EL RESCATE DEL SOL. Cuentos africanos para niños.
El jefe Wai vivía cerca del lago Tumba con sus mujeres y numerosos sirvientes. Mokele, un muchacho alto y apuesto, era uno de sus hijos. Por aquel entonces, no lucía nunca el sol. Durante el día el cielo permanecía nublado y por la noche brillaba la luna. Un día, Mokele le preguntó a su padre: “¿Por qué aquí nunca hace sol?” El jefe Wai se entristeció: “Lo robaron hace ya mucho tiempo”. “Yo te lo traeré de vuelta”, dijo Mokele.
El muchacho cortó un gran árbol y lo vació para construir una canoa. Cuando la terminó, los animales salieron de la selva y le suplicaron que los llevara con él. “Te ayudaremos a recuperar el Sol. Si el dueño no quiere venderlo, le picaremos”, zumbaron las avispas. “Yo soy capaz de encontrarlo, aunque este escondido”, resopló la tortuga. “Yo tengo una vista magnífica y podría llevármelo volando”, chilló el águila.
“¡Bienvenidos a bordo!”, exclamó Mokele, y los animales se apiñaron en la canoa dejando apenas sitio para el joven. Mokele remó por los ríos que atravesaban la selva. Pasados muchos días, llegó al territorio del jefe Mokulaka, que era el responsable de haber escondido el Sol. Mokele le fue a preguntar cortésmente: “¿Estaría dispuesto a venderme el Sol?”. El jefe Mokulaka no quería venderlo, pero al ver el feroz leopardo, el enorme mandril y los demás animales en la canoa, pensó que sería muy difícil quedárselo. “Muy bien – respondió –, pero tendré que hablar con mi hijo para decidir un precio justo. Entretanto, ¿por qué no descansas un rato?”. Mokele accedió y se sentó bajo un árbol. El jefe Mokulaka corrió a ver a su hija. “Molumba – susurró –, ese hombre debe morir. Prepárale un veneno”. Pero el jefe no se fijó en la avispa que revoloteaba a su alrededor. La avispa volvió volando a Mokele y le avisó de lo que planeaban contra él. Cuando el jefe invitó a Mokele a entrar en la cabaña de su hija, el muchacho actúo como si no supiera nada del veneno y se puso a charlar con Molumba. Ella se quedó tan prendada del apuesto joven, que tiró el veneno a escondidas. Mientras Mokele y Molumba conversaban, la tortuga encontró el Sol escondido en una cueva, y sujetándolo con firmeza, lo sacó de allí.
El águila levantó a la tortuga con sus garras y remontó el vuelo. Por primera vez en mucho tiempo, el Sol se alzó en el cielo. Cuando Mokele y los animales vieron que el Sol iluminaba la selva, corrieron a la canoa acompañados por Molumba. Mokele se alejó remando río abajo tan deprisa como pudo. El jefe Mokulaka y sus guerreros los persiguieron hechos una furia, pero tuvieron que abandonar al verse atacados por un enorme enjambre de avispas. Mokele remó sin parar de vuelta al poblado. “¡Padre – gritó –, te traigo el Sol!”. El jefe Wai y toda su tribu dieron grandes muestras de júbilo. El Sol volvería a salir cada mañana, iluminando con su luz maravillosa a todos los habitantes de la selva.
Mokele se casó con Molumba y fueron muy felices. El joven relató su aventura una y otra vez. Se la contó a sus hijos y a sus nietos, y las gentes que viven en la selva aún siguen contando la historia de Mokele y el rescate del Sol.
Y Colorín Colorado
1 GOL es una campaña que, a través de la popularidad del fútbol, persigue que la educación de todas las personas sea un logro perdurable de la Copa del Mundo de la FIFA 2010
El jefe Wai vivía cerca del lago Tumba con sus mujeres y numerosos sirvientes. Mokele, un muchacho alto y apuesto, era uno de sus hijos. Por aquel entonces, no lucía nunca el sol. Durante el día el cielo permanecía nublado y por la noche brillaba la luna. Un día, Mokele le preguntó a su padre: “¿Por qué aquí nunca hace sol?” El jefe Wai se entristeció: “Lo robaron hace ya mucho tiempo”. “Yo te lo traeré de vuelta”, dijo Mokele.
