martes, 17 de mayo de 2011

CUENTO LUNÁTICO


LA LUNA DE AZÚCAR. CUENTO INFANTIL

Había una vez un niño llamado Álex que creía que la Luna era blanca porque estaba cubierta de azúcar. Y a él le gustaban tanto los dulces que soñaba cada noche con viajar a saltitos, de estrella en estrella, hasta llegar hasta allí... ¡y comer azúcar hasta hartarse! Seguro que los que viven allá arriba –imaginaba– comen azúcar todo el día. Por eso a veces la Luna tiene forma de media sandía, porque sus habitantes no paran de mordisquearla. ¡Debe de estar tan rica!

Un día, Álex se decidió por fin a vivir su gran aventura. Cogió una potente linterna de su padre y esperó a que anocheciera. Cuando toda su familia dormía, se levantó de la cama sin hacer ruido y fue hacia la ventana. La abrió de par en par, encendió la linterna y comenzó a hacer señales de luz a la Luna. ¡Eh! ¡Eh! ¡Si los de la Luna me veis, hacedme una señal! –exclamaba mientras encendía y apagaba la linterna.

Y así estuvo un buen rato. Por más que lo intentaba, nadie le contestaba. Decepcionado, apagó la linterna. “¡Pues sí que son antipáticos!”, se quejó mientras, frustrado, volvía a su cama. Pero antes de dejarse vencer por el sueño, Álex no pudo resistirse a mirarla otra vez a través de la ventana. Estaba tan redonda, tan blanca, tan brillante, tan azucarada... Pero, ¿qué estaba pasando? Desde la Luna, alguien le devolvía el saludo con una luz que también se encendía y se apagaba. Saltó enseguida de la cama y fue hacia la ventana con su linterna. ¡Eh! ¡Hola! ¡Soy Álex! ¡Invitadme a la Luna unos días!

La luz intermitente que llegaba desde allí se hacía cada vez más grande. Incluso tuvo que cerrar los ojos para que aquel enorme resplandor que inundaba su habitación no le dejara ciego. Cuando notó que la luz ya no era tan intensa, abrió tímidamente los ojos y comprobó con asombro que estaba en un lugar que no conocía. Llevaba puesto su pijama, eso sí, pero se encontró sentando encima de una inmensa bola blanca. Miró hacia arriba y era de noche. Había tantas estrellas que apenas quedaban lugares oscuros entre unas y otras. ¿Será esto la Luna? –estaba algo asustado. Y enseguida se decidió a comprobarlo. Pasó su dedo por el polvillo blanco que cubría el suelo y luego se lo acercó a la lengua. ¡Es azúcar! ¡Es azúcar! ¡Estoy en la Luna! Cuando se disponía a repetir del dulce manjar, apareció ante él una niña rubia que tenía dos estrellas doradas en vez de ojos. Sonriendo, le dijo: Tranquilo, que no se va a acabar ¿Quién eres tú? –Preguntó Álex–. ¿Vives aquí, en la Luna? Sí, me llamo Z44-A, aunque me suelen llamar sólo “Zeta”. Yo soy Álex y soy de la Tierra. ¿Viste mis señales? Sí, claro. ¿No sabes que desde la Luna lo vemos todo? Oye, Zeta, ¿puedo comer más azúcar? Toda la que quieras. Tenemos mucha.

Entonces Álex se abalanzó sobre el blanco ¡y dulce!– suelo y comenzó a llenarse las manos de azúcar para llevárselo a la boca. Zeta le miraba sonriendo. Por más que como, nunca se acaba. ¡Ja, ja! ¡Qué gozada! Y así siguió horas y horas hasta que, como pasa siempre, se hartó. Zeta, ahora me gustaría tomar una buena taza de chocolate caliente. ¿Chocolate? Aquí desayunamos azúcar, comemos azúcar y cenamos azúcar. Nos basta con eso.

¿Y no tenéis polos de limón, o de fresa, o caramelos o chuches o pasteles? ¡Qué tontería! ¿Y qué haríamos con todas esas cosas si sólo nos gusta el azúcar? ¡Pues vaya aburrimiento! Si por lo menos me la pudiera comer toda, pero es que aquí nunca se acaba, por más que coma. Y eso cansa a cualquiera. Claro, como tú no eres de la Luna... ¡Exactamente! Será mejor que me devuelvas a la Tierra.

