SIMÓN Y EL ESCUDO DE PLATA. Escritora Argentina. Cuentos educativos.
Simón era un rey justo, bondadoso y que tenía mucha autoridad. Sabía resolver los conflictos de su gente, no era violento y trataba de reinar de modo tal que todas las personas vivieran satisfechas. Sin embargo y a pesar de su gran sabiduría, el rey Simón era muy supersticioso. Creía en cosas increíbles y a veces hacía cosas que no eran lógicas. No le gustaban los gatos negros, lo cual era un problema porque abundaban en los jardines del palacio y no pasaba jamás por debajo de una escalera, entre otras cosas. Sobre el trono de Simón yacía colgado en la pared un hermoso escudo de plata, cuyo brillo deslumbraba a todas las personas del reino.
Como era tan supersticioso, el rey adjudicaba al escudo poderes que en realidad no tenía. Simón creía que el escudo colgado arriba de su trono le daba el poder de ser tan buen rey como era, lo cual realmente no era cierto. Sus sirvientes pasaban gran parte del día lustrando el escudo, el bufón del palacio tenía prohibido hacer bromas sobre él y nadie, ni siquiera sus hijos podían tocarlo. Simón vivía tranquilo creyendo que su poderoso escudo lo protegía y ayudaba, hasta que un día pasó lo que el rey jamás se había atrevido a pensar: el escudo de plata desapareció.
Nadie sabía cómo había pasado, pero ya no estaba. Simón sufrió un ataque de nervios, los guardias del palacio salieron a buscarlo en sus ágiles caballos, el bufón quedó mudo y nadie sabía qué hacer realmente. Se alejaron cuanto pudieron, visitaron todos los reinos vecinos, revisaron cada rincón de la ciudad, pero el escudo seguía sin aparecer. Desesperado Simón creía que ya nada sería igual ni para él, ni para su reino y en parte, tenía razón. Tal fue su desánimo y desesperación que empezó a hacer las cosas mal.
Tan nervioso estaba, que tomaba decisiones apresuradas y que terminaban sin ser beneficiosas para nadie. Pasaba el día enojado, lo cual deterioró su relación no sólo con su familia, sino con todas las personas de la corte. Ya nada era lo mismo. Simón tampoco. – Mi escudo, mi escudo – Se lo escuchaba decir todo el tiempo- sin mi escudo ya no soy el mismo. Inútiles fueron los intentos que la familia y la corte entera hicieron por tratar de que entendiese que su capacidad y bondad no se debían a un escudo colgado en una pared. – Desde que robaron el escudo, todo ha salido mal.
Me equivoco todo el tiempo, estoy enemistado con medio reino, ahora todos me temen, cuando antes me querían y la lista podría seguir- vociferaba Simón desde su trono y mirando para arriba a ver si por arte de magia aparecía el escudo. – Mi señor, no hay escudo tan poderoso – intervino el bufón. – ¡Claro que no! No lo hay porque me lo han robado – Contestó Simón – Me refiero a que el escudo no tenía poder alguno, si me lo permite – replicó el bufón. – ¡No se lo permito! -Gritó el rey – ¿Acaso se atreve a dudar del poder de mi escudo? – El poder no está en el escudo, de eso estoy seguro- dijo el bufón, mientras retrocedía temerosamente. Tal fue el enojo del rey que le pidió al bufón que se retirase y agregó que no quería verlo hasta que el escudo apareciera. – Bufón descreído- murmuraba el rey- ya le demostraré los poderes de los que hablo cuando todo vuelva a la normalidad.
Viendo que hablando el rey no se convencía, el bufón decidió poner manos a la obra. De repente, se le ocurrió pensar que el famoso escudo había sido buscado por todos lados, excepto en el palacio mismo. Dedicó días enteros a su búsqueda, hasta que finalmente, lo encontró. El escudo jamás había sido robado, simplemente –y debido a su peso- había caído al piso, justo detrás del trono del rey. Parecía absurdo haber buscado hasta en los reinos más lejanos, cuando en realidad, siempre había estado allí, sólo que no se lo veía porque el gran trono lo tapaba. Una vez que lo encontró, comenzó a pensar en cómo hacer para que el rey entendiese que no había tal poderes mágicos y encontró la manera.
