

CUENTO TIERNO


EL CAMINO AL CIELO. Pedro Pablo Sacristán

Había una vez un niño caminando por el campo, cuando entre las nubes vio un angelito cantando una bella canción, que enseguida desapareció.

El niño pensó que por allí debían estar las puertas del cielo, y sería divertido ver qué había. Así que comenzó a construir una gran torre de madera para llegar a las nubes, pero cuando fue muy alta, se derrumbó. Lo intentó también con adobe, con ladrillos y acero, pero su torre siempre se derrumbaba.

Cuando iba a abandonar, volvió a ver al angelito, rodeado de más ángeles, y al atender a la canción escuchó que su mensaje era que allí sólo se podía llegar si se quería con el corazón. La curiosidad desapareció, y deseó con todas sus fuerzas subir con ellos al cielo.

Pero no pudo, y vencido por la impotencia y la pena, se sentó y comenzó a llorar. Lloró, lloró y lloró tanto, tanto, que al salir el sol apareció en aquel lugar un magnífico arcoíris, que precisamente fue a parar a la nube, donde se abrieron las puertas del cielo.

Y el niño recorrió aquel camino sobre el arcoíris lleno de alegría, pues comprendió que sólo con verdaderos deseos del corazón se puede abrir el camino del cielo.

Y Colorín Colorado



miércoles, 2 de noviembre de 2011

CUENTO LUNAR


BAJAR LA LUNA DEL CIELO. Jonathan Emmeth. ediciones Beascoa S. A., 2002

¡Caramba! —Exclamó Topo una noche mientras salía de su madriguera. ¿Qué es eso? La luna estaba suspendida en el cielo, encima de él, como una brillante moneda de plata. Topo pensó que aquella era la cosa más bonita que jamás había visto.

—Sea lo que sea, quiero tenerlo —pensó Topo. ¡Ya sé, ya sé! Saltaré hacia arriba y lo bajaré. ¡BOiNG! ¡BOiNG! ¡BOOING! ¡BOOOING! Topo estaba tan atareado dando saltos que no se dio cuenta del ruido que hacía… Y despertó a Conejo, que dormía en su madriguera.

— ¡Topo! —Dijo Conejo—. ¿Qué zanahorias estás haciendo? —Hola, Conejo Respondió Topo—. Estoy intentando bajar esa cosa brillante de allá arriba. ¿Te refieres a la luna? —preguntó Conejo. — ¡Ahora ya sé cómo se llama! contestó Topo. Nunca lo conseguirás —afirmó Conejo—. No está tan cerca como parece. Pero Topo no estaba dispuesto a rendirse. Ya lo tengo —pensó—. Cogeré un palo y le daré golpecitos a la luna hasta hacerla caer. Encontró un palo largo e intentó alcanzar la luna. ¡FIIUU! ¡FIIUU! ¡FIIIUUUU! ¡FIIIUUU!

Topo estaba tan ocupado agitando el palo que tropezó y cayó sobre Erizo, que descansaba en su cama de hojas secas. — ¡Topo! —Gruñó Erizo—. ¿Qué caracoles estás haciendo esta vez? ¡Hola, Erizo! —Saludó Topo—. Estoy intentando bajar la luna. —Nunca lo conseguirás —afirmó Erizo. No está tan cerca como parece. Pero Topo no estaba dispuesto a rendirse. —Ya lo tengo —pensó—. Le lanzaré algo y, con el golpe, la derribaré. Encontró algunas bellotas y las tiró en dirección a la luna. ¡Zas! ¡Zas! ¡Zaass! ¡Zaass! —¡Ayy! —Protestó Ardilla. Topo, ¿es que te has vuelto loco?

—Hola, Ardilla —saludó Topo. Estoy intentando bajar la luna de un bellotazo. Nunca lo conseguirás —afirmó Ardilla—. No está tan cerca como parece. Pero Topo deseaba con tanta intensidad la luna que no estaba dispuesto a rendirse Ya lo tengo —pensó—. ¡Subiré a la copa de un árbol y desde allí la haré caer! Topo nunca había trepado antes a un árbol. Fue un trabajo duro, sobre todo porque le daba miedo estar tan lejos del suelo. Pero siguió adelante hasta que vio que la luna casi rozaba las hojas de la copa del árbol, encima de él.

Topo estiró sus brazos todo lo que pudo, pero justo cuando creyó que ya tenía la luna… ¡Resbaló! ¡Oh! ¡Ayy! ¡AUU! Topo fue cayendo a trompicones y aterrizó, ¡CHOOFF!, en medio de un charco. ¡Córcholis! ¡Qué mala suerte! pensó Topo. ¡Esta vez casi la consigo! Entonces se dio cuenta de que algo flotaba dentro del charco que tenía al lado. Estaba muy pálida y arrugada, pero incluso así, Topo la reconoció enseguida. ¡La luna! Suspiró Topo—. ¡Debe de haber caído conmigo!

Tendió la mano para cogerla, pero en el mismo instante en que la tocó, la luna se rompió en pedazos y se desvaneció. Topo se sentó dentro del charco y rompió a llorar. Conejo, Erizo y Ardilla se acercaron corriendo hasta él. ¿Te encuentras bien, Topo? —preguntó Conejo. Yo estoy bien —sollozó Topo—. ¡Pero la luna no! He conseguido bajarla y después la he roto. ¡Era tan, TAN bonita… y ya no volveré a verla nunca más! —Oh, Topo —dijo Conejo—, no has podido bajar la luna. Y no has podido romperla —afirmó Erizo. Y seguro que volverás a verla —añadió Ardilla—. ¡Mira allí arriba! ¡Oh! —Susurró Topo—. ¡Y está más bonita que nunca!

Topo, Conejo, Erizo y Ardilla se pusieron de pie y juntos miraron fijamente a la luna. Es hermosa —dijo Conejo. Muy hermosa —afirmó Erizo. Realmente muy hermosa —añadió Ardilla. Sí —dijo Topo—. ¡Pero NO está tan cerca como parece!

Y Colorín Colorado