Tendrás que esperar a que otro niño nos haga señales con su linterna. Entonces tú te irás y él vendrá a probar nuestro azúcar –sentenció Zeta sin inmutarse. ¿Y cuándo pasará eso? Nunca se sabe. Pueden pasar días, meses, años o siglos. Al oír la palabra “siglos”, Álex se llevó las manos a la cabeza y se puso a llorar desconsoladamente. ¡En qué lío me he metido! ¡Cuando vuelva a la Tierra seré ya un abuelo! –se quejaba con el rostro lleno de lágrimas. No te preocupes, que a lo mejor hay ahora mismo algún niño que quiere viajar a la Luna. Toma esta linterna e intenta llamarle.

Álex, limpiándose las lágrimas y los mocos, cogió la linterna, la encendió y se encaramó en lo alto de la Luna. –¡Eh! ¡Eh! ¡Te invito a la Luna, niño o niña de la Tierra! ¡Venid, por favor! Nadie contestaba, y Álex estaba cada vez más desesperado. De repente, vio que desde la Tierra surgía una lucecita intermitente. ¡Mira, Zeta! Ya ha picado alguien. ¡Guay! ¡No sabe la que le espera!

Has tenido mucha suerte, Álex. El que se cambió por ti llevaba aquí dos meses. Así que ya puedo irme, ¿no? Sí. Me ha alegrado mucho conocerte. Hasta la vista, Álex. Y entonces Zeta le empujó suavemente y el niño comenzó a deslizarse a gran velocidad por la superficie redonda de la Luna.

¡Ay, qué vértigo! ¡Me voy a caer a la Tierra y no llevo paracaídas! En pocos minutos, Álex había abandonado la Luna y descendía a gran velocidad a través de las brillantes estrellas. Menos mal que su pijama se enganchó en una de ellas y pudo al fin detener su vertiginoso descenso. Pero la ropa comenzó a ceder poco a poco... hasta que se rompió. Y Álex siguió cayendo y cayendo y se dio de bruces con el planeta Tierra. Cuando abrió los ojos se encontró en la cocina de su casa... ¡encima de un montón de azúcar! Su madre le estaba zarandeando.

¡Álex! ¡Despierta! Otra vez has llegado sonámbulo a la cocina, pero hoy te has pasado: ¡te has comido casi un kilo de azúcar! Seguro que mañana estarás enfermo. Vamos, a la cama. Mamá, te prometo que nunca más iré a la Luna y jamás volveré a probar el azúcar. Si no llego a tener suerte, llego convertido en un abuelo. ¡Te lo juro!

Este niño no tiene remedio –murmuraba su madre mientras le rodeaba con un brazo y le conducía a su habitación. ¿Sabes, mamá? Odio la Luna. Pero la odio de verdad. Sí, claro, hijo –contestó su madre sonriendo y muerta de sueño.

Y Colorín Colorado

Astronomia para niños: "La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible."Arthur Clarke. VER MAS

6 comentarios:

  1. ojala todos guardaramos esa inosencia siempre dentro del corazon,me ancanto el cuento de la luna cubierta de azucar!!!!

    te dejo un abrazo tita y siento mucho amiga las inundaciones que estan padeciendo alli en gran parte del pais,ojala mejoren las cosas pontito amiga.

    te dejo un fuerte abrazo y te deseo una muy feliz semana!!!!

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  2. Ay, qué pena que terminara odiando la luna! Es un cuento muy original pero...me dió pena.
    Besitos.

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  3. Un Cuento precioso y a la vez gracioso, con el niño que tenia tantas ganas de probar la luna y al final se acabó hartando...por eso deben decir aquello de tener cuidado con lo que se desea porque a veces se cumple y no es precisamente lo que esperabamos. Tita no sabia lo de las inundaciones en Colombia, ¡Cuanto lo siento!...espero que no sean demasiados los daños...
    Besitos Tita

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  4. Sr. Vito Andolina, en beneficio de todos los blogueros de esta red,
    le ruego se abstenga de poner innumerables comentarios SPAM,
    en los blogs, simplemente para que caigan en su caña de pescar
    como si de peces se tratara, la gente que escribe aquí no son peces.

    Espero que tenga más respeto por los demás y cuando quiera poner
    un comentario, hágalo comentando el trabajo realizado en cada blog
    de forma coherente, no deje SPAM como es su norma porque es
    lamentable, y con ello solo demuestra una falta de respeto al arte,
    aquí solo cabe la gente que se dedica al arte dentro de unas normas.

    Si sigue con su SPAM, seguiré luchando contra gente como usted.


    (Para su información y disculpen las molestias que pueda causar)

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  5. LA INOCENCIA DE LOS NIÑOS NO TIENE PRECIO.

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  6. jajajaja.......mi hijo siempre me dice que de mayor va a ser astronauta para ir a la luna,le contaré el cuento jejejejejej

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