El muchacho cortó un gran árbol y lo vació para construir una canoa. Cuando la terminó, los animales salieron de la selva y le suplicaron que los llevara con él. “Te ayudaremos a recuperar el Sol. Si el dueño no quiere venderlo, le picaremos”, zumbaron las avispas. “Yo soy capaz de encontrarlo, aunque este escondido”, resopló la tortuga. “Yo tengo una vista magnífica y podría llevármelo volando”, chilló el águila.
“¡Bienvenidos a bordo!”, exclamó Mokele, y los animales se apiñaron en la canoa dejando apenas sitio para el joven. Mokele remó por los ríos que atravesaban la selva. Pasados muchos días, llegó al territorio del jefe Mokulaka, que era el responsable de haber escondido el Sol. Mokele le fue a preguntar cortésmente: “¿Estaría dispuesto a venderme el Sol?”. El jefe Mokulaka no quería venderlo, pero al ver el feroz leopardo, el enorme mandril y los demás animales en la canoa, pensó que sería muy difícil quedárselo. “Muy bien – respondió –, pero tendré que hablar con mi hijo para decidir un precio justo. Entretanto, ¿por qué no descansas un rato?”. Mokele accedió y se sentó bajo un árbol. El jefe Mokulaka corrió a ver a su hija. “Molumba – susurró –, ese hombre debe morir. Prepárale un veneno”. Pero el jefe no se fijó en la avispa que revoloteaba a su alrededor. La avispa volvió volando a Mokele y le avisó de lo que planeaban contra él. Cuando el jefe invitó a Mokele a entrar en la cabaña de su hija, el muchacho actúo como si no supiera nada del veneno y se puso a charlar con Molumba. Ella se quedó tan prendada del apuesto joven, que tiró el veneno a escondidas. Mientras Mokele y Molumba conversaban, la tortuga encontró el Sol escondido en una cueva, y sujetándolo con firmeza, lo sacó de allí.
El águila levantó a la tortuga con sus garras y remontó el vuelo. Por primera vez en mucho tiempo, el Sol se alzó en el cielo. Cuando Mokele y los animales vieron que el Sol iluminaba la selva, corrieron a la canoa acompañados por Molumba. Mokele se alejó remando río abajo tan deprisa como pudo. El jefe Mokulaka y sus guerreros los persiguieron hechos una furia, pero tuvieron que abandonar al verse atacados por un enorme enjambre de avispas. Mokele remó sin parar de vuelta al poblado. “¡Padre – gritó –, te traigo el Sol!”. El jefe Wai y toda su tribu dieron grandes muestras de júbilo. El Sol volvería a salir cada mañana, iluminando con su luz maravillosa a todos los habitantes de la selva.
Mokele se casó con Molumba y fueron muy felices. El joven relató su aventura una y otra vez. Se la contó a sus hijos y a sus nietos, y las gentes que viven en la selva aún siguen contando la historia de Mokele y el rescate del Sol.
Y Colorín Colorado
1 GOL es una campaña que, a través de la popularidad del fútbol, persigue que la educación de todas las personas sea un logro perdurable de la Copa del Mundo de la FIFA 2010
"Hakuna Matata: Una forma de ser Hakuna Matata Nada que temer Sin preocuparse Es como hay que vivir A vivir así Yo aquí aprendí Hakuna Matata"
ResponderEliminarUn Besito marino
hay amiga,yo necesito un hakuna matata para mi cuerpo porque no sabes como quede despues de ver el pertido de argentina nigeria por internet,asi que este cuento que acabo de leer me ha relajado un poco.
ResponderEliminarmuchas gracias amiga y espero desestresarme jajajajaj y eso que recien empezamos con esto del mundial jajajajjaj.
un besote amiga y feliz fin de semana!!!!!!!
Gracias Tita!!! Por ayudarnos y permitirnos viajar con nuestra imaginación. Me encantan tus cuentos y los cambios que hiciste en el blog.
ResponderEliminarGracias por la luz y el amor que expandes a traves de tu blog y tus cuentos.
Luz y Amor, Flor Azul
Hola Tita, preciosa historia para recuperar el sol y que "ilumine con su luz maravillosa..."
ResponderEliminarGracias por contarnos tan bellos cuentos!
Un abrazo!