En secreto y con el permiso de la reina, mandó a hacer un escudo exactamente igual al perdido. Una vez que lo tuvo, inventó para el rey una historia acerca de su hallazgo, que el rey creyó sin preguntar más de tan contento que estaba. Sin más, ni más, colgaron enseguida el escudo (o su imitación) en el mismo lugar del otro. Pasaron los días y todo realmente volvió a la normalidad. El Rey era el de siempre, todos vivían en armonía, no había conflictos, ni dentro del reino, ni fuera de él. Simón reinaba tranquilo, feliz y sabiamente, como siempre lo había hecho.
Al cabo de un mes, el bufón anunció al rey que tenía una sorpresa para él, pero que se la daría frente a su familia, si éste estaba de acuerdo. Simón se entusiasmó con la idea y mandó llamar a la reina y a los príncipes. – Bueno, bueno, quiero ya mi sorpresa – dijo ansioso Simón – No veo que traigas nada en tus manos apreciado bufón. Tiene razón mi señor, nada tengo en mis manos. De todas maneras, algo tengo para darle – contestó el bufón. Intrigado el rey miraba a todos, sin entender mucho qué estaba ocurriendo. – Majestad, le pido si por favor puede levantarse del trono por un momento por favor. Simón así lo hizo. Todos miraban con gran atención pues sabían qué era lo que iba a ocurrir. El bufón pidió ayuda y entre los príncipes y él corrieron de lugar el trono, dejando ver en todo su esplendor el escudo original.
Simón miraba sin creer, levantaba la vista, la volvía a bajar. Miraba una y otra vez para arriba y para abajo sin comprender nada. – Mi señor, nadie jamás robó el escudo, simplemente se cayó. Nunca se nos había ocurrido buscar aquí mismo, por eso no había aparecido. De todas maneras, no es ésta la sorpresa que tengo para Ud. – agregó. No entiendo ¡qué puede haber más importante que tener el escudo original! Lo que no comprendo es ¿cómo no me di cuenta? y ¿quién puso esta imitación sobre mi trono? – dijo Simón. – ¿Qué importa por qué no se dio cuenta que no era el original majestad, qué importa quién puso la copia? Lo realmente importante es que Ud. todo este mes ha reinado con la misma sabiduría y eficiencia de toda la vida y con un escudo falso. El rey seguía sin entender. – Señor, la sorpresa es que no hay tales poderes en el escudo, ni en ningún otro lado que no sea Ud. mismo. Es su propia capacidad la que lo hace reinar en forma justa y haciendo el bien a todos. No hay elementos mágicos. Si algo hay de magia, está en el corazón de cada uno de nosotros y en el esfuerzo que pongamos por hacer cada uno nuestra tarea un poco mejor cada día.
Las palabras del bufón conmovieron al rey y lo convencieron que realmente tenía razón. De todos modos y sólo por si acaso, mandó colgar nuevamente el original del escudo, pero cuentan que a partir de ese día, se lo vio a Simón acariciando a cuanto gato negro caminaba por los jardines del palacio, y su suerte en nada cambió por ello.
Y Colorín Colorado…
AndresTrigo - EL CICLO SIN FIN - Red Karaoke
y cuanta razon tenia el bufon,porque nada ni nadie puede otorgarnos poderes sino nosotros mismos y mas actuando dentro de nuestra razon.
ResponderEliminarlas superticiones son buenas,pero en la medida justa.
precioso tu cuento amiga,un fuerte abrazo y feliz semana!!!!!
Muy Bueno el Cuento, desde luego las cualidades personales y los valores de cada persona son innatos, vienen de dentro de la persona y no de las cosas externas a nosotros y menos aún fruto de las supersticiones..., aunque de cuando no se puede por menos de tener alguna superstición: que si se cae la sal, si se pasa debajo de una escalera, que si se dejan unas tijeras abiertas y no digamos con el "martes13, ni te cases ni te embarques" ó lo de "tocar madera" para que no te venga mala racha, en fin, para quién es supersticioso/a no hay forma de hacerle cambiar. Personalmente las peores cosas que me han pasado no han sido ni en martes ni en 13 jaja y tampoco por tirar la sal ni por ver un gato negro.
ResponderEliminarInteligente el Bufón, y eso que los Bufones eran objeto de burlas despiadadas....
Gracias por tus instructivos cuentos Amiga
Besitos
Tita,como decía el bufón el mejor talismám lo llevamos en el corazón.El nos dá la magia y la voluntad necesaria para llevar a cabo las mejores acciones...!
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo,amiga.
M.Jesús