LA ISLA DEL SOL. CAUDIA SÁNCHEZ
Míster Question preparó su buque de vela, acomodó sus provisiones y luego de organizar a sus hombres -barbudos marinos por tradición-, zarpó una mañana de neblina inglesa rumbo a la isla del Sol. Llegar a sus costas lo obsesionaba, y contra viento y marea, o contra marea y viento, habría de pisar esa arena dorada para cumplir con el sueño de ser rico. Allí estaba enterrada una enorme moneda de oro, tan grande como la imagen del mismo sol. ¿Cómo pudo ser esto?
Cuenta una leyenda muy vieja que el sol, al mirarse al espejo, dejó caer en un descuido el reflejo de su propio rostro, y que, de ahí en más, estuvo su hermano gemelo dando luz a otra tierra. En realidad, sin saberse muy bien cómo, este otro sol (su doble) abrigó a esta isla millones de noches; por eso sus habitantes no conocían la oscuridad de los caminos, ni los cielos estrellados, y la naturaleza reventaba de flores y frutos. Pero un atardecer, los hombrecitos morenos que allí vivían tuvieron que esconder su tesoro de la envidia enemiga; entonces, decidieron enterrarlo en secreto y abandonar la isla para no volver.
¿Cómo se enteró Míster Question (se lo llamó así porque tenía dos ganchos negros como signos de interrogación, en vez de manos. Todo él era una enorme pregunta) de la existencia de semejante moneda? Algunos dicen que las sirenas comentaron la novedad entre los piratas. Otros, que se documentaron, aseguran que la Corona de Gran Bretaña se adueñó de unos planos españoles, donde figuraba la exótica isla, y encomendó a Question emprender viaje, a cambio de un título de nobleza, un cofre repleto de perlas y su busto de prócer en la Enciclopedia Británica. Bueno..., parece que, al menos..., le prometió que su nombre estaría en algún diccionario. De una manera o de otra, el corsario inglés y su robusta compañía dejaron atrás su país blanco y negro para desembarcar en la isla de los mapas.
Pasaron hambre, sed, frío, calor. Caminaron hasta caerse de sueño..., y la moneda seguía en su escondite. De repente, algo pareció encandilarlos: ¡Míster Question! ¡Una luz sale de la tierra! -avisó un pirata, mirando con su catalejo. ¡Mire! ¡Es el tesoro! ¡Es el sol! -gritó uno gordo de barba, rojo de entusiasmo. ¡ES EL TESOOOOROOOO! corearon los del pañuelo en la cabeza. ¡Preparen picos y palas! -ordenó Question-. ¡Hay que cavar un pozo hasta encontrarlo! ¡Y si es necesario, arrancaré a ese sol soberbio de las mechas! Al decir esto, los ojos del pirata se alargaron, verticales, formando dos flacos signos de admiración.
Una luz intensa bañó de amarillo cada árbol de la isla, cada pedazo de tierra. Todo el paisaje se vistió del color de los duraznos y un día maduro se instaló en el cielo aquella noche. No hicieron falta ni velas, ni faroles para hacer el túnel. Lo dibujaron largo y angosto para que el sol no se escurriera. Enceguecido por el globo radiante, Míster Question introdujo su gancho en el pozo y pescó, como con un anzuelo, los rubios rayos del tesoro. Así quedó, colgando de su signo derecho, la cara redonda del sol, chorreando lágrimas de oro.
¡Ahora... el regreso con gloria! -soñaba Question. ¡Nos condecorarán! -exclamaban los marineros, muy entusiasmados. La Corona levantará un monumento en su memoria..., revestido de mármol de Carrara... -le decía a Míster Question un pirata emocionado, con su palma derecha sobre su pecho a rayas. Entre proyectos y sueños de héroes, prepararon su regreso al buque. Pero aquella alegría les duró muy poco: los barcos de la Corona de España estaban llegando, en procesión, a las costas morenas. ¡Preparen las armas! ¡Enemigos a la vista! -una sola voz (en inglés) corrió por toda la isla.
Los dos bandos trenzaron espadas y ganchos hasta sacarles chispas. Dos idiomas estallaban en grito al chocarse en el aire. El capitán español había prometido volver con el sol a cuestas. Desde la proa, armaba el plan de ataque sobre un tablero de damas y, mientras pensaba su estrategia, afilaba malvados cuchillos con su lima de uñas. Sus hombres saltaron del palo mayor y cayeron sobre los ingleses como lluvia de piedras. Por otra parte, los ingleses, desde las palmeras más altas, se largaban pendiendo de sogas con la lanza en la mano. A todo esto, Míster Question corría por toda la costa buscando un salvavidas para echarse a nado, y el tesoro -o sea la moneda-colgando del gancho, flameaba en el aire y dejaba en la arena una baba de miel.
Pese a su esfuerzo en la carrera, los españoles lo cercaron y entre todos le sacaron la moneda de sol. Sí, habían recuperado el botín, pero en el momento de guardarlo en un cofre de plata, la esfera ascendió girando como un plato de fuego. No pudieron alcanzarla jamás.
Dicen que la Corona española, al enterarse, exilió al capitán y a sus hombres por incapaces en cuestiones guerreras, y mucho más en colonizaciones. Y que el barco del pirata Question nunca regresó a Gran Bretaña... En fin, la isla se quedó sin tesoro... y los piratas también...
Desde entonces, cuando atardece en sus tierras, un sol más inflado y redondo se peina en el agua sus flecos de luz.
Y Colorín Colorado
Que Cuento más Sorprendente Tita, bueno ó leyenda claro, la cuestión es que el Sol se quedó realmente donde debía estar y como dice el sabio refrán "la avaricia rompió el saco" tanto luchar por el Tesoro y al final nada...
ResponderEliminarBesitos Soleados
hola amiga soy seguidora de tu blog es fascinante lo que haces!!! te ceunto que te deje un regalito en mi blog
ResponderEliminarhttp//secretos-marlove.blogspot.com/
besitos
un abrazo amiga tita,me ancanto el cuento de hoy amiga,aunque siempre me gustan tus cuentos y los disfruto mucho.
ResponderEliminarrecibe un fuerte abrazo apretadito y que sigas bien amiga.