LA ALFOMBRA MÁGICA
Una niña pequeña tenía la alfombra de su dormitorio guardada en el armario, porque pensaba que si no se podía ir volando en cualquier momento. Sus padres intentaban convencerla de que la alfombra era normal y no mágica, pero no había forma. Le enseñaban a la niña una foto del catálogo y le decían: – ¿Ves, Martita?, este niño tiene una alfombra como la tuya y no se le escapa. La tiene junto a la cama y así no se enfría los pies al ir a acostarse. Las alfombras son para eso.
Pero nada. La niña seguía en sus trece y se negaba a ponerla en el suelo. Sus padres no sabían qué hacer. Una mañana, mientras la niña estaba en el colegio, su madre aprovechó para sacar la alfombra y limpiarla. La extendió en el suelo y se sentó en ella, y entonces para su sorpresa la alfombra, con ella encima, salió volando por la ventana. La madre no podía creérselo.
Las vistas desde el aire eran fantásticas. En un santiamén la alfombra la llevó hasta China, donde la mujer vivió un apasionado romance con el hijo del emperador que era muy galante y apuesto. Además era guapísimo e inmensamente rico. Y le pidió que se casara con él. Le dijo: – Cásate conmigo, hermosa extranjera. Te amaré hasta que el pelo se me ponga blanco como una cebolla de invierno.
Aunque esta declaración era muy bonita y el hijo del Emperador la amaba de verdad, la madre de la niña tuvo que decirle que no, porque ya estaba casada. Después se despidieron y ella volvió a casa en la alfombra. Una vez de regreso en el dormitorio de su hija, enrolló la alfombra, la guardó en el armario y bajó a la cocina a preparar la cena: ensalada y tortilla de patatas. Cuando Martita llegó del colegio como todos los días, le dio un beso a su madre que estaba picando la cebolla para la tortilla. Y entonces vio que estaba llorando. Le dijo: – Mamá, estás llorando ¿qué te pasa? Y ella contestó: –Nada hija. Nada. Es solo... la cebolla.
Pero nada. La niña seguía en sus trece y se negaba a ponerla en el suelo. Sus padres no sabían qué hacer. Una mañana, mientras la niña estaba en el colegio, su madre aprovechó para sacar la alfombra y limpiarla. La extendió en el suelo y se sentó en ella, y entonces para su sorpresa la alfombra, con ella encima, salió volando por la ventana. La madre no podía creérselo.
Las vistas desde el aire eran fantásticas. En un santiamén la alfombra la llevó hasta China, donde la mujer vivió un apasionado romance con el hijo del emperador que era muy galante y apuesto. Además era guapísimo e inmensamente rico. Y le pidió que se casara con él. Le dijo: – Cásate conmigo, hermosa extranjera. Te amaré hasta que el pelo se me ponga blanco como una cebolla de invierno.
Aunque esta declaración era muy bonita y el hijo del Emperador la amaba de verdad, la madre de la niña tuvo que decirle que no, porque ya estaba casada. Después se despidieron y ella volvió a casa en la alfombra. Una vez de regreso en el dormitorio de su hija, enrolló la alfombra, la guardó en el armario y bajó a la cocina a preparar la cena: ensalada y tortilla de patatas. Cuando Martita llegó del colegio como todos los días, le dio un beso a su madre que estaba picando la cebolla para la tortilla. Y entonces vio que estaba llorando. Le dijo: – Mamá, estás llorando ¿qué te pasa? Y ella contestó: –Nada hija. Nada. Es solo... la cebolla.
Y Colorín Colorado
La alfombra tiene su origen probablemente en las primeras esteras que usaron las personas para cubrir el suelo en las viviendas a partir del neolítico.
Ah, Tita, las cosas que pueden suceder cuando nos subimos a una alfombra mágica!
ResponderEliminar"...después, qué importa el después..." (del tango Naranjo en Flor")
Me encanta leer estos cuentos!
ABRAZOS!!!
Hermoso cuento , todo es posible.Saludos.
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